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El cinismo del populismo

El cinismo del populismo

Los sucesos políticos que han acontecido en el primer mundo en los últimos años nos deben llevar a la reflexión de que las crisis de las democracias ya no son un problema exclusivo de América Latina (ver Lampadia: Las democracias están en peligro en América Latina).

El populismo, y el cinismo que entraña, es también un fenómeno que se encuentra muy presente en la clase política dominante de países con un mayor desarrollo institucional como EEUU o Gran Bretaña (ver Lampadia: El nuevo conservadurismo). Y como relevó recientemente The Economist en alusión a Viktor Orban – primer ministro de Hungría – un líder populista conservador como Donald Trump o Boris Johnson, [El cinismo del populismo] en lugar de apelar a la mejor naturaleza de sus compatriotas, siembra división, aviva el resentimiento y explota sus prejuicios, especialmente sobre la inmigración”.

Ello no debe sorprendernos. Los presidentes o altos cargos políticos siempre han llegado al poder, en base al desprecio de los avances de anteriores administraciones, que en la mayoría de las veces han salpicado en escándalos de corrupción.

Por el contrario, el foco de nuestra preocupación debe estar más centrado en que la democracia, como sistema político, está perdiendo fuerza notoriamente a nivel mundial. A pesar de que aún persiste cierta competencia de partidos políticos previo a las elecciones tanto parlamentarias como presidenciales en Occidente, como es el caso de la UE (ver Lampadia: ¿Fragmentación política en Europa?), la preferencia de los votantes hacia alas partidistas radicales – que sientan precedentes de dictaduras y autocracias terribles – se ha incrementado considerablemente.

Así, una vez que llegan al poder los líderes de tales partidos, se puede visualizar fácilmente cómo transgreden las instituciones vigentes, deteriorando los sistemas democráticos. Ejemplos de ello es Boris Johnson con la suspensión reciente del Parlamento en Gran Bretaña para despejar un Brexit sin acuerdo o el cierre de gobierno más largo en toda la historia de EEUU que acometió en su momento Trump a inicios de año por una controversia en torno a la asignación de presupuesto para levantar un muro en la frontera con México.

Como concluye The Economist a partir de un análisis extenso de esta problemática a nivel global en un artículo que compartimos líneas abajo: “La respuesta al cinismo [del populismo] comienza con políticos que abandonan la indignación por la esperanza”. Pero adicionalmente a ello, como escribimos en Lampadia: Democracia y capitalismo,  consideramos que es fundamental que las clases medias no caigan en los engaños de los políticos populistas, quienes atrapados en la miopía del cortoplacismo, no ven los sendos progresos que han generado la globalización y el libre comercio, fenómenos tan desdeñados en sus discursos. Tenemos esperanza que la evidencia del progreso mundial producto de tales procesos finalmente podrá abrir los ojos tanto de los actores políticos como de la sociedad civil en su conjunto, de manera que no se pierda fe en los sistemas democráticos ni en los mercados libres. Lampadia

Populismo
La corrupción de la democracia

El cinismo está corroyendo las democracias occidentales

The Economist
29 de agosto, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Generalmente se cree que las democracias mueren a punta de pistola, en golpes de estado y revoluciones. En estos días, sin embargo, es más probable que sean estranguladas lentamente en nombre del pueblo.

Tomemos a Hungría, donde Fidesz, el partido gobernante, ha utilizado su mayoría parlamentaria para capturar a los reguladores, dominar los negocios, controlar los tribunales, comprar los medios y manipular las reglas para las elecciones. El primer ministro, Viktor Orban, no tiene que violar la ley, porque puede hacer que el parlamento la cambie. No necesita policía secreta para llevarse a sus enemigos en la noche. Pueden ser reducidos a medida sin violencia, por la prensa domesticada o el recaudador de impuestos. En forma, Hungría es una democracia próspera; en espíritu, es un estado de partido único.

Las fuerzas que trabajan en Hungría también están carcomiendo a otras políticas del siglo XXI. Esto está sucediendo no solo en las democracias jóvenes como Polonia, donde el partido Ley y Justicia se ha propuesto imitar a Fidesz, sino incluso en las más antiguas como Gran Bretaña y EEUU. Estos antiguos gobiernos no están a punto de convertirse en estados de un solo partido, pero ya están mostrando signos de descomposición. Una vez que la podredumbre se establece, es formidablemente difícil de detener.

En el corazón de la degradación de la democracia húngara está el cinismo. Después de que el jefe de un gobierno socialista popularmente visto como corrupto admitió que había mentido al electorado en 2006, los votantes aprendieron a asumir lo peor de sus políticos. Orban ha explotado con entusiasmo esta tendencia. En lugar de apelar a la mejor naturaleza de sus compatriotas, siembra división, aviva el resentimiento y explota sus prejuicios, especialmente sobre la inmigración. Este teatro político está diseñado para ser una distracción de su verdadero propósito, la manipulación ingeniosa de reglas e instituciones oscuras para garantizar su control del poder.

Durante la última década, aunque en menor grado, la misma historia se ha desarrollado en otros lugares. La crisis financiera persuadió a los votantes de que estaban gobernados por élites distantes, incompetentes y egoístas. Wall Street y la ciudad de Londres fueron rescatadas mientras la gente común perdió sus trabajos, sus casas y sus hijos e hijas en el campo de batalla en Irak y Afganistán. Gran Bretaña estalló en un escándalo sobre los gastos de los miembros parlamentarios. EEUU se atragantó con el cabildeo que canaliza el efectivo corporativo a la política.

En una encuesta realizada el año pasado, más de la mitad de los votantes de ocho países de Europa y América del Norte le dijeron al Pew Research Centre que no estaban satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Casi el 70% de los estadounidenses y franceses dicen que sus políticos son corruptos.

Los populistas han aprovechado este estanque de resentimiento. Se burlan de las élites, incluso si ellos mismos son ricos y poderosos; prosperan y alimentan, enojo y división. En EEUU, el presidente Donald Trump dijo a cuatro congresistas progresistas que “regresen … a los lugares rotos e infestados de delitos de donde vinieron”. En Israel, Binyamin Netanyahu, un experto consumado, retrata las investigaciones oficiales sobre su presunta corrupción como parte de una conspiración del establecimiento contra su cargo de primer ministro. En Gran Bretaña, Boris Johnson, que carece de apoyo entre los parlamentarios para un Brexit sin acuerdo, ha indignado a sus oponentes al manipular el procedimiento para suspender el Parlamento durante cinco semanas cruciales.

¿Cuál podría ser el daño de un poco de cinismo? La política siempre ha sido un negocio desagradable. Los ciudadanos de las vibrantes democracias siempre han tenido una sana falta de respeto por sus gobernantes.

Sin embargo, demasiado cinismo socava la legitimidad. Trump respalda el desprecio de sus votantes por Washington al tratar a los opositores como tontos o, si se atreven a defender su honor o principio, como hipócritas mentirosos, una actitud cada vez más reflejada en la izquierda. Los Brexiteers y Remainers de Gran Bretaña se denigran mutuamente como inmorales, llevando la política a los extremos porque comprometerse con el enemigo es una traición. Matteo Salvini, líder de la Liga Norte de Italia, responde a las quejas sobre inmigración cortando espacio en refugios, sabiendo que los inmigrantes que viven en las calles agravarán el descontento. Orban tiene menos de la mitad del voto pero tiene todo el poder, y se comporta de esa manera. Al asegurarse de que sus oponentes no tengan interés en la democracia, los alienta a expresar su enojo por medios no democráticos.

Los políticos cínicos denigran las instituciones y luego las banalizan. En EEUU, el sistema permite que una minoría de votantes tenga poder. En el Senado eso es por diseño, pero en la Cámara es promovido por el gerrymandering (la manipulación de circunscripciones electorales) de rutina y la supresión de votantes. Cuanto más politizados se vuelven los tribunales, más se disputa el nombramiento de jueces. En Gran Bretaña, la artimaña parlamentaria de Johnson está haciendo daño permanente a la constitución. Se está preparando para enmarcar las próximas elecciones como una lucha entre el Parlamento y el pueblo.

La política solía comportarse como un péndulo. Cuando la derecha cometió errores, la izquierda ganó su turno, antes de que el poder volviera a girar hacia la derecha nuevamente. Ahora se parece más a una montaña rusa. El cinismo arrastra la democracia hacia abajo. Las partes se fracturan y se dirigen a los extremos. Los populistas persuaden a los votantes de que el sistema les está sirviendo mal y lo socavan aún más. Lo malo se vuelve peor.

Afortunadamente, hay mucha ruina en una democracia. Ni Londres ni Washington están a punto de convertirse en Budapest. El poder es más difuso y las instituciones tienen una historia más larga, lo que las hará más difíciles de capturar que las nuevas en un país de 10 millones de personas. Además, las democracias pueden renovarse a sí mismas. La política estadounidense se estaba desmoronando en la era de Weathermen y Watergate, pero recuperó la salud en la década de 1980.

Raspando el barril de Diógenes

La respuesta al cinismo comienza con políticos que abandonan la indignación por la esperanza. El hombre fuerte de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, sufrió una derrota histórica en la carrera por la alcaldía en Estambul a una campaña incansablemente optimista de Ekrem Imamoglu. Los anti-populistas de todos los lados deberían unirse detrás de los encargados de hacer cumplir las reglas como Zuzana Caputova, el nuevo presidente de Eslovaquia. En Rumanía, Moldavia y la República Checa, los votantes se han alzado contra los líderes que han emprendido el camino de Orban.

La valentía de los jóvenes que han estado protestando en las calles de Hong Kong y Moscú es una poderosa demostración de lo que muchos en Occidente parecen haber olvidado. La democracia es preciosa, y aquellos que tienen la suerte de haber heredado una deben esforzarse por protegerla. Lampadia




Gran Bretaña a puertas del Brexit

Gran Bretaña a puertas del Brexit

“Por sus frutos, los conoceréis” relata un famoso pasaje de la Biblia en el que Jesús advierte a sus discípulos sobre la futura llegada de los falsos profetas, cuya agradable apariencia podría desorientarlos del que debería ser su principal rasgo característico: sus malas acciones, a la luz de lo que mandan las escrituras. Una analogía similar aplica a los dictadores y políticos autoritarios, fácilmente identificables, porque a lo largo de la historia siempre han mostrado una serie de rasgos comunes: un desbordante populismo, la intromisión sobre la independencia de poderes y la consecuente disolución o suspensión de los parlamentos para llevar a cabo sus nefastas agendas.

El pasado 28 de agosto, Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido y líder del Partido Conservador, anunció la suspensión del Parlamento por 5 semanas, la cual se hará efectiva desde el 10 de septiembre hasta el 13 de octubre. Así, una vez que los diputados británicos retomen sus labores, solo quedarían 18 días, hasta el plazo límite de negociación del proceso de salida del Reino Unido de la UE.

Como advertimos en anteriores publicaciones (ver Lampadia: Crisis política se agrava en Gran Bretaña, ¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña con Boris Johnson?), la posibilidad de que Johnson despeje el paso para llevar a cabo un Brexit sin acuerdo – con desastrosas consecuencias económicas, sociales y políticas tanto para Gran Bretaña como para toda la UE – siempre estuvo latente y como se ha podido constatar la semana pesada, esta finalmente se consumó. Lo realmente lamentable de este hecho es que el excéntrico personaje acudió a este mecanismo de suspensión, enmarcado en la constitución, con el pretexto de presentar sus planes de gobierno,  cuando es bien sabido, además de la fecha límite, del clima de malestar político en torno al status actual del Brexit no solo en los círculos del parlamento sino entre los mismos ciudadanos, quienes ni bien advirtieron la decisión de Johnson, salieron a las calles protestar.

Como han vaticinado una serie de medios internacionales, es casi imposible poder frenar el Brexit sin acuerdo en esos 18 días, sin embargo, The Economist, fiel a su persistencia y estilo, arremete con propuestas.

En un reciente artículo que compartimos líneas abajo, deja entrever que aún existen dos posibles salidas pero que ambas requerirán la articulación de todas las fuerzas políticas opositoras al Brexit sin acuerdo. La primera que consisten en la emisión de una ley para pedir la extensión de la fecha de salida a la UE es la opción más sensata pero audaz, por el corto tiempo con el que se cuenta para formularla. Y de no poder concretarse tal iniciativa, el otro camino sería revocar a Johnson del cargo a través de un voto de no confianza.

Gran Bretaña se acerca a la recta final y todo está en manos de la firmeza de su parlamento para acometer acciones en contra de un proceso que dañaría todo el progreso económico y desarrollo social generado en el territorio que es conocido como la cuna de la revolución industrial. No pueden permitir que el autoritarismo, disfrazado bajo el hado nacionalista, trabe su crecimiento. Porque como a todo líder autoritario, “Por sus frutos, los conoceréis”. Lampadia

¿A quién vas a llamar?
Cómo puede el Parlamento detener el Brexit sin acuerdo de Boris Johnson

El primer ministro ha despreciado al Parlamento y ha establecido el curso para no llegar a un acuerdo. Los parlamentarios deben actuar ahora para detenerlo

The Economist
29 de agosto, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Uno por uno, los principios sobre los cuales se libró la campaña del Brexit han sido vaciados. Antes del referéndum, los Leavers (que querían irse de la UE), argumentaron que la victoria les permitiría negociar un acuerdo inteligente con la UE. Ahora abogan por irse sin ningún acuerdo. Antes de la votación, dijeron que el Brexit permitiría a Gran Bretaña alcanzar más acuerdos de libre comercio. Ahora dicen que comerciar en los términos básicos de la Organización Mundial del Comercio estaría bien. Lo más escandaloso de todo fue que hablaron de recuperar el control y restablecer la soberanía al Parlamento. Sin embargo, el 28 de agosto, Boris Johnson, un importante líder que ahora es primer ministro, anunció que en el período previo al Parlamento del Brexit, se suspendería por completo.

