1

Fuerza Popular no se ha dado cuenta de que puede ser gobierno

Jaime de Althaus
Para Lampadia

El Congreso ha dado una ley para protegerse a sí mismo, alterando el equilibrio de poderes establecido en la Constitución. La resolución legislativa aprobada para limitar la facultad presidencial de disolver el Congreso cuando éste ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros, introduce limitaciones a dicha facultad que la Constitución no precisa y que contravienen la costumbre constitucional establecida en nuestro país.

En efecto, el artículo 133° de la Carta Magna dice, a la letra: “El Presidente del Consejo de Ministros puede plantear ante el Congreso una cuestión de confianza a nombre del Consejo. Si la confianza le es rehusada, o si es censurado, o si renuncia o es removido por el Presidente de la República, se produce la crisis total del gabinete”.

La costumbre constitucional

En nuestro país, cada vez que el presidente del Consejo de Ministros ha renunciado o ha sido removido por el presidente de la República, o ha sido censurado, se ha producido, como dice el citado artículo 133°, “la crisis total del gabinete”. Y esa “crisis total” en ningún caso ha significado el cambio de todos los ministros. Siempre dejaron el cargo el Premier junto con algunos ministros, pero no todos.

Esa ha sido la costumbre constitucional. No se la puede modificar sin modificar la propia Carta Magna. Y eso no ha ocurrido. La resolución legislativa que modifica el artículo 84 del reglamento es en realidad un cambio constitucional, y debió seguir el procedimiento que corresponde a toda enmienda de ese nivel. Ni siquiera fue analizado el proyecto por la Comisión de Constitución. Fue aprobado furtivamente, casi como si se tratara de un asalto a la Constitución.

Y esa costumbre constitucional tenía sentido. Un nuevo Premier supone un nuevo enfoque de gobierno, algún cambio en el énfasis o en las prioridades. Por eso, el artículo 130° de la Constitución señala que “Dentro de los treinta días de haber asumido sus funciones, el Presidente del Consejo concurre al Congreso, en compañía de los demás ministros, para exponer y debatir la política general del gobierno y las principales medidas que requiere su gestión. Plantea al efecto cuestión de confianza”. Si debe asistir a exponer la política general del gobierno y las principales medidas que requiere su gestión, es porque su gestión pretende imprimir algún cambio respecto de la anterior. Pero para efectivizar ese cambio de énfasis o de prioridades o de capacidad de gestión, no necesita cambiar a todos los ministros, sino a los que tengan que ver con ese cambio de orientación.

Ley con nombre propio

La resolución legislativa aprobada por el Congreso es, en realidad, una ley con nombre propio. Y ese nombre propio no es una persona, sino el Congreso mismo. Viola, entonces, el artículo 103° de la Constitución que dice: “Pueden expedirse leyes especiales porque así lo exige la naturaleza de las cosas, pero no por razón de las diferencias de las personas”. Ha dado la ley para prevenir una eventual cuestión de confianza futura o para que la cuestión de confianza negada al gabinete Zavala no cuente como válida para una eventual disolución del Congreso. Y no se puede legislar con nombre propio ni es correcto hacerlo a partir de una circunstancia específica, menos aun si es para defender un interés particular o crear una situación de relativo privilegio.

¿No han pensado que pueden llegar a ser gobierno?

Los partidos actualmente en el Congreso parecen no haberse percatado de  que pueden llegar a ser gobierno y que lo que hoy legislan para protegerse, mañana, si están en el Ejecutivo, los perjudicará. La resolución legislativa que acaban de aprobar los condenaría a la parálisis. Han legislado como si su situación actual en el Congreso fuera a perpetuarse. No han visto más allá de tres años. Ni siquiera se les ha ocurrido que pueden ganar una elección presidencial.

Si no se resuelven los problemas de diseño constitucional que vamos a explicar, pueden terminar en la situación inversa a la que se encuentran ahora: con un congreso opositor que no les deje gobernar. Porque otra consecuencia de esta resolución legislativa, es que altera el equilibrio de poderes previsto en la Constitución. La posibilidad de disolver el Congreso a la segunda censura de un gabinete es un contrapeso ante un Parlamento eventualmente dominado por una mayoría opositora obstruccionista. Limitar esa facultad debilita aún más a cualquier Ejecutivo que carezca de mayoría en el Congreso: otra razón, además, para que un cambio como éste solo pueda proceder vía reforma constitucional.

Cambios deberían ser al revés

En realidad, los cambios que requiere el ordenamiento constitucional y legal en el tema de la relación entre poderes, deberían ir más bien en el sentido contrario: posibilitar la disolución del Congreso a la primera y sin expresión de causa, cuando una situación de entrampamiento o de continua censura de ministros paraliza al Ejecutivo. La disolución del Congreso buscaría que el pueblo elija una nueva mayoría que le de gobernabilidad al Ejecutivo. En su defecto, si la oposición vuelve a triunfar, ella tendría que poner al Premier, como en la cohabitación francesa. Lo que no se puede mantener es una situación permanente de enfrentamiento estéril.

