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El mundo le perdona la corrupción a Lula

En diez días más, Brasil elegirá a su nuevo presidente entre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad; un populista de derecha y el representante del PT, el partido del reo Lula da Silva.

Lula, el ex presidente izquierdista, armó una sofisticada organización criminal para dominar la política brasileña y para, de paso, auspiciar a las izquierdas latinoamericanas, ya sea mediante el Foro de Sao Paulo o por medio de subsidios políticos y económicos directos a los dirigentes regionales, incluido el chavismo. Pero la cosa no quedó allí. Propició además la penetración de empresas brasileñas corruptas que tomaron posición en varios países mediante acciones ilícitas de toda laya. Este escándalo, llamado Lava Jato, debe ser el peor caso de corrupción regional en la historia de Latinoamérica.

Por su lado, Bolsonaro, un ex militar y ex parlamentario, adolece de los excesos del populismo de derecha, se presenta muy ofensivo y discriminatorio, con tintes autoritarios y fascistas.

A la fecha, el favorito de las elecciones es Bolsonaro, según reportan todas las encuestadoras. La eventual victoria del candidato derechista no se da desde un partido político en particular; es más bien un fenómeno social amplio que recoge el rechazo de los brasileños a Lula, el PT y Haddad, rompiendo décadas de liderazgo del PT en la política brasileña.

Curiosamente, el resto del mundo ha cerrado filas detrás de Haddad-(Lula), y se opone visceralmente a Bolsonaro. Esta toma de posición va desde The Economist, que afirma que sería un presidente ‘desastroso’, hasta los medios y analistas más variopintos.

Esta falta de sintonía del sentir de los brasileños y la media del resto del mundo, ha generado un hecho gracioso y sintomático. Veamos un despacho de El Comercio de hace un par de días:

El pobre Roger Waters se metió una buena quemada con su gesto políticamente correcto.

Pero lo que esto permite ver es que el mundo perdona todos los delitos a los izquierdistas. Les perdona sus despropósitos, su incapacidad y sus crímenes. No se ha aprendido nada. Sigue pasando lo mismo que pasó con Jean Paul Sartre sobre los crímenes de Stalin en el imperio moscovita: ignorar y perdonar.

¡Algo inaceptable!

¿Pero cómo es posible que los medios más serios, incluso los de corte liberal como The Economist, se tapen los ojos y dejen de denunciar la corrupción?

En buena medida, esto se debe a la orientación política de los corresponsales de los medios occidentales en Latinoamérica. Lo mismo pasa con el Financial Times, y el caso de El País de España, ya es muchas veces grotesco.

En un ambiente así, es difícil tener criterio propio y cuidarse de estos sesgos, para no hablar de la pos-verdad. De ahí sale la metida de pata de Waters, que, sin tener capacidad de análisis, rebotó lo que estimaba políticamente correcto. Buena pifiada.

Por ello, mayor razón para esperar una clase dirigente militante detrás de la veracidad y de los balances correctos.

En Lampadia esperamos que el 28 de octubre próximo, la izquierda corrupta brasileña, con Lula, el PT y Haddad, sean derrotados, como hoy se prevé. Posteriormente habrá que preocuparse por cortar los excesos y exabruptos del populista Bolsonaro, que por lo menos ofrece un manejo ortodoxo de la economía más grande del sub-continente. Lampadia




Terremoto Electoral en el Brasil

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Los resultados de las elecciones generales del domingo pasado en Brasil, expresan y provocan cambios fundamentales en su panorama político. Sin embargo, el proceso no ha terminado aún, será con la segunda vuelta que se sabremos quien será el nuevo presidente.

El ganador es, sin dudas, Jair Bolsonaro quien alcanzó 46% de los votos, faltando muy poco para ganar en primera vuelta.

El gran perdedor es Haddad/Lula quien obtuvo sólo 29%, dejando una brecha de 17% para igualar al primero, dificultando sus posibilidades para la segunda vuelta. Para el PT, este fue su peor desempeño electoral desde 1998, 20 años atrás, cuando el partido estaba realizando su segunda campaña electoral.

Respecto a 2014, el PT ha perdido 10.3 millones de votos.

  • Bolsonaro ha ganado en la mayoría de los estados más poblados (16 de 26) y en el Distrito Federal, en las regiones más desarrolladas y en las ciudades más grandes.
  • Haddad/Lula ha ganado en los estados del noreste (9 de 26), especialmente en las zonas rurales de esos estados.

    El predominio de Bolsonaro en el centro y sur del país es claro, y la fuerza de Haddad/Lula ha sido en la región del noreste. Esos estados (Bahia, Maranhao, Ceará, Pernambuco, etc.) se caracterizan por ser dominados por clanes y caudillos populistas (coroneles) por décadas consecutivas (Magalhaes, Gomes, Sarney, Mello, Alves, etc.) como si siguieran viviendo 50 ó 70 años atrás, conocido por los estudiosos de la política brasileña como “Coronelismo”. Es en esos contextos políticos, de control oligárquico tradicional, que el PT ha podido mantener su poder, donde la economía y la política son mucho más atrasadas que en el resto del país.

Aún en esos estados, la victoria del PT fue principalmente en las zonas rurales. Bolsonaro ganó en las principales capitales y ciudades de esa región: Recife, Fortaleza, Natal, Maceió, Joao Pessoa, Caruaru, Campina Grande, Olinda, etc.

El conflicto político que se ha expresado en esas elecciones no es solo ideológico, sino que también se ha dado un choque entre las opciones políticas de los sectores modernos de la sociedad brasileña, con Bolsonaro, y los sectores ligados a remanentes del “Coronelismo” en el noreste de Brasil, con Haddad/Lula.

En la primera vuelta del 2014, el PT (Dilma Rousseff) superó al PSDB (Aécio Neves) por 8 millones de votos. Ahora, el PT (Haddad/Lula) está con una desventaja de 18 millones de votos respecto a Bolsonaro. Revertir esa cantidad de votos es una situación que el PT nunca ha tenido que enfrentar.

La otra situación que es nueva para el PT es que, nunca han tenido que enfrentar a un movimiento social como son los defensores de Bolsonaro, que operan sin recursos económicos vía redes sociales. Los métodos de marketing electoral que el PT ha utilizado siempre no están produciendo los resultados esperados. Mientras que las iniciativas de los partidarios de Bolsonaro los ha venido sorprendiendo con frecuencia.

Cambios en los congresistas

Los cambios en la correlación de fuerzas han sido significativos, tanto en diputados federales como en senadores.

  • En senadores, los grandes perdedores han sido el MDB (el partido de Temer), el PSDB (el partido de Fernando Henrique Cardoso), y el mismo PT. El gran ganador fue el Partido Social Liberal, PSL, de Bolsonaro, y en menor medida la Rede, de Marina Silva, que aumentó a pesar de su fracaso como candidata.

  • En diputados federales, los grandes perdedores son los mismos: MDB, PSDB y PT. Los ganadores son el PSL y el DEM (una alianza entre liberales y conservadores que ahora ha incluido al Movimento Brasil Livre, MBL, que lideró las marchas por el Impeachment de Dilma Rousseff). Mirando en el cuadro se puede apreciar que el nivel de dispersión de la cámara de diputados ha aumentado.

Se puede decir que, tanto para la representación congresal del PT, como para el MDB y el PSDB, estas elecciones han sido muy negativas; desastrosas en algunos casos. Hay que destacar que, en las dos cámaras, el PT ha perdido voceros importantes y el MDB ha perdido articuladores políticos que les va hacer mucha falta en el futuro.

En los gobiernos de los estados, el PT ha perdido Minas Gerais y no pudo recuperar Sao Paulo ni Río Grande do Sul, sus tradicionales baluartes, ni ha podido ganar en el electorado izquierdista de Río de Janeiro. Sólo han ganado cuatros estados del noreste (Bahia, Ceará, Piauí, y Rio Grande del Norte) que juntos representan el 1/7 de la población de Brasil y menos del 8% del PBI nacional. Sólo Minas Gerais, que acaban de perder, representa el 10% de la población y el 9% del PBI, y Sao Paulo, que no pudieron recuperar, representa el 22% de la población y 32% del PBI. Es decir, el PT se ha quedado con 4 de los 26 estados, localizados todos ellos en el noreste, con poca población y poca economía.

La lucha contra la corrupción

Los fiscales de Lava Jato están celebrando los resultados de esas elecciones. Sólo 240 de los 513 diputados federales lograron reelegirse, menos de la mitad, siendo que muchos de los que no se reeligieron se oponían a las investigaciones de Lava Jato. Los promotores de la lucha contra la corrupción tienen ahora la esperanza de que el nuevo Congreso apruebe el paquete de leyes que ellos han elaborado para reducir la corrupción en Brasil, y que fuera rechazo por el actual congreso.

Además, decenas de senadores, diputados y gobernadores corruptos del PT, MDB, PSDB, PP, DEM, etc. que no han sido elegidos y el 1º de enero del 2019 van perder su inmunidad (foro privilegiado). A partir de ahí, podrán ser enjuiciados en los procesos de Lava Jato y van caer en manos de Sergio Moro. Los analistas políticos comentan que las cortes de 1ª y 2ª instancias, responsables de los casos de Lava Jato, van estar muy atareadas en el 2019.

Conclusiones

Estas elecciones han resultado en una profunda renovación de la representación política en Brasil, marcando el ingreso por primera vez de las fuerzas conservadoras y liberales en las disputas nacionales, y con resultados muy positivos en el corto plazo.

El pasado de Bolsonaro tiene elementos preocupantes de autoritarismo e intolerancia social, pero aún después de haber sufrido un atentado casi mortal, su discurso político no ha sido de resentimiento social, ni de insultos, ni de amenazas a la institucionalidad democrática. Si esos elementos se activan y se transforman en políticas públicas podrían representar un deterioro de la democracia en Brasil. Pero hasta ahora, su radicalismo ha estado dirigido hacia la corrupción y la inseguridad ciudadana (165 asesinatos al día, 60 mil asesinatos al año) y ambas preocupaciones son compartidas por amplios sectores de la población.

Bolsonaro, anteriormente, ha hecho declaraciones de populismo económico, pero su futuro ministro de economía, Paulo Guedes, es liberal y las políticas que ha anunciado también son liberales. No hay que olvidar que, en el 2002, basados en el pasado conflictivo de Lula, muchos estaban asustados, la bolsa sufrió y el dólar se disparó. Sin embargo, Lula mantuvo el marco de política macro-económica de Fernando Henrique Cardoso. Lo recomendable es esperar un poco antes de calificar su potencial gobierno de populista o de fascista.

El PT, por su lado, se ha auto-criticado de su moderación anterior y ya declaró que su propósito actual no es volver al gobierno sino tomar el poder. Lula también ya ha declarado su rechazo a Lava Jato y a los jueces de 1ª y de 2ª instancia que lo condenaron, y ha amenazado con retaliación, caso el PT gane las elecciones. Su propuesta de generar bienestar económico a la población en el corto plazo, con un Estado casi fallido y una deuda pública del orden de 80% del PBI, tendría las consecuencias inflacionarias que ya son conocidas en la historia de América Latina.

Los petistas y varios analistas internacionales están expresando preocupación por las perspectivas de la democracia en Brasil, pero el 100% de los conservadores y muchos de los liberales brasileños, demócratas en su mayoría, está celebrando los resultados de la 1ª vuelta y su preocupación principal es por las consecuencias por un potencial regreso del PT y el direccionamiento de Brasil hacia una experiencia parecida a la de Venezuela.

En el Brasil, el sistema político no incluía a la derecha conservadora ni a la liberal. Esas fuerzas se expresaban por medio de mecanismos externos al sistema político, apoyando a gobiernos militares. Ahora, esas fuerzas se canalizan a través de la institucionalidad democrática del país, como partidos políticos. Ello incrementa la polarización política, pero no necesariamente debilita el sistema democrático. Las incertidumbres son grandes, pero si el marco institucional soporta la inclusión de esas dos corrientes ideológicas en el sistema político brasileño puede contribuir a una mayor estabilidad y equilibrio en el largo plazo.

El riesgo principal viene de la situación de crisis de las cuentas públicas y del sistema de pensiones, y del rechazo social a las medidas requeridas para recuperar el equilibrio fiscal. En una situación de polarización política, una crisis social de grandes proporciones puede tener consecuencias muy negativas para el país.

Por ahora, la renovación política es lo más importante, y las posibilidades que se abren superan las preocupaciones que generan. Lampadia




Gane quien gane, el Brasil ya cambió

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Estos son los últimos días de la campaña presidencial en Brasil. El domingo 7 se realizará la primera vuelta del proceso electoral. Son 13 los candidatos a la presidencia, pero, en estos momentos solo dos tienen posibilidades de pasar a la segunda vuelta: Jair Bolsonaro y Fernando Haddad. Los demás candidatos ya están fuera de carrera. Entre los fracasos se destacan: Geraldo Alckmin, candidato por el PSDB, el eterno rival del PT, que se estancó en 10% a pesar de ser el candidato con la alianza política más amplia de todas, Marina Silva (ex-ministra del ambiente del PT), quien comenzó en segundo lugar con 16% y ahora tiene sólo 4% y sigue cayendo, el populista Ciro Gomes (ex-ministro del PT) que soñaba ser el opositor a Bolsonaro, pero que ya cayó al tercer puesto, el millonario Henrique Meirelles, del MDB, el partido del presidente Michel Temer, con sólo 2% y Guilherme Boulos, de PSOL (división radical del PT) con 0%.

Como expliqué en un artículo anterior, la polarización entre Bolsonaro y Haddad/Lula frenó el crecimiento de los candidatos de centro y generó una dinámica en que los electores opuestos al PT optarían por Bolsonaro como su alternativa, y los opositores a Bolsonaro busquen a Haddad/Lula como su opción realista de victoria. Una parcela importante de los votos de Marina migró a Haddad y muchos de los potenciales electores de Alckmin se fueron a Bolsonaro y a Haddad, bloqueando su despegue y consolidando la polarización derecha-izquierda.

Esa polarización tiene dos bases: una política y otra ideológica. La polarización política es anti-PT, es decir, la agrupación de todos los aquellos que son contrarios al retorno del PT al Brasil. La polarización ideológica es anti-Bolsonaro, la unión de las corrientes ideológicas que son contrarias a sus valores conservadores.

Como se puede ver en el cuadro anterior, construido por el Movimento Brasil Livre, MBL, en base al promedio de las 10 principales encuestadoras del país (http://mbl.org.br/analise/), Bolsonaro ha venido subiendo en forma consistente, alcanzando un techo de 30% de intención de voto, y Hadad ha subido en forma rápida estabilizándose en 23%. Si las elecciones fueran hoy Bolsonaro obtendría cerca de 36% de los votos válidos y Haddad obtendría 28%.

Con esos resultados los dos candidatos irían a una segunda vuelta tres semanas después, el 28 de octubre. A pesar de la brevedad del tiempo, la segunda vuelta tiene una dinámica propia, y sus perspectivas se presentarán en forma más clara después de conocer los resultados de la primera vuelta. Sin embargo, una encuesta reciente de Datafolha (vista por muchos como pro-PT) puede dar una idea del tipo de panorama que puede presentarse.

El PT ha organizado su campaña electoral en base a tres ideas: “Lula libre”, con “Lula estábamos mejor”, y “Mujeres contra Bolsonaro”. Sus mítines no han sido multitudinarios, con excepción de las marchas de mujeres en contra de Bolsonaro que sí fueron multitudinarias. Las ideas centrales de Bolsonaro fueron: “No a la corrupción”, “defensa de la familia, honradez, etc.” y “Bolsonaro es el cambio que necesitamos”. Las manifestaciones a favor de Bolsonaro han sido espontaneas y también multitudinarias, aún más grandes que las del PT. En las marchas del PT se observa una gran carga ideológica (marxista y post-moderna), en las de Bolsonaro lo característico es la indignación hacia la corrupción. Ambos grupos se consideran defensores de la democracia, y acusan al otro lado de ser pro-dictaduras.

El PT (Lula) dispone de una gigantesca maquinaria partidaria y mediática. Son más de un millón de militantes formados y financiados en dos décadas de control del estado (primero local, y después nacional) y de adoctrinamiento de universidades y medios de comunicación. El PT dispone de los equipos de marketing electoral más sofisticados de América Latina, y los medios internacionales liberales (The Economist, New York Times, BBC, etc.) se han posicionado en contra de Bolsonaro asociándolo a Trump, apoyando implícitamente el retorno de Lula, vía Haddad.

El movimiento de Bolsonaro, no tiene una organización partidaria significativa, su núcleo intelectual es reducido y su presencia mediática es casi nula. El punto fuerte de los partidarios de Bolsonaro es que son una especie de movimiento social masivo y espontaneo, con amplio espectro ideológico: conservadores, liberales e indignados en general. Socialmente, Bolsonaro se apoya en los sectores más educados de la clase media, en los pequeños emprendedores y en los grupos religiosos. Lula se apoya en los beneficiarios del programa Bolsa Familia, en los millones de empleados públicos y en los sectores ideologizados de la clase media.

Lula continúa argumentando su inocencia, se declara un perseguido político y ha advertido que, si él gana, habrá represalias contra la operación Lava Jato, el juez Sergio Moro y todos los jueces que lo condenaron. José Dirceu, estratega del PT, ya avisó que ahora la lucha no es por ganar unas elecciones sino por tomar el poder.

