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Nueva Constitución nos llevaría al estatismo empobrecedor

Nueva Constitución nos llevaría al estatismo empobrecedor

La candidata del Frente Amplio (FA), Verónika Mendoza (VM), al estilo de los países del ALBA, ha propuesto implantar una nueva constitución a través del Parlamento o la acción popular, del mismo modo que el radical reo candidato Gregorio Santos. Curiosamente, el candidato de Acción Popular, Alfredo Barnechea, juega con la idea de “otro modelo”, sumándose así  a este tipo de propuestas, que invocan el respaldo falaz de encuestas mal hechas, que transmiten la falsa sensación de una población que estaría optando por cambios radicales y no por cambios en la calidad de los servicios del Estado, empezando por seguridad ciudadana y combate efectivo de la corrupción. 

Comandante Chávez anunciando a la población victoria de la nueva Carta Magna – 1999 (C0rreo del Orinoco)

Mendoza lleva de candidato a la primera vicepresidencia al ex cura Marco Arana y en su equipo a gente que representa una visión estatista y expresa una oposición abierta a la inversión privada, especialmente contra la minería. Arana y Santos, en consonancia y competencia, fueron los responsables de las asonadas anti mineras contra el proyecto de Conga en Cajamarca, con lo cual no solo condenaron a esa magnífica región a la mayor pobreza del país, sino que también arrinconaron al gobierno, que desde entonces no ha sido capaz de proteger los proyectos de inversión. Por su lado Barnechea parece por momentos haber regresionado a las ideas que dieron luz al Acción Popular Socialista de fines de los 60,  que terminó traicionando al propio Belaunde, sumándose a los planteamientos con los que se ilusionó en la dictadura militar.

Esta gente no quiere entender que los países que han logrado la prosperidad, lo han hecho promoviendo sectores privados pujantes e innovadores que han multiplicado la inversión de emprendimientos pequeños y grandes sin las trabas burocráticas e ideológicas que han paralizado la inversión en el Perú los últimos años. Nuestro propio país es un testimonio formidable de los impactos positivos de la inversión privada en la economía y las condiciones sociales. Después de superar treinta años de parálisis por el estatismo militar y su cola democrática con Belaunde-2 y García-1, las dimensiones del Perú cambiaron a la fórmula: 90-90-90.

90-90-90, porque aproximadamente el 90% del empleo, la inversión y los ingresos fiscales, los generó el nuevo sector privado que pudo hacer la verdadera gran transformación desde el estancamiento hasta el crecimiento con reducción de la pobreza y la desigualdad. Por lo tanto, quienes pretendan gobernar o medir el país con los instrumentos del siglo pasado, sólo nos llevarán a un estrepitoso fracaso.

Sin embargo, más allá de los verdaderos enfoques políticos de las izquierdas tradicionales, transparentados en el debate presidencial del domingo pasado, pareciera que después del mismo, habrían reparado que desde el punto de vista de la campaña (no de los planes de gobierno), de las acciones tácticas, no sería conveniente seguir hablando de cambiar la Constitución.

Es así que al día siguiente (lunes), un economista del FA, de visión estatista, que cree en el ‘poder’ del Estado para resolver todos los problemas del país, Oscar Dancourt, enfatizó en el programa la Hora N que para hacer los cambios económicos que plantea (salvo en lo relativo a la nacionalización de la ‘molécula’ de gas, un ejemplo de  renacionalización de los recursos naturales), no se necesitaría cambiar la Constitución. El martes, otro conspicuo miembro del FA (de las canteras de Tierra y Libertad de Arana), en el programa De las 5 a las 7,  de RPP, le echó agua fría al pedido de una nueva Constitución, como una evidente corrección táctica, sin cambiar  la esencia de sus ideas.

Lo que es más, la propia candidata del FA, Verónika Mendoza, al día siguiente del debate, cambió el contenido de su discurso, dejó de hablar del cambio de Constitución, y pasó a ofrecer una “revolución productiva y educativa”, con la eficiencia de un cassette recién grabado.

Pero debe  señalarse  que una revolución productiva es imposible de realizarse con un cambio de Constitución. En otras palabras, un cambio de Constitución paralizaría la producción del país por lo menos por dos años. Durante ese tiempo se debatiría y procesaría la nueva carta, y nadie podría invertir con un horizonte de mediano plazo, sin conocer el ambiente normativo futuro.

Un ejemplo reciente y cercano de cómo el anuncio de una nueva Constitución paraliza la inversión, es el caso de Chile, donde Bachelet-2 incorporó el planteamiento a su programa de gobierno. Ver: Una agenda anti inversión, Chile sigue ejerciendo su derecho a ser estúpido y Diálogo de Conversos.

El FA ha caído, pues, en una trampa estratégica. Por un lado habla de revolución productiva (a pesar de descartar el desarrollo de los grandes proyectos) y por otro amenaza con una nueva Constitución que nos paralizaría por lo menos por dos años y que muy probablemente ampliaría de manera considerable el espacio de inversión para el  Estado,  terminando por inhibir para siempre una inversión privada dinámica e innovadora.

Más claro ni el agua: un eventual gobierno del FA desestabilizaría al país, regresaríamos a la falta de inversión, a industrias locales protegidas que nos endilgarían productos caros y de mala calidad, para beneficio de los productores amigos del régimen, la escasez y las colas. Eso sí, habría mucho trabajo en el Estado, en las agencias reguladores, ministerios y nuevas empresas públicas, donde los miembros de las cúpulas de la izquierda tradicional y los profesionales que no pudieron prosperar compitiendo en el sector privado, serían nuestros nuevos ‘señores feudales’.