Su táctica completamente cínica está diseñada para evitar que los parlamentarios desvíen al país del rumbo temerario que ha establecido para abandonar la UE con o sin un acuerdo el 31 de octubre. Sus acciones son técnicamente legales, pero extienden las convenciones de la constitución hasta sus límites. Debido a que es demasiado débil para llevar al Parlamento a votación, quiere silenciarlo. En la democracia representativa de Gran Bretaña, eso sienta un precedente peligroso.

Pero aún no es demasiado tarde para que los parlamentarios puedan frustrar sus planes, si se organizan. La sensación de inevitabilidad sobre el no acuerdo, cultivada por los intransigentes que asesoran a Johnson, es falsa. La UE está en contra de tal resultado; la mayoría de los británicos se oponen; el Parlamento ya votó en contra de la idea. Esos parlamentarios decididos a detener el no acuerdo han sido divididos y desenfocados. Cuando regresen a trabajar la próxima semana después de su incómodo receso de verano, tendrán una oportunidad fugaz de evitar esta calamidad nacional no deseada. Las acciones de Johnson esta semana han dejado en claro por qué deben aprovecharlo.

De todos sus errores como primera ministra, quizás lo más grave de Theresa May fue plantar la idea de que Gran Bretaña podría hacer bien en abandonar la UE sin ningún acuerdo de salida. Se suponía que su eslogan de que “ningún trato es mejor que un mal acuerdo ” persuadía a los europeos a hacer concesiones. No lo hizo, pero persuadió a muchos votantes y parlamentarios británicos de que si la UE ofrecía términos menos que perfectos, Gran Bretaña debería retirarse.

De hecho, el propio análisis del gobierno sugiere que el no acuerdo haría que la economía fuera un 9% más pequeña después de 15 años que si Gran Bretaña se queda. Johnson dice que los preparativos para la interrupción inmediata son “colosales, extensos y fantásticos”. Sin embargo, los funcionarios públicos esperan escasez de alimentos, medicinas y gasolina, y una “crisis” en los puertos. Un número cada vez mayor de votantes parece pensar que unos pocos meses llenos de baches y un golpe duradero en los ingresos podrían valer la pena para eliminar todo el tedioso negocio. Este es el mayor mito de todos. Si Gran Bretaña se va sin un acuerdo, se enfrentará a una necesidad aún más urgente de llegar a un acuerdo con la UE, que exigirá las mismas concesiones que antes, y quizás mayores, dado que la mano de Gran Bretaña será más débil.

Johnson insiste en que su intención es lograr un nuevo y mejor acuerdo antes del 31 de octubre, y que para hacerlo necesita amenazar a la UE con la posibilidad creíble de no llegar a un acuerdo. A pesar de que May no llegó a ninguna parte con esta táctica, muchos parlamentarios tory todavía la ven como una buena táctica. La UE quiere un acuerdo, después de todo. Y aunque se hizo evidente que May estaba fingiendo acerca de salir, Johnson podría ser serio (los fanáticos que piensan ciertamente lo son). Angela Merkel, canciller de Alemania, dijo recientemente que Gran Bretaña debería idear un plan en los próximos 30 días si quiere reemplazar el respaldo irlandés, la parte más polémica del acuerdo de retirada. Muchos conservadores moderados, incluso aquellos que se oponen a la falta del acuerdo, quisieran darle a su nuevo primer ministro la oportunidad de demostrar su valía.

Están equivocados. Primero, el efecto de la amenaza sin acuerdo en Bruselas continúa siendo sobreestimado en Londres. La posición de la UE, que está abierta a sugerencias británicas plausibles, es la misma de siempre. La prioridad de la UE es mantener intactas las reglas de su bloque, para evitar que otros miembros busquen un trato especial. Con o sin la amenaza de no acuerdo, no hará más que cambios marginales en el acuerdo existente. En segundo lugar, incluso si la UE abandonara por completo el respaldo, el acuerdo resultante podría ser rechazado por los “espartanos” tory Brexiteers, tan intoxicados por la idea de irse sin un acuerdo que parecen estar listos para votar en contra de cualquier acuerdo. Y tercero, incluso si la UE ofreciera un acuerdo completamente nuevo y luego lo aprobara el Parlamento, ratificarlo en Europa y aprobar las leyes necesarias en Gran Bretaña requeriría una extensión mucho más allá del 31 de octubre. El voto de Johnson de irse en esa fecha, “hacer o morir”, hace que sea imposible irse con cualquier nuevo acuerdo. También revela que él es fundamentalmente poco serio sobre la negociación de uno.

Es por eso que el Parlamento debe actuar ahora para no llegar a un no acuerdo, aprobando una ley que exija que el primer ministro solicite una extensión a la UE. Incluso antes de que Johnson criticara al Parlamento, esto no iba a ser fácil. La agenda de la Cámara de los Comunes está controlada por Downing Street, que no dará tiempo para tal proyecto de ley. Los parlamentarios mostraron en la primavera que podían tomar el control temporal de la agenda, cuando aprobaron una ley que obligaba a May a solicitar una extensión más allá de la primera fecha límite del Brexit del 29 de marzo. Esta vez no existe una legislación actual para actuar como un “gancho” para una enmienda que exige una extensión, por lo que el Presidente de la Cámara tendría que ir en contra de los precedentes al permitir que los parlamentarios adjunten un voto vinculante a un debate de emergencia. Todo eso puede ser posible. Pero con el Parlamento suspendido por casi cinco semanas, habrá muy poco tiempo.

Entonces, si los miembros parlamentarios rebeldes no pueden aprobar una ley, deben estar listos para usar su arma de último recurso: echar a Johnson del cargo sin un voto de confianza. Tiene una mayoría de trabajo de solo uno. El problema es que los intentos de encontrar un primer ministro interino, para solicitar una extensión del Brexit antes de convocar elecciones, han fracasado en si debería ser Jeremy Corbyn, el líder laborista de extrema izquierda al que la mayoría de los tories desprecian, o una figura más neutral.

Si las diversas facciones que se oponen al no acuerdo no pueden ponerse de acuerdo, Johnson ganará. Pero si necesitaban una razón para dejar de lado sus diferencias, él acaba de darles una. El primer ministro ya estaba dirigiendo a Gran Bretaña hacia un Brexit sin acuerdo que golpearía la economía, afectaría a la unión y causaría una ruptura duradera con los aliados internacionales. Ahora se ha mostrado dispuesto a reprimir la democracia parlamentaria para lograr sus objetivos. Los parlamentarios vacilantes deben preguntarse: si no ahora, ¿cuándo? Lampadia




Crisis política se agrava en Gran Bretaña

Conforme pasan los días la crisis política de Gran Bretaña, producto del Brexit y la posibilidad de producirse una salida de la UE sin acuerdo, se agrava y los líderes del Partido Conservador lejos de tomar decisiones sensatas para su población, recurren al populismo y la demagogia como principales herramientas para ganar legitimidad. El recién electo primer ministro, Boris Johnson, es probablemente la más viva imagen de ello, al insistir hasta con tono matonesco y ordinario con una salida que ni siquiera tiene claros los términos que tal proceso le implicaría al país británico en temas tan importantes como el comercio o las inversiones. Su pertenencia a un mercado único, como es la UE, le permitía abaratar sobremanera los costos arraigados a tales actividades.

Como escribimos en Lampadia: ¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña con Boris Johnson?, la única manera de frenar el suicidio económico y político que cometería Gran Bretaña con esta nefasta salida es que el parlamento acometa acciones o bien para impulsar un segundo referéndum o para prolongar el plazo de negociación con la UE. Pero, ¿qué tanto margen de acción puede tener el parlamento a menos de 3 meses de la fecha límite para interrumpir el Brexit?

A continuación compartimos un reciente artículo escrito por The Economist en el que se exploran a detalle todos los caminos posibles que le permitirían al parlamento limitar el accionar del gobierno respecto a la concreción de un Brexit duro. Desde la emisión de un voto de confianza hasta largas tertulias y debates de emergencia se encuentran como las opciones más probables. Sin embargo, el corto tiempo con el que se cuenta hasta la fecha de negociación y el posible carácter autoritario que podría asumir el gobierno para llevar el Brexit hasta las últimas consecuencias ennegrecen el camino de solución. La esperanza es lo último que se pierde y esperemos que los políticos británicos piensen seriamente en las desastrosas consecuencias que la prensa  internacional ha insistido en señalar hasta el cansancio respecto del Brexit.

Según una publicación del Foreign Policy, Boris Johnson no quiere un no-acuerdo; lo que estaría haciendo es forzar un no-acuerdo para precipitar que los ‘Remainers’ fuercen una elección general, y tener un villano contra el que combatir.

Gran Bretaña, uno de los países con mejores estándares de vida a nivel global, no puede caer víctima del nacionalismo como lo hizo el Perú en su momento y cuyos resultados saltan a la vista hasta el día de hoy (ver Lampadia: El 2014 terminó nuestro círculo virtuoso). Seguiremos atentos a los futuros  eventos que acontezcan en torno a la crisis del Brexit. Lampadia

Ejecutivo vs legislativo
¿Puede el Parlamento detener el no-acuerdo?

El gobierno afirma que los parlamentarios no pueden evitar que Gran Bretaña abandone la Unión Europea el 31 de octubre. Sin embargo, muchos están decididos a intentarlo

The Economist
10 de agosto, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

En marzo, la Cámara de los Comunes rechazó la idea de un Brexit sin acuerdo por un atractivo margen de 43 votos. Sin embargo, esta semana Dominic Cummings, asesor Svengali de Boris Johnson, sugirió que ya era demasiado tarde para que los parlamentarios impidieran que Gran Bretaña se fuera sin un acuerdo el 31 de octubre, la última fecha límite del Brexit. Esta posición fue repetida por un portavoz de Downing Street y por el secretario de salud, Matt Hancock, quien anteriormente se oponía firmemente a no llegar a un acuerdo.

Hay dos partes en el argumento. El primero es que el 31 de octubre es ahora la opción predeterminada, legalmente vinculante tanto para Gran Bretaña como para la UE. En ausencia de alguna acción específica, como aceptar otra extensión, Brexit tendrá lugar en ese momento. El segundo es que, dada la inminencia de la fecha límite, los parlamentarios no tienen suficiente poder o tiempo para evitar que no se llegue a un acuerdo, a menos que el gobierno coopere. Y Johnson no hará eso. Downing Street amenaza con forzar un Brexit sin acuerdo, incluso si el primer ministro pierde un voto de confianza.

¿Lo dirá en serio? Sería sensato tomar la última amenaza con cierta reserva. Johnson tiene dos razones claras de negociación para hablar sobre el riesgo de un Brexit sin acuerdo el 31 de octubre. Una es asegurarse de que Bruselas se tome en serio la noción, lo que no sucedió cuando Theresa May fue primer ministra. Eso debería aumentar la presión sobre la UE para que abandone su negativa a reabrir el acuerdo de retirada. El segundo es recuperar a los votantes del Partido Brexit de Nigel Farage, que favorecen positivamente el no acuerdo. La pérdida de los conservadores de la elección parcial de Brecon el 1 de agosto confirmó que, incluso bajo Johnson, todavía son vulnerables a Farage.

Aun así, una clara mayoría de los parlamentarios todavía se oponen a no llegar a un acuerdo. Las encuestas de opinión sugieren que la mayoría de los votantes también están en contra. Aunque Johnson ha exigido a todos sus ministros que se suscriban a la posibilidad, se sabe que varios se mostraron preocupados por las consecuencias, incluido Michael Gove, quien se encarga de prepararse para ello. Unas dos docenas de rebeldes tory han indicado que están listos para unirse a cualquier esfuerzo entre partidos para detener un Brexit sin acuerdo. Estos incluyen varios de los ex ministros del gabinete de May, en particular Philip Hammond, David Gauke, Greg Clark y David Lidington.

Sin embargo, hay grandes obstáculos en el camino de los intentos de evitar un Brexit sin acuerdo. Algunos miran hacia atrás, a marzo, cuando los parlamentarios lograron apropiarse de la agenda de los Comunes, que generalmente es controlada por el gobierno, para aprobar una ley que exige a May que busque una extensión del plazo del Artículo 50 del Brexit. Pero esto fue posible solo con la vinculación de la legislación o una moción enmendable. El equipo de Johnson dice que ninguno será necesario ni permitido antes del 31 de octubre.

