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La Revolución de la Agricultura

La Revolución de la Agricultura

Richard Webb, precursor de las mediciones sobre la pobreza en el mundo y en el Perú, sigue desarrollando sus investigaciones sobre la realidad nacional, especialmente, durante los últimos años, en el sector rural. De ese esfuerzo pudimos informarnos hace un par de años, sobre la dinamización de la sierra rural con su obra, Conexión y Despegue Rural.

Uno de los datos más impactantes del libro es el del crecimiento del ingreso rural a lo largo de los últimos 100 años:

En esta ocasión, Webb, que va al campo a medir sus análisis, ha hecho una presentación en el IV CENAGRO, organizado por el CIES y la FAO, donde publicó la siguiente información sobre la evolución del crecimiento de la productividad de la agricultura. Ver el gráfico:

Como muestra el gráfico, en los últimos 110 años, hemos tenido incrementos de productividad relativamente bajos y muy bajos durante 70 años. Hasta 1950, la agricultura tuvo un carácter más extensivo que de productividad, aún así fue impresionante en volumen total. El crecimiento promedio fue de un 1% anual, algo similar a lo logrado por algunos países de Europa durante un siglo de crecimiento. 

Recién desde 1950 hasta 1970, se dinamiza el aumento de la productividad con un crecimiento muy bueno de 2.8% anual, comparable al nivel de crecimiento logrado por la Revolución Verde. Lamentablemente, este proceso se interrumpe brutalmente con el gobierno de la dictadura militar, que supuestamente iba a mejorar la calidad de vida en el campo. Sin embargo, hizo todo lo contrario, con una reforma agraria que objetivamente empobreció al campesinado.

Este periodo de empobrecimiento continuó durante los gobiernos democráticos de los años 80, con los regímenes de Belaunde II y García I, en que además de los impactos negativos de la reforma agraria y de la prohibición de las inversiones del sector privado en las regiones (instaurada por la dictadura), en agricultura, minería, energía, pesca, etc.,  tuvimos que enfrentar la insania del terrorismo y la hiperinflación. Ninguno de estos fenómenos fue un castigo divino, todos fueron labrados a pulso por gobernantes ineptos, que desde la dictadura militares llevaron al país a la trastienda de la historia. Un período de casi 30 años, en que la productividad de la agricultura peruana ‘no creció’, fue en promedio 0.0%, un período del que todavía no nos recuperamos. Ver en Lampadia: La tragedia de los servidores del Estado.

Desde 1990 hasta el 2012, según los datos de Webb, el crecimiento de la productividad de la agricultura da un salto espectacular y pasa a crecer 4.3% por año, algo espectacular e incontrastable. Un nivel extraordinario de crecimiento, que contrasta con el discurso político de autoflagelación que se repite en los medios, especialmente en las regiones, y con el del perverso negacionismo que pretende reversar las políticas públicas que permitieron tremendo avance. Ver otros desarrollos del período del renacimiento del Perú en Lampadia: Las  Cifras de la Prosperidad.

Es evidente que esta información confirma en buena medida los postulados del libro de Webb mencionado líneas arriba, que destaca la integración del sector rural al resto de la economía. Pero también nos hace ver el efecto multiplicador del desarrollo de la agro-exportación y,  como destaca Webb en sus columnas semanales, en la adopción de mejores tecnologías, la cercanía a los mercados, la propia migración temporal de los agricultores y la dinámica de movilidad social de las últimas dos décadas.

El Perú no solo ‘infinito’ por su potencial de desarrollo productivo para una población de unos 30 millones de habitantes, también ha mostrado una capacidad de resistencia espectacular a las plagas del socialismo que nos robaron treinta años y, una increíble capacidad de recuperación y superación, especialmente en nuestras áreas de mayor pobreza, los cinturones urbano-marginales, donde se generó nuestra nueva clase media emergente y la gran revolución del Perú rural y, como destacamos en esta nota, de nuestra agricultura. Lampadia




¡No nos confundamos sobre el crecimiento!

¡No nos confundamos sobre el crecimiento!
  • Se acabó el crecimiento
  • Se basó en los precios de los commodities
  • Hubo crecimiento pero no desarrollo
  • Ahora necesitamos inversión pública
  • El crecimiento potencial está entre 3 y 4%
  • Crecimos pero no le llegó a todos

Últimamente, muchos se dejan llevar por los que anuncian el fin de nuestro ciclo de crecimiento y esto lo relacionan y sustentan en los ajustes de la economía china y la reducción de los precios de los commodities. Pero pocos hacen un análisis de algunas líneas estratégicas o por lo menos unas cuantas relaciones causa-efecto de los acontecimientos de los últimos años.

En Lampadia queremos revisar este importante tema y plantear tres reflexiones al respecto:

  • Cuándo empezó nuestro ciclo de crecimiento
  • Por qué se paró el crecimiento
  • Cómo podemos crecer alto y sostenido

El gran ciclo de crecimiento empezó con la Constitución de 1993

Desde principios de los años 60, el Perú perdió el rumbo de desarrollo; terminó empobrecido, sin inversión privada, alejado del resto del mundo y con crecimiento negativo. Todo se inició con las perniciosas ideas de Prebish, la CEPAL y la sustitución de las importaciones. Políticamente empezó con el primer gobierno de Belaunde, siguió con la dictadura militar, el segundo gobierno de Belaunde y terminó en la euforia tercermundista del primer gobierno de García.

