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“Debemos pensar en la historia que queremos que nuestros hijos conozcan”

Entrevista a Rolando Arellano
Por Antonella Cazorla Reye
Diario Correo, 8 de junio del 2023


El experto en marketing debuta en la literatura de ficción y nos presenta “El tesoro”, una publicación que muestra una imagen diferente de la historia de nuestro país.

Con una propuesta distinta, pero siempre enfocada en nuestra gente e historia, el especialista en marketing, Rolando Arellano, nos detalla una serie de sucesos reales que se mezclan con la ficción en su primera novela “El tesoro”, donde intenta responder a la pregunta: ¿Y si la historia del Perú no ha sido la que siempre hemos visto?

El texto narra la historia de un grupo de peruanos, entre ellos un migrante, un niño, un docente y otros personajes de diversas edades, quienes encuentran unos quipus que preservan la memoria de nuestro país, y con los que descubren “una historia del Perú muy distinta a la que recibimos en los colegios y les decimos a los niños”, comenta Arellano a Correo. “Es una historia mucho más positiva y llena de héroes poco reconocidos en la actual [historia]”, agrega.

¿Cómo se desarrolla la historia de nuestro país desde otra perspectiva? Se va a encontrar una historia distinta a la que siempre nos han contado. Por ejemplo, pregunto qué hubiese pasado si los españoles no nos hubiesen conquistado, una interrogante que siempre nos hacen en los colegios.

Y cuál es la respuesta…

En la novela conversamos con Francisco Pizarro, reencarnado en un profesor universitario que les dice [a sus alumnos] que imaginen que hubiese pasado si no hubiesen venido los españoles y fueran los ingleses quienes nos hubiesen conquistado. Les pregunta también si saben qué sucedió en la India, China o donde los ingleses estuvieron. Esas interrogantes vigentes hasta hoy se resuelven en la novela.

¿Crees que existen arraigos culturales negativos? A veces creemos que lo negativo es mucho más interesante o vende más que contar lo positivo. Y la razón de ser de este libro es contar todo lo real para después ponernos a discutirlo. No solo pretender seguir con las tradiciones como algunas veces hacen los historiadores.

¿Vivir de estas tradiciones no nos deja avanzar? Uno de los problemas que tenemos y por el cual muchos jóvenes quieren migrar es porque se nos cuenta siempre lo negativo de la historia. Reconocemos mucho nuestras derrotas y celebramos poco nuestros triunfos, pero debemos cambiarlo.

¿Sientes que hay poco orgullo a nuestra historia? Sí, y eso se manifiesta porque no sabemos o somos conscientes de lo bueno que tenemos, y eso parte de nuestra historia como país. Por ello, en “El tesoro”, unos jóvenes van descubriendo sucesos a través de unos quipus que revelan las huellas de una historia que saben que existe, pero no se cuenta.

¿Qué debemos hacer para conocer más sobre este otro lado de nuestra historia? Debemos empezar a pensar en la historia del Perú que queremos que nuestros hijos conozcan y recuerden. Estoy seguro de que sería completamente distinto si reconocemos las cosas que ganamos. Por ejemplo, recordar más la batalla de Tarapacá que sí ganamos con un gran héroe como lo fue Andrés Abelino Cáceres o conocer y celebrar más a doña Tomasa Tito Condemayta, precursora de la Independencia del Perú.

¿Qué pretende con la publicación de “El tesoro”? Que empecemos a dudar de todo lo que ya se nos ha contado, que empecemos a ver nuestra historia gloriosa. Sé que eso toma tiempo, pero empecemos a dudar sobre la historia para ver si es cierto o no. A diferencia de mis otros libros, esta novela pretende poner en evidencia que no vamos a cambiar como país si es que no cambiamos la mentalidad de los jóvenes, pues el futuro viene con ellos.




Vargas Llosa: El inmortal efímero

Por: Rolando Arellano 
El Comercio, 13 de Febrero del 2023

“Y siendo muy cosmopolita, es quizás el más peruano de los escritores”.

Bienvenido al grupo de los inmortales efímeros, le dice Daniel Rondeau, miembro de la Academia Francesa, al incorporar a la institución rectora del idioma galo a Mario Vargas Llosa. Con ese oxímoron (una eternidad breve o un fuego frío) mostraba que tal vez lo más estable en la vida del poeta de “La ciudad y los perros” han sido sus grandes cambios y contradicciones.

Cambios en su estilo, pues, siendo parte del ‘boom’ de la literatura latinoamericana, solo rozó el realismo mágico (ese de las estatuas que lloran, el mal de ojo y las mariposas amarillas), que identificaba al movimiento. Más bien, mientras otros, García Márquez en especial, se ciñeron solo a este, Vargas Llosa trascendió en estilo y continuó vigente hasta hoy.

Contradicción en su posición política, pues si otros intelectuales latinos defendieron toda la vida al Fidel de su juventud, el escribidor siguió la más usual evolución del homo sapiens, la del joven izquierdista que quiere repartir porque nada le ha costado, al adulto conservador que quiere defender el fruto de su trabajo. Ser castrista de joven y marqués monárquico de viejo le permitió conectar por más tiempo con la mayoría de sus coetáneos.