Bolsonaro apoya a la operación Lava Jato, y promete combatir a la corrupción y a la delincuencia y a defender la familia y los ciudadanos de bien. A pesar de su origen militar, y de contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas, Bolsonaro promete respetar la institucionalidad democrática, aunque su pasado genera dudas sobre sus promeses democráticas.

Este tipo de polarización política (derecha x izquierda) es una novedad en la política brasileña, pues el predominio de la izquierda ya tiene muchas décadas, y tanto los liberales como los conservadores no han contado con apoyo social masivo desde los años 30 del siglo pasado, y esto ha cambiado en los últimos 5 años. Sin dudas, este proceso electoral está rediseñando el panorama político brasileño.

Como hice notar antes, es imposible predecir quien va vencer, con la información disponible. Lo que sí es posible predecir es que, con la victoria de Lula, se acaba la lucha contra la corrupción, y que, si Bolsonaro gana, él va enfrentar una fuerte oposición desde el primer día de gobierno. Lampadia




La democracia brasileña en riesgo

La democracia brasileña en riesgo

Parece que la ola populista sigue avanzando, Jair Bolsonaro, el principal candidato presidencial en Brasil, es conocido como el “Donald Trump de Brasil” algo que, lejos de incomodarle, se jacta diciendo que “Trump es un ejemplo para mí”. Jair Bolsonaro es un candidato de extrema derecha que pone en riesgo la democracia en Brasil.

Bolsonaro es un exmilitar de extrema derecha con un discurso machista y antisistema, que promete mano dura contra la inseguridad. Bolsonaro, a quien llaman “el Mito”, hoy por hoy es uno de los políticos más populares en Brasil. Con más de cuatro millones de seguidores en Facebook, a menudo es abordado por sus fans para hacerse “selfies”. Sus opiniones y medidas se confunden con las de su principal asesor económico, Paulo Guedes, educado en la Universidad de Chicago, un bastión de ideas de libre mercado, que favorece la privatización de todas las empresas estatales de Brasil y la simplificación “brutal” de los impuestos.

Pero también se le conoce por sus opiniones “polémicas”. Como cuando afirmó que “la única razón por la que no violó” a una congresista fue “porque ella no se lo merecía” o cuando declaró que la homosexualidad se debe a “no haber recibido suficientes palizas”. Ya antes habíamos anunciado en Lampadia su peligroso ascenso en las encuestas: ¿Del populismo de izquierda al populismo de derecha?.

Ahora, recuperándose en un hospital, después de un atentado contra su vida, el “Trump brasileño” subió cuatro puntos porcentuales en las encuestas. Que un candidato como Bolsonaro haya logrado ascender hasta el primer lugar en las encuestas se explica por el daño que ha causado la recesión provocada por las políticas económicas del PT, que ha fragmentado a un país que podría terminar apoyándolo, especialmente después del ataque que recibió con un cuchillo en una manifestación de campaña.

Y es que el PT, dirigido por Lula, el principal símbolo del populismo latinoamericano moderno, montó un mecanismo muy efectivo de expansión política regional corrupta que ha dejado a Brasil con dos décadas perdidas. Ahora, los países latinoamericanos tardarán muchos años para resolver los problemas generados y pagar los costos en destrucción política, económica e institucional provocada por el PT y Lula en toda la región. Lula, pues ha sido uno de los elementos más perniciosos de la política regional. Gobernó el país durante cuatro períodos, dos directamente y otros dos a través de Dilma Rousseff (quién no pudo terminar el último mandato), y lo llevó hacia el proteccionismo y el asistencialismo, cooptando a sus opositores y promoviendo altísimos niveles de corrupción gubernamental. Ver en Lampadia: La peor Red de corrupción latinoamericana.

Como explicamos anteriormente, uno de los factores de la interrupción nuestro desarrollo es producto de los escandalosos niveles de corrupción diseñados y ejecutados por el ‘putch’ imperialista de la izquierda brasileña, comandada por el ‘gran Lula da Silva’ y sus socios del chavismo y del castrismo. Ver en Lampadia: Brasil corrompe política y negocios – Y nosotros disparamos fuera del objetivo.

Bolsonaro representa una nueva marca de populismo en América Latina, una que regresa a sus orígenes populistas en todo el mundo. El ascenso de Bolsonaro debe servir como un recordatorio de que estamos experimentando una crisis de democracia en todo el mundo, una que no se limita al triunfo o al surgimiento de la extrema derecha en Europa.

Brasil, con sus 200 millones de habitantes, a diferencia del Perú, tiene una cierta capacidad de jugar a políticas internas para manejar, o más bien, pretender manejar, su desarrollo. Así lo hizo Lula, que desestabilizó la Iniciativa de las Américas, de mediados de los años 90, optando por una economía cerrada; igual que con la creación del Foro de Sao Paulo, junto con Fidel Castro, optando por un socialismo decimonónico.

Líneas abajo, compartimos un último artículo de The Economist sobre las elecciones brasileñas que, al igual del resto de sus reportes sobre Latinoamérica, está teñido de una visión un poco ‘caviar’; pero que, de todas maneras, nos permite analizar la política brasileña y sus impactos en la región. Lampadia

Ver artículo líneas abajo:

Elecciones presidenciales en Brasil
Jair Bolsonaro, la amenaza más reciente de América Latina

Sería un presidente desastroso

20 de setiembre, 2018
The Economist
Traducido y glosado por Lampadia

“Dios es brasilero”, es un dicho popular que se convirtió en el título de una conocida película. La belleza, la riqueza natural y la música de Brasil a menudo hacen que parezca un país especialmente bendecido. Pero, en estos días, los brasileros deben preguntarse si, al igual que en la película, la deidad se ha ido de vacaciones. Su economía es un desastre, las finanzas públicas están bajo presión y la política está completamente podrida. El crimen callejero también está aumentando. En el ránking de las 20 ciudades más violentas del mundo, siete de ellas son brasileras.

Las elecciones nacionales del próximo mes le dan a Brasil la oportunidad de comenzar de nuevo. Sin embargo, si es que (parece demasiado posible) la victoria es para Jair Bolsonaro, un populista de derecha, corren el riesgo a empeorar las cosas. Bolsonaro, cuyo segundo nombre es Messias, o “Mesías”, promete la salvación; la realidad es que él es una amenaza para Brasil y América Latina.

Bolsonaro es el último de una larga lista de populistas, desde Donald Trump en Estados Unidos, hasta Rodrigo Duterte en Filipinas y una coalición de izquierda-derecha que presenta a Matteo Salvini en Italia. En América Latina, Andrés Manuel López Obrador, un agitador de izquierda, asumirá su cargo en México en diciembre. Bolsonaro sería una adición particularmente desagradable al club. Si ganase, podría poner en riesgo la propia supervivencia de la democracia en el país más grande de América Latina.

Amargura brasileña

Una economía fallida es una y, en Brasil, el fracaso ha sido catastrófico.

  • En la peor recesión de su historia, el PBI per cápita se redujo en un 10% en el período de 2014-16 y aún no se ha recuperado.
  • La tasa de desempleo es de 12%.
  • El olor a conveniencias de élite y corrupción es otro agravio y en Brasil es un gran problema.
  • Las investigaciones conocidas como Lava Jato han desacreditado a toda la clase política.
  • Decenas de políticos están bajo investigación.
  • Michel Temer, que se convirtió en el presidente de Brasil en 2016 después de que su predecesora, Dilma Rousseff, fuera acusada por cargos no relacionados, ha evitado el juicio de la corte suprema solo porque el Congreso votó por perdonarlo. Luiz Inácio Lula da Silva, otro ex presidente, fue encarcelado por corrupción y descalificado para participar en las elecciones.
  • Los brasileños les dicen a los encuestadores que las palabras que mejor resumen a su país son “corrupción”, “vergüenza” y “decepción”.

Bolsonaro ha utilizado su furia de una manera brillante. Hasta antes de los escándalos de Lava Jato, era un congresista de siete períodos del estado de Río de Janeiro. Tiene una larga historia de ser groseramente ofensivo. Dijo que no violaría a una congresista porque era “muy fea”; dijo que preferiría un hijo muerto a uno gay; y sugirió que las personas que viven en asentamientos fundados por esclavos fugados son gordos y perezosos. De alguna manera, esa disposición a romper tabúes se está tomando como evidencia de que él es diferente de los hacks políticos tradicionales en la ciudad capital, Brasilia.

Para los brasileños, desesperados por deshacerse de los políticos corruptos y traficantes de drogas asesinos, Bolsonaro se presenta como un sheriff sensato. Cristiano evangélico, mezcla el conservadurismo social con el liberalismo económico, al cual se ha convertido recientemente. Su principal asesor económico es Paulo Guedes, educado en la Universidad de Chicago, un bastión de ideas de libre mercado. Favorece la privatización de todas las empresas estatales de Brasil y la simplificación “brutal” de los impuestos. Bolsonaro propone recortar el número de ministerios de 29 a 15 y poner a generales a cargo de algunos de ellos.

Su fórmula le está ganando votos de apoyo. Las encuestas le dan el 28% [a la fecha, obtiene 30% según Ipobe y 17 según Folha, y definitivamente ganaría en la segunda vuelta] de los votos y es el claro favorito en la primera ronda de las elecciones del 7 de octubre. Este mes fue apuñalado en el estómago en una manifestación, lo que lo llevó al hospital. Eso solo lo hizo más popular y lo protegió de un examen más minucioso por parte de los medios y sus oponentes. Si se enfrenta a Fernando Haddad, el candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Lula en la segunda vuelta a fin de mes, muchos votantes de la clase media y alta, que culpan a Lula y al PT por los problemas de Brasil, podrían terminar votando por él.

La tentación de Pinochet

Los votantes no deben ser engañados. Además de su visión social antiliberal, Bolsonaro tiene una preocupante admiración por la dictadura. Dedicó su voto a acusar a Rousseff, la comandante de una unidad responsable de 500 casos de tortura y 40 asesinatos bajo el régimen militar, que gobernó Brasil de 1964 a 1985. El compañero de lista de Bolsonaro es Hamilton Mourão, un general retirado que, el año pasado, mientras vestía uniforme, pensó que el ejército podría intervenir para resolver los problemas de Brasil. La respuesta de Bolsonaro al crimen es, en efecto, matar a más delincuentes, aunque, en 2016, la policía mató a más de 4,000 personas.

América Latina ha experimentado antes con la mezcla de políticas autoritarias y economía liberal. Augusto Pinochet, un brutal gobernante de Chile entre 1973 y 1990, fue asesorado por los “Chicago Boys” del libre mercado. Ayudaron a sentar las bases para la relativa prosperidad de hoy en Chile, pero a un terrible costo humano y social. Los brasileños tienen un fatalismo sobre la corrupción, resumido en la frase “rouba, mas faz” (“roba, pero actúa”). No deberían enamorarse de Bolsonaro, cuya máxima podría ser “torturaron, pero actuaron”. América Latina ha conocido todo tipo de hombres fuertes, la mayoría de ellos terribles. Para pruebas recientes, solo observemos los desastres de Venezuela y Nicaragua.

Bolsonaro podría no ser capaz de convertir su populismo en una dictadura de estilo Pinochet, incluso si quisiera. Pero la democracia de Brasil todavía es joven. Incluso un coqueteo con el autoritarismo es preocupante. Todos los presidentes brasileños necesitan una coalición en el Congreso para aprobar legislación. Bolsonaro tiene pocos amigos políticos. Para gobernar, podría verse obligado a degradar aún más la política, lo que podría allanar el camino para alguien aún peor.

En lugar de caer en las vanas promesas de un político peligroso con la esperanza de que pueda resolver todos sus problemas, los brasileños deberían darse cuenta de que la tarea de sanar su democracia y reformar su economía no será ni fácil ni rápida. Se han logrado algunos avances, como la prohibición de donaciones corporativas a fiestas y la congelación del gasto federal. Se necesitan muchas más reformas. Bolsonaro no es el hombre para lograrlo. Lampadia




El Atentado a Bolsonaro y sus Implicaciones Electorales

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

El atentado y sus impactos

El 6 de septiembre, el ex-capitán del ejército y diputado federal Jair Bolsonaro, candidato a la presidencia de la república por el Partido Social Liberal, fue víctima de un atentado mientras realizaba una manifestación en la ciudad de Juiz de Fora, Minas Gerais. Bolsonaro se encuentra en cuidados intensivos y aún después de dos cirugías, su situación es grave y su fallecimiento no está descartado.

El autor del ataque fue Adélio de Oliveira, es un ex-militante del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), pero sin militancia política actual conocida[i]. Hasta estos momentos no se sabe si el acto fue una iniciativa personal o si hubo una organización por detrás de su accionar. Pero, sea una acción de un individuo mentalmente alterado o de una organización que lo manipuló, el objetivo político del atentado es indiscutible[ii].

En Brasil, los asesinatos políticos no son raros. Sólo en los últimos dos años, 36 regidores municipales han sido asesinados. La muerte de la regidora carioca del PSOL, Marielle Franco, ocurrido este año, ha sido el más renombrado, pero fue sólo uno más de esa larga lista de violencia política que es tradicional en Brasil. Sin embargo, esa violencia era y es típica de la “política local”. Los asesinatos de políticos y candidatos federales son muy raros en la historia política de Brasil.

El antecedente más próximo al atentado a Bolsonaro, ha sido un intento de asesinato del periodista conservador y candidato a diputado federal, Carlos Lacerda, ocurrido hace 64 años, el 5 de agosto de 1954. Lacerda, un periodista carismático, era uno de los principales críticos del cuarto gobierno de Getúlio Vargas, y un líder político reconocido a escala nacional.[iii]

En aquel entonces, Lacerda salió herido en el pie, pero el mayor Rubens Florentino Vaz, que lo acompañaba murió en el acto. Las investigaciones encontraron evidencias de que el hijo del presidente, Lutero Vargas, y jefe de la guardia personal de Getúlio, Gregorio Fortunato, estaban involucrados. El intento de asesinato disparó una crisis política que culminó con el suicidio de Getúlio Vargas, 19 días después. El atentado a Lacerda y el suicido de Getúlio cerraron los 34 años de la Era Vargas.

El actual intento de asesinato de Jair Bolsonaro, ha alterado el ambiente de la campaña electoral, introduciendo elementos emocionales y éticos en un momento crítico. Un candidato visto como un conservador radical, cuyas ideas generan preocupación en más de un sector político, de repente, es visto por la población como un ser humano que lucha por su vida después de un ataque criminal. Con 60 mil asesinatos por año, visibles en los noticieros, la experiencia de ser víctima de algún atentado criminal no es ajena ni distante para la población brasileña.

En los días siguientes, el atentado a Bolsonaro se volvió el tema central de las conversaciones políticas y de los comentarios de las redes sociales. Su estado de salud se volvió noticia, y el espacio ganado en la atención del ciudadano común ha sido significativo. Un porcentaje mayoritario de los electores podría no estar de acuerdo con las ideas de Bolsonaro, pero sí está en contra del intento de asesinato. Al ser la víctima, Bolsonaro ha ganado notoriedad y tiempo gratis en los noticieros más importantes de todo el país. Además, su tiempo de TV no es percibido como campaña electoral, lo que lo hace más significativo para el ciudadano no politizado.

El intento de asesinato a un candidato que estaba haciendo campaña, defendiendo sus ideas en forma pacífica, ha generado un sentimiento de rechazo al hecho, de simpatía hacia la víctima y de interés por sus ideas. La izquierda ha buscado contrarrestar ese sentimiento argumentando que el atentado a Bolsonaro es resultado de sus propuestas radicales. Aún que ese argumento hace sentido para los militantes de izquierda, el significado para la población (el mensaje implícito detrás del mensaje explícito, el meta-mensaje) es una actitud de indiferencia y crueldad hacia una persona que ha sido agredida y que está luchando contra la muerte. Esto le da a Bolsonaro una ventaja emocional sobre sus rivales de izquierda. Bolsonaro, a diferencia de la izquierda y la mayoría de los otros candidatos, no está vinculado a ningún caso de corrupción, lo que le da una ventaja moral ante la izquierda. La pérdida de esas dos ventajas (emocional y moral) de parte de la izquierda puede afectar significativamente las dinámicas de este proceso electoral[iv]. No está demás recordar que la izquierda, tradicionalmente ha buscado ganar y consolidar esas dos ventajas en sus estrategias electorales, y que sin ellas sus discursos políticos pierden fuerza.  

La reacción del electorado

Una encuesta nacional, realizada por IBOPE poco después del atentado, da elementos sobre como el electorado está reaccionando. El IBOPE es una de las encuestadoras más respetables del país y los resultados, aún que iniciales, son claros. Bolsonaro, quien venía subiendo ligeramente, dio un salto de 4 puntos porcentuales en solo una semana y de 6 puntos en 20 días.

Faltando solo tres semanas para las elecciones, las tendencias se muestran muy favorables al candidato conservador. No solamente sus intenciones de voto han aumentado sino el porcentaje de sus electores que no dejarían de votar por él, por ningún motivo, ha pasado de 41% a 54%, un aumento de 13 puntos, evidenciando una reacción de mayor firmeza política de parte de su electorado.

