1

Cultura pro mercado

Cultura pro mercado

Pablo Bustamante Pardo
Director de Lampadia

Líneas abajo presentamos un magnífico ensayo de Pablo Paniagua de la Fundación para el Progreso de Chile, quién explica la relación causal entre la mentalidad económica o la cultura pro mercado, y la prosperidad de largo plazo de un país.

“Los mercados libres y sus instituciones inclusivas se mantendrán en el largo plazo solo si se entiende a nivel cultural que estos producen resultados que son moralmente, no solo materialmente, virtuosos y compatibles con el florecimiento humano”.

Paniagua explica que en Chile se habría producido una ruptura entre sus instituciones de mercado y la mentalidad anti mercado de buena parte de la población, especialmente de los jóvenes. Felizmente, parece que últimamente están reaccionando con la intención de voto que muestran por Kast.

Este análisis político y sociológico nos lleva a preguntarnos si los peruanos tenemos, o no, una cultura pro mercado

Tras el último proceso electoral, muchos pensaron que los peruanos estábamos polarizados, con la mitad de la población abjurando de la economía social de mercado. En Lampadia dijimos lo contrario. Ver: La polarización fue coyunturalEl Perú no está partido en dos.

Ya hemos explicado varias veces que la aparente polarización de las elecciones fue producto del desastroso, y hasta criminal, manejo de la pandemia, en la que el gobierno de Vizcarra con sus socios de la izquierda, y luego Sagasti, destrozaron el Perú, quién sabe si adrede.

Tuvimos los peores resultados del mundo, con la mayor cantidad de muertos por millón, la peor caída de la economía y el menor regreso a las aulas. En el combate de la pandemia, estos infelices, rechazaron el apoyo del sector privado, de las iglesias y de las Fuerzas Armadas, insistieron en el uso de pruebas rápidas, rechazaron la donación del software para el seguimiento del virus, las donaciones de pruebas moleculares y de plantas de oxígeno, pararon toda la economía dejando sin ingresos a millones de ciudadanos, y no compraron las vacunas.

Nos llevaron a una situación de desesperanza que crispó nuestro criterio político.

Pero muy rápido después de las elecciones, las encuestas mostraron el verdadero sentir de los peruanos, destacando mensajes como:

  • Priorizar la reactivación de la economía y el sistema de salud, versus convocar a una asamblea constituyente.
  • El 73% considera positiva la apertura del comercio internacional.
  • El 83% cree que la inversión extranjera trae beneficios para los peruanos.
  • Los peruanos no queremos que nos desunan.
  • No queremos que se cree inestabilidad con el cambio de Constitución.
  • No queremos que se ahuyente la inversión privada que crea empleo.
  • El 90% desaprobaría el modelo venezolano para el Perú.
  • El 71% cree que lo que se necesita es una mejor gestión publica en educación y salud, en vez de estar pensando en cambiar la Constitución.
  • El 80% dice que el gobierno debe respetar plenamente la libertad de prensa.

Ver más información en las encuestas encargadas por Lampadia:

De las recientes encuestas resulta claro que los peruanos favorecen la apertura de la economía. Pero además, sabemos hace tiempo que el Perú es un país de emprendedores, de gente que confía en sus capacidades, aunque sean limitadas. Los peruanos quieren que se les deje trabajar.

Cuando, por la ausencia de inversión privada en las regiones, debido a los malos gobiernos de la dictadura militar, el segundo gobierno de Belaunde y el primer gobierno de García, y por el abandono político de las regiones, debido al terrorismo; los peruanos no se plegaron al terrorismo, no se volvieron delincuentes, no se volvieron ociosos; se fueron a las grandes ciudades de la costa a crear empleo y a forjar un espacio de desarrollo que devino en la nueva clase media peruana. Ver en Lampadia: El libro de la clase media peruana.

Los peruanos somos muy diferentes a los argentinos, chilenos colombianos y venezolanos. Las poblaciones de nuestros vecinos son, en general, dependientes en su trabajo, ya sea del Estado como en Argentina, o del sector privado como en Chile y Colombia.

Los peruanos somos independientes en una gran mayoría, eso nos hace más cercanos a los valores de la economía de mercado. Acaso los puneños, que controlan el comercio en todo el Perú, e incluso en algunas ciudades de Ecuador, ¿tienen una mentalidad de dependientes que le reclaman empleo al Estado?

Como dice Juan Carlos Tafur, solo falta que hagamos clic entre nuestra realidad social y la ideología.

El que no hayamos hecho esa conexión es responsabilidad de nuestra clase dirigente, que no mostró empatía e integración con la población; que no supo acompañar la gran recuperación del Perú desde la Constitución de 1993, que trajo de regreso la inversión privada con crecimiento, reducción de la pobreza y disminución de la desigualdad; con la exigencia al Estado del buen uso de los recursos fiscales que generamos, para mejorar la educación y la salud. Y tampoco supimos desarrollar y divulgar el verbo de la prosperidad, conectar la realidad social con la mentalidad pro mercado.