Pero, más importante aún, junto con esa reforma constitucional habría que dar otra que disponga la elección del Congreso al mismo tiempo o después de la segunda vuelta, para que la posibilidad de que el Presidente tenga mayoría en el Congreso sea mucho mayor o que el elector decida conscientemente si le quiere dar mayoría al Presidente para que pueda gobernar.  

Esa es la ventaja de los sistemas parlamentarios, de donde viene la institución de la disolución del Congreso. En ellos el Ejecutivo tiene mayoría por definición porque el Ejecutivo nace del Congreso y por lo tanto el líder de la mayoría se convierte en el Premier. Una mayoría opositora es imposible: si llega a darse, el congreso es disuelto, precisamente. El conflicto de poderes no dura, se resuelve rápidamente. El resultado es que se consigue democracias más funcionales, más efectivas. Que es lo que necesitan nuestros países.

Pero si no vamos a ir a un sistema parlamentario, por lo menos introduzcamos las reformas constitucionales que favorezcan la elección de un Presidente de la República con mayoría parlamentaria, y que en el caso de que, pese a ello, dicha mayoría no se dé y/o se presente una situación de entrampamiento que ate de manos al gobierno, el Ejecutivo pueda resolverla disolviendo el Congreso sin expresión de causa, en los términos que hemos explicado.

Si Fuerza Popular, el APRA y los demás partidos que han apoyado este despropósito tuvieran voluntad de triunfo electoral el 2021, ya se habrían dado cuenta de la necesidad de realizar estos cambios constitucionales en lugar de agravar las condiciones de gobernabilidad. 




Diálogo sobre la Tecnología y el Futuro

Datos demasiado grandes para el formato del archivo




Gorbachov, el hombre que cambió el mundo

Gorbachov, el hombre que cambió el mundo

Por Federico Mayor Zaragoza

(El País, 06 de Noviembre del 2014)

Hace 25 años se inició el derribo del muro de Berlín, símbolo de la Guerra Fría, de separación y enfrentamiento durante 28 años. Y con él, a continuación, el inmenso imperio soviético que, de la noche a la mañana, se convertía en la Comunidad de Estados Independientes, cuyos países iniciaban un largo recorrido hacia sistemas de libertades públicas… Y todo ello sin una sola gota de sangre, gracias a Mijaíl Sergeyevich Gorbachov, el “mago de lo inesperado”.

Tuve ocasión de conocer muy de cerca su formidable habilidad para practicar y difundir la perestroika y la glasnost, apareciendo en la televisión con actrices, actores, cantantes, deportistas… muy conocidos dentro y fuera de la URSS. Aparte de esta gran labor de apantallamiento, encargó al gran escritor disidente kirguís Chinguiz Aitmatov que constituyera el Foro de Issyk-Kul, integrado por una docena de personas de notoriedad internacional en el mundo de la literatura, de la ciencia, del arte… tales como Arthur Miller, Alvin Toffler, Alexander King, Claude Simon, James Baldwin, Augusto Forti, Zulfu Livanelly…, que tuve el honor de presidir desde octubre de 1986 a 1992, en que el Foro dio por concluida la tarea que se le había encomendado.

Nos hemos reunido después en múltiples ocasiones, especialmente en la Fundación de la Cruz Verde (Green Cross) y en el Foro Mundial Político (World Political Forum), ambos fundados por Gorbachov con sede en Ginebra. En 2011, al cumplir los 80 años, se organizó en el Albert Hall de Londres una celebración de extraordinaria solemnidad y concurrencia.

En medio del espacioso local, un gran arco en el que se leía: “El hombre que cambió el mundo”. Creo que vale la pena tener presente lo que fue capaz de hacer desde 1985 a 1992. Pero tengamos ahora muy presente lo que sigue proclamando con tesón sobre gobernanza mundial, prioridades, refundación de las Naciones Unidas…

La confrontación de las superpotencias acumuló, en la larga carrera de armamentos, inmensos arsenales de armas de destrucción masiva, ensombreciendo y anulando todos los demás excelentes proyectos que se habían diseñado al término de la segunda gran guerra. El presidente Ronald Reagan había elevado a escala galáctica el desarrollo del previsible enfrentamiento. El Pentágono, con gran predominio del Partido Republicano, proporcionaba al poder los más efectivos artificios bélicos. Aquellos gobernantes no supieron aprender la lección de un sistema que, basado en la igualdad, se había olvidado de la libertad y que decidió, gracias a un nuevo liderazgo, cambiar el curso de los acontecimientos de los últimos años del siglo y del milenio. Cabía esperar que Estados Unidos, basado en la libertad y que había olvidado ostensiblemente la igualdad —y ambos la justicia— rectificara también.

En lugar de contribuir con su propia transformación a un “nuevo comienzo”, redobló sus ambiciones hegemónicas y sustituyó los “principios democráticos” por las leyes del mercado. Y el sistema de las Naciones Unidas por grupúsculos oligárquicos de seis, siete, ocho…, veinte países prósperos.

También se deslocalizó la producción y se siguió favoreciendo a algunas plutocracias en lugar de la democracia que la ONU reclamaba desde la primera frase de su Carta: “Nosotros, los pueblos…, hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”. “Los pueblos”, no los Estados o los Gobiernos.

