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El sorprendente valor agregado de la minería

El sorprendente valor agregado de la minería

La economía sigue bajando su ritmo de crecimiento. Las expectativas de crecimiento bajan constantemente, pasando de un 4% a un 2%. Esto se debe a que, desde el inicio de la gestión del nuevo gobierno, se evitó poner la necesidad de recuperar la inversión minera en la primera fila. El gobierno nos ofreció un crecimiento que se daría como producto de la simplificación de trámites y de la inversión en infraestructuras.

Pero el problema no empezó con el actual gobierno. Desde la gestión del gobierno del expresidente Ollanta Humala se paró la inversión en minería. Peor aún, en el Perú se desarrolló una campaña para llevarnos a rechazar el desarrollo del sector minero. También han contribuido algunos académicos despistados como Efraín Gonzales de Olarte, vice rector de la PUCP, que afirma que la minería exporta piedras; o con un análisis supuestamente técnico económicos de Piero Ghezzi y José Gallardo en su libro “¿Qué se puede hacer con el Perú?”, en el que compararon el desarrollo de la minería con el del guano y el caucho; el libro de Carlos Ganoza (asesor del ex ministro Alfredo Thorne) y Andrea Stiglich, “El Perú está calato”.

Los ataques a los avances económicos y sociales del país durante los primeros 15 años del nuevo siglo, como los de ambos libros, se hicieron implicando una relación de causalidad entre nuestras debilidades institucionales y dichos avances. Esto constituye una falacia que se habría usado en un caso como estrategia para entrar al gabinete ministerial de Humala y, en el otro, para ganar notoriedad en los medios y las barras bravas de los caviares. Ver en Lampadia: ¡Qué “calato”… ni que ocho cuartos! Y Plan de Diversificación Productiva y sus diagnósticos equivocados.

Las expresiones indicadas sobre la minería son equivocadas y parte de agendas subalternas que pretendieron desmerecer nuestro crecimiento (al 2011) y sostener, falazmente, que somos primario-exportadores, que estaríamos sufriendo la ‘enfermedad holandesa’, que somos víctimas de la maldición de los recursos naturales y que las exportaciones mineras no tienen valor agregado.

No se quiere entender que, estúpidamente, estamos tirando por la borda una riqueza que ha producido muchos beneficios económicos y sociales y que puede crear mucha riqueza adicional por largos años. Dicha riqueza es esencial para generar los recursos que nos permitan superar nuestras brechas sociales y económicas y, sobre todo, para que ante la revolución tecnológica en ciernes podamos nivelarnos con los países más desarrollados en el más corto plazo posible.

El impacto de la minería en la economía

¿Y cómo no vamos a aprovechar la bendición de nuestros recursos? El Perú es uno de los países líderes en América Latina y el mundo en la actividad minera. Es el segundo mayor productor de plata a nivel mundial y tercero de cobre y zinc para el año 2016. Ver en Lampadia: La minería: generó un ciclo virtuoso de crecimiento.

La importancia directa de la minería para el crecimiento del país es indiscutible. Ya durante las vacas flacas del sector, en el 2015, la minería contribuyó con 1.1 puntos porcentuales (p.p.) del crecimiento total (3.2%) y para el 2016 se estima que aportó 1.8 p.p. de un total de 3.9%.

Según un reciente estudio del IPE, titulado El Valor Agregado de la Minería en el Perú, “Se puede apreciar más claramente la importancia del sector en los últimos años si se analiza la contribución minera al crecimiento mensual del PBI. Por ejemplo, con el inicio de los últimos proyectos mineros grandes, Toromocho y Las Bambas, en diciembre del 2015 la minería contribuyó con 2.5 p.p. a un crecimiento mensual de 6.5%. Durante el 2016, el aporte continuó aumentando y, durante los meses de abril y mayo alcanzó a contribuir 2.5 p.p. y 3.7 p.p. a crecimientos de 2.7% y 4.8% respectivamente. Es decir, en esos meses el mayor crecimiento mensual nacional se debió directamente a la actividad del sector minero”.

Queda claro que la contribución de la inversión minera ha sido una parte importante de la inversión privada la cual, a su vez, ha sido un factor esencial en el crecimiento y decrecimiento de la economía. Durante el período 2004-2013, la inversión minera tuvo un crecimiento promedio anual del 42.7%. En contraste, entre el 2014 y 2016, esta inversión cayó 24.1% promedio anual. El IPE afirma que “[Esta caída] ha repercutido en la trayectoria de la inversión privada, en descenso para los últimos tres años, acumulando doce trimestres consecutivos de variación negativa (desde el primer trimestre del 2014 hasta el cuarto trimestre del 2016). No se producía una caída tan prolongada de esta variable desde 1982”.

El verdadero valor agregado de la minería

Existe la percepción generalizada de que las actividades primarias, como la minería por ejemplo, tienen un bajo valor agregado, que de alguna manera las hace poco deseables, que son actividades de segunda categoría, que no generan valor, como que no nos llevan a nada. Esta es una percepción muy equivocada. (El IPE define el valor agregado en la minería “al convertir minerales dispersos e imperceptibles en la tierra en concentrados de minerales con valor comercial. Pero estos concentrados son heterogéneos y con pureza distinta. Dependiendo de las características geológicas, pueden contener más minerales pagables o algunos penalizables.”)

Como hemos afirmado anteriormente en Lampadia (La minería tiene un alto valor agregado), de cada sol producido en minería, el 69% corresponde a su Valor Agregado, mientras que el 31% restante proviene del Consumo Intermedio. En el sector manufacturero  esta proporción se invierte, siendo que su Valor Agregado llega solo a 33% de lo producido y 67% a consumos intermedios.

Algunas críticas apuntan a que la producción de concentrados de minerales tiene poco valor agregado. Esto no es correcto. Según el último estudio elaborado por el Instituto Peruano de Economía (IPE), las fases de la minería que generarían mayor valor agregado en la economía con las de exploración y explotación.

El estudio recoge información del INEI y afirma que del valor final de los productos del sector minero extractivo, casi el 70% corresponde a valor agregado. Entre tanto, en el sector de refinación de metales, poco menos del 40% del precio final representa valor agregado.

Otra de las maneras de medir el valor agregado de una actividad es analizando cuánto paga el mercado por un producto. Al final de cuentas ésta es la una medida razonablemente objetiva de medir cuanto valor agregado hay en algo. Según la data recogida para el estudio, “en el 2012 una libra de cobre contenido en concentrados valía US$3.43 antes de refinarse. Luego de ser refinado, el valor de los metales contenidos en esa misma libra de concentrado ascendía en total a US$4.05. De esta forma, el refinado solo aumenta el valor del producto en un 18%, y eso aun sin tomar en cuenta los costos de la refinación”.

El estudio también estimó el valor agregado que generaba el Complejo Metalúrgico La Oroya, el cual era el centro de refinado más grande del Perú hasta el 2009, año en que suspendió operaciones. Los cálculos realizados indican que “un concentrado mineral de un valor equivalente a US$100 aumentaba su valor de mercado a US$123 una vez refinado, pero para ello necesitaba utilizar insumos por un valor de US$13 (por ejemplo, combustible y electricidad). Por lo tanto, se estima que el valor agregado de la refinación solo era de aproximadamente 10%”.

