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Por qué Ucrania debe ganar

Por qué Ucrania debe ganar

Pablo Bustamante Pardo
Director de
Lampadia

Para nosotros está muy claro que Ucrania debe derrotar a Rusia y ojalá la humanidad de deshaga de la camarilla estaliniana dirigida por el abominable Putin, que se ha atrevido a amenazar con el uso de armas atómicas.

Hasta ahora, para sorpresa de Rusia y del resto del mundo, Ucrania viene aguándole la fiesta de conquista a Putin. Zelensky ha probado ser un magnífico líder, que ha motivado a su población a resistir los embates de un desmotivado y desmoralizado ejercito ruso.

Según explica The Economist en el artículo que publicamos líneas abajo, occidente no está apoyando lo suficiente a Ucrania.

“Una Ucrania fuerte y democrática frustraría el expansionismo de Rusia, porque sus fronteras estarían seguras. (…) Por desgracia, gran parte de Occidente parece ciego a esta oportunidad histórica. (…) Zelensky acusa a esos países de ser miopes o timoratos. El esta en lo correcto”.

Ya comentamos en Lampadia la cita del historiador británico Timothy Garton Ash:

En 1994, estaba quedándome medio dormido en una mesa redonda que se celebraba en San Petersburgo, Rusia, cuando un hombre fornido y de baja estatura, con cara de ratón, que parecía ser la mano derecha del alcalde, empezó a hablar. Dijo que Rusia había entregado de forma voluntaria “inmensos territorios” a las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas zonas “que históricamente han pertenecido siempre a Rusia”. (…) El mundo debía respetar los intereses del Estado ruso “y del pueblo ruso como gran nación”.
Aquel hombretón irritante se llamaba Vladímir V. Putin.

Ver en Lampadia: Putinismo02/11/2016)

Las acciones de Putin son inaceptables y espero que los países de la Otan no cedan ante ninguna de las propuestas rusas, pues estas serían solo un avance parcial de una agenda expansionista, así Rusia se deshaga de Putin, puesto que no se puede generar un precedente que podría ser tomado en el futuro por otro líder conquistador.

Este es el momento de parar a Rusia, que ha venido siendo un elemento desestabilizador en la geopolítica global. Ya se apropió de Crimea, sometió a Bielorrusia, interfiere en América Latina soportando a cuba y a la dictadura del chavismo en Venezuela, que ha creado una crisis humanitaria sin precedentes.

Rusia debe perder, Putin tiene que caer, y la humanidad tiene que afirmar los caminos de la paz.

Una victoria decisiva podría transformar la seguridad de Europa

The Economist
2 de abril de 2022

Cuando Vladimir Putin ordenó a las tropas rusas entrar en Ucrania, no era el único que pensaba que la victoria sería rápida. Muchos analistas occidentales también esperaban que Kiev, la capital, cayera en 72 horas. El valor y el ingenio ucranianos confundieron esas suposiciones. A medida que la guerra entra en su sexta semana, el bando que contempla la victoria no es Rusia sino Ucrania, y sería una victoria que redibujaría el mapa de la seguridad europea.

Hablando con The Economist en Kiev el 25 de marzo, el presidente Volodymyr Zelensky explicó cómo el poder de la gente es el secreto de la resistencia de Ucrania y por qué la guerra está cambiando a favor de su nación. “Creemos en la victoria”, declaró. “Este es nuestro hogar, nuestra tierra, nuestra independencia. Es solo una cuestión de tiempo”.

El campo de batalla empieza a contar la misma historia que el presidente. Después de varias semanas en las que el asalto ruso se estancó, las fuerzas ucranianas comenzaron a contraatacar. El 29 de marzo, Rusia dijo que “recortará fundamentalmente” la campaña del norte. Su retirada bien puede ser solo táctica, pero Rusia ha admitido que, por el momento, no puede tomar Kiev.

Sin embargo, gran parte de Ucrania permanece en manos rusas, incluida la franja de tierra en la costa sur que los rusos ahora afirman que fue su enfoque todo el tiempo. Una gran parte del ejército ucraniano, en la región de Donbas, es vulnerable al cerco. Nadie debería subestimar la potencia de fuego rusa. Incluso si sus fuerzas están agotadas y desmoralizadas, pueden atrincherarse. La victoria para Ucrania significa mantener intactas sus brigadas de Donbas y usarlas para negarle a Rusia un control seguro sobre el territorio ocupado.

Para eso, nos dijo Zelensky, Occidente debe imponer sanciones más duras a Rusia y suministrar más armas, incluidos aviones y tanques. Las sanciones reducen la capacidad de Rusia para sostener una guerra prolongada. Las armas ayudan a Ucrania a recuperar territorio. Pero los países de la Otan se niegan a proporcionarle lo que quiere. Dado lo que está en juego, tanto para Occidente como para Ucrania, eso delata una falla reprobable de visión estratégica.

Para Ucrania, una victoria decisiva disuadiría otra invasión rusa. Cuanto más convincentemente Ucrania pueda despedir al ejército ruso, más capaz será de resistir los compromisos que podrían envenenar la paz. La victoria también sería la mejor base para lanzar un estado democrático de posguerra menos corrompido por los oligarcas y la infiltración rusa.

El premio para Occidente sería casi igual de grande. Ucrania no solo podría fortalecer la causa de la democracia, sino que también mejoraría la seguridad europea. Durante 300 años de imperialismo, Rusia ha estado repetidamente en guerra en Europa. A veces, como con Polonia y Finlandia, era el invasor. Otras veces, como con la Alemania nazi y la Francia napoleónica, fue visto como una amenaza letal y fue víctima de la agresión.

Una Ucrania fuerte y democrática frustraría el expansionismo de Rusia, porque sus fronteras estarían seguras. A corto plazo, un dictador enojado y derrotado se quedaría en el Kremlin, pero eventualmente Rusia, siguiendo el ejemplo de Ucrania, tendría más probabilidades de resolver sus problemas mediante reformas internas en lugar de aventuras en el exterior. Al hacerlo, la Otan se convertiría en una carga menor para los presupuestos y la diplomacia. Estados Unidos sería más libre para atender su creciente rivalidad con China.

Por desgracia, gran parte de Occidente parece ciego a esta oportunidad histórica. Estados Unidos está liderando como debe, incluso si vetó el envío de aviones a Ucrania. Pero Alemania tiene una visión a corto plazo de las sanciones, equilibrando la presión de sus aliados y la opinión pública contra la preservación de sus vínculos comerciales con Rusia, el proveedor de gran parte de su petróleo y gas natural. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirma hablar en nombre de los aliados occidentales cuando argumenta que suministrar las armas pesadas que necesita Ucrania los convertiría en “cobeligerantes”. Zelensky acusa a esos países de ser miopes o timoratos. El esta en lo correcto.

Quizás Alemania dude de que Ucrania pueda dejar atrás su pasado postsoviético. Es cierto que, después de que las protestas de Maidan instauraran la democracia en 2014, el país no pudo deshacerse de su corrupción e inercia política. Y después de ser golpeada por la artillería rusa, la economía de Ucrania estará en ruinas. Sin embargo, la UE puede ayudar a garantizar que esta vez sea diferente al comenzar a trabajar en la membresía de Ucrania ahora mismo. No podría haber mayor afirmación de la misión fundacional de la UE de crear la paz en un continente devastado por la guerra.

Alinear la gobernanza de Ucrania con la de la UE será necesariamente largo y burocrático. El riesgo es que Bruselas siga a Ucrania, como si Europa se estuviera dignando a dejar que se uniera. En su lugar, la UE debería dar la bienvenida a Ucrania con entusiasmo, como se dio la bienvenida a Europa del Este cuando se sacudió la dominación soviética a principios de la década de 1990. Eso requiere una ayuda generosa para reconstruir la economía, así como apoyo político y paciencia.

La otra preocupación es la de Macron: que la Otan provoque a Rusia. Desde el comienzo de esta guerra, cuando habló de “consecuencias… como nunca se han visto en toda su historia”, Putin ha insinuado que la participación occidental podría conducir al uso de armas nucleares. Sabiamente, Occidente ha dejado claro que la Otan no luchará contra las fuerzas rusas, porque, si lo hicieran, la guerra podría salirse de control, con resultados catastróficos.

Sin embargo, alejarse de la amenaza con tintes nucleares de Putin también implica riesgos. 

  • Limitar la ayuda ucraniana incitaría a Rusia a imponer una paz inestable y, por lo tanto, temporal a Zelensky. 
  • Recompensaría a Putin por sus amenazas, preparando su próximo acto de agresión atómica. 

Por el contrario, armas y sanciones más potentes marcarían un cambio en el grado de ayuda, pero no en su tipo. Y esta semana, ante el éxito de Ucrania, Rusia detuvo la campaña en el norte, en lugar de escalar. Por todas esas razones, la mejor disuasión es que la Otan haga frente a la amenaza velada de Putin y deje en claro que una atrocidad nuclear o química conduciría al aislamiento total de Rusia.

Levanta tus ojos

El conflicto es impredecible. La historia está plagada de guerras que debían ser cortas pero que se prolongaron durante años. Ucrania ha ganado la primera fase de esta, simplemente sobreviviendo. Ahora necesita avanzar, por lo que Zelensky necesita una ayuda occidental redoblada. Sería terrible que lo que se interpusiera entre una mala paz y una buena fuera una falta de imaginación en las capitales de Europa. Lampadia




Putin cruzó la línea roja

Putin cruzó la línea roja

Tal como explica Nina Jruschova en su artículo de Project Syndicate, se sospecha que la guerra de conquista desatada por Putin, podría haber sido diseñada por este sátrapa y sus compinches de la antigua KGB, sin la participación de las fuerzas armadas y las dirigencias del Estado.

Asimismo, la autora del artículo que reseñamos, considera que Putin, no solo ha destruido el estatus de paz de la pos-guerra fría, sino también el futuro de Rusia.

Esta acción abusiva y prepotente debe ser contrastada con todas las presiones posibles, incluyendo aquellas que caigan sobre los notables de Rusia, ya sean artistas, deportistas o empresarios, tal como escribimos en Lampadia el pasado 25 de marzo: Castigo a los rusos.

Veamos el artículo de Jruschova:

La guerra de Putin destruirá Rusia

Project Syndicate
31 de marzo de 2022
NINA L. JRUSCHOVA

Al atacar a otro país europeo, Putin cruzó una línea que se trazó después de la Segunda Guerra Mundial y cambió el mundo. Pero también cambió a Rusia, de una autocracia funcional a una dictadura estaliniana, un país caracterizado por una represión violenta, una arbitrariedad inescrutable y una fuga masiva de cerebros.

khrushcheva150_ALEXEY NIKOLSKYSPUTNIKAFP vía Getty Images_putin

VIENA – Una sombría vieja broma soviética probablemente suene demasiado cierta para los ucranianos de hoy. Un francés dice: “Tomo el autobús para ir al trabajo, pero cuando viajo por Europa, uso mi Peugeot”. Un ruso responde: “Nosotros también tenemos un maravilloso sistema de transporte público, pero cuando vamos a Europa, usamos un tanque”.

Ese chiste surgió en 1956, cuando Nikita Khrushchev ordenó tanques en Budapest para aplastar la revolución húngara antisoviética, y reapareció en 1968, cuando Leonid Brezhnev envió tanques a Checoslovaquia para aplastar la Primavera de Praga. Pero en 1989, cuando Mikhail Gorbachev decidió no enviar tanques o tropas a Alemania para preservar el Muro de Berlín, la broma parecía destinada a convertirse en cosa del pasado. Sin embargo, si el presidente Vladimir Putin nos ha mostrado algo, es que no podemos creer el presente, y todo lo que importa para el futuro de Rusia es su pasado.

