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¿Sigue importando el G20?

Como hemos explicado anteriormente, el mundo tiene problemas de gobernanza. Estamos transitando hacia un mundo multipolar con las instituciones del siglo XX, en medio de fuertes enfrentamientos. Ver en Lampadia: ¿Un nuevo orden global? – Levellers y Leviatanes, La divergencia del ‘nuevo orden global’.

Líneas más abajo presentamos un último artículo de Jim O’Neill en Project Syndicate, en el que analiza las limitaciones del G20, después de su reciente reunión en Osaka, Japón.

O’Neill adelanta su descontento con la efectividad de este foro, que acumula más planes que realizaciones.

En medio de la guerrea comercial, tecnológica y geopolítica entre EEUU y China, se hace muy importante analizar el ambiente global, que sigue deteriorándose paulatinamente y malogrando el espacio de desarrollo que necesitan países pobres como el Perú.

Hace 75 años:

“Hemos llegado a reconocer que la forma más inteligente y efectiva de proteger nuestros intereses nacionales es a través de la cooperación internacional, es decir, a través del esfuerzo conjunto para lograr objetivos comunes”.

El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau Jr, discurso de clausura en la Conferencia de Bretton Woods, el 22 de julio de 1944

Fuente: Financial Times, July 9, 2019

Veamos la nota de O’Neill:

Project Syndicate
10 de julio, 2019
JIM O’NEILL

Las primeras reuniones del G20, en el apogeo de la crisis financiera mundial, dieron resultados concretos y parecían prometer un futuro auspicioso para la gobernanza mundial. Pero en los años posteriores, el grupo ha reemplazado cada vez más la acción con palabras vacías, acumulando cada vez más objetivos por encima de los objetivos no alcanzados de las cumbres pasadas.

LONDRES – Cuando los líderes del G20 celebraron su primera cumbre a fines de 2008, muchos dieron la bienvenida a lo que parecía un nuevo foro diverso y altamente representativo para diseñar soluciones comunes a los problemas globales. El grupo se absolvió bien para responder a la crisis financiera mundial y, por un tiempo, su aparición como un foro para la coordinación de políticas internacionales pareció ser uno de los únicos aspectos positivos de ese lío.

Sin duda, estuve entre los que aplaudieron los logros iniciales del G20. Desde 2001, cuando identifiqué el auge de los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) como una característica clave de la economía mundial del siglo veintiuno, pedí una revisión importante de las estructuras de gobernanza global. Como argumenté en ese momento, el predominio continuo del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos) estaba cada vez más desfasado con el complejo mundo de principios de la década de 2000. Hasta el día de hoy, la exclusión de China por parte del G7 es una omisión flagrante, empeorada por la presencia de tantos países europeos, la mayoría de los cuales comparten una moneda y se rigen por las mismas normas de política fiscal y monetaria.

Desafortunadamente, tras la cumbre del G20 en Osaka, Japón, el mes pasado, no puedo dejar de preguntarme si esa reunión también ha perdido su propósito. De hecho, el único desarrollo relevante que surgió de la cumbre fue un acuerdo al margen entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping, quien negoció otra “tregua” en la guerra comercial de sus países.

Parte del problema, por supuesto, es que la gobernanza global en general ha sido marginada, ahora que los Estados Unidos han renunciado a su papel como custodios del orden internacional. Pero también hay problemas con el G20 en sí. Por un lado, el grupo parece un vehículo apropiado para facilitar el diálogo global. Su membresía representa alrededor del 85% del PIB mundial y abarca la mayoría de las principales economías emergentes, incluidas aquellas que no han adoptado la democracia liberal de estilo occidental. Con la excepción de Nigeria, la mayor economía de África y el país más poblado, los países que uno esperaría tener un asiento en la mesa tienen. Y en el futuro, uno podría imaginar a Vietnam y algunos otros que se unen a ellos.