Increíblemente, hoy tenemos un gobierno que pretende cambiar nuestra realidad social y borrar toda huella de nuestra mentalidad pro mercado. Que agudiza los resentimientos por las diferencias sociales, promoviendo la lucha de clases. Estoy seguro que, a pesar de la deficiencia de la clase política, esta vez, la sociedad civil sabrá ponerse al frente a predicar los caminos del bienestar y a defender la prosperidad que pretenden terminar de apagar.

Mentalidad económica y la prosperidad de las naciones

Fundación para el Progreso – Chile
Pablo Paniagua
Publicado en El mostrador, 04.11.2021
Glosado por Lampadia

Desde que Adam Smith publicara su célebre libro La riqueza de las naciones, los economistas llevan 250 años reflexionando acerca del origen y los catalizadores de la riqueza de las naciones. En simple, llevan más de dos siglos preguntándose: ¿qué es lo que hace que un país sea rico y próspero? Y ¿qué elementos ayudan a sustentar dichos procesos de riqueza?

Aproximadamente, durante 1760-1780 el Reino Unido y los Países Bajos comenzaron a experimentar un proceso de desarrollo económico y riqueza acelerado y sostenido nunca visto en la humanidad. Si bien otros procesos de florecimiento humano, como el Renacimiento italiano, proporcionaron explosiones de riqueza y creatividad, dichos procesos fueron transitorios y luego involucionaron hacia procesos de pobreza y estancamiento. El proceso de prosperidad iniciado por la Revolución Industrial es único en la historia de la humanidad; proceso que el Premio Nobel de Economía Angus Deaton ha denominado El gran escape de la pobreza y la miseria.

A lo largo de la historia, distintos economistas han tratado de explicar el origen de nuestro gran escape. El enfoque clásico se ha concentrado –equivocadamente– en la simple acumulación de capital como elemento catalizador del gran escape. Recientemente, el trabajo del Premio Nobel de Economía Paul Romer se ha desmarcado de este enfoque en el capital, poniendo énfasis en el poder de las ideas y el avance tecnológico en generar progreso sostenido.

Siguiendo el camino de Romer, varios economistas están poniendo énfasis hoy en el rol fundamental de las ideas y el poder de la cultura y las creencias en determinar el progreso de las naciones. Esto es lo que consideramos en estas líneas como “la mentalidad económica” que determina la riqueza de las naciones. Así, existe un factor desestimado por la mayoría de los economistas: las actitudes e ideas económicas y las creencias o mitos económicos de la población.

El poder de la cultura y las ideas en transformar instituciones

Dos economistas han trabajado recientemente en dicha dirección trazada por Romer, dejando en evidencia el poder de las ideas y de la cultura en fomentar ciertas actitudes dentro de la población y un ambiente cultural amigable con las ideas de la libertad económica y el progreso.

  • Por una parte, Joel Mokyr, en su más reciente libro, A Culture of Growth, explica que la Revolución Industrial surge debido a la presencia de una cultura del crecimiento –específica de la Ilustración europea–, la cual sentó las bases ideológicas para los avances científicos y los inventos que instigarían la explosión en desarrollo.
  • Por otra parte, la economista Deirdre McCloskey ha evidenciado –en su potente trilogía de ensayos– que la gran explosión en desarrollo económico, que ocurrió en Holanda e Inglaterra a finales del siglo XVIII, es el producto no solo de buenas instituciones, sino que, en gran medida, de un ambiente cultural y de ideas propicio que le dé sustento.

El trabajo de Mokyr y McCloskey nos sugiere que el factor principal de la explosión en desarrollo y crecimiento fueron las ideas a favor de la libertad de emprender y de innovar: la legitimación cultural de aquellos comportamientos de creación científicos y de riqueza de los innovadores, comerciantes y comercializadores. En épocas anteriores a la Revolución Industrial, dichas personas eran vistas como detestables y consideradas parias, las que eran aborrecidas por la población, en lugar de ser respetadas y de tener un lugar meritorio en la sociedad. Mokyr y McCloskey señalan que fue realmente la actitud de innovación, de la mano de una cultura del progreso, y no el capital, lo que explicaría la prosperidad.

Mientras una gran cantidad de trabajo empírico e histórico muestra una clara asociación entre el crecimiento económico y la prosperidad humana, por un lado, y las instituciones inclusivas o pro libertad económica, por el otro (Acemoglu y Robinson, 2010; Olson, 1984; Powell, 2019; Sen, 1999), dichas instituciones pro libertad pueden ser bastante frágiles si la población en general no tiene una comprensión clara de lo que determina que un país sea próspero o menos. Esto nos recuerda que buenas instituciones son una condición necesaria, pero no suficiente, para poder sustentar un proceso de desarrollo económico de largo aliento. De hecho, el Premio Nobel de Economía Douglas North reconoció (North, 2005) el rol fundamental de las ideas y de los modelos mentales compartidos por la población en la creación y posterior sustentabilidad de buenas instituciones.