Contradictoria, efímera y permanente fue también su vocación política, que lo llevó a postular a la presidencia del Perú; al no ser elegido por una mayoría ciudadana a la que nunca entendió, declaró que dejaría esa “abyecta” carrera. A pesar de ello, continuó haciendo activismo, generándose más antipatías que amores con sus permanentes escritos y declaraciones sobre la política peruana.

Y, siendo muy cosmopolita, es quizás el más peruano de los escritores. Nadie ha escrito sobre temas tan variados del país, la Lima miraflorina, la política de los 60, la mangachería piurana, la sierra de Mayta, la selva del caucho o la vida de Flora Tristán en el siglo XIX. Y hasta en sus obras sobre Brasil o República Dominicana se sienten imágenes de aquí. Si en su discurso insinuó que en París había superado los límites de su peruanidad, los comentarios en la academia le recordaban insistentemente sus colores rojo y blanco.

Y entre otros contrastes, como ser un francófilo nacionalizado español y un muy serio académico ‘habitué’ de las revistas de chismes sociales, ¿qué mayor contraste, casi oxímoron, que ser proclamado un grande de la lengua francesa, nunca habiendo escrito en ese idioma?

Discutido, sí. Controversial, ciertamente. No siempre simpático, quizás. Pero, sin ninguna duda, este peruano remarcable y hoy reconocido de manera tan especial en Francia es un orgullo para el país

Pensándolo bien, más que su estilo de escritura, quizás su vida sea, ella sí, un caso claro de realismo mágico. Que tengan una gran semana.




“Uno escribe y pinta para que lo quieran, para estar menos solo”

Entrevista a: Eduardo Tokeshi
Perú21, 17 de Noviembre del 2022
Por: Mijail Palacios 

A los 62 años, ha publicado un primer libro. ‘Sanzu’ retrata episodios familiares entre dos orillas, la japonesa y la peruana. Perú21 entrevistó al artista Eduardo Tokeshi.

Era otoño. Él se atrevió a escribir una carta poblada solo por palabras, pese a que ya dibujaba. Vivía en una vivienda contigua a la bodega Tokeshi, en el Centro de Lima. El destino de la correspondencia era a pocas cuadras de su casa. Texto confeccionado en la vieja máquina de escribir Olivetti. Sirvieron las lecciones para aprender a escribir a máquina que llevó con su hermana. Escribía rápido, con los pulgares y el meñique. No era una carta de amor, pero tenía una motivación guiada por el amor.

Dice que “siempre” ha escrito. Ese “siempre” empezó en el año 79, a los 19, en aquella carta elaborada en la vieja máquina de escribir Olivetti. Y siguió escribiendo, en secreto, para él, hasta ahora que, con 62 años, ha publicado su primer libro. Sanzu (Penguin Random House) nació en la primera promoción de la maestría de Escritura Creativa de la Universidad Católica, donde retrata, en palabras e ilustraciones, episodios familiares de infancia entre dos orillas, la japonesa y la peruana. El artista visual –y escritor– Eduardo Tokeshi pronto expondrá los dibujos del libro, elaborados digitalmente y al óleo, en la librería La Rebelde de Barranco, la respuesta pictórica al relato.

Era otoño. Ella tenía una pollería en el Centro de Lima, a pocas cuadras del bazar Tokeshi. Recibió la carta inicial. Y continuaron con la correspondencia. “Eso es el arte, conmover a la gente, por ejemplo, para que se escriba una respuesta, una carta”, me dice.

-A los 58 años, ya eras un artista visual reconocido. ¿Por qué escribir?

Siempre he escrito y nunca he mostrado. Solo a partir del 2015, cuando yo tenía 55 años, empecé a escribir más seguido y en un formato que nunca pensé que me iba a servir, que era Instagram. Fue como un ejercicio de feedback, de conocer a la gente, de saber cómo…

-¿Tenías miedo de mostrar?

Por supuesto. Escribir es lo mío pero no es lo mío. Tengo muchos amigos escritores a quienes he hecho carátulas, ilustraciones, pero nunca me había atrevido a cruzar el charco para hacer eso. Respeto mucho a la gente que escribe porque son gente que trabaja un material tan cotidiano como es la palabra pero a la vez trabaja la imaginación, la parte creativa.

La obra.

-¿Estás de acuerdo con que el escritor debe dibujar y pintar con las palabras?

Es más, estoy empezando a dictar un seminario en la maestría de Escritura Creativa que se llama “Cómo pintar un libro” –o cómo escribir un cuadro (sonríe). ¿Los cuadros se escriben? Indudablemente–. Escribir se ha vuelto una especie de tiempo límite para saber cuándo debo pintar. Tengo tres etapas en la escritura. Una primera etapa en la que dibujaba y escribía, a los 19 años, hasta los 30 tal vez. Luego vino un silencio y en el año 2007 empiezo la etapa de escribir un blog. Siempre de manera anónima. Pero sí soy muy conchudo a la hora de pintar.