Otro de los sectores que se relaciona fuertemente con la minería es la manufactura. Si bien este sector es relativamente menos importante que otros sectores que componen el Consumo Intermedio de la extracción de minerales, la minería sí representa una buena parte de la demanda de este sector y además ha contribuido a su desarrollo. Como se observa en el Gráfico inferior, la demanda de la minería por productos metálicos aumentó de S/. 874 millones a S/. 1,118 millones entre el 2007 y el 2012, lo que representa un crecimiento de 28% en ese lapso de tiempo.

Según el IPE, “El impulso del sector minero como comprador del sector manufactura sirvió para que este se desarrolle y pueda abastecer a otros sectores productivos. Así, se puede observar como la participación de la minería como comprador en varios sectores de la manufactura alcanza un elevado porcentaje en 2007 y luego disminuye hacia el 2012, aunque continúa con valores aún altos.”

La generación de empleo gracias a la minería

El gráfico inferior muestra cómo la minería ha tenido una mayor generación de empleos directos e indirectos. Otra gran verdad sobre la minería es su capacidad de dinamizar el empleo en toda la economía. Por cada puesto generado de forma directa en el sector minero extractivo se generan adicionalmente 6.25 empleos en el resto de la economía. De estos 6.25 empleos adicionales, 1 se genera a consecuencia del efecto indirecto, 3.25 por el efecto inducido en el consumo y 2 por el efecto inducido en la inversión, tal como se observa en el cuadro inferior.

A diferencia de la minería, el sector que tiene el mayor stock de empleo, la agricultura no es generadora de empleo, pues por cada puesto nuevo que se genera solo produce 0.2 en el resto de la economía.

Efecto multiplicador de la minería

Esto se analiza viendo cuál es la generación de encadenamientos entre sectores de la economía generados por la minería. Por ejemplo, el aumento de la exportación de productos mineros implica la contratación de técnicos que realicen servicios de mantenimiento de vehículos para el transporte de los minerales al puerto. A su vez, estos trabajadores gastan parte de su remuneración en el consumo de alimentos, con lo cual el gasto en el consumo del mercado de alimentos aumenta, lo que genera que haya más trabajo para el agricultor y así se va incrementando la actividad productiva.

En el caso de la producción minera, el estudio concluye que, para el 2012, ante un aumento de S/. 1, 000 de exportaciones mineras el PBI nacional se incrementaría en S/. 1,200 considerando los efectos directo, indirecto e inducido. De este efecto total, S/. 670 se generarían de forma directa en el mismo sector minero, S/. 175 se generarían de forma indirecta por los insumos que utiliza la actividad minera, S/. 165 por el efecto inducido en el consumo y S/. 190 por el efecto inducido en la inversión.

Aún más importante es notar que la extracción de minerales con respecto a su efecto en el PBI muestra una gran desagregación en otros sectores de la economía. Solo el 57% del efecto total viene directamente desde la extracción, mientras que el resto del PBI se encuentra significativamente desagregado en otros sectores: la construcción, el transporte terrestre, servicios financieros, cultivos agrícolas y las actividades de apoyo a la minería.

Conclusiones

La minería ha generado gran parte del crecimiento económico en los últimos años. Contamos con un sector que aporta un gran valor agregado a la economía, generando miles de millones de dólares de exportaciones. Pongamos en valor los recursos mineros que tenemos el privilegio de tener y actuemos en pro del desarrollo integral, duradero y sostenible, sin que los mitos y las mentiras nos aparten del camino de la reducción de la pobreza. Lampadia

Fuente de los gráficos y cuadros: Libro El Valor agregado de la Minería en el Perú – IPE

Ver además en Lampadia:

Mitos, desinformación y tergiversación sobre la minería

Parar y retrasar los proyectos de cobre es inmoral

¿Minería: Bendición o Maldición?

Para el Perú, los recursos naturales son una bendición

El quid de los conflictos anti minería

El secreto de la minería peruana

Minería impulsa la economía peruana

La minería sigue siendo nuestra principal fuente de crecimiento

La minería impulsa el crecimiento de las regiones del Perú

Perú sigue retrasándose en inversión minera

 




La encrucijada del comercio internacional

El 2016 se caracterizó por algunas derrotas del libre comercio y una mayor tendencia anti globalización. Este año será clave para el orden económico mundial ya que el impulso hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. Esto es importante porque, como afirma Christine Lagarde, “el péndulo de las políticas públicas podría inclinarse en contra de la apertura económica, y si no se adoptan medidas de política contundentes, el mundo podría registrar tasas de crecimiento decepcionantes por mucho tiempo”.

Líneas abajo compartimos un ensayo colectivo de los colaboradores de Project Syndicate editado por Rohinton P. Medhora, presidente del Centro para la Innovación de la Gobernanza Internacional (CIGI). Este informe reúne los análisis de los líderes de opinión sobre la globalización y el comercio.

Como afirma Project Syndicate, “aquellos que defienden el libre comercio han perdido credibilidad con la gente que esperan persuadir”. Y esta falta de liderazgo está afectando el futuro del libre comercio, la más clara expresión de la globalización económica de las últimas décadas, que produjo los grandes avances de la humanidad en términos de reducción de la pobreza y de la desigualdad global, la mortalidad infantil, el aumento de la esperanza de vida, la emergencia de una clase media global y el crecimiento de la población mundial al doble de lo que fue hace pocas décadas, con mejor calidad de vida, salud e ingresos.

Hoy solo falta que menos de mil millones de personas salgan de la pobreza, lo que se estima pueda suceder para el 2030, de mantenerse las políticas de integración comercial. Sin embargo, si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Como afirma Martin Wolf (Ver en Lampadia: ¿El fin de la globalización?), “Si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Esta situación es casi el peor evento económico posible que se puede imaginar y golpearía muy duramente a los países y poblaciones más pobres del mundo.”

En el ensayo de Proyect Syndicate, se destaca la importancia de actualizar las reglas actuales de la globalización. Dani Rodrik de Harvard considera que puede ser el momento de “considerar el cambio de las reglas de la globalización en sí misma”, agregó, “para compensar a los perdedores de la globalización”, Para asegurar la paridad y la equidad entre países y sectores. Según Project Syndicate, “Ese principio es aún más importante hoy en día, cuando los avances en la automatización y las nuevas tecnologías digitales amenazan cada vez más los empleos individuales en muchos sectores.”

Project Syndicate concluye que “las conversaciones futuras sobre el comercio tendrán que dar cuenta de estos cambios que se vienen y de la transformación conceptual en curso del propio comercio”. Según Tyson y Susan Lund del McKinsey Global Institute, los “flujos digitales transfronterizos ya tienen un impacto más grande en el crecimiento económico global que los flujos tradicionales de bienes comercializados”. Esto significa que el comercio del futuro estará en ideas, es decir en propiedad intelectual; y esto distinguirá el comercio de como tradicionalmente se ha entendido.

