1

¿Controlar las máquinas con el pensamiento?

¿Controlar las máquinas con el pensamiento?

El mundo está cambiando y cada vez dependemos más de la tecnología, que está avanzando a pasos agigantados. La interfaz cerebro-computadora es una de las áreas más importantes para el desarrollo de estos avances, aunque se cuestiona su poder, y la amenaza que podría presentar en el futuro. 

Desde que los neurocientíficos e ingenieros comenzaron a trabajar en interfaces para conectar nuestros cerebros a las máquinas, las personas han estado pensando en formas extrañas y maravillosas de utilizar la tecnología. ¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar los canales de televisión simplemente pensando en nuestro programa favorito? ¿O conducir un automóvil con el poder de nuestras mentes? Pero incluso con la mejor tecnología emergente, existen riesgos de conectar nuestras mentes con las máquinas.

La ciencia médica está creando opciones reales donde se podrán usar máquinas operadas por la mente, empezando por las personas que están paralizadas o que han perdido extremidades. El año pasado, una mujer paralizada tenía un pequeño sensor implantado en el lado izquierdo de su cerebro que le permitía controlar el equivalente de un mouse Bluetooth para ‘tocar’ una pantalla táctil en una tableta. Otros cirujanos de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins equiparon a un joven con 128 sensores de electrodos en la parte de su corteza motora para controlar los movimientos de manos y brazos, lo que le permite mover los dedos individuales de un brazo biónico.

Las interfaces que conectan el cerebro de las personas con las prótesis están mejorando, pero también tienen un inconveniente. Para lograr una lectura clara de las señales eléctricas del cerebro, los cirujanos deben abrir o penetrar el cráneo para implantar los electrodos directamente sobre la superficie del cerebro. Este tipo de cirugía tiene riesgos obvios, y después de un tiempo el tejido cicatricial puede acumularse alrededor de los electrodos, reduciendo la señal.

¿Lograremos manejar las maquinas con la mente? Si la prueba humana tiene éxito, algunos de estos productos podrían estar disponibles comercialmente en unos seis años. De hecho, la próxima aventura tecnológica de Elon Musk tiene que ver con una compañía llamada Neuralink Corp, la cual se dedicará a conectar el cerebro humano a una computadora. El emprendedor está seguro de que puede poner el primer producto en el mercado dentro de apenas cuatro años.

Musk asegura que parte de esta tecnología ya existe, por lo que el propósito de Neuralink será completar y perfeccionar el sistema. Para él es extremadamente necesario que los seres humanos nos fusionemos en cierto modo con los ordenadores o nos quedaremos obsoletos ante la inteligencia artificial.

Aunque su primer lanzamiento de producto dentro de cuatro años estará dirigido a las personas con algún tipo de discapacidad o lesión cerebral, su compañía planea lanzar productos para todo el público dentro de ocho a diez años. Es decir, el 2027 podría ser el año en el que por fin podríamos enviar mensajes de WhatsApp usando solo la mente.

La humanidad está a punto de dar nuevos saltos en su calidad de vida por los avances tecnológicos que están empezando a multiplicarse. (Ver en Lampadia: Robots ingresan a la fuerza laboral). Esto nos lleva a debatir seriamente los aspectos éticos del uso de las nuevas tecnologías y sus posibles amenazas. Aunque ya estamos un poco tarde.

Más allá de los miedos tradicionales al cambio, la reacción estratégica debiera ser la de prepararse para adoptar las nuevas tecnologías que nos permitan desarrollarnos. Es difícil pensar en algún problema que una IA no pudiera solucionar: Enfermedades, pobreza, destrucción del medio ambiente, entre otros. Además, podría crear oportunidades para aumentar considerablemente nuestras capacidades intelectuales y nos podría ayudar a crear un mundo mejor, hasta hoy, tal vez utópico. No olvidemos que Fernando Savater nos dice que el hombre evoluciona a través de la tecnología. (Ver en Lampadia: Hasta ahora somos solo parte de la comparsa de abstencionistas).

Debemos empezar a prepararnos, y analizar posibles alternativas para el control esta gran tecnología, que promete increíbles oportunidades para el futuro. Y por supuesto, permitir que los peruanos seamos parte del nuevo mundo, logrando cuanto antes el nivel de desarrollo y bienestar general necesarios. Lampadia

La próxima frontera

Usando el pensamiento para controlar las máquinas

Las interfaces cerebro-computadora pueden cambiar lo que significa ser humano

The Economist
4 de enero de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Las tecnologías a menudo son anunciadas como transformadoras. Para William Kochevar, el término está justificado. Kochevar está paralizado desde los hombros hacia abajo después de un accidente en bicicleta, pero ha logrado alimentarse con su propia mano. Esta notable hazaña es, en parte, gracias a los electrodos implantados en su brazo derecho, que estimulan los músculos. Pero la verdadera magia se encuentra más arriba. Kochevar puede controlar su brazo utilizando el poder del pensamiento. Su intención de moverse se refleja en la actividad neuronal en su corteza motora; estas señales son detectadas por implantes en su cerebro y procesadas en comandos para activar los electrodos en sus brazos.

La capacidad de decodificar el pensamiento de esta manera puede parecer ciencia ficción. Pero las interfaces cerebro-computadora (BCI) como el sistema BrainGate utilizado por Kochevar proporcionan evidencia de que el control mental puede funcionar. Los investigadores pueden decir qué palabras e imágenes las personas han escuchado y visto únicamente a partir de la actividad neuronal. La información también se puede codificar y usar para estimular el cerebro. Más de 300,000 personas tienen implantes cocleares, que les ayudan a escuchar al convertir el sonido en señales eléctricas y enviarlas al cerebro. Los científicos han “inyectado” datos en las cabezas de los monos, instruyéndolos para que realicen acciones a través de pulsos eléctricos.