-En tus textos también noto que hay conchudez.

(Risas). Gracias. Quería lograr ese momento de frescura, de mirada infantil en muchos casos pero para contar, de pronto, cosas más duras como el silencio de mi padre. Después de ese periodo que fue 2007, hay otro periodo que entro a Facebook y comienzo a escribir cosas muy sueltas. El texto de la ballena (del libro) lo escribí en 2017, 2018 antes de la maestría.

-Me dices que empezaste a escribir por culpa del amor.

Claro. A veces la escritura, la pintura, la música son elementos muy atractivos. ‘Él escribe’, ‘él pinta’. Siempre creo que uno escribe y pinta para que lo quieran, para estar menos solo en el mundo.

-Es una confesión, Eduardo.

¿Sí? (Ríe). Uno hace cosas para quererse a sí mismo también.

-José Saramago dice que todo es autobiografía.

En la literatura existen diversos niveles de ocultamiento, desde la ciencia ficción hasta la autoficción. Y creo que, además, todo es una ficción. (Sanzu) son memorias de infancia, pero de pronto le mando el libro a mi hermano que vive en Tokio y él me llama y me dice: “He leído el libro, me ha emocionado mucho, pero déjame decirte que todo es mentira”. La infancia tiene una capacidad de niebla, de humo tan grande, tan grande, que es una infancia, de pronto, que ha funcionado como un teléfono malogrado.

Eduardo Tokeshi, autor del libro ‘Sanzu’. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO / EL COMERCIO).

-Pero sí ayudabas al abuelo en el bazar y, por ejemplo, te sabías todo sobre las prendas femeninas. ¿Por qué fuiste artista y no economista, como tu hermano, o por qué no fundaste un supermercado?

(Risas). De la tienda de ropa de mi padre y la bodega de mi abuelo saqué elementos que luego me servirían. Era una manera de vivir y la viví hasta los 30. Yo cerré el bazar en los 90 cuando mis padres se van al Japón. Cerré porque ya era pintor.

-Debiste mantener la tienda. Se dice que si eres artista, tienes que vivir de algo.

(Risas). Pero ya entendía que viviría de pintar, dibujar, de hacer ilustración. Del bazar me enseñó mucho el contacto con la gente. Saber mucho de broches de brasier es como saberse llaves de yudo (ríe), conocer la mecánica de la ropa interior femenina: el fustán, la enagua. Siempre cuento la historia de Steve Jobs metiéndose a clase de caligrafía y ocho años después diciéndoles a sus compañeros que están haciendo la MAC: “Esto no va, porque tiene fea letra, hagamos una bonita letra”.

-Y saber de ropa femenina te debe dar una sensibilidad estética.

Posiblemente. Los primeros trabajos que hice fueron con volumen. Hay muchas cosas que trabajo que han partido de cosas que yo no tengo nada que ver, como enseñar en una clínica psiquiátrica.

Eduardo Tokeshi, autor del libro ‘Sanzu’. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO / EL COMERCIO).

-¿Qué enseñabas?

Un taller de arte a los pacientes, y eso te da un mundo totalmente diferente.

-Y en el libro escribes que tuviste un tío con problemas mentales.

Que dicho sea de paso, será mi próximo proyecto, una novela gráfica sobre él. El mismo trato con los clientes de la tienda te da toda una psicología del vendedor.

-¿Cuánto de vendedor debe tener un escritor o un artista?

Lo suficiente como para que su obra enganche.

-Porque eso está sancionado: vender, ser vendedor en el arte está mal visto.

Vender es como una especie de mala palabra. Yo no creo en eso. Una de las experiencias más bonitas de mi vida ha sido que, de pronto, una persona me pida que le pinte algo que su esposa se había llevado en el divorcio, que era una obra mía, y terminé haciendo una mejor obra. Esa historia parece ordinaria, pero resulta que uno pinta también para llenar los vacíos. Vender un cuadro no es convertirme en un mercachifle o traicionarme, es entender que esto es un oficio de amor, de querer hacer las cosas.

Una de las ilustraciones de ‘Sanzu’.

-Dices que dibujar te salvó en la infancia. ¿Escribir te está salvando en la adultez?

(Ríe). Siento que la escritura es un giro, un golpe de timón, para darle otro rumbo a la existencia. Escribir tiene un poder que a veces la misma pintura no tiene. Este libro me ha servido para, de alguna manera, reestructurar ese pasado. Pero este libro no lo llegó a leer mi padre, porque falleció un mes antes, a los 95 años.

-¿Y tu madre sigue contigo?

Mi madre está viva y tiene 92.

-¿Y leyó el libro?

En algún se lo tengo que llevar. Está en un geriátrico. Pero ya ella no lee, vive en un mundo raro. Pero igual le estoy llevando el libro.

-¿Tu padre también vivía en un mundo raro?