El mundo está cambiando y, de la misma manera tenemos que adaptarnos a él. Para esto, debemos actualizar las reglas del comercio internacional y, ante todo, mantenernos integrados y predispuestos a un mundo más globalizado y más unido que nunca. Solo así podremos sacarle el provecho a las ventajas que trae el futuro. Lampadia

El Futuro Del Comercio

El resurgimiento populista del año pasado ha puesto en relieve los actuales debates sobre el comercio y las preocupaciones del público sobre el internacionalismo. ¿Pueden rescatarse los mecanismos de globalización que dieron forma a la economía mundial del siglo XX para seguir produciendo prosperidad en las próximas décadas?

Rohinton P. Medhora
Project Syndicate
30 de junio, 2017
Traducido y glosado por
Lampadia

trade agreements

Con el estímulo del presidente estadounidense Donald Trump y otros demagogos populistas, la angustia pública por la globalización se ha convertido en uno de los temas que definen nuestra época. De hecho, de todas las manifestaciones en contra de la globalización, los populistas han dirigido una especial cantidad de críticas a los acuerdos de comercio internacional. Según  Trump, los “horribles” acuerdos comerciales son la culpa de casi todo lo que está mal en el mundo de hoy.

Es cierto que el nacionalismo populista parece haber sufrido un retroceso en los últimos meses, perdiendo en las elecciones nacionales de este año en Holanda, Francia y el Reino Unido [aunque Theresa May se ha acercado bastante]. Pero la globalización no está fuera de peligro. Las preocupaciones delaopinión pública sobre el impacto de la integración económica internacional se han estado acumulando durante años y no se disiparán simplemente como resultado de unas pocas elecciones o referendos.

Los debates sobre la globalización se han centrado en los acuerdos individuales de libre comercio y en los acuerdos comerciales bilaterales, como los que existen entre Estados Unidos y China. Pero también han abordado cuestiones más abstractas, como lo que puede ser el futuro de la globalización y, específicamente, si se puede forjar un nuevo consenso mundial basado en normas para el siglo XXI.

Los comentaristas de Project Syndicate han sido los principales participantes en estos debates; y, aunque tienden a apoyar la apertura política y económica en general, y el libre comercio en particular, sus opiniones no son monolíticas. En conjunto, sus diferentes perspectivas proporcionan un pronóstico matizado no sólo para el comercio internacional, sino también para el propio internacionalismo.

Acuerdos problemáticos

Una indicación crucial de a dónde se dirige el comercio mundial fue cuando Trump asumió el cargo y retiró inmediatamente a Estados Unidos de la Asociación Transpacífica (TTP) de 12 países. Pero otra indicación vendrá más tarde este verano, señala Christopher Smart, de Harvard, ex asistente especial del presidente estadounidense Barack Obama para la economía, el comercio y las inversiones internacionales, cuando la estrategia y los objetivos de la administración Trump entren en la renegociar del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN)”.

Durante su campaña electoral, Trump calificó al TLCAN como el “peor acuerdo de comercio” jamás firmado por Estados Unidos. Pero vale la pena recordar que cuando el tratado entró en vigor en 1994, fue mucho más allá de las normas y prácticas de comercio internacional vigentes en ese momento, y avanzó significativamente los objetivos del liberalismo económico. Esto fue especialmente importante para México, que señaló su intención de convertirse en una economía moderna y desarrollada. Como señala Laura Tyson, de la Universidad de California en Berkeley, “Después del paso del TLCAN en 1994, el comercio entre los Estados Unidos y México creció rápidamente”, de tal manera que hoy, “Estados Unidos y México no se limitan a intercambiar bienes entre sí; ellos están produciendo bienes entre sí”.

No es evidente que la Administración Trump entienda este hecho, sobre todo porque las cifras comerciales tienden a ocultar el impacto total de las cadenas de valor transfronterizas. Según una estimación que Tyson cita, “el 40% del valor agregado a los bienes finales que las importaciones estadounidenses de México vienen de Estados Unidos; México aporta el 30-40% de ese valor; el resto es proporcionado por proveedores extranjeros”. Cuando se considera esta dinámica de la cadena de valor, el déficit comercial de Estados Unidos con México cae a la mitad.

Y eso ni siquiera representa los millones de empleos estadounidenses que están directamente relacionados con las importaciones, señala Anne Krueger, ex economista jefe del Banco Mundial. Después de todo, “los automóviles extranjeros”, señala Krueger, “no serían vendidos [en Estados Unidos] si las piezas y los mecánicos no estuvieran disponibles”.

Si Trump impusiera un arancel más alto a las importaciones mexicanas, como ha amenazado repetidamente, las exportaciones estadounidenses de bienes intermedios a México y las exportaciones mexicanas a Estados Unidos disminuirían. El resultado, sugiere Daniel Gros, del Centro de Estudios Políticos Europeos en Bruselas, sería un mercado más pequeño para las exportaciones estadounidenses a México, insumos mexicanos más costosos en la producción estadounidense y mayores precios para los consumidores estadounidenses.

Según Frankel, estas medidas proteccionistas le han costado a los consumidores estadounidenses “unos 3,000 millones de dólares al año”, y al mismo tiempo alimentan la degradación ambiental y las pérdidas de empleos en otros sectores de la economía estadounidense.

Como señala Frankel, el acuerdo comercial (que tiene varias décadas de antigüedad) podría ser actualizado. Por ejemplo, el TLCAN no cubre actualmente el “comercio electrónico y localización de datos”, y podría hacer más por proteger el medio ambiente y los trabajadores. Además, Estados Unidos en particular se beneficiaría de los ajustes del actual sistema de resolución de disputas inversionista-estado y de una mayor protección de la propiedad intelectual (PI).

Asimismo, Smart argumenta que si Trump hubiera mantenido al TPP en el buen camino, podría haber mejorado no sólo la posición de Estados Unidos en Asia, sino también su propia posición en la renegociación del TLCAN.

Ten cuidado con lo que deseas

Esto señala las muchas consecuencias no deseadas que podrían derivarse del enfoque de Trump hacia el comercio en todo el mundo. Como advierte Stephen Roach de Yale, las apuestas son especialmente altas en el caso de China. Estados Unidos y China han tenido durante mucho tiempo lo que él llama “una relación altamente reactiva” de la codependencia económica, por lo que un movimiento equivocado podría desencadenar una destructiva espiral descendente. Keyu Jin, de la London School of Economics, ofrece un ejemplo: Si Trump actúa sobre las amenazas hechas en su campaña contra China, dice: “China podría dejar de comprar aviones estadounidenses, imponer un embargo a los productos de soya estadounidenses y descargar los títulos del Tesoro estadounidense y otros activos financieros”.

Hasta el momento, una guerra comercial entre Estados Unidos y China parece haber sido evitada, debido a la sesión del presidente chino Xi Jinping con Trump en Mar-a-Lago en abril. Pero eso no significa que los dos países no tengan fricciones en el futuro. Por otra parte, incluso sin una guerra comercial total, China podría frustrar la administración de Trump dejando que su moneda se deprecie.