Para Putin, el pasado que más importa es el que exaltó el autor disidente y premio Nobel Aleksandr Solzhenitsyn: la época en que los pueblos eslavos estaban unidos dentro del reino cristiano ortodoxo de la Rus de Kiev. Kiev formó su corazón, convirtiendo a Ucrania en el centro de la visión paneslava de Putin.

Pero, para Putin, la guerra de Ucrania se trata de preservar a Rusia, no solo de expandirla. Como dejó en claro recientemente el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, los líderes de Rusia creen que su país está encerrado en una “batalla de vida o muerte para existir en el mapa geopolítico del mundo”. Esa visión del mundo refleja la obsesión de larga data de Putin con las obras de otros filósofos emigrantes rusos, como Ivan Ilyin y Nikolai Berdyaev, quienes describieron una lucha por el alma euroasiática (rusa) contra los atlantistas (Occidente) que la destruirían.

Sin embargo, Putin y sus neoeurasiáticos parecen creer que la clave de la victoria es crear el tipo de régimen que más detestaban esos filósofos antibolcheviques: uno dirigido por las fuerzas de seguridad. Un estado policial cumpliría la visión de otro de los héroes de Putin: el jefe de la KGB convertido en secretario general soviético Yuri Andropov.

Tanto en 1956 como en 1968, Andropov fue el principal defensor del envío de tanques. Creía que aplastar la oposición al gobierno soviético era esencial para prevenir la destrucción de la URSS a manos de la OTAN y la CIA. Es más o menos la misma lógica que se aplica hoy en Ucrania, si se le puede llamar lógica. Hoy, la batalla para “salvar a Rusia” parece ser poco más que el producto de la ferviente imaginación de un hombre.

Hay buenas razones para creer que ni siquiera los funcionarios rusos de más alto rango han tenido mucho que decir en la guerra de Ucrania. Lavrov ha presentado explicaciones y objetivos contradictorios. La directora del banco central de Rusia, Elvira Nabiullina, intentó renunciar poco después de la invasión, pero Putin se negó a permitírselo.

En cuanto al Servicio de Seguridad Federal de Rusia, parece que el Departamento de Información Operacional del FSB fue responsable de alimentar a Putin con la narrativa ucraniana que quería escuchar: los hermanos eslavos de Rusia estaban listos para ser liberados de los colaboradores nazis y los títeres occidentales que dirigían su gobierno. Probablemente nunca se les pasó por la cabeza que Putin ordenaría una invasión de Ucrania, un movimiento que claramente va en contra de los intereses de Rusia, basándose en esta información. Pero lo hizo y, según los informes, unos 1,000 miembros del personal perdieron sus trabajos por el fracaso de la operación.

Esas pérdidas de empleo se extienden más allá del FSB al ejército, que también parece haber sido mantenido en la oscuridad sobre si ocurriría una invasión, cuándo y por qué. El ministro de Defensa, Sergei Shoigu, el miembro con más años de servicio en el gobierno, ha desaparecido en gran medida de la vista del público, lo que generó especulaciones de que Putin pudo haber planeado la guerra con sus compañeros ex oficiales de la KGB, en lugar de con los altos mandos militares.

Independientemente de cómo haya comenzado, la guerra probablemente terminará de una de cuatro maneras. 

  1. Rusia podría tomar el control de parte o la totalidad de Ucrania, pero solo brevemente. La lucha de las fuerzas armadas rusas por hacerse con el control de las ciudades ucranianas y por mantener el control de la única ciudad importante que se ha apoderado sugiere claramente que no puede sostener una ocupación a largo plazo. Me viene a la mente la desastrosa guerra soviética en Afganistán, que aceleró el colapso de la URSS.
  2. En el segundo escenario, Ucrania accede a reconocer a Crimea, Donetsk y Lugansk como territorios rusos, lo que permite que la maquinaria de propaganda del Kremlin produzca historias de ucranianos “liberados”. Pero, incluso cuando el régimen de Putin reclamó la victoria, Rusia seguiría siendo un paria global, con su economía permanentemente marcada por las sanciones, abandonada por cientos de empresas globales y cada vez más desprovista de jóvenes.
  3. En el tercer escenario, un Putin cada vez más frustrado despliega armas nucleares tácticas en Ucrania. Como advirtió recientemente Dmitry Medvedev, ex presidente y vicepresidente del consejo de seguridad de Rusia, Rusia está preparada para atacar a un enemigo que solo ha utilizado armas convencionales. La propaganda del Kremlin seguramente presentaría esto como una victoria, probablemente citando el bombardeo estadounidense de Hiroshima y Nagasaki en 1945 como precedente del uso de armas nucleares para poner fin a una guerra, y como prueba de que cualquier crítica occidental era pura hipocresía.
  4. En el escenario final, el presidente estadounidense, Joe Biden, consigue su deseo: Putin es destituido del poder. Dado que Rusia no tiene tradición de golpes militares, esto es muy poco probable. Incluso si sucediera, el sistema que construyó Putin permanecería en su lugar, sostenido por la cohorte de ex colegas de la KGB y otros matones de seguridad (“siloviki”) que ha estado preparando durante dos décadas. Si bien el aventurerismo extranjero podría disminuir, los rusos permanecerían aislados y oprimidos. Después de todo, es posible que el FSB no creyera que se avecinaba la guerra, pero ha explotado con entusiasmo la “operación militar especial” de Putin como una oportunidad para implementar medidas restrictivas y afirmar el control total sobre la sociedad.

Al atacar a otro país europeo, Putin cruzó una línea trazada después de la Segunda Guerra Mundial y cambió el mundo. Pero también cambió a Rusia, de una autocracia funcional a una dictadura estaliniana, un país caracterizado por una represión violenta, una arbitrariedad inescrutable y una fuga masiva de cerebros. Si bien aún está por verse la suerte de Ucrania, Europa y el resto del mundo después de las paradas de tiro, el resultado para Rusia es demasiado obvio: un futuro tan oscuro como su pasado más oscuro. Lampadia

Nina L. JRUSCHOVA, profesora de asuntos internacionales en The New School




Castigo a los rusos

Castigo a los rusos

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

No recuerdo una ocasión en la que no haya estado de acuerdo con las apreciaciones de Axel Kaiser. Esta vez no coincido con él en su crítica a las instituciones de Europa y EEUU que están castigando a ciudadanos rusos en sus actividades culturales, deportivas y empresariales.

Kaiser considera que “esto no tiene otro propósito que el afán de pose moral, de señalar a otros que se está del lado ‘bueno’, aun cuando esto implique decisiones estúpidas como cancelar gatos o aberraciones como perseguir a inocentes solo por su nacionalidad”.

Yo considero que ante el crimen cometido por Putin y la cúpula de poder moscovita asesinado miles de ucranianos por su afán de poder, si occidente no quiere involucrarse en ampliar el conflicto y causar más muertes de ciudadanos inocentes, presionar a los ciudadanos rusos, especialmente a los que tienen ascendiente en su sociedad, deportistas, artistas y empresarios, para que se resistan a apoyar a Putin, y hasta que vean como lo retiran del poder, es una buena alternativa.

Es injusto, sí; pero es menos injusto que entrar al conflicto ampliando el espacio de la guerra. El mundo moderno debe hacer todo lo posible por parar la locura estaliniana de Putin.

La indecencia de los “justos”

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en Diario Financiero
17.03.2022

Unos de los problemas más alarmantes que evidenció la pandemia fue la incapacidad de muchas personas de pensar e informarse por sí mismas. Enfrentadas a una campaña de pánico cuestionable desde el punto de vista científico, abrazaron cuarentenas totalmente contraproducentes –algo que hoy casi nadie discute- y, peor aún, se convirtieron en denunciantes de sus propios vecinos.

Mucho de todo lo que ocurrió tuvo que ver, por supuesto, con pose moral; esto es, con la pretensión de estar del lado del bien y de ser reconocido públicamente como uno de los ‘justos’. La cancelación de quienes disentían del relato apocalíptico -incluyendo a científicos de las mejores universidades del mundo- reflejó de cuerpo entero este Zeitgeist totalitario bajo el que vivimos.

Lamentablemente, la persecución que se ha hecho de personas de origen ruso totalmente inocentes de las decisiones que toma el dictador Vladimir Putin ha venido a confirmarlo. La asociación de ajedrez de Noruega, por ejemplo, canceló al maestro ruso Alexander Grischuk de sus competencias y otros ajedrecistas de ese país enfrentan similares prohibiciones de participación en eventos internacionales. La Metropolitan Opera of Nueva York ha dictaminado que cancelará a todos los artistas que hayan apoyado alguna vez a Putin, lo que sea que esto signifique. Lo mismo ha resuelto el Carnegie Hall, mientras la Royal Opera House en Londres ha cancelado una residencia planificada del Bolshoi Ballet.

Valery Gergiev, director de la orquesta de Munich, fue despedido bajo el argumento de ser amigo de Putin, pero no tuvieron problema en contratarlo sabiendo que lo era. La soprano Anna Netrebko, una de las figuras más aclamadas de la ópera actual, ha sido igualmente cancelada de varias funciones. La orquesta sinfónica de Montreal incluso suspendió conciertos del pianista prodigio de veinte años de edad Alexander Malofeev, a pesar de que este condenó la invasión a Ucrania. La Cardiff Philarmonic llegó al punto de retirar al músico ruso del siglo XIX Pyotr Tchaikovsky de su catálogo de eventos.

En otra área, el ministro de deportes de Reino Unido Nigel Huddleston ha afirmado que cancelará la participación de todos los tenistas rusos en el torneo de Wimbledon este año si estos no muestran ser contrarios a Putin. Como consecuencia, Daniil Medvedev, actual número uno del mundo, podría quedar fuera del torneo, no porque sea favorable a Putin, sino porque no quiere involucrarse en temas políticos. El nivel de la histeria anti rusa ha llegado a tal absurdo, que la Federación Internacional de Gatos canceló a los gatos rusos de sus shows.

Todo esto no tiene otro propósito que el afán de pose moral, de señalar a otros que se está del lado ‘bueno’, aun cuando esto implique decisiones estúpidas como cancelar gatos o aberraciones como perseguir a inocentes solo por su nacionalidad. Con toda razón Tyler Cowen ha llamado a este sentimiento anti ruso de moda un nuevo macartismo. Según Cowen, la situación llega a tal punto que cualquier ruso trabajando en los Estados Unidos hoy enfrenta considerablemente menos opciones de ser promovido en su carrera.

La pregunta obvia es si toda esta indecencia cometida con fines de autopromoción moral perjudica finalmente a Putin. Según profesor de Princeton, Simon Morrison, lo que ocurrirá es lo contrario, pues estos malos tratos solo confirman la tesis de Putin de que Occidente siempre ha abusado de Rusia y mirado a los rusos con desprecio. Lampadia




Hambruna roja en Ucrania

Hambruna roja en Ucrania

CONTROVERSIAS
Fernando Rospigliosi
Para Lampadia

La invasión rusa a Ucrania es un nuevo intento de un imperio, que se creía extinto, de incorporar por la fuerza a una nación que en oportunidades anteriores ha resistido, a un costo altísimo, a su disolución.

Luego que los bolcheviques asaltaron el poder en 1917, Ucrania tuvo un breve periodo en que se independizó. Pero en 1921 el ejército rojo la ocupó y fue convertida en una república soviética durante 70 años, hasta qué en 1991, cuando se disolvió la URSS pudo independizarse nuevamente. Hoy día está amenazada otra vez.