En última instancia, las buenas instituciones (aquellas inclusivas) se sustentan en la mentalidad compartida y en los modelos mentales que predominan en una sociedad específica. La evolución de las instituciones de una sociedad es sobre todo una función de aquellos cambios en el sistema de creencias dominante (Zweynert, 2009). De hecho, un examen cuantitativo del rol de “la cultura” ha contribuido a iluminar cómo esta afecta el desarrollo económico y la evolución de las instituciones (Alesina y Giuliano, 2015). Si la cultura y creencias de una población favorecen un sistema de mercado y pro libertad económica, esto tendrá fuertes efectos prácticos, ya que –como se ha señalado– la libertad económica y las instituciones inclusivas proporcionan las condiciones esenciales para el progreso en el largo plazo. Entonces, para crear y luego sostener dichas instituciones claves de libertad económica, se requiere de un sustrato cultural y de ciertas ideas que sean amigables con los mercados y con las nociones de progreso.

Las instituciones pro libertad económica, como un Banco Central autónomo, son sin duda importantes, pero estas no son una panacea que resuelven todo. Ya que, si no hay un sustrato cultural amigable y un conjunto de ideas y actitudes que las defiendan y las legitimen a nivel ideológico y práctico, entonces aquellas instituciones quedarán sostenidas en arenas movedizas.

El caso del auge y caída del proceso modernizador en Chile y de toda nuestra institucionalidad, son una clara señal de lo que sucede cuando las instituciones pro libertad económica se sustentan de facto en meras constituciones y en papeles, pero no en las ideas y en la cultura de las personas. El caso de Chile sería el polo opuesto de aquella historia de prosperidad: el reflejo de lo que sucede cuando buenas instituciones son erigidas con pies culturales de barro.

Chile y su mentalidad económica

Se ha creado el índice global de la mentalidad económica (Global Index of Economic Mentality, GIEM): el GIEM utiliza datos de la Encuesta Mundial de Valores para medir cómo los ciudadanos reaccionan y piensan sobre los mercados y el Gobierno, capturando así sus actitudes culturales hacia las ideas del progreso económico (para ver la metodología y la construcción del índice, consultar aquí).

El GIEM busca cuantificar el grado en que las personas priorizan la iniciativa privada, la libre competencia y la responsabilidad personal, en contraposición a una mayor intervención del Gobierno en sus vidas, la redistribución de ingresos y un Gobierno que cumpla un rol de mantenedor social.

Dicho índice es una forma de cuantificar la “Ventana de Overton” (Lehman, 2018): la idea de que existe un conjunto de alternativas políticas consideradas como “políticamente aceptables” dentro de una sociedad en un momento dado –en cuanto se relaciona con la ideología económica imperante de un país–. De esta forma, el índice GIEM busca mediar el apoyo cultural y popular hacia la libertad económica y las instituciones pro mercado (ver ranking en Tabla 1, abajo). El índice proporciona una clasificación de países de acuerdo con su mentalidad y cultura a favor de la libre empresa y los mercados.

Tabla 1: Ranking de Mentalidad Económica
Fuente: Czeglédi, Lips y Newland (2021).

Al ver dicho ranking, podemos advertir que Nueva Zelanda, la República Checa, Suecia y Estados Unidos encabezan la lista de los países que valoran más la iniciativa privada que la intervención estatal. Estos países son considerados por el ranking como “Market Leaders”, dado el gran apoyo cultural e ideológico que sus poblaciones otorgan a una economía de libre mercado. No es extraño, entonces, que estos mismos países disfruten de una alta productividad (reflejada en sus ingresos per cápita) y posean instituciones inclusivas que promueven la libertad económica y el progreso social. Asimismo, podemos ver que Chile se ubica dentro de los 12 peores países del ranking, con una mentalidad económica muy baja, es decir, con una actitud cultural negativa hacia la iniciativa privada y una actitud favorable hacia la expansión del Estado. Chile comparte una mentalidad económica similar a aquella de países como Irán, Egipto y Bangladesh, entre otros países que repudian la libertad económica y la iniciativa privada.

Investigaciones recientes (Alesina y Giuliano, 2015; McCloskey y Carden, 2020; Mokyr, 2018) han confirmado la conjetura de Douglas North de que las ideas importan en demasía: las ideas y creencias que se sostienen ampliamente en un país ayudarán a determinar las instituciones y, en consecuencia, el desarrollo económico en el largo plazo. Esta relación entre ideas pro libertad y progreso es lo que precisamente el índice GIEM nos ayuda a iluminar.

