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14 señales para identificar el fascismo

El fascismo, como sistema político, siempre ha estado presente en mayor y menor grado en varios regímenes autoritarios durante el período de la posguerra y bajo diferentes banderas políticas tanto de derecha como de izquierda.

Al ser además un término usado de manera peyorativa entre contrincantes políticos, por las atrocidades cometidas por la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Benito Mussolini en la primera mitad del siglo pasado, tiende a ser un sistema que pretende mantenerse encubierto en los gobiernos, lo cual dificulta su identificación.

En esta línea, el famoso y recientemente fallecido escritor y filósofo italiano Umberto Eco desarrolló en 1995 lo que él denominó como las 14 señales para identificar el fascismo (ver artículo líneas abajo), como una suerte de guía para identificar fácilmente los regímenes fascistas que asechan la libertad individual en los países.

Consideramos que es relevante compartir dichas ideas porque nos puede ayudar a vislumbrar de una manera más clara respecto a qué recursos recurren los líderes políticos cuando desean instaurar regímenes autoritarios y antidemocráticos, que son característicos bajo esta forma de gobierno.

En Lampadia estamos a favor de los sistemas democráticos, que admiten total libertad económica, que respeten la propiedad privada y los derechos fundamentales de los individuos, principios que muchas veces se ven atentados en esta clase de regímenes, además de los socialistas.  Lampadia

Las 14 señales de alerta del fascismo según Umberto Eco

Este filósofo propuso una serie de síntomas que advierten de la aparición de esta ideología.

La política siempre ha sido un elemento integrado en la vida humana, tanto en lo que nos afecta colectivamente como en lo que tiene que ver con nuestra individualidad. Sin embargo, algunos fenómenos sociales dejan más huella que otros, y en algunos casos, para mal.

Elclubdeloslibrosperdidos.org
Agosto, 2018
Glosado por Lampadia

¿Qué es el fascismo?

Técnicamente, el fascismo es un movimiento político y una ideología asociada a este que se basan en la defensa de una política basada en la identidad “esencial” de la población, el uso de la violencia para reprimir a la oposición política y el uso de una economía dirigida estatalmente que, a su vez, favorece a grandes empresas debido a su corporativismo.

En un principio el término fascismo se utilizaba para llamar la deriva política impulsada por Benito Mussolini en la primera mitad del siglo XX, pero también puede denominar otras propuestas políticas recientes y similares a la original, como el peronismo o el kirchnerismo en Argentina o ciertas inclinaciones de Donald Trump en EEUU.

En nuestro tiempo, en que los viejos “proletarios” se están transformando en pequeña burguesía (y el lumpen se auto excluye de la escena política), el fascismo encontrara en esa nueva mayoría su público.

Umberto Eco advirtió que “Cada vez que un político pone en duda la legitimidad del Parlamento por ya no representar la “voz del pueblo”, se puede sentir el olor de Fascismo”.

Por su actualidad y porque nos ayuda a entender lo que ocurre en Brasil y en el mundo de la globalización, publicamos las “14 Iecciones” que nos dio en 1995 para identificar al fascismo.

Compartimos esta breve lista de las 14 características del fascismo según Umberto Eco. Para los interesados, el texto completo de la conferencia se encuentra en línea con el título “EI fascismo eterno”.

1. Culto de la tradición.

De los saberes arcaicos, de la revelación recibida en el alba de la historia humana encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas.

2. Rechazo del modernismo.

La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Fascismo puede definirse como irracionalismo.

3. Culto de la acción por la acción.

Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas.

4. Oposición sistemática a la más mínima crítica

EI rechazo total a las críticas permite hacer y deshacer cualquier clase de iniciativas sin tener que dar explicaciones ni rendir cuentas ante nadie.

5. Miedo a la diferencia.

EI primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. EI Fascismo es, pues, racista por definición.

6. Llamamiento a las clases bajas frustradas.

En nuestra epoca el fascismo encontrara su público en esta nueva mayoría.

7. Apelación constante a una amenaza que no desaparece

Estar todo el tiempo apelando a una amenaza eterna permite introducir el estado de excepción, gracias al cual el partido político puede incumplir la legalidad vigente “por el bien del pueblo”.

Los casos de terrorismo de estado son un claro ejemplo de esto.

8. Búsqueda constante de culpables externos

Culpar de todo a quien está fuera del sistema de propaganda y que no se puede defender permite desplazar la atención sobre los fallos del partido o, si quedan revelados, se muestran como equivocaciones dadas en la lucha contra un mal mayor.

9. Llamamiento constante a una clase social descontenta

Esla no es una característica que de por sí defina al fascismo, ya que se hace desde muchas tendencias políticas.

Sin embargo, el fascismo se reivindica como la única voz de esa parte de la población, como si en ella no existiese la pluralidad.