Un episodio de la historia de Ucrania, anexada como parte del imperio soviético, ha sido relatada por Anne Applebaum en “Hambruna roja: La guerra de Stalin contra Ucrania”.

A principios de la década de 1930 Stalin emprendió una campaña de colectivización forzosa del campo que fue resistida por los campesinos. La medida resultó en un desastre monumental en el que al menos 5 millones de personas murieron de hambre, de los cuales unos 4 millones eran ucranianos. Es decir, los habitantes de las tierras más fértiles de la Unión Soviética fueron los más perjudicados por la feroz política comunista de Stalin y sus secuaces.

Los ucranianos lo denominaron en ucraniano el “Holomodor”, de holod (hambre) y mor (exterminio).

No fue casualidad. Fue una política dirigida a doblegar a los ucranianos que, tres lustros después de la revolución, resistían todavía la imposición comunista.

Como precisa Applebaum:

“Mientras los campesinos morían de hambre en las zonas rurales, la policía secreta soviética arremetió contra la élite intelectual y política ucraniana. A medida que la hambruna se extendía, se lanzó una campaña de difamación y represión contra intelectuales, catedráticos, directores de museos, escritores, artistas, sacerdotes, teólogos, funcionarios y burócratas ucranianos.”

“La combinación de estas dos políticas—el Holodomor en el invierno y la primavera de 1933, y la represión de la clase intelectual y política ucranianas en los meses posteriores—dio lugar a la sovietización de Ucrania, la destrucción de su idea nacional y la castración de cualquier intento ucraniano de desafiar la unidad soviética.”

Y añade: “Raphael Lemkin, el jurista judeopolaco que acuñó el término “genocidio”, identificó la Ucrania de aquella época como el ejemplo clásico del concepto. ´Es un caso de genocidio; de destrucción no solo de individuos, sino también de una cultura y de una nación´.”

Y Applebaum termina, premonitoriamente, su libro advirtiendo: “El actual Gobierno ruso conoce de sobra esta historia. Al igual que en 1932, cuando Stalin le dijo a Kaganóvich que su mayor preocupación era ´perder´ Ucrania, el actual Gobierno ruso también cree que una Ucrania soberana, democrática, estable y unida al resto de Europa mediante vínculos culturales y comerciales supone una amenaza para los intereses de los líderes rusos. Al fin y al cabo, si Ucrania se vuelve demasiado europea—si consigue que parezca que se ha integrado con éxito a Occidente—, los rusos pueden preguntarse por qué no pueden hacerlo ellos.”

“El actual Gobierno de Rusia utiliza la desinformación, la corrupción y la fuerza militar para socavar la soberanía ucraniana como hicieron los gobiernos soviéticos tiempo atrás. Al igual que en 1932, las constantes menciones a la “guerra” y a los “enemigos” siguen resultando útiles para los líderes rusos, que no pueden explicar el estancamiento del nivel de vida ni justificar sus privilegios, su riqueza y su poder.” Lampadia




Una guerra criminal

Una guerra criminal

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

La humanidad asiste incrédula a una guerra criminal desatada por el fanatismo y ambición de un hombre perverso que ha tomado el poder absoluto de Rusia. Ahora él y su camarilla estaliniana pretenden extender sus dominios sin que importen los inmensos costos humanos que están infringiendo.

Este no es un tema de política, ni de ideología, ni de simpatías o antipatías. Este es un tema de humanismo. Nada puede justificar las masacres que se hacen en nombre de toda Rusia.

En Lampadia esperamos que la reacción de los propios rusos ponga fin a este régimen autocrático y asesino, un régimen que ya fue acusado de asesinar a los opositores políticos de Putin. Un personaje que se ha hecho del poder enriqueciendo a sus amigos y destruyendo la economía de quienes no lo apoyaban, como ya hemos reportado en Lampadia.

Felizmente, la reacción de los ucranianos, comandados por su valeroso presidente, Volodymyr Zelensky, está mostrando al mundo la consecuencia, el valor y el compromiso nacional de un pueblo al que se quiere someter al terror de la nueva Rusia zarista.

Ver las notas que hemos publicado sobre la invasión de Ucrania:

Líneas abajo compartimos el artículo de The Economist que plantea la necesidad de enfrentar a Putin en todos los frentes.

La invasión de Ucrania

Mientras Putin intensifica su guerra, el mundo debe enfrentarlo

Murmurando amenazas nucleares, el presidente de Rusia amenaza prevalecer en Ucrania cueste lo que cueste

The Economist
5 de marzo de 2022

Maravillados con el heroísmo y la resistencia de Ucrania. En los primeros días de la guerra, el poderío acorazado de Vladimir Putin se encogió ante el coraje de la nación a la que había atacado. Frente a la invasión de Putin, el pueblo ucraniano ha descubierto que está dispuesto a morir por la idea de que debe elegir su propio destino. Para un dictador cínico eso debe ser incomprensible. Para el resto de la humanidad es una inspiración.

Ojalá la valentía de esta semana fuera suficiente para poner fin a la lucha. Por desgracia, el presidente de Rusia no se retirará tan fácilmente. Desde el principio, Putin ha dejado en claro que esta es una guerra de escalada, una palabra higiénica para una realidad sucia y potencialmente catastrófica. En su forma más brutal, la escalada significa que, haga lo que haga el mundo, Putin amenaza con ser incluso más violento y destructivo, gruñe, si eso significa recurrir a un arma nuclear. Y entonces insiste en que el mundo retroceda mientras él afila su cuchillo y se dedica a su matanza.

Tal retirada no debe ocurrir. No solo porque abandonar a Ucrania a su suerte sería un error, sino también porque Putin no se detendrá ahí. La escalada es un narcótico. Si Putin prevalece hoy, su próximo arreglo será en Georgia, Moldavia o los estados bálticos. No se detendrá hasta que sea detenido.

La escalada está en el corazón de esta guerra porque es la forma en que Putin intenta convertir la derrota en victoria. La primera ola de su invasión resultó tan podrida como la camarilla que la planeó, al igual que sus esfuerzos anteriores para sobornar a Ucrania. Putin parece haber creído su propia propaganda de que el territorio que ha invadido no es un país real. El asalto inicial, que condujo a ataques fallidos de helicópteros y redadas de unidades con armas ligeras, fue concebido para un adversario que implosionaría. En cambio, los espíritus ucranianos han florecido bajo fuego. El presidente, Volodymyr Zelensky, se ha transformado en un líder de guerra que encarna la valentía y el desafío de su pueblo.

El optimismo del belicista volvió perezoso a Putin. Estaba tan seguro de que Ucrania caería rápidamente que no preparó a su gente para ello. A algunas tropas se les ha dicho que están en ejercicios o que serán bienvenidas como libertadoras. Los ciudadanos no están preparados para un conflicto fratricida con sus compañeros eslavos. Habiéndosele asegurado que no habría guerra, gran parte de la élite se siente humillada. Están horrorizados por la imprudencia de Putin.

Y el presidente de Rusia creía que el decadente Occidente siempre lo acomodaría. De hecho, el ejemplo de Ucrania ha inspirado marchas por las capitales de Europa. Los gobiernos occidentales, habiendo escuchado, han impuesto severas sanciones. Alemania, que hace solo una semana se limitó a enviar algo más letal que cascos, está enviando armas antitanques y antiaéreas, anulando décadas de política basada en domesticar a Rusia comprometiéndose con ella.

Frente a estos reveses, Putin está escalando. 

  • En Ucrania se está moviendo para sitiar las principales ciudades y llamando a su armadura pesada para matar sin sentido a sus habitantes civiles, un crimen de guerra. 
  • En casa, está sometiendo a los rusos al redoblar sus mentiras y sometiendo a su pueblo al terror de Estado más duro desde Stalin. 
  • Hacia Occidente está emitiendo amenazas de guerra nuclear.

El mundo debe enfrentarse a él y, para ser creíble, debe demostrar que está dispuesto a desangrar a su régimen de los recursos que le permiten hacer la guerra y abusar de su propio pueblo, incluso si eso impone costos a las economías occidentales. Las sanciones ideadas después de que Putin anexó Crimea en 2014 estaban plagadas de lagunas y compromisos. En lugar de disuadirse, el Kremlin concluyó que podía actuar con impunidad. Por el contrario, las últimas sanciones, impuestas el 28 de febrero, han arruinado el rublo y prometen paralizar el sistema financiero de Rusia. Son efectivos porque son destructivos.

El peligro de la escalada es que esto puede convertirse fácilmente en una prueba de quién está más dispuesto y es más capaz de llegar a los extremos. Las guerras recientes han sido asimétricas. Al-Qaeda y el Estado Islámico cometerían cualquier atrocidad, pero su poder era limitado. Estados Unidos podría destruir el planeta, pero contra enemigos como los talibanes en Afganistán, nadie imaginó que estuviera dispuesto. La invasión de Ucrania es diferente, porque Putin puede cargar hasta Armagedón y quiere que el mundo crea que está listo para hacerlo.

La idea de que Putin use un arma nuclear en el campo de batalla seguramente es poco probable, pero no imposible. Después de todo, acaba de invadir a su vecino. Y así el mundo debe disuadirlo.

Algunos dirán que no tiene sentido salvar a Ucrania solo para desencadenar una espiral que puede destruir la civilización. Pero esa es una elección falsa. Putin dice que quiere expulsar a la OTAN de los países del antiguo Pacto de Varsovia y a Estados Unidos de Europa. Si la escalada le sirve, la próxima confrontación será aún más peligrosa porque estará menos dispuesto a creer que, por una vez, Occidente se mantendrá firme.

Otros pueden concluir que Putin está loco y que la disuasión no tiene remedio. Es cierto que sus objetivos son abominables, al igual que sus medios para lograrlos. Tampoco se preocupa por los verdaderos intereses de Rusia. Pero, no obstante, tiene una comprensión del poder y cómo mantenerlo. Sin duda, está atento al lenguaje de las amenazas.

Por el contrario, otros querrán evitar la escalada, diciendo que se debe detener a Putin antes de que sea demasiado tarde. A medida que emergen imágenes de sufrimiento de las ruinas de las ciudades de Ucrania, aumentan los llamamientos para que la OTAN haga algo, como crear una zona de exclusión aérea. Sin embargo, hacer cumplir uno requiere derribar aviones rusos y destruir las defensas aéreas rusas. En cambio, la OTAN debe mantener una línea clara entre atacar a Rusia y respaldar a Ucrania, sin dejar ninguna duda de que defenderá a sus miembros. Ese es el mejor freno a la escalada.

Entonces, ¿qué puede hacer para disuadir a Putin sin provocar la devastación? Solo Zelensky y su gente pueden decidir cuánto tiempo luchar. Pero si Putin provoca un baño de sangre, Occidente puede apretar las tuercas. Un embargo de petróleo y gas arruinaría aún más la economía de Rusia. Los patrocinadores de Ucrania pueden enviar más y mejores armas y la OTAN puede desplegar más tropas en sus estados de primera línea.

La diplomacia también importa. En las conversaciones de paz en Bielorrusia esta semana, Rusia todavía hizo demandas escandalosas, pero las negociaciones deberían continuar porque podrían ayudar a evitar una guerra de desgaste. La Unión Europea ha hecho bien en abrir los brazos a los refugiados ucranianos, que ya superan el 1 millón. Un refugio puede fortalecer la mano de los negociadores ucranianos, al igual que un camino hacia la membresía en la UE. China e India se han negado hasta ahora a condenar a Putin. A medida que se intensifica, pueden alarmarse lo suficiente como para estar dispuestos a tratar de disuadirlo.

