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El gobierno debe explicar el problema económico

El gobierno debe explicar el problema económico

EDITORIAL DE LAMPADIA

El reclamo que le hace el Wall Street Journal al gobierno de Trump lo podemos hacer aquí para el gobierno de Vizcarra también. En efecto, el editorial de ese diario del sábado 21, titulado “sin liderazgo en la economía”, advertía que, así como la administración Trump parece por fin tener un buen equipo manejando la amenaza de salud creada por el coronavirus, no podía decirse lo mismo de los esfuerzos para enfrentar las consecuencias económicas de las medidas, que pueden llegar a ser insostenibles. Señala que nadie en el gobierno ha explicado bien cuál es el problema que se viene ni qué específicamente se va a hacer para resolverlo.

Dice el editorial: “Los gobiernos federal y estatales han cerrado la mayor parte de la economía estadounidense en un intento de reducir la propagación del coronavirus. Esto está creando una crisis de liquidez en la economía real en la medida en que las empresas cierran y sus ingresos se reducen. El gobierno tiene que abordar la crisis de liquidez que ha creado en las empresas privadas, o esto pronto se convertirá en un pánico de insolvencia en la medida en que las empresas entran en default, lo que se convertirá en una crisis bancaria”.  

Pero nadie en el gobierno ha explicado eso a la opinión pública. El editorial reclama que el presidente de la FED y el secretario de Tesoro formulen un diagnóstico de lo que está pasando, lo expliquen a la población e indiquen las prescripciones correspondientes y cómo éstas van a operar para resolver el problema.

Es lo mismo que se necesita acá. El gobierno está funcionado bien para manejar el problema de salud, pero precisamente mientras mejor se aplican las medidas sanitarias, mayor daño se causa a la economía. Las empresas de todo tamaño no saben cómo van a hacer para pagar a sus empleados y proveedores a fin de mes. Muchas irán a los bancos para pedir préstamos, pero éstos probablemente los nieguen ante la incertidumbre. Se han dictado algunas medidas para facilitar algo de liquidez y postergar pagos, pero lucen claramente insuficientes.

La ministra de Economía, el presidente del Banco Central de Reserva, la Superintendente de la SBS deberían salir junto con el presidente de la Asociación de Bancos explicando claramente cuál es el problema que se puede generar y cómo se va a afrontar y de qué manera habrá liquidez y no se romperá la cadena de pagos. Y cómo se está atendiendo, al mismo tiempo, las economías del sector informal.

Se necesita un pacto entre el Estado, los bancos y el sector privado. Tienen que reunirse y acordarlo. No podemos caer en una insolvencia generalizada. Sería catastrófico. Lampadia




Las primeras políticas económicas de Alberto Fernández

Las primeras políticas económicas de Alberto Fernández

Estabilizar la economía argentina es un reto que el presidente Fernández se ha propuesto enfrentar en el plazo inmediato, sin embargo, con medidas equivocadas a nuestro parecer, dado el accionar que ha tomado en la línea de política fiscal y monetaria en el primer mes que viene gobernando.

Un reciente artículo publicado por The Economist, que compartimos líneas abajo, incide sobre cómo la administración de Fernández persiste en controles de precios que son fundamentales en la asignación de recursos en una economía como son los salarios y el tipo de cambio. Lo que es peor, en el frente monetario, se ha convenido por seguir expandiendo la oferta de dinero con la justificación de incentivar el consumo, a la vez que se utiliza para financiar el creciente déficit presupuestario.

Un país como Argentina que enrumba hacia la hiperinflación -el año pasado la inflación fue del 54% anual, la más alta en casi tres décadas – esta estrategia no haría más que consolidar un suicidio económico que propendería más indigencia y pobreza en los próximos meses.

Finalmente consideramos que en el frente fiscal también se visualizan errores de política. En vez de darle respiro a la economía de la excesiva carga fiscal de la cual es víctima, además considerada entre las más altas en el mundo, se persiste en aumentar impuestos a las exportaciones agrícolas. A la par se propone hacer frente al pago del principal adicional pedido por el gobierno de Macri al FMI – de US$ 11,000 millones – lo cual hace menos creíble el honrar la deuda pública hacia los inversionistas tenedores de bonos.