10. Apelación constante a la voluntad del pueblo

Se intenta apropiarse de las reivindicaciones populares haciendo que pasen a lo institucional y alii se disuelvan y se confundan con los objetivos políticos de los líderes del movimiento fascista.

11. Utilización de un líder carismático que representa al pueblo

EI líder es el reflejo del pueblo, y como tal habla en su lenguaje y trata de expresar las mismas preocupaciones que el estereotipo de la parte de la población a la que apela.

Sus decisiones personales y sus gustos y preferencias son tomadas como un asunto público, ya que es la encarnación de la voluntad popular.

12. Uso de discursos de vocabulario sencillo y basado en tópicos

La utilización de palabras con significado muy amplio permite producir discursos que, pese a que parecen muy claros, no contactan con la realidad.

Normalmente el único mensaje que se da tiene que ver con las ideas más impactantes, como quien tiene la culpa de algo o la actitud que el partido va a tener frente a un hecho, pero no se concreta demasiado.

13. Populismo cualitativo, oposición a los gobiernos parlamentarios.

Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la voz del pueblo, podemos percibir olor de Fascismo.

14. Neolengua.

Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico.

Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality show.

Lampadia




Defendiendo el Orden Liberal

En Lampadia lamentamos que la tendencia populista actual esté amenazando la democracia liberal y el orden internacional liberal que han mantenido la paz y prosperidad durante las últimas siete décadas. La verdad es que las instituciones de la posguerra permitieron un cambio cualitativo en la evolución de la humanidad, generando una reducción considerable en las tasas globales de violencia y de guerras, además de los grandes avances de la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad globales, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global, con una la población mundial del doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos.

Sin embargo, en muchos países, la imagen popular y el soporte político de toda esta estructura ha entrado en profundo cuestionamiento y se está destruyendo un orden que ha sido esencialmente positivo sin plantear el diseño de una mejor estructura global. Está claro que es necesario modernizar las instituciones del Orden Liberal, en las que hay que incluir a China e India para poder representar correctamente el mundo de nuestros días. Pero no se puede destruir sin una propuesta de cambio para mejor, debidamente consensuada y valorada. No podemos dejar que los peores ejemplos de la historia del siglo XX, como la revolución bolchevique, sean el mecanismo político de renovación institucional.

En este proceso caótico en el que estamos entrando, ya nos ha regalado un mundo gobernado por tres autócratas. Trump, Putin y Xi Jinping se han validado mutuamente marcando un estilo indeseable de liderazgo. Ver en Lampadia: El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo.

Este año, el Perú inició su mandato de dos años como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, con la intención de ocupar ese puesto para defender soluciones que promuevan la vocación pacífica y la política de “buscar siempre soluciones ponderadas y de enorme consenso”. Por lo tanto, tenemos que ver la mejor manera de apoyar un buen orden internacional sin destruir el orden actual, teniendo como mandato principal el mantenimiento de la paz y la seguridad en el mundo.

Líneas abajo, compartimos un poco de historia sobre el Orden Liberal:

La verdadera historia del orden liberal
Ni mito ni accidente

Michael J. Mazarr
Foreign Affairs
7 de agosto, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Durante 70 años, los comentaristas de EEUU, en general, han apoyado la idea de un orden internacional basado en reglas y liderado por EEUU. Sin embargo, recientemente, cada vez más académicos y expertos, incluido el científico-político Graham Allison, en el último número de Foreign Affairs, han comenzado a descartar ese orden como un “mito”.

La significancia del argumento va más allá de lo académico: dado el creciente ataque a las instituciones y a las prácticas del orden de la posguerra por parte de los políticos de todo el mundo. La idea de que el sistema es más mítico que real implica que Estados Unidos se puede manejar perfectamente sin él.

Sin embargo, estas críticas generalmente combinan tres órdenes diferentes:

  • El orden institucional de la posguerra,
  • Los componentes de ese sistema que defienden los valores liberales, y
  • El orden militar global liderado por EEUU.

Allison argumenta con razón que después de 1989, una “oleada de triunfalismo” tentó a Estados Unidos a sobrepasarse en la promosión de los valores liberales y sus ambiciones de primacía. Pero el orden fundamental de posguerra no es responsable de esa extralimitación. Permitir que ese orden se diluya sacrificaría quizás la mayor ventaja competitiva que un líder poderoso haya disfrutado alguna vez.