Estuvo viviendo en un mundo raro. Mi papá era muy ahorrativo en el afecto. Que te agarre el brazo de pronto y te diga “está bien”, era como “ya pues, dame el Nobel” (ríe).

-¿Te dio esa señal?

Sí, muchas veces. Pero encontré un file donde estaban todos los recortes (periodísticos) que podía tener de su hijo (artista).

Eduardo Tokeshi, autor del libro ‘Sanzu’. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO / EL COMERCIO).

-En Sanzu trazas una hermosa escena con Bruce Lee donde dice: “Vacía tu mente, sé moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza, se convierte en la taza”. ¿Eres agua?

Uno tendría que ir por la vida siendo agua.

-¿En qué te has convertido?

En lo que me contiene.

AUTOFICHA:
– “Soy Eduardo Tokeshi Namizato. Tengo 62 años. Nací en Lima. Estudié Arquitectura, pero estuve tres años y fue suficiente. Ahí me metí a la escuela para estudiar Diseño Gráfico, lo que tampoco me gustó. Felizmente, estudié Pintura en la PUCP, en el 81″.

– “Tengo como 30 exposiciones individuales, un montón de colectivas. Felizmente, no tengo una contabilidad de cuántas obras he producido. Pero he hecho un montón de obras, soy un pintor muy rápido. Estoy pintando todo lo que no hice en los meses anteriores por el libro”.

– “Ahora pinto trípticos y hago grabados. Trabajé en la portada del nuevo disco (Haiku) de Oriente Trío, siempre me ha gustado la manera en que toca Joaquín Mariátegui, es un pintor de acuarelas; también he trabajado con Alejandro y Maria Laura. Para 2023, se viene una muestra en la galería Forum”.




Ulysses, anímese

Por: Mirko Lauer
La República 18 de Octubre del 2022

“Esta novela de Joyce es considerada un estupendo ejemplo de la manera en que una obra literaria puede consolidar la presencia de una nación ante el resto del mundo”.

Todavía está a tiempo de comenzar a leer Ulysses, de James Joyce, en su centenario. Es sabido que las 700+ páginas de la novela exigen un dominio muy seguro del inglés, pero las traducciones al castellano han venido aumentando, algunas muy solventes. La prosa es estupenda, pero intrincada, y toma tiempo llegar al célebre final de la obra.

En Internet hay un buen número de guías, ayudas y otras formas de orientación para leer Ulysses. Algunas aconsejan un determinado ritmo de lectura, otras resuelven los enigmas y oscuridades que narrador y personajes van encontrando mientras recorren Dublín, a lo largo del 16 de junio de 1904. Día del año que se sigue recordando como Bloomsday.

Leopoldo Bloom, un judío maduro medio asimilado a lo irlandés, y Stephen Dedalus, un joven profesor formado por la Irlanda de los jesuitas, son el tándem que se complementa en este relato. En torno de ellos varios cientos de personas forman un fascinante tapiz cuyo tramado es la maestría en el empleo del lenguaje.

La cantante Molly, poco convencida esposa de Bloom, es el tercer personaje en importancia, a pesar de que casi no aparece físicamente, sino en menciones, alusiones, unos cuantos diálogos. Pero de todo eso está hecha una presencia fundamental para el triángulo Odiseo-Penélope-Telémaco que estructura la novela.

Alguna vez Joyce dijo que su obra daría trabajo a los académicos por cientos de años. En su primer siglo la profecía se ha cumplido, con el estudio de Ulysses como un obligatorio rito de pasaje. El narrador Carlos Eduardo Zavaleta dictaba un interesante curso sobre el tema en la Universidad de San Marcos.

Esta novela de Joyce es considerada un estupendo ejemplo de la manera en que una obra literaria puede consolidar la presencia de una nación ante el resto del mundo. Ulysses, escrita por un exiliado voluntario (Trieste, Zúrich, París), es acaso la mejor proclama de la independencia de Irlanda frente al dominio colonial británico.

Hace un par de semanas comentamos aquí el reciente reader de Paolo de Lima y sus alumnos sobre la novela. Nueve acercamientos (UNMSM) es un muy buen pórtico para ingresar a la lectura de Ulysses, y acompañarse en ella. Los textos de Internet, más uno que otro diccionario, pueden hacer lo demás.




PERUANIDAD Y EL BICENTENARIO

PERUANIDAD Y EL BICENTENARIO

José Luis Sardón
Abogado especializado en Derecho Público
Ex magistrado del Tribunal Constitucional del Perú

Palabras pronunciadas el 2 de junio de 2022 en la Universidad Católica San Pablo de Arequipa.

Buenos días. Es muy grato para mí estar esta mañana aquí con ustedes, el Comité de Reflexión del Bicentenario de la Universidad Católica de San Pablo, para revisar el mensaje de Peruanidad, la gran obra de Víctor Andrés Belaunde. Agradezco la convocatoria del Pro-Rector Alonso Quintanilla Pérez-Wicht, querido amigo de toda la vida. Esta es la primera presentación que realizo luego de haber concluido mi gestión como magistrado del Tribunal Constitucional. Por tanto, para mí, tiene un significado muy especial.