¿Hay otras rutas? Chris White, ex asesor de Tory Whips ahora en Newington Communications, informa que se habló en Westminster de usar debates de emergencia o días de oposición. Los parlamentarios rebeldes esperan la ayuda del orador, John Bercow, que parece dispuesto a romper las reglas de procedimiento normales si es necesario. Pero el gobierno no permitirá ningún día de oposición. La escasez de tiempo parlamentario actúa a su favor: se planean menos de 30 días de sesión antes del 31 de octubre (por lo tanto, los rebeldes buscan una forma de cancelar el receso de otoño). Y no hay mayoría para la opción drástica de revocar la carta del Artículo 50 del Brexit.

Tales incertidumbres explican por qué muchos parlamentarios ahora hablan de un voto de no-confianza. El líder laborista, Jeremy Corbyn, promete proponer uno poco después de que los Comunes regresen el 3 de septiembre. El gobierno de Johnson tiene una mayoría activa de solo uno, por lo que solo requiere un puñado de conservadores para cambiar de bando para que una votación tenga éxito. Sin embargo, Johnson dirá que necesita más tiempo para asegurar un acuerdo. Es difícil para los parlamentarios sin cartera que rechacen su propio gobierno, lo cual explica porque desde 1945 solo un voto de confianza ha tenido éxito contra James Callaghan del Partido Laborista en 1979.

Las reglas también fueron cambiadas por la Ley de Parlamentos de plazo fijo de 2011. Anteriormente, cualquier voto de no confianza provocaba la renuncia del primer ministro y una elección general. Pero la ley de 2011 permite un período de 14 días durante el cual el primer ministro en funciones o una alternativa intentan formar un gobierno que pueda ganar la confianza de los parlamentarios. Solo si estos intentos fracasan se debe convocar una elección, en una fecha fijada por el primer ministro saliente. Como señala Catherine Haddon, del Instituto de Gobierno, un think tank, ni siquiera está claro en virtud de la ley que el primer ministro deba renunciar, aunque una negativa a hacerlo produciría una disputa constitucional que incluso podría involucrar a la reina.

Algunos parlamentarios que esperan bloquear el no-acuerdo están discutiendo la formación de un “gobierno de unidad nacional” entre partidos para reemplazar a Johnson, con el propósito expreso de pedir otra extensión del Brexit para dar tiempo a una elección. La idea sería que un veterano como Ken Clarke de los tories o Margaret Beckett de los laboristas podría ser su líder nominal. Sin embargo, es difícil ver que esto funcione. El Partido Laborista no es entusiasta, y es probable que insista en que cualquier gobierno alternativo debe ser dirigido por Corbyn. Es muy improbable que los rebeldes tories respalden esto.

Las grandes batallas entre el legislativo y el ejecutivo generalmente las gana el primero. Pero la mayoría anti-no-acuerdo es menos coherente y centrada que los Brexiteers de línea dura. Esto puede explicar una sugerencia más de Cummings: que cualquier elección después de un voto de desconfianza se posponga hasta noviembre, lo que garantiza que el Brexit sin acuerdo ocurra mientras tanto. El manual del gabinete dice que, durante una campaña electoral, un gobierno interino no debe tomar grandes decisiones. Pero los Brexiteers replican que, dado que el 31 de octubre está consagrado en la ley como el día del Brexit, la gran decisión sería detenerlo, no dejar que continúe.

Para Johnson, la política de esto es incierta, en el mejor de los casos. Si se celebraran elecciones antes del Brexit, Farage aumentaría el apoyo diciéndoles a los votantes que estaban a punto de ser traicionados. Por otro lado, diseñar un Brexit sin acuerdo contra los deseos de los parlamentarios indignaría a muchas personas. Y una elección celebrada en medio del probable caos que seguiría a un Brexit sin acuerdo podría ayudar a los partidos de oposición. Por lo tanto, algunos se preguntan si el gobierno programará una votación para el 1 de noviembre, el mismo “Día de la Independencia”. Lampadia




¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña con Boris Johnson?

¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña con Boris Johnson?

Gran Bretaña ya tiene a su nuevo primer ministro, Boris Johnson, cuya retórica pro Brexit sin acuerdo parece no dar vuelta atrás, a propósito de sus descomedidas declaraciones tras obtener la victoria como líder del partido conservador, el pasado 24 de julio.

Este hecho ha colocado a Gran Bretaña se encuentra al borde de una peligrosa montaña rusa que se mese entre una crisis económica, además de política. Conforme se va acercando la fecha límite de negociación de su salida de la UE, como ha descrito acertadamente The Economist (ver artículo líneas abajo). Los mercados, de hecho, ya anticiparon una recesión, lo cual se ha visto reflejado en un desplome de la libra esterlina a su nivel más bajo desde el 2017, en los últimos días.

¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña, a la luz del impredecible comportamiento de Johnson, en un contexto de crisis política por los escasos, sino inexistentes, avances para negociar una salida con acuerdo de la UE?

Todo dependerá de la firmeza del Parlamento para servir como contrapeso político del cuestionable accionar que pueda acometer el equipo directivo de Johnson en los próximos meses. Sin embargo, siempre estará la posibilidad, que además es característica de los autoritarismos, de que el gobierno despeje el camino para un Brexit duro. Confiamos en que el actual desarrollo institucional con el que cuenta Gran Bretaña y la amplia oposición contra este camino por parte de su mayoría parlamentaria, impedirán que dicho escenario se concrete.

Por otra parte, como escribimos en Lampadia: ¿Un nuevo Boris Johnson?, otra posibilidad constituye que Johnson cambie su discurso, hacia uno más moderado, una vez que se asiente en 10 Downing Street. Su capacidad de convencimiento podría no solo acelerar las negociaciones de un Brexit con acuerdo con la UE; inclusive, podría generar un cambio de pensamiento en los grupos de brexiters más radicales.

Pero todos estos escenarios son aún inciertos y por ello debemos esperar silenciosos durante los próximos meses antes de realizar cualquier conjetura al respecto. Lo que sí es un hecho es que Gran Bretaña ya ha sufrido suficiente con la incertidumbre política y económica, en los últimos 2 años y medio con los persistentes intentos del Brexit. Es hora que ya se tome una decisión sensata y definitiva en este proceso de salida, que considere el bienestar tanto de los países que integran el bloque de islas británicas como aquellos vinculados indirectamente tanto por el lado del comercio como con las inversiones. Dadas las condiciones actuales en las que es casi imposible realizar un segundo referéndum, un Brexit con acuerdo es la solución más razonable para todos. Lampadia

La montaña rusa del Brexit
Para detener el no-acuerdo, los conservadores deben estar listos para bajarse a Boris Johnson

El nuevo primer ministro de Gran Bretaña promete emociones, pero se dirige a un grave derrame

The Economist
27 de julio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

“¿Te ves intimidado? ¿Te sientes intimidado?” preguntó Boris Johnson a la multitud de miembros del Partido Conservador que acababan de elegirlo líder del partido y, por lo tanto, Primer Ministro. La pregunta era retórica, pero muchos de ellos parecían nerviosos, y así deberían ser. Gran Bretaña ahora tiene su tercer primer ministro conservador desde la votación para abandonar la Unión Europea hace tres años. Su Parlamento, estancado, se niega a respaldar el acuerdo de salida alcanzado con la UE, incluso cuando se acerca la fecha límite del 31 de octubre. La libra se está debilitando ante la perspectiva de colapsar sin ningún acuerdo. Dirigir un curso fuera de este desastre requiere un toque político extraordinariamente hábil. Sin embargo, los conservadores han apostado, eligiendo un líder populista que nadie considera tiene  “buenas manos”.

Johnson, quien escribió una biografía de Winston Churchill y anhela que otros lo vean en ese molde, se parece a su héroe en el sentido de que ha heredado la peor crisis de Gran Bretaña desde la segunda guerra mundial. Brexit, y una salida sin acuerdo en particular, promete dañar la economía y dejar al país diplomáticamente aislado en un mundo donde sus intereses están amenazados, como lo están ahora en el Estrecho de Ormuz. El riesgo es existencial para el Reino Unido, ya que el Brexit rompe los vínculos con Escocia e Irlanda del Norte.

En un momento de tristeza nacional, los conservadores esperan que el entusiasmo de Johnson sea suficiente para “librarse de las dudas de la duda”, como lo expresó en su discurso de aceptación. Esperamos que tengan razón. Pero en realidad su estilo desenfadado no parece tan audazmente Churchilliano como irreflexivamente imprudente. Para llegar a Downing Street, ha hecho promesas alocadas sobre el Brexit que no puede cumplir. Su enfoque fantástico significa que se dirige rápidamente a no llegar a un acuerdo y, por lo tanto, a enfrentarse con el Parlamento, el cual parece decidido a detener ese resultado. Gran Bretaña debería prepararse para uno de los gobiernos más accidentados de su historia moderna. También podría ser el más corto.

Mientras esperaban la decisión de los Tory, los británicos comunes, que no tenían voz para decidir quién sucedería a Theresa May como Primera Ministra, se preguntaron qué versión de Johnson obtendrían. ¿Sería Boris socialmente liberal, pro-inmigración o Boris euroescéptico nacido de nuevo? Camaleón como ha sido su costumbre, Johnson ha imitado la política cada vez de los conservadores más duros. En una reorganización sorprendentemente salvaje, ha designado a los derechistas para su gabinete: Priti Patel, un antiguo defensor de la pena de muerte, es secretario del Interior y Dominic Raab, un inflexible Brexiteer, es secretario de Asuntos Exteriores. La creencia de Johnson de que Donald Trump podría proporcionar un “bote salvavidas” a Gran Bretaña cuando abandone la UE le impidió criticar al presidente, incluso cuando Trump menospreciaba al embajador británico en Washington. Tal complacencia es peligrosa en un momento en que Gran Bretaña debería estar haciendo frente a la política estadounidense sobre Irán.

Lo más preocupante es su plan Brexit sobrenatural. May se deshizo al hacer promesas poco realistas sobre el acuerdo que Gran Bretaña obtendría, promesas sobre las que pasó dos miserables años remontándolas. Johnson ha cometido el mismo error a mayor escala. Jura que va a contener el “apoyo” diseñado para evitar una frontera dura en Irlanda, que la UE insiste en que no es negociable. Él dice que Gran Bretaña no necesita pagar la factura de salida que acordó. Prometió irse el 31 de octubre, “hacerlo o morir”. Y dice que, si la UE no se da la vuelta, sería “muy barato” que Gran Bretaña se vaya sin ningún acuerdo. May encontró el contacto con la realidad lo suficientemente difícil. Para Johnson será aún más brutal.

La montaña rusa del Brexit tiene un giro que se aleja del desastre. Johnson tiene tanta capacidad para dar vueltas que, una vez en Downing Street y frente a las consecuencias de sus promesas, es concebible que simplemente las deje caer. Su encanto podría ayudar a guiar un acuerdo ligeramente modificado a través del Parlamento. Europa está lista para ayudar. Pero la posibilidad de que se comprometa parece pequeña. Mientras que May tuvo dos años para retirarse de sus compromisos exagerados, Johnson tiene solo tres meses para comer sus palabras. La mayoría trabajadora de los conservadores es de solo tres (y puede reducirse a uno después de una elección parcial la próxima semana), con muchos rebeldes en las alas del Brexit y el Permanecer. Por lo tanto, generar un acuerdo probablemente significaría trabajar con el Partido Laborista, cuyo precio es un segundo referéndum. Ese sería un buen resultado para el país, que merece la oportunidad de decir si la realidad total del Brexit coincide con la versión fantasiosa que se vendió en 2016. Pero las líneas rojas en las que Johnson se ha enredado lo harán probablemente mantener un acuerdo fuera de su alcance.

Eso significa que el riesgo de que Johnson establecerá un curso para no llegar a un acuerdo es cada vez mayor y lo considerará valiente y churchilliano en lugar del acto innecesario de autolesión que realmente es. Algunos Brexiteers están siguiendo su ejemplo al decir que las advertencias de daños a la economía, la unión y la posición internacional de Gran Bretaña son “noticias falsas”. Otros sostienen que esos son simplemente los costos de hacer el Brexit. Pero una salida sin acuerdo ni siquiera lograría eso. Las conversaciones con la UE sobre aspectos no resueltos de la relación tendrían que reanudarse, solo con Gran Bretaña fuera del club y negociando en peores condiciones que antes. En cuanto a la defensa de la democracia, no existe un mandato para no llegar a un acuerdo, que no estaba en el prospecto de Salida, ni fue defendido por ningún partido en las últimas elecciones. De hecho, se le oponen las mayorías tanto del Parlamento como del público. Algunos brexiteers de línea dura dicen que el Parlamento debería ser suspendido para que no se pueda forzar un acuerdo, en nombre de la democracia. Lo grotesco de esto habla por sí mismo. Sin embargo, Johnson no lo ha descartado.

Si intenta una táctica tan imprudente, el Parlamento debe interponerse en su camino. Puede ser que su único curso sea un voto de desconfianza. Eso necesitaría al menos algunos conservadores para votar por derrocar a su propio gobierno, algo que no ha sucedido desde que los rebeldes tories ayudaron a acabar con Neville Chamberlain en 1940. Significaría aún más incertidumbre.