Por otro lado, si bien el G20 ha sido muy bueno emitiendo comunicados grandiosos para reconocer la existencia de desafíos globales, se ha demostrado que es absolutamente incapaz de promover soluciones para ellos. Para estar seguros, se podría argumentar que no es realista esperar que un grupo de burócratas arregle todo lo que está roto en el mundo. En todo caso, es el deber de los activistas, empresarios y otros pensadores creativos presionar y persuadir a los líderes políticos sobre la necesidad de cambio. Y, sin embargo, cuando se trata de problemas que solo pueden abordarse de manera cooperativa a nivel global, no hay alternativa a organismos como el G20. Incluso si los líderes políticos han adoptado todas las ideas correctas, todavía necesitan un foro para convertir esas ideas en políticas coordinadas.

En mi opinión, hay dos barreras que se interponen en el camino del G20. Primero, aunque es representativo, también es demasiado grande. Como he argumentado desde 2001, lo que realmente necesita el mundo es un G7 más representativo, que incluya a Estados Unidos, Japón, la Unión Europea y los países BRIC. Esta nueva agrupación residiría dentro del G20 y representaría tres cuartos del PIB mundial. Si bien Canadá y un Reino Unido posterior al Brexit perderían parte de su influencia actual, no tendrían menos de eso que los países en situación similar, como Australia. En cualquier caso, no deben preocuparse: no hay razón para esperar una revisión diplomática de esta escala en el corto plazo.

La segunda deficiencia del G20 es que (al igual que el G7) carece de un marco objetivo a través del cual establecer metas y medir el progreso hacia ellas. Desde el éxito inicial del grupo hace una década, su agenda ha sido fluida, con cada país anfitrión agregando algo nuevo a la mezcla en cada reunión anual. En el caso de la cumbre de Osaka, el gobierno japonés introdujo el objetivo de la atención médica universal.

Nadie duda de que la atención universal de salud es una causa digna. Pero el G20 tampoco ha hecho nada para ayudar a los estados miembros a expandir la provisión de atención médica. Peor aún, el tiempo dedicado a prestar atención a este nuevo objetivo podría haberse utilizado para discutir temas destacados como la resistencia a los antimicrobianos, que se agregó a la agenda del G20 en 2016. El lenguaje sobre la RAM en el último comunicado fue notablemente similar al de la anterior. cumbres, lo que sugiere que se ha avanzado poco.

Mientras tanto, el mercado de nuevos antibióticos se está deteriorando rápidamente. Sin una respuesta internacional concertada, las superbacterias resistentes a los medicamentos podrían acabar con diez millones de vidas por año para 2050, dando como resultado una pérdida acumulada de alrededor de $ 100 billones en la producción mundial. Lo que el mundo necesita ahora es acción, no palabras vacías. Lampadia

Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y ex ministro de Hacienda del Reino Unido, es presidente de Chatham House.




Buenas noticias desde Osaka

Buenas noticias desde Osaka

El G20 se juntó en Osaka, Japón, antecedido de grandes angustias sobre las relaciones entre EEUU y China. Los miembros del G20 comprenden el 85% del PBI global. Incluyen a Brasil, México y Argentina, y Chile asiste como invitado por tercera vez.

Sorprendentemente, tanto EEUU como China tuvieron una actitud muy positiva. EEUU llegó a suspender la multiplicación de aranceles a China y anunció la suspensión de las sanciones a Huawei. No nos olvidemos de que en el anterior G20 en Buenos Aires, Trump impidió una declaración en pro del libre comercio.

Sin embargo, según el Financial Times el G20 se mantuvo profundamente dividido en los temas de comercio y clima. Han sido capaces de producir un comunicado conjunto, pero sin que permita anticipar un compromiso real.

Xi llegó a acusar a los países ricos de enrutarse en el proteccionismo y “destruir el orden comercial global”. Es claro que las tensiones se han intensificado y el pronóstico no es de mejora.

Lo mejor del evento es la distensión entre EEUU y China.

Como siempre The Economist hace un buen relato de lo sucedido y analiza las posibilidades de que los nuevos acuerdos se sostengan en el tiempo. Ver artículo líneas abajo.

Pero en Lampadia queremos destacar la importancia del nuevo viento a favor entre EEUU y China, y la importancia de la presencia de Sebastián Piñera, el presidente de Chile en Osaka, representando activamente nuestros intereses, abogando por el libre comercio y la globalización.