El otro elemento importante de esos últimos días es la oficialización de Fernando Haddad, como el candidato del Partido de los Trabajadores, PT, en sustitución de Lula da Silva. Lula ha hecho inscribir su candidatura aún en contra de la legislación brasileña, presionando políticamente al poder judicial. Sin embargo, sus 17 habeas corpus y sus inúmeras maniobras políticas no lograron anular sus sentencias en 1ª, 2ª y 3ª instancias, y el PT ha tenido que cambiar de candidato la semana pasada.

Con la oficialización de Haddad como el representante de Lula, su intención de voto pasó de 4% a 6% y a 8%. El crecimiento de Haddad era previsto, pues corresponde a la transferencia de los votos de Lula. Pero, mover solo cuatro puntos es una variación menor de lo esperado. Sin embargo, en un contexto en que sus rivales populistas (Ciro Gomes y Marina Silva) y el candidato del PSDB (Geraldo Alckmin) están estancados, ese crecimiento puede mantenerse en las próximas semanas. Si ello ocurre, la disputa de la segunda vuelta será entre Bolsonaro y Haddad/Lula.

Aún es muy temprano para analizar las posibles segundas vueltas, pero las encuestas pueden dar una idea de cómo los electores están reaccionando hoy y como podrían reaccionar en aquél entonces. Lo destacable de los escenarios mostrados por el IBOPE es que Bolsonaro mejora notablemente sus posibilidades en la segunda vuelta. Antes del atentado, Bolsonaro perdía para casi todos y solo empataba con Haddad. Ahora, Bolsonaro gana a casi todos y solo empata con Marina Silva. Sin embargo, Marina ha venido cayendo desde antes del atentado y sus probabilidades de llegar a una segunda vuelta son cada día menores.

Conclusiones

Lula ganó las elecciones del 2002 evitando el radicalismo de sus campañas anteriores (Lula, paz y amor). Sin embargo, ahora Lula y el PT se han radicalizado y él ya advirtió que, de ganar las elecciones, una de sus acciones será vengarse de quienes lo traicionaron, enjuiciaron, condenaron y enviaron a la prisión. El PT es ahora un factor de polarización política e de inestabilidad institucional. Además, los petistas tienen una evaluación (errónea) es que ellos perdieron el poder por ser programáticamente moderados y por buscar una alianza con los grandes empresarios en vez de seguir el camino de Chávez y Maduro[v]. Su postura actual es de llevar a cabo una revancha si regresan al Palacio del Planalto. De esto están avisadas todas las otras fuerzas políticas y las instituciones del país. Fuera de los petistas, y algunos grupos de extrema izquierda, nadie quiere el regreso de la Era PT.

A Jair Bolsonaro le conviene la polarización con el PT pues le permite canalizar los temores que el regreso de la “Era PT” genera en amplios segmentos políticos y sociales. Al PT también le conviene la polarización con Bolsonaro pues le permite reactivar su desgastado discurso político y captar los temores al conservadorismo. De consolidar la polarización PT-Bolsonaro, ello neutralizaría a las fuerzas moderadas que tradicionalmente han canalizado a la mayoría de los votos a nivel nacional, y el PT encontraría, en dicha polarización, una forma de recuperar parte de la importancia que tuvieron un día en la política de Brasil.

Sin embargo, Haddad puede chocar con barreras para seguir creciendo, quedando en un tercer o cuarto puesto, permitiendo así que Ciro Gomes, Marina Silva o Geraldo Alckmin se constituya en la alternativa a Jair Bolsonaro. Si ocurriera algo así, el PT perdería vigencia, y la política brasileña estaría marcada por esa nueva polarización. En ese contexto, y con Lula en prisión, el PT tendría gran dificultad para prevenir un proceso sostenido de decadencia política.

Un atentado a un candidato siempre altera la agenda y el tono de la campaña. El componente racional de la campaña se debilita y el emocional se fortalece, facilitando el uso de ataques y de etiquetas personales como recurso de lucha política. En este caso, el impacto principal es de mayor polarización, cerrando los espacios para los candidatos del centro político, tanto populistas como liberales, y haciendo más difícil su crecimiento relativo. La reciente encuesta de IBOPE da indicios de que esto es lo que ya está sucediendo. Las simpatías y rechazos al atentado opacan los posibles argumentos racionales justo en la fase final de la disputa, en que lo emocional tiende a fortalecerse. En una campaña polarizada, la primera vuelta termina parecida a una segunda vuelta, forzando a todos a alinearse a dos opciones polares.

Es difícil apostar por un resultado específico para estas elecciones. Las tendencias son favorables a Bolsonaro, pero Lula tiene una base electoral sólida, una militancia numerosa, mucha astucia política y muchos recursos económicos e institucionales. Las próximas encuestas permitirán ver hacia donde está marchando las preferencias de la población. Veremos si la victimización de Bolsonaro es pasajera o no, y si el representante de Lula ha podido sostener su crecimiento respecto a sus actuales pares. Mientras tanto, los analistas exploran las posibilidades en juego y la bolsa de valores (BOVESPA) sube o baja ante cada indicio en una u otra dirección.

 

[i] El Partido Socialismo y Libertad, PSOL, se formó el 2004 como una disidencia radical del Partido de los Trabajadores, PT. El PSOL, es un partido que es conocido por protagonizar la invasión de tierras y edificios, y que se define a si mismo como honesto y se posiciona a la izquierda del PT. Actualmente, la intención de voto del candidato del PSOL, Guilherme Boulos, fluctúa entre 0% y 1%, según IBOPE, y la frustración de sus militantes es notable.

[ii] Lo más probable es que el PSOL no tenga responsabilidad alguna en el acto de su ex-militante. Sin embargo, esto lo sabremos solo de acá a unas semanas.

[iii] Getúlio Vargas gobernó el Brasil cuatro veces: (1) en 1930 llegó al gobierno por medio de una rebelión militar, (2) se eligió presidente de 1934 a 1937, (3) se hizo dictador de 1937 a 1945, y (4) se eligió presidente de nuevo en 1951.

[iv] Los comentarios que siguen se basan en el supuesto de que el candidato Jair Bolsonaro sobreviva al atentado del cual fue víctima. Caso él fallezca, las implicaciones de su muerte modificarían significativamente los escenarios posibles.

[v] En realidad, el PT perdió el poder por la polarización que generó su intento de destruir la alternancia democrática y por usar la corrupción como la principal fuente de financiamiento de su proyecto político. No fueron los grandes empresarios quienes conspiraron para tumbarse al PT. Ellos se sentían felices con los recursos subsidiados del BNDES. Fueron las investigaciones de Lava Jato que pusieron en evidencia la corrupción generalizada del PT, y fue la ruptura con su aliado histórico el PMDB, de Michel Temer, que fracturó su coalición política y creó las condiciones para el Impeachment de Dilma Rousseff.




Brasil en una Encrucijada

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

El 7 de octubre próximo se realizarán las elecciones presidenciales en Brasil, en poco más de 40 días el país escogerá el próximo presidente para el período 2019-22. Si nadie logra más de 50% en la primera vuelta, el 28 de octubre, tres semanas después, se realizará la segunda vuelta con los dos más votados. Este será un proceso electoral muy breve para tomar una decisión con grandes implicancias para el futuro.

Con una economía semi paralizada y una situación fiscal insostenible, Brasil va necesitar de reformas políticas y económicas difíciles pero indispensables para viabilizar una nueva fase de crecimiento económico. La población respalda a Lava Jato y está clara sobre la necesidad de luchar contra la corrupción, pero tiene poca claridad sobre las condiciones necesarias para que sus aspiraciones comiencen a volverse una realidad. En esas condiciones, la población es una presa fácil para los discursos populistas, y los populistas abundan en Brasil.

Son 13 los candidatos a la presidencia, pero solo 5 tienen alguna posibilidad de llegar a la segunda vuelta, hasta ahora.

En la última encuesta de Data Folha (agosto)[i] el ex-presidente Lula da Silva lidera las intenciones de votos con 39%, seguido del diputado ultra-conservador Jair Bolsonaro con 19%. Sin embargo, Lula está condenado en segunda instancia y ratificado en tercera instancia, y según la ley, él no puede postular a ningún cargo público.

La única opción para que Lula pueda participar en las elecciones es que el Supremo Tribunal Federal (STF) anule su condena, o emita una resolución haciendo una excepción legal con nombre propio para viabilizar su candidatura. Considerando el gran poder económico y político de Lula, la probabilidad de que el STF, a estas alturas, tome tal decisión no es nula. Pero considerando también que tal decisión provocaría una crisis en el poder judicial del país (romper la ley para que un condenado en segunda instancia sea candidato) dicha probabilidad es muy baja.

Por lo tanto, el segundo escenario es el más probable. En ese escenario es el ex-alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, quien será el candidato del PT a la presidencia.

Si se explora el escenario en que Lula no está presente, Bolsonaro salta a 22%, seguido por la ambientalista y populista Marina Silva con 16%, el populista tradicional Ciro Gomes con 10%, el socialdemócrata Geraldo Alckimin, ligado a Fernando Henrique Cardoso, con 9%, y el representante de Lula, Fernando Haddad, con 4%.

En ese segundo caso, sin la participación de Lula, habría que ver cuánto del electorado del PT efectivamente votaría por Haddad. Data Folha dice que el 31% de los encuestados se inclinarían a votar por un candidato indicado por Lula y un adicional de 8% podría hacerlo. Ello significa que Fernando Haddad tiene un gran potencial de crecimiento. Sin embargo, los otros candidatos populistas, Marina Silva y Ciro Gomes, ya están posicionados y van disputar férreamente el voto de los electores de Lula. Las encuestas del escenario 2 evidencian cómo ellos crecen más que Haddad con la ausencia de Lula. Además, el tiempo de campaña es muy breve y el electorado brasileño dedica por espacio mental a los temas electorales.

Afectado por su condena a 12 años y por su encarcelamiento, Lula orientó su partido a mantenerlo como su candidato hasta el final. El 15 de agosto, el PT ha inscrito a Lula como candidato a la presidencia y a Haddad como su vice-presidente. Con esta estrategia maximalista, el PT ha debilitado la imagen del candidato sustituto de Lula. Sin proponérselo, el PT ha estado enviando el mensaje de que Lula es insustituible y que nadie más en su partido tiene la estatura para ser un buen candidato presidencial. Durante todo este tiempo, los otros candidatos populistas (Marina y Ciro) han podido presentarse como dignos sustitutos de Lula y han fortalecido sus posiciones.

La persistencia de Lula en ser el candidato del PT ha contribuido a la polarización política favoreciendo al candidato ultra conservador, Jair Bolsonaro, opuesto a Lula. No es gratuito que, faltando seis semanas para la elección, Bolsonaro tenga 22% de intención de voto y Haddad, el candidato sustituto de Lula, tenga solo 4%. El PT va tener que hacer una campaña excepcional de demolición de las imágenes de Bolsonaro, Marina Silva y Ciro Gomes para poder llegar a la segunda vuelta. El PT sabe destruir las reputaciones de sus críticos y rivales. Esta es, en realidad, una de sus mayores habilidades, pero no es fácil destruir a varios candidatos en pocas semanas sin que el suyo no resulte afectado en ese combate. Además, según la encuesta de Data Folha, en una segunda vuelta, Bolsonaro derrotaría a Haddad. Entonces, si Haddad llega a la segunda vuelta, la victoria del PT no estará asegurada.

En el caso de que el PT no llegue a la segunda vuelta, y la disputa sea entre Bolsonaro y Marina Silva o entre Bolsonaro y Ciro Gomes, el PT tendrá la opción de apoyar al rival de Bolsonaro, llevando a que un populista, no muy distinto del PT, gane el gobierno federal. Ello permitiría al PT arribar a acuerdos políticos con esos candidatos y tener buenos aliados en Brasilia, mientras busca reconstituir sus fuerzas.

Hay un candidato liberal, Joao Amoêdo, que merece una atención especial. Amoêdo es un empresario que ha creado un partido político llamado “Novo”, es decir, nuevo. Amoêdo es contrario al financiamiento público de los partidos políticos, ha rechazado dicho financiamiento público para su campaña en la TV y ha apostado en hacer campaña electoral solo con donaciones privadas, operando en las calles y en las redes sociales. Un casi desconocido, Amoêdo ha comenzado a crecer en las últimas tres semanas y ya tiene 2% de intención de voto. Amoêdo apoya a Lava Jato, a la economía de libre mercado, y tiene el plan de gobierno y el discurso electoral más coherente con los desafíos del país. Sin embargo, es poco probable que en cuatro semanas logre crecer lo suficiente para llegar a una segunda vuelta. Lo atractivo de Amoêdo para los sectores más educados de la clase media, es que él se presenta como una nueva forma de hacer política en Brasil, y la gente está harta con la forma corrupta de hacer política en Brasil.

Gane quien gane las elecciones, van a presentarse dos opciones: O se hacen las reformas fiscales y legales, o el Brasil sigue en el estancamiento o va hacia una segunda crisis económica en el corto plazo.

  • Si gana un conservador (Bolsonaro) o un liberal (Amoêdo) las probabilidades de reforma son mayores, pero la oposición estará asegurada.
  • Si gana Haddad, es decir Lula, el escenario más probable es una crisis institucional, económica y política en el corto plazo, con la destrucción de Lava Jato y el desencadenamiento de un conflicto político abierto.
  • Si gana otro populista (Marina o Ciro), su dilema va ser difícil pues, para salir del estancamiento y evitar la crisis, va tener que hacer una serie de reformas que son opuestas a su discurso electoral, y si no hace las reformas las perspectivas no serán positivas para nadie.

El dilema de los populistas puede representarse en una frase conocida en Brasil:

  • Si corres el bicho te alcanza, si te quedas quieto, el bicho te come
    (Se correr o bicho pega, se ficar o bicho come).

En cualquiera de los casos, el ambiente social, político y de negocios en Brasil no será tranquilo ni agradable en los próximos años. Sin embargo, desde el 2013 el país ha ingresado a un período de profundos cambios políticos: se desencadenó la mayor operación anti-corrupción (Lava Jato) y las mayores movilizaciones de la historia brasileña, surgieron nuevos movimientos políticos, y se cerró la Era PT. Es muy probable que ese proceso continúe y que se desarrollen corrientes de pensamiento liberales y conservadoras que en el futuro puedan constituirse en alternativas de gobierno al populismo que ha dominado la política brasileña por muchas décadas. Lampadia 

 

[i] Data Folha es vista por muchos analistas como una encuestadora amiga del PT, pues sus resultados son casi siempre más favorables al PT que los resultados de las demás encuestadoras.




¿Del populismo de izquierda al populismo de derecha?

Es difícil que una nación grande y dominante, no desarrolle una vocación imperial. Algo que lamentablemente, parece darse con Brasil, nuestro gran vecino oriental. Pasó con la dictadura militar brasileña derechista del siglo pasado, y más recientemente, con más fuerza, con la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y Dilma, que recurrió a la más ominosa corrupción, para socavar la vida económica y política de sus vecinos, y favorecer a sus socios locales.

Ahora, parece empoderado para jugar un rol importante en la política brasileña, un extremista de derecha, que añora la dictadura militar brasileña, Jair Bolsonaro, que se perfila para pasar a la eventual segunda vuelta electoral, en la próximas elecciones generales.

Brasil, con sus 200 millones de habitantes, a diferencia del Perú, tiene una cierta capacidad de jugar a políticas internas para manejar, o más bien, pretender manejar, su desarrollo. Así lo hizo Lula, que desestabilizó la Iniciativa de las Américas, de mediados de los años 90, optando por una economía cerrada; igual que con la creación del Foro de Sao Paulo, junto con Fidel Castro, optando por un socialismo decimonónico.

Líneas abajo, compartimos un último artículo de The Economist sobre las elecciones brasileñas, que al igual del resto de sus reportes sobre Latinoamérica, está teñido de una visión socialista que The Economist no luce cuando reporta sobre Europa, EEUU o China; pero que de todas maneras, ante la ausencia de interés de los medios locales, sobre la política brasileña, nos permite, con pensamiento crítico, ponernos al día.

No podemos ignorar la política brasileña y sus impactos en la región. Tampoco podemos dejar que pasen los impactos de sus afrentas, como si nada. Hasta ahora, el gobierno peruano, no ha exigido disculpas al Brasil, por los daños que nos perpetraron Lula y sus socios empresariales corruptos.

Que sepa el siguiente gobernante de Brasil, que tienen una gran deuda con el Perú. Lampadia    

Brasília, temenos un problema
El peligro que trae Jair Bolsonaro

Segundo en las encuestas, el candidato presidencial populista es una amenaza a la democracia

The Economist
11 de agosto, 2018
Traducido y Glosado por Lampadia

A dos meses de la primera vuelta de las elecciones en Brasil, nadie tiene idea de lo que sucederá. El que lidera las encuestas es Luiz Inácio Lula da Silva, el ex presidente de izquierda, que está en la cárcel; quién seguramente será impedido de postular oficialmente, por la corte judicial. El resto de la competencia presidencial está fragmentado: ningún candidato marca más del 20%. Si ninguno obtiene la mayoría, la votación pasará a una segunda ronda el 28 de octubre. Por el momento, cualquiera de cuatro o cinco podría ganarlo.

La posible descalificación de Lula es solo una de las muchas razones por las cuales esta elección es especialmente preocupante. Sus partidarios están convencidos de que ha sido injustamente acusado, que los cargos de corrupción en su contra están falsificados y que su sentencia de 12 años es excesiva. Su eliminación de la carrera socavará su confianza en ella. Pero bajo una ley que el mismo Lula firmó cuando era presidente, los convictos no pueden postularse para un cargo. Y. los tribunales deberían cumplirlo así.