Las autoridades chinas tienen todo el incentivo para hacer precisamente eso. Desde junio de 2014, señala Eswar Prasad, de la Universidad de Cornell, China ha gastado casi mil millones de dólares en apoyar el renminbi. Si Trump le da una razón para abandonar la intervención del mercado, el valor del renminbi caerá, la competitividad comercial de China aumentará y el déficit comercial de Estados Unidos con respecto a China crecerá aún más. Y, como Jin nota con ironía, nada enfurece más a Trump que el hecho de que “China exporta más a Estados Unidos que las exportaciones estadounidenses a China”.

Pero una China que ha sido innecesariamente provocada podría hacer mucho más que herir el orgullo de Trump. Kenneth Rogoff, de Harvard, por ejemplo, se preocupa de que “enormes franjas de Asia”, incluidos aliados y socios estadounidenses como Taiwán e India, ya sean “vulnerables a la agresión china”. Y, como señala Kaushik Basu de Cornell, la política exterior aislacionista de Trump alientan a China, así como a otros países emergentes como México y la India, a ser más nacionalistas y firmes.

Eso es lo último que necesita un mundo ya desordenado y multipolar. Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York, nos recuerda que “ayudó a sembrar las semillas de la Segunda Guerra Mundial”. Hoy en día, una política similar podría alentar a China a intensificar sus reivindicaciones territoriales en Asia y el Sur China Sea, o precipitar una carrera de armas nucleares entre Irán, Arabia Saudita, Turquía y Egipto. A pesar de una crisis geopolítica, señala el economista Joseph Stiglitz, premio Nobel, la presidencia de Trump ya ha introducido una incertidumbre que “desalentará la inversión, especialmente la inversión transfronteriza”, y hará que los negocios – muchos de los cuales emplean a estadounidenses – lo piensen dos veces”.

Sin embargo, una visión un poco más optimista sostiene que la presidencia de Trump impulsará al resto del mundo a forjar nuevos lazos. Por ejemplo, Joakim Reiter y Guillermo Valles de la UNCTAD ven una oportunidad para que “la Unión Europea y otras economías emergentes” formen una “alianza Norte-Sur de países dispuestos a defender y promover el comercio global”. De la misma manera, Andrés Velasco, Ex ministro de Hacienda de Chile, ha propuesto revivir un Plan George HW de la era Bush para un bloque de libre comercio en las Américas, que no necesita incluir a los Estados Unidos. Y al este, escribe Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, “China promoverá diversos mecanismos comerciales, de infraestructuras y de seguridad en Asia”, y “los 11 miembros restantes de la Asociación Transpacífica pueden iniciar su TPP sin Estados Unidos”.

Una confederación de burlas económicas

A pesar de la Sinophobia de Trump, muchos comentaristas de Project Syndicate ven en su política comercial una receta que involuntariamente haría a China grande y dejaría a América mucho peor. Esto se debe en gran medida al aparente analfabetismo económico de Trump y sus principales asesores. Jeffrey Sachs de la Universidad de Columbia y Pascal Salin, ex presidente de la Sociedad Mont Pèlerin, tienen puntos de vista muy diferentes sobre la formulación de políticas económicas. Pero ambos identifican el mismo defecto en la retórica proteccionista de Trump; un malentendido de lo que realmente significan los déficits comerciales. Como señalan Salin y Sachs, Trump y sus asesores rutinariamente atribuyen erróneamente el desequilibrio de cuenta corriente de Estados Unidos a “malos” acuerdos comerciales, cuando es realmente un resultado natural de la baja tasa de ahorro de los Estados Unidos.

Debido a que Trump está siguiendo los “sentimientos intestinales” en vez de una “teoría económica válida”, Salin se preocupa de que podría llevar a cabo políticas que harán “más difícil para los importadores comprar lo que necesitan de los exportadores” y como Barry Eichengreen de la Universidad de California, Berkeley, argumentó el año pasado, incluso si los políticos querían poner “presión al alza sobre los precios de EE.UU.” para empujar hacia atrás la deflación y la inminente trampa de liquidez, habría maneras mucho mejores de hacerlo. “La alternativa obvia a los aranceles de importación”, escribe Eichengreen, “es la simple política fiscal de reducciones de impuestos y aumentos en el gasto público”.

Además, Trump no tiene ninguna posibilidad realde cambiar el balance de cuenta corriente de los Estados Unidos. “No hay una razón en particular”, nos recuerda Sachs, para creer que “un aumento de las barreras comerciales de Estados Unidos tendría efectos de primer orden sobre las tasas de ahorro e inversión de Estados Unidos y, por lo tanto, sobre el saldo en cuenta corriente de Estados Unidos”. Puede ser lo mejor. Si los ex presidentes estadounidenses hubieran actuado con el mismo impulso para salvar “empleos de baja calificación”, la economía estadounidense de hoy “podría tener un sector manufacturero más grande y un uso intensivo de mano de obra”, señala Basu. “Pero también se parecería mucho más a una economía en desarrollo”.

Y Salin, por su parte, advierte que eliminar el déficit comercial de Estados Unidos significaría sacrificar “el nivel de vida que innumerables estadounidenses han llegado a disfrutar”. De hecho, según Martin Feldstein de Harvard, los estadounidenses podrían esperar ver sus ingresos reales “disminuir en cerca del 5%”.

Dado que Trump y sus asesores han aceptado lo que Sachs llama “una falacia económica que los estudiantes de primer año de economía aprenden a evitar”, no es sorprendente que también hayan propuesto políticas económicas equivocadas más allá del ámbito del comercio. Por ejemplo, Roubini predice que las “restricciones migratorias de Trump probablemente reducirán el crecimiento, erosionando la oferta de mano de obra”. Del mismo modo, J. Bradford Delong, también de la Universidad de California en Berkeley, argumenta que el impulso de Trump por estímulo fiscal y recortes de impuestos socavaría su propia agenda para el fortalecimiento del dólar, por lo que es más difícil para los fabricantes estadounidenses competir en el extranjero. Y, como lo demuestran Emmanuel Farhi y Gita Gopinath de Harvard y Oleg Itskhoki de Princeton, tales políticas “erosionarán la posición neta de activos externos de Estados Unidos” y darán como resultado una pérdida neta de capital.

Lamentablemente, el analfabetismo económico actual no se limita a Estados Unidos. Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management, cree que los Brexiteers en el Reino Unido creen en muchas de las mismas falacias que la administración de Trump. Para empezar, O’Neill observa que “muchos políticos británicos -y todos los miembros de la campaña “Brexit” están ignorando los costos probables de salir del mercado único de la UE”, que establecerán barreras comerciales entre el Reino Unido y la UE.

Para empeorar las cosas, la actual estrategia del gobierno del Reino Unido después del Brexit se ha fijado en el despliegue de acuerdos comerciales “patrióticos” con países anglófonos como Australia, Canadá y Nueva Zelanda, cuando debería centrarse en llegar a acuerdos con China, India, y Nigeria. Al igual que Trump y su obsesión por el saldo de la cuenta corriente, la campaña Brexit parece creer que puede resolver todos los problemas británicos simplemente “retomando el control” del comercio y la inmigración. Pero como señala O’Neill, el Reino Unido, con o sin Brexit, seguiría teniendo “un crecimiento de la productividad persistentemente bajo, una educación y programas de capacitación de habilidades débiles y desigualdades geográficas”.