No es un accidente

El ensayo reflexivo de Allison presenta muchos puntos importantes, pero se equivoca en tres aspectos:

  • Malinterpreta la historia del orden de posguerra
  • Exagera sus objetivos y
  • Confunde el activismo global de EEUU con el funcionamiento del orden mismo

Comencemos con la historia. Allison argumenta que el orden fue una “consecuencia involuntaria” de la Guerra Fría, esencialmente un accidente histórico. Surgió del “miedo” y la búsqueda del equilibrio de poder, no de la intención de remodelar la política mundial. Allison implica que siempre fue una toma de poder realista vestida como una forma de difundir los valores liberales.

Eso es, en el mejor de los casos, un retrato unilateral de una historia compleja. Distintos funcionarios tuvieron diferentes puntos de vista sobre el orden mientras lo construían, pero en términos generales, Estados Unidos invirtió en la década de 1940

  • En las Naciones Unidas
  • En el régimen de comercio internacional y
  • En las instituciones globales de estabilidad económica

Para forjar un mundo más ordenado que sería menos probable que sea víctima de los desastres de la década de 1930. Estos conceptos fueron anteriores al reconocimiento por los diplomáticos de Estados Unidos de que la relación de Estados Unidos con la Unión Soviética estaba destinada a deteriorarse. Allison se equivoca al decir que las ideas para las instituciones de posguerra surgieron “solo cuando [oficiales de EEUU] percibieron un intento soviético de crear un imperio”. El presidente de EEUU, Franklin Roosevelt, estaba sumido en profundos debates con el primer ministro británico Winston Churchill y otros sobre la creación de la ONU en 1941 y las organizaciones formales de la ONU se habían establecido para 1943. La conferencia de Bretton Woods, que creó el orden monetario y financiero de la posguerra, se celebró en 1944.

El erudito Stewart Patrick, un experto en instituciones internacionales, examina esta historia en detalle en su magistral libro, The Best Laid Plans. El interés de los Estados Unidos en el multilateralismo, explica, “no solo precedió a la contención como el marco organizativo de la política exterior de EEUU, sino que también lo extendió hasta los 90s”. El objetivo, aclara, “era crear un mundo abierto”, un orden global basado en reglas en el cual los países amantes de la paz podrían cooperar para avanzar sus propósitos comunes dentro de las instituciones internacionales. Sólo cuando la esperanza de incluir a la Unión Soviética en ese orden murió, Estados Unidos se movió para “salvaguardar la independencia y la prosperidad de una comunidad más pequeña del ‘Mundo Libre’”. Dentro de esta visión, las instituciones de Bretton Woods rápidamente asumieron el carácter más elaborado. Como señala el historiador Mark Mazower en Governing the World, el orden económico de posguerra “representó una intervención concertada para gestionar el capitalismo internacional mucho más allá de lo que la Liga [de las Naciones] intentara alguna vez”.

La importancia de tales mecanismos de ordenamiento aparece en los documentos de seguridad nacional de EEUU desde muy temprano. Allison cita al NSC-68, un importante documento de política de seguridad nacional de la administración Truman escrito en 1950, pero deja de lado su poderoso respaldo a los mecanismos de ordenamiento. “Incluso si no hubiera una Unión Soviética”, argumentó el periódico, Estados Unidos todavía “enfrentaría el hecho de que en un mundo cada vez más pequeño, la falta de orden entre las naciones se está volviendo cada vez menos tolerable”.

Estados Unidos, entonces, no tenía el objetivo simplemente de jugar a la política de poder o a disuadir a la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. Los funcionarios de EEUU esperaban establecer las bases para una política mundial más colaborativa y basada en normas. Sin embargo, como señala acertadamente Allison, Roosevelt y otros mezclaron el realpolitik con su idealismo en la forma del Consejo de Seguridad de la ONU, que pone a las grandes potencias al centro. Las instituciones y las reglas del orden se centraron en la estabilidad geopolítica y económica, no en la difusión de los valores de EEUU.

La definición del Orden

Desde una visión estrecha de los objetivos de los fundadores del orden, Allison pasa a una descripción exagerada de lo que sus defensores creen que ha logrado. Él argumenta que los proponentes del orden creen que “ha sido la causa principal de la llamada ‘larga paz’ entre las grandes potencias durante las últimas siete décadas”. No conozco a nadie que tenga una visión tan extrema de la importancia del orden. Todos los tratamientos significativos del orden reconocen que el poder y la credibilidad de EEUU han sido esenciales para el sistema de posguerra y ven las instituciones del orden como un complemento a otros factores que aseguran la paz y la prosperidad. Esta mentalidad era evidente desde el principio: Mazower explica que el gobierno de EEUU defendió la creación de la ONU ante el pueblo estadounidense al predicar “un realismo pragmático: la nueva organización internacional era una necesidad vital, incluso si no fuera capaz de resolver todos los problemas del mundo”. “

Esto nos lleva al problema de la terminología. Allison, acertadamente, se preocupa de que la idea del orden internacional no esté clara. Pero su argumento mezcla tres fenómenos diferentes: la solidez del orden de posguerra, los elementos liberales de ese orden y la postura global del poder de EEUU. Sugerir, como Allison lo hace correctamente, que la promoción de ​​los esfuerzos para mantener la primacía de EEUU deban controlarse, no implica que el orden fundamental de la posguerra sea un mito.