Esta convocatoria me permite reencontrarme con uno de los pensadores que más me impresionaron en mi juventud, Víctor Andrés Belaunde. Testimonio de ello es la semblanza que escribí sobre él en 1983, publicada originalmente en la revista Debate, con ocasión del centenario de su nacimiento. Ese texto apareció luego como prólogo de una edición de bolsillo de La Realidad Nacional y en la edición de Peruanidad que integra sus Obras Completas, a continuación de otros textos introductorios de Aurelio Miró Quesada Sosa, Raúl Ferrero Rebagliati y José Agustín de la Puente Candamo.

Ciertamente, Víctor Andrés Belaunde consideraba que Peruanidad era su libro más importante. A diferencia de Meditaciones Peruanas y La Realidad Nacional, lo concibió como un tratado, es decir, como una obra orgánica. Seguramente, ello tuvo que ver con la edad que había alcanzado cuando lo escribió. En 1942, estaba a punto de cumplir 60 años. Entonces, había llegado la hora de presentar sistemáticamente las ideas que tanto había madurado. Habiendo nacido al final de la Guerra del Pacífico, el Perú había ocupado el lugar central de sus preocupaciones intelectuales.

A mi modo de ver, el mensaje de Peruanidad es hoy más relevante que nunca. Al conmemorar el bicentenario de nuestra independencia, presenciamos el encumbramiento de un mensaje radical, cargado de un gran poder destructivo. No somos el único país donde ocurre ello. Incluso Chile —luego de 30 años de un notable progreso económico—, compró ese mismo mensaje el 2019, embarcándose luego en un proceso constituyente perfectamente disparatado. Si no corrige pronto ese rumbo, estará condenado a repetir las tristes historias de Cuba y Venezuela.

El mensaje radical al que me refiero es, para llamarlo por su nombre, el marxismo. Víctor Andrés Belaunde siempre tuvo claro que él constituía el mayor peligro que enfrentamos los peruanos como nación. Disfrazado de ciencia social, en realidad, el marxismo es una religión de contrabando. Como explicó Karl Popper, sus hipótesis no son falseables; siempre tiene un as bajo la manga. Por tanto, a pesar de las evidencias, a nivel mundial y regional, de que solo termina generando frustración, pobreza y desesperanza, mantiene el atractivo emocional que deriva de su peculiar escatología, de seguir ofreciendo recrear el Paraíso terrenal.

El meollo del marxismo es su teoría del valor del trabajo. Según esta, el valor económico de los bienes y servicios depende del input de trabajo que requiere su producción. Ocurre, sin embargo, que la producción es solo una parte de la actividad económica; la otra es el intercambio. Para desarrollarse adecuadamente, en realidad, la producción debe estar orientada al intercambio. Ello implica que el valor de los bienes y servicios derive no tanto del trabajo que requiere su producción sino de la escasez relativa que tengan en el mercado. Radica en cuánto la gente está dispuesta a pagar por ellos.

El marxismo desconoce la institución social por excelencia que es el mercado, y postula al socialismo y al comunismo como modos de producción.

  • Para establecerlos, propone destruir la institución económica fundamental en la que se apoyan los mercados, el derecho de propiedad.
  • El marxismo cultural, peor aún, busca anular también la institución social fundamental correspondiente, la familia.

Al destruir la propiedad y la familia, solo queda en pie el Estado en manos de lo que Mancur Olson llamaría una pandilla de bandidos estacionarios.

En el socialismo y el comunismo, los precios derivan no de los millones de intercambios voluntarios que configuran una economía de mercado sino de la decisión arbitraria de un puñado de burócratas. Más temprano que tarde, ellos dictarán los precios por consideraciones políticas, buscando solo el aplauso fácil de la población. Por ello, en el Siglo XX, todos los intentos por establecer estos modos de producción fracasaron estruendosamente, sea en la Unión Soviética, en la República Popular China o en los países de Europa del Este.

En Peruanidad, Víctor Andrés Belaunde contrapuso a las falacias marxistas una comprensión cabal de nuestro proceso histórico, explicando los logros alcanzados e indicando las tareas pendientes. En la segunda edición de Peruanidad, de 1957, preparó un resumen de tres páginas, a manera de conclusión. Asimismo, en 1966, en el último libro que escribió poco antes de morir, para la colección Perú Vivo, preparada por Juan Mejía Baca, elaboró otro resumen aún más escueto. Allí dijo lo siguiente:

El Perú ha sabido mantener, mejor que otros países de América, su unidad política, no obstante la incoherencia geográfica y los diversos estratos raciales. Nuestra unidad es el milagro de la continuidad histórica. No basta mantener la Unidad Política, necesitamos sobre todo conservar y afirmar nuestra Unidad Espiritual. Hemos recordado que el Perú presenta un caso admirable de transculturación. En el Perú se unen la cultura autóctona y la cultura hispánica, no en forma de yuxtaposición o de simple mezcla indiferenciada, sino en forma de una verdadera síntesis por compenetración y por asunción. A la respuesta al medio físico y a las mejoras económicas realizadas, hay que agregar la afirmación de los valores espirituales de las dos culturas y que, en unidad, aseguran la realización de nuestro destino. El Perú es una síntesis viviente comenzada pero no concluida. Nuestro porvenir exige proseguir, completar y perfeccionar esa síntesis. Ello dará un sentido primaveral a nuestra historia.