En ese sentido, persistimos que la única salida para el problema económico de Argentina es un plan de ajuste (ver Lampadia: Un análisis del plan económico de Fernández), reflejado fundamentalmente en una liberalización de precios y corte de la emisión monetaria. Si bien esto tendría un impacto negativo en el corto plazo como todo programa de shock, en el mediano y largo plazo aliviaría sobremanera a una economía que sigue enferma por la persistencia de políticas populistas en las últimas 7 décadas de su historia. Lampadia

El nuevo gobierno de Argentina se enfrenta a la economía
Los peronistas son confusos sobre sus planes a largo plazo

The Economist
18 de enero, 2020
Traducido y comentado por Lampadia

Hace un mes que Alberto Fernández asumió el cargo de Mauricio Macri como presidente de Argentina y, contrariamente a lo que se pronostica, el cielo sobre la Pampa aún no se ha derrumbado. Después de haber heredado una situación económica grave, que incluía lo que Fernández, un peronista, llamó un “incumplimiento virtual” de las deudas del país, su gobierno ha comenzado haciendo más o menos lo que dijo que haría. Adoptando casi el enfoque opuesto a su predecesor, ha presentado una política fiscal dura y una política monetaria laxa y aún no ha dicho mucho sobre cómo manejará la deuda. Los controles de cambio y precios, y la calma del verano del sur, se han combinado para comprar el tiempo del nuevo equipo. ¿Pero lo usarán sabiamente?

Intentaba ganar tiempo para reformar una economía enferma que puso a Macri en problemas. Un conservador de libre mercado, acumuló deuda para financiar un ajuste fiscal gradual hasta que los inversores se asustaron, lo que provocó una carrera por el peso y obligó al gobierno a los brazos del FMI. La economía cayó en recesión, la inflación aumentó al 54% el año pasado y Macri perdió las elecciones presidenciales. El primer objetivo del nuevo equipo, según Martín Guzmán, el ministro de economía, es “detener la caída”.

Han impulsado rápidamente un paquete de emergencia de medidas principalmente fiscales. Estos incluyen aumentos de impuestos sobre las exportaciones agrícolas y los viajes al extranjero, y una congelación de seis meses de muchos precios, salarios y pensiones. El impacto en los argentinos más pobres se ha atenuado con pagos adicionales. Según la Fundación Capital, una consultora en Buenos Aires, las medidas se suman a una restricción fiscal de alrededor del 1,5% del PBI. Si se implementan completamente, equilibrarían los libros antes de los pagos de la deuda este año.

Esto ha sido compensado por una opaca política monetaria. El banco central ha dicho que su intención es mantener tasas de interés reales positivas y evitar préstamos “excesivos” al gobierno. En la práctica, el banco está impulsando las tasas de interés hacia territorio negativo y es “la imprenta del gobierno”, como lo expresa un economista que trabajó para una administración peronista anterior. Los funcionarios piensan que esta expansión monetaria revivirá el consumo y, por lo tanto, la economía. Confían en los controles de precios para mitigar su impacto inflacionario. Los críticos creen que simplemente ampliará la brecha entre la tasa de cambio oficial de 60 pesos por dólar y la tasa de libre mercado (en 77 esta semana). Esto impulsará la inflación.

Tanto Fernández como sus funcionarios insisten en que Argentina quiere pagar sus deudas (a diferencia de 2001, cuando los peronistas aplaudieron el incumplimiento) pero que necesita más tiempo para hacerlo. Eso es ampliamente aceptado por sus acreedores. Se espera que una misión del FMI visite Buenos Aires en las próximas semanas. Guzmán, un estudioso de las crisis de la deuda sin experiencia en el mercado financiero o el gobierno, dice que quiere un acuerdo con los tenedores de bonos por $ 100,000 millones para fines de marzo.

El tiempo es la esencia. Si el gobierno se mueve rápidamente, los bonos seguirán en manos de inversionistas institucionales en lugar de fondos de buitres litigiosos, señala Héctor Torres, quien era el director de Argentina en el directorio del FMI. Con el propio FMI, el gobierno probablemente buscará un nuevo acuerdo de reserva para extender los US$ 43,000 millones que debe pagar en 2022-23. Ha evitado retirar US$ 11,000 millones pendientes del préstamo del FMI de Macri. Eso es un error, argumenta Torres, ya que el dinero podría hacer que sea más fácil llegar a un acuerdo con los tenedores de bonos. Sería arrojar dinero bueno después del malo, reconoce el nuevo equipo de gobierno.

