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Trump y su dañina guerra comercial que debemos combatir

Tal como amenazó en su campaña electoral, Donald Trump inició la imposición de acciones comerciales y regulatorias que, lamentablemente, está iniciando una ‘guerra comercial’. La disculpa principal es China, pero también están México y Europa.

Esta guerra comercial tiene el potencial de causar un daño significativo a la economía mundial. Además de perjudicar a sus propios consumidores, quienes tendrán que pagar precios más altos por ciertos bienes, las tarifas también afectarán la cadena de suministro de los productores que dependen de las importaciones extranjeras.

Las reuniones de la Reserva Federal de EEUU muestran que la incertidumbre económica debido a la guerra comercial ya está afectando la inversión privada en EEUU y muchos inversores están considerando reducir o retrasar sus planes de inversión.

China, que lucha contra una desaceleración económica, se verá igualmente afectada. La guerra comercial en curso también amenaza el orden comercial global basado en reglas, que ha manejado amistosamente las disputas comerciales entre países durante décadas.

Sin embargo, no deja de sorprender que los análisis sobre esta absurda guerra comercial lleguen a ser incluso contradictorios. Veamos:

  • China está perdiendo la guerra comercial con Trump
  • Estados Unidos corre el riesgo de perder una guerra comercial con China

Hemos glosado para nuestros lectores, los artículos en los que se plantean esas tesis, que vale la pena leer para entender, desde dos visiones opuestas, los elementos que configuran esta nueva realidad global.

Pero lo importante para nosotros los peruanos, es que no hay argumento alguno con el que pueda negar, que para nosostros los peruanos, esta guerra comercial es totalmente negativa, pues disminuye los flujos de recursos que necesitamos traer al país, para nivelarnos con los países más ricos reduciendo la pobreza, y mejorando la educación, la salud, tecnología e instituciones. Lampadia

I. China está perdiendo la guerra comercial con Trump

Es como un ‘concurso de tragos’: uno se hace daño esperando que el otro aguante menos.

Donald L. Luskin
Wall Street Journal
27 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Una cosa salió fuerte y clara en la conferencia de prensa del presidente Trump con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Cuando anunciaron una alianza contra las “prácticas comerciales desleales” de terceros, ni siquiera tuvieron que mencionar a China por su nombre para que los oyentes supieran quién era de quien hablaban. La cooperación entre EEUU y la UE contraerá el modelo proteccionista de China, e incluso antes de este acuerdo, ha habido evidencia de que China ya había izado la bandera blanca.

Sí, China está actuando con dureza imponiendo rápidamente aranceles en represalia por los decretados por Trump. Pero mientras que la bolsa de acciones de EEUU se acerca a sus máximo histórico y el dólar se fortalece, las acciones chinas están en un mercado bajista, un 25% menos desde enero.

Por eso Sun Guofeng, jefe del instituto de investigación financiera del Banco de China, dijo, China “no hará del tipo de cambio del yuan una herramienta para hacer frente a los conflictos comerciales”.

El debilitamiento de la moneda es un arma estándar en las guerras comerciales y China ha sido acusada a menudo de usarla. La devaluación sería incluso más peligrosa en este caso debido a la capacidad de China para deshacerse de los US$ 1.4 millones de millones que posee en títulos del Tesoro de los Estados Unidos. Pero al negar su intención de hundir el yuan, China se ha desarmado voluntariamente. Este no fue un acto de noble pacifismo; que se tenía que hacer. La devaluación de la moneda correría el riesgo de asustar a los inversores, una amenaza existencial para una economía emergente. Para China, cuyo modelo de capitalismo de estado nunca ha producido una recesión, tal fuga de capitales podría exponer debilidades económicas previamente ocultas.

La escalada de la guerra comercial con EEUU podría llevar a China al territorio desconocido de la recesión, y luego a la fuga de capitales, que podría empujarlo a un colapso financiero y hasta la depresión. Eso crearía desempleo masivo en una economía que nunca ha registrado un desempleo superior al 4.3%. Con ese escenario en mente, el gobierno chino debe preguntarse si tiene suficientes policías para los futuros disturbios.