Visto que el GIEM captura las convicciones ideológicas y culturales respecto a la mentalidad económica de la población, se puede esperar que, al comparar dos países, el que tenga un puntaje más alto tenga, a su vez, instituciones que garanticen mercados más libres. Existe una correlación positiva entre el Índice de mentalidad económica (GIEM) y aquellas instituciones y políticas de libre mercado en una muestra representativa de países. Esto es precisamente lo que los autores del índice han encontrado (Czeglédi, Lips y Newland, 2021): una correlación positiva entre la mentalidad económica pro mercado de un país y sus instituciones que impulsan el progreso. El índice “está fuertemente asociado con la libertad económica y, de hecho, puede ser un predictor de ella” (Ibíd., p. 676).

Asimismo, los autores señalan que, al revisar dicha correlación positiva entre creencias e instituciones, salta a la luz el hecho de que existen seis países que serían outliers o casos atípicos: Zimbabue, Irán, Hong Kong, Etiopía, Vietnam y Chile. El caso de Chile, señalan los autores, es paradójico, pues la correlación señala que nuestro país posee una incongruencia atípica: posee instituciones de facto pro mercado y libre competencia, pero que estas no se relacionan para nada con nuestro nivel cultural e ideológico actual, que sería bastante antimercado y antilibertad económica (ver Tabla 1).

De esta forma, las instituciones actuales en Chile serían (hasta ahora) propicias para el desarrollo y el crecimiento económico (pro libertad económica), sin embargo, nuestra mentalidad económica y cultural no es favorable para con los mercados libres. Esto señala que dichas instituciones no tienen ni sustento ni arraigo cultural en el país, lo que ayudaría a explicar nuestro actual derrumbe institucional y las razones culturales por las cuales nuestra institucionalidad duró apenas 30 años. De hecho, el puntaje GIEM de Chile es uno de los más bajos de toda América Latina (símiles de aquellos de Argentina). Los autores señalan que nuestro país sería uno de aquellos casos únicos en el mundo, en donde la ideología antimercado actual y la cultura imperante serían negativas e incompatibles con las instituciones pro mercado de facto existentes (Ibíd., p. 677).

El estallido social y la actual revuelta contracultural profundamente antagonista de nuestra modernidad capitalista –iniciada con fervor por los adultos jóvenes en el país– puede ser entendida como el resultado de aquella asimetría o contradicción entre cultura popular antimercado e institucionalidad pro mercado evidenciada por este índice. Con todo, la situación paradójica de Chile, de la cual hoy estamos viendo sus consecuencias más agudas, sería el resultado del profundo fracaso cultural e ideológico, tanto de la Concertación como de la centroderecha chilena y del mundo empresarial, en ayudar a que nuestras instituciones pro libertad económica adquirieran finalmente un sustrato cultural e ideológico propicio para que estas hayan podido perdurar en el tiempo. La actual ruina institucional podría entenderse mejor a través del rol fundamental de las ideas y la cultura en sustentar o socavar el progreso y a las instituciones pro libertad en el largo plazo. Esta es una de las más grandes lecciones que debemos tener en consideración a la hora de reconstruir nuestro país para poder retomar una senda de progreso y libertad que sea sustentable en el tiempo.

Lecciones para el futuro cultural de Chile

Una primera conclusión es que los mercados libres y las instituciones que generan progreso no pueden sostenerse solo con argumentos empíricos sobre la eficiencia económica y la evidencia empírica que los avala (Williams, 1996). Los mercados libres y sus instituciones inclusivas se mantendrán en el largo plazo solo si se entiende a nivel cultural que estos producen resultados que son moralmente, no solo materialmente, virtuosos y compatibles con el florecimiento humano (Sen, 1999).

Segundo, el Índice de Mentalidad Económica también proporciona un mensaje de advertencia para todos aquellos que valoran la libertad económica y el progreso. Ya que, en varias de las naciones que alguna vez fueron favorables a los mercados (como lo fue Chile), las generaciones más jóvenes están perdiendo rápidamente la fe en estos, repudiándolos y sintiendo cólera contra ellos, buscando así siempre mayores niveles de intervención estatal y de soluciones coercitivas para orientar sus vidas. El avance fáctico de la retroexcavadora sería una consecuencia cultural de nuestro rotundo fracaso en cambiar la mentalidad económica en el país durante estos últimos 30 años.

En definitiva, Chile sería un caso digno de estudio, ya que era un país con un alto grado de libertad económica, consagrado en sus instituciones formales, pero en el que el sentimiento público no coincide para nada con dichas instituciones. Existe un desajuste cultural en el país, el cual nunca se ha subsanado y que imposibilitaría que Chile cree las condiciones necesarias para un proceso sustentable de progreso económico de largo aliento. Una combinación contradictoria entre instituciones y cultura es bastante frágil, algo que los economistas denominan un equilibrio institucional inestable, el que tiene dos conclusiones posibles: o se preservan las instituciones pro libertad económica y se cambia la cultura subyacente para sostenerlas, o se mantiene la cultura actual, con el riesgo de ir desmoronando las instituciones existentes. Pareciera que en estos últimos años el país ya tomó una decisión respecto a esta crucial pregunta. Lampadia




… Tarde Piache

… Tarde Piache

“Es el colmo que se liberen terroristas sin que paguen las reparaciones civiles”.
“¿Por qué liberan terroristas sin limitar sus acciones?”
“No nos parecen bien las preguntas sobre etnicidad del censo”.
“Se promulgó ley (Arana) sobre cabeceras de cuenca”.
“Este no es un censo, es una base de datos, un empadronamiento”.​

Preguntas y afirmaciones como las glosadas, se repiten estos días en todos los medios, cuando ya todo se refiere a hechos consumados.