Además, agregó palabras que hoy resultan más pertinentes que nunca. Víctor Andrés dijo:

Han aparecido peligrosas tendencias de desintegración de nuestra Unidad Espiritual al oponerse dialécticamente el elemento indígena y la cultura hispánica, con olvido de que el Perú es hoy, como lo prueban las estadísticas, un país mestizo.

En la conciencia nacional debemos destacar con orgullo nuestra herencia autóctona milenaria que culmina en el Incario y los aportes del Cristianismo a través de la cultura hispánica. La inconveniente e infundada posición racista adquiere un coeficiente de máxima peligrosidad, si está alentada por diferentes concepciones de la vida. Ya desde 1942 denuncie que el racismo podía quedar agravado por el materialismo histórico. Por una sanción inmanente, la amputación de lo propio puede traer la consecuencia del triste sometimiento a lo extraño.

Peruanidad contiene, pues, una severa advertencia para nosotros, los peruanos del bicentenario. Felicito, por ello, a los organizadores de esta reunión. En los 80 años transcurridos desde que Víctor Andrés Belaunde escribiera Peruanidad el país ha podido sucumbir más de una vez a lo que él llamo la desviación radical. Una y otra vez, hemos esquivado ese riesgo, haciendo nuestro el mensaje de unidad y continuidad de Peruanidad. Empero, habiéndose renovado la tentación radical, debemos transmitir a las nuevas generaciones la perspectiva seria y ponderada que tanto brilla en esta obra.

Muchas gracias.

Lampadia




“El Perú está yendo al desarrollo inconteniblemente”

“El Perú está yendo al desarrollo inconteniblemente”

Fernando de Szyszlo Valdelomar es un humanista, en el sentido renacentista del término.  Es un deslumbrante artista plástico. Pintor y escultor notable, pero también un hombre interesado en la arquitectura (carrera que estudió unos años en la UNI), las ciencias (su padre fue físico), la literatura (su madre era hermana de Abraham Valdelomar) y en la política (participó activamente en el Movimiento Libertad). Por su trayectoria, la lucidez de su pensamiento, desprendimiento y profundo amor por el Perú se ha convertido, sin proponérselo, en la reserva moral del país. Don Fernando, tuvo la gentileza de brindarnos esta entrevista en la que confiesa el enorme optimismo que le despierta el actual rumbo que vive el país y señala las preocupaciones que le causa el curso de nuestra política. A los jóvenes les deja un mensaje: fe en el destino del Perú y trabajo. “El trabajo es la prueba del talento”, señala.

Don Fernando, muchas gracias por recibirnos y conversar con nosotros.

¿Por qué hemos retrocedido a esta guerra de todos contra todos? Parecemos un país en crisis cuando estamos en uno de los mejores momentos de nuestra historia. ¿Qué cree usted que está pasando?

Desgraciadamente lo que más se extraña es capacidades de gobierno. No hay gente preparada. Fuera de Nadine, la esposa del presidente, yo no veo ahí [en Palacio] a nadie que esté realmente en capacidad de gobernar. Unos son demasiado violentos y otros son demasiado adulones, pero no hay, en realidad, no hay capacidad de gobernar ahí. Eso falta y la gente lo siente, seguramente.

Y eso se extiende al Congreso, ¿no?

Bueno, el Congreso es una tragedia. Realmente aquí el Congreso, seguramente tiene que ver el que no haya cámara de senadores, (…) [es] tan liviano… La mayoría de los congresistas dan la impresión que han comprado las sillas para hacer su propio programa.

¿Cómo compara usted a los políticos de hoy con los políticos de ayer? ¿Hay algunos modelos que debemos rescatar?

Sin duda, tantos. Yo creo que había personas tan decentes… No actuaban por interés sino por convicción y, eso es lo que más siento que falta: El doctor [Raúl] Porras o, ¿cómo se llamaba del PPC? El doctor [Luis] Alayza era formidable, Mario Polar era formidable. [Roberto] Ramírez del Villar. Eran gente de primera clase. Aún Javier Diez Canseco era una persona decente. Él no estaba por interés, actuaba por convicción y siempre fue derecho en lo que él creía. Eso extrañamos, realmente… en esta época. ¿No?

Exactamente, ¿por qué tantos dirigentes políticos peruanos, siguen vendiéndonos lo que Moisés Naím llama, “las ideas muertas”?