En ese lapso se terminó prohibiendo la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta en el turismo. Se hizo lo mismo que en la Venezuela chavista de hoy y, por supuesto, los resultados, como todos reconocen, fueron nefastos.

Esto se corrigió recién con la captura del genocida Abimael Guzmán y con la promulgación de la Constitución de 1993 que trajo el regreso de la inversión privada. Así fue que entre 1993 y 1997 el PBI del Perú creció en un promedio de 6.8% anual. Ver gráfico:

Este período de crecimiento se suspendió por gracia del corte de la cadena de pagos y la larga recesión en la que el país se sumergió por miedo a la pasajera crisis asiática de 1998, bajo la errada conducción del ministro de Economía y Finanzas de entonces, Jorge Baca Campodónico.

Una vez superada la recesión, retomamos el crecimiento de la mano de la inversión privada que además recibió el impulso de los positivos factores externos de los precios de commodities, las tasas de interés y la abundante liquidez internacional. Lo que debe quedarnos claro es que el crecimiento alto y sostenido duró 20 años, incluyendo la caída del 98 y la del 2009 fue un solo proceso: la exuberancia económica de un país que estuvo sediento de inversión por treinta años (60 – 90).

El ciclo de crecimiento se interrumpió a partir del 2011

Como hemos explicado anteriormente, el ciclo virtuoso que tuvimos fue interrumpido en el 2011 con lo que hemos llamado ‘Punto de Inflexión’, gracias a la nueva administración de Ollanta Humala, el Partido Nacionalista y su gabinete de izquierda presidido por Salomón Lerner.

En el 2011 se produjeron dos puntos de inflexión muy graves en el proceso virtuoso que estábamos viviendo, tanto en aspectos sociales como económicos. En el aspecto social, se produjo un punto de quiebre en la reducción del nivel de anemia en niños menores de tres años, luego de una sostenida reducción entre el 2007 y el 2011. En lo económico, el cuadro inferior muestra claramente la caída de la inversión privada, principalmente en la minería moderna que detuvo el crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que trajo consigo una importantísima disminución de la pobreza, desnutrición, mortalidad infantil y desigualdad en la última década. 

Cuanto podemos y debemos crecer los próximos 35 años

Según el Banco HSBC en su reporte ‘The World in 2050’, el Perú debe crecer en promedio 5.5% anual ayudado por su ‘bono demográfico’ que representará un crecimiento de 40% de la PEA hasta el 2050. De crecer a ese ritmo la economía peruana será la número 26 del mundo en el mismo año y la distribución de ingresos de su población evolucionará según lo mostrado en el siguiente gráfico:

Ese crecimiento de 5.5% de promedio anual, produciría excelentes resultados para el bienestar de nuestra población, o sea que lo primero que tenemos que hacer el declarar la obligación de mantener un:

Crecimiento anual mínimo de 5.5%

Lo siguiente es preguntarnos cómo hacer para lograrlo. Si queremos reactivar la economía, debiéramos entender que tenemos que recuperar un mayor ritmo de inversión. Y sólo lo lograremos promoviendo en primera instancia la inversión minera y en infraestructuras cuyos proyectos están a ‘punto de caramelo’. (Ver en Lampadia: Volvamos a prender el motor de la economía).

Contar con infraestructuras adecuadas tiene un impacto muy  positivo en aspectos sociales al dar acceso a los pobres al mundo moderno y mejorando la  competitividad del país, los llamados costos de transacción y, en general, potenciando el desarrollo de nuestros sectores productivos. En Lampadia, hemos propuesto un plan de 7 años: Sobre cómo financiar e invertir US$ 80,000 millones.

Además el Perú tiene un gran potencial productivo. Cuenta con claras ventajas para generar industrias sostenibles en torno al sector forestal, la transformación petroquímica, la pesca, las agroindustrias, la energía y el turismo. Es un país muy rico en recursos naturales, con una gran diversidad agrícola, buenas zonas de pesca, grandes y variados yacimientos de minerales y metales, entre otros. Está clasificado internacionalmente como un país megadiverso. (Ver en Lampadia: El enorme Potencial Productivo del Perú).

Nosotros tenemos reservas productivas acumuladas y no explotadas en una serie de sectores, producto del “apagón productivo y de inversión” que nos “regalaron” nuestros gobiernos durante los años 60, 70 y 80. En esos años, mientras todos los demás seguían desarrollando sus capacidades, nosotros hicimos un receso. Es así, que hoy tenemos un potencial minero para multiplicarnos por 5; igual o más en energía; en forestería podemos multiplicarnos por 30; podemos desarrollar acuicultura en nuestros ríos, cochas y mares; etc. El Perú es infinito en comparación al tamaño de nuestra población. Solo necesitamos un gobierno que entienda esa realidad y permita que nuestra capacidad creativa se encargue del resto. (Ver en Lampadia: Nuestro potencial productivo supera las limitaciones coyunturales)

