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Las dos contradicciones que un nuevo Premier deberá resolver

Las dos contradicciones que un nuevo Premier deberá resolver

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Hay dos contradicciones que bloquean el esfuerzo nacional necesario para salir del profundo pozo económico y sanitario en el que hemos caído: la confrontación como eventual estrategia presidencial para aumentar popularidad, que afecta la necesidad de formar un comando unitario nacional para la recuperación; y la orientación populista e intervencionista del proceso parlamentario y político en general, que va en el sentido contrario a la necesidad de una mayor libertad económica para que los emprendimientos puedan reactivarse y volver a levantar alas.

Se trata de dos formas de populismo: político, y económico o social. El populismo político consiste en confrontar a un supuesto enemigo del pueblo para construir apoyo. Es lo que en cierta medida hizo el presidente con su amenaza de expropiación a las clínicas privadas, capitalizando casos de censurables cobros excesivos. La estrategia le funcionó y, a diferencia de la que desarrolló contra el Congreso disuelto, puede tratarse de un caso puntual, superable. Porque sería irracional, suicida, que se acostumbrara a enfrentar, solo por popularidad, a un sector privado que es el responsable del 80% de la economía nacional. Haría imposible concretar el necesario esfuerzo unitario público-privado para definir y aplicar un plan de recuperación económica nacional.

La necesidad de una voluntad política unificadora se ha vuelto ahora más acuciante desde que el descubrimiento doloroso de que hemos tenido uno de los peores resultados globales en la lucha contra la pandemia, luego de haber creído que habíamos respondido mejor que otros, ha reinstalado nuevamente la lucha de todos contra todos en la repartición de responsabilidades, equivocaciones y abusos. Se ha abierto un momento disgregador. La empresa privada es objeto de una ofensiva ideológica y política masiva pese a que una de las razones de los malos resultados fue haberla excluido de las estrategias sanitarias y económicas. El Congreso anuncia interpelaciones, comenzando, por supuesto, por la ministra de Economía, al mismo tiempo que la máquina de producción de proyectos populistas se acelera cada día. Mientras tanto, se multiplican las divisiones internas en las instituciones: en el Ejecutivo, el Premier hinca a la ministra de Economía; en el congreso, las bancadas se dividen a veces en tantas partes cuantos integrantes tienen; entre los empresarios, ASBANC, la SNI y ADEX critican a CONFIEP.

Por su parte, el populismo económico o social también contiene, aunque no siempre, el componente de un enemigo al que hay que arrancarle rentas en beneficio del pueblo, como una manera de conseguir votos. Pueden ser las APP que cobran peajes, las AFP, los bancos, las farmacias, las clínicas, o hasta la ONP, que en realidad es el tesoro público. El problema es que ello no solo anula capacidades de inversión y recuperación de las empresas afectadas, sino que al golpear la seguridad jurídica o los derechos de propiedad, o afectar el mecanismo operativo de la economía de mercado que es el sistema de precios, o la viabilidad fiscal del país, se ahuyenta inversiones, se mata el futuro. Lo mismo con ese pariente cercano del populismo, que es el clientelismo, cuando se regala la propiedad de los puestos de trabajo en el sector salud, por ejemplo, anulando la viabilidad de la reforma del sistema de salud.   

Lo que los emprendimientos de todo tamaño van a necesitar para recuperarse, para volver a crecer, para generar empleo, es aire, libertad económica, la menor cantidad de trabas posible. Y el problema es que el desenfreno populista va en la dirección de más controles, regulaciones e impedimentos. Esa es la gran contradicción. 

Es evidente que no se puede enfrentar la pandemia ni menos aun salir del abismo económico en el que hemos caído, en medio de la guerra fratricida y de la dilapidación populista. Se impone, por eso, el nombramiento de un Premier con amplia capacidad de convocatoria y gestión capaz de unificar un comando estratégico público-privado para conducir un plan de recuperación económica, desarrollar un intenso trabajo de diálogo político con el Congreso para contener la hemorragia populista, y crear el escenario para acordar las reformas estructurales fundamentales: formalización y salud. Las que a su vez deberían servir también para canalizar los impulsos políticos contraproducentes.

Está en juego el país. Lampadia




Sorpresivas elecciones argentinas

Sorpresivas elecciones argentinas

El domingo pasado, los argentinos votaron para elegir a un nuevo presidente, después de doce años de ser conducidos por Néstor Kirchner y luego por su viuda, Cristina Fernández de Kirchner. Hubo tres candidatos en la carrera: Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, del peronismo kircheriano; el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, del partido Cambiemos; y el congresista Sergio Massa, Unidos por una Nueva Alternativa.

El resultado sorprendió a muchos argentinos. Con 96% de los votos escrutados, Scioli obtuvo una ventaja marginal con el 36.7% de los votos, mientras que Macri obtuvo 34.5%. Sergio Massa, un ex aliado que se volvió rival de Cristina Fernández de Kirchner, llegó en un distante, pero importante tercer lugar, con el 21.3% de los votos.

Macri celebrando después de las elecciones

Por lo tanto habrá una histórica segunda vuelta. Y es que el único precedente de una segunda vuelta fue en 2003, pero no se completó ya que Carlos Menem se retiró, entregando la presidencia a Néstor Kirchner.

