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Asistencialismo en el banquillo de acusados

Asistencialismo en el banquillo de acusados

Con la reciente intoxicación de 100 escolares de Huancayo por consumir los desayunos del Programa QaliWarma del Midis(Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social), como se dice, la gota que rebalsó el vaso y la opinión pública puso al asistencialismo en el banquillo de acusados. Las denuncias sobre intoxicaciones de infantes se suceden una tras otra en un programa que se propone beneficiar a más de 2.7 millones de niños a nivel nacional. ¿A quién se le ocurrió que con alimentos perecibles se iba a garantizar cadenas de abastecimientos regionales y locales? Bueno allí está el resultado de la improvisación, no obstante que los técnicos y especialistas le  advirtieron al gobierno sobre lasdificultades de un programa alimentario masivo querechazaba el uso de productos industrializados, sin afirmar una cadena logística y sin contar con infraestructuras de frío.

Hace unos meses el gobierno promulgó la llamadaLey de Comida Chatarra (Ley de Promoción de la Comida Saludable) que buscaba desincentivar el consumo de alimentos industrializados.QaliWarma optó pordistribuir básicamente alimentos perecibles,elaborados con “recetas preparadas por burócratas”, que serían abastecidas por múltiples  proveedores locales.

Los casos de intoxicaciones de niños han sido tan recurrentes que la ministra del Midis, Mónica Rubio, acaba de informar “que ya se encuentra en Lima una misión de alto nivel del Banco Mundial, para colaborar con el Ejecutivo en una evaluación de este proceso con los más altos estándares de calidad posibles”. Además ha convocado a una comisión donde estarán representados todos los estamentos de la sociedad. En todo caso, toda rectificación es saludable, pero no olvidemos que muchos especialistas y técnicos advirtieron oportunamente los riesgos y dificultades de control y criterios operativos de QaliWarma. Lamentablemente, Carolina Trivellí, afamada técnica y ex titular del Midis,empujó el programa por mandato político, sin reparar que nada justifica arriesgar las vidas de nuestros niños. Menos, si por afán “revolucionario” se pretendía implantar apuradamente un programa descentralizado y masivo de alimentación infantil que evitara el uso de alimentos industriales, que hubieran ayudado a los objetivos del programa, que no podían ser otros que: calidad de nutrición, seguridad y velocidad de implementación.

En medio del escándalo de las intoxicaciones, el Presidente Humala acaba de declarar que “para nosotros lo más importante no es el crecimiento, lo más importante es la política social, es decir, qué hacemos con ese crecimiento económico”. Aquí reside la madre  del cordero, la causa o el origen de todos los yerros del gobierno en políticas sociales. Papá Gobierno inventará las soluciones a la pobreza y se encargará de ejecutarlas. ¿No sabe el Presidente que el 75% de la reducción de la pobreza de la última década la explica el crecimiento económico? Si el jefe de Estado va a la ONU y es felicitado por el mundo entero, porque el Perú es uno de los primeros países del planeta en cumplir anticipadamente los Objetivos (Sociales) del Milenio, ¿cómo así relativiza el crecimiento? De semejante error nacen los problemas de QaliWarma y de todos los programas sociales. ¿Por qué? En gran medida porque son diseños artificiales, académicos, hechos por burócratas, que permiten obtener buenas fotos de impacto en el corto plazo, pero no son sostenibles, suficientemente focalizados, ni recogen las capacidades de la población. Veamos:El vaso de leche ha pasado de ser un apoyo de emergencia a una prebenda que despilfarra más del 40% y se ha convertido en propiedad de dirigencias politizadas.Juntos se concibió como un programa de apoyo social focalizado, condicionado y temporal, por un máximo de cuatro años; hoy no se tiene seguridad sobre el control de la condicionalidad, ya se eliminó el tope de cuatro años y se han generado innumerables comportamientos disfuncionales. Programas como el corredor Puno-Cusco terminan gastando el 70% del presupuesto en asesores que aparecen “del cielo” y no logran vencer la resistencia al cambio. Mi Riego, del Ministerio de Agricultura ha generado un programa millonario para construir obras mayores de riego, a sabiendas que la experiencia nos muestra que las poblaciones pobres no llegan a beneficiarse de ellas.

Si se considera que el crecimiento es relativo y no debe ser el centro de todos nuestros esfuerzos, entonces, seguiremos regalando pescado en vez enseñar a pescar. De allí la falta de apoyo a programas como el de Sierra  Productiva (SP),el mismo error de los gobiernos de Toledo y García, que perdieron la oportunidad de arrinconar a la pobreza rural alto andina.  SP aplica tecnologías económicas y accesibles, para, sobre la base del riego por aspersión a nivel familiar, permitir a los minifundistas de la sierra rural, convertirse en productores eficientes, dueños de su destino y plenos de dignidad. Nadie necesita promover compras artificiales a las familias de Sierra Productiva, ya más de 60,000, porque han aprendido a “pescar” o a producir múltiples bienes con los que no solopueden subsistir,eliminar la desnutrición infantil, sino también vender en los mercados.

No negamos la necesidad de desarrollar programas asistenciales, pero las cosas deben hacerse bien. Un programa de alimentación popular no puede ser un mecanismo de promoción de una norma absurda, la llamada “ley chatarra”, tampoco puede desfocalizarse y pretender crear cadenas de abastecimiento fomentando una demanda artificial de productos locales sin los recursos adecuados. Sin refrigeración no hay manera de evitar la descomposición de los productos. Acá se ha supeditado lo principal a caprichos y apuros inaceptables y por lo tanto la responsabilidad principal recae en los diseñadores del híper sofisticado programa de QaliWarma.