En cuanto al impacto de los ajustes de China y la caída de los precios de los commodities, el Perú, a diferencia de Australia, Canadá y Chile, tiene la capacidad de compensar con mayores volúmenes de producción el efecto de los menores precios. Ningún país tiene la competitividad del Perú en minería, ni el stock de proyectos embalsados. Confirmando esto, el IPE mostró hace unos meses que nuestro crecimiento, de no haberse parado los proyectos mineros, no debió colapsar. Ver gráfico:

Es bastante claro que el Perú puede mantener un ritmo alto de crecimiento. Como mínimo de 5.5% anual. No promover esa meta es renunciar a nuestra obligación más elemental: buscar el bien común a la mayor velocidad posible. Lampadia

 




Recursos Naturales y Desarrollo

Recursos Naturales y Desarrollo

Durante los últimos años, Perú ha desdibujado su relación entre el aprovechamiento de sus recursos naturales (RRNN) y sus líneas de desarrollo. Lo que es más, se ha llegado a contraponer, en el discurso, la explotación de los recursos naturales con el crecimiento, la diversificación de la producción y la inclusión. Además se le ha imputado al sector de RRNN características negativas con las comunidades y el medio ambiente.

La verdad es que desde la promulgación de la nueva Constitución de 1993, en la cual se viabilizó el regreso de la inversión privada al país, el sector que se dinamizó más rápido y con mayor profundidad fue el sector minero. En buena medida, la espectacular reconversión del Perú, desde un país empobrecido, sin inversión y sin confianza en el futuro; hacia un país brioso, que por más de una década superó el crecimiento de los demás países de la región y del mundo en su conjunto, que bajó la pobreza a menos de la mitad, disminuyó la desigualdad y mejoró todos los indicadores sociales con un crecimiento “pro-pobre y pro-clase media”; se debe, en gran parte, al crecimiento de la inversión privada, (en la cual la inversión minera es un componente importante) , sus encadenamientos sectoriales y su oferta de recursos fiscales que, por primera vez en nuestra historia, permitió que el Perú financiara el incremento del gasto público sin incurrir en déficits fiscales.

Sin embargo, de la mano del gobierno del ‘nacionalismo’ desde la campaña electoral hostil a la inversión de Ollanta Humala, su primer gabinete dirigido por Salomón Lerner G., la crítica de los luego ministros de la Producción y de Transportes y Comunicaciones, Ghezzi y Gallardo, con su libro y la impronta por forzar una diversificación productiva en busca de ‘nuevos motores de crecimiento’, la falta de activismo pro-minero de los líderes de opinión y de los gremios empresariales, más la claudicación del gobierno ante las afrentas de los conflictos anti inversión llamados ‘conflictos sociales’ (mediante actos de violencia y difusión de ideologías como la del pos-extractivismo, la debilidad conceptual y la vocación por el escándalo y la noticia fácil de muchos medios de comunicación); el Perú, a diferencia de sus competidores mineros, como Canadá, Australia y Chile, ha abandonado su principal palanca financiera para su desarrollo.

En Lampadia, conscientes de la debilidad conceptual y la falta de participación cívica sobre la temática de la explotación de nuestros RRNN, hemos creado una nueva Biblioteca Virtual especializada en los “Recursos Naturales y el Desarrollo”, con el propósito de fomentar un mayor y mejor debate sobre estos temas de gran impacto para la vida nacional.

Esta sección tendrá cinco partes con la siguiente estructura:

Minería y Desarrollo

Análisis, documentos y opiniones que buscan explicar la relación entre la actividad minera y el desarrollo económico y social, tanto en su espacio de influencia directa como para el país en conjunto, identificando los potenciales de sinergias intersectoriales o encadenamientos productivos.  Para ello se mostrarán evidencias empíricas –sustentadas en datos tangibles– contrastándolas con los enfoques más ideológicos.

Minería y Medio Ambiente

Análisis, documentos y opiniones que explican como la tecnológica moderna, los estándares nacionales e internacionales y la supervisión de los reguladores y de la sociedad, determinan que la minería moderna sea ambientalmente sostenible. Busca mostrar también como el potencial técnico y financiero del sector minero puede incrementar el acceso de la población de su entorno a mayores y mejores servicios ambientales.

Conflictividad

Análisis, documentos y opiniones que buscan rescatar la experiencia local e internacional en el manejo de los conflictos ligados a los recursos naturales; analizando los enfoques vigentes, sus fortalezas y limitaciones. Su propósito es contribuir a que el Estado y el sector extractivo dispongan de marcos conceptuales y metodológicos para evitar la deslegitimación de sus actividades.

Pos-Extractivismo

Análisis, documentos y opiniones que buscan explicar la filosofía, los objetivos, las herramientas y los procedimientos de la principal corriente ideológica hostil a la minería: el pos-extractivismo.  Se busca visibilizar las implicancias que esta ideología tiene para el desarrollo social, económico e institucional del país, especialmente en las regiones donde se encuentran los recursos naturales.

Otras Industrias Extractivas

Análisis, documentos y opiniones relacionados a otras industrias extractivas diferentes a la del sector minero: hidrocarburos, hidroeléctricas, energías no convencionales, forestaría, etc. Se busca visibilizar el gran  potencial de desarrollo que estos sectores ofrecen al país.