Su salida aumentaría un segundo peligro: que Jair Bolsonaro (en la foto), un tira-fuego del ala derecha, que está segundo en las encuestas, se convertiría en el favorito. Un ex capitán del ejército que se ha metido en las primeras filas de los candidatos a través de una combinación de provocaciones escandalosas y el manejo de las redes sociales. Incluso si no gana, el hecho de que haya llegado tan lejos muestra que el centro de la política se está desmoronando. Rechazar a Bolsonaro por completo sería la mejor manera de apuntalarlo.

Hasta hace poco, era un oscuro congresista cuyo mayor talento era ofender.

  • En 2011, dijo que preferiría un hijo muerto a uno gay.
  • En 2014, dijo de una congresista que no la violaría porque era “muy fea”.
  • El año pasado, un tribunal lo multó por insultar a las personas que viven en quilombos, los asentamientos humanos fundados por esclavos fugitivos.

Bolsonaro habría seguido siendo una figura marginal, salvo por los traumas que Brasil ha sufrido en los últimos cuatro años.

  • La economía sufrió su peor recesión en 2014-16 y solo se está recuperando levemente.
  • En 2016, un récord de 62,517 brasileños fue asesinado.
  • Los casos de corrupción Lava Jato (“lavado de autos”) han dado lugar a investigaciones y acusaciones contra figuras destacadas de todos los grandes partidos políticos y han desacreditado a toda la clase política.

Bolsonaro propone soluciones brutales a los problemas de su país. Él piensa que “un policía que no mata no es un policía” y quiere reducir la edad de responsabilidad penal a 14. Este puño de hierro pertenece a una cosmovisión autoritaria. En 2016, dedicó su voto a enjuiciar a la entonces presidente, Dilma Rousseff, y a apoyar a Carlos Alberto Brilhante Ustra, comandante de una unidad de policía responsable de 500 casos de tortura y 40 asesinatos durante la dictadura de Brasil. El cargo contra Dilma Rousseff, que pertenece al Partido de los Trabajadores de Lula, no tuvo nada que ver directamente con Lava Jato. Pero al rendir homenaje a Ustra, Bolsonaro afirmaba que los valores de la dictadura, que gobernó en 1964-85, son el antídoto contra la corrupción actual.

Bolsonaro ha reforzado ese mensaje al nombrar a Hamilton Mourão, un general retirado, como su compañero de fórmula. El año pasado, mientras aún vestía uniforme, Mourão sugirió que, si otras instituciones no lograban resolver los problemas de Brasil, el ejército sí podría. La izquierda es la principal culpable de los males del país, desde el punto de vista de Bolsonaro, teñido de una visión de la guerra fría.

Para los brasileños hartos de los políticos, Bolsonaro suena como un anti-político. Algunos hombres de negocios están coqueteando con él. Les gusta la retórica de su pistola contra el crimen y están intrigados por su reciente conversión al liberalismo económico (favorece la privatización de algunas empresas estatales).

Genuflexión ante los generales

Sin embargo, Bolsonaro sería un presidente desastroso. Su retórica muestra que no tiene suficiente respeto por una buena parte de los brasileños, incluidos los homosexuales y los negros. Hay pocas pruebas de que comprenda suficientemente los problemas económicos de Brasil, como para resolverlos. Sus genuflexiones hacia la dictadura lo convierten en una amenaza para la democracia en un país donde la fe en ella ha sido sacudida por la exposición de la miseria en la recesión económica.

Más del 60% de los brasileños dicen que nunca votarán por él, más del triple que los que dicen que tiene su respaldo. Carece de apoyo de cualquier partido político fuerte. Si llega a la segunda ronda, es probable que los votantes elijan a regañadientes la alternativa, tal vez Geraldo Alckmin, un candidato centrista. Bolsonaro no merece llegar tan lejos.

No hay sitio para la complacencia. Otros países con la mezcla de Brasil de crimen, de fracaso de la élite, y la agonía económica, han elegido a líderes radicales a quienes los expertos rechazaron como no esperanzadores. Podría pasar de nuevo. Lampadia




La Maniobra del PT para sacar a Lula de prisión

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Los hechos

En pleno domingo, 8 de julio, aprovechando un momento de descanso y de distracción mundialista, un grupo de petistas (un abogado, tres parlamentarios y un juez provisional) armaron una jugada deshonesta para liberar a Lula. Tres diputados del PT elaboraron un pedido de Habeas Corpus para la liberación inmediata de Lula y lo presentaron a su ex-colega de partido el juez provisional, Rogerio Favreto, circunstancialmente responsable del Tribunal Regional Federal 4 (TRF-4), el mismo juzgado que tres meses atrás confirmó por unanimidad la condena de Lula y amplió su sentencia a 12 años de prisión. Los congresistas ya sabían que el juez Favreto estaría “de guardia” el domingo y que sería él quien procesaría el Habeas Corpus y lo presentaron como parte de una maniobra política compleja.

Por una oportuna intervención de Sergio Moro, el juez el Pedro Gebran Neto, vocal del 8º Tribunal del TRF-4, rechazó la orden del juez Favreto por incompetente para cambiar en forma unipersonal lo que había sido una decisión colegiada.

El juez Favreto, emitió una segunda y una tercera orden, exigiendo que la Policía Federal liberara a Lula en forma inmediata, dándole en una hora de plazo, o estaría cometiendo desacato a una orden judicial. La Policía Federal, ponderando lo irregular de la situación, no obedeció al juez Favreto y respondió que esperaría una decisión de los jueces permanentes del TRF-4, antes de tomar cualquier acción para modificar el estatus del prisionero Lula da Silva.

Ese mismo domingo, minutos más tarde, el juez Carlos Flores, el presidente del TRF-4, emitió una sentencia negando la orden del juez provisional Favreto, y declarándolo incompetente para alterar una decisión colegiada.

Dos días después, el 10 de julio, el Superior Tribunal de Justicia, STJ, corte federal de 3ª instancia del país, evaluó la decisión del juez Favreto sobre el pedido de Habeas Corpus y declaró nula su decisión. La presidente del STJ calificó el intento de los abogados petistas y del juez Favreto como una maniobra teratológica, es decir monstruosa, y ha felicitado al juez Sergio Moro por su oportuna intervención cautelar. Con la intervención del STJ se ha confirmado que no existe una controversia entre jueces de 2ª instancia, sino un intento ilegal de anular las tres sentencias de condena de Lula. Con esto se cierra el incidente judicial, pero quedan secuelas y preocupaciones.

Antes de explicar el juego político detrás de todo esto conviene recordar algunos hechos:

  1. Lula fue condenado por el juez Sergio Moro por corrupción y lavado de activos (el primero de los 8 juicios hoy en proceso).
  2. La defensa de Lula apeló a la segunda instancia, el TRF-4. Pero los tres jueces del TRF-4 confirmaron la sentencia del juez Moro, por unanimidad, encontraron a Lula culpable además de lavado de activos y ampliaron la sentencia a 12 años de prisión.
  3. La defensa de Lula apeló al STJ (3º instancia), por medio de un Habeas Corpus, y el STJ decidió, también por unanimidad, confirmar la sentencia del TRF-4.
  4. La defensa de Lula presentó otro Habeas Corpus al Supremo Tribunal Federal solicitando la liberación de Lula, y el STF decidió, por mayoría, mantener la sentencia del TRF-4 y el encarcelamiento de Lula.
  5. Un total de 4 juzgados y 15 jueces han respaldado la prisión de Lula.

El supuesto “hecho nuevo” presentado por el juez Favreto para justificar su decisión unipersonal de liberar a Lula era porque Lula ‘es un pre-candidato y como tal necesita estar en libertad para defender plenamente su candidatura’, aunque la ley electoral brasileña prohíbe a los corruptos ser candidatos, y Lula está condenado por corrupto. No le interesó al juez Favreto los sustentos de la sentencia de Lula pues primaron sus intereses políticos. Con este argumento, todos los asesinos, corruptos, traficantes y estupradores pueden declararse pre-candidatos y solicitar su libertad inmediata.

La defensa de Lula es muy sofisticada y extraordinariamente activa. Ya ha presentado cerca de 80 apelaciones intentando liberar a su defendido o bloquear los otros 7 juicios. Adicionalmente el PT ha presentado 143 Habeas Corpus adicionales. Hasta el momento Lula ha perdido todas las apelaciones, pues carecen de sustento y son, muchas veces, son simplemente ilegales. Esta maniobra dominical, calificada por la presidente del STJ como teratológica (monstruosa) es la más grave de todas, pero no será la última, pues conociendo al PT, podemos decir que muchas otras vendrán en los próximos meses.

 El plan A del PT

Fue armado para liberar a Lula, montar una manifestación en su respaldo y crear un incidente político por su nuevo encarcelamiento. La presidente del PT, Gleisi Hoffman, estaba en el Sindicato de los Metalúrgicos en Sao Paulo, esperando la noticia de su liberación. Los líderes del PT lo planificaron con su militancia en función de la presencia del juez Favreto como juez provisional a cargo del TRF-4. El PT sabía que la anulación de una sentencia colegiada, confirmada por la 3ª instancia (STJ y TRF) era ilegal, y que muy probablemente sería anulada en pocas horas. Por ello, la gestión fue hecha el domingo para aprovechar que las instancias judiciales no estarían en sesión.

Para la sorpresa del juez Favreto, la Policía Federal no obedeció sus órdenes en forma inmediata, esperando por una decisión del presidente del TRF-4, el juez Carlos Flores. Como comenté antes, el juez Flores declaró que el juez Favreto era incompetente para la decisión, que la pre-candidatura de Lula era conocida a meses y que no había ningún hecho jurídico nuevo que justificara su liberación.

El juez provisional Favreto fue militante del Partido de los Trabajadores, PT, de 1991 hasta 2011, es decir, veinte años. Favreto no ingresó al TRF-4 por concurso público, sino que fue nombrado por Dilma Rousseff. A pesar de que esos hechos son de conocimiento público, el juez Favreto no se inhibió de pronunciarse respecto a su líder político, sino que se dedicó a forzar la ley y manipular las instituciones.

El plan B del PT

Consistía en generar una controversia judicial entre dos jueces de 2ª instancia (Favreto y Gebran) que justificara una intervención de los jueces de 3ª instancia, más politizados, donde el PT tiene mayor influencia, especialmente en el Supremo Tribunal Federal. Sucede que el juez Dias Tóffoli, ex-abogado del PT y nombrado por Dilma Rousseff, va asumir la presidencia del STF. Hombre de confianza del PT, Dias Tóffoli acaba de liberar al importante líder petista José Dirceu (el probable artífice de toda esta maniobra por la liberación de Lula). El PT quería aprovechar el ingreso de Dias Tóffoli al STF para “resolver” la discrepancia. Lo que cortó ese plan ha sido la decisión del presidente del TRF-4 declarando incompetente a Favreto y la sub-siguiente decisión del STJ anulando la tesis de la controversia jurídica. El STJ fue enfático diciendo que no había controversia jurídica y que el tema de la prisión de Lula ya estaba resuelto. Ahora, el PT va tener que montar otro plan para liberar a Lula y viabilizar su candidatura.

 El plan C del PT

Consistía en buscar pretextos para atacar al juez Sergio Moro y a los jueces del TRF-4 que condenaron a Lula. En los tres días siguientes al incidente, Moro ha recibido decenas de amenazas de muerte, y varios pedidos de juicio administrativo, por haber alertado al TRF-4 de la maniobra del juez Favreto. Además, el STJ ha abierto una investigación a Rogerio Favreto, Pedro Gebran Neto y Sergio Moro, para ver si alguno de ellos ha cometido actos ilegales en los hechos recientes.

Esa maniobra por liberar a Lula en base a una decisión unipersonal, en un fin de semana, con un “hecho nuevo” inventado, fue la agresión más seria que el sistema judicial brasileño ha recibido en años. La jueza Laurita Vaz, presidenta del Superior Tribunal de Justicia, STF, expresó su profunda extrañeza por la decisión del juez provisional y la calificó de teratológica, es decir, monstruosa. En la sentencia de anulación de la decisión del juez Favreto, la juez Vaz sostuvo: Reafirmo la absoluta incompetencia del juez provisional para deliberar sobre una cuestión que ya fue decidida por este Superior Tribunal de Justicia y por el Supremo Tribunal Federal Ella también calificó la intervención del juez Sergio Moro como oportuna y precautoria. Además, ha ordenado a Lula que, en un plazo de cinco días, comunique al poder judicial si él, de alguna manera, ha participado de la maniobra, pues si él ha participado en esa maniobra, va estar sujeto a nuevas sanciones.

Esta maniobra fue preparada por el PT sin acuerdo con los abogados de defensa de Lula, quienes la consideraban inconveniente, dentro de su estrategia jurídica. Sin embargo, predominaron los intentos de los líderes del PT de crear un hecho político. La preocupación de los abogados era que un incidente de ese tipo podría dificultar nuevas apelaciones. Sin embargo, el PT confía que, cuando Dias Tóffoli asuma la presidencia del STF, en setiembre y tal vez en julio, ellos podrán reabrir el juicio a Lula y anular su sentencia para que él pueda salir libre y ser candidato.

Como lo expresó la presidenta del Superior Tribunal de Justicia, STJ, la jueza Laurita Vaz, esa maniobra del PT representó una agresión seria a la institucionalidad jurídica del país e intento de manipulación de la Policía Federal. La maniobra ha servido para evidenciar a todos los líderes políticos e instituciones del país hasta donde el PT está dispuesto a violentar la institucionalidad para lograr sus objetivos políticos. Es decir, ya saben que están en una guerra avisada.

La sensación que esta maniobra ha dejado en la sociedad brasileña es que el PT tiene importantes mecanismos para romper la institucionalidad jurídica del país, y que apuesta todo en la candidatura de Lula. Con casi 30% de la población dependiente de la Bolsa Familia y con la imagen generalizada de corrupción de la clase política, Lula tiene buenas posibilidades en un proceso electoral. Con 62% de anti-voto, él difícilmente ganaría una segunda vuelta, pero el nivel de polarización que producirá va a ser muy perjudicial.

Por ahora el PT ha perdido una batalla, pero una batalla no es la guerra, y el sistema judicial brasileño tiene muchas vulnerabilidades: no es una estructura sólida ni transparente, las doctrinas que orientan a los jueces son contradictorias y se prestan a múltiples interpretaciones y maniobras. En la 2ª instancia, los jueces federales tienen tradiciones meritocráticas, pero en el STF los nombramientos son politizados y ocurren por los intereses de los presidentes de turno. Los 13 años de gobierno del PT han llevado a que una fracción muy significativa de la composición del STF sean jueces con inclinación política e ideológica hacia el PT.

Los próximos 5 meses de enfrentamiento jurídico y electoral van a tener un impacto de largo plazo sobre la sociedad brasileña. El PT va jugar todas sus cartas para fracturar el sistema y permitir la candidatura de Lula.

La barrera para la candidatura de Lula es que los abogados y jueces petistas, hasta ahora, no logran romper el sistema jurídico del país, ni logran el control del STF. Si lograran el control del STF, con la presidencia de Dias Tóffoli, Lula logrará postular. Si fuera así, las elecciones brasileñas se darían en un ambiente de inseguridad jurídica excepcional.

Con un PT radicalizado por su sentimiento de revancha y amplios sectores de la clase media decididos a evitar que la tragedia venezolana se repita en el Brasil, la polarización política es lo único previsible en estos momentos. Son 33 años de democracia continuada que ha permitido el desarrollo de elementos de expresión política. ¿cuanto capital institucional ha logrado la sociedad en ese período?

¿Logrará la lucha contra la corrupción, desencadenada por Lava Jato, producir un cambio positivo en el sistema político del país, o la alianza entre el populismo y la corrupción logrará revertir el proceso y bloquear las posibilidades de progreso del país? Los próximos meses van dar elementos para responder a esa pregunta.  Lampadia




Las Herencias del PT

Este es el quinto de una serie de artículos de nuestro colaborador Sebastiao Mendonca, con la que describe cómo el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, fundado y destruido por Luiz Inácio Lula da Silva, deja a la economía brasilera con tres candados simultáneos: pensiones deficitarias, deuda pública costosa y carga tributaria alta.

Lula, el principal símbolo del populismo latinoamericano moderno, montó un mecanismo muy efectivo de expansión política regional que ha dejado a Brasil con dos décadas perdidas. Ahora, los países latinoamericanos tardarán muchos años para resolver los problemas generados y pagar los costos en destrucción política, económica e institucional provocada por el PT y Lula en toda la región. Lula, pues ha sido uno de los elementos más perniciosos de la política regional. Gobernó el país durante cuatro períodos, dos directamente y otros dos a través de Dilma Rousseff (quién no pudo terminar el último mandato), y lo llevó hacia el proteccionismo y el asistencialismo, cooptando a sus opositores y promoviendo altísimos niveles de corrupción gubernamental. Ver en Lampadia: La peor Red de corrupción latinoamericana.

Como explicamos anteriormente, uno de los factores de la interrupción nuestro desarrollo es producto de los escandalosos niveles de corrupción diseñados y ejecutados por el ‘putch’ imperialista de la izquierda brasileña, comandada por el ‘gran Lula da Silva’ y sus socios del chavismo y del castrismo. Ver en Lampadia: Brasil corrompe política y negocios – Y nosotros disparamos fuera del objetivo.