Las encuestas de hoy muestran una división de cuatro partidos, lo que convierte cualquier elección resultante en una lotería. Pero los indecisos tories no deberían tener dudas de que si a Johnson se le permite suspender la democracia para forzar un Brexit sin acuerdo que golpee la economía y que pone en riesgo a la unión, no solo será una traición al país, sino que podría significar el fin del partido conservador. Y Johnson no debe tener dudas de que, a menos que abandone las fantásticas promesas y se tome en serio el hecho de llegar a un acuerdo, podría terminar siendo comparado no con Churchill, sino con Chamberlain. Lampadia




¿Un nuevo Boris Johnson?

¿Un nuevo Boris Johnson?

El ascenso de Boris Johnson como líder del Partido Conservador y primer ministro de Gran Bretaña parecería estar asegurado al haber logrado una victoria absoluta en las primeras fases de las recientes elecciones primarias conservadoras. Como escribimos en Lampadia: ¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?, su posición pro Brexit sin acuerdo, y su carácter populista, excéntrico e ignorante, auspiciarían un manejo político nefasto para el país británico, si dicho personaje asumiera las riendas del poder.

Sin embargo, como es característico en todo político, del discurso a la acción hay un largo trecho y por ende, siempre estará sentada la posibilidad de que Johnson eventualmente pueda cambiar de parecer, si toma cuenta del impacto económico y social desastroso que implicaría una salida de la UE sin acuerdo de Gran Bretaña (ver Lampadia: El Reino Unido tendiendo al suicidio económico y político). El hecho que haya evitado pronunciarse recientemente respecto de si está a favor o en contra de los planteamientos de las dos coaliciones políticas dominantes del debate en torno al Brexit, da ciertos visos de esperanza.

En un reciente artículo escrito por The Economist titulado “¿Qué Boris obtendría Gran Bretaña?” (ver artículo líneas abajo) se explora un escenario con este cambio de parecer del mencionado político. Al respecto señala “El mejor caso para Johnson es que podría usar su habilidad como vendedor y su manera de decir las palabras para pregonar un Brexit con acuerdo, o algo parecido, a un Parlamento que lo ha rechazado tres veces”.

Curiosamente, es esa misma popularidad – fundamentada en un populismo recalcitrante – que ostenta Johnson la que podría utilizar como herramienta para convencer al ala partidista conservadora de perseguir un camino que no sea autodestructivo para su país, algo que May nunca pudo lograr. Y de hecho los incentivos deberían estar alienados a ello, ya que, si Gran Bretaña pierde con el Brexit duro, el partido que lo impulsó a capa y espada, el Partido Conservador, también perdería legitimidad.

Esperamos que este sea el camino tomado por Johnson. La esperanza es lo último que se pierde. Lampadia

El liderazgo Conservador
¿Qué Boris obtendría Gran Bretaña?

El probable primer ministro de Gran Bretaña no puede resistirse a jugar hacia la multitud. En la política desagradable de hoy eso es ominoso

The Economist
20 de junio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El monstruo del Brexit desatado hace tres años ya ha devorado a dos primeros ministros británicos. David Cameron se rindió horas después de que se anunciara el resultado del referéndum el 24 de junio de 2016. Theresa May comenzó con confianza, pero pronto se vio acorralada. Los conservadores han preparado una lista de candidatos para reemplazarla como su líder y, por lo tanto, como primer ministro; los miembros del partido tomarán una decisión a fines de julio. El gran favorito entre los miembros parlamentarios y activistas es Boris Johnson.

Pero, ¿qué Boris Johnson? El ex secretario de asuntos exteriores, que se ve como una mezcla de diversión y desprecio en las capitales europeas, ha asumido diferentes formas en diferentes momentos.

  • Como alcalde de Londres, cosmopolita y liberal en 2008-16, predicó las virtudes de la inmigración y el mercado único.
  • Como protagonista de la campaña Leave, cambió sin esfuerzo a criticar la migración y advertir sobre los peligros de la membresía turca de la Unión Europea, que había defendido anteriormente.
  • Ahora, en su apuesta por los votos de los miembros del partido conservador de derecha tory, habla de la posibilidad de dejar a la UE sin ningún acuerdo -“al diablo” si se le interponen en el camino- y bromeando con que las mujeres en burkas “parecen buzones”.

Depresivamente, el truco está funcionando. A pesar de las valientes campañas de los candidatos más moderados, Johnson es la persona a vencer en el voto de los miembros. Mucho menos claro es cómo se comportaría en el cargo. A medida que la saga Brexit se prolonga, Gran Bretaña está cada vez más polarizada. En un país muy dividido, ¿a qué tribuna elegiría jugar Johnson?

La forma en que se selecciona al próximo primer ministro no hace que sea más fácil adivinar qué hay en la tienda. En lugar de enfrentar una elección general, el líder es elegido por 160,000 activistas tory remunerados, que anhelan el Brexit más que casi cualquier otra cosa. Una encuesta realizada esta semana encontró que las grandes mayorías dejarían a la UE incluso si causara un “daño significativo” a la economía, rompiera la unión con Escocia e Irlanda del Norte o “destruyera” al propio Partido Conservador. Los candidatos no han elaborado manifiestos detallados; Johnson, en particular, ha sido inusualmente tímido, evitando la mayoría de las oportunidades para debatir con otros candidatos o ser interrogado por periodistas.

Su falta de una filosofía guía debería ser una debilidad. Pero en estos tiempos difíciles se ha convertido en algo fundamental para su éxito. Debido a que él está casi vacío de convicciones políticas, las personas lo usan como un depósito para las suyas. Los ´Brexiteers Harcore´ han aprovechado la idea de que se irá sin acuerdo si la UE se niega a ofrecer mejores condiciones antes del 31 de octubre. Los ´Remainers´ se susurran a sí mismos que seguramente él es un liberal de corazón, que no haría nada verdaderamente peligroso, y que incluso podría convocar un segundo referéndum en uno de los actos de espectáculo que desafían a la gravedad. El hecho de que sus palabras signifiquen casi nada es tomado por ambos lados como una señal de que eventualmente podría hacer lo que ellos esperan, independientemente de lo que prometió en el pasado.

Esto es una tontería, y recuerda a la coalición que respaldó a Donald Trump como presidente. Algunos creyeron en las extravagantes promesas de Trump (un muro fronterizo con México, una guerra comercial con Canadá), mientras que otros pensaron que eran parte de un acto que no debía tomarse literalmente, y siguieron recibiendo un impacto desagradable. Esta no es la única similitud entre las dos bombas rubias. Además del narcisismo, la ociosidad y la voluntad de aprovecharse de los demás, comparten el talento de argumentar que el negro es blanco y viceversa. Gran Bretaña aún no sufre el malestar de EEUU, en el que los simpatizantes de diferentes partidos ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre los hechos básicos. Pero un gobierno liderado por Johnson, que se contradice libremente y se ve atrapado en una gran broma, llevaría a Gran Bretaña a seguir ese camino.

El mejor caso para Johnson es que podría usar su habilidad como vendedor y su manera de decir las palabras para pregonar un Brexit con acuerdo, o algo parecido, a un Parlamento que lo ha rechazado tres veces. May se quedó por 58 votos por debajo de su último intento. Tanto los laboristas como los conservadores se han asustado mucho más por lo que el Brexit les está haciendo a sus partidarios, que están acudiendo en masa a los demócratas liberales y al Brexit Party, respectivamente. Es concebible que Johnson, recién elegido, popular en su partido y tan magnético como May lo es de madera, pueda persuadir a suficientes miembros parlamentarios para que cambien de opinión. La idea de que él elija un referéndum sobre el acuerdo para romper el atasco en el Parlamento – como le gustaría a este medio – es descabellada. Pero entonces, mucho de él lo es.

Por desgracia, el caso contra Johnson es más plausible. No es un letrero, sino una veleta y, en este momento, los vientos en Gran Bretaña están soplando en una dirección peligrosa. El repentino ascenso del populista Partido Brexit, que llegó primero en las elecciones europeas del mes pasado y ahora encabeza las encuestas con su promesa de una salida sin acuerdo, aterroriza a los conservadores, muchos de los cuales creen que la única forma de neutralizar su insurgencia es simularlo. Desde mucho antes del referéndum, el Partido Conservador ha evolucionado lentamente hacia un partido cuyos miembros están más vinculados por los valores culturales que por los económicos. Brexit ha puesto cohetes en esa tendencia. El próximo líder tory estará bajo presión para continuar la metamorfosis de su partido de una fuerza de mercados libres a un equipo populista de derecha en el molde (irónicamente) europeo. Johnson sería capaz de diseñar esa transformación.

Una pirámide invertida de disparates

Como la veleta que es, Johnson dependería inusualmente de las personas que lo rodean en 10 Downing Street y del gabinete para obtener ideas, guía y orientación. En contraste con Trump, quien se resiente de los consejos y los expertos, Johnson se complace en delegar y dejar que otros hagan el trabajo, siempre que obtenga la gloria. Y mientras que la mayoría de los republicanos de la corriente principal en un principio rechazaron a Trump, descartando así el hecho de no trabajar para él, los conservadores moderados acuden en tropel a la bandera de Johnson, con la esperanza de conseguir un buen trabajo en su gabinete. Muchos de ellos reconocen que un Brexit sin acuerdo sería malo para Gran Bretaña y, por lo tanto, un desastre para el Partido Conservador. Si Johnson termina en el poder, les corresponderá controlar sus peores instintos.

Si fallan, puede que no pase mucho tiempo antes de que el monstruo Brexit esté masticando y escupiendo a su tercer primer ministro. Lampadia




¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

La derecha política en el Reino Unido se encuentra totalmente desarticulada ante las disputas internas generadas en el Partido Conservador por el aplazamiento del Brexit y por la nefasta posibilidad de producir una salida de la UE sin acuerdo. Al respecto, la primera ministra May ha fallado en su cometido de lograr un acuerdo que satisfaga los requerimientos del Parlamento. El día de hoy, May anunció su renuncia al cargo de primera ministra, la cual se hará efectiva a partir del 7 de junio del presente año.

En plenas elecciones del parlamento europeo, este escenario genera suficiente caldo de cultivo para el ascenso al poder de la izquierda neomarxista liderada por Jeremy Corbyn y su Partido Laborista, cuya agenda podría desestabilizar los notables avances económicos y sociales del Reino Unido logrados en décadas. Por su parte, el Partido Conservador se disputa la elección del nuevo primer ministro que sucederá a May, teniendo como candidato favorito, lamentablemente, a Boris Johnson, ex ministro de relaciones exteriores, político excéntrico desbordante de ignorancia y que además estuvo abiertamente a favor de un Brexit duro.

A continuación, compartimos un reciente artículo de The Economist (ver artículo líneas abajo), que analiza las interrogantes que deben tomar en cuenta los conservadores del Reino Unido para evaluar la capacidad política de Boris Johnson. Como se podrá entrever en dicho análisis, los malos antecedentes de Johnson no augurarían su correcta gobernanza a la luz de la crisis política que actualmente asola al país británico con el Brexit. Lampadia

Elegir a Boris Johnson como primer ministro sería una apuesta peligrosa

Antes de hacer su apuesta, los conservadores deberían hacerse tres grandes preguntas

The Economist
22 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

EL PARTIDO CONSERVADOR tiene una larga historia de hacer grandes apuestas por los disidentes cuando piensa que su espalda está contra la pared. Antes de ganar el liderazgo del partido, tres de los mejores primeros ministros tory fueron cordialmente odiados por su partido. Margaret Thatcher fue considerada como una ideóloga polarizadora que carecía de la capacidad de conectarse con los votantes o comandar el Parlamento. Winston Churchill era un borracho y un charanguero en serie, lanzando la campaña de Dardanelles y aferrándose al patrón oro. Benjamin Disraeli era un extravagante forastero que no tenía ningún logro a su nombre, aparte de socavar a Robert Peel respecto a las Leyes del Maíz. Los conservadores castigaron a los tres y ganaron en grande.

Parece que el partido está a punto de jugársela de nuevo con Boris Johnson. El ex secretario de asuntos exteriores es el gran favorito de los miembros del partido, quienes eligen al líder. Su único obstáculo es persuadir lo suficiente a sus compañeros parlamentarios conservadores para ponerlo en la lista de los dos. Hasta ahora han sido escépticos. La hoja de cargos contra Johnson es larga: una vida privada caótica, un hábito de torcer realidades, una falta de enfoque y disciplina y ser lo que Sir Max Hastings, ex editor del diario de la casa conservadora, el Daily Telegraph, llama un “ególatra dorado”.

Pero el partido está en un pánico en toda regla. Es probable que llegue a un pobre cuarto lugar en las elecciones europeas de esta semana, gracias al auge del Partido Brexit de Nigel Farage y la implosión de la presidencia de Theresa May. Si la división a la derecha continúa, colocará a la extrema izquierda del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, en Downing Street. Lo que es más, con todas las faltas de Johnson, es una verdadera estrella política, uno de los pocos políticos conocidos internacionalmente por su nombre (aunque no siempre por las razones correctas). Debido a su papel principal en el Brexit, ya no tiene la capacidad de comunicarse con los liberales cosmopolitas que le dieron dos mandatos como alcalde de Londres. Pero, sin embargo, tiene una rara habilidad para iluminar una habitación. May fue una gran denigradora que hizo que todos a su alrededor se sintieran pésimo. Johnson es un animador en auge que hace que las personas se sientan bien con ellas mismas. ¿Quién mejor para reclamar a los tories vacilantes del ejército Brexit de Farage? ¿Y quién mejor para dirigir la carga contra las tropas leninistas-lennonistas de Corbyn?