Colaboradores

La biblioteca virtual de Recursos Naturales y Desarrollo contará con los aportes y colaboraciones de los especialistas en estrategia de desarrollo de RRNN, los directores del Centro Wiñaq, organización dedicada a fortalecer la institucionalidad democrática y la sostenibilidad del desarrollo social y económico:

Sebastiao Mendonça Ferreira

Autor, investigador y consultor internacional en planeamiento estratégico, finanzas y gestión del conocimiento. Profesor visitante del (MIT) Massachusetts Institute of Technology 2006-2011. Presidente del Centro Wiñaq.

Camilo Ferreira

Economista de la Universidad San Ignacio de Loyola, Perú. Investigador del Instituto Acción y de Soluciones Empresariales a la Pobreza, asesor en planeamiento estratégico en el sector publico y privado: tecnología, medios, minería, etc. Consultor sénior y fundador del Centro Wiñaq, Perú.

Franco Olcese

Ingeniero Industrial de la PUCP, con postgrado en la Universidad de Paris en Gestión en Países en Desarrollo. Experiencia en consultoría en Perú y Francia, en el sector financiero, de consumo masivo y minero. Consultor sénior y fundador del Centro Wiñaq, Perú.

Invitamos a nuestros lectores a aprovechar este espacio de reflexión y a participar en los debates que iremos proponiendo. Lampadia

 

 




Desmitificando el tema de la desigualdad

Desmitificando el tema de la desigualdad

El tema de la desigualdad, como lo explica Andrés Velasco en el siguiente artículo de Project Syndicate que glosamos más abajo, ha entrado al debate político y a los medios de información sin el debido cuidado y rigurosidad que un asunto tan importante requiere.

Como hemos venido presentando en Lampadia, el ciclo virtuoso que hemos tenido en el Perú hasta su interrupción el 2011 (ver: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo), ha generado, junto con un crecimiento mayor al del resto del mundo y especialmente, de la región, una muy importante reducción de la pobreza y de la desigualdad. Ver en Lampadia: La minería: generó un ciclo virtuoso de crecimiento y El 2014 terminó nuestro ciclo virtuoso de desarrollo – ahora necesitamos acumen y una agenda de desarrollo efectiva.

La reducción de la desigualdad no es común para procesos de crecimiento alto y sostenido. Lo normal ha sido que cuando un país crece alto y sostenidamente, se acentúe la desigualdad. Pero en el caso del Perú, hemos tenido un crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que lamentablemente ha pretendido ser desconocido por el mundo político, especialmente por los movimientos anti-inversión y anti-economía de mercado.

Dice Velasco: “Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales”.

Efectivamente, en los países más desarrollados, como EEUU y Europa, se ha producido un incremento de la desigualdad y, las noticias y los artículos y ensayos referidos a su realidad han inundado los análisis sobre la desigualdad en todo el mundo. La verdad es que ésta ha disminuido en los países emergentes que han absorbido buena parte de la producción global y que con la recuperación de los precios de los commodities del nuevo siglo (contrariando la teoría de la dependencia de la CEPAL), han logrado un incremento importante de riqueza en los países más pobres, como, notoriamente, se produjo en el Perú.

El artículo de Velasco y los enlaces a los estudios que refiere, muestran este tema con una perspectiva rigurosa, que incluye los impactos de las políticas redistributivas que se hicieron posibles gracias al crecimiento económico indicado. Ver líneas abajo el análisis de Velasco:

Nueva luz sobre la desigualdad del ingreso

Andrés Velasco, ex candidato a la presidencia de Chile, profesor de desarrollo internacional. Octubre, 2015. Project Syndicate. Traducción de Ana María Velasco

Los discursos de los políticos sobre la desigualdad tienden a ser parcos en cuanto a hechos, pero expansivos en cuanto a propuestas ideológicas. Una explicación caritativa para la baja calidad del discurso público sobre la desigualdad del ingreso en las economías en desarrollo y emergentes, es que en ellas los datos acerca de la distribución del ingreso suelen ser escasos o dudosos. Sobre un tema de la importancia de éste, los debates por lo general generan más calor que luz.

Pero esto podría estar llegando a su fin a través de un nuevo conjunto de estudios. Liderado por Nora Lustig, profesora de economía especializada en América Latina, un equipo del “Commitment to Equity Institute” de la Universidad de Tulane ha desarrollado extensas bases de datos relacionados con el estado de la distribución del ingreso, y asimismo con los efectos de las políticas públicas relativas a dicha distribución. De importancia crucial es que las cifras son similares a través de un conjunto amplio de países de ingresos medios y bajos, y también concuerdan con los datos existentes en relación a países avanzados. Las conclusiones preliminares que están surgiendo de estos estudios van a iluminar los debates políticos – y probablemente desagradar a los ideólogos tanto de derecha como de izquierda.

Empecemos, como afirma Lustig en un estudio reciente, con el hecho de que la desigualdad del ingreso a nivel mundial no va en aumento. La forma más frecuente de medir la desigualdad es empleando el coeficiente de Gini, el cual asigna el valor cero a la igualdad perfecta y 100 a la desigualdad perfecta (cuando una sola persona recibe todos los ingresos). En los países para los cuales existen datos, el puntaje promedio de este coeficiente (no ponderado según la población) declinó levemente, de 39 a 38, en el período 2000-2010.