En Lampadia queremos insistir en este tema porque consideramos que nuestro país es vulnerable al populismo y a las ideologías anti-sistema. La historia del PT, su ascenso, sus 4 gobiernos, y su derrota, deberían servir para que las nuevas generaciones no repitan los errores que llevaron al PT al poder y lo sostuvieron en él por 13 años, sus equivocadas políticas públicas, y la debilidad de las izquierdas latinoamericanas que se suben a botecitos que solo navegan mientras les duren las prebendas. Lampadia

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Como hemos explicado en el primer artículo de esta serie, el PT fue creado en 1980 por sindicalistas, grupos marxistas radicales, sectores de la iglesia católica e intelectuales de izquierda. Su ascenso político fue rápido. Podemos decir que aún antes de llegar al gobierno, el PT ya había ganado una influencia significativa sobre la política nacional y sobre el pensamiento de la juventud, especialmente de aquellos segmentos que estaban en contra del gobierno militar.

Hoy, en el 2018, dos años después del iImpeachment de Dilma Rousseff, el PT no ha muerto. Sigue siendo uno de los tres mayores partidos políticos del país junto al MDB (ex-PMDB) y al PSDB. Sin embargo, podemos decir con bastante confianza que, después de 13 años de gobierno, la Era del PT ha terminado. Es oportuno entonces hablar de las herencias del PT.[i]

Un nudo Gordiano de la economía

Después de haber recibido una economía saneada y haber de haber disfrutado los beneficios del súper ciclo de commodities, el PT entregó el país con la peor crisis económica de las últimas décadas, e hizo retroceder el ingreso per cápita seis años, al 2011[ii]:

  • Un Estado sobre-dimensionado e ineficiente
  • Genera una carga tributaria del 35% del PBI
  • Empresas públicas saqueadas o quebradas
  • Un sistema de pensiones insostenible y más deficitario que antes
  • Sin grado de inversión y con una calificación de economía especulativa[iii]
  • Con una deuda pública cuyo pago cuesta anualmente cerca de 6.5% del PBI
  • La economía brasileña es aún más cerrada y más hostil a las inversiones de lo que era antes de los gobiernos del PT.
  • El Brasil está en el puesto 136 de 158 países en el índice de libertad económica. [iv]
  • En el ambiente de negocios, está en el puesto 125 de 190 países (Méjico está en el puesto 49 y Chile está en el 55).[v]
  • El PT dejó un país donde es muy difícil crear empleo productivo.

En síntesis, la economía que el PT deja al país tiene tres candados simultáneos: pensiones deficitarias, deuda pública costosa y carga tributaria alta. Ese conjunto de factores combinados cuestiona la viabilidad fiscal del país y constituye una traba imposible de superarse, a menos que se realicen reformas estructurales drásticas en el sistema de pensiones y en los costos fijos del Estado. La realización de esas reformas estructurales, implaría grandes recortes de gastos y tendría un alto costo político para quienes las realizara.

Michel Temer comenzó a tocar el tema y desistió por los problemas políticos que le generó. Lo más probable, entonces, es que las reformas se posterguen todo lo posible y que la economía brasileña tenga mucha dificultad para retornar a un nuevo ciclo de crecimiento en los próximos años. El Banco Mundial proyecta un crecimiento futuro de 2.2%, requiriendo más de 30 años para duplicar sus ingresos. Como referencia: China con un crecimiento futuro de 6.5% duplicará sus ingresos cada 11 años e India con 7% lo duplicará cada 10 años.

Una economía “tortuga”, aislada de los motores de la economía global, difícilmente va responder a las expectativas de progreso de la población, generando frustración y creando un espacio político para que el PT recuerde a la población como progresaban los brasileños mientras ellos estaban en el poder. La nostalgia de la bonanza de las commodities va ser una carta política disponible para el PT y partidos similares.

La manipulación de la pobreza

El populismo ha sido un rasgo tradicional en la política brasileña. Getúlio Vargas instaló un Estado paternalista 88 años atrás y transformó el populismo y el desarrollismo en las principales referencias para pensar las políticas públicas del país. El populismo está en todo el país, pero es especialmente fuerte en los estados el noreste. Allá, el pasado sigue existiendo y familias de caudillos populistas se mantienen en el poder por generaciones y décadas enteras.

El PT ha hecho del populismo uno de los ejes de su política. El programa Bolsa Familia, con cerca de 60 millones de beneficiarios, ha creado un sector social, de 30% de la población, adicto a las donaciones del Estado. Ha creado, por tanto, un electorado cautivo del PT y del discurso populista. No es gratuito que, en las encuestas electorales, Lula obtenga siempre un 30% de intención de voto. Una parcela muy significativa de ese porcentaje está conformada por los beneficiarios del Bolsa Familia. Sería una sobre-simplificación atribuir la popularidad de Lula exclusivamente a los programas populistas, pero sería también un error no incluirlo como uno de los principales factores detrás de esa popularidad.

Ese populismo en un amplio sector social, reforzado por el PT, genera un sistema de incentivos nefasto que influencia a todos los políticos nacionales para asumir un discurso demagógico. Una fórmula segura para de ganarse votos en ese sector es asumir un discurso en el cual se arguye que la Bolsa Familia está siendo amenazada por políticos elitistas y presentarse como defensor de los más necesitados.

El populismo es mucho más que un programa social como el Bolsa Familia, es una concepción en la cual el ciudadano no visualiza que puede forjar una ruta de ascenso social sin que un político bondadoso le transfiera recursos del Estado. Es una visión de la política en la cual los políticos demagogos son percibidos como los grandes benefactores de los pobres, como personas que, por su empatía social, canalizan los recursos públicos hacia quienes más necesitan.

El populismo es un distractor muy efectivo que sirve de camuflaje para la corrupción. En un ambiente populista el debate nacional se distorsiona, evitando discutir la calidad de la gestión pública. Los gobernantes corruptos presentan las críticas y denuncias como ataques malintencionados de quienes quieren quitar a los pobres los beneficios de los programas sociales. A pesar de la abundancia de testimonios, pruebas y sentencias condenando a Lula, cerca de 24% de la población no cree que él esté involucrado en los actos de corrupción investigados por Lava Jato y un 46% opina que él no debería estar preso.[vi] Ello significa que existe un 22%, que cree que Lula es corrupto, pero le perdona la corrupción por los programas sociales. El populismo es un factor que corrompe no solo a los políticos y a las empresas, sino también a la población.

La manipulación del pensamiento

La manipulación del pensamiento ha sido un elemento fundamental de la estrategia del PT. Este es uno de los campos que el PT mejor domina, y una de las herencias más difíciles de superar.

En la parte final del gobierno militar la influencia del marxismo se expandió en Brasil. Fue un marxismo post-leninista, ligado a la Escuela de Frankfurt[vii] y al teórico italiano Antonio Gramsci.[viii] En ese tipo de marxismo, la política y la cultura deben basarse en la idea de construir una hegemonía cultural[ix]. En aquél entonces, no había en el Brasil otras corrientes de pensamiento que pudieran competir con el marxismo, así que los marxistas y filo-marxistas “jugaron solos en la cancha”. Además, los líderes de izquierda tenían el aurea de luchadores contra la dictadura militar. Esa aurea de heroísmo le daba a la izquierda y a sus ideas una posición de superioridad moral. En la política, la superioridad moral puede ser decisiva.

El marxismo cultural que se propaló entre los intelectuales y artistas brasileños en las dos últimas décadas del siglo pasado ha buscado moldear el imaginario de la sociedad, y su lenguaje para justificar la postura populista. Ellos dieron una atención especial a los creadores de ideas y de cultura: periodistas, académicos y artistas. Bajo esa influencia, un gran sector, sino la mayoría, de los intelectuales renunciaron a la libertad de pensamiento para transformarse en soporte del PT. El Estado instaló una serie de mecanismos de financiamiento, premios y reconocimiento social para incentivar a aquellos que defendían las ideas y valores del populismo petista. El antropólogo Flavio Gordon ha calificado ese fenómeno como un proceso de corrupción de la inteligencia brasileña por parte del poder político.[x]

El número de publicaciones (periódicos, documentales y revistas) y obras de arte (teatro, cine, etc.) de inspiración marxista se expandió notablemente en los años 80 y 90. La presencia de intelectuales y periodistas afines a esas ideas en los medios de comunicación también aumentó, logrando una amplia difusión de sus ideas en la población. Las concepciones marxistas y populistas fueron ganando posiciones académicas en buenas universidades (USP, UE Campinas, UFRJ, etc.) generando una maquinaria de aprobación de teses y reproducción de sus concepciones con las nuevas generaciones.

Con la victoria del PT esas ideas se consolidaron en las universidades y medios de comunicación y sus voceros adquirieron gran prestigio. Las críticas liberales o conservadoras eran presentadas como retrógradas o defensoras de intereses económicos excluyentes, y no faltaban las acusaciones de fascistas. Actualmente, las concepciones marxistas y populistas mantienen una sólida hegemonía en las universidades, especialmente en las carreras de humanidades, y cuentan con toda una generación de profesores, autoridades y alumnos que razonan dentro de sus marcos. El dominio de las ideas marxistas y populistas en los ambientes universitarios brasileños es casi absoluto.

Es recién en este siglo que otras concepciones sociales (liberales y conservadoras) han generado voceros calificados y han logrado abrir espacio en los medios de comunicación y centros académicos, comenzando a ampliar los criterios de análisis de la sociedad brasileña y lograr una influencia, aún bastante minoritaria, en las nuevas generaciones (millennials).

Con el descubrimiento de los mecanismos de corrupción montados por el PT, en especial el Petrolão, sus líderes y seguidores se han desprestigiado, perdiendo su tradicional ventaja moral, y posibilitando que los debates se den en una forma más horizontal. Sin embargo, tomará muchos años para que la herencia ideológica del PT sea desplazada de su posición hegemónica en la sociedad brasileña.

La corrupción de la política

La corrupción en Brasil no ha sido una invención del PT. Brasil, en el inicio del siglo XX fue un capitalismo de apellidos[xi] y posteriormente se transformó en un capitalismo de compadres (crony capitalism).[xii] El control del negocio de los contratos públicos por parte de los políticos existe hace muchas décadas. Sin embargo, la institucionalización de la corrupción como parte de una Política de Estado es, sin dudas, la obra del PT. Ningún partido político ha tenido sus tres últimos tesoreros presos por corrupción.[xiii] Nunca antes, en Brasil, los primeros ministros (José Dirceu y Antonio Palocci) y ministros de finanzas (Palocci y Guido Mantega)[xiv] estuvieron directamente involucrados en el funcionamiento del esquema de corrupción del partido de gobierno. Bajo el PT, la corrupción se volvió una Política de Estado.

La internacionalización de la corrupción para fines de manipulación política también ha sido una obra del PT. Para expandir el populismo en América Latina y África el PT montó tres mecanismos: (1) el Foro de Sao Paulo, (2) la corrupción de partidos políticos y (3) el soporte en marketing político.

  1. Con el Foro de Sao Paulo, el PT montó una red continental de promoción política e ideológica, un espacio de colaboración y celebración, algo parecido a una “Internacional de la izquierda” dirigido por Lula y Fidel.[xv]
  2. Con la corrupción, Lula y Marcelo Odebrecht han financiado a los partidos y gobiernos de izquierda en toda la región y de África: Venezuela, Perú, Cuba, El Salvador, República Dominicana, Argentina, Angola, Mozambique, etc.)[xvi]. El dinero para el financiamiento de los partidos aliados ha salido del BNDES, el gigantesco banco nacional de desarrollo económico y social de Brasil.
  3. El soporte en marketing era brindado por medio de los asesores de campaña del PT (Duda Mendonça, Joao Santana y sus equipos), dirigiendo campañas políticas exitosas en los mismos países antes nombrados. En el caso del Perú, el equipo de Joao Santana trabajó en las campañas de Ollanta Humala y en la revocatoria de Susana Villarán.[xvii]

Con ese trípode de ideología, corrupción y marketing, el PT montó un mecanismo muy efectivo de expansión política regional. Los países latinoamericanos tardarán muchos años para resolver los problemas generados y pagar los costos en destrucción política, económica e institucional provocada por el PT.

Conclusiones

El PT se desarrolló en Brasil porque encontró un país con tradiciones populistas (líderes populistas con arraigo de masa, tradiciones populistas en el pensamiento político del país, amplia intelectualidad populista, etc.), con instituciones públicas aptas para implementar las políticas populistas: sector público grande, banco de desarrollo gigante, corrupción política, etc., e ingresó a la política en un momento propicio.

La Era PT puede ser calificada como típica del período post-dictadura militar. La represión política realizada por los militares evitó el desorden social, pero también destruyó los impulsos creativos de los años 60. Los defensores del orden social fueron vistos como cómplices de la represión y los opositores ganaron un áurea de coraje, inteligencia y espíritu democrático, sin importar la mediocridad de sus ideas políticas ni si eran defensores de dictaduras peores que la de los militares. Ese ambiente distorsionado ofreció condiciones ideales para el crecimiento del PT, y para que personas como Lula y Dilma llegaran a ser presidentes de un país de dimensiones continentales.

Desatornillar al PT del poder fue relativamente rápido, en sólo tres años se precipitaron los acontecimientos, pero requirió una lucha muy compleja. Ello fue posible por la admirable labor de Lava Jato destapando el Petrolão, por las mayores manifestaciones sociales de la historia del país, con más de 6 millones de participantes en las marchas por todo el país, y porque una nueva generación de actores políticos irrumpió en las redes sociales.

El PT ha sido destituido del poder, pero no está destruido. Ellos saben como hacer política populista y tienen un electorado cautivo del orden del 30% del país, saben articular un discurso político demagógico y han sido muy efectivos destruyendo la reputación de sus rivales. El PT, además, cuenta con el apoyo de “organizaciones sociales” financiadas con los recursos públicos (movimientos de los sin-tierra y de los sin-techo), y con una amplia militancia en la clase media, especialmente en los empleados del Estado y de las empresas públicas. Ello significa que el PT seguirá siendo un importante actor de la política brasileña.

Sin embargo, el Brasil cambió en esos años. El período post-dictadura ha quedado en el pasado, y sus fantasmas y mitos se han ido disolviendo en el nuevo paisaje político. Los 33 años de democracia han hecho posible un renacimiento del pensamiento político y algunas instituciones como los institutos liberales han sabido aprovechar el tiempo y han comenzado a formar una nueva generación. El marxismo aún es fuerte pero su hegemonía ideológica comienza a ser fracturada. Las ideas populistas ya no se propagan sin que surjan contendores.

La máscara ética del “luchador” Lula, de los “ex-guerrilleros” Dilma Rousseff y José Genoíno, y de la militancia del PT ha sido retirada. Las pruebas de Lava Jato y las confesiones de los múltiples colaboradores eficaces han puesto en evidencia su real carácter deshonesto y demagogo. A pesar de sus múltiples esfuerzos, el PT ha fracasado en provocar una conmoción social que obligara al poder judicial a retroceder y liberar a un condenado por corrupción.

Lula, el principal símbolo del populismo latinoamericano, ha mostrado sus pies de barro y su alma oscura.

Sin Cuba, sin Brasil y sin Venezuela, la izquierda continental va tener que inventar otros mitos con los cuales confundir a las nuevas generaciones. La experiencia del PT muestra la importancia de la narrativa y de la simbología para que una fuerza política logre acumular fuerza en una sociedad democrática.

Nuestros países seguirán siendo vulnerables al populismo y a las ideologías anti-sistema. La historia del PT, su ascenso, sus 4 gobiernos, y su derrota, debería servir para que las nuevas generaciones no repitan los errores que llevaron al PT al poder y lo sostuvieron en él por 13 años. Lampadia

 

[i] Ello no quiere decir que el PT jamás volverá a gobernar el Brasil, pero si lo hace, será en un contexto muy distinto del actual, y bajo condiciones también muy distintas.

[iii] Todas las calificadoras de riesgo (S&P, Moody’s, y Fitch) han retirado el grado de inversión y han calificado el Brasil como una economía que no puede garantizar las inversiones. La situación fiscal y la incapacidad de los gobernantes para realizar las reformas necesarias son las dos razones por las cuales el Brasil puede tener dificultades de pago.

[vii] La escuela de Frankfurt ha sido la última escuela de marxismo que alcanzó cierto prestigio intelectual. Miembros de esa escuela fueron: Jürgen Habermas, Herbert Marcuse, Erich Fromm.

[viii] En caso del Perú, el marxismo que se difundió estuvo mucho más ligado a los grandes países comunistas, la Unión Soviética y China, y al Trotskismo. La “nueva izquierda”, con afinidades ideológicas al PT, ha sido minoritaria en Perú.

[ix] Antonio Gramsci fue un marxista italiano cuya producción intelectual ocurrió en los años 30, presenciando el ascenso del fascismo. Impresionado por la derrota de los comunistas, Gramsci desarrolló los conceptos de hegemonía cultural y política y del intelectual orgánico. Sus obras alcanzaron gran difusión en Brasil en los años 60, cuando la literatura marxista clásica estaba restringida por el gobierno militar, haciendo que su influencia en los intelectuales brasileños fuera mayor que en otros países latinoamericanos.   