Lamentablemente, el Perú no forma parte del concierto internacional y la agenda de nuestro gobierno está concentrada en los enfrentamientos internos, descuidando no solo la economía, también temas tan importantes como la lucha contra la desnutrición y la seguridad.

Confiemos pues que Chile haga un buen caso de la necesidad de retomar la agenda del libre comercio. 

Viejos amigos se reencuentran
Estados Unidos y China reanudan las conversaciones en un intento por terminar su guerra comercial

Donald Trump detiene nuevas tarifas y le da a Huawei un espacio

The Economist
29 de junio de 2019

XI JINPING y Donald Trump dicen que se quieren mutuamente. Después de un año de disputas en espiral entre Estados Unidos y China, sus profesiones de amistad son difíciles de creer. Pero es cierto que cada vez que se reúnen, generalmente logran estabilizar la relación de sus países, al menos por un tiempo. Su reunión el 29 de junio, al margen de la cumbre del G20 en Osaka, parece haberlo hecho nuevamente.

Las dos superpotencias acordaron reanudar sus negociaciones comerciales de nuevo, y Estados Unidos desistió de aplicar tarifas adicionales. Ese es un bienvenido respiro para los mercados y las empresas globales y, de hecho, para cualquiera que espere que China y Estados Unidos puedan encontrar una manera de evitar una nueva guerra fría.

Sin embargo, también es cierto que los períodos de calma después de las reuniones anteriores de Xi-Trump solo han durado poco, y en última instancia han sido seguidos por una progresiva escalada de la guerra comercial. Si eso sucede esta vez dependerá de las negociaciones que están programadas para comenzar de nuevo. Hay muchas razones para el pesimismo y una para el optimismo cauteloso.

Los detalles de lo que los líderes acordaron durante su reunión de 80 minutos aún son escasos. La mayor sorpresa fue la declaración de Trump en una conferencia de prensa posterior de que Estados Unidos permitiría a sus compañías tecnológicas continuar vendiendo componentes a Huawei, un gigante chino de las telecomunicaciones, una aparente inversión de una decisión anterior para incluirla en la lista negra. Ese es un gran indulto para Huawei, y una victoria para Xi. Pero Trump también sugirió que una decisión final sobre cómo manejar a Huawei dependería del destino de las conversaciones comerciales.

Se había esperado la decisión de Estados Unidos de suspender el pago de nuevas tarifas, porque China había establecido esa condición previa para la reanudación de las conversaciones. Pero de todos modos es importante. Hasta el momento, los Estados Unidos han impuesto aranceles del 25% sobre las importaciones chinas por un valor de $ 250 mil millones, aproximadamente la mitad de lo que China vende a Estados Unidos. Trump había amenazado con imponer aranceles en casi todas las importaciones chinas restantes si las conversaciones con Xi iban mal. Los funcionarios chinos, por su parte, enfatizaron el acuerdo de los líderes de que las conversaciones se desarrollarían “sobre la base de la igualdad y el respeto mutuo”, una redacción que ayuda a abordar su queja de que Estados Unidos estaba haciendo demandas unilaterales.

Sin embargo, una lección obvia del año pasado es que será extremadamente difícil alcanzar un trato real. Cuanto más dura la disputa, más intratable parece ser. Al principio, Trump se centró en el enorme superávit comercial de China con Estados Unidos. Pero pronto quedó claro que su enfoque combativo había descifrado una serie de quejas estadounidenses de larga data. Entre los temas que se han figurado en las conversaciones están: las restricciones al acceso de las empresas extranjeras al mercado chino, la mala calidad de la propiedad intelectual de China y la variedad de subsidios que sustentan su modelo económico.

El conflicto comercial también ha dejado al descubierto una rivalidad sobre la tecnología que está destinada solo a ser más intensa. Incluso si Estados Unidos y China logran reducir los aranceles, estos son solo una parte de su enfrentamiento cada vez más extenso. Los inversionistas e investigadores chinos en América enfrentan más restricciones y escrutinio. China ha dicho que incluirá en la lista negra a las empresas extranjeras que cortarán los suministros a sus empresas. Ambos países están desarrollando planes dirigidos específicamente a frenar la dependencia tecnológica del otro.