Efectivamente, en los países ricos, durante este mismo período, el puntaje se elevó – de 29,8 a 30,4. Pero, en América Latina cayó estrepitosamente, de un escandaloso 55,1 en 2000 – que hacía de este continente la región más desigual del mundo – a un 50,2, todavía muy alto, diez años después. El valor de Gini también disminuyó en el sur de Asia. En el África Sub-sahariana, donde los datos son menos ciertos, parece haber permanecido relativamente constante.

Todavía más, la desigualdad al parecer está bajando precisamente donde era más aguda para empezar. Esto es válido para regiones, especialmente América Latina, tanto como para países, por ejemplo, Brasil y Sudáfrica.

Por lo tanto, la afirmación que con frecuencia se escucha de que el aumento de la desigualdad es el hecho económico central de nuestros tiempos, probablemente se deba a una disparidad de otro tipo: el impacto desproporcionado que los medios noticiosos y los expertos de países ricos tienen en los debates internacionales.

Otro conjunto de resultados que por cierto no va a ser del agrado de los derechistas fanáticos, es que las políticas fiscales redistributivas pueden tener y, de hecho, están teniendo, un impacto significativo en la reducción de la desigualdad. En una comparación de países de ingresos medios de Asia, África y América Latina, Lustig muestra que los coeficientes de Gini después de los impuestos y las transferencias (incluido el valor monetario de la educación y de los servicios de salud) son contundentemente más bajos que los correspondientes a los de los ingresos iniciales generados en el mercado.

La caída promedio para los nueve países emergentes que Lustig compara – entre ellos, Sudáfrica, que es en extremo desigual – es más de tres puntos (55,7 a 52,5). El mismo ejercicio, que trata a las pensiones como consumo diferido y, por lo tanto, abstrae del papel redistributivo de las pensiones entre las poblaciones de más edad en las economías avanzadas, arroja una caída de siete puntos en Estados Unidos y de un poco más de nueve puntos en la Unión Europea. Es decir, los países emergentes están progresando – aunque podrían hacerlo considerablemente más.

Sin embargo, esto no significa que los activistas deberían exigir mayores impuestos y más gasto público en todas las circunstancias. La calidad de los programas fiscales es de importancia fundamental. El tamaño del sector público en Brasil es casi el doble del de Chile – donde la recaudación tributaria anual equivale a alrededor del 20% del PIB, en contraste con alrededor del 40% (las estimaciones varían) en Brasil. En este último, además, el gasto social (tratando, otra vez, a las pensiones como consumo diferido) también es el doble: 16% en comparación con 8% del PIB en Chile.

De acuerdo a Lustig, no obstante, el efecto en la desigualdad que tiene la redistribución por parte del gobierno, es el mismo en los dos países: una caída de casi cuatro puntos en el coeficiente de Gini. Lo que Lustig no explora es que el contraste es aún más agudo si uno toma en cuenta que, en relación al PIB, el gobierno brasileño gasta considerablemente menos en infraestructura que el chileno. Es difícil no llegar a la conclusión de que parte del gasto público en Brasil sirve más bien para mantener convenientemente callados a ciertos grupos de interés políticos.

Un caso que vale la pena señalar es el de Bolivia, donde los gobiernos izquierdistas han aumentado de manera considerable el gasto en el sector del bienestar social. Sin embargo, según lo revela otro estudio, debido a que las transferencias monetarias no están enfocadas exclusivamente en los pobres sino que son universales, su efecto distributivo en general no es progresivo sino neutral.

Otro elemento de rotunda importancia es que los impuestos y las transferencias no constituyen la única forma de luchar contra la desigualdad. En estudios anteriores, Lustig y sus colegas muestran que una prima salarial en declive – es decir, una disminución en la brecha salarial entre trabajadores con mayor o menor preparación – explica parte del descenso en el coeficiente de Gini en los países latinoamericanos. No es fácil desentrañar el papel que desempeñan la oferta y la demanda en la reducción de la prima salarial, pero al parecer ambos factores han incidido.

Por el lado de la demanda, las devaluaciones de los tipos de cambio hicieron que las exportaciones no tradicionales se volvieran más competitivas y ayudaron a elevar la demanda de obra de mano relativamente no especializada. Por el lado de la oferta, un fuerte aumento en los años de escolaridad, y especialmente el acceso a estudios superiores, produjo un notable incremento en el número de profesionales y otros trabajadores altamente capacitados, lo que contribuyó a disminuir sus sueldos relativos.

Todo esto es positivo para la distribución del ingreso, pero los procesos políticos resultantes permanecen tensos. Es posible que los activistas estudiantiles que exigen (junto con el resto de la sociedad) una distribución más justa de los recursos, no deseen enterarse de que el aumento en el número de profesionales con frecuencia obedeció a la rápida y polémica expansión de universidades privadas – a veces con fines de lucro – y que esto explica parte de la disminución de la desigualdad.