El riesgo de fuga de capitales es real. Ahora el fuerte debilitamiento del yuan muestra un cierto grado de fuga de capitales nuevamente.

No es de extrañar que, a pesar de las duras palabras de algunos sectores, el Banco de China se desarmara voluntariamente para evitar más fuga de capitales. El banco también está ofreciendo reembolsar a las firmas locales los aranceles sobre los bienes importados de los EEUU. Además, China ha lanzado una señal para los inversionistas internacionales al anunciar la flexibilización unilateral de las restricciones a la propiedad extranjera en algunas industrias.

China está empezando a darse cuenta de que la guerra comercial no es realmente guerra. Más parece como un juego de tragos en una fraternidad universitaria. En las guerras comerciales, las naciones imponen tarifas de importación gravosas a sí mismas con la esperanza de que puedan soportar el dolor por más tiempo que sus competidores.

¿Por qué jugar tal juego? Porque un acto de autolesión cuidadosamente elegido puede ser una inversión para alcanzar un objetivo que valga la pena lograr. Por ejemplo, la carrera de armamentos del presidente Reagan contra la Unión Soviética en la década de 1980 fue en cierto sentido un autoimpuesto costoso. Pero EEUU pudo soportar la carga mejor que los soviéticos.

EEUU ganarán la guerra comercial con China de la misma manera. Las declaraciones del Banco de China muestran que los chinos entienden que son demasiado vulnerables para tomar muchos tragos más.

La metáfora del concurso de tragos nos explica una parte. Lo maravilloso del comercio es que es un juego de suma positiva en el que todos los concursantes mejoran. Si el conflicto obliga a China a aceptar más bienes e inversores extranjeros, cumplir con las normas de la Organización Mundial del Comercio y respetar la propiedad intelectual extranjera, puede sentir que ha perdido, pero de hecho estará en mejor situación.

Con esta apertura, tanto económica como política, China podría impulsar una segunda ola de crecimiento de una década de duración que llevaría a centenares de millones que todavía viven en la pobreza rural a nuevas ciudades modernas.

II. Estados Unidos corre el riesgo de perder una guerra comercial con China

Project Syndicate
Jul 30, 2018 
JOSEPH E. STIGLITZ
Glosado por Lampadia

Lo que en un principio fue una escaramuza comercial parece estar transformándose aceleradamente en una guerra comercial hecha y derecha con China. Si la tregua acordada con Europa se mantiene, EEUU estará peleando principalmente con China, en lugar de con el mundo (por supuesto, el conflicto comercial con Canadá y México seguirá cociéndose a fuego lento, dadas las demandas estadounidenses que ninguno de los dos países puede o debe aceptar).

Más allá de la afirmación de que todos saldrán perdiendo, ¿qué se puede decir sobre los posibles resultados de la guerra comercial de Trump?

  • Primero, la macroeconomía siempre prevalece: si la inversión doméstica de Estados Unidos sigue superando a sus ahorros, tendrá que importar capital y tener un déficit comercial enorme.
  • Peor aún, debido a los recortes impositivos implementados a fines del año pasado, el déficit fiscal de Estados Unidos está alcanzando nuevos récords.
  • El “mejor” resultado del enfoque limitado de Trump sobre el déficit comercial con China sería una mejora de la balanza bilateral, acompañada de un incremento de igual cantidad en el déficit con algún otro país (o países).
  • Estados Unidos podría vender más gas natural a China y comprar menos lavarropas; pero les venderá menos gas natural a otros países y le comprará lavarropas o cualquier otra cosa a Tailandia u otro país que ha evitado la ira irascible de Trump.
  • Pero, como Estados Unidos interfirió en el mercado, pagará más por sus importaciones y recibirá menos por sus exportaciones que si ése no hubiera sido el caso.

En resumen, el mejor resultado significa que Estados Unidos estará peor que hoy.