Salvando el internacionalismo

A pesar de sus obvios defectos, Trump y los argumentos económicos de los Brexiteers se han vuelto populares con mucha gente de Norteamérica y Europa. Para rechazar la narrativa peligrosamente engañosa de los populistas, los políticos que aún reconocen los beneficios del libre intercambio mundial tendrán que encontrar un nuevo camino.

En primer lugar, los líderes políticos, empresariales y de la sociedad civil deben reconocer que, como dice Ngaire Woods de la Universidad de Oxford, “aquellos que defienden el libre comercio han perdido credibilidad con la gente que esperan persuadir”. Para Gros, las élites políticas han sobrevendido durante años los beneficios del comercio y han creado “expectativas imposibles para la liberalización del comercio”. Su mayor error, sostiene, era ignorar el papel de los altos precios de las materias primas como un motor “del extraordinario crecimiento del comercio en las últimas décadas”. Cuando los precios de las materias primas cayeron finalmente, el comercio mundial se debilitó.

Sin embargo, tales afirmaciones de los defensores del libre comercio no son nada nuevo. En un próximo documento, examino las declaraciones de los líderes políticos sobre los acuerdos comerciales que se remontan al Tratado de Roma de 1957, y descubro que la sobreexcitación parece ser la norma. Rara vez los líderes reconocen los posibles efectos perturbadores de la apertura económica, o implementan políticas para mitigarlos. Pero, como sostiene Woods, evitar las verdades difíciles ya no es una opción. Las élites tendrán que ser mucho más directas sobre las consecuencias de la integración económica global, mientras que “también se ocupan de las preocupaciones más profundas de la gente”, como la pérdida de dignidad que viene con el desplazamiento económico. Si los líderes razonables no dicen la verdad, no deben sorprenderse cuando los demagogos nativistas presentan sus propios “hechos alternos”.

Además, los encargados de formular políticas deben respaldar la verdad con medidas concretas. Como lo demostró el Subdirector General de las Naciones Unidas, Jomo Kwame Sundaram y Vladimir Popov, de la Academia de Ciencias de Rusia, los países que más se beneficiaron del comercio lo hicieron “proporcionando una compensación de desempleo y capacitación adecuada y promoviendo oportunidades para empleos más remunerados”.

Con respecto a Estados Unidos en particular, Rogoff propone un impuesto al consumo progresivo para reducir la desigualdad, así como reformas para liberar la innovación tecnológica y la difusión. Del mismo modo, Salin recomienda menos impuestos y menos regulaciones, para impulsar la actividad económica y el crecimiento. En cualquier caso, una regla para las políticas sociales del siglo XXI, sugiere Richard Baldwin, del Instituto de Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra, es que deben adherirse al principio de “proteger a los trabajadores individuales, no a los empleos individuales”.

La globalización en el siglo XXI

Ese principio es aún más importante hoy en día, cuando los avances en la automatización y las nuevas tecnologías digitales amenazan cada vez más los empleos individuales en muchos sectores. Tampoco es un problema sólo para los países desarrollados. Brahima Coulibaly de la Brookings Institution advierte que “la caída de los costos de la tecnología” podría descarrilar la industrialización en gran parte de África antes de que incluso se inicie. Y así como las tecnologías de reemplazo de mano de obra no son estrictamente una preocupación para los países desarrollados, no pueden separarse de la globalización. Como muestra una reciente investigación del economista de Oxford, Adrian Wood, la lógica de la globalización económica activamente ayuda a la automatización.

Al igual que con los acuerdos comerciales, los gobiernos tienen la responsabilidad de abordar los efectos de las nuevas tecnologías. Tendrán que fomentar conversaciones honestas y desapasionadas sobre los riesgos y recompensas de un mundo hiperdigitado, para determinar cómo las nuevas tecnologías podrían ser reguladas y diseñadas para producir el mayor bien público. Más allá del diseño de las tecnologías individuales, observa Tyson, mucho dependerá también “del diseño de las políticas que las rodean”.

Dani Rodrik de Harvard es más escéptico. Con o sin medidas a nivel nacional para mitigar la interrupción del comercio y la tecnología, puede ser el momento de “considerar el cambio de las reglas de la globalización en sí misma”, agregó, “para compensar a los perdedores de la globalización”. Para asegurar la paridad y la equidad entre países y sectores. En opinión de Rodrik, la cooperación económica global ha sido desequilibrada, porque las finanzas y el capital pueden moverse mucho más rápidamente a través de las fronteras que los bienes, los servicios y especialmente la mano de obra. Y, por supuesto, las medidas reguladoras nacionales y supranacionales se mueven más lentamente.

Abordar estos problemas requerirá un sistema creíble para combatir la delincuencia financiera y los paraísos fiscales; un régimen fiscal global de ajuste de fronteras para las emisiones de carbono; un pacto internacional sobre los refugiados; y un acuerdo modernizado sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio. Para ello, Oonagh Fitzgerald y Hector R. Torresof del Fondo Monetario Internacional del Centro para la Innovación en Gobernanza Internacional llaman a la formación de una coalición de países, liderados por potencias medias, para reformar las instituciones de la globalización en 2018, cuando Canadá y Argentina liderarán el G7 y el G20, respectivamente.

Demostrar el valor de la cooperación multilateral será crucial para salvar políticamente la globalización. Un posible revestimiento de la decisión de Trump de retirar a los Estados Unidos del acuerdo climático de París de 2015 es que ha llevado a muchos otros países a reafirmar su compromiso de luchar contra el calentamiento global. Pero, como ya he dicho, la comunidad internacional también debe mantener el apoyo a acuerdos como el Acuerdo sobre Tecnología de la Información de la Organización Mundial del Comercio, mientras explora otras oportunidades similares de cooperación macroeconómica.

Al mismo tiempo, se debe recordar al público en cada oportunidad que no hay soluciones rápidas en los asuntos internacionales. Del mismo modo que la reacción contra la globalización tardó una década en estallar en la política nacional, tomará tiempo para que el péndulo vuelva hacia atrás. Como sostiene Basu, la “crisis económica en cámara lenta” de hoy ciertamente parece sombría; pero finalmente dará paso a una “Revolución Digital que promete elevar el crecimiento a nuevas alturas”.

Las conversaciones futuras sobre el comercio tendrán que dar cuenta de estos cambios que se vienen y de la transformación conceptual en curso del propio comercio. Según Tyson y Susan Lund del McKinsey Global Institute, los “flujos digitales transfronterizos” ya “tienen un impacto más grande en el crecimiento económico global que los flujos tradicionales de bienes comercializados”. Esto significa que el comercio del futuro estará en ideas,es decir en propiedad intelectual; y esto distinguirá el comercio de como tradicionalmente se ha entendido.