Y hay trabajo que hacer en Rusia. Los comandantes militares deben saber que serán procesados ​​por crímenes de guerra utilizando las pruebas generadas por innumerables teléfonos inteligentes. Lo mismo debería hacer el séquito de Putin. Sus ejecutores firmaron para llenarse los bolsillos en una cleptocracia, no por un boleto a La Haya. Occidente puede asegurarles discretamente que, si destituyen al presidente de Rusia, Rusia tendrá un nuevo comienzo. Por nauseabundo que sea, Occidente debería darle a Putin una ruta hacia el retiro y la oscuridad, al igual que debería dar asilo a quienes huyen de su terror.

Un golpe palaciego puede llegar a parecer más plausible a medida que se asiente el horror de lo que Putin ha hecho. La economía se enfrenta al desastre. Las bajas militares rusas están aumentando. Los parientes ucranianos de los rusos están siendo masacrados en un conflicto desatado para satisfacer a un solo hombre. Incluso ahora, los valientes rusos están tomando las calles para protestar contra un crimen que mancha a su país. En un sentido profundo, la guerra innecesaria de Putin es una que ni él ni Rusia pueden ganar. Lampadia 




Putin agrede al mundo

Putin agrede al mundo

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Tal como había advertido, Putin, el nuevo zar ruso de modales estalinianos, pasa a la ofensiva para tomar el control de otra parte de Ucrania.

Ya en el 2014, Rusia tomó el control de Crimea, una muy importante provincia ucraniana. Ahora Putin organiza un supuesto pedido de otras dos provincias ucranianas Donetsk y Luhansk para asociarse a Rusia, reconociéndolas primero y luego ordenando que sus ejércitos las ocupen.

La geopolítica rusa se hace a la mala, imponiendo sus planes a la fuerza. Algo que hoy es posible por la debilidad de EEUU con Biden y de Europa, que cometió el error de apostar buena parte de su suministro energético desde Rusia.

Ahora vamos a entrar al baile de las sanciones, muchas inútiles, y a un debilitamiento de los espacios de paz en el mundo. Además, subsiste la amenaza de China sobre Taiwán.

Se vienen tiempos en que los procesos se basan en los hechos consumados. Una lástima para el mundo y nuestra región, donde los partidos de izquierda extremista, usan esos mismos métodos de ‘persuasión’.

En Lampadia rechazamos la prepotencia de Putin contra la paz y las afrentas políticas contra los cánones de la democracia.

Ver en Lampadia: A pesar de la obsesión de PutinEl riesgo de ‘no pasa nada’.

Leamos el último artículo de The Economist al respecto:

Vladimir Putin ordena ingreso de tropas a dos “repúblicas” separatistas en Ucrania

La medida hace que la diplomacia sea mucho más difícil y aumenta las posibilidades de guerra.

The Economist
21 de febrero de 2022

EN UN MOVIMIENTO que pareció llevar a Europa al borde de la guerra, Vladimir Putin, presidente de Rusia, reconoció oficialmente las “repúblicas populares” separatistas de Donetsk y Luhansk en el este de Ucrania, y dijo que desplegaría tropas rusas en ellas. En un largo y amenazador discurso cuestionó la legitimidad de la independencia de Ucrania y acusó a la OTAN de utilizarla como base para amenazar a Rusia. El discurso, lleno de ira y resentimiento, sentó las bases ideológicas para futuras acciones militares, si Putin decide hacerlo.

Anteriormente, Putin había organizado un extraño espectáculo televisado para despejar el camino hacia el reconocimiento de las repúblicas. La decisión de transmitir una reunión ampliada del consejo de seguridad nacional de Rusia no tiene precedentes. Los intercambios con los miembros del consejo fueron igualmente extraordinarios. Desde su posición en una silla blanca, Putin pidió a sus secuaces, uno por uno, que dijeran lo que pensaban. Ayudó a quienes tenían dificultades para maquillarlos. “Hable claramente”, regañó al jefe de inteligencia extranjera, Sergei Naryshkin, quien en un momento pareció dar un paso en falso. “¿Lo apoyarías, o lo apoyas?” Putin enfatizó que no había consultado con sus ayudantes de antemano y que solo había un tomador de decisiones en el país.

Los rostros de dolor de algunos en la sala sugerían que no todos estaban contentos con la dirección del viaje. Sin embargo, aceptaron por unanimidad lo que, uno debe suponer, sabían que el presidente quería escuchar: una línea que, en el mejor de los casos, anularía un conjunto de acuerdos de siete años destinados a lograr la paz en la región de Donbas y, en el peor de los casos, desencadenaría una espiral de sanciones y guerra. Diez de los oradores instaron a Putin a reconocer de inmediato a las repúblicas separatistas. Solo tres sugirieron darle una última oportunidad a la diplomacia. El reconocimiento completo sugeriría reclamos territoriales en áreas actualmente controladas por Kiev, ya que las escisiones reclaman la totalidad del Donbas, y eso a su vez podría prefigurar una nueva gran intervención militar.

Después de la reunión de dos horas, Putin prosiguió con un incoherente discurso a la nación en el que expresó su creencia de que Ucrania no es más que una creación de Rusia, que Ucrania está planeando una “blitz krieg” contra Donetsk y Lugansk, que la OTAN ha engañado sistemáticamente a los rusos y que la propia Rusia está amenazada por los misiles de la OTAN que, afirmó, han sido trasladados a sus fronteras. Al final, se dirigió a otro escritorio y firmó tratados de “amistad, cooperación y asistencia mutua” con cada uno de los dos estados. El secretario general de la OTAN rápidamente condenó la medida por socavar la soberanía de Ucrania y describió a Rusia como buscando un pretexto para invadir Ucrania.

Al denunciar la “flagrante violación de los compromisos internacionales de Rusia”, la Casa Blanca anunció un conjunto de sanciones iniciales, entre ellas la prohibición de la inversión, el comercio y el financiamiento estadounidense de los estados separatistas, y la autoridad para imponer sanciones a cualquiera que opere en esas áreas de Ucrania. Se esperaban más medidas el 22 de febrero. Estas no son todavía las “ consecuencias masivas ” que Estados Unidos había prometido si Rusia lanzaba otra invasión. Un alto funcionario de la Casa Blanca señaló que el despliegue de tropas rusas en los enclaves simplemente pone de manifiesto lo que ha sido una presencia apenas velada desde 2014. Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia convocaron una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir la crisis.

Los alarmantes hechos se sucedieron a unos días en los que la temperatura retórica se ha elevado notablemente. “Por ahora, la palabra… es guerra”, gritó el principal programa de noticias de Rusia, que hace solo unas semanas se burlaba del histrionismo occidental sobre una amenaza inexistente para Ucrania. El mundo puede estar adivinando la escala y el momento de una posible incursión militar rusa en Ucrania, pero ya ha comenzado una forma de ofensiva y la desinformación está causando estragos en las ondas de radio de Rusia.

La primera salva de esa campaña se disparó el 18 de febrero con una explosión en un estacionamiento frente a la sede de la autoproclamada república de Donetsk. El coche bomba, supuestamente obra de saboteadores ucranianos, fue seguido rápidamente por llamadas televisadas de los pseudogobiernos de Donetsk y Lugansk a mujeres, niños y ancianos para que evacuaran. Los metadatos de los videos, torpemente, mostraban que habían sido grabados dos días antes del bombardeo. Las mentiras descaradas no deberían sorprender: la propaganda televisiva de Rusia no es sutil.

En los últimos días, a los televidentes tanto en Rusia como dentro de las áreas separatistas se les ha informado sobre grupos de saboteadores que intentan volar infraestructura crítica en Donbas e intentan acceder a una planta química que produce cloro. Se les habló de los proyectiles ucranianos que caían en la propia Rusia y de los soldados ucranianos que cruzaban la frontera. Vieron fotos de mujeres y niños llorando que huían del “genocidio”, una afirmación que Olaf Scholz, el canciller alemán, descartó como “ridícula” luego de su reunión con Vladimir Putin el 15 de febrero.

Pero el consejo de seguridad nacional de Putin se alegró de retomar la narrativa y construir el caso para la guerra. Sergei Lavrov, el ministro de Relaciones Exteriores, llamó nazis a los líderes ucranianos y dijo que tenían la intención de atacar a “los eslavos y todo lo ruso”. Sergei Shoigu, el ministro de Defensa, dijo que Ucrania tenía mucho armamento de la OTAN, había perdido el control de las bandas nacionalistas e incluso podía fabricar una bomba sucia. Valentina Matviyenko, presidenta de la cámara alta y la única mujer en el consejo, dijo que los últimos siete años de la historia de Ucrania han sido un genocidio contra los rusos. Nikolai Patrushev, el presidente del consejo, lanzó acusaciones aún más amplias. Estados Unidos ha organizado el conflicto en Ucrania para debilitar a Rusia, dijo. El objetivo era desmantelar la Federación Rusa, nada menos.

Durante muchas semanas, el Kremlin se ha abstenido de presentar un argumento claro para justificar la guerra. Pero la ofensiva propagandística ahora parece estar a toda marcha, con reclamos de genocidio y agresión de la OTAN combinados en un solo llamado a la acción: es mejor, dice la retórica rusa, tratar con Ucrania ahora que esperar hasta que sea demasiado tarde. En su discurso de reconocimiento a los pequeños estados títeres, Putin llamó a Ucrania a “dejar de luchar”. Si no lo hiciera, dijo, sus líderes asumirían “toda la responsabilidad” de lo que venga después. La mayor parte de lo que dijo Putin eran tonterías, pero la insinuación de que pronto sucederá algo terrible puede no serlo.




Ucrania – Rusia

Ucrania – Rusia

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Líneas abajo publicamos el artículo del ecuatoriano Jaime Durán Barba sobre el conflicto de Rusia con Ucrania, que ya involucra a EEUU y a los países europeos de la OTAN, amenazando con una situación de guerra que puede traer un proceso difícil de prever y controlar.

Publicamos el artículo con la autorización expresa de Durán, gestionada por el embajador Ponce Vivanco.

Eduardo Ponce Vivanco (embajador del Perú):

Este es un excelente artículo de mi amigo Jaime Durán Barba.  El ecuatoriano creador de Informe Confidencial (tipo IPSOS) quien  tuvo el valor de encuestar las preguntas que elaboré cuando fui Embajador en Quito.   El resultado anticipó -en 1994 – que sus compatriotas aceptarían la paz con Perú en base al Protocolo de Río de Janeiro.

Cuatro años después fue el principal asesor político de Jamil Mahuad, decisivo para el logro de la paz de 1998.

Después se fue a la Argentina, donde también fue decisivo para la victoria de Macri y, luego, uno de sus principales asesores políticos.

Vive en Buenos Aires y mantiene el Informe Confidencial en Ecuador con su socio Santiago Nieto. Jaime es un hombre brillante.

Tengo su autorización para que su artículo sobre Ucrania-Rusia se publique en Lampadia, que le pedí expresamente.

El calvario de Ucrania

Jaime Duran Barba
Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.
Perfil.com – Argentina
29-01-2022

¿Es posible que estalle una guerra en gran escala? Desde el análisis racional sería absurdo. Los costos para Rusia serían brutales, su economía no puede afrontarlos. Europa es un continente pequeño con una diversidad cultural en el que la guerra tendría costos incalculables. Occidente ha evolucionado y los pacifistas ya no son la minoría que pudo ser perseguida el siglo pasado. Pero los seres humanos no somos racionales.

Con frecuencia se analiza la política como si los seres humanos no interesaran demasiado. Algunos explican el conflicto entre Rusia y Ucrania solo a partir de variables abstractas, como el control del gasoducto, intereses económicos o la lógica internacional, pero somos humanos y lo que hacemos se explica más por una mezcla de elementos culturales, creencias, experiencias históricas, y la psicología de los líderes. 