Fuente: La Reserva

Esta es pues, otra muestra de debilidad de nuestra clase dirigente. Otra ausencia del mundo académico, más allá de sus paredes. Otro síntoma de la evaporación de la presencia de los partidos políticos, en el quehacer de la sociedad. Un ejemplo palpable, de la falta de consecuencia y capacidad de los gremios empresariales, para intermediar entre la formación de políticas públicas y la ciudadanía.

Hace algo más de un año. En abril 2016, nuestra población votó aproximadamente en un 80%, por dar mayor sustento a nuestra economía de mercado y por fortalecer nuestra democracia. Prácticamente, ese 80% de ciudadanos, adolece de una orfandad institucional, no tienen organizaciones los representen.

Tampoco tenemos thinktanks que, en sus análisis y propuestas de políticas públicas, asuman la representación de ese 80% de ciudadanos pro-mercado y pro-democracia. Los que representan esas ideas tienen que hacer consultoría para mantener su economía, están sub-financiados. Los que tienen más financiamiento, están en las antípodas de encarnar la visión de sociedades modernas y globalizadas.

Los medios de comunicación más serios, los periódicos de circulación nacional, son normalmente un bastión intelectual y de compromiso pro-mercado y pro-democracia, pero la efectividad de su comunicación se debilita por la menor lectoría de periódicos de nuestros tiempos, especialmente por parte de los jóvenes; y cuando los medios optan más, por opciones partidistas, que por sistemas de pensamiento.

La televisión nacional fue supliendo esta carencia y se desarrollaron varios programas donde se entrevistaba a representantes de ese pensamiento de sociedades abiertas. Lamentablemente, durante los últimos tiempos, todos esos programas han ido cerrándose, cómo, por ejemplo, sucedió con la desaparición de los programas de Willax TV que manejaba Cecilia Valenzuela, Redes y Poder, de Alfonso Baella, y recientemente, La Hora N con Jaime de Althaus, que marcó la apertura de la televisión después de los escándalos de compra de medios de fines de los años 90. La Hora N era un filtro de análisis y debate, sobre esa visión de una sociedad abierta, que representa a la gran mayoría de ciudadanos, traía aire fresco a los medios, capturados por los escándalos, las desgracias, el populismo, y las cajas registradoras del rating.

Hoy los programas televisivos nocturnos, se dan vueltas con ese ‘inbreeding’ intelectual que representa más bien, el pensamiento de sociedades parroquianas, antes que abiertas. En otras palabras, se podría decir, que dichos programas acogen, en gran mayoría, a lo que peyorativamente se conoce como rojos, caviares y social confusos.

Ahora solo tenemos el desarrollo de las redes sociales, donde aún, “muchos opinan y pocos analizan”Pero, es el espacio que hay que seguir y fortalecer, si queremos mantener unos hilos de conexión con el pensamiento de las sociedades abiertas.

Evitemos el tener que llorar por la leche derramada. Estemos atentos al quehacer nacional, no abandonemos la construcción de nuestro país, en manos de políticos desencaminados ni en personajes mediáticos que no representan el pensamiento de las sociedades abiertas, por el que votaron los peruanos, que creen en el mercado y la democraciaLampadia

 




Recrudece el deseo de emigrar

El domingo pasado, El Comercio publicó un estudio de Ipsos que indaga sobre los deseos de emigrar de los peruanos. Estos indicadores no se monitoreaban desde hace algún tiempo, pues el proceso de crecimiento e inclusión del Perú, desde inicios de siglo hasta la llegada al gobierno del nacionalismo con Humala, hacían que la mejor apuesta de nuestros ciudadanos, especialmente de los jóvenes, fuera quedarse en su país, con sus familias, sus amigos y su comida.

Lamentablemente, los impactos acumulados del desastroso gobierno de Humala, con su espíritu anti inversión privada, marcó lo que hemos llamado en Lampadia, El Punto de inflexión, la paralización del crecimiento y menor inclusión. La evolución de todos los indicadores de la salud del Perú, confirman el mismo punto de inflexión, y como se ve en el siguiente gráfico de Ipsos (primicia de Lampadia) el deseo de emigrar, lo marca dramáticamente.