¿Es esto lo que necesitan nuestros jóvenes? ¿Queremos que nuestros hijos y nietos  tengan que migrar a un EEUU más reacio a la migración, ya no a hacer la América, sino a ser ciudadanos de segunda clase? Lampadia  




Realidad vs. Negacionismo, Mentiras y Complacencia

Realidad vs. Negacionismo, Mentiras y Complacencia

Desde la campaña electoral del 2011, algunos peruanos, especialmente los políticos siguen ‘escupiendo al Cielo’. La transición del Perú de los años 80 al incontrastable proceso de crecimiento con impactos muy positivos en el plano social, que se dio hasta el 2011, no fue un cambio menor y mucho menos un deterioro, sino, mas bien, una suerte de milagro, pues nuestros logros se dieron sin que nadie los vislumbrara.  

En esencia, después del acta de renacimiento estipulada por la Constitución de 1993, que permitió el regreso de la inversión privada y que liberó a los peruanos y sus empresas de las amarras regulatorias ideadas por la dictadura militar, nuestro país floreció como el desierto de Sechura luego de unos días de lluvia.

Lo que el milagro no trajo, la pata rota de nuestro desarrollo, fue la mejora de nuestros espacios institucionales. La única institución que se desarrolló fue el MERCADO, con letras mayúsculas, junto con algunos ministerios y organismos reguladores modernos y profesionales.

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Desde el nacimiento de Lampadia, hemos destacado los avances del Perú, y los hemos defendido de los ataques de los negacionistas que buscaban una plataforma para acceder al poder, de los mentirosos por sus frustraciones y su vocación ‘incendiaria’ y, de los complacientes que no entendieron que, conociendo la realidad, estaban obligados a difundirla y defenderla.

En noviembre del 2013, publicamos una serie de indicadores sobre los avances económicos y sociales del Perú: Las Cifras de la Prosperidad. Estas cifras demuestran la evolución positiva del crecimiento, la pobreza, la desigualdad y de múltiples indicadores sociales y económicos, que confirman el volteretazo socio-económico de un país por el que nadie daba un medio.

Hoy tenemos que destacar otro desarrollo extraordinario de nuestra patria:

  • El porcentaje de NINIS en el Perú es la mitad de América Latina e igual al de los países más ricos de la OCDE (NINIS: Jóvenes que no trabajan ni estudian).

El sustento de este indicador se muestra en un reciente estudio del Banco Mundial, publicado en febrero pasado: NINIS en América Latina – 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades, desarrollado por Rafael Hoyos, Halsey Rogers y Miguel Székely.

Sorprendentemente, uno de los autores, Halsey Rogers, ha sido entrevistado por el diario La República (Carlos Bessombes, Página 20, del 20 de marzo 2016). Los siguientes pasajes corresponden literalmente a la publicación de La República:

En el Perú lo que descubrimos es que tiene la tasa más baja de NINIS en toda la región. Es del 10%, eso es igual a la tasa que se encuentra en los países más ricos de la OCDE. Eso es muy interesante porque se trata de la mitad de la tasa en toda la región, que es de 20%. Lo que encontramos es que había una tasa más alta hasta el año 2000, pero desde ese año se vio una tendencia bastante rápida hacia la baja.

Parece que los jóvenes en el Perú sí se beneficiaron más del rápido crecimiento económico

Con esta información podemos afirmar que hasta el 2011, en que se da el punto de inflexión hacia la parálisis de la economía, el desarrollo fue integral; el llamado ‘modelo peruano’ funcionó, pues el crecimiento fue pro-pobre y pro-clase media; llegó a todas las regiones, incluyendo la sierra rural (Webb) y abarcó a los jóvenes que tuvieron una mejor situación que los del resto de América Latina.

Lo logrado fue extraordinario, pero no es suficiente, falta mucho en desarrollo económico y social, y mucho más aún en desarrollo institucional.

Sin embargo: Para cubrir las brechas que debemos cerrar, no podemos retroceder a las políticas que nos hicieron pobres. Para emprender las agendas de mejoras, no podemos negar los avances. Para alcanzar el poder, no se puede desorientar a la población, diluyendo las relaciones causa-efecto de nuestros avances.

Producto de la complacencia de los que entendieron la realidad, pero no la defendieron, tenemos que una buena parte de los candidatos a las elecciones presidenciales, fluctúan entre los negacionistas y los mentirosos. Entre ellos han destacado con todos los honores: Guzmán, el candidato que fue incapaz de manejar los trámites electorales. Mendoza, que representa a la izquierda tradicional que sigue nublada por las vendas de ‘la gran transformación’, el rentismo de la anti-minería, la admiración del chavismo y la veneración al ominoso ‘Foro de Sao Paulo’ de Lula. Y, por último, pero no en menor grado, Barnechea, que después de haber cortejado y convivido con todas las élites y de representar a varias grandes empresas, ahora se presenta como una suerte de reformista de la base de la pirámide.

Felizmente, los peruanos no son negacionistas, mentirosos ni complacientes. Ahora tienen a sus hijos en el Perú, han formado una gran clase media y saben como mejoraron sus vidas y sus esperanzas desde la gran reforma de los años 90. Juegan con los políticos y la política, pero al final deciden lo mejor para sus hijos. Lampadia