No se puede comprender el problema de Ucrania sin conocer una historia en la que se han acumulado mitos, sentimientos y temores entre pueblos que, siendo parecidos, han sumado conflictos desde hace más de mil años. 

En el siglo VII los jázaros fundaron un país en el Cáucaso, adoptaron la religión judía y sometieron a los pueblos eslavos del sur. Dos siglos después varegos suecos destruyeron este reino, unificaron bajo su liderazgo a las tribus eslavas y fundaron el Rus de Kiev, gobernado por la dinastía rúrika, que reinó en las Rusias hasta el tiempo del zar Iván el Terrible. El país que fundaron los vikingos conectaba el golfo de Finlandia con el mar Negro. 

Los cristianos de la época creían que Dios había creado la Tierra dividiéndola con una cruz de agua cuyo componente vertical venía del Báltico por el Dniéper y continuaba por el Nilo, y el horizontal salía del estrecho de Gibraltar, seguía por el mar Negro y por otros mares que llegaban hasta el Pacífico.

El Rus de Kiev fue la Rusia original, que se dividió en tres países con cultura e idioma semejantes: Ucrania, Rusia y Bielorrusia. 

Rusia tuvo siempre un problema de acceso al mar que la llevó a mantener conflictos con Finlandia y los estados bálticos. Entre ellos fundó San Petersburgo, puerto que no puede trabajar todo el año porque se congela el mar.

En 1475 los otomanos, aliados a tártaros musulmanes, tomaron la península de Crimea en el mar Negro y la controlaron hasta 1783, cuando fue anexada a Rusia, que en 1864 se enfrentó a británicos, franceses y otomanos para mantener su control. Crimea fue por muchos años una provincia rusa habitada por tártaros, y se incorporó en esa calidad a la Unión Soviética en 1921.  

En la URSS, después de un breve período revolucionario dirigido por Lenin, se instaló un régimen dirigido por Stalin, un georgiano que pretendió colonizar con rusos varios países que conformaban la Unión Soviética. Esa es la raíz del actual conflicto. 

Stalin implementó en 1928 el primer plan quinquenal para desarrollar la industria pesada soviética, tratando de cambiar el modelo económico de un país que vivía de la agricultura. Para eso, lanzó un proceso de reforma agraria, que expropió la tierra de los campesinos para formar granjas colectivas, provocando un rechazo masivo de los habitantes del campo, que se negaron a enviar alimentos a las ciudades. El resultado fue una masacre en la que murieron 12 millones de soviéticos. 

Los horrores del plan quinquenal fueron más brutales en Ucrania, donde alrededor de 3 millones de habitantes murieron de hambre entre 1932 y 1933. En su idioma, crearon la palabra “holodomor” para referirse a la muerte por hambre generalizada en este período, que atribuyeron a los rusos. 

Pestes como el tifus se extendieron por el país causando una enorme mortandad, pero los rusos impidieron que los médicos enfrentaran el problema. Se han documentado casos de infanticidio, canibalismo, y la existencia de un mercado negro de carne humana. 

Stalin quiso exterminar la cultura ucraniana. Prohibió el uso de su idioma, sus publicaciones, y ejecutó a más de 600 mil maestros, intelectuales y ciudadanos que lo cultivaban.

La propaganda soviética impidió que se conociera esto durante muchos años, y los propios ucranianos no pudieron hablar del tema abiertamente hasta la disolución de la URSS. No se debía criticar a la revolución.

La política excluyente de Stalin cobró más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial. Cuando el Ejército Rojo liberó Alemania de los nazis, en Königsberg, capital de Prusia Oriental, 2.5 millones de alemanes fueron expulsados para poblar la zona con rusos y fundar Kaliningrado. Esta provincia rusa, situada al suroeste de Polonia y Lituania, desvinculada del territorio ruso, se transformó en sede de una de las principales bases navales soviéticas, y cuando se disolvió la URSS permaneció como provincia de Rusia.

En Crimea, Stalin acusó a los tártaros de colaborar con los nazis y los deportó masivamente a Uzbekistán, en una limpieza étnica conocida como Sürgünlik. Como en otros sitios, la aniquilación de los tártaros sirvió para colonizar la península.  Los habitantes quedaron distribuidos de la siguiente forma: rusos 59%, ucranianos 24%, tártaros 12%.

Muerto Stalin, asumió el poder Nikita Jrushchov, que había nacido en una aldea fronteriza entre Rusia y Ucrania. Al momento de asumir el poder de la URSS era la máxima autoridad de Ucrania. En el XX Congreso del Partido Comunista, el nuevo secretario general denunció las atrocidades del estalinismo y fomentó una política de reconciliación entre Rusia y Ucrania. 

En un gesto de amistad, transfirió la península de Crimea a Ucrania, a pesar de que tenía una mayoría rusa. Fue un acto simbólico: existía una URSS férreamente unida, que parecía avanzar sobre el mundo, incluso instalando misiles en Cuba. 

En 1990 aconteció lo inconcebible: se disolvió la URSS y el tablero internacional se volvió caótico. Algunos países como Polonia, Hungría, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y otros, amenazados u ocupados por los rusos, se apresuraron a ingresar en la OTAN. Quedaron conflictos por todos lados, porque la rusificación de Stalin introdujo contingentes de rusos en países que se volvieron independientes. En Kaliningrado no hubo problemas porque no dejaron prácticamente ningún alemán, en Crimea los rusos eran una clara mayoría, pero en otros países constituían minorías que reclamaban la independencia o volver a Rusia.

Era obvio que también Ucrania, cuando se proclamó república soberana en 1990, después de todo lo vivido, buscara la protección de la alianza atlántica.  

Pero el reordenamiento territorial no era fácil. Crimea está poblada por una mayoría de rusos, y es la principal base militar rusa en el mar Negro. Cuando su pertenencia a Ucrania era un juego simbólico no importaba, pero al convertirse en algo real era inadmisible para Rusia. En 2014 grupos pro rusos, tomaron Crimea y convocaron a un plebiscito en el que, como era de esperarse, se aprobó su adhesión a Rusia por el 97% de los votos.

En ese mismo año en el este y el sur de Ucrania se proclamaron las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk que reclamaron integrarse a Rusia. Son en realidad regiones habitadas por rusos que llegaron en el tiempo de la URSS. No son ucranianos, no se sienten tales, están en la frontera con Rusia, cuentan con su apoyo militar. Son rusos que quieren pertenecer a Rusia.

A lo largo de la historia, Ucrania no estuvo tan ligada a Rusia como Bielorrusia. Tuvo vínculos importantes con Polonia y Lituania, tiene una Constitución democrática, celebra elecciones periódicas. En contraste, Rusia es el país totalitario de siempre. Vladimir Putin es un ex jefe de la KGB que provocó una sospechosa masacre en Chechenia para afirmarse en el poder, no respeta las instituciones, manda a asesinar a sus opositores incluso fuera del territorio ruso. Es otro Stalin, cuya memoria detestan los ucranianos y veneran los rusos.  

Es natural que Ucrania quiera pertenecer a la OTAN para protegerse del peligro ruso. También lo es que los rusos que viven en Donetsk y Lugansk no quieran pertenecer a Ucrania, un país al que rechazan, aunque vivan legalmente en su territorio. Desde 2014 organizaron milicias, apoyadas y también integradas de manera clandestina por tropas rusas, inicialmente para apoderarse de edificios policiales, gubernamentales y de comisarías, y después para lanzar una guerra de independencia de Ucrania.

Putin ha dicho que los rusos, por razones históricas y culturales, sienten que Ucrania es parte de Rusia y quieren anexarla a su país. Para ellos sería inadmisible que se instalen los misiles de la OTAN tan cerca de Moscú, como fue absurda, en su momento, la instalación de los cohetes soviéticos en la Cuba de 1962.

En julio de 2007 el gobierno ruso anticipó que, si Estados Unidos desplegaba un escudo antimisiles en Polonia, Rusia instalaría armas nucleares en Kaliningrado, o sea en el territorio alemán ocupado. 

En el tablero internacional hay líderes y gobiernos totalitarios que admiran a Putin, quisieran que Rusia ocupara Ucrania. Los chinos verían en esa invasión, si es exitosa, un antecedente interesante para tomar por la fuerza Taiwán, al que sienten parte de China, aunque los taiwaneses no comparten esa sensación. Los ayatolás de Irán, que esperan matar en cualquier momento a los judíos y cristianos de todo el mundo, tienen también una simpatía táctica con este zar de corbata. Pasa lo mismo con líderes del Tercer Mundo, como Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Cristina Fernández en Argentina y los coroneles de Burkina Faso. Les encantaría tratar a sus adversarios con las recetas de Putin.

¿Es posible que estalle una guerra en gran escala? Desde el análisis racional sería absurdo. Los costos para Rusia serían brutales, su economía no puede afrontarlos. Europa es un continente pequeño con una diversidad cultural en el que la guerra tendría costos incalculables. Occidente ha evolucionado y los pacifistas ya no son la minoría que pudo ser perseguida el siglo pasado.

Pero los seres humanos no somos racionales. Cuando se estudia la Primera Guerra Mundial está claro que aconteció porque nadie la creía posible y como resultado de muchas equivocaciones y tonterías que condujeron a la tragedia. Lo prueba también la disparatada invasión a Irak, solo explicable por el libro de David Owen, The Hubris Syndrome: Bush, Blair and the Intoxication of Power. Lampadia




La inteligencia de código abierto

La inteligencia de código abierto

Las ventajas que ofrecen las tecnologías de la 4ta Revolución Industrial (4IR) siguen sorprendiendo al mundo no solo por las mejoras en productividad que generan en las economías sino porque pueden servir además para ejercer rendición de cuentas hacia los gobiernos, así como para la prevención de abuso de poder por parte de aquellos más autoritarios, a partir del uso de data pública.

Así lo destacó un reciente articulo publicado por The Economist en el que detalla los distintos usos que el día de hoy tiene la llamada inteligencia de código abierto, o más conocida por su acrónimo OSINT (open-source intelligence o inteligencia de código abierto), la cual explota la información capturada en imágenes de nuestro territorio por los distintos satélites desperdigados en el espacio, para indagar e inclusive anticipar una posible comisión de delitos, ya sean de privados o de poderes  públicos.

Su utilidad ya ha sido comprobada para descubrir abusos de países de corte autócrata como China y Rusia, pero promete también, en palabras de The Economist, hacer más sólidas las democracias liberales, por lo que es un arma cuyo uso global podría darles mayor legitimidad a los sistemas políticos occidentales, de los cuales hemos sido férreos defensores.

Veamos el interesante análisis que hace The Economist del OSINT. Lampadia

Panóptico del pueblo
La promesa de la inteligencia de código abierto

Es una amenaza bienvenida para los malhechores y los gobiernos con algo que ocultar

The Economist
7 de agosto de 2021
Traducida y comentada por Lampadia

La gran esperanza de las décadas de 1990 y 2000 era que Internet fuera una fuerza para la apertura y la libertad. Como dijo Stewart Brand, un pionero de las comunidades en línea: “La información quiere ser gratuita, porque el costo de publicarla es cada vez más bajo”. No iba a ser. La mala información a menudo sale bien. Los estados autoritarios se apropiaron de las tecnologías que se suponía debían aflojar su control. La información se manejó como arma de guerra. En medio de esta decepción, un desarrollo ofrece motivos para una nueva esperanza: OSINT (open-source intelligence o inteligencia de código abierto en español).