Los conservadores más reflexivos se preguntan si Johnson podría ser el vehículo ideal para absorber y civilizar las furias populistas que amenazan con llevar al país a un lugar oscuro. Los conservadores tienen un historial admirable de movimientos sociales cooptadores que destruyeron partidos similares en otros países, como el clamor por la democracia a fines del siglo XIX y la creación de un estado de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. Johnson puede representar una oportunidad para hacer lo mismo con el populismo. Insiste en que el Brexit es, en su esencia, un proyecto liberal, no populista, que abrirá Gran Bretaña al mundo en lugar de mantenerlo encarcelado en la fortaleza de Europa. Apoya con entusiasmo un credo emitido por el recién formado One Nation Group de 60 parlamentarios tory moderados. Así que es fácil ver por qué los tories están considerando dar una patada de despeje. ¿Un destello de genios es mejor que la mediocridad, incluso si es parte de una mezcla combustible? ¿Y seguramente el hecho de que tres grandes apuestas en el pasado hayan dado buenos resultados sugiere que vale la pena hacer otra?

El problema con esto es que las rachas ganadoras finalmente fracasan, y los inconformistas carismáticos pueden producir tanto desastres como triunfos. Antes de hacer su apuesta, los conservadores deben pensar detenidamente en tres grandes preguntas.

Primero: ¿puede Johnson realmente negociar un mejor trato con la Unión Europea que May? Johnson argumenta alegremente que la UE, en una alianza siniestra con los ‘Remainers’ en del establishment británico, ha inflado problemas como la frontera irlandesa fuera de toda proporción. Sugiere que será capaz de renegociar el acuerdo de salida de Gran Bretaña con una combinación de amenaza (no mantener el trato en la mesa) y encanto. Esto es poco probable, no solo porque a la UE no le gusta mucho un hombre que hizo su carrera periodística burlándose de su precioso proyecto, sino también porque reconoce que no puede ceder demasiado a Gran Bretaña sin amenazar la integridad de la alianza. Hacer primer ministro a Johnson aumentaría significativamente las posibilidades de un Brexit sin acuerdo y afectaría gravemente la economía y alienaría a los votantes.

Segundo: ¿puede Johnson dirigir un gobierno? Los conservadores elegirán no solo a un líder de partido sino a un primer ministro en funciones. El destino de un país con 66 millones de habitantes, en medio de uno de sus pasajes más difíciles desde la Segunda Guerra Mundial, estará determinado por 124,000 miembros del partido. El historial de Johnson no es alentador. Era un alcalde bastante popular, pero un terrible secretario de relaciones exteriores. Aunque se le da al caos torpe, tiene un talento para la delegación. Una nueva novia ha ayudado a limpiar su acto: se ha cortado el cabello, ha perdido peso y ha practicado yoga. Pero Johnson nunca ha mostrado ningún indicio de que sea capaz de lidiar con las dos cosas que definen a un gobierno moderno: un torrente de trabajo implacable y una demanda para hacer concesiones complicadas.

Tercero: ¿puede mantener unido al Reino Unido? El vínculo con Escocia ya está más suelto que durante décadas. Hay muy pocos escoceses en los rangos superiores de los dos partidos principales de Gran Bretaña. Inglaterra y Escocia apoyaron los lados opuestos en el referéndum Brexit. Un Primer Ministro Johnson podría romper el vínculo por completo, con su aire de derecho Eton-Balliol-Telegraph y sus gestos Bertie Woosterish. Entre los votantes escoceses, es incluso menos popular que la desafortunada señora May.

Una tirada de dados

Tal vez Johnson sea exactamente el rayo en una botella que el Partido Conservador necesita para restaurar su fortuna como una máquina de campaña y una fuerza de gobierno. Pero el precio de hacer las cosas mal sería extraordinariamente alto. Un Brexit no negociable, la ruptura del Reino Unido, un marxista en Downing Street, ha pasado mucho tiempo desde que las apuestas han sido tan grandes y las posibilidades de hacerlo bien son tan bajas. Lampadia




¿Hacia un segundo referéndum sobre el Brexit?

Finalmente, se vislumbra un rayo de esperanza en medio de la crisis política en la que se ve inmersa Gran Bretaña, al no contar aún con un acuerdo de salida de la UE, conforme avanzan los días hacia la fecha límite para su presentación, el 29 de marzo.

Como indica un reciente artículo de Financial Times, el líder del Partido Laborista, principal partido de oposición al Partido Conservador, ha anunciado que respaldará un segundo referéndum, planteando la posibilidad de que se revierta el Brexit.

Como señala el prestigioso diario británico, esto se da en un contexto de insistente presión por parte de los parlamentarios y miembros de dicho partido – incluidos decenas de miles de jóvenes que se han unido a este en los últimos dos años – que creen que el Brexit causará un gran daño a la economía, como bien hemos expuesto en anteriores ocasiones (ver Lampadia: El Reino Unido tendiendo al suicidio económico y político, La crisis del Brexit continúa, El debate del acuerdo de salida del Brexit continúa). Asimismo, marca un antes y un después para una coalición política que respaldó ampliamente, con cerca de 3 millones de votantes laboristas, al Brexit en el referéndum del 2016 y, más recientemente, en su manifiesto electoral del 2017.

Dado este giro político, ¿Qué tan probable es un segundo referéndum a la luz de este planteamiento del Partido Laborista, además de las recientes declaraciones emitidas por Theresa May el pasado 26 de febrero, en la Cámara de los Comunes?

En primer lugar, el éxito del planteamiento de los laboristas podría tener algunos obstáculos en el parlamento, en particular, para obtener una mayoría de votos en la Cámara de los Comunes. Como señala Financial Times, habría dos fuerzas políticas – con cierta prevalencia en cuanto a número de escaños en el parlamento – que imposibilitarían la ejecución de tal referéndum.

Por un lado, se tiene al ala conservadora pro-Brexit, que ven a dicho referéndum como un obstáculo para ejercer la “supuesta voluntad” del pueblo británico – como si aún se pudiera hablar de la existencia de tal  voluntad – a ya no pertenecer al bloque europeo. Pero más importante aún, es el temor de la izquierda euroescéptica a que sus votantes, que en 2016 apoyaran el Brexit, ya no le otorguen legitimidad al partido.

En segundo lugar, es que si se tienen en cuenta las recientes declaraciones de Theresa May en la Cámara de Comunes, el pasado 26 de febrero, las probabilidades de que se de un segundo referéndum se difuminan aún más.

Ello porque, según fuentes del diario el País, la primera ministra insiste con conseguir el respaldo a su acuerdo de salida  – que sufrió una aplastante derrota en el parlamento el pasado 15 de enero – sometiéndolo a una votación adicional, el 12 de marzo, revelando su preferencia de no convocar a referéndum. De no aprobarse tal acuerdo, ha planteado la posibilidad de negociar una extensión de la fecha límite, si es que los parlamentarios rechazan una salida sin acuerdo.

Inclusive ha propuesto presentar un documento que detalle el impacto económico que tendría una salida de Gran Bretaña de la UE sin un acuerdo de salida, lo cual constituye una completa falta de respeto y hasta desfatachez hacia el pueblo británico, que desea saber los términos que implicarían la salida de su país del mercado único.

Estas declaraciones solo ponen en evidencia una vez más lo que venimos advirtiendo en anteriores publicaciones: la falta de racionalidad por parte de la clase política británica dirigente para tomar decisiones sin tomar en cuenta las atroces consecuencias, en materia económica y política, que tendrían para con su pueblo. Y en la cúspide de esta irracionalidad, se ubica la insistente demanda de May por salir de la UE con acuerdo o sin acuerdo.

Afortunadamente, y contra todo pronóstico, se ha deslindado la posibilidad de aplazar la fecha límite de la negociación, lo cual da mayor margen de acción para elaborar un acuerdo de salida con una mayor sensatez y cordura y por qué no, para seguir insistiendo con un segundo referéndum, como una verdadera solución democrática. No hay nada mejor que escuchar la voz del pueblo, en plena riña de políticos que, como siempre, creen tener la solución a todos los problemas del país. Lampadia




El Reino Unido tendiendo al suicidio económico y político

El Reino Unido tendiendo al suicidio económico y político

El hecho de que Gran Bretaña se quede sin un acuerdo de salida de la UE para el 29 de marzo –  fecha límite establecida para la negociación final de este – parece no quitarle el sueño a los “honorables” miembros del Parlamento inglés,  aún cuando ello podría generar un golpe fulminante a su economía y a su política en Europa, además de la posible crisis política que surgiría con un país vecino que aún quiere pertenecer al bloque, Irlanda del Norte (ver Lampadia: La crisis del Brexit continúa).

Pero, ¿cuál es la explicación de la falta de preocupación por parte de esta clase política dirigente, tanto de derecha como de izquierda, ya no para dar marcha atrás al Brexit – pues este camino parece que ya ha sido completamente descartado – sino para diseñar un acuerdo de salida sensato y que sea razonable en el poco tiempo que queda para hacerlo?

Esta falta de racionalidad fue explicada brillantemente por Ian Buruma, ex–editor de The New York Review of Brooks, en un reciente artículo de la revista Project Syndicate (ver artículo líneas abajo).

La hipótesis de Buruma descansa sobre la premisa de que es el espíritu del patriotismo británico, alimentado por los medios de prensa y el juego político reinante en el Parlamento, lo que estaría determinando este comportamiento errático de los políticos. Peor aún, este comportamiento, en sus palabras, los estaría condenando a un suicidio masivo tanto económica como política y culturalmente.

Lo interesante de su análisis es que hace una analogía con movimientos similares en el pasado como el movimiento nacionalista japonés que alimentó la euforia del ataque de Pearl Harbor. Como señala enfáticamente Buruma, “Como los británicos, los japoneses sienten una atracción perversa hacia un “espléndido aislamiento””.

Este fenómeno de una suerte de suicidio colectivo de algunas naciones, va mucho más allá de Gran Bretaña y Japón. En Latinoamérica hay casos clásicos de sociedades que dan un giro negativo para sus propios intereses, y a sabiendas perseveran en el error, o en el suicidio.

El caso más notorio es el de Argentina, que a principios y entrado el siglo XX, era uno de los cinco países más ricos del mundo, para terminar atrapado 60 años por un populismo que lo empobreció dramáticamente.

También se pueden mencionar los casos de Cuba con los Castro, de Brasil con el PT y de Venezuela con el socialismo del siglo XXI.

En el Perú tampoco estamos lejos de intentonas suicidas, como los 30 años, entre los 60 y 90, que nos empobrecieron crecientemente, o después de nuestra maravillosa recuperación, desde los 90s hasta el 2011, cuando volvemos a iniciar un camino de pérdidas de oportunidades de crecimiento, de reducción de la pobreza y pérdida de confianza y sentido de dirección.

Ya vemos que ningún país esta libre de caer en intentos suicidas. Lo importante es reaccionar a tiempo. Lampadia

Las tendencias suicidas del Reino Unido

Ian Buruma
Project Syndicate
6 de Febrero, 2019
Glosado por
Lampadia

Observar a una sociedad democrática sofisticada caminar a sabiendas hacia un desastre nacional predecible y evitable es una experiencia única y alarmante. La mayoría de los políticos británicos saben que dejar la Unión Europea sin acuerdo sobre la relación posterior al Brexit causará un enorme daño a su país. No avanzan al abismo como sonámbulos, sino con los ojos muy abiertos.

  • Hay una minoría de ideólogos crédulos que no se sienten afectados por la perspectiva de que Gran Bretaña se salga de la UE sin acuerdo alguno.
  • Unos cuantos soñadores de derechas, cobijados por secciones de la prensa, creen que el tenaz espíritu de Dunquerque superará los primeros reveses y que Gran Bretaña pronto volverá a regir los mares como una gran potencia cuasi-imperial, aunque sin imperio.
  • Y por la izquierda, neo-trotskistas como Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, el principal de la oposición, parecen pensar que la catástrofe impulsará al pueblo británico a exigir al fin un verdadero socialismo.

La mayoría de los políticos de izquierdas y derechas son lo bastante grandecitos como para saber todo esto, y eso incluye a la Primera Ministra Theresa May, que antes del Brexit era partidaria de que el Reino Unido permaneciera en la UE. Y, sin embargo, casi todos se niegan a mover un dedo para evitar resbalar hacia una catastrófica salida sin acuerdo. Las propuestas que se han planteado en el Parlamento para buscar un retraso o contemplar alternativas a la impopular estrategia de salida de May han sido rechazadas. Pareciera que la voluntad colectiva de los políticos británicos ha quedado paralizada por las tácticas partidistas, los medios de comunicación patrioteros y una extraña indiferencia a todo lo que ocurra fuera de las Islas Británicas. En lugar de tomar medidas para evitar lo peor, se autoengañan pensando en que más conversaciones y concesiones de Bruselas de alguna manera salvará al Reino Unido en el último minuto.