[x] Gordon, F. (2017). A corrupção da inteligência. Rio de Janeiro: Editora Record.

[xi] Estamos llamando capitalismo de apellidos a aquellas sociedades en que el poder económico y político se mantiene en torno a un pequeño grupo de familias, una especie de continuidad de las sociedades oligárquicas previas.

[xii] El concepto de capitalismo de compadres está trabajado por muchos economistas, Mancur Olson fue uno de ellos. El libro “Good Capitalism, Bad Capitalism”, de William Baumol, hace una buena descripción del capitalismo de compadres y del rol de la libre competencia para su superación.

[xiii] Paulo Ferreira, Joao Vaccari Neto y Delúbio Soares, ex-tesoreros del PT, están presos por corrupción.

[xiv] José Dirceu, Antonio Palocci y Guido Mantega están presos por corrupción.

[xv] El Foro de Sao Paulo, conformado por los principales partidos de izquierda latinoamericanos, fue, creado por Lula y Fidel Castro en 1990, y se ha venido reuniendo casi anualmente desde entonces, promoviendo estrategias comunes para que la izquierda llegue al poder en los países de la región. A diferencia de la Internacional Comunista y de la Tricontinental Cubana, el Foro de Sao Paulo no dirigía el accionar de sus miembros, sino que les ofrecía un modelo común de estrategia y coordinaba acciones en las campañas electorales.

[xvi] El PT también trabajó en África haciendo alianzas políticas y financiando a algunos de los gobiernos más autoritarios y corruptos del continente: Angola, Mozambique, Guinea Ecuatorial, etc. https://istoe.com.br/86965_MEUS+QUERIDOS+DITADORES/ 

[xvii] En el caso del Perú, Joao Santana visitó el país, definió las estrategias y encargó la implementación de las campañas políticas a un publicista argentino conocido por el pseudónimo de Luis Favre.




La Era PT en Brasil – IV

Este es el cuarto de una serie de artículos de nuestro colaborador Sebastiao Mendonca, con la que describe el origen, formación, gobierno y debacle del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, fundado y destruido por Luiz Inácio Lula da Silva.

Como explicamos anteriormente, uno de los factores de la interrupción nuestro desarrollo es producto de los escandalosos niveles de corrupción diseñados y ejecutados por el ‘putch’ imperialista de la izquierda brasileña, comandada por el ‘gran Lula da Silva’ y sus socios del chavismo y del castrismo. Ver en Lampadia: Brasil corrompe política y negocios – Y nosotros disparamos fuera del objetivo.

Efectivamente, la estructura de corrupción diseñada por el Partido de los Trabajadores y las empresas constructoras brasileñas, con cuentas especiales y diversos mecanismos para la canalización de fondos, tenía tres propósitos fundamentales:

  • Apoyar la consolidación de las izquierdas latinoamericanas en el poder.
  • Comprometer a políticos, periodistas y empresarios, en redes de corrupción.
  • Multiplicar la participación de las constructoras brasileñas en obras que puedan retroalimentar fondos para profundizar los circuitos de la corrupción.

Este gran desarrollo mafioso fue felizmente desbaratado por los notables jueces brasileños y el sistema judicial estadounidense. Algo que debemos agradecer y ponderar; y en todo lo posible, imitar; tal como se hizo en Brasil con el ejemplo de ‘Manos Limpias’ en Italia.

Sin embargo los daños en el Perú han sido inmensos. Somos el único país de la región que desbarató su sector de construcción. Apenas estalló el escándalo de Lava Jato en el Perú, nuestra primera preocupación fue cómo separar la paja del trigo, cómo evitar que el remedio hiciera daño, afectando nuestra debilitada economía. Lamentablemente el gobierno de PPK rechazó nuestras sugerencias de intervenir las empresas y proyectos vinculados al escándalo, permitiendo que mientras se avanzaba con las investigaciones, continuaran operando.

Lula, pues ha sido uno de los elementos más perniciosos de la política regional. Gobernó el país durante ocho años y lo llevó hacia el proteccionismo y el asistencialismo, cooptando a sus opositores y promoviendo altísimos niveles de corrupción gubernamental. Ver en Lampadia: La peor Red de corrupción latinoamericana.

Leamos la cuarta entrega de Mendonca, que nos ayuda a entender este abominable proceso.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

El 2008, cuando Dilma Rousseff fue electa presidente de Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT), creía que había descubierto la fórmula mágica de la política. Lula había gobernado por dos mandatos, había terminado su segundo mandato con una aprobación extraordinaria (78% según una encuesta de Data Folha), y había logrado elegir a quien lo seguiría en el gobierno (Dilma Rousseff), mientras él se preparaba para regresar para el cuarto o quinto período continuado del PT en el gobierno, el 2014 ó 2018. Con esos éxitos, el PT ya se consideraba la versión brasileña del PCC (partido comunista cubano) o del PRI[i] mejicano, en pleno siglo XXI.

Sin embargo, en el 2013 la popularidad de Dilma comenzó a caer. Ello ocurrió sin crisis económica, cuando el ingreso per cápita brasileño estaba en su cumbre: US$ 15,430  (ajustado por poder de compra).  Después un período de inestabilidad política[ii], el PT logra reelegir Dilma manipulando los precios, ocultado los déficits, y utilizando métodos cuestionables de marketing político. Recién elegida, la popularidad de Dilma comienza a caer aún más, y después de grandes movilizaciones y de un juicio político por sus malos manejos en la Gestión del Estado, Dilma fue destituida. El 31 de agosto de 2016, después de casi 13 años, la era del gobierno del PT llegó a su fin.

Menos de un año después, en junio del 2017, Lula da Silva, el gran activo político del PT, fue condenado por el juez Sergio Moro a 9 años y medio de prisión por corrupción y lavado de activos, y el 24 de enero de 2018 su sentencia fue ratificada por unanimidad por el TRF-4 y su condena fue aumentada a 12 años y un mes. Hace poco más de un mes que Lula se encuentra prisionero en una cárcel de la Policía Federal y los innumerables intentos legales y políticos del PT por liberarlo han fracasado. A pesar de mantener 30% de intención de voto, Lula está prohibido de ser candidato por su condena por corrupción. La prohibición se debe a la Ley de Ficha Limpia (nº.135), promulgada por el mismo Lula el 2010.

¿Qué pasó para que la suerte del PT cambiara tanto, en tan poco tiempo?

 El caso del PT es una historia de fracaso y no de derrota, es decir, su tragedia se debe principalmente a fallas propias del PT y no a las habilidades de sus rivales. Los petistas,

naturalmente, no están de acuerdo con ese diagnóstico, e intentan explicar su destino buscando culpables externos. Para entender el fracaso comencemos por explicar el éxito inicial del PT. El éxito de Lula se debió a cinco grandes factores:

  1. El boom de las exportaciones (2002-2008) que generó un gran superávit comercial, bajó el dólar y permitió el ingreso masivo de importaciones industriales baratas de China, mejorando la calidad de vida de los sectores medios.
  2. Una política económica conservadora, de Lula, que mantuvo y fortaleció los equilibrios macroeconómicos heredados del gobierno anterior (Trípode Macroeconómico)[iii].
  3. La expansión de los programas sociales que permitieron aparentar resultados de corto plazo (no sostenibles) en la reducción de la pobreza y generar un electorado cautivo numeroso (cerca de 30 millones de electores dependientes de los programas sociales).
  4. La estabilidad económica heredada del gobierno anterior (FHC) que posibilitó el aumento del crédito y el consumo de bienes durables.
  5. Una intensa campaña demagógica que descalificaba a su antecesor y presentaba a Lula y al PT como los únicos políticos realmente comprometidos con el mejoramiento de la calidad de vida de la población del país.

Con Lula, el Brasil desperdició una oportunidad histórica para construir las bases de su desarrollo. Al concluir el boom de las exportaciones, los sueños de grandeza se esfumaron, dejando la triste realidad de una economía poco productiva y un sistema político corrupto.

Las semillas de la destrucción: La corrupción, Mensalão

Desde los inicios, el gobierno del PT, puso en marcha un esquema de institucionalización de la corrupción como uno de los pilares de su estrategia política.[iv] El sistema de corrupción era importante para financiar sus campañas y su militancia, consolidar su alianza con un grupo de grandes empresas, comprar a periodistas e intelectuales y ampliar su coalición de poder.

El escándalo conocido como “Mensalão” (2004-2006) ocurrió al descubrirse que el PT estaba comprando alianzas políticas pagando mensualidades a congresistas de varios partidos: Partido Popular Socialista (PPS), Partido Laborista Brasileño (PTB), Partido Socialista Brasileño (PSB), etc. El escándalo envolvió a líderes clave del PT como José Dirceu (primer ministro de Lula), Antonio Palocci (ministro de finanzas de Lula), José Genoíno, (ex-guerrillero comunista y presidente del PT), Duda Mendonça, (estratega de campaña de Lula), Delúbio Soares (tesorero del PT)[v], entre otros.

El mecanismo de pago de sobornos era bastante sofisticado e involucraba redes de empresas privadas e instituciones públicas, en el Brasil y el exterior.[vi] Ese escándalo casi trajo abajo al gobierno de Lula y destruyó la reputación de sus dos mejores líderes y potenciales candidatos para presidente de la República el 2010: José Dirceu y Antonio Palocci. Sin opciones competentes para su continuidad, Lula tuvo que contentarse con la única figura visible que, por ser externa al PT, no estaba públicamente involucrada en el Mensalão, Dilma Rousseff, una persona muy limitada, y sin mayor experiencia política.

A pesar de las limitaciones de inteligencia y de experiencia de Dilma Rousseff, Lula construyó una imagen falsa de su candidata, presentándola al país como si fuera una gerente competente y una política hábil, para así inducir a la población (que confiaba en él) a votar por aquella señora como la continuación de su gobierno. En vez de esperar para regresar cuatro años después, Lula prefirió mentir a la población, induciéndola a entregar el mayor poder político del país a una persona sin las calidades ni las competencias mínimas para tan importante cargo.

El problema era que Lula y el PT querían destruir la alternancia democrática para instalar un gobierno de una oligarquía partidaria. Sin darse cuenta, el PT estaba imitando a los militares que gobernaron al Brasil entre 1964 y 1985. Lula nombraba los presidentes al interior de su organización, y buscaba legitimarlos electoralmente en base a la manipulación política. Como veremos más adelante, esa estrategia le iba costar mucho al Brasil y al PT.

Las semillas de la destrucción: La corrupción, Petrolão

Mientras avanzaba el juicio a los corruptos del Mensalão, Lula y el PT estaban dedicados a organizar el sistema de corrupción en Petrobras. Ese nuevo sistema, conocido como Petrolão, era aún más grande que el anterior. Esta vez, el PT no actuó solo, sino que lo hizo con sus dos principales aliados: el Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, hoy MDB) y el Partido Progresista (PP).

 Descubierto por la Operación Lava Jato, el Petrolão resultó siendo el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil,[vii] involucró a varias de las principales empresas contratistas del país: Odebrecht, Andrade Gutierrez, Camargo Correa, OAS, etc. Por primera vez, Luis Lula Inacio da Silva estaba personalmente involucrado en un gran escándalo de corrupción. Ya no era posible responsabilizar solamente a los tesoreros del PT o a algunos ministros o congresistas por los delitos descubiertos. Las evidencias que fueron saliendo a la luz indicaban la participación directa de Lula en diversos componentes del escándalo. Preso y con 8 juicios adicionales, el impacto de la corrupción sobre la imagen de Lula ha sido demoledor, especialmente en la clase media brasileña, en el centro y sur del país, y en la escena internacional. Se ha deteriorado seriamente la imagen de Lula, el principal activo político del PT, perjudicando mucho sus posibilidades electorales.

 La red de corrupción no se limitó al gobierno de Lula. Durante el gobierno de Dilma, los esquemas montados por Lula siguieron operativos. Dilma puso a los corruptos en los más altos cargos del Estado y de las empresas públicas. Los robos en Petrobras solo se interrumpieron cuando apareció el  Lava Jato el 2014. Antonio Palocci, hoy preso por corrupción, fue primer ministro de Dilma, y Guido Mantega, preso por corrupción, fue su ministro de finanzas hasta el final. El asesor de marketing político de Dilma (Joao Santana), también está preso por corrupción.

Para financiar la corrupción y consolidar el capitalismo de compadres, el PT expandió el Banco Nacional del Desarrollo Económico y Social (BNDES) a niveles extraordinarios. En 8 años Lula triplicó el volumen de crédito del banco, pasando de R$60 a R$168 mil millones de créditos anuales. Dilma mantuvo ese crecimiento en 20% anual incrementando el costo de la deuda pública a 14%, para brindar créditos subsidiados al 5% a las grandes empresas y gobiernos ideológicamente afines. Los grandes beneficiarios fueron Odebrecht, JBS/Friboi, Eike Batista y otros. Hoy, los gerentes de la mayoría de esas empresas están presos por corrupción. [viii]

 Semillas de la destrucción: Heterodoxia económica

Puede parecer increíble, pero en el Brasil, las teorías económicas heterodoxas aún son creíbles.[ix] A diferencia de Lula, un conservador en economía, Dilma optó por la heterodoxia. Cuando el boom de las exportaciones se enfrió, Dilma abandonó el Trípode Macroeconómico “neoliberal” de Fernando Henrique Cardoso, aplicado por Lula, y lanzó la “Nueva Matriz Económica” de concepción heterodoxa. Con su “nueva” política económica Dilma decidió estimular el consumo sin cuidar los costos.

Los resultados no se hicieron esperar. El superávit fiscal primario (antes del pago de deudas), que en el 2011 era de 3%, comenzó a caer en forma sistemática llegando a -2% el 2016. La deuda pública, que ya era alta (50% del PBI) se disparó el 2014 llegando a 70% del PBI en poco más de dos años, manifestando un absoluto descontrol de las finanzas públicas. En el caso de Brasil, la deuda pública genera un costo financiero muy alto porque, como ha sido indicado, los intereses pagados por el Estado brasileño son de 14% anual.

El control de precios, utilizado como instrumento de demagogia electoral, permitió ocultar la inflación por dos años, pero la disparó a partir del 2013. Los precios “controlados” se descontrolaron y subieron un 18% el 2015. Los gastos públicos, también con fines demagógicos, se dispararon. Según el Tribunal de Cuentas de la Unión, la Copa del Mundo el 2014 costó cerca de 12 mil millones de dólares,[x] y las Olimpíadas del 2015 costaron $17.6 mil millones.[xi] Ninguno de esos gastos mejoró la productividad de la economía brasileña.

 Dilma gastaba todo lo que ella consideraba necesario para mantener su popularidad, y manipulaba las cuentas nacionales para ocultar los déficits. La confianza de los empresarios comenzó a caer desde el inicio del gobierno de Dilma, pero se derrumbó el 2014, cuando los indicadores empeoraron. La confianza de los consumidores seguía a los empresarios, aunque con un año de diferencia. El 2015 Brasil perdió el grado de inversión de las principales agencias de riesgo (Standard and Poor, Fitch y Moody’s). La consecuencia final de esa cadena de errores fue la peor crisis económica desde 1930. Después de más 80 años, la economía brasileña cayó ocho trimestres consecutivos: -3.8% (2015) y -3.7% (2016).[xii]

La manipulación de las cuentas nacionales fue la gota de agua que llenó el vaso. Para ocultar su crisis, Dilma comenzó a utilizar a los bancos públicos para financiar los gastos corrientes del Estado, las llamadas Pedaladas Fiscales. Con esa práctica Dilma hacia sus cierres mensuales ocultando los déficits y mostrando “resultados” falsos. Esa práctica había sido prohibida durante el segundo gobierno de FHC (Ley de Responsabilidad Fiscal 101 del 2000).

En la Ley de Responsabilidad Fiscal se especificaba que la penalidad por su violación sería la destitución del cargo presidencial. FHC obedeció esa Ley rigurosamente y Lula también, aunque se descuidó un poco al final de su segundo gobierno (ver gráfico). Es Dilma quien hace de las Pedaladas Fiscales una práctica regular de gestión para manipular las cuentas públicas, realizando operaciones por más de 20 mil millones de dólares.

Semillas de la destrucción: La anulación de la alternancia democrática

El plan del PT era quedarse en el poder para siempre, como los comunistas en Cuba y el PRI en Méjico. Para ello el PT creó los mecanismos de manipulación política de la población pobre (Bolsa Familia), desarrolló una narrativa de descalificación de sus rivales (derecha neoliberal) y financió su coalición con la corrupción institucionalizada (Mensalão, Petrolão, etc.).

En ese esquema, los presidentes Lula, Dilma y otros, se alternarían en el poder, dejando a todos los demás partidos políticos al margen del poder presidencial. El PT reservaba para sí el rol hegemónico en el sistema político nacional, asignando a todos los demás partidos un rol subordinado. Si algún partido osaba disputarle esa hegemonía por la vía electoral, el PT descargaba sobre él su demoledora batería de difamación. En las elecciones del 2014, en que Marina Silva[xiii] y Aécio Neves compitieron con Dilma Rousseff, el PT demostró que dominaba bien los principios de la propaganda del nazi Joseph Goebbels, logrando erosionar las reputaciones de sus rivales hasta descalificarlos moral y políticamente.[xiv]

El problema de esa postura es que, después de un tiempo, todos los partidos se unificaron en contra del PT, como condición para ampliar sus espacios políticos. Es como si la historia se repitiera con variaciones. En los años 1980 todos los partidos políticos querían el final de la dictadura, pues los militares habían definido que solo ellos podrían ser presidentes. El resultado fue que, pasado el riesgo del caos social de los años 60 y 70, todas las fuerzas políticas del país sentían que podrían beneficiarse con la apertura democrática, la coalición política de los militares colapsó y tuvieron que dejar el gobierno. Lo mismo sucedió con el PT. El 2015 todos, hasta sus aliados, querían el fin de la Era PT.