En cierto modo, también, la dinámica política ha empeorado. Trump se dirige a un año electoral y no quiere parecer blando ante China. En la propia China, el campo se ha inclinado a favor de los que abogan por una postura más inflexible. Desde la ruptura de las conversaciones comerciales a principios de mayo, los medios estatales han desatado un bombardeo de comentarios que son muy críticos con Estados Unidos.

Muchos asumen que a medida que aumenta el costo de la guerra comercial, ya sea en forma de un crecimiento más lento o mercados dispersos, prevalecerán las cabezas más frías. Pero hasta Trump le gusta lo que ve. Las acciones estadounidenses simplemente lograron su mejor desempeño en la primera mitad en más de dos décadas (en gran parte gracias a la señal de la Reserva Federal de que recortará las tasas de interés). China ha sentido más dolor por la guerra comercial, pero sus políticas fiscales y monetarias también están cambiando en una dirección favorable al crecimiento. Entonces, por el momento, ambos países pueden sentirse envalentonados en lugar de constreñidos por sus economías.

La única razón para un optimismo cauteloso es que la nueva ronda de conversaciones debe basarse en un mayor realismo. La ruptura a principios de mayo ocurrió cuando los negociadores chinos insistieron en importantes revisiones de un acuerdo que los estadounidenses pensaban que estaba a punto de hacer. No se sabe si hubo un cambio de actitud en el lado chino, la sensación de que habían cedido demasiado, o si fue una táctica de negociación, una reducción de las promesas a último momento.

En cualquier caso, la congelación de las conversaciones en los últimos dos meses no ha sido un desperdicio total. China ha establecido su posición más explícitamente que antes, haciendo tres demandas principales: Estados Unidos debe eliminar todos los aranceles impuestos a China desde el inicio de la guerra comercial; los compromisos para comprar más productos estadounidenses deben ser “realistas”; y el texto del acuerdo final debe ser equilibrado, no solo una lista de concesiones chinas. La parte estadounidense siempre ha sido clara sobre lo que quiere de China: compromisos creíbles tanto para reducir su superávit comercial como para reformar sus políticas económicas, respaldadas por mecanismos de aplicación si no lo hacen.

Los funcionarios chinos y estadounidenses ya deberían tener una buena idea del alcance de un eventual acuerdo. El hecho de que estén listos para reanudar las conversaciones sugiere que piensan que un acuerdo es posible. Pero si el resultado es otra ruptura, nadie debería sorprenderse. Lampadia




¿El fin de la globalización?

El comercio mundial lleva varios años a la baja y continúa cayendo, como afirmó tangencialmente Christine Lagarde, directora del FMI, a los países del G20 en su reunión en Hangzhou, China, hace unos días. El proteccionismo, como reacción a la crisis financiera del 2008, es uno de los protagonistas de esta situación y está trayendo como consecuencia la desaceleración del comercio mundial.

La denuncia de Lagarde de los “ataques populistas” contra la globalización fue el hilo conductor de esta cumbre: “La manera como China ha conseguido sacar a 700 millones de la pobreza para formar una clase media, por ejemplo, es una historia que no se incluye en el discurso que ahora se oye”.

¿El fin de la globalización?

Fuente: The Fiscal Times

Y es que fenómenos políticos como el Brexit y discursos aislacionistas como los de Donald Trump parecerían indicar que la globalización se está revirtiendo.  Un artículo reciente de TX Hammes, profesor e investigador de la Universidad de la Defensa Nacional en los Estados Unidos, recordó recientemente como la globalización representó fuentes de generación de riqueza para el mundo y sacó a muchos millones de la pobreza, y no obstante, hoy en día una combinación de política y presiones sociales en los países ricos parece estar revirtiéndola.

La integración comercial y financiera ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de habitantes y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza.

El Financial Times recientemente publicó un artículo (traducido y glosado líneas abajo), que afirma que “Un análisis del Peterson Institute for International Economics indica que los índices de comercio mundial en relación con la producción no han tenido cambio alguno desde 2008, haciendo que éste sea el más largo período de un estancamiento tal desde la segunda guerra mundial. De acuerdo con Global Trade Alert, incluso el volumen del comercio mundial se estancó entre enero de 2015 y marzo de 2016, aunque la economía mundial continuara creciendo.”