La propiedad intelectual se caracteriza por altos costos iniciales y bajos costos de reproducción. Y dado que eso implica una gran ventaja, el logro de la primacía nacional podría convertirse en el “Gran Juego” del siglo XXI. Desafortunadamente para los EEUU y el Reino Unido, Trump y Brexit difícilmente pondrán a cualquiera de sus países en la capacidad para ganarlo.Lampadia

 




La divergencia de Trump con China

El mundo que se fue haciendo posible desde fines del siglo pasado estaría quedando a medio construir con los recientes sucesos políticos en el Reino Unido y EEUU. Ese mundo de la globalización, el comercio internacional y los procesos de integración, que produjeron la mayor reducción histórica de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los emergentes y que generó una inmensa clase media global, estaba a medio hacerse.

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Los procesos de integración estaban por consolidarse, los ajustes de las instituciones multilaterales que permitieran una mejor gobernanza global, eran incipientes y, la convergencia entre las dos mayores potencias mundiales, EEUU y China, algo escencial para la armonía y el mayor bienestar global, no pasaba de los libros y artículos de visionarios como Henry Kissinger de EEUU y Kishore Mahbubani de Singapur. 

En efecto, en su último libro, ‘Orden Mundial’, Kissinger nos advirtió que un estudio de Harvard mostraba que historicamente, de 15 casos de interacción entre una potencia emergente y una establecida, 10 terminaron en guerra. Y agregaba que no era sorprendente que hoy pensadores estratégicos significativos, a ambos lados, consideraran que el patrón histórico hacía inevitable el conflicto.

Por su lado Mahbubani, nos decía que estábamos construyendo una nueva y mejor civilización, que nadie habría pensado hace unos años que Singapur podría ser tan próspero como Londres. Pero aún había una gran resistencia a hablar de una gobernanza global que permitiera y cuidara la consolidación de la armonía entre occidente y oriente.

Pues, el Brexit y el acceso al poder del Trumpismo, van exactamente en dirección opuesta a estos pensamientos. Más vale darse cuenta a tiempo de la dirección e intensidad de los nuevos vientos, que en nuestra opinión alterarán profundamente el mundo que se estaba construyendo: uno que era favorable al espacio de desarrollo que necesitan países como el Perú.

No vamos a entrar en detalle de los avances negativos de la formación del gobierno de Trump, ahora solo queremos compartir un excelente artículo sobre las discontinuidades políticas de Gran Bretaña y EEUU, desde la perspectiva de dos intelectuales de Singapur: Mahbubani y Quah. Lampadia

La geopolítica del populismo

DANNY QUAH,  is Li Ka Shing Professor of Economics at the Lee Kuan Yew School of Public Policy at the National University of Singapore. He is the author of The Global Economy’s Shifting Centre of Gravity.

KISHORE MAHBUBANI, Dean of the Lee Kuan Yew School of Public Policy at the National University of Singapore, is the author of The Great Convergence: Asia, the West, and the Logic of One World. He was selected as one of Prospect magazine’s top 50 world thinkers in 2014.

Project Syndicate 
9 de diciembre, 2016
Traducción de Esteban Flamini
Glosado por
Lampadia

SINGAPUR – La gran pregunta a la que se enfrentan ahora mismo los países asiáticos es qué enseñanza extraer de la victoria de Donald Trump en la elección presidencial estadounidense y del referendo por el Brexit (en el que los votantes británicos eligieron abandonar la Unión Europea). Por desgracia, la respuesta no se está buscando en el lugar correcto: el cambio geopolítico.

En vez de eso, han prevalecido las explicaciones económicas. Una dice que la globalización, a pesar de mejorar el bienestar general, también desplaza trabajadores e industrias y aumenta la disparidad de ingresos, lo que crea electorados inquietos como los que apoyaron el Brexit y a Trump. Otra asegura que han sido los avances tecnológicos, más que la globalización, los que agravaron las desigualdades económicas y generaron las condiciones de la conmoción política en los países desarrollados.

Los países emergentes han identificado la desigualdad como un problema fundamental, y coinciden en buscar iniciativas para mejorar la movilidad social y evitar que la globalización y las nuevas tecnologías desplacen a sus clases medias y trabajadoras, y abran el camino a versiones propias de Trump y el Brexit. Para los países asiáticos, la receta política es clara: cuidar a las poblaciones desfavorecidas y ofrecer capacitación y nuevas oportunidades de empleo a los trabajadores desplazados.

Es evidente que todas las sociedades deben velar por sus miembros más pobres y maximizar la movilidad social, sin dejar de recompensar el emprendedorismo y alentar a las personas para que se esfuercen en mejorar su suerte. Pero concentrarse en esas políticas no resolverá el distanciamiento entre la gente y los gobiernos que subyace al ascenso de los populistas, porque su causa raíz no es la desigualdad, sino la sensación de pérdida de control.

Incluso si los países eliminaran las diferencias internas de ingresos y riqueza, y aseguraran la movilidad social para todos sus ciudadanos, las fuerzas que hoy impulsan el descontento popular en todo el mundo subsistirían.

Los votantes de Trump no encajan en el estereotipo en torno al cual gira la explicación económica del resultado electoral. Los pobres fueron más favorables a Clinton, y los ricos a Trump. Contra la explicación popular, Trump no debe su victoria a los que tienen más miedo de caerse del sistema económico.

Se dio algo similar en el referendo británico por el Brexit, en el que los partidarios de abandonar la UE culparon a sus normas supuestamente gravosas y a sus exorbitantes cuotas societarias de frenar la economía británica. Esto tiene muy poco que ver con combatir la desigualdad económica y la exclusión; y es revelador el dato de que las mayores donaciones a la campaña por el Brexit salieron de empresarios ricos.

Además, el sentimiento popular que contribuyó a la victoria del Brexit no se origina en la desigualdad de ingresos o el rechazo al “1%” más rico, sino en la rabia de votantes pobres marginados contra otros pobres marginados (en particular, los inmigrantes), no contra los ricos.

Lo que une a los simpatizantes de Trump y del Brexit no es la rabia por ser excluidos de los beneficios de la globalización, sino una incómoda sensación generalizada de que ya no controlan sus destinos. El aumento de la desigualdad de ingresos puede contribuir a este malestar, pero también hay otros factores.

Paradójicamente, es posible que los simpatizantes del Brexit y de Trump perciban los efectos de la globalización porque la desigualdad general en realidad disminuyó. El efecto más grande de la globalización fue sacar a cientos de millones de personas de la pobreza en los países emergentes. En los años noventa, el PIB combinado de estos países (a tipos de cambio de mercado) apenas llegaba a la tercera parte del PIB combinado de los países del G7. En 2016, esa divergencia había casi desaparecido.

Aumento

La presión inédita sobre el orden mundial no se debe al aumento de la desigualdad de ingresos dentro de cada país sino a la baja desigualdad de ingresos en el nivel internacional. Hay cada vez más diferencia entre lo que los países de Occidente pueden proveer y lo que las economías emergentes demandan. El poder del eje transatlántico que antes gobernaba el mundo se está yendo, y en los países otrora dominantes, tanto las élites políticas como los ciudadanos de a pie sienten esa pérdida de control.

