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La crisis de corrupción requiere rigor y tranquilidad

El 19 de enero pasado publicamos nuestro Editorial sobre la crisis desatada por la corrupción política y empresarial de Lula y sus empresas constructoras en el Perú: ‘Decisión y firmeza en el combate de la corrupción – A grandes males, grandes remedios (sin matar al paciente)’. Dijimos:

Esto configura una situación muy difícil de manejar. Hay que separar la paja del trigo y, para ello, se necesita enfrentar esta crisis con mucha seriedad, sin cacería de brujas, que nos pueda llevar a apuntar a elementos ‘distractivos’ o ‘scape goats’, en lugar de los peces gordos.

En nuestra opinión, en vez de jugar a la ‘gallinita ciega’, una delicia para los medios irresponsables, debemos empezar a tomar medidas drásticas alrededor de la mata de corrupción, por ejemplo: por necesidad moral de la República, el gobierno debe intervenir las empresas brasileñas involucradas en la acusación del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que ha singularizado a corruptos y corruptores.

Esperamos que el gobierno actué con firmeza y rigor, que muestre a la ciudadanía un compromiso absoluto de llegar a las últimas consecuencias. ¿Qué mejor manera de hacerlo, que vigilando la gestión de dichas empresas desde adentro? Cuidando así de evitar daños colaterales, pero evitando también que todas las acciones de las empresas estén dirigidas a cautelar el mejor interés nacional, y no a salvaguardar los intereses de los corruptos.

De esta manera se puede dejar el tiempo y espacio para que los procesos judiciales, que deben ser lo más sumarios posibles, puedan ejercerse con seriedad.

Parece que nuestra propuesta de intervenir las empresas involucradas en el escándalo no ha sido entendida por el gobierno. Veamos:

· Hay una confesión de parte de Odebrecht en una corte de justicia de EEUU, en la que reconoce el uso de coimas en proyectos específicos

· Esta declaración de culpa y de malos manejos en el Perú ha sido confirmada en los procesos judiciales llevados a cabo en Brasil

· Ya no hay que confirmar si hubo delito o no. Estos han sido declarados por Odebrecht.

· En todos los procesos, Odebrecht ha aceptado otorgar compensaciones económicas por los daños causados.

· Mientras se determinan todos los detalles de los delitos y se establecen las compensaciones, multas y cargos de toda naturaleza, es menester cuidar las fuentes de los recursos que deberá recibir el Estado y no enterarnos, como hoy, que Odebrecht envió maquinaria a Brasil.

· Las fuentes de recursos a cautelar son los activos físicos y los recursos financieros de las empresas y los proyectos operados por Odebrecht.

· ¿Cómo se cautelan recursos en una situación así?
– ¿Haciendo embargos preventivos que pueden destruir la fuente de recursos?
– ¿Cerrando las empresas y paralizando los proyectos?

· ¡NO!

· La mejor manera de cautelar los intereses del Perú es tener la capacidad de controlar los activos y recursos financieros vinculados al tema.

· Para ello, si además se requiere cuidar la continuidad de las operaciones y proyectos mientras se vayan desarrollando las acciones finales, y dar tiempo al poder judicial para separar la paja del trigo y encausar a los verdaderos responsables, lo mejor es intervenir las empresas y proyectos.

· Esto significa, poner un interventor en cada empresa y proyecto de Odebrecht, con poderes especiales para cautelar los intereses del país.

· Dada la autoincriminación de Odebrecht, se debe poder articular los sustentos jurídicos para hacerlo o, incluso, negociar la presencia de interventores con el propio Odebrecht, puesto que la figura es mejor que embargos o paralizaciones descontroladas.

· Esta medida permitiría mostrar una acción decidida y sólida a la ciudadanía por parte del gobierno para enfrentar esta tremenda crisis.

Hoy coexisten en el Perú múltiples crisis. La inversión privada sigue cayendo. La economía, más allá de las colas del aporte minero, y la demanda interna, dejan mucho que desear. La conflictividad (política) social está atrapando al actual gobierno, como lo hizo con los anteriores. La corrupción de Lula y sus empresas en la política y la economía peruana ha creado una crisis de credibilidad en todas las esferas del país. La popularidad del gobierno está en picada y la economía global se debilitará por acción del ominoso Trump.

Hay que decirles a los vicepresidentes de PPK que se dejen de jugar a la pequeña política, a sus parlamentarios que sean más responsables, y al propio PPK, que estamos jugando con fuego en medio de una situación explosiva. Les toca a ellos romper la inercia de la confrontación. Hoy se requiere de la unión y sentido de propósito de todos los peruanos de buena voluntad. Esperemos que así sea. Lampadia

 




Brasil inicia un largo camino de catarsis

‘El país del futuro’ ha tenido que registrar en sus fichas de historia otra postergación del gran futuro que le espera desde hace mucho tiempo, al haber caído en dos crisis simultaneas, una económica con una recesión no vista desde 1930 y, otra política, con el descrédito de toda la clase política y buena parte de la empresarial, bajo el liderazgo del partido izquierdista más importante de todo Latinoamérica, el famoso y soberbio Partido de los Trabajadores (PT) que el 2003 llevó a su mentor, Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil en su cuarto intento.

En nuestra opinión, más allá de las situaciones difíciles y costosas que encierran estas crisis, el mayor drama del Brasil es haber perdido su mejor oportunidad de consolidarse como un país desarrollado. Los tres lustros iniciales del siglo XXI fueron, para muchos países emergentes, el escenario más propicio para dar un sólido salto económico y social hacia delante. Ver en Lampadia: ¡Fora Dilma!.