El fin de Dilma

El desgobierno de Dilma, con la violación sistemática del la Ley de Responsabilidad Fiscal, ofreció a los demás partidos la oportunidad para retornar a la alternancia democrática. La ley era tajante: castigaba con la destitución al presidente que no la cumpliera. El caso de Dilma estaba claro, estaba documentado y tenían abundantes pruebas (ver gráfico). Además, su popularidad se había derrumbado, la población estaba protagonizando las mayores marchas de la historia del país. Lula estaba desprestigiado y no tenía como salir en defensa de Dilma.

Además, los petistas, no entendían qué estaba sucediendo. Ellos habían dominado los medios y las calles por 30 años, y ahora no lograban armar nada parecido a las campañas y marchas de la oposición. El tradicional discurso del PT, con el cual descalificaban a sus rivales, dejó de funcionar. Para la mayoría de la población el discurso petista había perdido significado. Su simbología, las banderas rojas y las marchas violentas, chocaban con las expectativas de las nuevas generaciones. Las nuevas marchas eran masivas y pacíficas, con banderas de Brasil, con frases de apoyo a Lava Jato y a Sergio Moro, y demandaban el enjuiciamiento de Dilma Rousseff.

Dilma fue destituida el 31 de agosto de 2016 con la aplicación rigurosa del marco jurídico del país. El PT armó el discurso de golpe para recordar el golpe militar de 1964 y crear una narrativa para su aliados nacionales e internacionales. Sin embargo, el proceso de enjuiciamiento de Dilma y el cambio de gobierno al vice-presidente Michel Temer ha sido institucionalmente ejemplar, y muestra una nueva fase del desarrollo democrático del país.

La salida del PT fue un alivio. Se interrumpió el desastre de Dilma, pero el país vivía una severa crisis económica y moral, con un sistema de pensiones insostenible, con una deuda pública que devora la capacidad de inversión del Estado, con una economía cerrada y con baja productividad, con pésima calidad de servicios de Salud y Educación, con una clase política más corrupta que antes, con decenas de millones de jóvenes ideologizados, con 60 millones de personas dependientes de la asistencia social, y la población desconcertada sobre las ideas que deben orientar a los gobernantes del país.

En el próximo artículo de esta serie, desarrollaremos las implicancias y desafíos de las nefastas herencias del PT.

Hoy, en pleno proceso electoral presidencial, la situación de Brasil es de alta incertidumbre. A cinco meses de las elecciones, los candidatos son todos minoritarios y las opciones liberales no tienen probabilidades de éxito. A pesar de todo, el país está mejor que el 2013, cuando el discurso populista era el único que se paseaba en los medios de comunicación y se alojaba en la mente de la población. Ahora hay debates abiertos, y algunos segmentos de la población comienzan a entender como funciona la política en su país. Se abren nuevas posibilidades. Lampadia

 

[i] El PRI, Partido Revolucionario Institucional, es un partido político mejicano que gobernó su país por 71 años consecutivos (1929 a 2000), un período aún más largo que el Partido Comunista de Cuba (1959-2018).

[ii] En junio del 2013 se realiza una serie de marchas en contra del alza de pasajes. Aún que el objeto de las marchas no fuera político, dio inicio a una serie de otras marchas que terminaron siendo importantes para la caída de Dilma.

[iii] El Trípode Económico, definido por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, tenía tres principios: Cambio flotante, meta de inflación, y meta fiscal (equilibrio).

[iv] La corrupción es una tradición en el sistema político brasileño, pero era personalizada. La institucionalización de la corrupción ha sido responsabilidad del PT. Ningún partido, antes del PT, había encargado a sus primer ministros y ministros de finanzas el manejo de la corrupción. Sólo el PT lo hizo.

[v] Delúbio Soares acaba de ser preso para cumplir una segunda condena de 6 años de prisión por corrupción.

[vii] En el siglo y medio que duró el ciclo del oro, Portugal se llevó entre 20 y 40 millones de onzas de oro de Brasil. Considerando el precio del oro en la época (US$20) y actualizando al valor presente (US$600 la onza) se llega a cantidades entre 12 a 24 mil millones de dólares.

[ix] El Perú experimentó la teoría heterodóxica en el primer gobierno de Alan García, con la asesoría de Daniel Carbonetto, y sirvió como vacuna, pero en el Brasil el experimento recién se realizó en esta segunda década.

[xii] Todos los gráficos de Mercado Popular están disponibles en: http://mercadopopular.org/2016/05/a-ascensao-e-queda-do-pt-em-13-graficos/

[xiv] Marina Silva llegó al llanto en público ante las mentiras que fueron irradiadas por el PT en su contra.




La era del PT en Brasil – III

En esta entrega sobre la performance del PT en Brasil, Sebastiao Mendonca nos describe el manejo de gobierno de Lula en sus dos mandatos. Mendonca explica cómo Lula aprovecha de la estabilidad económica que dejó Cardoso y la generación de recursos que le dio el súper ciclo de commodities.

Sin embargo, Lula, que terminó su gobierno en aire de santidad, sembró las raíces de la debilidad estructural de Brasil en lo económico, social e institucional. Como veremos más adelante, organizó una organización criminal para dominar la política brasileña y la de la región, mediante la corrupción del Estado; malogró el espíritu emprendedor de buena parte de su población mediante subsidios monetarios que iban más allá de las demandas de la pobreza; y en lo económico, alentó el proteccionismo, propició el mercantilismo y desperdició buena parte de las oportunidades de una década global de oro.

Ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú, donde criticamos a Lula con motivo de su visita al Perú, en la que se ufanaba de sus logros y consejos al entonces presidente, Alan García. Nosotros demostramos entonces, que el Perú lo estaba haciendo mucho mejor que Brasil. Veamos el cuadro que publicamos el 10 de junio de 2013.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

La extracción de rentas es un componente central de la trampa de los ingresos medios. Sin superar ese elemento los países en desarrollo arrastran por tiempo indefinido los problemas del atraso y la pobreza. Una vez que los mecanismos de extracción de rentas son implantados, los países no pueden avanzar en los cambios institucionales requeridos para facilitar la creación de riqueza.

Este fenómeno ocurre porque, cuando las sociedades comienzan a salir de la pobreza y a generar más riquezas, la disputa rentista por esos excedentes se expande. Si las elites no están preparadas, los hechos pueden evolucionar en forma muy negativa.

El populismo es el método político más efectivo para instalar los mecanismos de disputa de la riqueza creada por la economía moderna, e institucionalizar la manipulación política de la población de menores ingresos. La experiencia populista más exitosa de América Latina en el siglo XX ha sido la del peronismo argentino, trabando el desarrollo del país por casi un siglo. Sin embargo, en el siglo XXI, el caso más exitoso ha sido el de Lula de Silva y el PT.

Entender la lógica del populismo y como opera es importante para que nuestras sociedades puedan evitar esa trampa social y avanzar por la ruta del desarrollo.

El objetivo Político del PT

Las promesas electorales de Lula (Carta al Pueblo Brasileño) fueron estabilidad económica y priorización de la reducción de la desigualdad social. Sin embargo, su objetivo central, desde el primer día, fue la continuidad de su partido en el poder. Es ese objetivo de permanencia lo que explica sus lógicas políticas, económicas y sociales. Las ideas programáticas como “luchar contra la pobreza” o “acabar con la explotación del capital”, terminaron siendo simples medios discursivos hacia el objetivo de la perpetuación política.

En materia de reducción de la desigualdad social, los logros del gobierno de Lula, al compararlos con los logros de otros países, no son excepcionales. Sus variaciones en el coeficiente Gini, el indicador que mide el nivel de desigualdad social, fueron similares a las variaciones típicas en América Latina en el mismo período, sin que Brasil logre estar entre los mejores. El Perú, por ejemplo, tuvo mejores resultados que Brasil, en el mismo período. El Perú bajó 10.3 puntos del coeficiente Gini entre 2002 y 2015, pasando de 53.8 a 43.5, mientras que Brasil solo bajó 6.8 puntos, pasando de 58.1 a 51.3, en ese mismo período.[i]

Un área en que el PT ha sido exitoso fue en la implementación de un programa social masivo orientado a la reducción de la pobreza extrema en Brasil. Copiando una propuesta del Banco Mundial, experimentada en México (Oportunidades), en Colombia, y en Perú (Juntos), Lula combinó los programas sociales del gobierno de FHC (Bolsa Escuela y Bolsa Alimentación) y les dio un nombre distinto: Bolsa Familia. Aún que Lula se presentó siempre como el padre de la criatura, su mérito no ha sido su creación sino su expansión.

En el 2003, primer año del gobierno de Lula, el programa alcanzó a 16.5 millones de personas. En el año electoral, 2006, la pobreza había reducido de 23.3% (46.6 millones) a 17.3% (34.6 millones), y el Bolsa Familia ya tenía una cobertura de 40 millones de personas, es decir, el 120% de los pobres del país y el 20 % de la población. ¿Por qué implementar un programa contra la pobreza con una cobertura mayor que la misma pobreza?

¿Fue útil el programa? Si hablamos de cómo modificar los indicadores de pobreza monetaria en el corto plazo a respuesta es sí, pero realizar un cambio sostenido en la condición de pobreza es más complejo que esto. La transferencia masiva de dinero a millones de personas incrementa su consumo e incrementa sus bienes, haciendo que parte de ellas dejen de mostrar los indicadores de pobreza, pero no genera cambio en el patrimonio de capacidades ni de sus activos productivos. Pero, si se mantienen esos dos tipos de activos, no hay garantía que esa población no regrese a su situación anterior cuando termine el flujo de dinero. El elemento más positivo del Bolsa Familia es incremento de la atención escolar de población pobre (el viejo programa Bolsa Escuela) porque ello contribuye a romper el ciclo inter-generacional de reproducción de la pobreza. El otro elemento de transferencia financiera se justifica más como asistencia social que como estrategia de superación de la pobreza.

Entre 2002 y 2004, la economía del país había crecido 15% y ese crecimiento fue responsable de una parte importante de la reducción de la pobreza, pero esto no era mencionado por el PT. El uso político del programa por el PT requería que la reducción de la pobreza fuera atribuida exclusivamente al Bolsa Familia y no considerara el crecimiento económico como el gran benefactor. La opción de salir de la pobreza vía mercado necesitaba ser desacreditada para fortalecer la idea de que un programa público era la mejor opción. La reducción de la pobreza debería ser vista como fruto de la voluntad generosa del gobernante y de su interés por los más necesitados, dos rasgos distintivos del buen carácter del gobernante. Todos los gobiernos demagógicos han recurrido a ese tipo de artificio.

Para el fin del segundo gobierno de Lula (2010), el país había crecido 37% respecto a 2002, y la pobreza se había reducido a solo 12.2%. Sin embargo, la gran mayoría de las familias que habían dejado la pobreza seguían recibiendo el Bolsa Familia. ¿Por qué se mantenía la cobertura social de un programa contra la pobreza, si el número de pobres se había reducido? Hay dos explicaciones posibles: Si el programa se cerraba, los ex-pobres estarían en riesgo de regresar a la pobreza, o el objetivo era político. Lo más probable es que la explicación sea una combinación de las dos razones.

La transferencia de dinero a poblaciones pobres, independiente de su impacto en la reducción de la pobreza, genera una dependencia en las estrategias económicas de esas familias. Es decir, después de un tiempo, su estrategia de ingreso familiar depende de ese subsidio. Aún después de esas familias haber mejorado su situación económica, ellas no desean que la transferencia de fondos termine, pues significaría alguna clase de retroceso en su economía.

La dependencia económica de los beneficiarios de la Bolsa Familia ha tenido una función política para el PT, generando un electorado cautivo de 60 millones (30% de la población del país). Un número como ese es decisivo para inclinar la balanza en cualquier proceso de elección estatal o nacional. Con la manipulación política de la dependencia económica, el PT montó un mecanismo efectivo para tener un bloque electoral cautivo y alimentar su estrategia de permanencia en el poder.

Su función es la creación de la dependencia económica y su uso en la manipulación política lo que explica la sobre-cobertura del Bolsa Familia. En toda campaña electoral, el discurso del PT era que sólo ellos, los “creadores del Bolsa Familia”, podrían garantizar su continuidad. Ante el temor de perder el subsidio público, una parte importante de los beneficiarios del Bolsa Familia se inclinaban por reelegir al PT. Los estudios estadísticos de la votación del PT en 2014 mostraron una alta correlación con la población beneficiaria de la Bolsa Familia.[ii]

Lula recibió un país estabilizado

El retorno a la democracia, en 1985, no había traído estabilidad económica al país. La inflación en la década 1984-94 parecía incontrolable, números como 100%, 500% o 2,000% de inflación anual no eran raros en la recién inaugurada democracia tropical. El caos monetario se mantuvo hasta que, en 1994, Fernando Henrique Cardoso (FHC), entonces Ministro de Hacienda del presidente Itamar Franco lanzó el “Plan Real” de estabilización monetaria. El Plan Real fue muy efectivo y logró bajar la inflación de 2,076% en 1994 a 16% en dos años, y de ahí a 7%, y a 3%. En los dos gobiernos de FHC (1995-2002), previos a Lula, la inflación estuvo estabilizada en torno a 7%.[iii] Es decir, el 2003 Lula recibió un país estabilizado, fiscalmente saneado y sin bombas de tiempo.

Cardoso estableció una política económica basada en el “Trípode Macroeconómico”: (1) meta de inflación, (2) meta fiscal y (3) tasa de cambio flotante.[iv] Esos principios básicos, típicos de cualquier gestión financiera responsable, estabilizaron la economía, sostuvieron los logros del Plan Real y salvaron el país de una crisis como la de Argentina el 2001.

El manejo económico de Lula

A pesar de la descalificación sistemática de la política macroeconómica de Cardoso como anti-popular, Lula fue un continuador fiel de dicha política, en su primer gobierno. Recién ingresado al palacio del Planalto, Lula nombró a Henrique Meireles, un “neoliberal” del PSDB (partido de FHC), como presidente del Banco Central, le garantizó completa independencia y siguió el Trípode Macroeconómico de FHC el pie de la letra.[v]

En términos monetarios y fiscales, Lula realizó una política tradicional. Los resultados de gestión fiscal, comercial y monetaria, permiten decir que Lula fue más conservador y más “neoliberal” que el mismo FHC.[vi] Sin embargo, él ha ocultado su política conservadora, atacando sistemáticamente la política económica de FHC, calificándolas de anti-popular y hasta de “Totalitaria”. Con su discurso el PT daba la apariencia de haber hecho un gran cambio en la economía, cuando en realidad, él no había sido más que un fiel seguidor de su antecesor.

A la economía brasileña no le fue mal durante los dos gobiernos de Lula. El Brasil fue uno de los países que más se beneficiaron del boom de las commodities provocado por el crecimiento chino. El aumento de las exportaciones dinamizó la economía, aumentó los ingresos públicos y generó las reservas internacionales. La estabilidad económica, lograda con el Plan Real, hizo posible el incremento del crédito ampliando el consumo y la sensación de bienestar de la población.[vii] Si utilizáramos el lenguaje del PT, diríamos que Lula fue un presidente neoliberal con discurso socialista.

Lamentablemente, FHC y su partido (PSBD) han dejado que la propaganda petista quedara sin respuesta por casi dos décadas, permitiendo que la población brasileña creyera en una versión distorsionada de la historia. Hoy, amplios segmentos de la población creen que Lula y el PT fueran los artífices del desarrollo del Brasil en la primera década del siglo XXI.

Lula concluyó su segundo mandato, a fines del 2010, con 78% de popularidad. Representando un logro extraordinario para cualquier presidente en cualquier país del mundo, pero aún más significativo en un país latino americano, en donde los presidentes se desgastan rápidamente. En todas las áreas de sus políticas (pobreza, inflación, salud, etc.) el PT salió aprobado por la opinión pública.

Ese nivel de popularidad significa que ninguna corriente de opinión con peso social o mediático se había manifestado en forma crítica al modelo de desarrollo de la gestión de Lula, ni a la narrativa del PT. Esto ocurrió incluso después del escándalo del Mensalão el 2005 y 2006, en que líderes del PT fueron descubiertos comprando el apoyo de congresistas de la oposición con sobornos mensuales.

Conclusiones

Lula en el gobierno se enfocó en construir hegemonía política y tuvo un éxito extraordinario en ese objetivo, logrando implantar en la opinión pública las principales ideas e imágenes que se propuso. Al final de los dos gobiernos de Lula, el PT contaba con la aprobación de la población, de los medios de comunicación, de los intelectuales, y hasta de la gran mayoría de los demás partidos políticos.

Los actos de corrupción del PT en el Mensalão no eran vistos como parte de una estrategia partidaria sino como conductas delictivas de algunas personas. Algunos petistas podrían ser corruptos, pero no el partido. Lula y el PT eran vistos como honrados.