Trump y el Brexit atrajeron a los votantes con la promesa de que las potencias transatlánticas pueden reafirmar su control en el contexto de un orden mundial que cambia a pasos agigantados. Pero el ascenso geopolítico de las economías emergentes, especialmente en Asia, obliga a encontrar un nuevo equilibrio para ese orden, ya que de lo contrario la inestabilidad global se mantendrá. Eliminar la divergencia de ingresos puede ayudar a los pobres, pero en los países desarrollados, no calmará sus temores.

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Sobre cómo superar la conflictividad anti-minera

Sobre cómo superar la conflictividad anti-minera

Según hemos ofrecido con la creación de nuestra biblioteca virtual: Recursos Naturales y Desarrollo, con la colaboración del Centro Wiñaq, venimos presentando diversos artículos y ensayos para transparentar la grave situación de parálisis de las inversiones mineras y otras, a la que nos ha llevado la práctica anti-minera.

Esta campaña no solo se nutre de recursos financieros externos, también es parte de una praxis global que en el Perú ha asentado sus espacios sin que haya sido contrastada por el gobierno, ni por los gremios empresariales o las propias empresas. Sin lugar a dudas, su prédica ya se instaló en el subconsciente popular y en la gran mayoría de medios de comunicación y periodistas.

Filipinas: Indígenas buscando el cierre de la mina Lepanto

http://www.yestolifenotomining.org/ips-seeking-lepanto-mine-closure/

Con la siguiente contribución de Sebastiao Mendonça Ferreira para Lampadia, iniciamos una serie de seis escritos que presentarán propuestas para combatir la conflictividad anti-minera con un enfoque estratégico y sistemático.

Propuestas para reducir la conflictividad anti-minera (1 de 6)

Sebastiao Mendonça Ferreira

Centro Wiñaq

 

La Minería tiene un Gran Futuro.

La demanda global de los metales en 2050 va ser cinco veces la demanda actual.
Para algunos metales como el oro, cobre, plata, zinc y plomo la demanda va ser aún mayor (Halada, Shimada, & Ijima, 2008).[1] La aceleración de las tecnologías digitales no va frenar esa demanda, sino aumentarla.[2] El peso del Perú en la oferta global es significativa en varios metales (ver figura más abajo). Ello significa que, si queremos, en el Perú la actividad minera podrá crecer en una proporción similar a la demanda global de esos metales, y podemos ser parte activa en la economía global del futuro.

La idea de que la minería es una actividad pasajera no tiene sustento. Con los avances tecnológicos las reservas minerales pueden ser aprovechadas por siglos. La industrialización de China, de India, y después de África va expandir la demanda de metales. En los próximos 35 años el Perú tendrá una ventana de oportunidad segura para hacer de la minería una palanca de su desarrollo. Si somos suficientemente hábiles, podemos hacer que los recursos poli-metálicos del Perú sirvan para dinamizar las economías regionales, construir infraestructuras, educar a la población y diversificar la economía nacional.

Sin embargo, los actuales niveles de conflictividad minera son suficientes para bloquear varias décadas del desarrollo minero, como ya sucedió con el gas de Camisea en los años 80 y ahora está sucediendo con Conga, Tía María, y varios otros (12) proyectos bloqueados. Usando el ambientalismo como discurso, los anti-mineros han desarrollado, con la ideología del pos-extractivismo, una militancia anti-sistema (anti-empresa y anti-economía de mercado) que está logrando alejar al Perú del radar de los inversionistas mineros modernos, dejando el país en manos de los informales que sí destruyen el ambiente, causan terribles problemas sociales (abuso de menores, corrupción de mujeres, alcoholismo y degradación general), y corrompen la institucionalidad nacional dejando a las poblaciones locales en un fosilizado estado de pobreza rural.[3]

Actores y Dinámicas de la Conflictividad

La viabilidad de los proyectos extractivos, hoy afectada por la conflictividad, depende de cuatro actores centrales: (a) las empresas mineras, (b) las poblaciones de las zonas mineras (c) la institucionalidad pública, y (d) los grupos anti-mineros. Es el accionar de cada uno de esos actores, y de la efectividad de las mismas,  lo que determina esta viabilidad, es decir, estos cuatro actores definen si hay o no hay condiciones para que la minería y otros sectores florezcan en Perú. Hay además, otros dos actores que juegan un papel importante, especialmente a escala nacional: los gremios empresariales y los medios de comunicación. Estos actores son relevantes por su capacidad para influir sobre la opinión e institucionalidad públicas, las empresas mineras y las comunidades del entorno.

El actual ambiente de conflictividad evidencia que los grupos anti-mineros están logrando que sus intereses privados predominen sobre los intereses de los otros actores: las sociedades locales/regionales están estancadas y polarizadas, los proyectos mineros están paralizados y la institucionalidad pública se encuentra descalificada e inoperativa, en varias regiones. Los únicos que ganan en ese escenario son los grupos anti-mineros, quienes se presentan como activistas comprometidos con el ambiente y defensores de las comunidades, y obtienen acceso a fondos de la cooperación internacional, presencia en medios y son elegidos a cargos públicos: alcaldes, gobernadores, congresistas, etc.  

¿Cómo funciona la conflictividad?

De manera simplificada, los grupos anti-mineros actúan en tres líneas de acción:[4]

  1. Generar hostilidad hacia la minería en las poblaciones de la zona, especialmente en las comunidades rurales, para hacer del conflicto social el núcleo de su estrategia de acumulación política y financiera.
  2. Descalificar, fragmentar o usar la institucionalidad pública a su favor para crear espacios de impunidad, y
  3. Utilizar a los medios de comunicación para promover su agenda conflictiva, difundir su narrativa anti-minera y deslegitimar a las empresas mineras y las instituciones públicas.

Estas tres líneas de acción buscan desencadenar una secuencia de conflictos sociales que escalen e impacten en la opinión pública nacional, para así generar costos políticos a los gobernantes, y llevarlos a claudicar en su apoyo a un proyecto extractivo.

La estrategia conflictiva de los anti-mineros ha demostrado ser efectiva para paralizar varios proyectos mineros e hidroenergéticos en el Perú y en muchos otros países. Sin embargo, ellos tienen una deficiencia fundamental. Los anti-mineros solo ofrecen a las poblaciones locales la continuidad de la pobreza. Ellos son incapaces de rescatar las aspiraciones de progreso de la población y de ofrecerles posibilidades reales en ese campo. Cuando hablan del futuro, lo que proponen son retoques del pasado de pobreza, de un pasado que las poblaciones de las regiones mineras aspiran superar. Tanto sus propuestas como su accionar político evidencian un fracaso patente en ese campo.

La Ventaja Estratégica de la Minería

Las corrientes pro-desarrollo tienen, en relación a ese punto, una importante ventaja estratégica sobre los anti-mineros: Las poblaciones de las zonas mineras aspiran el progreso y con la minería el progreso es posible.

