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Dani Rodrik: Ideas desde Davos

Dani Rodrik: Ideas desde Davos

Dani Rodrik es un destacado economista de Princeton y Harvard, y uno de los más influyentes a nivel internacional en temas relacionados a crecimiento y desarrollo económico y reformas de Estado. En una entrevista para Perú 21 desde la sede donde se lleva a cabo el Foro Económico Mundial, Rodrik habla sobre el nuevo escenario internacional que le espera a los países emergentes para continuar la senda de crecimiento que han mostrado en los años previos, las políticas económicas de los países de América Latina, y los retos en materia de reformas institucionales. Uno de los mensajes que deja el experto es que “no existe un libro de recetas para ejecutar reformas”, ya que mejorar la gobernanza, las instituciones regulatorias, y en general el ambiente de inversiones con mejor protección a los derechos de propiedad involucra cambios difíciles y largos cuyos diseños varían de un contexto a otro. Asimismo, Rodrik señala que uno de los desafíos prioritarios de la región es reducir la informalidad a través de políticas que se adecuen a las causas que la generan.   

Leer la entrevista completa publicada en Perú 21, jueves 23 de enero de 2014




La informalidad fue la alternativa al infierno

La informalidad fue la alternativa al infierno

El crecimiento económico y la reducción de la pobreza han desatado un debate sobre el número de peruanos que conforma la nueva clase media emergente y otro acerca de su contribución económica y política al país. En Lampadia hemos informado reiteradamente que organismos internacionales como el BID, el BM y la CEPAL señalan que la clase media peruana ya es mayoría en la sociedad. También creemos que debe consolidarse su contribución a la sociedad mediante la resolución de la Agenda Pendiente en educación, salud, infraestructuras y clima de inversión. Pero a diferencia de muchos sectores de la élite peruana –más allá de derechas e izquierdas- creemos que la emergencia popular es un hecho positivo y trascendental del siglo XX, un hecho sin el cual no se explicarían todos los milagros políticos y económicos del país.

Cuando el estado populista se derrumbó en los ochenta con sus secuelas de hiperinflación y el terrorismo, las inmensas masas andinas que migraron a las ciudades, en lugar de sumarse a las prédicas terroristas (como sucedió en otras latitudes) o caer en la delincuencia, optaron por el emprendimiento y, décadas después, surgió una sociedad de millones de empresarios. Ese mundo informal, pues, es uno de los factores que nos salvo de la disolución como sociedad. Desde ese momento quedó en claro que, antes que un problema, la emergencia popular era un camino de infinitas posibilidades. En todo caso, ¿cómo podríamos explicar nuestra sorprendente continuidad democrática y de economía de mercado si los partidos, las élites y los intelectuales fracasaron en toda la línea?

 

Sin embargo, a pesar de que, en la última década, el Perú creció por encima del 6%, redujo la pobreza a más de la mitad y arrinconó a la desigualdad, la economía y la sociedad peruana continúa siendo en su gran mayoría informal: alrededor del 70%. ¿A quién le echamos la culpa de esta situación? ¿Al mundo informal, popular y empresarial que nos salvó de todos los infiernos o a la élite política, económica y cultural que no ha logrado representar el mundo emergente en la sociedad pública no obstante que la Carta Política del 93 le otorga todas las herramientas?

 

Cada vez que las élites han tenido que valorar los aportes del mundo popular, instintivamente, le han restado méritos. Por ejemplo, la Comisión de la Verdad, en vez de reconocer la gesta histórica de los héroes campesinos en derrotar a Sendero Luminoso, se dedicó a convertir a los hombres del campo en simples víctimas, en pobrecitos. Hoy se acusa a los empresarios informales de ser “individualistas” y “pragmáticos, de “no pagar tributos”, de ser radicales anti-estatistas y de ser “dueños de nada” por su escaso aporte al espacio público.

 

Si son individualistas y pragmáticos, entonces, estamos ante la gran noticia del nuevo siglo. Significa que el sistema político ha sido incapaz de representar los intereses de este mundo emergente y, por lo tanto, incapaz de construir un estado con legitimidad.  La democracia, el bienestar general y todas las libertades surgieron cuando un puñado de individualistas y pragmáticos de Occidente se propuso desarrollar un contrato social: Democracia y Economía de Mercado. Cuando exista esa representación, el Estado podrá cobrar todos los tributos habidos y por haber, porque el ciudadano de cualquier parte del mundo o de la historia paga por representación y servicios. Nunca paga si no recibe nada. Y, aunque parezca mentira, cuando eso suceda habrá surgido una nueva política y el trágico divorcio entre fracaso político y éxito económico habrá terminado.