“Estamos navegando por un pasaje estrecho”, según Guzmán. Falta una tabla para el otro lado del corredor. A menos que sean estrictamente temporales, los controles crearán grandes distorsiones del tipo que se acumuló bajo Cristina Fernández de Kirchner, la poderosa vicepresidenta, que ocupó el cargo principal de 2007 a 2015. El gobierno aún no ha vinculado sus medidas de emergencia a un plan macroeconómico. Esto puede deberse a que Fernández, un moderado pragmático, debe negociar no solo con los acreedores sino también con su vicepresidenta, una populista de izquierda.

Su postura es, pues, ambigua. Por un lado, ha subrayado acertadamente que Argentina necesita aumentar sus exportaciones, y ha pedido un consenso nacional sobre un plan a largo plazo. Por otro lado, en referencia al FMI, arremetió contra “recetas que siempre han fallado”. De hecho, siempre han fallado solo en Argentina, que siempre ha querido jugar según sus propias reglas. “El mundo, desafortunadamente, es real”, como lo expresó el escritor Jorge Luis Borges. Es tarea de Fernández persuadir a los argentinos de eso. Lampadia




Un análisis del plan económico de Fernández

Un análisis del plan económico de Fernández

La reciente toma de mando del nuevo presidente de Argentina, Alberto Fernández, ha suscitado toda clase de predicciones respecto de su futuro accionar en las principales líneas de política económica que tomará su gobierno, tanto en el frente fiscal como el monetario.

Y es que la presencia de su vicepresidenta peronista Cristina Fernández, ha acrecentado la incertidumbre sobre si se persistirá en el populismo de izquierda emprendido entre los años 2007 – 2015 que llevó a la actual crisis de creciente inflación y delicado problema de repago de deuda que sume a nuestro vecino del sur y que, con el gradualismo que llevó Macri, agravó aún más ambos impasses.

Para una mejor comprensión de los principales drivers que impulsan la crisis argentina, compartimos a continuación un artículo publicado recientemente por la revista The Economist, en el que se analiza el plan económico que acometerá Fernández a la luz del contexto que lo precede y de la evidencia sobre el éxito de dichas políticas en el pasado.

Como se desprende de este análisis, la posposición del pago de intereses sobre la deuda, que actualmente asciende a US$ 105 mil millones, y el no levantamiento de los controles de precios y de capitales que tienen como objetivo no generar grandes depreciaciones del tipo de cambio en el corto plazo, no constituyen la verdadera solución al problema económico de dicho país. Justamente forman parte de placebos que se han venido anunciando recientemente por varios gobernantes de la región, que como hemos escrito en Lampadia: La calle atormenta América Latina , solo buscan ganar adeptos en el electorado. Por el contrario, una política de ajuste que sólo puede ser llevada a cabo bajo una gran reforma del Estado, debería ser una opción mandatoria para Fernández toda vez que los actuales niveles de presión tributaria en Argentina, considerados entre las más altos a nivel mundial, inhibe todo desarrollo que pueda llevar a cabo el sector privado con la consecuente generación de empleos y reducción de pobreza.

Esperamos que el actual líder argentino tome en cuenta las advertencias de The Economist si realmente quiere generar un quiebre estructural en la economía argentina, de manera que retome un alto crecimiento y quién sabe, pueda volver a ubicarse entre las grandes potencias mundiales, como otrora lo exhibía a finales del siglo XIX e inicios del XX (ver Lampadia: Ideas para ponerle fin a la crisis económica de Argentina). Lampadia

El predicamento peronista
Cómo Alberto Fernández planea hacer frente a la crisis económica de Argentina

El nuevo presidente quiere impulsar el crecimiento y frenar la inflación. Eso será difícil

The Economist
12 de diciembre, 2019
Traducido y comentado por
Lampadia

BUENOS AIRES. Alberto Fernández se llevó a sí mismo y a su novia, Fabiola Yáñez, al Congreso para su toma de posesión como presidente de Argentina en su Toyota. Ese gesto, tanto como lo que dijo en su discurso de una hora, señaló que tiene la intención de ayudar rápidamente a los argentinos comunes que sufren de recesión, alta inflación y aumento de la pobreza. Pero algunos se preguntaron, cuando el peronista aceptó la faja presidencial y el testigo de Mauricio Macri, su predecesor de centroderecha, si conduciría al país hacia adelante o hacia atrás.