Nuevos sensores, desde monótonas cámaras en el tablero de instrumentos hasta satélites que pueden ver a través del espectro electromagnético, están examinando el planeta y su gente como nunca antes. La información que recopilan es cada vez más barata. Las imágenes de satélite costaban varios miles de dólares hace 20 años, hoy en día a menudo se proporcionan de forma gratuita y son de una calidad incomparablemente superior. Una fotografía de cualquier lugar de la Tierra, de un camión cisterna siniestrado o de las rutas tomadas por los corredores en una ciudad está disponible con unos pocos clics. Y las comunidades en línea y las herramientas colaborativas, como Slack, permiten a los aficionados y expertos utilizar esta cornucopia de información para resolver acertijos y descubrir fechorías con una velocidad asombrosa.

Human Rights Watch ha analizado imágenes de satélite para documentar la limpieza étnica en Myanmar. Los nanosatélites etiquetan el sistema de identificación automática de los barcos que pescan ilegalmente. Los detectives aficionados han ayudado a Europol, la agencia policial de la Unión Europea, a investigar la explotación sexual infantil identificando pistas geográficas en el fondo de las fotografías. Incluso los fondos de cobertura rastrean habitualmente los movimientos de los ejecutivos de las empresas en aviones privados, supervisados ​​por una red de aficionados en todo el mundo, para predecir fusiones y adquisiciones.

Por lo tanto, OSINT refuerza a la sociedad civil, fortalece la aplicación de la ley y hace que los mercados sean más eficientes. También puede humillar a algunos de los países más poderosos del mundo.

Ante las vehementes negativas del Kremlin, Bellingcat, un grupo de investigación, demostró meticulosamente el papel de Rusia en el derribo del vuelo MH 17 de Malaysian Airlines sobre Ucrania en 2014, utilizando poco más que un puñado de fotografías, imágenes de satélite y geometría elemental. Se llegó a identificar a los agentes rusos que intentaron asesinar a Sergei Skripal, un ex espía ruso, en Inglaterra en 2018. Analistas y periodistas amateur utilizaron OSINT para reconstruir toda la extensión de los campos de internamiento uigures en Xinjiang. En las últimas semanas, los investigadores que estudian detenidamente las imágenes de satélite han visto a China construyendo cientos de silos de misiles nucleares en el desierto.

Esta emancipación de la información promete tener efectos profundos. La naturaleza descentralizada e igualitaria de OSINT erosiona el poder de los árbitros tradicionales de la verdad y la falsedad, en particular los gobiernos y sus espías y soldados. Para aquellos como este periódico, que creen que las personas en el poder pueden abusar del secreto con demasiada facilidad, OSINT es bienvenido.

La probabilidad de que se descubra la verdad aumenta el costo de las malas acciones para los gobiernos. Aunque OSINT podría no evitar que Rusia invada Ucrania o que China construya su gulag, expone la fragilidad de sus mentiras. Eliot Higgins, el fundador de Bellingcat, tiene razón cuando describe a su organización como “una agencia de inteligencia para la gente”. No es de extrañar que el jefe de espías de Rusia lo criticara, más recientemente este mes.

Las democracias liberales también se mantendrán más honestas. Los ciudadanos ya no tendrán que confiar en sus gobiernos. Los medios de comunicación tendrán nuevas formas de exigirles cuentas. Las fuentes y métodos abiertos de hoy hubieran arrojado una luz más brillante sobre la acusación de la administración Bush en 2003 de que Irak estaba desarrollando armas químicas, biológicas y nucleares. Eso habría sometido la invasión estadounidense del país a un mayor escrutinio. Incluso podría haberlo prevenido.

Algunos advertirán que OSINT amenaza la seguridad nacional, como cuando, por ejemplo, los investigadores utilizan datos de rastreadores de actividad física para revelar puestos de avanzada de la CIA remotos y satélites de radar para localizar sistemas de defensa antimisiles estadounidenses. Pero, si OSINT puede decirle al mundo sobre tales cosas, los enemigos de un país ya pueden saberlo. Fingir lo contrario no hace que los estados sean más seguros.

Otros señalarán que OSINT puede estar equivocado. Después del atentado con bomba en la maratón de Boston en 2013, los usuarios de Internet examinaron la escena del crimen e identificaron a varios sospechosos. Todos eran espectadores inocentes. O OSINT podría ser utilizado por malos actores para difundir información errónea y teorías de conspiración.

Sin embargo, todas las fuentes de información son falibles y el escrutinio de imágenes y datos es más empírico que la mayoría de ellos. Por lo tanto, cuando OSINT esté equivocado o maligno, OSINT competidor es a menudo la mejor manera de aclarar las cosas. Y con el tiempo, los investigadores pueden construir una reputación de honestidad, análisis sólido y buen juicio, lo que facilita que las personas distingan las fuentes confiables de inteligencia de los charlatanes.

La mayor preocupación es que la explosión de datos detrás de las investigaciones de código abierto también amenace la privacidad individual. Los datos generados por teléfonos y vendidos por corredores le permitieron a Bellingcat identificar a los espías rusos que el año pasado envenenaron a Alexei Navalny, un líder de la oposición. Se aprovecharon datos similares para elegir a un sacerdote católico de alto rango en EEUU, que renunció el mes pasado después de que su ubicación se vinculó a su uso de Grindr, una aplicación de citas gay.

Un mundo transparente

La privacidad de las personas en la era digital está plagada de compensaciones. Sin embargo, a nivel de estados y organizaciones, OSINT promete ser una fuerza para el bien. También es imparable. Antes de la invasión de Afganistán en 2001, el gobierno de EEUU pudo comprar prácticamente todas las imágenes de satélite comerciales relevantes. Hoy en día hay demasiados datos disponibles para que eso sea posible.

Un mundo en el que muchas empresas de satélites estadounidenses, europeas, chinas y rusas compiten por vender imágenes es un mundo de vigilancia mutuamente asegurada. Este es un futuro que las sociedades abiertas deberían abrazar. Las herramientas y comunidades que pueden desenterrar silos de misiles y descubrir espías harán que el mundo sea menos misterioso y un poco menos peligroso. La información todavía quiere ser gratuita, y OSINT tiene la misión de liberarla. Lampadia




¿Qué pasó con la vacuna?

¿Qué pasó con la vacuna?

Ing. Antonio Pratto
Miembro del Comando Vacuna
Para Lampadia

La semana pasada Rusia y Reino Unido iniciaron la vacunación masiva de sus ciudadanos con vacunas aprobadas por sus autoridades sanitarias. China ya lo había hecho con vacunas experimentales antes de su aprobación. En Estados Unidos se inició esta semana con mucho protocolo, solo comparable a la vacunación contra la polio en abril de 1955. En nuestro “vecindario”, los presidentes de Brasil, México, Argentina y Chile anunciaron que la vacunación empezaría antes de fin de año en sus respectivos países.

¿Qué pasó en el Perú? Nuestras autoridades, las que se fueron hace un mes, nos anunciaban que la vacuna estaba a la vuelta de la esquina. Según el portal del MINSA habían negociado con 20 laboratorios, habían firmado 13 acuerdos de confidencialidad y seguían negociando con 10 laboratorios.

A inicios de junio de este año, en las páginas de este mismo medio, mi amigo, el Ing. Raúl Delgado Sayán, en un sobrio y detallado artículo nos hizo conocer que las vacunas contra el Covid-19 ya existían, dando inicio, además, a un grupo de trabajo que la prensa bautizó como el Comando Vacuna. (VACUNACION COVID 19. En el mundo ya tiene fecha: Setiembre 2020. Y en el Perú (¿?)). Cuatro ciudadanos independientes que nos juntamos para tratar de poner en la agenda nacional el tema de las vacunas, al tener conocimiento de los avances del desarrollo de éstas en todo el mundo y la poca, o casi nada información que se tenía en el país. 

Desde esa fecha alertamos a la ciudadanía y a las autoridades encargadas de la gestión de la vacuna, que en diciembre tendríamos tres o cuatro vacunas listas para su uso y que era muy importante firmar acuerdos de compras por adelantado con varios laboratorios para, de esa forma, asegurar suficientes dosis de vacunas, ya que la demanda a nivel mundial aumentaba a una velocidad inusitada.

Es probable que las autoridades encargadas de esta gestión no creyeran en nuestro mensaje, pero lo cierto es que el tiempo, lamentablemente nos dio la razón, hoy estamos al final de la fila.

No solo alertamos al gobierno de la alta probabilidad que los laboratorios tuviesen lista una vacuna para diciembre, sino que también les ofrecimos, con la participación del sector privado, apoyo en la planificación logística. Sin embargo, inexplicablemente nunca tuvimos respuesta. Esto nos demostró su aversión a alguna eventual alianza público-privada tal como se dio en otros países, la Operación Ward Speed en los Estados Unidos o el CAVEI (Consejo Asesor de Vacunas e Inmunizaciones) en Chile, ambas alianzas público-privadas para acelerar el desarrollo, adquisición y logística de la vacuna. 

En nuestra opinión, la Comisión Multisectorial no se atrevió a firmar acuerdos de compra por adelantado por el riesgo que esto implicaba, a pesar de que se promulgó el Decreto de Urgencia 110 justamente para permitir que esto ocurra.  Pero el principal error fue que los “expertos” del MINSA estaban buscando la vacuna más eficaz y segura. ¿Como evaluar la mejor vacuna cuando ninguna había terminado la Fase 3 de investigación? La mejor vacuna se conocerá dentro de 2 o 3 años cuando se determine la eficacia y seguridad a largo plazo. Justamente los acuerdos de compra son a riesgo, si la vacuna no fuese aprobada por la autoridad regulatoria del país de origen, sencillamente esa vacuna no se compra. Obviamente esta probabilidad es mínima en la última Fase la investigación. Eso sencillamente no lo entendieron.

Las actuales autoridades trataron de seguir con el mismo discurso hasta que se dieron cuenta de la pobre gestión de la Comisión Multisectorial creada para gestionar las vacunas, que no fue capaz de lograr acuerdos de compra para asegurar cantidades suficientes de vacunas, como lo hicieron la mayoría de los países señalados en el cuadro anterior.

Haber podido tener acuerdos de compra firmados con varios laboratorios nos hubiera permitido iniciar la vacunación antes de fin de año, como lo van a hacer varios de nuestros vecinos. La vacunación va a ser la única solución para terminar definitivamente con esta pandemia y evitar más muertes de compatriotas e iniciar de una vez por todas la apertura de la economía, para salir de una de las peores crisis económica de la historia, que, a la larga, va a matar más personas que el propio virus.

El presidente Sagasti y la Primera Ministra han tomado el liderazgo del tema de la vacuna tratando de recomponer el desastre heredado, aunque van a tener que usar sus mejores armas para convencer a los pocos laboratorios que tengan disponibilidad de vacunas para el primer trimestre del próximo año, todavía estamos a tiempo, después sería demasiado tarde.

Por otro lado, se ha retomado el contacto con el sector privado para colaborar en el apoyo logístico del proceso de vacunación donde se incluirá:

  • Plan estratégico para determinar actividades, tiempos y responsables de todos los procesos desde la llegada de la vacuna hasta la inmunización.
  • Apoyar en la cadena de frío complementando la infraestructura con la que cuenta el MINSA y tomando las precauciones de evitar contaminaciones cruzadas.
  • Ofrecer un potente software de Geolocalización para la eficiente ubicación de la población en los sitios más alejados del país.