El milagro de Sierra Productiva

El milagro de Sierra Productiva

En la siguiente entrevista de Jaime de Althaus en La Hora N, Carlos Paredes, Coordinador de Sierra Productiva (SP), sostiene que las tecnologías del Programa SP que les permite a los pobres del campo construir reservorios de agua, instalar sistemas de riego por aspersión, cultivar huertos y pastos en sistemas de terrazas han mejorado considerablemente. La gestión y las etapas de pre-inversión de los proyectos ahora son más eficientes, de modo que, en cuatro meses y medio, las familias empiezan a producir y a cambiar sus vidas. Los resultados son tan sorprendentes que la gente del campo, que suele cultivar visiones mágicas del mundo, comienza a hablar de milagros. Un claro ejemplo de la diferencia entre una política que promueve la productividad de las familias pobres y los programas  asistenciales que regalan en vez de enseñar a pescar.




Sierra Productiva en Cajamarca

Sierra Productiva en Cajamarca

En la siguiente entrevista en el programa La Hora N, Carlos Paredes, coordinador nacional de Sierra Productiva, explica cómo 200 familias en Bambamarca (Cajamarca) desarrollan proyectos productivos en base a seis tecnologías en medio de la ofensiva radical contra los proyectos mineros. Sierra Productiva hace que los pobres dejen de ser pobres causando pánico en la extrema izquierda.




Cambiando el chip

Cambiando el chip

La ministra de Inclusión y Desarrollo Social, Carolina Trivelli, anunció durante su presentación en el Congreso que se destinarán más recursos para la lucha contra la desnutrición infantil. Entre otras medidas, el Gobierno se propondría ampliar el programa Qali Warma, proyectando llegar a atender a siete millones de niños y convertirlo en programa universal al 2016.

Es, por supuesto, una gran noticia que aumenten los esfuerzos por resolver este enorme problema. No obstante, debemos reflexionar sobre cuál es el mejor mecanismo para enfrentarlo. Y es que, en lo que refiere al combate contra la pobreza (que es el origen de la desnutrición) hay, como dice la conocida frase, dos estrategias posibles: regalar pescado o enseñar a pescar.

El problema de la falta de ingresos de las familias campesinas –en las que se concentran principalmente la pobreza y la desnutrición– podría solucionarse en buena parte si se las ayuda a aumentar su baja productividad. Una posible manera de lograr esto es facilitarles la construcción de minirreservorios familiares que, a su vez, permitan introducir en sus esquemas de cultivo el riego por aspersión o por goteo. Cuando se implementa esta infraestructura básica, las familias pasan de tener agua de lluvia solo tres meses al año a tener agua todo el año. Así, pueden multiplicar su producción agrícola y tener un abastecimiento seguro de hortalizas. Además, este sistema les permite tener más pastos disponibles para el ganado, lo que se traduce en un incremento de la producción de leche y de carne.

El cambio que la introducción de estas tecnologías produce en los ingresos de las familias es dramático. Según Carlos Paredes, de Sierra Productiva, gracias a ellas en un par de años los beneficiados pueden salir de la pobreza (resolviéndose en el camino los problemas de desnutrición infantil).

Introducir la tecnología para contar con riego por aspersión, huertos de hortalizas y pastos cultivados, según Paredes, cuesta S/.1.000 por familia. Si, de acuerdo con el último censo, en la sierra hay alrededor de un millón y medio de unidades agropecuarias, instalar dicha tecnología para todas las familias rurales andinas costaría aproximadamente S/.1.500 millones. Dicho monto es inferior a los S/.1.873 millones que costará este año la suma de los programas Juntos y Qali Warma. Con la diferencia, por supuesto, de que estos últimos básicamente transfieren recursos a las familias pobres pero no les brindan mecanismos para que ellas mismas generen riqueza. Y este es el principal problema de los programas sociales del gobierno.

Repartir alimentos o dinero no ayuda a la larga si las familias no incrementan paralelamente los ingresos que obtienen por sus propios medios. Mecanismos exclusivamente asistencialistas suponen seguir dando, año tras año, más presupuesto a los programas sin resolver el problema de fondo. Juntos, por ejemplo, tiene para el 2013 un presupuesto de S/.1.040 millones. El próximo año será mayor porque incorporará más familias, y esta situación se seguirá repitiendo indefinidamente, pues los beneficiarios se quedan por mucho tiempo en el programa. En efecto, en sus inicios, las familias podían permanecer solo cuatro años en él. Pero cuando los primeros beneficiarios se acercaron a ese límite, el mismo fue extendido a seis. Luego, al estar a punto de cumplirse el nuevo plazo, se permitió que las familias permanecieran en el programa hasta que sus hijos cumplieran 14 años. Y ahora, con el nuevo gobierno, podrán seguir recibiendo los S/.100 mensuales hasta que sus hijos cumplan 19 años.

El asistencialismo indefinido genera dependencia, perpetúa el problema de la pobreza y crea espacios para el populismo estatal. Por eso, es importante cambiar el chip de quienes diseñan los programas sociales para que estos sean progresivamente reenfocados hacia esquemas que permitan a los pobres generar, por sí mismos, mecanismos autosostenibles para mejorar su calidad de vida. No solo porque esta es una forma más efectiva de ayudar a los más necesitados, sino porque, además, es una vía de hacerlo enalteciendo la dignidad de la gente.

Tomado de El Comercio, 10 de mayo, 2013