De hecho, el núcleo institucional y normativo del orden de posguerra reside en un conjunto grande y directo de instituciones:

  • El sistema de la ONU, no solo el Consejo de Seguridad y la Asamblea General, sino también las unidades de mantenimiento y desarrollo de la paz;
  • Las principales instituciones económicas mundiales, incluidos el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco de Pagos Internacionales, la Organización Mundial del Comercio y otras instituciones para las negociaciones comerciales;
  • Organizaciones políticas y económicas regionales, como la UE, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y la Unión Africana;
  • Organizaciones y procesos más informales, desde el G-7 y el G-20 hasta conferencias y diálogos recurrentes; y
  • Las reglas y convenciones asociadas con todas esas organizaciones.

El sistema formado por esas instituciones es el que los funcionarios de EEUU se propusieron conscientemente crear a mediados de la década de 1940.

  • Es el orden que ha figurado prominentemente en todas las estrategias de seguridad nacional de Estados Unidos desde la década de 1950; y
  • Es el orden que docenas de otros países han colocado en el centro de sus propias concepciones de seguridad y prosperidad.

He hablado con muchos funcionarios actuales y anteriores de países de todo el mundo durante los últimos dos años como parte de una amplia evaluación del período de posguerra realizado por RAND Corporation y está claro que hay una larga lista de países además de los Estados Unidos (Australia, Francia, Alemania, India, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur, el Reino Unido y muchos más) que ven el orden internacional como algo real y temen profundamente su desaparición.

Lo que Allison ha percibido, más que una naturaleza mítica del orden de posguerra, es la dificultad creciente de conciliar tal orden con un enfoque intrusivo de EEUU en la política internacional y los esfuerzos de EEUU para obligar a otros países a adoptar valores estadounidenses. A medida que otros países crecen en poder, demandan una mayor participación en el funcionamiento del orden y plantean más objeciones a las interpretaciones unilaterales de las reglas por parte de EEUU. Pero esa tensión no significa que el orden sea un mito; solo sugiere que Estados Unidos debe moderar sus impulsos para promover los valores liberales y encontrar una forma de compartir su influencia (estos son dos de los principales hallazgos de nuestro estudio). Esa restricción debe ir de la mano con los esfuerzos para renovar y rehabilitar, no abandonar, las instituciones centrales de la orden.

No perdamos la cabeza

Con 70 años de experiencia, está claro que algunas de las esperanzas de los arquitectos del orden de posguerra se han cumplido, al menos en parte. Los procesos multilaterales que esos arquitectos crearon han ayudado a estabilizar la economía global y disuadir la agresión. Al alinear tres cuartas partes de la economía mundial en torno a un amplio conjunto de normas, crearon una poderosa atracción gravitacional hacia la estabilidad en el centro de la política mundial. Las naciones sabían que, para mantener su competitividad, no podían oponerse al orden imperante.

Al unir su propio poder a este proyecto multilateral, además, Estados Unidos ayudó a legitimar su rol en el mundo y se ganó la tolerancia en los tiempos en que no cumplía con sus propios ideales. Allison argumenta que la hipocresía destructiva del orden por la acción militar de EEUU desde 2001 “habla por sí misma”. Pero pocos comportamientos internacionales hablan por sí mismos. Son interpretados por otros países en el contexto de una comprensión más amplia del poder y el propósito. La asociación del poder de EEUU con un orden compartido ha ayudado a mitigar las reacciones ante su uso indebido.

Es posible que Estados Unidos haya llegado al final de esta tolerancia y esa es la razón por la cual el instinto de control de Allison da en el blanco. Pero la respuesta es revitalizar, no abandonar, el multilateralismo que una vez mitigó el antagonismo hacia el poder de los Estados Unidos.

Los creadores del orden de posguerra se propusieron hacer algo limitado y revolucionario. Su objetivo era trabajar dentro de las limitaciones del interés propio nacional y los equilibrios de poder internacionales para construir instituciones y procesos que pudieran dar forma al carácter de la política mundial. El sistema que hicieron ha tenido éxito de maneras importantes, aunque solo sea como uno de varios factores que han mantenido la paz y enriquecido el mundo. A medida que el mundo ingrese en una era de mayor competencia internacional, los políticos de EEUU deben tener cuidado de no subestimar la importancia del sistema de posguerra. El orden está lejos de ser un mito; es la ventaja competitiva más importante de los Estados Unidos. Lampadia