La pandemia desnudó la precariedad de nuestras instituciones, pero sería inmoral si no aprendemos de los errores cometidos. Hay que mirar hacia adelante y salir de esto lo mejor y más rápido posible, existe la voluntad de hacerlo. Pero está claro que esto no evitará que sintamos rabia e impotencia cuando dentro de pocas semanas se inicie la vacunación en países vecinos. Y el Perú, habiendo tenido la opción a hacerlo, tendrá que esperar varios meses más, debido a la incapacidad o peor aún, a la indolencia de nuestras autoridades. Terminaron con nuestras esperanzas de volver a la normalidad en el momento que debimos hacerlo. Lampadia




Una nueva epidemia se cierne sobre occidente

Una nueva epidemia se cierne sobre occidente

Como comentamos la semana pasada a raíz del retiro de la película ‘Lo que el viento se llevó’ de la cartelera de HBO, el lado occidental del mundo está sufriendo la imposición de una nueva suerte de inquisición que pretende regimentar lo ‘políticamente correcto’, incluso mediante la violencia.

Así como la Unión Soviética reescribió la historia de la Rusia, hoy los nuevos fanatismos pretenden reescribir la historia de occidente.

Tenemos que reaccionar ante esta nueva enfermedad que solo lleva a la supresión de la libertad, la mayor desgracia social imaginable.

La nueva revolución cultural

Fundación para el Progreso – Chile
Axel Kaiser
Publicado en Diario Financiero
18.06.2020

Harald Uhlig, destacado profesor de la Universidad de Chicago y editor del Journal of Political Economy, ha sido expulsado de su puesto en la revista en medio de un escándalo que llegó hasta la presidencia de la American Economic Association. ¿La razón? Uhlig cuestionó la idea de “Black Lives Matter” de abolir las policías en Estados Unidos.

Poco antes, la película “Lo que el viento se llevó” había sido eliminada temporalmente de la cartelera de HBO Max por su supuesto contenido racista. Hace unos días, la cerveza Colonial en Australia era retirada de distribución porque su nombre podía ser interpretado como ofensivo por grupos descendientes de nativos.

“Diversos grupos tienen incentivos para jamás asumir responsabilidad por su propia existencia y culpar a otros de que los agravian; si dejan de declararse víctimas, su estatus se derrumba”

Paralelamente, se tumbaban decenas de estatuas en diversos países, entre ellas, de Cristóbal Colón por ser el origen de todos los males de América, de Mahatma Gandhi por comentarios ofensivos hacia los africanos, de soldados confederados, de filántropos, etc. También se atacaba la estatua de Winston Churchill, bajo acusaciones de racismo y se amenazaba a la autora de Harry Potter J.K Rowling de que no se seguirán produciendo películas de sus libros, por afirmar que el sexo biológico existe.

Estos son tan solo unos pocos ejemplos de la ola de fanatismo religioso que sacude a occidente, sumergiéndolo con rapidez en lo que el filósofo Roger Scruton denominó “una nueva era de oscuridad”. Se trata de una neoinquisición, como la he llamado en un libro reciente analizando en profundidad el fenómeno, que no acepta el diálogo racional como la fórmula para aproximarse a la verdad, porque abraza dogmas de fe cuyo cuestionamiento está prohibido.

El origen intelectual de este impulso purgatorio se encuentra en académicos y pensadores de izquierda cuya visión es que occidente sería una civilización opresiva creada en beneficio del hombre blanco heterosexual para marginar a todos los demás grupos. Estas ideas, repetidas por décadas desde las facultades de humanidades, han logrado alcanzar un punto de inflexión en que han transformado nuestra cultura, desde una basada en la dignidad del individuo, a una fundada en el victimismo tribal.

Si en las culturas del honor el heroísmo era la fuente de reconocimiento social, en las culturas del victimismo, explican los sociólogos Bradley Campbell y Jason Manning, ese estatus lo confiere la condición de víctima. Como consecuencia, alegar que se es oprimido por el orden social del hombre blanco se convierte en una fuente de credibilidad moral, de reconocimiento colectivo y de justificación para demandar todo tipo de ventajas y reparaciones de modo de corregir la supuesta opresión. Por ello, los diversos grupos, añaden los sociólogos, tienen todos los incentivos para jamás asumir responsabilidad por su propia existencia y culpar siempre a otros de que los agravian, pues en el minuto en que dejan de declararse víctimas, su estatus se derrumba.

Es esta ideología, según la cual occidente es una construcción opresiva y donde los diversos discursos y estructuras sociales servirían a los dominadores, la que se encuentra detrás de la purga y censura que lleva adelante la neoinquisición. Se trata, en definitiva, de un colapso de la esfera pública como espacio de diálogo racional y del triunfo del irracionalismo que Karl Popper denunció como consustancial a los movimientos totalitarios del siglo XX. Lo peor es que casi todos se han contagiado de sus premisas, derrumbando así los diques que contenían esta nueva revolución cultural.




Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Una vez culminada la Cumbre de la OTAN la semana pasada en Londres, creemos necesario hacer una breve reflexión a la luz de un reciente artículo escrito por The Economist que compartimos líneas abajo que, entre otras cosas, incide en las crecientes tensiones políticas entre los más importantes países que integran la mencionada alianza militar y también las futuras amenazas que enfrentaría su cohesión con los denominados “nuevos alborotadores”.

Con respecto a las tensiones políticas, como era de esperarse se hicieron evidentes en las ponencias la incomodidad de varios miembros del bloque, pero en particular de EEUU, con las recientes declaraciones que hizo Macron respecto a los acercamientos que debiera tener la UE con Rusia y China, como parte de su plan para renovar al viejo continente frente a un escenario de desglobalización persistente (ver Lampadia: La visión de Macron). Como reflexionamos en una anterior oportunidad, creemos que esta nueva visión es necesaria dado el distanciamiento que ha acometido EEUU con la UE en los últimos años con el ascenso de Trump, pero también por otras complejas problemáticas que actualmente mecen al mundo occidental como el cambio climático, la seguridad de datos y la misma seguridad nacional — aún cuando la OTAN ya representa un esfuerzo importante al respecto — que obligan al bloque europeo a tener mayor independencia en estos temas. Por otra parte, la OTAN tiene que dar cuenta que el contexto actual de embates geopolíticos permanentes entre países obliga a la UE a ser más abierta en su relacionamiento estratégico para, por ejemplo, que sus mercados puedan ser más visibles en regiones del mundo que han estado más alejadas por tradición. Ello, además, no implica que la UE se separará de la OTAN,  siendo un ajuste más de política exterior más no de política militar.

Con respecto a lo que The Economist denomina como los “nuevos alborotadores” que ya se estarían cocinando al interior de la OTAN, no podemos estar más de acuerdo de que podrían desestabilizar dicha alianza en el plazo inmediato. Sin duda el posible ascenso al poder del líder socialista del Partido Laborista Jeremy Corbyn en las próximas elecciones al parlamento británico, y la compra de armas a Rusia por parte del régimen autoritario del presidente de Turquía, Erdogan, podrían generar tal trifulca al interior de la alianza al punto que se podría reconsiderar la continuación de la membresía de dichos países. Esperemos que no se llegue a dicho extremo en tanto las sanciones y advertencias que se hagan ante el incumplimiento de los artículos de los Tratados de OTAN sean suficientes para que no se cometan acciones que puedan perturbar a la alianza.

Por lo demás consideramos que la OTAN debe permanecer por considerarse la alianza militar más grande y más exitosa en la historia contemporánea– ya cumplió 70 años – y porque en un contexto de creciente gasto militar (ver Lampadia: El gasto militar global en niveles récord históricos) se hace imperativo preservarla para evitar cualquier conflicto bélico que pueda surgir en el futuro, que esperamos no sea el caso. Lampadia

Cumbre de la OTAN
Surgen nuevos alborotadores

A medida que EEUU retrocede, los miembros de la alianza más exitosa de la historia están discutiendo

The Economist
7 de diciembre, 2019
Traducido y comentado por Lampadia

Se ha hablado tanto de “crisis” en torno al 70 aniversario del nacimiento de la OTAN que ha sido fácil olvidar que hay razones para celebrar. La alianza no solo ha demostrado ser extraordinariamente duradera según los estándares históricos, sino que desde 2014 ha respondido adecuadamente a la agresión de Rusia en Ucrania, volviendo a centrarse en su misión central de defensa colectiva. Ha desplegado grupos de batalla multinacionales en los tres estados bálticos y Polonia y se ha comprometido a mejorar la preparación. Impulsado por las críticas del presidente Donald Trump, sus miembros han aumentado sus gastos en defensa. Aunque muchos países, especialmente Alemania, aún no cumplen sus promesas, la OTAN ahora estima que entre 2016 y 2020 sus miembros europeos y Canadá pagarán US$ 130 mil millones adicionales.

Este nuevo dinero ayuda a explicar un desarrollo positivo en la reunión de líderes de la OTAN en Gran Bretaña esta semana. Sin embargo, Trump, anteriormente el disruptor en jefe, solía llamar a la organización “obsoleta” y causó consternación en una cumbre en Bruselas en 2018 al amenazar con retirarse si los europeos no asumían una parte de la carga más justa, brevemente: conviértase en un defensor. Esta semana, en Londres, criticó las críticas del presidente Emmanuel Macron a la alianza como “desagradables” e “irrespetuosas”. No dio señales de bloquear palabras severas sobre Rusia o la reiteración del Artículo Cinco del tratado de la OTAN, la piedra angular de la alianza. El compromiso de EEUU estará en exhibición el próximo año, cuando unos 20,000 de sus soldados practiquen el refuerzo de Europa en un ejercicio llamado Defender 2020.

La mala noticia es que han surgido otros disruptores. El visceralmente anti-OTAN Jeremy Corbyn podría posiblemente convertirse en primer ministro de uno de sus principales miembros después de las elecciones generales británicas de la próxima semana. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, causó consternación al comprar un sistema antiaéreo ruso, obstruyendo las decisiones de la OTAN sobre Europa del Este e invadiendo el norte de Siria sin tener en cuenta los intereses de sus aliados. Respondió con insultos personales a una sugerencia de Macron de que, dadas las acciones de Turquía en Siria, es posible que no pueda contar con la defensa mutua consagrada en el Artículo Cinco.

El alborotador más sorprendente, y la razón por la cual las relaciones se han vuelto feas, es el propio Macron. En una entrevista reciente con The Economist, dijo que la OTAN estaba experimentando “muerte cerebral”. Defiende una defensa europea más fuerte, que Europa necesita, y el 4 de diciembre insistió en que esto “no sería una alternativa a la OTAN sino uno de sus pilares”. Pero existe una sospecha persistente de sus intenciones entre otros aliados. Esto se debe en parte a su entusiasmo por un “diálogo estratégico” con Rusia. Ha enfatizado la amenaza del terrorismo sobre la tarea de defenderse de la agresión de Vladimir Putin. Macron está teniendo una visión a largo plazo y está tratando de estimular nuevas ideas, pero la mayoría de sus aliados, comprensiblemente, escuchan sus palabras como una amenaza para el progreso de los últimos cinco años. Las acciones de Rusia, no solo en Ucrania sino también en el territorio de la OTAN (incluso enviando asesinos a Salisbury en Gran Bretaña y, posiblemente, al Tiergarten de Berlín), requieren una respuesta firme. Cualquier deseo de concesiones será visto en Moscú como debilidad.