La oportunidad de Brasil fue excepcional, pero no fue el único que la malogró en la región. Casos muy parecidos, con distintos énfasis y ritmos de reversión, los tenemos en Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia. Los países que mejor aprovecharon esta gran oportunidad son los de la Alianza del Pacífico, México, Colombia, Chile y el Perú, que después de sus reformas de los años 90, estuvo listo para transformar las oportunidades en realizaciones. Veamos el reporte de The Economist sobre la situación de nuestro inmenso vecino.  

Brasil: La gran traición

Dilma Rousseff ha decepcionado a su país.

Pero también lo ha hecho toda la clase política.

Publicado por The Economist

23 de Abril de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

El Congreso de Brasil ha sido testigo de algunas escenas extrañas en su historia. En 1963, un senador apuntó una pistola a su archi-enemigo y mató por error a otro senador. En 1998 un proyecto de ley fundamental falló cuando un congresista pulsó el botón equivocado en su dispositivo de voto electrónico.

Pero el espectáculo en la cámara baja de este 17 de abril sin duda cuenta entre las más bizarras. Uno por uno, 511 diputados tomaron el micrófono en un salón repleto de público y votaron por la destitución de la presidente, Dilma Rousseff. La moción para formular cargos contra Rousseff en el Senado fue aprobada por 367 votos a 137, con siete abstenciones. 

La votación se produce en medio de una situación desesperada para el país. Brasil está luchando con su peor contracción económica desde la década de 1930. Se espera que el PIB caiga en 9% desde el segundo trimestre de 2014, cuando se inició la recesión, hasta fines de este año. La inflación y la tasa de desempleo se encuentran en torno a 10%.

El fracaso no es sólo culpa Rousseff. Toda la clase política ha defraudado al país a través de una combinación de negligencia y corrupción. Los líderes de Brasil no van a recuperar el respeto de sus ciudadanos o superar los problemas de la economía a menos que haya una limpieza exhaustiva.

La votación del domingo no fue el fin de Rousseff, pero su salida está más cerca. Brasil no debería llorarla. La incompetencia en su primer mandato, 2011-2014, ha hecho que la difícil situación económica del país sea mucho peor. Su Partido de los Trabajadores (PT) es la fuerza motriz detrás de una gigantesca trama de soborno centrado en Petrobras, la petrolera controlada por el Estado, que canalizó el dinero de sus contratistas a políticos y partidos. Aunque Rousseff no se ha implicado personalmente en esta perversión, sí trató de proteger a su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, de la persecución.

Lo más alarmante es que gran parte de quienes están haciendo campaña por su destitución son peores que la presidente de muchas maneras. Si el Senado vota por  enjuiciarla, probablemente a mediados de mayo, Rousseff tendrá que hacerse a un lado hasta por 180 días. El vicepresidente, Michel Temer, de otro partido, se haría  cargo hasta el fin del mandato, si es que el Senado le quitar definitivamente el cargo. Temer puede proporcionar un alivio económico a corto plazo. Su Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) es más amigable con las empresas que el PT.

Pero el PMDB está también vinculado con los casos de corrupción. Uno de sus líderes es el presidente de la cámara baja, Eduardo Cunha, quien presidió el show del juicio político ha sido acusado por el Tribunal Supremo por aceptar sobornos del esquema de Petrobras. La mancha de corrupción se extiende a través de muchas partes de Brasil.

No hay manera rápidas de enderezar esto. Las raíces de la disfunción política de Brasil se remontan a la economía basada en la esclavitud del siglo XIX, a la dictadura del siglo XX y a un sistema electoral viciado que hace campañas ruinosamente caras y que protege a los políticos de rendir cuentas.

En cualquier otro país, un cóctel de declive económico y conflicto político podría inflamar conflictos mayores. Sin embargo, Brasil tiene asombrosas reservas de tolerancia. Divididos, como están, en torno a los errores y los aciertos del juicio político, los brasileños han mantenido su ira bajo control. Las últimas tres décadas sugieren que el país puede soportar una crisis sin recurrir a golpes o colapsos mayores.

El hecho de que el escándalo Petrobras haya atrapado a algunos de los más poderosos políticos y empresarios del país es una señal de que algunas instituciones, especialmente aquellas que hacen cumplir la ley, están madurando. Una de las razones por la que los políticos se encuentran en tal problema es que una nueva clase media, mejor educada y más asertiva, se negó a respaldar la impunidad.

Una forma de capturar este espíritu sería la celebración de nuevas elecciones. Un nuevo presidente podría tener un mandato para iniciar reformas que los gobiernos han eludido durante décadas. Los votantes también merecen una oportunidad para deshacerse de todo el Congreso infestado de corrupción. Sólo nuevos líderes y legisladores pueden llevar a cabo las reformas fundamentales que Brasil necesita, en particular, una reforma del sistema político propenso a la corrupción y al gasto público descontrolado.

Pero lo cierto es que el camino de la renovación a través de las urnas está plagado de obstáculos. Teniendo en cuenta el historial del Congreso, es poco probable que pase la enmienda constitucional necesaria para auto disolverse y realizar elecciones generales anticipadas. El tribunal electoral podría pedir una nueva votación presidencial, en razón de que el dinero del soborno de Petrobras habría ayudado a financiar la reelección de Rousseff y Temer en 2014. Pero es poco probable.

Por lo tanto, existe una alta posibilidad de que Brasil esté condenado a arrastrarse con la actual generación de desacreditados líderes. Pero sus electores no deben olvidar este momento. Porque, al final, tendrán la oportunidad de ir a las urnas, la cual deberán usar para votar por algo mejor.

Los siguientes gráficos publicados por The Economist el 18 de abril, ayudan a entender la situación del gigante sudamericano:

Lampadia