Estados Unidos tiene un problema, pero no es con China. Es en casa: Estados Unidos ha venido ahorrando demasiado poco. Trump, como tantos de sus compatriotas, es inmensamente corto de miras. Si entendiera un ápice de economía y tuviera una visión a largo plazo, habría hecho todo lo posible para aumentar los ahorros nacionales. Eso habría reducido el déficit comercial multilateral.

Existen soluciones rápidas y obvias: China podría comprar más aceite norteamericano y vendérselo a otros. Esto no implicaría ni la más mínima diferencia, más allá de, quizás, un leve incremento en los costos transaccionales. Pero Trump podría bramar que logró eliminar el déficit comercial bilateral. 

En verdad, reducir significativamente el déficit comercial bilateral de una manera relevante resultará difícil. En la medida que disminuya la demanda de productos chinos, el tipo de cambio del renminbi se debilitará –aún sin ninguna intervención del gobierno-. Esto compensará en parte el efecto de los aranceles estadounidenses; al mismo tiempo, aumentará la competitividad de China con otros países –y esto será así inclusive si China no utiliza otros instrumentos en su haber, como controles salariales y de precios, o presiona fuertemente por aumentos de la productividad-. La balanza comercial general de China, al igual que la de Estados Unidos, está determinada por su macroeconomía.

Si China interviene más activamente y toma represalias de manera más agresiva, el cambio en la balanza comercial de Estados Unidos y China podría inclusive ser menor.

  • El dolor relativo que cada uno infligirá en el otro es difícil de precisar.
  • China tiene más control de su economía y ha buscado virar hacia un modelo de crecimiento basado en la demanda doméstica más que en la inversión y las exportaciones.
  • Estados Unidos simplemente está ayudando a China a hacer lo que ya ha intentado hacer.
  • Por otro lado, las acciones estadounidenses se producen en un momento en el que China intenta manejar el exceso de apalancamiento y de capacidad; al menos en algunos sectores, Estados Unidos dificultará estas tareas mucho más.

Hay algo que está claro: si el objetivo de Trump es impedir que China lleve adelante su política “Hecho en China 2025” –adoptaba en 2015 para impulsar su objetivo de 40 años de achicar la brecha de ingresos entre China y los países avanzados-, casi sin duda fracasará. Por el contrario, las acciones de Trump no harán más que fortalecer la decisión de los líderes chinos de impulsar la innovación y alcanzar la supremacía tecnológica, en tanto tomen conciencia de que no pueden depender de los demás y de que Estados Unidos es actuando de una manera hostil.

Si un país entra en guerra, comercial o de otro tipo, debería estar seguro de que hay buenos generales a cargo. Es aquí donde las diferencias entre China y Estados Unidos parecen tan grandes. Ningún país podría tener un equipo económico menos calificado que Trump y una mayoría de los norteamericanos no respaldan la guerra comercial.

  • El respaldo público se desvanecerá aún más en tanto los norteamericanos tomen conciencia de que pierden por partida doble con esta guerra: los empleos desaparecerán.
  • Esto puede obligar a que caiga el tipo de cambio del dólar, haciendo subir la inflación aún más en Estados Unidos.
  • La Fed probablemente suba entonces las tasas de interés, lo que conducirá a una inversión y a un crecimiento más débiles, y a más desempleo.

Trump ya ha mostrado cómo responde cuando sus mentiras quedan expuestas o sus políticas fracasan: redobla la apuesta. China ha ofrecido en repetidas ocasiones maneras de salvar las apariencias para que Trump abandone el campo de batalla y declare la victoria. Pero él se niega a aceptarlas.

El mundo luego de su tonta guerra comercial, será diferente: más incierto, menos confiado en el régimen de derecho internacional, y con fronteras más duras. Trump ha cambiado el mundo, permanentemente, para peor. Inclusive con los mejores resultados posibles, el único ganador es Trump –con su ego sobredimensionado inflado un poco más. Lampadia