Tal como lo explica nuestra sección Technology Quarterly, el ritmo de la investigación sobre BCI y la escala de su ambición van en aumento. Tanto las fuerzas armadas de Estados Unidos como Silicon Valley están comenzando a enfocarse en el cerebro. Facebook sueña con poder escribir directamente desde el pensamiento. Kernel, una startup, tiene $ 100 millones para gastar en neurotecnología. Elon Musk ha formado una empresa llamada Neuralink. Piensa que, si la humanidad quiere sobrevivir al advenimiento de la inteligencia artificial, necesita una actualización. Los empresarios prevén un mundo en el que las personas puedan comunicarse telepáticamente, entre sí y con máquinas, o adquirir habilidades sobrehumanas, como escuchar a frecuencias muy altas.

Estos poderes, si alguna vez se materializan, están a décadas de distancia. Pero mucho antes, BCI podría abrir la puerta a nuevas aplicaciones notables. Imagínese estimular la corteza visual para ayudar a los ciegos, forjando nuevas conexiones neuronales en víctimas de accidentes cerebrovasculares o analizar el cerebro en busca de signos de depresión. Al convertir el disparo de las neuronas en un recurso para ser aprovechado, las BCI pueden cambiar la idea de lo que significa ser humano.

Esa sensación de pensamiento

Los escépticos se burlan. Llevar las BCI médicas del laboratorio a la práctica clínica ha resultado ser muy difícil. El sistema BrainGate utilizado por Kochevar fue desarrollado hace más de diez años, pero solo un puñado de personas lo han probado. Convertir los implantes en productos de consumo es aún más difícil de imaginar. El camino a que sea mainstream está bloqueado por tres barreras formidables: tecnológica, científica y comercial.

Comencemos con la tecnología. Técnicas no invasivas como un electroencefalograma (EEG) luchan para captar señales cerebrales de alta resolución a través de las capas intermedias de piel, hueso y membrana. Se están logrando algunos avances: con tapas de EEG que se pueden usar para juegos de realidad virtual o controlar robots industriales solo con el pensamiento. Pero, por el momento, al menos, las aplicaciones más ambiciosas requieren implantes que puedan interactuar directamente con las neuronas. Y los dispositivos existentes tienen muchos inconvenientes. Implican cables que pasan a través del cráneo; provocan respuestas inmunes; se comunican con solo unos pocos cientos de las 85 mil millones de neuronas en el cerebro humano. Pero eso podría cambiar pronto. Ayudados por los avances en la miniaturización y el aumento en el poder de la computación, se están realizando esfuerzos para hacer implantes seguros e inalámbricos que puedan comunicarse con cientos de miles de neuronas. Algunos de estos interpretan las señales eléctricas del cerebro; otros experimentan con luz, magnetismo y ultrasonido.

Si solucionamos la barrera tecnológica, aparece otra. El cerebro sigue siendo un país extranjero. Los científicos saben muy poco sobre cómo funciona exactamente, especialmente cuando se trata de funciones complejas como la formación de memoria. La investigación es más avanzada en animales, pero los experimentos en humanos son difíciles. Sin embargo, incluso hoy en día, algunas partes del cerebro, como la corteza motora, se entienden mejor. Tampoco se necesita conocimiento completo. El aprendizaje automático puede reconocer patrones de actividad neuronal; el cerebro mismo se encarga de controlar el BCIS con extraordinaria facilidad. Y la neurotecnología revelará más de los secretos del cerebro.

Como un agujero en la cabeza

El tercer obstáculo comprende las barreras prácticas para la comercialización. Se necesita tiempo, dinero y experiencia para aprobar los dispositivos médicos. Y las aplicaciones para consumidores solo despegarán si realizan una función que las personas consideren útil. Algunas de las aplicaciones para interfaces cerebro-computadora son innecesarias: un buen asistente de voz es una forma más sencilla de escribir sin dedos que un implante cerebral, por ejemplo. La idea de consumidores que claman por craneotomías también parece exagerada. Sin embargo, los implantes cerebrales ya son un tratamiento establecido para algunas afecciones. Alrededor de 150,000 personas reciben estimulación cerebral profunda a través de electrodos para ayudarlos a controlar la enfermedad del Parkinson. La cirugía electiva puede convertirse en rutina, como lo demuestran los procedimientos con láser.

Todo esto sugiere que una ruta hacia el futuro imaginada por los pioneros de la neurotecnología es ardua pero alcanzable. Cuando el ingenio humano se aplica a un problema, por más difícil que sea, es imprudente apostar en contra. Dentro de unos años, las tecnologías mejoradas pueden estar abriendo nuevos canales de comunicación con el cerebro. Muchas de las primeras aplicaciones ofrecen una promesa inequívoca de movimiento y sentidos restaurados. Pero a medida que los usos avanzan hacia el aumento de habilidades, ya sea con fines militares o entre los consumidores, surgirán muchas inquietudes. La privacidad es obvia: el refugio de una voz interior puede desaparecer. La seguridad es otra: si se puede alcanzar un cerebro en Internet, también se puede piratear.

La desigualdad es una tercera: el acceso a capacidades cognitivas sobrehumanas podría estar fuera del acceso de la mayoría, excepto una élite que se autoperpetuante. Los especialistas en ética ya están empezando a lidiar con preguntas sobre identidad que surgen cuando una máquina está en el circuito neuronal.

Estas preguntas no son urgentes. Pero la historia más grande es que tampoco son el reino de la fantasía pura. La tecnología cambia la forma en que las personas viven. Debajo del cráneo se encuentra la próxima frontera. Lampadia