No eran muchos los que se preocupaban con el hecho que el PT hubiera utilizado la democracia para montar los mecanismos de anulación de la alternancia democrática y de eternización en el poder. No es que nadie criticaba al PT, algunos pocos intelectuales y periodistas sí lo criticaban, pero eran muy pocos, y eran fácilmente demolidos por la mayoría de los líderes de opinión que estaban con el PT.[viii]  

Parecía que, finalmente, los brasileños habían encontrado la forma de superar la economía de mercado combinándola con elementos de populismo. La victoria práctica e intelectual del populismo en el Brasil le dio una gran autoridad para expandirse en América Latina. Ahí estaba Lula, para servir de referencia para quienes quisieran repetir la experiencia en sus países. En pocos años, el mantra populista se propagaría en la región con el apoyo intelectual, económico y de marketing político de Lula y del Partido de los Trabajadores. El Foro de Sao Paulo ayudaba la irradiación de las estrategias del PT hacia los diversos grupos de izquierda de la región.

La derrota intelectual de la élite brasileña, incluidos los pensadores liberales y conservadores, es talvez el hecho más destacado de ese período. El PT había encontrado la forma de corromper la inteligencia nacional y no surgió ningún rival con estatura suficiente para evitar esa tragedia. Hoy, decenas de millones de jóvenes (adoctrinados) pagan el costo cognitivo de ese fracaso de la élite brasileña.

Los elementos del colapso del PT ya estaban insertos en sus políticas desde el comienzo, pero es el 2013, que una marcha ingenua, contra el alza de los pasajes urbanos en Sao Paulo, desencadenó un proceso político que tres años después terminó con la Era PT. En el próximo artículo trataré como el PT, Lula y Dilma se auto-destruyeron, y cómo en solo tres años los pilares estratégicos del poder del PT fueron desmantelados, precipitando el fin de un gobierno que creía haber encontrado la forma de perpetuarse en el poder. Lampadia

[i] Para 2010, no dispusimos de información del coeficiente Gini, por ello hemos trabajado con el promedio del año anterior (2009) y posterior (2011) para dar continuidad al gráfico.

[iv] Para obligar el cumplimiento de la meta fiscal, el congreso aprobó una Ley de Presupuesto Anual (LOA, en portugués) cuyo su incumplimiento sería considerado “Crimen de Responsabilidad” y acarraría juicio político y destitución del presidente. Dilma Rousseff incumplió esa ley y por ello fue destituida.

[v] Henrique Meireles, ex-presidente del banco de Boston, es el actual ministro de finanzas de Michel Temer y está aplicando una política de ajuste fiscal de tipo clásico.

[vi] Sin oposición de izquierda, Lula podía ser más consecuente con los objetivos de estabilidad macroeconómica que su antecesor.

[viii] El PT ha desarrollado una habilidad especial de demolición de sus rivales políticos e intelectuales. La descalificación personal, como representantes de intereses anti-populares, fue aplicado en forma sistemática por el PT desde sus inicios, y se hizo generalizado en los medios mientras el PT controló el Estado.




La Era del PT en Brasil – II

En este segundo artículo, Sebastiao Mendonca nos explica el peculiar proceso de ascenso al poder del PT en Brasil.

Años antes de organizarse el PT, el gobierno militar había creado por ley, dos únicos partidos políticos reconocidos, la Alianza Renovadora Nacional (ARENA), oficialista, y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de oposición.

ARENA, de orientación liberal, pero gobiernista, perdió esencia moral por su cercanía a la dictadura, y el MDB, de orientación izquierdista y opositor, dio luego origen a varios partidos de izquierda.

El PT se benefició del rechazo a la dictadura, y se estableció como un movimiento de masas de pensamiento radical. Esto le permitió crecer de manera importante, pero no llegar al poder, pues su radicalismo generaba un importante freno entre las élites y las clases medias.

Pero, la habilidad de Lula, lo llevó a disfrazarse de moderado al publicar su “Carta al pueblo brasileño”, que le permitió romper las resistencias y llegar al poder.

Algo muy parecido a la ingenua maniobra gestada por Vargas Llosa en el Perú, para pasar el trago amargo de apoyar a un ‘odioso nacionalista’, con tal de evitar el gobierno del ‘odiado fujimorismo’.

Sebastiao Mendonca Ferreira
Centro Wiñaq
Para Lampadia

Como expliqué en el artículo anterior, el Partido de los Trabajadores, PT, fue creado en 1980, en un momento muy favorable para la propagación de sus ideas políticas. Los años previos a su creación fueron una combinación de crecimiento económico, modernización y autoritarismo. Esa combinación había cambiado radicalmente la sociedad brasileña.

El país venía de una fase de crecimiento acelerado entre 68 y 76, y recientemente había ingresado en una fase de inestabilidad económica. Para tener una idea de lo que fueron los 9 años del “milagro brasileño”, durante el gobierno militar, hay que considerar que en ese período la economía creció a una tasa anual promedio de 10%, multiplicando el PBI por 2.4, en menos de una década. Entre 1967 y 1980, el ingreso per cápita había pasado de $3,800 a $8,300, incrementándose 2.2 veces, aumentando así el peso social de la clase media y de los trabajadores industriales.[i]  Entre 1967 y 1980, “el milagro brasileño”, El ingreso per cápita creció 2.2 veces.

Los dos únicos partidos existentes en Brasil, en aquél entonces, habían sido creados por el gobierno militar. La Alianza Renovadora Nacional (ARENA), oficialista, y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), de oposición, y tuvieron que adaptarse al ambiente represivo de su época, y estaban alejados del movimiento social que emergía a fines de los 70. El PT no tenía competidores, en la nueva escena política.

En lo ideológico la situación era aún más favorable. La izquierda tenía ventaja moral por estar en la oposición a un gobierno autoritario y los liberales, que lo habían apoyado, estaban moral y políticamente descalificados. Las ideas de la izquierda repetían las propuestas políticas de los años 50 y 60, contaban con abundante literatura (libros, artículos académicos, revistas, etc.) mientras las ideas liberales eran completamente nuevas en Brasil y no tenían aceptación fuera de unos pocos círculos intelectuales, los Institutos Liberales.[ii]  

El crecimiento del PT

El proceso de crecimiento político del PT fue sin dudas acelerado. Los grupos de izquierda radical y moderada estaban recuperándose de la devastadora derrota de los años 70 y buscaban con ansiedad aliados contra el gobierno militar. Por ello, cuando surge el PT, ligado a un movimiento social emergente, le llovieron aliados desde la intelectualidad de izquierda.

Después de un largo período de autoritarismo, el interés por participar en la política crecía en una sociedad mucho más rica, con una clase media más numerosa y expandida por la cobertura nacional de los medios de comunicación, especialmente la televisión. En la juventud, interesarse por la política significaba estar en oposición al gobierno militar, y acercarse a los partidos que asumían esa postura.

En su primer proceso electoral, en 1983 el PT obtuvo 8 diputados federales. En el 2003, en su sexto proceso electoral, un año después de la elección de Lula como presidente, el PT alcanzó su máximo de 91 diputados federales, volviéndose la 2ª fuerza en el Congreso, superado solamente por su viejo aliado, el PMDB, ex-MDB (el partido de Michel Temer).

El PT también creció en el control de municipios. De 38 municipios en 1988, el PT pasó a 187 el 2000, permitiendo consolidar su organización a nivel nacional.[iii] Además, el PT logró controlar importantes capitales como Sao Paulo, Porto Alegre, y Fortaleza. Sin embargo, el gran salto de control de municipios vendría después que el PT llegara a la presidencia (ver cuadro).

La transformación del PT

El PT nace como un partido ligado al movimiento sindical, a los grupos de izquierda y a la iglesia católica. Era un partido con una amplia base social y una militancia numerosa. Los analistas políticos amigos del PT, muy numerosos, [iv], [v] lo calificaban como un “partido de masas” en contraposición al concepto de “partido de cuadros” de Lenin. Esa concepción de partido, ligado al movimiento social de los trabajadores, había sido desarrollada a fines del siglo XIX por la social-democracia alemana, pero era presentada en Brasil como si fuera una innovación local.

Poco después de su creación, el PT tenía tres activos estratégicos: (a) su inserción en el movimiento social, (b) la capacidad discursiva de la intelectualidad de izquierda, y (c) el carisma de Lula. Fue con esos activos iniciales que el PT comenzó a ganar representantes en el aparato del Estado: diputados, alcaldes, senadores, y gobernadores. Así se inicia el proceso de acumulación de fuerzas del PT.

En la medida en que el PT aumentó su inserción en el Estado, ganó una nueva fuente de poder político y económico. Crecer en el Estado pasó a ser su objetivo principal, y vencer en los procesos electorales pasó a ser el núcleo de su estrategia. La idea del Partido de Masas y de los discursos de agitación política fueron gradualmente pasando a la historia. La clave ahora era el manejo de las campañas electorales, especialmente los debates. El PT se especializó en dos elementos: descalificar moralmente a sus rivales y defender sus buenas intenciones sociales. Los estrategas de marketing político del PT resultaron siendo muy competentes en montar la historia del conflicto entre los buenos (los candidatos del PT) y los malos (los rivales).

El cambio en la concepción partidaria del PT y su acomodo a la lucha electoral no se dio sin dificultades. Tanto los líderes como las bases del PT eran radicales, anti-capitalistas, y por razones más que mundanas estaban abandonando la lógica de sus discursos para justificar su ascenso como miembros privilegiados de las “clases dominantes”. Los líderes del PT, pobres de ayer, en pocos años se volvieron miembros de la clase alta o se hicieron millonarios.

El problema del PT fue cómo explicar la disonancia entre su ideología anti-capitalista y el disfrute de los privilegios del poder en una sociedad capitalista. Para los líderes del PT, la ideología era un objeto maleable, pero los privilegios del poder eran irrenunciables. Los recursos del Estado brasileño eran gigantescos (millones de millones de dólares) y no era tan difícil montar los mecanismos de malversación y corrupción. Además, su ideología les ofrecía una justificación conveniente: ellos estaban expropiando una riqueza producida por el sistema capitalista para implementar sus objetivos socialistas. La amoralidad de los líderes del PT tiene mucho que ver con ese tipo de justificación ideológica.

Los líderes optaron entonces por los beneficios del poder, aún que en sus mentes y en las reuniones internas ellos seguían siendo anti-capitalistas y hostiles a la democracia “burguesa”. Ese pragmatismo no significaba que el PT se había vuelto un partido democrático, ni mucho menos. Lula seguía siendo un amigo y aliado de Fidel Castro, y soñando con un sistema como el de Cuba. El PT no aceptó firmar la Constitución de 1988, a pesar de su sesgo estatista, demostrando que en su proyecto político el partido no apostaba por el régimen democrático. Si uno revisa sus documentos internos, encuentra que el respeto del PT al marco institucional de la democracia brasileña no era resultado de una apuesta conceptual por ese sistema sino de una situación en la correlación de fuerzas, es decir, el PT no tenía como destruir las instituciones y mantener su imagen de partido democrático. Ni Lula ni el PT jamás se auto-criticaron por no haber firmado la Constitución de 1988, ni la han firmado hasta hoy.

Para los militantes de base, que no compartían los beneficios de ser miembros de la “clase dominante” el discurso seguía siendo radical. Ellos llegaron a ser un millón y medio de personas y necesitaban de una utopía que les motivara. Es interesante leer los documentos presentados por las diversas tendencias políticas en los congresos del PT, para observar la diferencia entre lo que se decía en los documentos y la realidad de la práctica política de los líderes. 

Lo que los líderes del PT hacían era un uso utilitario de la democracia, pues el ejercicio de los derechos democráticos les resultaba muy efectivo para sus intereses políticos y económicos. Para ellos, la democracia les brindaba las condiciones óptimas para llegar al poder y disfrutar de sus privilegios.

La nueva estrategia

El PT crecía en forma rápida, y ganaba congresistas, gobernadores y alcaldes. En pocos años, el PT ya tenía recursos económicos, base social, intelectuales en las universidades, artistas en la televisión, periodistas amigos, voceros en los medios de comunicación, y muchos representantes elegidos, pero su discurso ideologizado y anti-sistema preocupaba a la élite y no convencía a los sectores medios del país. Por ello, Lula perdía las elecciones nacionales. Sucedía que, en el Brasil como en muchos otros países de América Latina, quien no gana a la élite y a la clase media no gana la presidencia, y Lula fracasaba en ganar a esos dos sectores.

Es después de la 3ª derrota de Lula, en 1998, que el PT comienza a repensar su estrategia y a reelaborar su narrativa. La terminología anti-sistema, que emocionaba a sus líderes y militantes, podría seguir en las reuniones internas, pero debería ser eliminada de los discursos públicos.

Lula llega al poder el 2003

Los fracasos del gobierno de Joao Goulart, en Brasil, y de los demás gobiernos de izquierda en América Latina (Salvador Allende, Hernán Siles Zuazo, etc.), enseñaron a los líderes del PT la necesidad de no destruir el marco económico del capitalismo para no matar la fuente de sus beneficios. Ese nuevo enfoque en la izquierda latinoamericana (Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Bolivia, etc.) posibilitó hacer una alianza con algunos sectores de los empresarios, ampliando así su coalición de poder. El PT fue uno de los primeros a aplicarlo en su campaña del 2002.[vi]

Lula reelegido el 2007

Para su cuarto intento (2002), el PT ajusta su estrategia y Lula envía dos mensajes clave: nombra a un gran empresario textil, José de Alencar, miembro del Partido Liberal (considerado como una fuerza de derecha), para ser su vice-presidente, [vii] y (b) lanza un nuevo mensaje al país por medio de la “Carta al pueblo brasileño”.

En la Carta al Pueblo Brasileño, Lula mantiene su inevitable estilo demagógico, pero elimina los elementos de resentimiento social y de cambio radical, típicos de sus discursos anteriores, y asume una serie de compromisos con la estabilidad del marco económico, afirmando que:

  • Para avanzar hacia el nuevo modelo, es necesario respetar los contratos y obligaciones del país como condición para tranquilizar los mercados financieros.
  • Defiende las exportaciones: “Aquí gana toda su dimensión una política dirigida a valorizar el agro negocio y la agricultura familiar…” “Nuestra política externa debe estar orientada para ese inmenso desafío de promover nuestros intereses comerciales…”
  • Se compromete con la estabilidad monetaria y fiscal: “Quiero ahora reafirmar ese compromiso histórico con el combate a la inflación…” “Vamos a preservar el superávit primario lo que sea necesario para impedir que la deuda interna aumente y destruya la confianza en la capacidad del gobierno de honrar sus compromisos…” “La estabilidad, el control de las cuentas públicas y de la inflación son hoy un patrimonio de todos los brasileños…”
  • Y concluye hablando de crecimiento y estabilidad: “Hay otro camino posible. Es el camino del crecimiento económico con estabilidad y responsabilidad social…”

La carta fue una jugada maestra, disolvió las preocupaciones de la élite y desarmó el discurso de sus competidores. Con esa nueva propuesta, resultaba poco creíble afirmar que Lula sería un peligro para la estabilidad económica. Negar las buenas intenciones de Lula, su voluntad de transformar al Brasil en una sociedad más justa e inclusiva, sonaba como egoísmo y discriminación social.

Lo que Lula no habló en su carta fue del respeto a la constitución ni de la alternancia democrática. En el vacío del silencio, todos creyeron que Lula sí los respetaría. Como veremos, una vez en el gobierno, el PT construiría una diversidad de mecanismos, entre ellos la corrupción institucionalizada, para evitar la alternancia democrática y eternizarse en el poder.

El 1º de enero del 2003, el Sr. Luis Inacio Lula da Silva recibió la banda presidencial y un abrazo amistoso del presidente saliente, Fernando Henrique Cardoso. La Era PT había comenzado. Su gobierno se beneficiaría mucho del alza de las commodities y demoraría 13 años para terminar en la peor crisis económica y moral de la historia la república brasileña.

El próximo artículo será sobre el PT en el Poder. Lampadia

 

 

[ii] Esa situación de las ideas liberales solo va comenzar a cambiar a partir del 2013, cuando se inician las grandes movilizaciones en contra del gobierno de Dilma Rousseff.

[iii] Cada municipio controlado permitía al PT tener una representación política local, puestos de trabajo para sus militantes, un presupuesto para negociar contratos y una influencia sobre los medios y periodistas, es decir una fuente local de mensajes pro-PT. En las capitales de los estados esos beneficios tenían alcance regional.

[iv] Ribeiro, P. (2008). Dos sindicatos ao governo: a organização nacional do PT de 1980 a 2005. Universidade Federal de São Carlos, São Carlos, São Paulo, Brasil.

[v] Amaral, O. (2011). Ainda conectado: o PT e os seus vínculos com a sociedade. Opinião Pública, 17(1), p. 10-44.

[vi] Ese giro de la izquierda permitió que su “programa mínimo”, su propósito político de mediano plazo, se transformara en una especie de capitalismo de lazos con justificación ideológica. Esa nueva coalición entre los partidos de izquierda y algunos sectores de los empresarios les permitió prolongar sus períodos de gobierno y uso de los recursos públicos.

[vii] El Partido Liberal era conservador, del lado opuesto al PT en el espectro político. Esa alianza chocó a parte de la militancia y del electorado del PT, pero funcionó, pues en la 2ª vuelta, aún molestos, tuvieron que votar por Lula.