De manera similar, a los hombres y mujeres jóvenes que con dificultad llegaron a la universidad con la expectativa de lograr una remuneración relativamente alta, al graduarse no les agrada descubrir que, por ejemplo, los sueldos de periodistas y psicólogos aumentan de modo mucho más lento que los de técnicos en computación o de operarios de maquinaria. En efecto, esta frustración es algo subyacente (aunque no siempre de forma manifiesta) en muchas de las últimas protestas estudiantiles en América Latina y en otros lugares del mundo.

En resumen, la desigualdad del ingreso resulta ser políticamente controvertida cuando empeora, como también cuando tiende a declinar. Estudios como los dirigidos por Lustig iluminan las inevitables controversias y, así, éstas podrían dejar de conducir a simples animosidades para dar paso a la creación de políticas mejores. L




¿Cómo pueden negar nuestro desarrollo?

¿Cómo pueden negar nuestro desarrollo?

Según el INEI, en su publicación: Mapa de pobreza provincial y distrital del Perú, de setiembre 2015, Curgos, en el departamento de La Libertad, es el “distrito más pobre a nivel nacional”. En Lampadia, el siete de octubre pasado, conocedores de la dinámica social y económica del país, publicamos nuestro análisis del informe del INEI como: El crecimiento económico sigue siendo el protagonista en la reducción de la pobreza – El Mapa de la Riqueza del Perú.

Ahora, nos encontramos con el muy significativo artículo de Richard Webb titulado: Oh, Curgos querido (El Comercio, 19 de octubre, 2015), en el que describe cómo los estudiosos de Cuanto viajaron inmediatamente a Curgos, para medir su realidad. El reporte de los especialistas, comentado por Webb, es impresionante: el distrito más pobre del Perú tiene una dinámica social y económica que dificilmente podría llevarnos a calificarlo como el más pobre del país. Veamos el artículo: 

Presentación en PDF: Oh, Curgos querido

En nuestra publicación sobre el ‘Mapa de la Riqueza del Perú’, el INEI indicaba que el crecimiento acumulado del PBI entre el 2009 y 2013 fue de 29.4% y que la incidencia de pobreza cayó en 9.6% a nivel nacional, con 5.2% y 18.7%, a nivel urbano y rural, respectivamente. “Los resultados objetivos de la evolución socio-económica del Perú son muy alentadores y, nos hacen ver este mapa, más que uno referido a la pobreza, como uno indicativo de la riqueza”.

El informe del INEI permite confirmar que el crecimiento favoreció más a los segmentos pobres, creando un modelo que algunos especialistas han denominado anteriormente como “pro-pobre” y “pro-clase media”. La relación positiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza ya ha sido ampliamente documentada, sin embargo, en la prédica anti liberal y anti capitalista y, en muchos medios, se sigue cuestionando esta realidad.

Durante dicha década, el crecimiento sostenido, impulsado mayormente por la inversión privada, la apertura de mercados y la disciplina macroeconómica, logró reducir la pobreza en 43% y la pobreza extrema en 60%. (Ver en Lampadia: Al menos 80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento). El Mapa de Pobreza del INEI sustenta el argumento pro-inversión y pro-crecimiento.

Ya anteriormente, el estudioso Richard Webb, nos ha ilustrado sobre la realidad de inclusión en el Perú rural andino con su libro: ‘Conexión y despegue rural’, en el que nos muestra como se incrementó el ingreso de su población desde 1994. Ver el siguiente gráfico:

La verdad pues, como se demuestra una y otra vez, el Perú ha tenido un proceso de desarrollo pro-pobre y pro-clase media que ha llegado a la mayor parte de la población. Cuando se dice que en el país tuvimos crecimiento con reducción de pobreza y desigualdad, se está dando un testimonio extraordinario de inclusión.

Con tanta evidencia en el sentido de los avances sociales y económicos, solo queda concluir que los ‘negacionistas’, aquellos que niegan el progreso, aquellos que dicen que: “En nuestro país el crecimiento económico ha servido para poco (para pocos, para ser más específico)”, como el aprendiz de gurú, Carlos Meléndez en El Comercio. Estos, sufren de una ceguera profunda o de una mala intención que debemos denunciar y que, por supuesto, terminan siendo comparsa de nuestros políticos de la izquierda tradicional, que están en un juego de poder antes que en uno de desarrollo.

Como dijo Christine Lagarde en la reciente reunión del BM y del FMI en Lima: “hermanos, hay mucho por hacer” (parafraseando a Vallejo), pero de ahí a negar lo avanzado, como hizo el Humalismo para llegar al poder e interrumpir nuestro desarrollo, hay un paso con el que nadie debería coquetear. (Ver en Lampadia: Punto de inflexión).

Muchas veces, la conjugación de nuestro proceso de desarrollo se presenta como la expresión de un ‘Vaso medio vacío’, cuando, si somos serios, debemos presentarlo como ‘Un vaso medio lleno’. Lampadia

 

 

 

 




El Mapa de la Riqueza del Perú

El Mapa de la Riqueza del Perú

Hace pocos días, el INEI publicó el Mapa de Pobreza Provincial y Distrital del 2013, que da cuenta que el crecimiento acumulado del PBI entre el 2009 y 2013 fue de 29.4% y que la incidencia de pobreza cayó en 9.6% a nivel nacional, con 5.2% y 18.7%, a nivel urbano y rural, respectivamente. Los resultados objetivos de la evolución socio-económica del Perú son muy alentadores y, nos hacen ver este mapa, más que uno referido a la pobreza, como uno indicativo de la riqueza.

