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Putinismo

Putinismo

Como explica The Economist en el artículo que publicamos líneas abajo, el ‘Putinismo’ representa un gran riesgo para la humanidad. Lo curioso es que estos fenómenos no salen de la nada, muchas veces son perfectamente predecibles. Pero expresiones comunes como ‘no te preocupes’, ‘no pasa nada’, ‘seguro que cambia una vez a cargo’, etc., llevan a descuidos en todo tipo de planos. En este caso, el historiador Timothy Garton Ash, fue testigo de los planteamientos públicos de Putin en 1994, pero ‘no había que preocuparse’. Ver la siguiente glosa del artículo de Garton Ash, La doctrina del resentimiento, publicado el 2014:

En 1994, estaba quedándome medio dormido en una mesa redonda que se celebraba en San Petersburgo, Rusia, cuando un hombre fornido y de baja estatura, con cara de ratón, que parecía ser la mano derecha del alcalde, empezó a hablar. Dijo que Rusia había entregado de forma voluntaria “inmensos territorios” a las antiguas repúblicas soviéticas, entre ellas zonas “que históricamente han pertenecido siempre a Rusia”. Se refería “no solo a Crimea y el norte de Kazajstán, sino también, por ejemplo, al área de Kaliningrado”. Rusia no podía abandonar a su suerte a esos “25 millones de rusos” que habían pasado a vivir en el extranjero. El mundo debía respetar los intereses del Estado ruso “y del pueblo ruso como gran nación”.

Aquel hombretón irritante se llamaba –como habrán supuesto– Vladímir V. Putin.

Pues nadie hizo caso de esta advertencia. Incluso, según relata The Economist, hasta hace cuatro años el presidente Obama dudaba de la importancia de las amenazas del nuevo ‘Zar de Todas las Rusias?

Veamos las siguientes líneas, en las que al imperio de Putin se le califica de mortal y disfuncional:  

La amenaza que viene de Rusia

Putinismo

Cómo contener el mortal y disfuncional imperio de Vladimir Putin

The Economist
22 de octubre de 2016
Traducido y glosado por Lampadia

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Hace cuatro años, Mitt Romney, el candidato republicano, dijo que Rusia era “el enemigo geopolítico número uno” de los Estados Unidos. Barack Obama, entre otros, se burló de esta hilarante metida de pata: “La década de 1980 está exigiendo el retorno de su política exterior, porque la guerra fría finalizó hace más de 20 años”, se burló el presidente. Cómo cambian los tiempos. Con Rusia  pirateando tecnológicamente la elección estadounidense, dirigiendo una masacre en masa en Siria,  anexándose Crimea y hablando despreocupadamente sobre el uso de armas nucleares, la opinión de Romney se ha convertido en la sabiduría convencional. Casi el único estadounidense que disiente de ella es candidato republicano actual, Donald Trump.

Cada semana, Vladimir Putin, presidente de Rusia, encuentra nuevas maneras de asustar al mundo. Recientemente ubicó misiles con capacidad nuclear cerca de Polonia y Lituania. Esta semana envió un grupo de portaaviones por el Mar del Norte y el Canal de la Mancha. Ha amenazado con derribar cualquier avión estadounidense que ataque las fuerzas del déspota de Siria, Bashar al-Assad. El enviado de Rusia en la ONU ha dicho que las relaciones con Estados Unidos están en su punto más tenso en 40 años. Las noticias de la televisión rusa están llenas de misiles balísticos y refugios antiaéreos. “El comportamiento insolente” podría tener “consecuencias nucleares”, advierte Dmitry Kiselev, el propagandista en jefe de Putin, y que cita asimismo las palabras de su jefe: “Si un combate es inevitable, hay que golpear primero”.

De hecho, Rusia no está a punto de ir a la guerra con Estados Unidos. Gran parte de su lenguaje no es más que bravata. Pero sí supone una amenaza para la estabilidad y el orden. Y el primer paso para responder a esta amenaza es entender que la beligerancia de Rusia no es un signo de resurgimiento, sino de una crónica debilitante debilidad.

Vlad el invasor

Como establece nuestro informe especial de esta semana, Rusia se enfrenta a graves problemas en su economía, la política y la sociedad. Su población está envejeciendo y se espera que se reduzca en un 10% para el año 2050. El intento de utilizar los ingresos extraordinarios por el auge de los productos básicos para modernizar el Estado y la economía fue un fracaso. En su lugar Putin ha presidido un enorme crecimiento del gobierno: entre 2005 y 2015, la proporción del PBI de Rusia que proviene del gasto público y las empresas controladas por el Estado aumentó de 35% a 70%. Habiendo crecido un 7% al año, al comienzo del reinado de Putin, la economía se está contrayendo. Las sanciones son en parte responsables, pero la corrupción y una caída en el precio del petróleo importan más. El Kremlin decide quién se enriquece y se mantiene así. Vladimir Yevtushenkov, un magnate ruso, fue detenido durante tres meses en 2014. Cuando salió, había renunciado a su compañía de petróleo.