Por lo tanto, Martin Wolf concluye que el impulso hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Esta situación es casi el peor evento económico posible que se puede imaginar y golpearía muy duramente a los países y poblaciones más pobres del mundo.

Debemos prepararnos para defender el libre comercio y la globalización para proteger el crecimiento económico y la superación de la pobreza de los países emergentes como el Perú. Lampadia

La marea de la globalización está cambiando

La liberalización del comercio se ha estancado y se observa un constante aumento de las medidas proteccionistas

Por Martin Wolf

Publicado en Financial Times

6 de setiembre de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

¿Se ha revertido la marea de la globalización? Ésta es una cuestión de vital importancia. La respuesta está estrechamente relacionada con el estado de la economía mundial y con la política de Occidente.

La migración plantea problemas bastante específicos. La era de la globalización no estaba acompañada de un compromiso general en pro de la liberalización de los flujos de personas. Por esta razón voy a concentrarme en los flujos comerciales y de capital. La evidencia en estas áreas parece completamente clara. La globalización ha llegado a un estancamiento y, en algunas zonas, está dando marcha atrás.Un análisis del Peterson Institute for International Economics indica que los índices de comercio mundial en relación con la producción no han tenido cambio alguno desde 2008, haciendo que éste sea el más largo período de un estancamiento desde la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con Global Trade Alert, incluso el volumen del comercio mundial se estancó entre enero de 2015 y marzo de 2016, aunque la economía mundial continuará creciendo. El saldo de activos financieros transfronterizos alcanzó el 57 % de la producción mundial en 2007, cayendo a 36 % en 2015. Por último, la inversión extranjera directa (IED) se han mantenido muy por debajo del 3.3 % de la producción mundial alcanzado en 2007, aunque el saldo sigue aumentando, lentamente, en relación con la producción.

Por lo tanto, el ímpetu hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si, en efecto, este proceso está llegando a su fin, o incluso está dando marcha atrás, no sería la primera vez desde la Revolución Industrial, a principios del siglo XIX. Otro período de globalización se produjo durante una era de imperios, a finales del siglo XIX. La Primera Guerra Mundial puso fin a este período y la Gran Depresión lo destruyó. Uno de los principales enfoques de la política económica y exterior de EEUU después de 1945 fue recrear la economía mundial, pero esta vez entre estados soberanos y guiada por instituciones económicas internacionales. Si Donald Trump, quien ha acogido el proteccionismo y ha denigrado a las instituciones globales, fuera elegido presidente en noviembre, representaría el repudio de un eje central de la política estadounidense de la posguerra.

Teniendo en cuenta los antecedentes históricos y las actuales políticas comerciales, sobre todo en EEUU, es natural preguntarse si lo mismo pudiera ocurrir a la época más reciente de la globalización. Eso nos exige comprender las causas.

Parte de la razón de la desaceleración es que muchas oportunidades han disminuido, si no agotado, radicalmente. Por ejemplo, cuando lo principal de la producción de manufacturas de mano de obra intensiva migra de los países ricos, el crecimiento comercial de dichos productos cae. Del mismo modo, cuando el auge de inversión más grande en la historia del mundo, el de China, se ralentiza, lo mismo ocurre con la demanda de numerosas materias primas. Eso va a afectar tanto sus precios como sus cantidades. Una vez más, el fin del más grande auge de crédito mundial de la historia seguramente conducirá a una disminución de las participaciones de activos financieros transfronterizos. Por último, después de décadas de IED, una serie de empresas habrá aprovechado la oportunidad y habrá tenido éxito o, en importantes casos, habrán fracasado.

Sin embargo, ésta no es la historia completa. La liberalización del comercio se ha estancado y se puede observar un constante aumento de las medidas proteccionistas. La crisis financiera trajo consigo medidas reguladoras, muchas de las cuales están destinadas a frenar los flujos financieros transfronterizos. Es probable que el aumento del sentimiento xenofóbico y la ralentización del comercio reduzcan el crecimiento de la IED. En resumen, las políticas son menos favorables.