La pregunta fue provocada en parte por la presencia de Cristina Fernández de Kirchner, la nueva vicepresidenta, que precedió a Macri como presidente. Fernández, una populista que gobernó de 2007 a 2015, creó el desorden económico en cuya limpieza Macri falló. Ella ha sido acusada en nueve casos judiciales separados por actos de corrupción y otros delitos. En la nueva administración, ella ya ha acumulado una influencia sin precedentes para un vicepresidente. El nuevo presidente (sin relación con Fernández) quiere complacer a la multitud como lo hizo ella, al menos para los argentinos pobres, pero sin repetir sus errores. Eso será complicado.

La “catástrofe social” que Fernández promete poner fin es real. Dos quintos de los ciudadanos argentinos no pueden pagar una canasta mensual de productos básicos. La tasa de inflación interanual supera el 50%. El rescate de US$ 57 mil millones de Argentina del FMI es el más grande en la historia del fondo. Fernández promete poner la economía “de nuevo en pie”. Pero un asesor del nuevo presidente admite: “No hay respuestas fáciles sobre la economía y no hay buenas opciones”.

La apuesta de Macri era que podría restaurar la confianza que Fernández había maltratado, lo que conduciría al crecimiento. Al asumir el cargo en 2015, levantó los controles de cambio introducidos por Fernández, llegó a un acuerdo con los acreedores extranjeros (con quienes ella había peleado) y redujo sus impuestos a los exportadores. Ese enfoque fracasó, en gran parte porque Macri no redujo el déficit presupuestario lo suficientemente rápido como para mantener la calma de los inversores cuando aumentaron las tasas de interés mundiales. El peso se desplomó y la inflación se disparó (ver gráfico líneas abajo). El acuerdo del FMI en 2018 fue una segunda puñalada para revivir la confianza. Pero la austeridad que exigía golpeó justo cuando se iniciaba la temporada política de Argentina, debilitando la economía y llevando a los votantes a Fernández. Eso golpeó nuevamente al peso.

La gran idea del nuevo presidente es revertir la secuencia de Macri: el crecimiento conducirá a un resurgimiento de la confianza en lugar de al revés, argumenta. Para impulsar el crecimiento, tiene la intención de recuperar las herramientas empleadas por la administración de Fernández, pero usarlas con mayor destreza.

Es probable que la pieza central del programa económico sea una reestructuración de la deuda de US$ 105 mil millones de Argentina con los tenedores de bonos extranjeros (que no incluye la deuda con el FMI). Esto lo llevará a cabo el nuevo ministro de economía, Martín Guzmán, un académico con poca experiencia política que se especializa en negociación de deudas. Él ha propuesto que Argentina difiera el pago de intereses y capital por los próximos dos años. Los analistas suponen que terminará exigiendo mayores concesiones a los acreedores. Los precios de los bonos sugieren que los mercados esperan un recorte implícito, un descuento en el valor nominal de los bonos, de casi el 50%. “Cada dólar que no usemos para la deuda se destinará a la recuperación en casa dirigida por el consumidor”, dijo Guzmán a sus nuevos colegas.

La idea de pagar a los acreedores extranjeros menos de lo que se les debe es popular. También lo serán los planes de Fernández para aumentar los salarios de los trabajadores del sector público y mal remunerados y aumentar las pensiones.

Las ideas para controlar la inflación son poco ortodoxas. El nuevo gobierno puede mantener un límite en los precios de los servicios públicos que debían expirar a fines de 2019. Se espera que mantenga los controles de capital introducidos por Macri como una medida de emergencia para frenar la depreciación del peso y alcanzar un pacto con empleadores y sindicatos para mantener bajos los precios y salarios. (Esto puede significar que los salarios aumentarán en menos de lo que ha implicado Fernández).