(…) Bueno… eso es [por] falta de cultura, falta de educación… Es falta de cultura. El historiador mexicano [Enrique] Krause que publica “Letras Libres”, una revista… dice que: “el último marxista en el planeta, seguramente va a ser alumno de una universidad latinoamericana”. Porque, realmente, están fuera de contexto… Cuando usted oye a esa gente de extrema izquierda, realmente se da cuenta que no tiene ninguna relación con la realidad, que viven en un mundo de ideas muertas, de ideas obsoletas.

No hemos logrado consensos sociales sobre las políticas fundamentales de desarrollo del país, porque esta discusión mantiene abierto todo.

Exacto y, en realidad, vivimos un momento importante. Vivimos un momento en el que vamos a dar ya el salto definitivo al desarrollo y todavía hay unos idiotas que nos siguen tratando de jalar hacia atrás (realiza un gesto con las manos como si estuviera jalando una cuerda), de crear disensión, de crear pequeñas dificultades, de crear trabas, de crear burocracias absurdas.

Claro, ni siquiera hemos logrado de alguna manera, decía alguien el otro día, en el seminario que hizo la Fundación de la Libertad (…) que en España habían logrado un consenso sobre el valor de la empresa en el país [legitimación social de la empresa]. Aquí con esta discusión política, de estas ideas de antaño, ni siquiera eso se puede consensuar. ¿Qué debemos hacer? ¿En qué debemos invertir?

Es que lo que falta es amor al destino de este grupo humano [de los peruanos], ¿no es cierto? Porque todo el mundo… [actúa para] sacar ventajas… Todo el mundo habla, pero nadie hace nada [contra] la corrupción. [La corrupción] está ahí alrededor nuestro. Que los diputados… [sean] los reyes de la corrupción, no puede ser.

¿Y qué podemos hacer para llamar de nuevo a la mejor gente a la política?

Difícil decirlo… encontrar gente ideal… Hay, porque la gente que estaba en el Movimiento Libertad era una gente bien intencionada. Lo que querían era hacer progresar a este país y eso fue un sueño. Un sueño que quisimos soñar todos nosotros junto a Mario Vargas Llosa. Sin duda, la campaña de Mario cambió este país. Fujimori no hizo nada. Fujimori lo único que hizo es robarse ideas, meterlas en un paquete y después comenzar a robar como loco. Pero lo que cambió a este país fue la campaña de Mario, que volvió a dar la batalla contra las nacionalizaciones, contra lo absurdo de [pensar al] Estado [como] creador de empresas, etc. Yo creo que fue un momento gravísimo para el Perú [comienzos de los noventa]…

Claro, fue una especie de prueba de la fuerza de las ideas para generar cambios.

Sin duda, sin duda.

Por eso es importante pelear por las ideas. Dar una batalla de ideas. ¿Cree usted que en el Perú se está dando una batalla de ideas ¿Cómo debiera darse?

No se está dando, desgraciadamente… Yo creo que la gente se mueve por intereses, no por convicciones, no por ideas.  Esa es una tara que tenemos que vencer si queremos llegar al desarrollo. Tenemos que vencer esa tara.

Usted ya ha reconocido la existencia de esta nueva clase media peruana. ¿Cree que pueda ayudar a contrarrestar la debilidad de la política en el país?

Yo creo que va a cambiar completamente la política en el país. Porque esa gente que ha descubierto las posibilidades de la pequeña empresa, de la mediana empresa, nunca va a votar por Fujimori o por los corruptos o por los marxistas que quieren ordenarnos la vida de una manera totalmente irreal. Está demostrado que los secretarios comunistas en Rusia no cambiaron un ápice a su sociedad.

Si pues, en Lampadia propusimos, cuando estuvo acá [en Lima], [la congresista venezolana] María Corina Machado, que la nombráramos: “Diputada honoraria de América Latina.”

Linda

¿Qué le parece esa idea?

Linda. Me parece buenísima [la idea] porque ha demostrado un coraje, una convicción y una fuerza espiritual para haber regresado [a Venezuela dónde fue desaforada y acusada de traición a la Patria]. Me parece muy bien que ese par de diputados respetables [peruanos] fueran con ella [a Venezuela].

Sí.

Porque [la] apoyaron realmente.

¿Hacia dónde cree que está yendo el Perú, don Fernando?

Yo creo que está yendo al desarrollo inconteniblemente. Que todos estos obstáculos son pasajeros y deleznables. Si alguien se pone ahora hacer las cosas bien desaparece todos esos obstáculos. Ahora, me da mucha pena que la oportunidad [que tuvo] Humala se haya perdido. Yo no voté por Humala, pero me da pena. Había una oportunidad ahí. La hoja de ruta yo no creí que iba a seguirla y, sin duda, lo ha hecho. Creo que eso se le debemos agradecer a Nadine, a Nadine Heredia. Pero como hablábamos hace un instante, yo creo que Nadine Heredia es una de las pocas personas del entorno de gobierno que tiene cabeza, que tiene sensibilidad y que tiene agudeza mental. Claro, la adulación la ha ido cubriendo y cubriendo. Primero le han hecho pensar en que podía ser presidenta el 2016 y no han cesado en rebajarla, en bajarle el nivel. Ella es una mujer joven, se ha dejado un poco vencer por esa marea de adulación. Y como decíamos antes, es un gobierno muy difícil porque la izquierda se lo quiere tirar. Con el pretexto de tirarse al [Ministro de Economía, Luis Miguel] Castilla y hacer un paquete con Nadine, la izquierda extrema se quiere tirar la política económica del gobierno. Eso sí que sería un paso muy grave. Estoy seguro que no va a pasar, que el presidente Humala va a tener la fuerza para darse cuenta como están las cosas y cuáles son los riesgos.