El cuadro nos dice con claridad:

  • Desde la captura del asesino Abimael Guzmán, la Constitución de 1993, y del regreso de la inversión privada, los peruanos dejaron paulatinamente de proyectar sus vidas fuera del Perú.
  • La recesión de fines de los 90, los escándalos de corrupción y la crisis política reversaron la tendencia y se incrementó nuevamente el deseo de emigrar.
  • En el nuevo siglo, cuando nuestro modelo de economía de mercado y el crecimiento de la inversión privada, pudieron desplegarse, mejorando los indicadores de pobreza, desigualdad, empleo, ingresos e inclusión, los peruanos optaron por su querido país como el escenario de su desarrollo personal.
  • Con el advenimiento del nacionalismo, exactamente desde el 2011, los peruanos empezaron a dejar de proyectar sus vidas en su patria, y paulatinamente, fueron incrementando, otra vez,  su deseo de emigrar.
  • Con el gobierno de PPK, en vez de revertirse esta maligna tendencia, se ha acelerado.

Lo más dramático es el caso de nuestros jóvenes:

  • El deseo de emigrar de los jóvenes es de 76% a nivel nacional (primera vez que se mide fuera de Lima).
  • El deseo de emigrar de los jóvenes en Lima es de 83%. En 2014 era 61%.
  • El deseo de emigrar en Lima se ha vuelto a disparar a los niveles del 2008.

No hay peor indicador que el de tus jóvenes pensando en emigrar. Tenemos que interpretarlo como un país donde su población, y mayormente sus jóvenes, están dispuestos a apagar las luces e irse a algún otro lugar del mundo.

Curiosamente, esta mañana, el Presidente de la República, don Pedro Pablo Kuczynski, afirmó en su programa de inicio del mes en RPP, que las cosas no están tan mal, pues en el extranjero todos ven que al Perú le va muy bien y que el mejor indicador del país es el del ‘riesgo país’. No señor Presidente, el mejor indicador de la salud del país es el que expresan sus ciudadanos y, especialmente, sus jóvenes y ese indicador es el deseo de emigrar. Y ese indicador nos dice sin ambages, que la salud de nuestro Perú no está bien. Y si no actuamos desde la realidad, solo se seguirán empeorando las cosas.

Pero, ¿qué está en el pensamiento de los peruanos cuando expresan su deseo de emigrar?

El cuadro anterior, de Ipsos, ante la pregunta: ¿cuál es el país que…?

Este último cuadro nos dice a donde piensan emigrar los peruanos. Veamos:

  •  ¿A dónde iría?
    Economías pro mercado: 94%
    – Economías anti mercado: 2%
    – Otro, ninguno, no precisa: 4%

Las cinco preguntas anteriores demuestran que los peruanos, hoy día, al igual que hace algunos años, cuando también pensaban en emigrar, proyectan sus vidas fundamentalmente a economías de mercado. Donde están dispuestos, tal como los 3’000,000 de peruanos que ya están en el exterior, a cumplir las leyes, a trabajar largas horas, a educar a sus hijos, a participar en la vida cívica de sus países de residencia, y a enviar dinero a sus familiares en el Perú.

¿Cómo debemos interpretar toda esta información?

  1. Los peruanos, especialmente los jóvenes, saben medir con precisión la salud del país.
  2. Cuando el Perú deja de ofrecerles el espacio adecuado para su desarrollo personal, se proyectan a economías de mercado.
  3. Esto implica que su pensamiento individual está muy alejado de las ideas del populismo, el socialismo y el estatismo.
  4. Mientras siguen en el Perú, se siguen expresando políticamente en concordancia con una suerte de pensamiento social, más proclive al populismo, el socialismo y el estatismo, ¿o será porque estos ofrecen alguito en el corto plazo?

Evidentemente, la trampa de la política peruana es seguir interpretando el pensamiento de los peruanos en función del oportunista ‘pensamiento social’, y no en función del realista ‘pensamiento individual’.

Estas ideas y este análisis lo hemos expresado anteriormente, no creíamos que tendríamos que volver a verlo, pero no podemos esconder la cabeza, cual avestruces, y decir que todo va bien. Nuestra responsabilidad es mostrar el camino para que nos vaya bien y, llamar la atención cuando nos desviamos del camino de la prosperidadLampadia

Nota: Agradecemos a IPSOS por habernos facilitado la información.




Una lucha de extremos que solo trae inquietud al mundo

Una lucha de extremos que solo trae inquietud al mundo

La gran diferencia entre la política de los países más desarrollados y la de los países emergentes, como el Perú, ha sido siempre que en ellos se había abandonado la posibilidad de giros radicales que plantearan opciones refundacionales. El juego de izquierdas y derechas se daba dentro de espacios sensatos y predecibles, en base a propuestas de mejoras y de actitudes responsables con respecto al importante rol que sus países tienen en la vida del mundo global.

Lamentablemente, ahora, los EEUU se enfrenta a una confrontación de opciones extremistas, que solo puede traer peores tiempos para todos. Ver el siguiente esquema sobre el actual proceso electoral.