Así, al cierre del 2013 las cifras oficiales indican que en el Perú la tasa de pobreza alcanzó un nivel mínimo histórico de 23.9%, habiéndose alcanzado para la pobreza extrema 4.7%, un nivel inferior a la meta de 5% trazada para el 2016. A nivel distrital, la pobreza se redujo (2009 / 2013), de 225 distritos con pobreza por encima del 80% a solo 76. Sin embargo, aún quedan 484 distritos del Perú donde la incidencia es mayor al 60% y 1,013 distritos donde la pobreza es superior al 40%, muy por encima del promedio nacional de 23.9%.

Este informe permite confirmar que el crecimiento favoreció más a los segmentos pobres, creando un modelo que algunos especialistas han denominado anteriormente como “pro-pobre” y “pro-clase media”. La relación positiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza ya ha sido ampliamente documentada, sin embargo, en la prédica anti liberal y anti capitalista y, en muchos medios, se sigue cuestionando esta realidad.

Durante dicha década, el crecimiento sostenido, impulsado mayormente por la inversión privada, la apertura de mercados y la disciplina macroeconómica, logró reducir la pobreza en 43% y la pobreza extrema en 60%. (Ver en Lampadia: Al menos 80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento).

El Mapa de Pobreza del INEI sustenta el argumento pro-inversión y pro-crecimiento. Como se puede observar en el cuadro inferior, el Perú ha cambiado significativamente en términos económicos y sociales entre los años 2009 y 2014. En dicho periodo, se observa un crecimiento económico acumulado de 32.4%, con una tasa de crecimiento promedio anual de 5.8%. Además, la población con empleo adecuado aumentó en 32.7% y el ingreso real promedio se incrementó en 14.4%. Por otro lado, mejoró el acceso de los hogares a los servicios básicos a nivel nacional como luz eléctrica en 6.5 puntos porcentuales por año, agua potable en 11.1 y desagüe en 4.9 puntos porcentuales. Asimismo, creció el acceso de los hogares a las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) como telefonía celular en 17.9 puntos porcentuales e internet en 12.5 puntos porcentuales anuales. 

El Mapa de Pobreza del INEI incluye las dimensiones monetaria y no monetaria de la pobreza. Esto es importante por la correlación entre la pobreza monetaria y las ‘Necesidades Básicas Insatisfechas’ (NBI), que toman en consideración un conjunto de indicadores relacionados con necesidades básicas estructurales (vivienda, educación, infraestructura, etc.) que no son sensibles a los cambios de la coyuntura económica y permiten una visión específica de la situación de pobreza, considerando los aspectos sociales. Las NBI reflejan los déficits en la provisión de servicios básicos a la vivienda y de educación y proporciona una imagen complementaria a la de la pobreza monetaria, más vinculada a las capacidades productivas y a la coyuntura económica.

Según el INEI, al comparar los años 2007 y 2013, los resultados del número de distritos con al menos una NBI satisfecha para el 2013 se observa que 533 distritos que tenían una incidencia de pobreza mayor o igual al 60% redujeron significativamente su nivel de pobreza. Se tiene 1,365 distritos con incidencia de pobreza por NBI menor al 60%. Asimismo, 489 distritos con NBI mayores o iguales al 60%.

Al igual que para la pobreza monetaria, entre el 2007 y 2013, la incidencia de la pobreza por NBI se redujo significativamente en 1,110 distritos, en 704 se mantuvo en los mismos rangos, mientras que en 40 distritos aumentó. Además, se destaca la reducción en la incidencia de pobreza por NBI en 533 distritos que tenían niveles superiores al 60%. Un poco más de un tercio (610 distritos) tienen una incidencia de pobreza monetaria y NBI en el mismo rango de pobreza.

A nivel nacional, según los resultados del INEI, los 20 distritos más pobres del país (con mayor incidencia de pobreza) se encuentran ubicados en seis departamentos predominantemente de la región Sierra de nuestro país:

  • En Cajamarca se ubican siete distritos: José Sabogal, José Manuel Quiroz, Chetilla, Miracosta y Choropampa, La Libertad de Pallán y La Ramada.
  • En La Libertad se encuentran siete distritos: Curgos (el distrito más pobre a nivel nacional), Condormarca, Bambamarca, Ucuncha, Huaso, Taurija y Sitabamba.
  • En Ayacucho se localizan tres distritos: Pucacolpa, Sarhua y Huaya.
  • En Amazonas, es el distrito de El Cenepa.
  • En Apurímac, el distrito de Huayana.
  • En Lambayeque, el distrito de Cañaris (donde se paró un proyecto minero).

En el cuadro inferior se puede observar con más detalle los distritos con mayor y menor incidencia:

Los distritos con mayor reducción de pobreza del 2009 al 2013, según Aníbal Sánchez, (Presidente del INEI) son aquellos con un asentamiento minero o acceso al canon minero o energético. Entre ellos están Coporaque y Santo Tomás (en Cusco), en los cuales la pobreza ha decrecido en 50% en los últimos 6 años analizados. Una reducción aún más marcada se puede observar en Chavín, Ica, donde la reducción es de 70%.

