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FALACES y SOFISTAS

FALACES y SOFISTAS

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia

En la argumentación no estamos libres de ser falaces. Siempre podemos construir razonamientos que parecen muy válidos a simple vista pero que no lo son. En la política, el argumento falaz estuvo desde siempre más presente que en otros campos. Política y falacia siempre han estado de la mano. Sin embargo, en los últimos tiempos, la falacia ha dejado de ser la excepción, se ha convertido en la regla, en el pan de cada día, no sólo por obra de los políticos, sino también por la complicidad de los medios y la superficialidad con la cual los ciudadanos “consumen” los mensajes políticos que les presentan.

Había tiempos en los cuales el argumento falaz del político de turno no pasaba el filtro de la prensa independiente. Hoy, la prensa ayuda en la construcción del falso argumento, lo multiplica, no se limita a difundirla.

Veamos algunos ejemplos:

  • “La voz del pueblo es la voz de Dios”. Es muy común escucharlo a periodistas, locutores, políticos, autoridades y ciudadanos. “Todo el pueblo peruano pide que se cierre el Congreso”, dijo en 1992 Alberto Fujimori (y muchos le creímos) y decía el presidente Vizcarra para justificar su enfrentamiento con el Congreso y posterior cierre. Ambos son ejemplos de la FALACIA AD POPULUM, aquella que busca sustentar la validez de la afirmación en su supuesto apoyo mayoritario.
  • “Habría”. Palabra mágica que agregan políticos y periodistas a cualquier afirmación que no pueden probar, para convertirla en condicional y evitar su refutación, al no haberla afirmado del todo. Una suerte de falsa afirmación. Se llama FALACIA AD CONDITIONALIS.
  • “Hay que acabar con la clase política tradicional”. “Peor que este Congreso no puede haber” decían como un mantra los políticos gobiernistas, periodistas y ciudadanos frente al Congreso de abril de 1992 y de setiembre de 2019. Casi un año después de la última disolución parlamentaria, cuando el nuevo Congreso engendrado por esa afirmación es obviamente más polémico que aquel que disolvieron, deben advertir lo peligroso que es emplear la FALACIA AD NAUSEAM, la repetición de una premisa hasta convertirla en una “verdad aparente”. Otro ejemplo de esta falacia es el slogan del Frente Amplio “Contra la corrupción, nueva Constitución”. Una mentira que pretende convertirse en verdad de tanto repetirla. Ni Goebbels lo hubiera hecho mejor.
  • Donald Trump ha embargado cargamentos de medicinas que iban a otros países porque consideraba que era vital para la salud de los norteamericanos y punto…” decía el periodista Lukar para justificar una ley expropiatoria del Congreso que luego invalidó el Tribunal Constitucional.  Sostener una afirmación apoyándose en que un poderoso ha hecho lo mismo es un ejemplo común de la FALACIA AD VERECUNDIAM. Que Trump o el Papa lo hayan hecho no convierte en buena la medida.
  • “Complot”. “Golpe de Estado”. “Prácticas montesinistas”.   Esas son las frases con las cuales se desvió la atención luego de conocerse los audios que comprometen al presidente Vizcarra y sus colaboradores cercanos. Se llama FALACIA DE LA PISTA FALSA. La mejor forma de no enfrentar un problema es desviar la atención. Lo curioso es que esta falaz argumentación no la ha hecho sólo el involucrado sino con el apoyo del IDL, La República y la prensa afín, haciendo extrañar los tiempos en los cuales la prensa no amplificaba la falacia, sino que la denunciaba y desnudaba al político.
  • Alarcón es el personaje al cual la fiscalía acusa de enriquecimiento ilícito, omisión de funciones, peculado doloso y falsificación de documentos”. El presidente ataca a la persona que lo acusa. Se llama FALACIA AD HOMINEM. La prensa y sus agentes en redes sociales lo secundan y los memes, posts y comentarios recuerdan todo lo peor de él, hasta que es un mero operador de Antauro Humala. Mucho de eso puede ser cierto y podemos pensar todo lo peor de él, pero esto no desacredita los hechos que le tocó mostrar, menos aquellos que han sido reconocidos y corroborados. Lo que se busca es construir la falsedad de la acusación en base al descrédito del acusador.