Y la política tampoco favorece a la globalización. Una vez más, EEUU es la parte central de la historia. Trump es, sin duda, el candidato a la presidencia de EEUU más proteccionista desde 1930. Pero, de manera reveladora, Hillary Clinton (una de las creadoras del “giro hacia Asia” de EEUU), actualmente está en contra del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) del que alguna vez fuera una gran defensora. El Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), que se está negociado entre EEUU y la Unión Europea (UE), se encuentra ahora en serios problemas. La ronda de negociaciones comerciales multilaterales de Doha está moribunda. Y, sobre todo, importantes segmentos del público occidental ya no creen que el aumento del comercio los beneficie. La evidencia reflejada en los ingresos reales relativos y en el ajuste al aumento de las importaciones le proporciona cierto apoyo a este escepticismo.

En el mejor de los casos, la globalización se ha estancado. ¿Es posible que pueda incluso dar marcha atrás? Sí. Requiere la paz entre las grandes potencias. Algunos también argumentan que requiere una potencia hegemónica: el Reino Unido antes de 1914 y EEUU después de 1945. En un momento de desempeño económico deficiente en los principales países de altos ingresos, de aumento de la desigualdad, y de grandes cambios en el equilibrio de poder global, otro colapso debe ser posible. Consideremos el impacto de cualquier combate entre EEUU y China sobre el mar de China Meridional, aunque tal calamidad sería aterrorizante por mucho más que sus estrechos efectos económicos.

¿Es importante el estancamiento de la globalización? Sí. La era de la globalización ha presenciado la primera caída de la desigualdad global de los ingresos de los hogares desde principios del siglo XIX. Entre 1980 y 2015, el ingreso real promedio mundial aumentó en un 120%. Las oportunidades que ofrece la globalización son vitales. Nuestro futuro no puede consistir en ensimismarnos, aislándonos los unos de los otros.

La falla, una muy profunda, radica en no haber asegurado que las ganancias de la globalización no fueran compartidas más equitativamente, en particular en las economías de altos ingresos. Igualmente deplorable fue el fracaso de no proteger a los afectados adversamente. Pero no podemos detener el cambio económico. Además, el impacto del aumento de la productividad y de nuevas tecnologías sobre los empleos y sobre los salarios ha superado con creces el del aumento de las importaciones. La globalización no debe convertirse en el chivo expiatorio de todos nuestros males.

Sin embargo, ahora se ha estancado, al igual que las políticas que la impulsaban. Podría revertirse. Sin embargo, incluso un estancamiento frenaría el progreso económico y reduciría las oportunidades de los pobres del mundo. Llevar la globalización hacia el futuro requiere unas políticas domésticas y extranjeras diferentes a las del pasado. El futuro de la globalización depende de una mejor gestión. Pero, ¿sucederá? ¡Alas!, no estoy optimista.

Lampadia

 




La Nueva Ruta de la Seda: un gran desafío

La Nueva Ruta de la Seda: un gran desafío

Javier Solana, publicado por Project Syndicate, 30 de marzo, 2015.

El ascenso de China ha sido, probablemente, el hecho de mayor relevancia geoestratégica en las últimas dos décadas. Sin embargo, Occidente no ha acomodado a China, ni al resto de países emergentes, en los esquemas de gobernanza global, conforme a su peso geopolítico y económico.

La expansión de la presencia china en Asia, África y América Latina ha estado marcada por relaciones estrictamente bilaterales e inversión en infraestructuras, con la intención principal de obtener a cambio materias primas. Además, esta estrategia ha sido ejecutada por empresas estatales, en muchos casos sin tener en cuenta algunos estándares internacionales. Así, gracias a sus 3.8 billones de dólares en reservas de divisas, China se ha erigido en el principal proveedor de financiamiento a nivel mundial de los países en desarrollo. El Banco de Desarrollo de China, de hecho, ya concede más préstamos que el propio Banco Mundial. [Y acaba de incorporar al Reino Unido, Alemania e Italia].