A diferencia del comportamiento tradicional de la política estadounidense, lo más llamativo de su dinámica actual es la emergencia, con sorprendente ascendiente popular, de la lucha entre los dos extremos ideológicos. Tanto el Partido Republicano como el Demócrata presentan hoy candidatos bastante extremistas, que en otro momento de la historia de EEUU, no hubieran tenido el espacio que han logrado. Bernie Sanders por los demócratas y Donald Trump por los republicanos, han sorprendido al mundo con el volumen de intenciones de voto que exhiben. ¿Cómo es que estos candidatos, a menudo considerados renegados por miembros de sus propios partidos, han atraído el apoyo de sectores tan amplios de la población? Intentaremos analizarlo.

Empecemos con sus biografías:

Bernard “Bernie” Sanders, senador por Vermont, un autodenominado socialdemócrata que se dirigide mayormente a la clase media, un idealista que comenzó como activista. Participó en el Movimiento por los Derechos Civiles y estuvo en la histórica marcha celebrada Washington por el ‘Tratado y la Libertad’, donde Martin Luther King pronunció su famoso discurso: “Yo tengo un sueño”El núcleo de su programa es cortar la financiación privada masiva a los partidos. Se opone frontalmente al modelo de Wall Street y propone la creación de un sistema de bienestar a la europea (cuando Europa está teniendo que abandonarlo). Otras medidas son la gratuidad de la enseñanza universitaria, la sanidad universal y el aumento del salario mínimo.

Donald Trump, por su parte, heredó entre US$ 40 millones y US$ 200 millones de su padre, los utilizó para convertirse en un magnate de bienes raíces en la ciudad de Nueva York, donde los precios del m2 subieron impresionantemente, se declaró en bancarrota corporativa en cuatro ocasiones con el fin de aislarse de protegerse de sus acreedores y terminó con algunos miles de millones de dólares a su nombre. Sin embargo, nunca ha sido elegido para un cargo político de ningún tipo. Hace ya unos meses, en Lampadia lo declaramos “Persona no grata a la humanidad”. Ver: La crisis migratoria y humanitaria más grande de la historia.

Veamos ahora algo de sus propuestas políticas.

El discurso de Bernie Sanders es netamente populista y resulta a veces hasta simplón. Sus propuestas son, en gran medida, irrealizables, a no ser que impusiera un alza masiva de impuestos. Sanders demoniza a las grandes empresas, a los bancos de inversión y a los súper-ricos. Mientras que la mayoría de demócratas con ambiciones políticas son pragmáticos y proponen una mezcla de políticas pro-gobierno y pro-mercado, para solucionar los problemas del país, Sanders parece adorar al gobierno y detestar al mercado.

  • El “18 trillion dollar man” Wall Street Journal analizó sus propuestas de campaña y estimó que sus planes para nuevos programas federales costarían alrededor de US$ 18’000,000 de millones durante los próximos diez años.

Alrededor de US$ 15’000,000 de millones se utilizarían en la expansión del Medicare para incluir a todos los estadounidenses en un intento de imponer un sistema de salud de “pagador único” (el gobierno).

El resto de propuestas incluye US$ 1’200,000 de millones para aumentar los beneficios de la Seguridad Social, US$ 1 mil millones de millones para la construcción de carreteras y puentes, US$ 750 millones de millones para que las universidades sean gratuitas, US$ 319 millones de millones para permisos médicos y licencias por motivos familiares, y US$ 5.5 millones de millones para “iniciativas de empleo juvenil”.

  • Combatir la desigualdad – Su campaña dice que va a “impedir que las corporaciones se muden al extranjero para evitar pagar impuestos”, aunque no ofrece un mecanismo de cómo hacerlo. También propone un “impuesto progresivo a la herencia” para los estadounidenses que heredan más de US$ 3.5 millones y un nuevo impuesto a Wall Street.
  • Sueldo mínimoPretende aumentar el salario mínimo a US$ 15 en 2020, ya que “nadie que trabaja 40 horas a la semana debería estar viviendo en la pobreza”.
  • Anti Libre MercadoPromete revertir la Asociación Americana de Libre Comercio (NAFTA), la Asociación de Libre Comercio de América Central, así como las relaciones comerciales con China. Acusa a los regímenes de libre comercio de haber ” impulsado los salarios hacia abajo y de ser la causa de la pérdida de millones de puestos de trabajo” (en su página web destaca específicamente a China).

Donald Trump, mantiene la visión republicana en muchos temas como el apoyo a los recortes de impuestos, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Se ha lanzado como candidato presidencial 3 veces: la primera en 2000, la siguiente en 2012 y ahora. Su campaña electoral se caracteriza por muchos de los rasgos del  populismo y del nacionalismo de viejo cuño. Entre sus propuestas tenemos (Según la página oficial de Donald Trump: Make America Great Again!):

  • Reformas de inmigraciónAfirma que los mexicanos “son violadores; Y algunos, supongo, son buenas personas”. Plantea construir un muro en la frontera con México, aumentar los oficiales de inmigración, poner fin a la ciudadanía por nacimiento y eliminar los créditos fiscales para los inmigrantes indocumentados.