Podríamos seguir mostrando argumentos falaces de nuestra política local antes o después del episodio de la vacancia presidencial de hoy. Podríamos seguir desnudando argumentos falaces. Tal vez podríamos incurrir en razonamientos falaces en esta tarea, ya que la falacia es un error retórico común. Sin embargo, lo que advertimos en la política peruana contemporánea es que la argumentación falaz no es un desliz, un error. Se hace deliberadamente, a conciencia, con un propósito concreto. No hablamos entonces solamente de falaces, sino también de sofistas.

Sólo una ciudadanía entrenada, informada, consciente del embauque podrá dejar de ser mera retransmisora de falacias. Sólo una ciudadanía que reflexione 140 segundos antes de escribir 140 caracteres, que tenga idea de lo que es falaz y de lo que es embuste antes de compartirlo, evitará que nuestra política siga siendo un páramo de FALACES y SOFISTAS. Lampadia




De política, discursos y oportunismos

De política, discursos y oportunismos

Álvaro Díaz Castro, Abogado en Derecho de la Empresa y Minería
Para Lampadia

“¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”
Groucho Marx

Así suenan muchos de los mensajes políticos en el Perú, volviendo realidad la ironía que expresa el gran comediante Groucho Marx.

Dicen muchos padres de la patria, candidatos a puestos públicos, gobernantes de turno: “¿A quién va usted a creer? ¿A las estadísticas, a los informes técnico-económicos, al benchmarking elaborado por entidades multilaterales del mundo, o a mí?, ¿A la ciencia, la lógica, a la matemática o a mí?, insisten.

Se imaginan así mismos como si actuaran con decisión y valentía al presentarse con expresión seria y actitud firme para sustentar propuestas que, por lo general, son descabelladas, además de dañinas en el corto, mediano y largo plazo para la mayoría de los peruanos. Ideas y sustentos que pretenden negar lo que la evidencia muestra, en insistir en aquello que está probado no funciona en lugar alguno sea país, estado o región.

Por ejemplo, aunque se conoce con certeza que en la década 2001 – 2011 se haya acumulado más de un 70% de crecimiento económico, debe señalarse que ello fue impulsado por el dinamismo de exportaciones (minera, industrial y agroexportadora) y a su vez activado el motor del dinamismo económico interno, iniciándose un verdadero proceso de inclusión (más que en cualquier otra época republicana del Perú), lo cual parece intrascendente para tales ojos.

Las noticias internacionales al respecto eran como la siguiente: “La economía de Perú fue la de mejor desempeño relativo en América Latina con un incremento promedio de seis por ciento entre los años 2001 y 2011, destacó la consultora Ecolatina de Buenos Aires… Perú no sólo fue el país que más creció de Sudamérica, sino el que enfrentó una menor inflación conformando un milagro económico…” (RPP – 12 de agosto del 2012 – Informe de Ecolatina)

En el otro carril, también están los que opinan en tonos triunfalistas; dicen que no importa Conga, que ya tuvimos suficiente de la minería, que no significa nada descender varios puestos en el ranking del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), del Doing Business (haciendo negocios) o del Instituto Fraser. Que el Perú podía prosperar ignorando tales análisis y advertencias, que la exuberante, enredada y mal aplicada normatividad peruana no impactará al afamado “caso Perú”. Así, afirman alegremente que las inversiones extranjeras tendrán como primera elección a nuestras tierras Incas, haciendo una extraña interpretación que contradice todas las luces rojas y alarmas que consignan las evaluaciones internacionales.

A estas personas les resulta complicado detenerse a meditar el por qué en todo país, que tenga un Índice de Desarrollo Humano alto (como aún no es nuestro querido Perú), se fortalece la democracia y gobernabilidad centrada en la institucionalidad, el estado de derecho y el “enforcement” (respaldo efectivo para la aplicación de las normas), y no sólo en recurrir a las formas y normas (en nuestro país cada vez más enredadas o intrascendentes dado que se aplican y se aplican mal sólo al pequeño sector formal existente).   Prefieren ignorar que, si bien es importante, no es suficiente la buena campaña “Marca Perú” y el “Perú Day” en la Bolsa de Nueva York y de Londres, se debe aplicar en la realidad todo lo que allí se dice, que se cree en el mercado, en la predictibilidad y respeto de las normas, en la no discriminación, en la innovación y desarrollo, en el emprendimiento y la formalidad.