La minería, con un enfoque de sostenibilidad y valor compartido, ofrece oportunidades reales de progreso a las poblaciones y empresas locales. La minería dinamiza las economías regionales de múltiples maneras: genera empleo, genera empresas, mejora las infraestructuras, contrata servicios, compra productos, atrae otras inversiones, implementa proyectos de desarrollo y además financia los gobiernos locales y regionales con el canon. Esto ya sucede en varias regiones del Perú, con impactos positivos, y con algunos ajustes, puede aumentar notablemente. [5]

Sin embargo, en estos momentos hay que revertir una situación negativa para la minería: La conflictividad anti-minera ya está instalada. En muchos sitios ella está en estado latente y en otros está activa. Los grupos anti-mineros tienen estructuras partidarias nacionales, y han logrado considerable influencia en la opinión pública, en los medios de comunicación, en universidades, en organizaciones políticas y en las instituciones del Estado. La imagen de la minería está asociada a la degradación ambiental, y los pasivos mineros la refuerzan todos los días. Los anti-mineros ya tienen desarrollada una narrativa convincente, y existen miles de aventureros que ven en el conflicto minero una oportunidad de beneficio económico y ascenso social o político. Además, los enfoques predominantes en el sector minero sobre-simplifican las causas de la conflictividad social, y usan métodos que a la larga hacen todo más difícil.

En una situación de este tipo, no hay soluciones mágicas como andan pregonando algunos candidatos: propiedad del sub-suelo, mayor reparto de utilidades, reparto de acciones, canon comunal, etc. Es más, las empresas mineras no deben, ni pueden sustituir el Estado, y separadas de otros actores, no son suficientes para resolver el problema de la conflictividad. La conflictividad que hoy afecta a la minería se ha engarzado en profundas raíces sociales, políticas, económicas e institucionales, y su reducción va a requerir abordar esas dimensiones en forma conjunta y por largo tiempo.

Activista Sami durante protestas anti-mineras en Estocolmo

El Camino a Seguir en los próximos meses.

Estamos en pleno proceso electoral. El 28 de julio de este año vamos a tener un nuevo gobierno. Aquí tenemos una oportunidad y un riesgo juntos.

Sería muy negativo si ese nuevo gobierno comenzara a experimentar con políticas equivocadas, como sucedió el 2011. Perderíamos otros 5 ó 10 años más con interminables conflictos, y con el crecimiento afectado por la parálisis de proyectos mineros (ambiental, social y técnicamente viables). Si a la caída del precio de los metales sumamos el costo de la conflictividad, muchas empresas, que podrían invertir en Perú, se mueven hacia otros países. Esta tendencia ya la estamos viviendo en estos momentos y no debería seguir así.

1. Sería bueno que el próximo gobierno, en vez de operar como aprendices de hechicero, pueda contar con una serie de orientaciones sobre qué hacer y qué no hacer para reactivar el sector y abrir una perspectiva de sostenibilidad para las próximas décadas. Y que esas orientaciones rescaten lo que el sector ya ha aprendido sobre como reducir la conflictividad. El gremio del sector tiene unos pocos meses para preparar una propuesta de ese tipo.

2. Sería bueno si se incrementara cualitativamente el impacto del canon en el desarrollo y mejoramiento de la calidad de vida las regiones y que las poblaciones locales estén conscientes de que la minería es la fuente de esa riqueza que está siendo distribuida vía los gobiernos locales, regionales y universidades, y que entiendan que defendiendo a la minería de las acciones de los anti-mineros es que ellos pueden proteger la continuidad del flujo de ese recurso para su desarrollo.

3. Sería bueno si las empresas mineras tuvieran un claro diagnóstico de las potencialidades y cadenas de valor en sus zonas y a nivel nacional, y adecuaran sus modelos de negocio para maximizar su rol dinamizador en las economías regionales, aumentando las sinergias con los otros sectores económicos, especialmente con los servicios y la agricultura, haciendo realidad el concepto de desarrollo compartido, y que ese rol dinamizador de la minería estuviera socializado y reconocido por las poblaciones locales. Para ellos, hay que invertir y visibilizar el proceso de construcción de capacidades locales pró-desarrollo.

4. Sería bueno si se hiciera visible un plan nacional de recuperación de pasivos ambientales para que las poblaciones locales puedan tener la tranquilidad de que la minería moderna no crea nuevos pasivos ambientales y es dramáticamente diferente a la minería ilegal e informal, y que no sea presa de las campañas de rumores promovidas por las organizaciones anti-mineras. Del mismo modo, que las poblaciones de zonas que sufren la consecuencia de la antigua minería pueda ver sus antiguos pasivos mineros recuperados y liberarse de la narrativa anti-minera que hoy confunde y estresa a amplios sectores de esas poblaciones.

5. Sería bueno si las empresas mineras contribuyeran para la identificación de las restricciones críticas de los recursos naturales en cada zona en que operan y para la elaboración de propuestas de expansión de los activos ambientales de las zonas. La construcción de esos activos ambientales debería ser uno de los usos prioritarios del canon o realizarse vía obras por impuestos.

6. Sería bueno que el gremio minero impulse estudios académicos que evidencien la falacia de algunas afirmaciones “técnicas” de los anti-mineros, y que permitan al periodismo, a los profesionales y estudiantes de las regiones mineras desarmar la narrativa anti-minera y neutralizar las campañas de rumores con que atizan la conflictividad.

7. Seria bueno si las empresas mineras generaran espacios de inter-aprendizaje sobre los temas de la conflictividad para superar una importante desventaja cognitiva en relación a los grupos anti-mineros, quienes tienen una diversidad de métodos de aprendizaje compartido sobre como paralizar los proyectos mineros. Lampadia

 
 


 

[1] Halada, K., Shimada, S., & Ijima, K. (2008). Forecasting the consumption of metals up to 2050. Materials Transactions, 49(3), 402-410 (The Japan Institute of Metals)

[2] Las estimaciones de Halada et al corresponden a un crecimiento anual de 5% de la demanda global de metales. Podrían haber variaciones en esa demanda por un menor crecimiento de los países emergentes. Sin embargo, si no ocurre ninguna tragedia económica global, no hay razones para creer que la demanda de algunos metales como oro, plata, y cobre, donde el Perú es fuerte, no creciera al menos 400% en el 2050 respecto a la demanda del 2007.

[3] De acuerdo con Davis y Franks (2014) los costos que genera la conflictividad social para las empresa mineras es suficiente para que se muden a otros países donde la conflictividad es menor (Costs of Company-Community Conflict in the Extractive Sector, CRS Initiative, Harvard Kennedy School).

[4] El accionar de los anti-mineros incluye el desarrollo de una concepción contraria al progreso económico (alternativas al desarrollo), la elaboración de una narrativa hostil a la minería y la construcción de organizaciones sociales y políticas que la difunda. 

[5] El Banco Interamericano ha realizado un estudio en que muestra los beneficios de la minería: 

https://publications.iadb.org/bitstream/handle/11319/6487/Global%20boom%20Local%20impacts%20Peru_ZRL_definitivo.pdf