Debemos recordar que el sur del Perú destaca como zona cuprífera (Moquegua Tacna, Arequipa, Cusco y Apurímac), en ella se ubican las principales unidades mineras productoras de cobre a gran escala: Toquepala, Cuajone, Cerro Verde, Tintaya, Antapacay, Constancia y el Proyecto de Las Bambas. Queda muy claro que la inversión minera ha traído consigo un impacto altamente positivo.

La minería moderna usa tecnología de punta, se integra adecuadamente con sus espacios sociales y ambientales. La recuperación del sector minero ha traído consigo el desarrollo de un sector industrial que puede calificarse ahora como el más grande, más sólido, competitivo y exportador de nuestra historia. Además, se han construido carreteras y aumentando la cobertura eléctrica y de telecomunicaciones, mejorando la calidad de vida de los pueblos aledaños. (Ver en Lampadia: Al menos 80% de la reducción de la pobreza es por el crecimiento)

La minería ha creado puestos de trabajo bien remunerados e importantes ingresos fiscales. (Ver en Lampadia: Informe del Efecto de la minería sobre el empleo, el producto y recaudación en el Perú elaborado por el IPE. Este estudio demuestra que por cada empleo generado por la minería, se crean nueve empleos indirectos en otros sectores (el sector agrícola solo crea 1/6 de empleo indirecto por cada empleo directo de su sector). Por cada US$ 1,000 millones de exportaciones mineras se genera un incremento en el PBI de US$ 1,470 millones. En sus mejores años ha aportado hasta el 40% del impuesto a la renta, y ha permitido la generación de recursos fiscales en proporciones nunca vistos en el Perú. El canon minero, bien utilizado, ha transformado las regiones más responsables y capaces (Arequipa, Moquegua y Tacna).

Al contrario de los mitos y falacias anti-mineras, este sector si tiene un alto valor agregado. Por ejemplo, si en vez de los concentrados de cobre exportados el año 2012, hubiéramos exportado cobre refinado, el valor de las exportaciones hubiera crecido solo en un 5.1%, y si hubiéramos exportado alambrón de cobre, el valor se habría incrementado en un 14.5% sobre el de los concentrados. Esto comprueba que la minería, inclusive en su modalidad de concentrados, tiene un altísimo valor agregado. (Ver en Lampadia: La minería tiene un alto valor agregado).

Queda entonces demostrado que la clave para derrotar a la pobreza es crear riqueza. El crecimiento económico ha sido la mejor política de inclusión social. Lo contrario ha sucedido, por ejemplo, en Cajamarca, región en la que se encuentran siete de los 20 distritos más pobres del Perú. En Cajamarca la inversión pública está estancada porque el sector privado ya no genera riqueza, la productividad del agro es de las más bajas del país, seis veces menos que en Arequipa, y su presidente regional con su socio (y a veces enemigo, el ex[pulsado] cura Arana) han impulsado una agenda política anti-minera que ha paralizado un proyecto de US$ 4,800 millones en Conga y los demás proyectos de la región, que hubieran generado miles de empleos y encadenamientos productivos. Una región ‘mágica’, que podría ser la más rica del Perú, se encamina sin pausa a la miseria.

Por lo tanto, la verdadera medida contra la pobreza es el crecimiento. Sin él, jamás se podrá luchar ni reducir la pobreza del país. Este análisis desmitifica las mediciones de la pobreza que pretenden crear indicadores sofisticados como el de la pobreza multidimensional y llevarnos a creer en motivos secundarios. Como afirma The Economist (ver en Lampadia: No nos equivoquemos sobre cómo medir la pobreza), “el crecimiento económico puede, entonces, no sólo ser la mejor manera de superar la pobreza extrema, sino también de reducir los aspectos no económicos, como las terribles carencias sociales”. Como se puede observar en el gráfico inferior, existe una asociación fuerte y negativa entre el índice de pobreza extrema y el PBI per cápita; ya que cuando los países se hacen más ricos, esperamos que los ingresos de los más pobres aumenten, como efectivamente a sucedido en el Perú, además, de haber reducido, al mismo tiempo la desigualdad.

Una vez que desarrollemos nuestro gran potencial productivo (minería, energía, forestería, acuicultura, agro exportaciones y turismo), y retomemos la senda de crecimiento sostenido, podremos abordar el tema de la pobreza a futuro y plantear una manera más eficaz de solucionarlo. Un método que ha logrado con eficacia superar la trampa de la pobreza es el planteado por Poor Economics (Ver en Lampadia: Una visión práctica para la superación de la pobreza), el cual confirma la necesidad de desarrollar programas de apoyo productivo, antes que asistencialismo puro, que, por supuesto hay que mantener para casos extremos, pero nominales, acotados y temporales.

Este país maravilloso por su gente y sus recursos tiene un inmenso potencial y poco a poco debemos llevar a nuestros pobres a superar la línea de la pobreza y avanzar hacia la clase media emergente que incluya la mayoría de la población, para así alejarnos  definitivamente de esa condición y consolidar mejores niveles de vida para todos. Lampadia