El citado sostenido crecimiento económico entre el 2001 y 2011 conllevó la reducción de la pobreza del 54.8% al 27.8%, y la pobreza extrema de 24.4% al 6.3% en el mismo periodo, con una reducción importante del índice GINI (la diferencia entre los que más ganan y los que menos ganan). No podemos negarlo ni dejar que otros lo desconozcan como el mejor antecedente de desarrollo y oportunidades para todos en Perú.

Pero tampoco es bueno no ser críticos y reconocer que, con mejores políticas y menos estigmas a la inversión nacional y extranjera, hubiera sido posible optimizar más los beneficios para el país y sus familias en ese periodo, y no estar ahora en el freno de estos últimos siete a ocho años.

SUNAT, SUNAFIL, OEFA y muchas otras entidades deben dejar de ver, en muchos casos ocurre, como enemigo y con presunción de culpabilidad a toda empresa. No puede darse el discurso hacia afuera que en Perú se está promoviendo la inversión y simplificando los procesos cuando ocurre lo diametralmente opuesto. El BCR explicó que en cortos siete años aumentó en más de quinientos por ciento la legislación para el sector minero, y ello no ha parado a la fecha.

Las enormes deficiencias en infraestructura (sobrepasando los US $ 80,000 millones de necesaria inversión), la baja credibilidad en el poder judicial, congreso y policía, el estigma que pesa sobre la clase empresarial a todo nivel, la bajísima calidad educativa, la carencia de incentivos para promover la investigación y el desarrollo, la inseguridad jurídica, la desnutrición real (no sólo la que se mide hasta los cuatro años y se cree combatir con vasos de leche) y los servicios de salud saturados cuando no inexistentes, representa un panorama complicado para las mejores intenciones del gobierno. Las cifras indican que estaremos en un aproximado 4% de crecimiento anual. Deberíamos proyectarnos cuando menos al 7% y aún a varios puntos encima. Tener los fondos no garantiza el éxito de un país, pero bien administrados lo facilita en gran medida.  De allí viene que la administración y ejecución de los mismos sea eficiente, adecuada, debidamente priorizada.

Por ello, es indispensable basar las decisiones de Estado y de gobierno en el sudor de lo acreditado, probado o investigado y no en discursos trasnochados o populistas, cumplir con lo establecido y no generar tantas interpretaciones auténticas según se quiera aparentar frente a las tribunas, apuntar a futuro aún con medidas que probablemente no den réditos inmediatos. Actuar pisando suelo, pero mirando bien alto, haría que seamos la consecuencia positiva de nuestros actos y decisiones y evitar seguir perdiendo el tren de oportunidades o desembarcarnos en el medio del camino.

Julio Luque (presidente de IPAE) nos recuerda el estudio de McKinsey Global Institute: “…nada más importante para un país que la productividad, ya que esta determina su capacidad de competir con otros países y al mismo tiempo define el nivel de ingresos de sus ciudadanos”.

En tal entorno, creo que podemos responderle a Groucho Marx que sí. Que vamos a creer en nuestros ojos de un Estado técnico y desburocratizado, en los brazos de la justicia y de una policía instruidas y amables como justas y firmes, en empresarios éticos y responsables, en un cambio del slogan cepalino de “consuma lo que el Perú produce” por el “produzca lo que el Perú y el mundo consume”, en un avalar las ventajas competitivas que Dios regaló y nuestros antepasados conocieron y en hacerle caso a Raimondi que en sus largas caminatas nos pidió y repitió: “… dar a conocer el Perú a los peruanos, sobre todo a los jóvenes, hacerles comprender sus riquezas naturales tan variadas”. Con tal afán hacía un llamado a la juventud en su obra El Perú, diciendo: «Jóvenes, os pido vuestro concurso, ¡ayudadme! Dad tregua a la política y consagraos a conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene». ¡Qué vigentes sigue su invocación hoy día! (1)

Probablemente pronto escucharemos ¿a quién va usted a creer a Raimondi o a mí? Lampadia

  1. Raimondi estudio la geología (minerales) así como investigó diversos recursos, representados en sus colecciones: 708 ejemplares de rocas; 2,000 ejemplares de fósiles; 20,000 ejemplares de plantas; 500 ejemplares de semilla, cortezas, gomas, resinas, cascarillas y maderas; 2,000 ejemplares de moluscos; 4,000 ejemplares de insectos; 1,265 ejemplares de aves: 72 ejemplares de cráneos y 300 ejemplares de estudios etnográficos.