Es importante notar que el sistema electoral de doble vuelta o ballottage funciona de manera diferente a lo tradicional en Argentina, hecho a la medida del peronismo para dificultar la emergencia de la oposición. Lo común es que cuando ningún candidato logra mayoría absoluta (50% más un voto) en una elección, la elección se debe definir en un nuevo comicio entre los dos que recibieron más votos, en Argentina no es así, son menos exigentes. Para asegurar la victoria en la primera vuelta, el candidato tendrá que ganar el 45 por ciento de los votos o el 40 por ciento con una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el competidor más cercano. Esta fue una estrategia más del peronismo para mantenerse en el poder y obtener una victoria más fácil.

Sin embargo, aún con esta ventaja en el sistema electoral, el discípulo del kirchnerismo se enfrentará a una reñida segunda vuelta en la que se podría poner fin a lo que se denomina una era en Argentina.

Pero, ¿en qué estado deja la presidenta al país? El largo reinado de los Kirchner se caracterizó por su populismo económico. Desde que la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, asumió la presidencia en 2007, las políticas de la Argentina se han desplazado más hacia la izquierda y sus consecuencias han sido nefastas.

Durante la última década, Argentina ha desperdiciado el un auge de precios de los commodities (soya) que ha alimentado un crecimiento económico promedio anual de alrededor del 4%, cifra que la presidenta utiliza para defender su mandato. Pero en los últimos cuatro años, la economía se ha ralentizado (tuvo un crecimiento del PBI de sólo el 0.5% el año pasado), para este año se estima un crecimiento mínimo de 0.4% y una cáida de 0.7% el 2016, según el FMI. Las tasas de inflación se encuentran entre las más altas del mundo (las políticas de Fernández que incluyen los subsidios al gas y transporte, además de beneficios para las madres solteras y los periódicos aumentos de las pensiones han contribuido a una mayor inflación) y no todo es tan ideal como al gobierno le gustaría pregonar. 

Se ha destruido la economía, las exportaciones de carne han bajado de un 10% de la oferta global a 2% y ahora son menores que las del pequeño Uruguay. En el camino del desastre hicieron otro perro muerto con la deuda externa y se robaron los fondos de pensiones privados.  

El gobierno ha manipulado las estadísticas; es imposible tener una idea clara acerca de las tasas de pobreza oficiales o de la inflación. La actual presidenta dejará un país en una situación económica desesperada por un grave déficit fiscal, alta inflación y reservas de divisas críticamente bajas. 

Los gestos de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner durante un discurso en relación con los 
resultados de las elecciones primarias en Buenos Aires, Argentina

Además, el gobierno también está enfrascado en una batalla contra los hedgefunds estadounidenses que están en desacuerdo con la forma en que quieren reestructurar los US$ 100 mil millones de la deuda que incumplieron en 2001, fondos a los que el gobierno denomina como ‘fondos buitres’.

Asimismo, el mandato de Kirchner ha sido engullido por los escándalos de corrupción (empezando por el hijo de los Kirchner) y acusaciones de irregularidades que han erosionado la confianza de los ciudadanos, aunque sigue siendo popular con un gran segmento de la población, cooptada por los programas clientelistas.

El siguiente presidente tendrá que abordar estos problemas si quiere sacar adelante un país con tanto potencial como Argentina. La segunda vuelta dictará si continuará el legado de proteccionismo comercial, falso bienestar social y defensa de las prebendas de las dirigencias obreras con Daniel Scioli, autodenominado ‘centrista’, quien se ha comprometido a mantener el núcleo del “kirchnerismo”. Pero también ha prometido un cambio en el estilo para atraer más inversiones y aumentar la productividad, que parecen palabras huecas.

Los votos de Macri aparecieron casi por arte de magia

La otra opción es el pro-inversión Mauricio Macri, un ex ejecutivo del fútbol que saltó a la fama dirigiendo la mejor temporada del Boca Juniors. Se ha comprometido a poner fin de inmediato a las principales políticas de Cristina Fernández. Macri, actual alcalde de Buenos Aires, es hijo de inmigrantes italianos que lograron dirigir un conglomerado empresarial exitoso. Fue secuestrado por policías corruptos a cambio de un botín y fue entonces cuando decidió dedicarse a la política. Actualmente es el líder de Propuesta Republicana o PRO, un partido nacido tras la crisis de 2001 que unió a políticos de centro-derecha y jóvenes profesionales que antes no habían tenido experiencia en campañas, como un proyecto para renovar la política nacional. Su campaña ha prometido un cambio: el fin de la calamidad económica y las políticas de confrontación que han definido el mandato de los Kirchner.

Ahora solo queda esperar los resultados de la segunda vuelta. Según la primera encuesta publicada sobre la segunda vuelta, Macri ganaría con una ventaja de cuatro puntos (45.6% vs. 41.5%). Scioli ya giró en torno a recuperar el voto peronista que apoyó a Sergio Massa (el tercer puesto). Por su lado, Macri lidera una alianza de partidos no peronistas –Cambiemos-, que incluye a la histórica Unión Cívica Radical, a los liberales de la Coalición Cívica y a su propio grupo, con el fin de hacer un frente electoral común que plante cara al kirchnerismo, que controla buena parte del poder ejecutivo y legislativo en el país. 

El futuro del país está en manos de los argentinos. Mientras tanto, todos lloramos por Argentina. Lampadia