Aunque inusual, este peculiar espectáculo de suicidio nacional no carece de precedentes. La deriva de Japón hacia una calamitosa guerra con Estados Unidos en 1941 es un ejemplo. Es cierto que hay diferencias obvias: a pesar de toda la nostalgia acerca de Spitfires y Dunquerque, Gran Bretaña no amenaza con ir a la guerra con nadie, mientras que la democracia japonesa estaba sofocada por facciones militares y un control estatal autoritario. Aun así, los parecidos son notables.

Una cantidad relativamente pequeña de militares exaltados, acicateados por ideólogos cuasi fascistas y funcionarios de rango medio, realmente querían ir a la guerra con Occidente. La mayoría de los políticos, incluidos generales y almirantes, sabían que era una locura provocar un choque con una potencia militar e industrial vastamente superior. Pero de alguna manera no pudieron o no quisieron pararlo. Incluso hubo quienes repitieron la retórica extremista de los exaltados sin creerla… un poco como May les ha seguido la corriente a los partidarios del Brexit duro.

El principal estratega del ataque a Pearl Harbor, el Almirante Yamamoto Isoroku, un personaje altamente inteligente que había estudiado en Harvard y conocía muy bien los Estados Unidos, había sido un abierto oponente a la guerra. Con la vana esperanza de que las negociaciones evitaran una guerra desatada, cumplió con su deber y diseñó el plan. El Primer Ministro, Príncipe Konoe Fumimaro, cuyo hijo era estudiante en Princeton, también quería evitar la guerra. Siguió pidiendo más reuniones a los estadounidenses, al tiempo que enviaba señales confusas y esperaba las concesiones imposibles que exigían los extremistas japoneses frente a los que era demasiado débil e indeciso.

Mucho se habló de plazos que cumplir o que se podían ampliar. Como con las negociaciones del Brexit con la UE, los estadounidenses nunca tuvieron muy claro qué querían realmente los japoneses. De hecho, ni siquiera los japoneses mismos lo sabían. La última esperanza de los hombres que vieron la inminencia del desastre, pero se negaron a actuar fue que más conversaciones con los estadounidenses los salvaran. Al final, estos se cansaron de conversar, millones de personas murieron y Japón casi desapareció del mapa.

La respuesta inmediata entre los japoneses al recibir la noticia del ataque a Pearl Harbor fue una especie de alivio. Al fin había algo de claridad. Cualquier cosa era mejor que el inacabable tira y afloja. Ahora que Japón estaba de verdad valiéndose por sus propios medios, tal vez la versión japonesa del espíritu tenaz podría sacarlos del atolladero. Como los británicos, los japoneses sienten una atracción perversa hacia un “espléndido aislamiento”. Y luchar contra los imperialistas occidentales al menos era más honorable que intentar someter a los chinos a punta de masacres.

Es bastante posible que un Brexit sin acuerdo tenga un efecto similar sobre los británicos. No se puede culpar a la gente por terminar hartándose de las discusiones en el Parlamento y las inacabables negociaciones con la UE que nunca parecen ir a ninguna parte. La gente puede resistir hasta un determinado nivel de incertidumbre, y después prefiere prepararse para lo peor.

Gran parte de la prensa británica, aunque sin sufrir la censura que amordazó la opinión pública japonesa en los años 30 y 40 del siglo pasado, ha sido tan patriotera como los medios japoneses de los años de guerra. Es posible que décadas de propaganda anti-UE hayan persuadido a muchos británicos a soportar las privaciones que provocará un Brexit duro. Sin duda, muchos culparán a esos malditos extranjeros por la escasez de bienes, la suba de precios, las largas filas en los puertos de entrada y la pérdida de empleos. (Los nacionalistas japoneses todavía culpan por Pearl Harbor a la intransigencia estadounidense.)

Pero incluso si todo eso se desvanece en el tiempo, la desilusión pronto llegará, como ocurrió en Japón una vez pasada la euforia de Pearl Harbor. No habrá bombardeos a ciudades británicas ni se invadirá ni ocupará el Reino Unido. Cabe esperar que nadie muera. Pero la influencia de Gran Bretaña disminuirá mucho, su economía decrecerá y la mayoría de la gente irá a peor. Probablemente, las principales figuras tras un Brexit duro (como Boris Johnson, Nigel Farage y Jacob Rees-Mogg) no resulten muy afectadas. Tampoco servirá de mucho culparles solo a ellas. La gente que sabía las consecuencias y no hizo nada por evitarlo es quien más avergonzada se debería sentir. Lampadia

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Ian Buruma es autor de numerosos libros, entre ellos Murder in Amsterdam: The Death of Theo Van Gogh y The Limits of Tolerance, Year Zero: A History of 1945 y, más recientemente, A Tokyo Romance.




La falla de las clases dirigentes

Una de las peores tragedias de nuestro tiempo, es el fracaso de las clases dirigentes. Algo que caracterizaba al antiguo tercer mundo, ha pasado también a caracterizar la realidad política de los países más desarrollados.

Abundan los ejemplos de líderes políticos que no tienen legitimidad y reconocimiento de parte de las poblaciones que gobiernan -calidad que tampoco pueden mostrar sus opositores, o gobernantes que han polarizado a sus pueblos y han desprestigiado la política.

Evidentemente, los casos más notorios son los de Trump en EEUU y de May en Gran Bretaña (como veremos líneas abajo), pero lo mismo se puede apreciar, entre otros, en España e Italia. El populismo se presenta por doquier, y los enfoques extremistas prevalecen.

El caso de Macron en Francia, una opción centrista que levantó las banderas del libre comercio y la globalización, se ve acosada por resistencias internas y errores de gestión. Ángela Merkel perdió el liderazgo del partido y la representación ecuménica del poder, debilitando también el centro de la política europea.

En México y Brasil se producen cambios profundos, el primero con López Obrador hacia un socialismo decimonónico y el segundo en Brasil, alejándose del socialismo y corrupción del PT de Lula y compañía, pero con un tono radical, que lleva, como en el caso de México, a tener que esperar por resultados.

En nuestro territorio, la expresión de las élites o clases dirigentes, es más la anomia, la deserción del rol de dirigencia, la falta de compromiso cívico, y el cortoplacismo de corte mercantilista.

Hace pocas semanas, en CADE 2018, dos chilenos, un senador y un empresario, sorprendieron a la audiencia mostrando el grado de compromiso cívico de la clase dirigente chilena, especialmente, el de los empresarios. Sana envidia. Ver en Lampadia: Liderazgo consciente en CADE – Compromiso Cívico.

Como se hace evidente de los distintos casos de fallas de liderazgo, ni siquiera el éxito y un alto grado de avance de una sociedad, permite la desidia y la distancia con los temas nacionales. Al menor descuido se interrumpen los procesos virtuosos. Así nos pasó en el Perú el 2011, con la elección del nacionalismo de Ollanta Humala, que desconectó los procesos de inversión y estigmatizó a los empresarios en el quehacer público.

Lo peor es que desde entonces no damos pie con bola. PPK se coqueteó con Humala-Heredia, se aconchabó con las izquierdas y todas sus ramificaciones, no enmendó el clima de inversión. Su sucesor, Martín Vizcarra, renuncio a su inicial compromiso por la concertación y se focalizó en mantener su popularidad al lado de una supuesta gestión efectiva contra la corrupción, olvidando la necesidad de mejorar los indicadores sociales y el ritmo de inversión que nos están condenando a un clima de mediocridad, abandonando la gobernanza.

Gobernanza
Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.
Real Academia de la Lengua

Veamos que nos dice The Economist de la falla de las élites británicas:

La elite que falló

La crisis política británica expone la insuficiencia de sus líderes

The Economist
18 de diciembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

En el último año, el cuerpo político británico soportó una sorprendente lista de males. El gabinete perdió a un secretario de Relaciones Exteriores y dos secretarios de Brexit, por no mencionar otros casos menores. El parlamento ha votado a favor del desacato del gobierno. El Partido Conservador tiene un voto de no confianza del Primer Ministro y otros heridos graves. Y esto solo va a empeorar. No hay consenso para ningún acuerdo Brexit, y no hay forma de salir del callejón sin salida que no rompa las promesas, y posiblemente las cabezas.

Hay dos explicaciones populares para este caos.

  • Una es que Europa siempre estuvo destinada a desgarrar a Gran Bretaña, ya que demasiados británicos detestan la evolución del mercado común hacia una Unión Europea.
  • Una segunda es que Brexit ha proporcionado el catalizador para una guerra civil a largo plazo entre la exitosa Gran Bretaña (que es metropolitana y liberal) y la Gran Bretaña que se queda atrás (que es provincial y conservadora).

Ambas explicaciones tienen mérito. Pero también hay una tercera:

  • Que el modelo de liderazgo del país se está desintegrando. Gran Bretaña se rige por una camarilla de auto-participación que premia la membresía del grupo por encima de la competencia, y auto-confianza por encima de la experiencia. Esta chumocracia (empobrecida élite) ha encontrado finalmente su Waterloo.

Considere la decisión que desató el desastre actual. David Cameron jugó el futuro del país en un simple referéndum: 51% y estás fuera. Mientras otros países, para decisiones menos trascendentes, optan por votos en dos etapas y súper-mayorías. Cameron hizo la apuesta solo para quitarse de encima la presión del ala de los euro-fóbicos del partido conservador y para evitar fugas hacia el partido independiente. Le dio mucha importancia a su capacidad de vender Bruselas en casa. A pesar de que tuvo muchos problemas en su carrera. Su renuncia provocó una guerra civil entre sus amigos de Oxford, Boris Johnson y Michael Gove, cuya mutua destrucción allanó el camino para Theresa May.

Pero tenga en cuenta la carrera actual por el liderazgo conservador que May lanzó la semana pasada cuando se vio obligada a prometer que no lo encabezará en las próximas elecciones.

Los tories están en crisis no solo porque están divididos, sino porque los diferentes candidatos son inadecuados. Jeremy Hunt, el secretario de Asuntos Exteriores, carece de principios; Sajid Javid, el secretario de Interior, carece de carisma; y Johnson, el campeón de la derecha, es una vergüenza.

La crisis de liderazgo de Gran Bretaña está arraigada en la evolución del antiguo establishment hacia una nueva clase política. Esta evolución ha sido ampliamente aclamada como un triunfo de la meritocracia sobre el privilegio y el profesionalismo sobre el amateurismo. De hecho, la nueva clase política tiene muchos de los mismos fracasos del antiguo establishment. Es introvertida y espera de sí misma, enviando a sus miembros, directamente, desde la universidad a trabajos en la villa de Westminster, donde se casan con otros de su clase. Se recuesta más en un bluff, que en expertos.

Al mismo tiempo, la clase política ha abandonado una de las virtudes del antiguo establishment. La vieja clase dominante preservaba un grado de autocontrol caballeresco. Los políticos principales dejaban el cargo para cultivar sus jardines y abrir ferias. La nueva clase política, por el contrario, carece de autolimitación, porque es más una realidad que la suerte de nacimiento. Así, la meritocracia se transforma en capitalismo de compinches. Tony Blair ha amasado una fortuna y George Osborne, el ex canciller de Hacienda de Cameron, está siguiendo sus pasos con entusiasmo.

El triunfo de la nueva élite coincide con la erosión de otros caminos en la clase dirigente. El Partido Laborista tradicionalmente reclutaba talento de la clase trabajadora a través de los sindicatos y el gobierno local. Su gobierno de 1945-51 tuvo éxito en parte porque contaba con grandes figuras como Ernest Bevin, quien perfeccionó sus habilidades de liderazgo en los sindicatos, y Herbert Morrison, que dirigía el Consejo del Condado de Londres. Los conservadores eran reclutados de una amplia gama de circunscripciones, desde la investigación a las fuerzas armadas y el mundo de los negocios.

El llamado de un bluff nacional

Hay algunas señales de que el sistema político está comenzando a desarrollar antídotos al gobierno de la chumocracia.

  • El Partido Laborista ha roto con el hábito de Blairite de colocar a los MPs (Miembros del Parlamento) metropolitanos en las circunscripciones regionales y ha comenzado a promover talentos locales como Angela Rayner (quien dejó la escuela a los 16 años sin calificaciones y un niño en camino).
  • El partido Tory ha logrado reclutar a ex soldados impresionantes como Tom Tugendhat, y Javid, el hijo de un conductor de autobús inmigrante.

La creación de líderes locales poderosos está delegando la toma de decisiones desde Londres y creando nuevas avenidas hacia la elite política nacional.

Desafortunadamente, esta autocorrección llega demasiado tarde. El fracaso de la clase política británica no solo abrió el camino al voto de Brexit. También abrió el camino a la captura del Partido Laborista por Jeremy Corbyn y su camarilla de extrema izquierda. Muchos británicos se desesperan porque tienen que elegir entre Brexit y el caos, bajo los conservadores, y el socialismo y el caos, bajo el laborismo. Si el próximo año va tan mal como este, pueden terminar con ambos. Lampadia




El debate sobre el acuerdo de salida del Brexit continúa

A medida que se avanza en las negociaciones del Brexit, se está produciendo un nuevo enfrentamiento político entre los líderes que negocian el acuerdo para que Gran Bretaña abandone la Unión Europea. Entonces, ¿qué está pasando con el Brexit, exactamente?