En el Perú estamos enfangados en una discusión sobre cómo desarrollar más competitividad para la economía. Los sectores de izquierda creen que estas demandas solo provienen de la gran empresa y la inversión extranjera. Falso de toda falsedad. Por ejemplo, la reforma del sistema laboral. ¿Alguien cree que los millones de empresarios informales pueden pagar todas las gollerías laborales, beneficios e indemnizaciones que defiende la CGTP y Mario Huamán? Cuando se represente el mundo informal en la política quedará más que claro que la CGTP es una minoría de minorías frente a la avalancha de nuestros empresarios emergentes.

También discutimos sobre la meritocracia en el Estado y la educación, por ejemplo. Pero los sindicatos se convierten en murallas contra estas reformas. Si el mundo emergente tuviera voz y voto en el espacio público todos entenderíamos que las empresas informales, los trabajadores informales, solo pueden existir por la dictadura de los méritos. Allí los errores se sancionan. Quedaría entonces claro que los opositores a la meritocracia solo son minorías y aristocracias.

La reforma del Estado, la instauración de la meritocracia pública, la reforma tributaria, la reforma laboral y todas aquellas reformas que no se hacen y ensombrecen nuestro futuro solo podrán ser implementadas cuando el país formal e informal converjan en uno solo. Y cuando eso suceda nuestra democracia tendrá partidos nuevos y reformados y la gente comenzará a ver con otros ojos al Congreso, al Poder Judicial y las demás instituciones. Cuando eso suceda, simplemente, el Perú ya estará en el umbral del desarrollo.




La CGTP quiere el lenguaje de la turba

La CGTP quiere el lenguaje de la turba

La CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú) ha convocado a un paro nacional para este 26 de setiembre exigiendo un cambio de modelo económico, la renuncia del Ministro de Economía y una nueva ley General de Trabajo. Este gremio laboral, que no representa más del 6 u 8% de los trabajadores peruanos, y que está dirigido por uno de los eternos líderes sindicales, apunta contra la meritocracia en educación y en el sector público, y pretende ahora erigirse en un “gobierno paralelo”. 

¿Quién determina el modelo económico, según la Constitución y las leyes? Pues, el Ejecutivo y el Legislativo, los dos poderes elegidos por el sufragio de todos los peruanos. ¿Cómo así, entonces, la CGTP se propone cambiar el modelo? La idea  misma de un paro nacional en el que piquetes de huelguistas bloqueen carreteras tiene una clara naturaleza anticonstitucional y hasta un cierto tufillo insurreccional. Es imposible, pues, imaginar una democracia que cambia sus políticas económicas por paros nacionales. La única manera de modificar el modelo económico en libertad pasa por el voto popular.

Los llamados paros nacionales en el Perú y América Latina se legitimaron a fines de los setenta en contra las dictaduras militares de entonces. Posteriormente, la idea de huelgas nacionales se ensayaron en Bolivia y Ecuador, precisamente, demandando el cambio de “las políticas económicas neoliberales”, para tumbarse a gobiernos elegidos e instaurar dictaduras de las turbas que se devoraron  las constituciones y la autoridad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Semejante situación representó la antesala de los regímenes bolivarianos.  ¿Intenta la CGTP reeditar el mismo libreto en el Perú?

Cuando la CGTP se propone la salida de Miguel Castilla de la cartera de Economía se deja en claro que la estrategia del paro nacional es parte de los objetivos de toda la izquierda en general que ha puesto su puntería en el señalado titular (Ver artículo La izquierda sin caretas). Una izquierda que sueña con recuperar el poder que perdió con el Presidente Humala, que en su primer gabinete, manejado por Salomón Lerner, tenía a sus socios revoltosos cortando la libre circulación en Tumbes, Cajamarca, Ayacucho, Chincha, Moquegua y Apurímac. Pretenden ignorar y confundir a la población sobre los resultados de un modelo que ha logrado una reducción de la pobreza y la desigualdad sin precedentes en nuestra historia.