En Gran Bretaña, la OTAN empapelaba las grietas. La declaración de la cumbre afirmó el compromiso de sus miembros con el Artículo Cinco y proclamó que “las acciones agresivas de Rusia constituyen una amenaza para la seguridad euroatlántica”. Eso es bienvenido, pero la alianza necesita encontrar una nueva coherencia estratégica. Incluso si Trump sigue a favor, el enfoque de EEUU está cambiando ineludiblemente a su rivalidad con China en Asia y más allá. Los ejercicios y la creciente preparación consolidarán la alianza a nivel militar, y esto perdurará mientras los políticos van y vienen. El trabajo en áreas nuevas como el espacio y la guerra cibernética también ayudará. Eventualmente, un diálogo estratégico con Rusia podría tener sentido. Pero para prosperar, la OTAN también necesita un propósito común mayor. Una vez que el ímpetu vino de EEUU. Macron tenía razón al señalar que en el futuro Europa tendrá que desempeñar un papel más importante. Lampadia




Peligran acuerdos nucleares entre EEUU – Rusia

Peligran acuerdos nucleares entre EEUU – Rusia

Como nunca en la historia tras el período de la pos guerra fría, el escenario global del control de armas nucleares se torna incierto y peligroso. Ello principalmente por las medidas tomadas por el gobierno del presidente de EEUU, Donald Trump, en torno a la prórroga de los grandes acuerdos nucleares que involucran a grandes potencias en este campo, concretamente, Rusia.

Así, y a pesar de haber mostrado una efectividad sin igual en las últimas cinco décadas para limitar el uso de esta peligrosa tecnología militar y por ende, brindar estabilidad al mundo, no existe tratado nuclear alguno con Rusia que tenga el visto bueno asegurado del presidente Trump. El inusitado retiro de EEUU del INF, así como su posible desaparición y la suspensión del New START en el 2020, ambos importantes tratados con Rusia, augurarían un escenario completamente pernicioso en el control de armas nucleares global para los próximos años. Ello a pesar de la reciente reunión “pantalla” de Trump con el presidente de Korea del Norte, Kim Jong Un.

Y los críticos de estas acciones por parte de EEUU no se han hecho esperar. Como es costumbre, The Economist hace su parte reprochando hacia la administración Trump (ver artículo líneas abajo). Denota que, tales acciones obedecen a una preocupación por parte de EEUU de incluir a más países en apariencia “peligrosos”, como China, en el diseño de nuevos tratados. Preocupaciones por demás infundadas por la poca acumulación de armamento nuclear por parte de China, como pone en evidencia The Economist. Por el contrario, el no prorrogar tales acuerdos, sería inducir un mal relacionamiento innecesario con Rusia, sobretodo a la luz de la efectividad de tales tratados para generar estabilidad, como hemos mencionado anteriormente. Tal mal relacionamiento, en un contexto peligroso de niveles record de gasto militar (ver Lampadia: El gasto militar global en niveles récord históricos), no sería una decisión sensata para ningún gobierno sea del ala partidaria que sea.

Esperamos que el gobierno de Trump haga un balance de estos factores y se renueven los mencionados acuerdos con Rusia a la brevedad posible. Aún estamos a tiempo de retomar la estabilidad de la que tanto disfrutó Occidente por varias décadas. Lampadia

Diplomacia nuclear
Donald Trump corre el riesgo de deshacer décadas de control de armas nucleares

Su incursión en Corea del Norte desmiente la apuesta que está tomando en relación con Rusia

The Economist
9 de julio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Cuando el presidente Donald Trump dio algunos pasos dentro del territorio de Corea del Norte con Kim Jong Un en Panmunjom el 30 de junio, el simbolismo sugirió un nuevo y decidido impulso para aliviar las tensiones nucleares. Las conversaciones entre EEUU y Corea del Norte, estancadas desde una cumbre sin éxito en Hanoi en febrero, debían reanudarse en Berlín esta semana. Sin embargo, lejos de las cámaras del mundo, el panorama más amplio sobre el control de armas nucleares se ve muy diferente. Las cosas no se dirigen hacia adelante sino hacia atrás, a un ritmo acelerado.

Después de que la crisis de los misiles cubanos en 1962 llevara a EEUU y la Unión Soviética al límite, se tornaron serios sobre las negociaciones nucleares. En 1972 firmaron un acuerdo que limita el número de sistemas de entrega estratégica de cada uno, y un tratado para limitar las defensas contra misiles balísticos. Durante las siguientes cuatro décadas, reunieron otros siete importantes acuerdos nucleares. Su potencial destructivo combinado se redujo de un equivalente de 1.3 millones de bombas de Hiroshima en 1973-74 a alrededor de 80,000 Hiroshimas ahora, menos obscenas, aunque aún horrendas.

Sin embargo, los acuerdos nucleares ahora se están desmoronando. Trump sacó a EEUU de la multipartidista con Irán, conocida como el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), con la esperanza de presionar a ese país a un acuerdo más grande y mejor, pero hasta el momento solo produce mayores tensiones. Irán ahora ha superado el límite de JCPOA para las reservas de uranio poco enriquecido y ha superado el nivel de enriquecimiento permitido del 4%. El pasado mes de octubre, Trump declaró repentinamente que EEUU se retiraría del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), citando la violación de Rusia de su prohibición de misiles lanzados desde tierra con un rango de 500-5,500 km (300-3,400 millas). El tratado, firmado por Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev en 1987, expirará el 2 de agosto. Su desaparición podría abrir el camino para una nueva carrera de armamentos en misiles, ya sean nucleares o convencionales, cuyo tiempo para apuntar son solo minutos.

Eso aún deja en marcha un importante tratado nuclear entre EEUU y Rusia: el New START, firmado por los presidentes Barack Obama y Dmitry Medvedev en 2010. Limita a cada país a 1,550 ojivas nucleares desplegadas en 700 sistemas de suministro; su régimen de verificación incluye 18 inspecciones in situ cada año e importantes intercambios de datos. Pero el New START caducará en 19 meses, a menos que ambos países acepten una extensión de cinco años, lo que sus líderes pueden hacer sin la aprobación del Congreso. Las perspectivas no son buenas: Rusia está interesada; EEUU parece no estarlo. “No hay decisión”, dijo el mes pasado a Free Beacon, un sitio web del asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, “pero creo que es poco probable”.

Para acordar una prórroga, habría que resolver algunas diferencias. A los estadounidenses les preocupan los planes de Rusia para nuevas armas, como el sistema hipersónico de impulso de Avangard; a los rusos les preocupa la forma en que los estadounidenses se pusieron dentro de los límites del START, convirtiendo los sistemas de suministro nuclear en sistemas convencionales en lugar de destruirlos. El presidente Vladimir Putin lamenta la ausencia de movimientos prácticos por parte de los estadounidenses, a pesar de las anteriores expresiones de interés de Trump. Las conversaciones deben comenzar ahora, dijo Putin al Financial Times el mes pasado, para resolver los problemas a tiempo. Si el tratado deja de existir, dijo, “no habría ningún instrumento en el mundo para reducir la carrera de armamentos”.

Peor aún, cada lado quedaría ciego. Sin una extensión del START,   EEUU y Rusia “estarán sin una visión en el terreno de las fuerzas nucleares de cada uno por primera vez en aproximadamente 50 años, lo que es increíblemente peligroso”, dice Alexandra Bell, del Centro para el Control de Armas y la No Proliferación, un think-tank. El régimen de verificación permite a los responsables de las políticas planificar con confianza. Un ex funcionario involucrado en la negociación del tratado dice que costaría “miles de millones de dólares por año” reunir la información por otros medios.

¿Por qué Trump renunciaría a esto? No es por falta de interés en el control de armamentos. Ya en 1986, se dice que quiso pedirle a Reagan que le permitiera negociar un acuerdo nuclear y terminar rápidamente la guerra fría. Ahora ve un acuerdo de Obama y cree que puede hacerlo mejor. No solo contempla un acuerdo bilateral con Rusia, sino uno más amplio que involucre a China y quizás a otros, que abarque todos los sistemas de armas. Le ha pedido a su administración que explore esto.

En teoría esto tiene sentido. Los acuerdos nucleares bilaterales tenían una lógica durante la guerra fría, pero Bolton ha argumentado que en el mundo nuclear multipolar de hoy en día eso es “conceptualmente completamente atrasado”. Las autoridades estadounidenses esperan que el arsenal de China se duplique en la próxima década. Los defensores del control de armas están de acuerdo en que las armas hipersónicas y las capacidades cibernéticas plantean nuevas amenazas. “Estamos enfrentando una crisis de seguridad internacional en el campo del control de armas, ya que las tecnologías están superando los marcos diplomáticos y legales que en el pasado nos sirvieron bien en armas nucleares, químicas y biológicas”, dice Daryl Kimball, director de la Asociación de Control de Armas en Washington, DC.

En la práctica, sin embargo, el enfoque de  Trump parece desesperado. Por un lado, China no muestra interés en ello. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, [China] tiene un arsenal nuclear de solo 290 ojivas, en comparación con las 6,185 de EEUU y las 6,500 de Rusia. No ve ninguna razón para someterse a los límites por el momento. Y si los números cayeran mucho más, Rusia querría incluir armas francesas y británicas en la mezcla.

Los expertos en control de armas dudan de que la administración Trump tenga el ancho de banda para llevar a cabo negociaciones serias con los rusos, los chinos y los norcoreanos al mismo tiempo. (La oficina del Departamento de Estado responsable de manejar el desarme nuclear se ha reducido de 14 a cuatro personas durante la presidencia de Trump, informó recientemente The Guardian). No detectan ninguna estrategia para llevar a cabo una negociación tan compleja. Además, ven a Bolton como un operador astuto que odia el control de armas, lo que él ve como una restricción a EEUU. Bajo George W. Bush en 2001, ayudó a sacar a EEUU del Tratado de Misiles Antibalísticos; en su papel actual, ha hecho lo propio con el acuerdo con Irán y el tratado INF. La sospecha es que él está usando la idea de un acuerdo mayor como un desvío para batir el New START.

A algunos les gustaría ver que New START se extendiera primero, por lo que conservan sus preciosas disposiciones de verificación, antes de pasar a un esfuerzo más amplio de control de armas, que podría llevar años. Creen que las preocupaciones de ambas partes sobre una extensión podrían resolverse rápidamente si hubiera una dirección política clara (algo en lo que Bolton está de acuerdo: “si realmente quiere negociar, puede hacerlo rápido”, dijo a Free Beacon). La presión está empezando a venir del Congreso. En mayo, los líderes del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes presentaron un proyecto de ley bipartidista que insta al gobierno de Trump a mantener los límites de las fuerzas nucleares de Rusia hasta 2026. Trump aún podría verse vulnerable al ataque de los candidatos demócratas a la cuestión nuclear por su trabajo.

También se arriesga a una dura carrera en la conferencia de revisión de cinco años, la próxima primavera, del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Será un asunto difícil si no se ve que las potencias nucleares están haciendo su gran esfuerzo para contener la propagación de armas. Ya existe una profunda división con respecto al Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2017, que busca deslegitimar las armas nucleares. “Si EEUU y Rusia no aparecen en 2020 y al menos dicen que han extendido el New START, y esperamos que digan que lo extenderemos y que estamos comprometidos en una mayor discusión, estaremos en mal estado”, agregó Lynn Rusten, de Nuclear Threat Initiative, un grupo de defensa en Washington, DC.

La erosión del TNP podría dar a más países una excusa para unirse al club nuclear. El número de armas nucleares en el mundo se ha reducido, pero podría aumentar de nuevo en ausencia de controles o confianza. Alexey Arbatov, del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales en Moscú, lamenta la falta de comprensión de la historia del control de armas nucleares entre los líderes de hoy en día. Eso podría resultar en un error de cálculo. “Salvar el tratado INF y el START mientras aún hay tiempo sería mucho más fácil y más productivo que buscar paliativos después de su desaparición”, concluye en la edición actual de Survival, la revista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

El tiempo, sin embargo, se está acabando. Volver a comprometerse con Rusia no será fácil. Pero probablemente importaría más que esos pasos a través de la frontera en Panmunjom. Lampadia