El lunes 10 de diciembre, la primera ministra Theresa May anunció que el llamado “voto significativo” sobre cómo abandonar la UE se posponía, en un movimiento que dejó a muchos sorprendidos. Aunque la votación iba a ocurrir en el Parlamento el martes, la BBC afirma que un día antes (el lunes 10), May la rechazó por miedo de que no obtuviera los votos necesarios para aprobarla. Según Reuters, May ahora está buscando obtener una votación antes del 21 de enero del próximo año.

El referéndum inicial para una salida británica (Brexit) de la UE fue aprobado por los votantes del Reino Unido en junio de 2016, lo que resultó en la decisión de que el Reino Unido deje la asociación económica y geopolítica de décadas a cerca de 30 países europeos, que permitía un comercio más libre y la movilidad entre sus miembros. Según las normas sindicales, el Reino Unido tiene hasta el 29 de marzo de 2019 para hacer su salida. Esto lo hemos venido explicando en Lampadia: Entendamos los factores que impulsan el Brexit

Pero está siendo muy difícil que todas las partes lleguen a un acuerdo para la salida del Reino Unido de la UE y la fecha límite para las negociaciones se está acercando rápidamente. Si no se llega a un acuerdo, el Reino Unido esencialmente hará una salida “dura” que alterará la dinámica social y económica de la relación con el resto de la UE de la noche a la mañana.

La votación que el Parlamento debía llevar acabo el martes habría sido para aprobar el acuerdo de salida. Para entender esto, cabe recordad que, a finales de noviembre, la UE y el Reino Unido acordaron un borrador con dos partes sobre cómo sería la salida del Reino Unido de la UE:

  • La primera parte: Afirma que el proceso de salida comenzaría con un período de transición que podría durar hasta el 2022. En ese momento, el Reino Unido pagaría un estimado de £ 39 mil millones a la UE por sus contribuciones obligatorias. En segundo lugar, la residencia y la ciudadanía para los ciudadanos de la UE y el Reino Unido no se verían afectadas por el cambio y cualquier persona que haya cambiado de residencia durante la transición podría quedarse después de que concluya ese período.
  • La segunda parte: Establece un marco para la dinámica general que el Reino Unido y la UE desean mantener después de la salida, y señala cómo es que las entidades independientes reanudarán las operaciones de comercio y seguridad, entre otras cosas.

Uno de los puntos clave en el acuerdo es cómo lidiar con la frontera en Irlanda y evitar una “frontera dura” entre Irlanda del Norte (parte del reino Unido) y la República de Irlanda, que seguirá siendo miembro de la UE.

Incluso con un voto diferido, no es seguro que este acuerdo actual tenga la aprobación de los legisladores británicos. Los miembros del Parlamento no están sorprendidos con el anuncio de un retraso en la votación. Ese mismo día, un miembro del Parlamento retiró el ‘mazo’, un adorno metálico que simbóliza los deberes reales de la legislatura, para hacer una demostración de protesta en contra de May. El gesto, que cuestionó simbólicamente la autoridad de la cámara y sirvió como una prueba de la crítica realidad en el que se encuentra el país, solo ha aumentado la tensión del acuerdo Brexit. Como afirma Foreign Affairs, “El posible conflicto de soberanías, la cuestión de la gente frente al Parlamento, se dejó de lado en 2016. Ahora ha reventando. Al mismo tiempo, los partidos políticos que normalmente mantienen a los parlamentarios en línea están totalmente divididos sobre lo que debería venir a continuación.”

Entonces, ¿qué deben hacer? The Economist, una revista que ha demostrado múltiples veces estar en contra del Brexit, están a favor de un segundo referéndum, afirmando que “si los británicos están decididos a seguir adelante, ese es su derecho. Pero ahora que saben lo que realmente significa Brexit, merecen la oportunidad de decidir si todavía lo quieren.” Sin embargo, son conscientes de los problemas que esto podría traer, “Un segundo referéndum causaría un resentimiento duradero y alimentaría a los partidos populistas que venden la teoría de la puñalada en la espalda. Sin embargo, descartarlo sobre esta base, ignora cómo cualquier trato que busque un Brexit blando también sería denunciado como una traición.”

Foreign Affairs, por su lado, propone que “La Cámara de los Comunes probablemente podría estar de acuerdo con un Brexit más suave que el acuerdo de May, y probablemente incluyendo una membresía a largo plazo del mercado único de servicios y bienes. Este punto final, actualmente conocido como “Norway Plus”, podría ser el destino final de Gran Bretaña.”

Ver líneas abajo más detalle sobre la situación actual del Reino Unido y el impacto (positivo y negativo) de hacer un segundo referéndum:

El caso para un segundo referéndum
La mejor salida del lío del Brexit

El Parlamento no puede ponerse de acuerdo sobre qué tipo de Brexit quiere la gente. En lugar de adivinar, deberían preguntarles.

The Economist
8 de diciembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Tardó un año y medio en llegar a un acuerdo con la Unión Europea. Ahora parece que el propio Parlamento británico tardará menos de un mes en deshacerse de él. Es muy posible que pierda, por un amplio margen, el inminente voto sobre si aprobar el acuerdo Brexit del primer ministro.

La lucha del gobierno para lograr el acuerdo a través del Parlamento expone una grieta que Brexit ha creado en el corazón de la democracia británica. La mayoría de los miembros del parlamento creen, con razón, que el compromiso imperfecto de Theresa May es peor que el statu quo. Como representantes electos del pueblo, tienen todo el derecho de bloquearlo. Por otro lado, el referéndum de 2016 les dio una clara instrucción de irse. Aunque ese voto no tiene peso legal, ha adquirido una fuerza moral. La parálisis de hoy es el resultado de la incapacidad de Gran Bretaña para reconciliar su tradición de democracia representativa con sus experimentos más recientes.

Muchos argumentan que los miembros del parlamento (MPs, por sus siglas en inglés) deben cerrar los ojos y votar por lo que creen que es un plan perjudicial, por respeto al referéndum. Están equivocados. Su argumento se basa en una suposición errónea: que la mayoría que estuvo a favor del Brexit en 2016 significa que cualquier acuerdo resultante refleja la voluntad de la gente. No está nada claro que el plan de May lo haga. Rompe muchas de sus propias líneas rojas de negociación, sin importar las promesas hechas por los activistas en el período previo a la votación. El gobierno ha renunciado en gran parte a argumentar que su acuerdo será bueno para el país, en lugar de insistir en que es lo que exige la democracia. Sin embargo, nadie puede pretender intuir lo que la gente quiere. La única forma de saber es preguntándoles.

El trato de May no es el compromiso que buscan los partidarios del Brexit y los que están en contra. La idea de que un Brexiteer podría simplemente tomar un tren a Bruselas y negociar uno mejor es fatua. El primer ministro ha hecho de su prioridad el poner fin a la libre circulación de personas, una mala idea en nuestra opinión, pero difícilmente impopular. Eso implica dejar el mercado único, una gran pérdida. Pero, de lo contrario, ha mantenido una relación económica lo más estrecha posible con la UE, en parte para evitar la introducción de nuevos controles fronterizos en Irlanda del Norte.

No obstante, está claro que el acuerdo de May es en casi todos los aspectos peor que el que Gran Bretaña ya ha construido, lo que le da los beneficios de estar en la UE, al tiempo que le permite optar por la moneda única y mantener su propio pasaporte. cheques y recibir un reembolso de gran presupuesto. Las nuevas barreras al comercio separarán su dinámica industria de servicios de su mercado más grande y podrían dañar las cadenas de suministro manufactureras de Gran Bretaña. Según el acuerdo irlandés, Gran Bretaña tendrá que seguir las reglas de la UE hasta nuevo aviso. Las consecuencias podrían llevar a un mayor daño constitucional y territorial, incluida la ruptura de la unión con Irlanda del Norte y Escocia.

May ha pasado la quincena pasada en una campaña de referéndum virtual, tratando de persuadir al público de los méritos del acuerdo y, a su vez, persuadir a los MPs de que el acuerdo cuenta con el respaldo del público.

Neverendum

El camino hacia un segundo referéndum es traicionero. El Parlamento luchará para ponerse de acuerdo sobre su forma. La fuerte derrota de May podría llevar a una elección general, en la que todos los partidos propondrían planes Brexit que suenan muy bien, pero que son imposibles, lo que se sumaría a la confusión. El rechazo del acuerdo de May aumentaría el riesgo de que se salga sin ningún acuerdo, un desastre para Gran Bretaña y malas noticias para sus vecinos. Afortunadamente, un Brexit accidental y sin trato se volvió menos probable esta semana, porque los MPs, la mayoría de los cuales lo ven como una catástrofe, ahora tendrán una mayor opinión.

Incluso si se superaran esos obstáculos, seguiría siendo la objeción más poderosa a un segundo referéndum: que engañaría a los que votaron en el primero. La UE tiene una tradición innoble de hacer que la gente vote nuevamente cuando eligen la respuesta “incorrecta”. Si la votación para irse fuera una rebelión contra el establishment, un segundo referéndum sería visto como una contrarrevolución.

El riesgo es real. Un segundo referéndum causaría un resentimiento duradero y alimentaría a los partidos populistas que venden la teoría de la puñalada en la espalda. Sin embargo, descartarlo sobre esta base, ignora cómo cualquier trato que busque un Brexit blando también sería denunciado como una traición. Los partidarios de la línea dura describen el plan de May como “vasallaje”, una “humillación nacional” y un “engaño” de aquellos que votaron para irse. Del mismo modo, la creencia de que aprobar el acuerdo hará que todo el episodio de la división termine y se haga caso omiso del hecho de que, después del día del Brexit, Gran Bretaña enfrenta tal vez una década de negociaciones comerciales con la UE, lo que implica una mayor parte de las dolorosas concesiones entre la prosperidad y control del cual el público se ha cansado tanto. Mientras tanto, el país se quedará más atrás con respecto a su potencial. Es cierto que un segundo referéndum causaría una ira duradera y socavaría la fe en la política. Pero también lo haría presionar a través de un acuerdo en nombre de la gente que no estaba convencida.

El Brexit es a menudo comparado con un divorcio. De hecho, los dos años transcurridos desde el referéndum han sido más como un compromiso rocoso. Los votantes se dejaron llevar por las promesas de la campaña del Brexit, solo para descubrir que la relación futura no iba a ser como lo habían imaginado. Cancelarlo sería mortificante. Sin embargo, hacerlo podría ser un error grave y permanente. Si los británicos están decididos a seguir adelante, ese es su derecho. Pero ahora que saben lo que realmente significa Brexit, merecen la oportunidad de decidir si todavía lo quieren. Lampadia




Cuando la clase dirigente defrauda en su hora más fina

El Reino Unido ha tenido siempre una clase dirigente presente en la conducción de sus gobiernos, y nos ha dado ejemplos de liderazgo extraordinarios, empezando por el portentoso liderazgo de Winston Churchill, que supo resistir la soledad de sus propósitos (los ataques más severos) para terminar imponiendo su criterio sobre la necesidad de enfrentar a Hitler. A ese extraordinario momento de su vida, en el que supo estar a la altura de las circunstancias y más allá, a esa ‘hora más oscura’ que supo tornar en su ‘hora más fina’ le debemos, todos los ciudadanos de occidente, el haber podido vivir en libertad durante los últimos 70 años.

Pero hoy, el Reino Unido, está en otra. Está en el medio de una crisis auto-infligida, justamente, por la debilidad de sus líderes actuales.

Crisis en la política de Gran Bretaña

Faltan tan solo ocho meses para que el Reino Unido abandone oficialmente la UE, tras la elección del Brexit en el 2016, y la incertidumbre es increíblemente alta. Los británicos están en un escenario de altísima incertidumbre.

Las posibilidades de que las conversaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea lleguen a un acuerdo son cada vez menores. A pesar de que el tiempo se está agotando, sus argumentos continúan siendo muy distantes. Theresa May ha publicado su último plan de compromiso y ve poco espacio para nuevas concesiones. Michel Barnier, el principal negociador de la UE, también tiene poco espacio para maniobrar. Quizás algún acuerdo de última hora sea acordado por el Consejo de Ministros a finales de este año; pero aumentan los riesgos de que no lo haga.

Se ha desatado una gran lucha política en el gobierno del Reino Unido sobre Brexit y podría ser el fin de la primera ministra Theresa May. Tres miembros del gabinete de May, el canciller Boris Johnson, el ministro del Brexit David Davis y el ministro del Departamento para la salida de la UE, Steve Baker, renunciaron al gobierno en protesta por el manejo de las negociaciones con la Unión Europea por parte de May.

¿Qué paso? May llegó al poder poco después del voto en pro del Brexit, prometiendo ser una mano firme en las negociaciones. Ofreció un ‘Brexit duro’ e incluso trajo a los políticos pro-Brexit a su gobierno, incluidos Johnson, Baker y Davis.

Desde el principio May ha destacado por su debilidad y falta de instinto político. Por ejemplo, cuando los conservadores gozaban de una cómoda mayoría, decidió llamar a elecciones, perdiendo la mayoría y teniendo que organizar alianzas inestables que solo le permiten sobrevivir, una y otra vez, a las sucesivas crisis que tiene que enfrentar.