La gran pregunta es si ese paquete puede excluir las cosas que obstaculizan el crecimiento contra las cuales los peronistas hicieron campaña. Eso es improbable. El nuevo gobierno no quiere retirar los US$ 11 mil millones restantes de su préstamo del FMI, pero aún tendrá que lidiar con el fondo. Es probable que el FMI acoja con beneplácito un recorte en la carga de la deuda del sector privado (facilitando que Argentina reembolse el fondo). Es probable que ambos tipos de acreedores insistan en un superávit fiscal primario, es decir, antes de los pagos de intereses, lo que significa más austeridad de la que tiene en mente Fernández. Existe una especulación preocupada de que el banco central pagará promesas como pensiones más altas imprimiendo dinero, a pesar de que se cree que su nuevo presidente, Miguel Pesce, es una opción segura. Si la política fiscal o monetaria es demasiado flexible, aumentará la inflación a pesar de que se planea contenerla.

Aunque Fernández está volviendo a usar algunas de las técnicas utilizadas por su predecesor peronista, está ansioso por señalar que no repetirá sus excesos. “Este es el equipo económico de Alberto, y él estará a cargo en este frente”, dice un asesor. Sin embargo, el nuevo presidente no ha descartado los temores de que Fernández tendrá una influencia indebida. Guzmán obtuvo el ministerio de economía después de que vetó a otros dos candidatos, dice el asesor presidencial.

Ella intervino en la elección de los ministros de interior, defensa y seguridad. Sus partidarios estarán a cargo de las agencias que manejan los impuestos, las pensiones y el cuidado de las personas mayores, que tienen grandes presupuestos y empleos para ofrecer aliados políticos. Su influencia en estas áreas sugiere que reformar el estado no será una prioridad. Como vicepresidenta, Fernández es la líder del Senado y dirige el bloque peronista en la cámara, donde tiene una mayoría. Su hijo, Máximo, dirige a los peronistas en la cámara baja del congreso.

Fernández también ayudó a organizar el nombramiento de Carlos Zannini, uno de sus asociados más cercanos, como fiscal general. Zannini fue detenido preventivamente por su presunto papel en encubrir un acuerdo que Fernández había hecho con Irán para absolverlo de la culpa del bombardeo de un centro judío en Buenos Aires en 1994 en el que murieron 86 personas, incluido el terrorista. Su juicio se ha retrasado indefinidamente. Alberto Nisman, un fiscal que fue asesinado en 2015, había acusado a Zannini. Como el fiscal general, Zannini, quien fue liberado de la cárcel en 2018 y niega todos los cargos, dirigirá la unidad anticorrupción del gobierno y su equipo de abogados.

Alberto Fernández ya dejó en claro que no le preocupan las presuntas fechorías de sus altos funcionarios. Sostiene que Cristina Fernández y los miembros encarcelados de su gobierno son víctimas de “persecución política”. Ha declarado inocente a Zannini. “Le reivindicamos”, le dijo al nuevo fiscal general.

Fernández revivirá aspectos de la política exterior de su predecesora peronista. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Solá, ha señalado un “compromiso” con Nicolás Maduro, el dictador izquierdista de Venezuela, que ahora será menos un paria regional. El nuevo gobierno de Argentina no aceptará en su forma actual un acuerdo comercial negociado por Mercosur, un bloque comercial de cuatro países, con la Unión Europea. Esto disminuirá las perspectivas de crecimiento de Argentina a largo plazo y aumentará la tensión con Brasil, el miembro más grande del bloque. Fernández y Jair Bolsonaro, presidente populista de Brasil, hablan de tener “relaciones pragmáticas”. Pero no hay forma de ocultar la escarcha. Bolsonaro no asistió a la toma de posesión de Fernández, sino que envió a su vicepresidente.

El gobierno de Macri se enorgullece de haber puesto fin al aislamiento económico que Cristina Fernández impuso a la Argentina. “Hemos pasado cuatro años sacando a Argentina de la congelación”, dice Jorge Faurie, el canciller saliente. “El miedo es que volveremos”. Los optimistas piensan que el cambio hacia la izquierda en la diplomacia facilitará que Fernández adopte una política económica moderada. Los argentinos deben esperar que sí. Lampadia