Asimismo, proponer una nueva Ley General del Trabajo que amplíe los sobrecostos laborales para las empresas es desconocer el vía crucis de millones de empresarios emergentes que no pueden formalizarse, porque los sobrecostos se han convertido en una muralla imposible de franquear. Y, sobre todo, se condena a millones de trabajadores de las pequeñas empresas a vivir sin seguridad social y beneficios sociales. Igualmente, oponerse a la ley del servicio civil, que establece la meritocracia en el servicio público es oponerse a solucionar los padecimientos ante los municipios, regiones y ministerios de millones de peruanos.

En realidad a la CGTP y a la izquierda solo les interesa el poder. Las demandas que plantean están dirigidas a “acumular fuerzas” en función de ese objetivo. Hasta hoy nos quedaba claro que, si bien no les iban bien con las sucesivas derrotas electorales, la izquierda apostaba por los caminos constitucionales. No obstante la convocatoria a un paro nacional no es un mensaje democrático y nos obliga a permanecer alertas.

Sin embargo, esta mañana Mario Huamán en RPP, no fue capaz de convencer a nadie. Se mostró deprimido y sin fuerza de convicción y sus argumentos causaron lástima. Parece que ya se les acaba la capacidad de distorsionar la realidad. 




Entendiendo la estructura tributaria

Entendiendo la estructura tributaria

En el Perú se repite una y otra vez que la presión tributaria es muy baja y para ello se usa un indicador que no representa adecuadamente el nivel de recaudación fiscal. Para que se pueda juzgar debidamente este importante indicador, es menester hacer algunas precisiones y distinguirla presión tributaria de la presión fiscal del gobierno central, y de la presión fiscal del gobierno general.

 

Como puede verse en el cuadro anterior, las diferencias entre uno y otros conceptos son importantes. La presión fiscal del conjunto del gobierno es de 21.6% del PBI, casi 6% mayor que la (mal) llamada presión tributaria a secas. Otro aspecto interesante es la evolución positiva y creciente de los niveles de carga tributaria.

Si revisamos un período más largo, veríamos que la presión tributaria del año 90 era de 8% del PBI, luego pasó a 12.3% el año 2000, y llegó a 16% en el 2012, según cifras del MEF y BCR. Este incremento es muy importante en sí mismo, y mucho más impresionante si tomamos en cuenta que el PBI del 2012 es 7 veces mayor que el de 1990.

Las diferencias másimportantes de los tres conceptos son que a diferencia de la llamada presión tributaria, la presión fiscal del gobierno central incluye,  además de los ingresos tributarios, las  contribuciones a Essalud y la ONP, regalías petroleras, gasíferas y mineras, canon petrolero, y otros ingresos del gobierno central. Según las cifras del BCR, este coeficiente llegó al 18.5% del PBI en el 2012.Por último, el indicador que mide la carga fiscal global del Estado sobre la economía, es el de la presión fiscal del gobierno general, que incluye los recursos captados por los gobiernos locales. Actualmente, la presión fiscal del gobierno general llega al 21.6% del PBI y según el marco macroeconómico multianual 2014-2016, en el 2016 alcanzará el 22.2% del PBI.

Para entender mejor la naturaleza de los ingresos del Estado, veamos ahora su composición por cada tipo de fuente:

También es necesario ponderarque 13,900 contribuyentes, el 0.23% del total, a quienes la SUNATidentifica como principales contribuyentes, aportan el 85% del total de la recaudación del Impuesto a la Renta (2012). Todos los demás contribuyentes, 6´100,000, el 99.77%, contribuyen con el restante 15% de los ingresos fiscales.Ver el siguiente cuadro.

En resumen podemos decir que los ingresos del Estado han crecido de manera muy importante desde que se desataron las fuerzas del mercado a principios de los años 90. Desde entonces, su crecimiento ha sido parejo y continuo. Cuando se hable de dichos ingresos sería bueno precisar adecuadamente los conceptos y remarcar el peso del indicador global, el de la presión fiscal del gobierno general. Por otro lado es siempre importante recordar que la carga fiscal está  concentrada en muy pocas manos, y que, para mejorar las cosas es necesario disminuir el nivel de informalidad de la economía y ampliar la base de contribuyentes.