En 1989 todo clamaba paz, todo clamaba cambio. Junto a la inusitada transformación de la Unión Soviética, la magistral lección del presidente Nelson Mandela, que, después de 27 años de cautiverio, fue capaz, con su política de conciliación y brazos abiertos, terminar en muy poco tiempo el atroz racismo del apartheid. Culminaba con éxito el proceso de paz en Mozambique. Y en El Salvador, otro punto de referencia, porque hoy es presidente constitucional del país el líder del Frente Insurgente Farabundo Martí, Salvador Sánchez Cerén. Y, en Costa Rica, tenía el honor, como director general de la Unesco y a instancias del secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, de reiniciar el proceso de paz en Guatemala, comenzado por el presidente de los Acuerdos de Esquipulas, Vinicio Cerezo…

Todo clamaba conciliación y nuevos rumbos. La re-unión de las “dos Alemanias” hubiera debido ser motivo de reflexión. Pero los neoliberales, en lugar de fomentar encuentros y acuerdos con los protagonistas del 9-N, siguieron imperturbables los designios de su ambición.

Recuerdo, a este respecto, la llamada del ministro alemán de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher, que deseaba que le acompañara el director general de la Unesco en su primera visita a la Alemania del Este, donde quería visitar Halle, su ciudad natal. Regresamos hablando de la importancia de la Alemania “recompuesta” en la invención de la “nueva Europa”, como había recomendado uno de sus fundadores más lúcidos, Robert Schumann, en 1949.

No ha sido así. La unión ha sido monetaria y no política. La excelente Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea del año 2000 ha sido olvidada… y los mercados han impuesto, a través de Alemania, sus pautas de conducta y han llegado a la desfachatez de nombrar Gobiernos sin urnas en Italia y Grecia (la cuna de la democracia).

El 9 de noviembre, en Berlín, los líderes de entonces (Mijaíl Gorbachov, Genscher…) con los de ahora evocarán aquel momento que hubiera podido ser crucial. Deseo que se rectifiquen ahora con firmeza las actitudes que entonces erosionaron progresivamente la democracia en favor de la plutocracia, dejando en muy pocas manos las riendas del destino de la humanidad.

Pero, muy pronto, será el poder ciudadano el que prevalecerá. Por primera vez en la historia, los seres humanos pueden por fin expresarse libremente, conocen lo que sucede en el mundo en su conjunto y cuentan progresivamente con la participación femenina, piedra angular del “nuevo comienzo”. Será la democracia y no la plutocracia, una democracia genuina a escala internacional, regional, local y personal, la que será su fundamento y razón. Deseo muy sinceramente que los efectos que no tuvo el 9-N en 1989, cuando todo clamaba paz y cambio, los tenga a partir de ahora.

(Aprovecho para desear que “el otro” 9 de noviembre sirva para decidir un mayor autogobierno, propio de un sistema federal bien diseñado, en el que no se levanten muros en lugar de derribarse. La mejor manera de cumplir la Constitución es adecuarla cuando sea oportuno. Un 9-N el muro de Berlín pudo derribarse por lucidez y anticipación. Es así como el Gobierno, en lugar de espectador imperativo, podría favorecer aunar todavía más la fantástica diversidad de España).




Reflejan un gran cambio sobre las necesidades del Perú

Reflejan un gran cambio sobre las necesidades del Perú

En la última encuesta de Ipsos publicada por El Comercio revela, casi como un pie de página, al nuevo Perú. Al preguntar: “Tras la sentencia dada por la Corte de la Haya, ¿cuál cree que debería ser el tema prioritario para el actual gobierno?” El 26% de la población indica,  “mejorar la calidad de la educación; 22%, mejorar la seguridad ciudadana, 20%, fomentar el crecimiento económico, 16%, combatir la corrupción, y 7%, mejorar el sistema de salud.

Estos datos demuestran que la agenda de los peruanos ha cambiado significativamente. Tan solo unos años atrás, los temas prioritarios eran: empleo, sueldos, aumento de precios y pobreza. Asuntos básicos para la subsistencia. Hoy en cambio, lo que preocupa son mejoras en los servicios sociales: educación, seguridad, salud. Y, claro seguir fomentando el crecimiento económico y evitar la corrupción.

Esta es una nueva constatación de que la clase media y sus demandas (educación de calidad, salud, seguridad), son mayoritarias. Tales exigencias no pueden ser consideradas como de una nación en la que la mayoría de la población se halla en una situación vulnerable o de pobreza. Por el contrario, estamos viendo el nuevo rostro del Perú: Un país emergente y sin complejos, de ingresos medios, con una nueva y mayoritaria clase media aspirante que reclama la intervención del Estado solo en los temas de su competencia: educación, seguridad y salud.

Este es otro síntoma que demuestra las bondades del modelo económico. La gente empieza a preocuparse por mejores servicios. Una señal de que vamos por la senda correcta. Esto no significa que hemos llegado a la meta, aún nos falta mucho camino por recorrer.  Lampadia