Todos los análisis serios sobre las consecuencias del Brexit, muestran que Gran Bretaña tendrá que asumir tremendos costos económicos y sociales. A pesar de la inclinación de May y su equipo-Brexit, con el tiempo, May fue dando muestras de aceptar un “Brexit suave”. Ese es el apodo de un modelo que afirma que no pertenece a la UE, pero aún tiene acceso al mercado único europeo. Para seguir ese modelo, el Reino Unido debe permitir principalmente el libre flujo de bienes, servicios, dinero y personas. O sea, ser, pero no ser parte de la unión. Todo con tal de no reconocer el error.

Esto no es una opción para los activistas pro-Brexit, que prefiere un “Brexit duro”, en el que supuestamente GB se ahorraría los aportes a la unión y podría restringir la inmigración.

El gabinete de May está profundamente dividido entre esos dos bandos, y se le está acabando el tiempo para presentar sus términos a la UE. En junio, después de una reunión de 12 horas, May surgió con un plan acordado por el grupo: el Reino Unido buscaría un “área de libre comercio” con la UE para bienes industriales y agrícolas, preservando su acceso a los mercados de la UE y gobernado por un “Libro de reglas común”.

Pero no hubo consenso: para Johnson y otros pro Brexit duro, el plan era demasiado suave. Entonces renunciaron en protesta. Ahora, todo el partido de May está en crisis, y algunos miembros amenazan con desafiar su liderazgo si ella no cambia de rumbo.

¿Qué sucederá?

No queda claro qué sucederá, sin embargo, existen varias opciones. Una opción es que el Reino Unido decida que no pagará la “tarifa de divorcio” de alrededor de € 50 mil millones que acordó en diciembre pasado como parte de un acuerdo de retiro. Sin dicho acuerdo, la UE afirma que no habrá una “fase de implementación”. Como resultado, el próximo año, el comercio del RU con la UE estaría sujeto a aranceles y controles fronterizos. Sin duda, se harán tratos a lo largo del tiempo para solucionar el desorden y se encontrarán formas de reactivar el comercio, pero la disrupción sería enorme y es poco probable que la economía se recupere por completo durante muchos años.

Otra opción es que el Reino Unido abandone la UE con un acuerdo de mantener, por el momento, el status quo en términos de intercambio y todos los demás arreglos diarios. En otras palabras, la “fase de implementación” seguiría adelante incluso en ausencia de un acuerdo de retirada total, y el Reino Unido cumpliría con su acuerdo de pagar a la UE mientras se realizan nuevos intentos para negociar una relación a largo plazo.

Esto parece políticamente tentador, pero no es tan fácil como parece. ¿Qué pasa si no se llega a un acuerdo el próximo año o el año siguiente? ¿Se volverá permanente este arreglo a corto plazo, al igual que la relación de Noruega con la UE, diseñada para durar unos pocos meses en 1994, pero que todavía está en vigor?

Otra alternativa es que el Reino Unido decida permanecer en la UE después de todo. El gobierno retira su carta notificando a la UE su decisión de abandonar la UE, pero se necesitaría un nuevo referéndum en el Reino Unido y el gobierno de Theresa May se opone. Las encuestas recientes indican que un nuevo referéndum, diseñado para poner fin a una profunda crisis política interna, daría como resultado una votación para permanecer en la UE, después de todo.

¿Cuál de estos cuatro escenarios es más probable?

Nadie puede estar seguro. Hay problemas con cada uno de ellos: financieros, legales y políticos. Cada uno tendrá sus seguidores y sus críticos. Solo una cosa es segura: si no hay un acuerdo entre el Reino Unido y la UE, Gran Bretaña tendrá que sufrir grave problema.

Lo único seguro es que GB ha olvidado los ejemplos de liderazgo de Churchill, Thatcher y Blair, tiene a la persona menos indicada en el gobierno: un partido conservador sin una clara identidad, un partido laborista regresivo a las políticas que los llevaron a sufrir el ‘winter of discontent’ (la crisis que llevó a Thatcher y el liberalismo británico al poder en 1979) y, por lo tanto, un liderazgo débil que no permite ver el camino por delante. Lampadia




La alianza de occidente se debilita

Desde los desarrollos políticos de Gran Bretaña con el Brexit y de EEUU con Trump, que de alguna manera marcan una regresión de sus políticas internacionales, por el acomodo de factores internos, en Lampadia hacemos un cuidadoso seguimiento de la política global, especialmente, en cuanto a su incidencia sobre el libre comercio, la movilidad de capitales y la globalización en general.

En cuanto a la alianza de occidente, económica y de seguridad, concordamos con The Economist, en que vale la pena salvarla. Ver líneas abajo su artículo al respecto.

  • The Economist: “en un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia”.
  • Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo).

Mientras más Trump pretende intimidar a sus aliados, crea más dudas sobre el liderazgo de EEUU en el mundo y sobre las garantías de seguridad que pueden brindar a sus socios tradicionales. Ya hace unos meses, los principales líderes europeos han declarado que no pueden confiar en EEUU. Pero, como dice The Economist, la alianza no va a salvarse por sí sola:

  1. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad.
  2. Países europeos deben invertir más en defensa.
  3. Los aliados de EEUU deben colaborar en áreas como la ciberseguridad, que los haría más valiosos para EEUU.
  4. Los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la ‘Iniciativa de Intervención Europea’, propuesta por Francia, en vez de excluirla del sistema de defensa.

Uno de los grandes peligros que la humanidad enfrenta estos días, es el del aumento de las brechas entre los países más ricos; como consecuencia de la ola de populismo que se esconde detrás de las banderas de la anti-globalización y anti-comercio internacional, que puede terminar por desbaratar los grandes avances de las últimas décadas, dañando en mayor medida a los países emergentes, como nuestro país.

A estas alturas ya no se puede pensar que las acciones anti-comercio de Trump, son solo una estrategia para generar supuestos balances. La guerra comercial desatada por el autócrata estadounidense, no responde a realidades que deben corregirse, y más bien, generará un EEUU más débil, como lo explican los analistas internacionales más prestigiosos.

Los peruanos tenemos que tener muy claro, que solo sifoneando recursos económicos desde los países más ricos al Perú, podemos aspirar a superar la pobreza. A diferencia de esas políticas decimonónicas llevadas al extremo por la dictadura militar izquierdista de Velasco, de endeudar al Estado, lo que tenemos que hacer es conseguir esos recursos, multiplicando nuestras exportaciones y promoviendo más inversiones. Lampadia

Brecha transatlántica
La alianza occidental está en problemas

Esto debería preocuparle a Europa, EEUU y al mundo

The Economist
5 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

EEUU hizo tanto como cualquier país para crear la Europa de la posguerra. A fines de la década de 1940 y en la década de 1950 se dio el inicio del tratado que se convirtió en la Unión Europea y en la OTAN, la alianza militar que ganó la guerra fría. Estados Unidos actuó en parte por caridad, pero principalmente por interés propio. Habiendo sido arrastrado a dos guerras mundiales, quería desterrar la rivalidad franco-alemana y construir una muralla contra la amenaza soviética. Después del colapso soviético en 1991, la alianza ancló la democracia en los estados recientemente liberados de Europa oriental.

Hoy, sin embargo, EEUU y Europa están separadas por una creciente brecha. Los días 11 y 12 de julio, antes de la cumbre de la OTAN en Bruselas, el estado de ánimo es venenoso. Como el presidente Donald Trump acusa a los europeos de mala fe y de no ejercer su influencia, ellos lo acusan de vandalismo. Una segunda cumbre, entre Vladimir Putin y Trump en Helsinki el 16 de julio, podría producir el espectáculo una vez impensable de un presidente estadounidense tratando a su oponente ruso mejor de lo que trata a sus aliados.

Incluso si las dos cumbres transcurren sin controversia, como deberían, dado que Trump se deleita en confundir a sus críticos; las diferentes prioridades, creencias divergentes y culturas políticas enfrentadas se mantendrán. La alianza occidental está en problemas y eso debería preocuparle a Europa, Estados Unidos y al mundo.

Cada alianza tiene sus tensiones, pero la occidental se ve especialmente tensa por una cantidad desconcertantes de frentes. Trump y sus generales están exasperados por los débiles esfuerzos de muchos miembros de la OTAN por cumplir su promesa de aumentar el gasto de defensa al 2% del PBI para 2024. La derecha estadounidense tiende a condenar el apoyo europeo al acuerdo nuclear iraní (que Trump dejó) y lo que ve como un prejuicio contra Israel. Y los legisladores de ambos partidos piensan que, a medida que la atención del mundo se traslada a Asia, los europeos merecen menos atención.

Como si eso no fuera suficiente, Trump acusa fatuamente a la UE de estar “preparada para tomar provecho de Estados Unidos” y la reprime por el comercio injusto. Mientras tanto, Europa está dividida. Italia tiene una nueva coalición populista que es pro-Putin. Así, cada vez más, está Turquía, miembro de la OTAN (pero no de la UE) que es hostil a los valores democráticos liberales que unen a la alianza. Lo peor podría estar por venir. Un gobierno laborista en Gran Bretaña bajo Jeremy Corbyn, que tiene una larga historia de oposición al uso de armas por parte de Occidente, trataría a Estados Unidos con una profunda sospecha; incluso podría tratar de abandonar la OTAN.

Un golpe de SACEUR

Esta revista cree que vale la pena salvar la alianza occidental. En un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede actuar como una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia. [Ver en Lampadia: “se perfila cada vez con mayor claridad, un mundo para el siglo XXI, liderado por tres autócratas: Putin, Xi Jinping y Trump” (El ‘americano feo’ desestabiliza las relaciones económicas del mundo)]. Pero la alianza no tiene un derecho otorgado por Dios para sobrevivir. Debe ganar continuamente su lugar. La pregunta es: ¿cómo?

El primer paso es no hacer las cosas más difíciles. Europa debería hacer todo lo posible para resistir el instinto de Trump de mezclar el comercio con la seguridad. El juntar estos dos temas solo hará que Occidente sea menos seguro y más pobre.

Luego, los partidarios de la alianza deben ser prácticos. Eso significa pagar. Trump tiene razón al quejarse sobre países como Alemania e Italia, que gastaron solo 1.22% y 1.13% del PBI en defensa en 2017. De hecho, él podría ir más allá. Es muy poco lo que se gasta en defensa: Bélgica consume más de un tercio de su gasto en las pensiones., cuando debería usarse en I+D y equipamiento.

Para los aliados de Estados Unidos, ser práctico también significa mantenerse al día. La colaboración en áreas como la ciberseguridad hará que la alianza sea más valiosa para los Estados Unidos. Más urgentemente, la OTAN debe continuar agudizando su respuesta a las tácticas de desinformación e infiltración que Rusia usó en Crimea y el este de Ucrania. La entendimiento militar perdido es difícil de reconstruir. Los ejercicios que consolidan las relaciones militares de la OTAN son más importantes que nunca.

Y ser práctico significa permanecer juntos. En las negociaciones del Brexit, la UE tiene la intención de excluir a Gran Bretaña de las estructuras de seguridad de la unión. Dada la experiencia militar de Gran Bretaña, su industria armamentística y sus agencias de inteligencia, eso es contraproducente. En cambio, los miembros de la UE deberían tratar de vincular a Gran Bretaña, por ejemplo, promoviendo la Iniciativa de Intervención Europea, propuesta por Francia, que apunta a crear una fuerza que pueda actuar en situaciones de crisis. Alguna vez EEUU habría visto tal plan como una amenaza para la OTAN. Hoy sería tanto una señal de que Europa está dispuesta a asumir más responsabilidades.

Luchando por la mente

Lo último es la batalla de ideas. Si la OTAN y la UE no existieran, no se crearían. Desde el colapso soviético, la sensación de amenaza ha disminuido y las dificultades para trabajar juntos han crecido. Sin embargo, eso no hace que la alianza transatlántica sea “obsoleta”, como alguna vez afirmó Trump. Las alianzas de Estados Unidos son un activo que es la envidia de Rusia y China. La OTAN es una herencia que es tanto más preciosa por ser irremplazable.

La necesidad de seguridad permanece. Rusia no es la Unión Soviética, pero, como potencia declinante, se siente amenazada. Ha modernizado sus fuerzas y está preparada para desplegarlas. La necesidad de anclar la democracia europea también se mantiene. A medida que el autoritarismo se acerca a Polonia y Hungría, la UE y la OTAN pueden ayudar a limitar su avance. Y existe el beneficio adicional de cómo Europa ayuda a los Estados Unidos a proyectar su poder, proporcionando bases, tropas y, por lo general, apoyo diplomático.

La OTAN es más frágil de lo que piensa Trump. En su base está el compromiso de considerar el ataque contra uno de sus miembros, como un ataque contra todos. Las vacilaciones y hostilidades de Trump hacia Europa debilitan ese compromiso, aunque solo sea porque revela su desprecio por la idea de que los países pequeños tienen los mismos derechos que los grandes. Asia está mirando, al igual que Putin. Mientras más intimide Trump a sus aliados, más dudará el mundo de las garantías de seguridad de Estados Unidos. Debido a que las grandes potencias compiten en una zona gris entre la paz y la guerra, se corre el riesgo de un error de cálculo.

Trump cree que es un maestro negociador en pos de una EEUU más fuerte. Con Europa, como con tantas otras cosas, subestima gravemente lo que está dejando. Lampadia