Putin ha tratado de compensar la vulnerabilidad interna con la agresión exterior. Con sus protestas masivas después de la manipulación de las elecciones en 2011-12, las sofisticadas clases medias urbanas de Rusia mostraron que añoran un estado moderno. Cuando el precio del petróleo era alto, Putin podía resistirse a ellas mediante la compra de apoyo. Ahora apuntala su poder librando guerras en el extranjero y con el uso de sus herramientas de propaganda para avivar el nacionalismo. Él recela de la idea de darle acceso a las ideas occidentales porque el sistema político de Rusia, aunque experto en la represión, es frágil. Las instituciones en las que se apoyaría una Rusia próspera, tales como el estado de derecho, medios de comunicación libres, la democracia y la competencia abierta, plantean una amenaza existencial para el corrupto Estado de Putin.

Durante gran parte de su tiempo en la presidencia, Obama ha asumido que debido a que Rusia es una potencia en declive él no tenía que prestarle mucha atención. Sin embargo, un país inseguro, débil e impredecible con armas nucleares es peligroso; en algunos aspectos  incluso más que la Unión Soviética. A diferencia de los líderes soviéticos después de Stalin, Putin gobierna solo, sin el control de un Politburó o por haber sido testigo de la devastación de la segunda guerra mundial. Podría seguir a cargo por muchos años más. Y la edad es poco probable que lo suavice.

Obama señala, cada vez más,  las cosas correctas sobre el Putinismo – y que sonaron muy duras durante una rueda de prensa esta semana pasada- pero Putin ha aprendido que se puede desafiar a los EEUU y salir fortalecido. Las suaves sanciones occidentales empeoran la situación de los ciudadanos rusos, pero también ofrecen a la gente un enemigo contra el que unirse, y a Putin un chivo expiatorio para el daño económico causado por sus propias políticas.

Iván el soportable

¿Qué debe hacer Occidente? El tiempo está de su lado. Una potencia en decadencia necesita ser contenida hasta que finalmente es rebasada por sus propias contradicciones, incluso cuando la necesidad de atacar permanezca.

Debido a que los posibles peligros son un error de cálculo y una escalada sin control, Estados Unidos debe continuar las conversaciones directas con Putin incluso, como en la actualidad, cuando la experiencia es desalentadora. El éxito no se mide por los avances y los altos al fuego  -a pesar de lo mucho que serían bienvenidos en un país tan desafortunado como Siria- sino reduciendo las posibilidades de que Rusia cometa un error garrafal.

Un error de cálculo nuclear sería el peor de todos. De ahí que las conversaciones deban incluir el control de armas nucleares, así como la mejora de las relaciones entre sus fuerzas militares, con la esperanza de que las armas nucleares puedan ser separadas de los otros temas, como lo fueron en la época soviética. Eso va a ser difícil porque, a medida de que Rusia declina, considerará su arsenal nuclear como una ventaja duradera.

Otras áreas de controversia serán las regiones fronterizas con Rusia.  Ucrania es una prueba de cómo Putin pretende desestabilizar países como una forma de evitar que se alejen de la órbita de Rusia. El próximo presidente de los Estados Unidos debe declarar que, contrariamente a lo que Trump ha dicho, si Rusia utiliza este tipo de tácticas contra un miembro de la OTAN, como Letonia o Estonia, la alianza lo considerará un ataque contra todos ellos. Por otra parte, Occidente tiene que dejar claro que si Rusia asume la agresión a gran escala contra aliados fuera de la OTAN, como Georgia y Ucrania, se reserva el derecho a armarlos.

El Occidente fundamentalmente necesita mantener la calma. La injerencia rusa en las elecciones presidenciales de Estados Unidos amerita una retaliación mesurada. Pero Occidente puede sobrellevar tales “medidas activas“. Rusia no pretende ofrecer al mundo una ideología o una visión atractivas. Su propaganda más bien tiene como objetivo desacreditar y erosionar los valores liberales universales mediante el fomento de la idea de que Occidente es tan corrupto como Rusia, y de que su sistema político es igual de fraudulento. Desea un Occidente dividido que haya perdido la fe en su capacidad para moldear el mundo. En respuesta, el Occidente debe estar unido y firme. Lampadia