(Lo más grave es su ‘muro’, que tendría alrededor de 3,200 kilómetros de largo y tendría un costo de construcción de entre US$ 15 a US$ 25 mil millones de millones, según estimaciones de MPI, más el costo de mantenimiento y patrullaje. Afirma que México lo pagará a través de una combinación de los derechos de aduana, remesas incautadas de los salarios de los trabajadores ilegales y tarifas más altas en visados).

  • Relación comercial con ChinaPretende declarar a China como manipulador de divisas y reprimir la capacidad de China de subvencionar sus exportaciones. Planteó elevar un arancel a los productos chinos importados en un 45%, aunque luego lo negó. Esto es ilegal según las normas de la Organización Mundial del Comercio.
  • Discriminación religiosaProhibición absoluta del ingreso de musulmanes a EEUU por: “Un odio más allá de lo que se puede comprender”.
  • Reforma de impuestos Tiene una propuesta populista para eliminar los impuestos a millones de contribuyentes y los reduciría para las pequeñas y grandes empresas. Eliminaría principalmente los impuestos federales a los ingresos salariales para personas que ganan menos de US$25,000 y la tasa impositiva para los pequeños y grandes negocios no sobrepasaría el 15%. También se corregirían los resquicios de los que ahora gozan los inversionistas en Wall Street, en particular las empresas de capital privado que se benefician de bajas tasas impositivas.
  • TerrorismoOfrece un enfoque de política exterior que carece de lógica, destacando lo lejos que iría a derrotar a los grupos terroristas. “Bombardearía a esos imbéciles, haría estallar las tuberías, las refinerías, haría estallar cada pulgada de terreno, hasta que no quede nada más.”

Estas propuestas han roto las fronteras tradicionales entre la política derechista dentro del Partido Republicano. El candidato considera que si llega a ser elegido presidente podrá obligar a otros Gobiernos, utilizando el poder económico y político de la superpotencia (y con su carácter), a plegarse a sus deseos y convicciones.

Además, Trump ha tenido la osadía de coquetear con el Ku Klux Klan. Según Martin Wolf, promueve fantasías paranoicas y está gravemente descalificado para el trabajo político más importante del mundo.

Trump y Sanders han tenido éxito debido a su capacidad de atraer a aquellos que han dejado de votar, o que se sienten en conflicto con la clase política actual. Mientras Sanders parece ser la voz en temas de la desigualdad de ingresos, Trump trae el discurso público hacia el sistema de inmigración y el extremismo islámico. A los ojos de sus partidarios, Trump y Sanders plantean cuestiones que han, en su mayor parte, desaparecido del diálogo estadounidense en muchos años.

Ambos candidatos traen a la luz cuestiones que trascienden la política de sus partidos. Sanders y Trump por igual, hablan claro y fuerte con osadía al expresar sus opiniones particulares (aunque muchas veces algo sicóticas, mayormente en el caso de Trump). Lo que dice Trump (sobre el Islam, la inmigración y el terrorismo) es solo la visión de extremistas y de gente que se deja llevar por sus emociones y sus miedos, no por un pensamiento racional. Por otro lado, Sanders ha llevado el debate sobre la desigualdad de ingresos, a un nivel no visto desde el movimiento ‘Occupy Wall Street’.

Muchos argumentan que ambos candidatos se mueven en una plataforma que no hará más que perjudicar a sus respectivos partidos. Bernie Sanders ha sido comparado con Jeremy Corbyn, el nuevo líder del Partido Laborista del Reino Unido, quien ha sido llamado “inelegible” por llevar a su partido a la izquierda dura de la peor época del laborismo, que terminó con el desastroso ‘Winter of Discontent’ (invierno del descontento) de James Callaghan, que terminó propiciando el gobierno de Margaret Thatcher.

También, ha sido comparado con el líder del Partido de la Independencia Reino Unido, Nigel Farage. Ambos hombres han utilizado sus voces de línea dura para llamar la atención de los medios de comunicación con temas de inmigración de una manera que la mayoría de la gente y la élite política tienen el cuidado de evitar.

En realidad, el movimiento electoral a favor de Sanders o de Trump no parte de movimientos en creencias del pueblo, sino que llena el vacío político resultante del debilitamiento del liderazgo político de EEUU y refleja la insurgencia electoral de la fragmentación del electorado.

Nadie sabe cuál será el final de esta aventura política. Tras los resultados del “Súper Martes”, pareciera, que por el lado de los demócratas, Hillary Clinton podrá desplazar la amenaza de Sanders, pero Trump parece afirmar su opción con mucha fuerza.

Esperamos por el bien de toda la humanidad que el futuro líder del país más poderoso del mundo, la república más destacada desde Roma, sea alguien más constructivo y sereno, pues, nos guste o no, el liderazgo estadounidense es crucial para la paz y la gobernanza global. Lampadia