Hay mucha gente que no se da cuenta que terminan actuando como tontos útiles en este proceso.

Sin duda. Quizás con buena voluntad, pero tirarse a Castilla es tirarse a la política económica del gobierno. En este momento no hay opción, tenemos que seguir apoyando ahí para que esto se mantenga.

Una observación de un tipo más filosófico, que débil es el ser humano cuando tiene poder.

Corrompe su capacidad de hacer cosas. Tener la seguridad de que uno es poderoso no lo hace mejor, lo hace trastabillar, lo hace enredarse en su propia vanidad.

¿Qué libros han influido más sobre usted don Fernando?

Son muchos…

Deben ser tantos, pero si nos puede mencionar algunos.

Qué tendría que decirle… mi autor, él que he leído toda mi vida, con el que he crecido leyendo es Proust… Una vez, Sebastián Salazar Bondy, hace mil años, entró a mi casa y entró al dormitorio y vio un tomo de “En Busca del Tiempo Perdido” y dijo: “¿Todavía estás leyendo a Proust?” Y no he cesado. Bueno, eso tiene que ver con mi manera de comprender al ser humano, no hay ideología ahí, sino simplemente la introspección, procesa el genio. Es decir, algún crítico decía… “a los personajes de Proust los conocemos mejor que a nuestros padres, que a nuestros hermanos, que a nuestras amantes”… [Otro, André] Malraux, no solamente como novelista, sino como ser humano, como historiador del arte… La poesía me ha influido mucho, me ha formado.

Es para felicitarlo, el optimismo que usted tiene comparado con la frustración que tuvo Stefan Zweig antes de suicidarse en Petrópolis.

Claro sin duda, yo siempre lo digo, ¿Qué pasó? ¿En qué momento, de repente, se abrió una luz al fondo del túnel y pasamos? No solamente yo [me digo esto]. Muchos peruanos de ser pesimistas, resignados a una condición, ¿cómo decirte?, como decir… de segunda clase, [pasamos] a tener optimismo y a pensar que sí se puede, que sí podemos hacer de esto el país que habíamos soñado. [El país] que [César] Vallejo había soñado.

Y sobre el Perú, ¿qué libros le han ayudado a conocer y a sentir el Perú?

¿Qué libros? los de [José María] Arguedas, a quien quería mucho y fue un amigo de toda la vida. Bueno… está la poesía. Y claro, Mario Vargas Llosa. Esos tres libros de Mario, del primer Mario que abren las ventanas hacia el Perú, ¿no es cierto? La Ciudad y los Perros, La Casa Verde y Conversaciones en la Catedral. No es que no haya escrito otros, [todos] son libros maravillosos, pero estos son fundamentales para un peruano… ¿Qué otros? La poesía. Soy un lector de poesía. De la poesía de [Emilio Adolfo] Westphalen, de Javier Sologuren, de [Jorge Eduardo] Eielson, de Blanca Varela. Todos ellos me han enriquecido, me han abierto puertas, me han dado ideas. Mi pintura siempre ha estado vinculada a esa [poesía], siempre.

¿Qué peruanos debiéramos reconocer?

Terrible pregunta porque hay muchos, muchos poetas, muchas personas que han hecho mucho por el Perú y que están relegadas. Es decir, se mueren y desaparecen. Westphalen, que era un poeta extraordinario. [Es autor] de las mejores poesías de amor que se han escrito para mi gusto. O Javier Sologuren. Pero hay tantos peruanos… El doctor [Jorge] Basadre… Se me ocurren tantas gentes. El doctor [Raúl] Porras, tantas personas valiosas…

¿Qué mensaje le daría usted a la juventud? Hay muchos jóvenes que siguen Lampadia, ¿qué le diría a los jóvenes peruanos?

Yo les diría primero que tengan fe en el destino de este grupo humano. Y, segundo, que para poder lograr [lo que se proponen] se necesita trabajar, no se necesita hablar. Yo cuando vivía en París, me di cuenta que seguramente para mi pintura lo mejor hubiera sido quedarme en París para siempre, ¿no es cierto? Pero siempre sentí ese reclamo, esa sensación de tener que hacer algo por este grupo. Y eso es lo que se necesita, que los jóvenes tengan fe, pero trabajo sobre todo. Yo creo en el trabajo. El trabajo es la prueba del talento. El trabajo es la vocación. Eso, se necesita: Vocación y amor a nuestro destino.