Occidente, desde hace ya tiempo, ha instado a Beijing a cambiar este modelo de diplomacia financiera bilateral por un enfoque multilateral más acorde con sus estándares. Estamos ya acostumbrados a escuchar que China debería implicarse más en la provisión de bienes públicos globales. El Presidente Obama llegó, incluso, a acusar a Beijing de free rider o polizón. Con la llegada de Xi al poder parece que ese momento de cambio ha llegado, como demuestran sus recientes iniciativas en política exterior.

La creación en julio del año pasado del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB en sus siglas en inglés) fue un paso en esta dirección. El NDB agrupa a las cinco economías BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– y está dotado con 100,000 millones de dólares. Xi, en la misma línea, anunció la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB) durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) celebrada en Beijing.

Nos encontramos, por último, con un fondo para la Nueva Ruta de la Seda dotado con 40,000 millones de dólares, que viene a complementar compromisos previos de inversión en Asia Central por más de 50,000 millones dólares. El fondo se circunscribe a la iniciativa de las Nuevas Rutas de la Seda con las que China pretende invertir en proyectos de infraestructura en Eurasia. La iniciativa abarca 60 países que albergan a casi dos tercios de la población mundial y representan una tercera parte del PIB global. Incluiría un ‘cinturón económico’ terrestre a través de Asia Central y un ‘camino marítimo del siglo XXI’ que abarcaría el océano Índico y los mares de China Meridional y el Mediterráneo. Las dos rutas, combinadas, conformarían una red –y no tanto un camino–que facilitará la conectividad entre Asia y Europa.

En su tramo europeo, destaca la inclusión del puerto griego de El Pireo en el brazo marítimo del proyecto. El puerto está parcialmente operado por la naviera estatal china COSCO. El Pireo estará conectado con el resto de Europa a través de infraestructuras financiadas por China en los Balcanes y Hungría. La iniciativa reafirma la voluntad china de consolidarse como un poder euroasiático conectando los dos extremos más dinámicos del continente: Asia Oriental y Europa Occidental. Ocupa, a su vez, los espacios perdidos por Rusia en Asia Central y trata de apaciguar las disputas territoriales con sus vecinos inmediatos.

Parece relevante, en este contexto, la incorporación de Reino Unido al AIIB como miembro fundador. La nueva posición británica está arrastrando a otros países europeos (Alemania, España, Francia o Italia), de Asia-Pacífico (Corea y Australia) y emergentes (Brasil, Rusia y Turquía) a participar en el accionariado del AIIB. Este viraje es interpretado por Washington como un revés geopolítico para EEUU.

Esta interpretación, a mi juicio, es errónea. No hemos sido capaces de reformar las instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial para hacerlas inclusivas y eficaces. El Banco Asiático de Desarrollo (ADB) es un buen ejemplo. Está liderado por Japón y EEUU, cada uno de ellos ostenta en torno al 13% de votos y el presidente siempre ha sido japonés. China no alcanza el 6% de votos. Lo mismo podría decirse del Banco Mundial o del FMI, que sigue controlado por europeos y norteamericanos. La reforma acordada en 2010, en la cumbre del G20 en Seúl, aumentó la cuota de China del 3.65% al 6.19%. Pero aunque esta reforma era un pequeño paso en la buena dirección, todavía no se ha implantado debido a que el ejecutivo estadounidense es incapaz de convencer al Congreso de que ratifique el acuerdo. Peor aún: cinco años después esta no reforma ya se ha quedado desfasada.

Revisando lo anterior, no debe extrañar que China cree un nuevo banco de desarrollo regional, en este caso especializado en infraestructuras. Demuestra que estas nuevas iniciativas chinas no son revisionistas sino reactivas. Si las instituciones existentes no dan cabida a China y a otros emergentes, estos se verán forzados a crear estructuras nuevas. Se fragmentaría, como consecuencia, la gobernanza global en un sistema de bloques ideológicos y económicos a modo de globalización parcelada. La incorporación del Reino Unido y otros europeos al AIIB es, por ello, bienvenida; ya que podría facilitar que estas nuevas instituciones se conviertan en complementarias y no en rivales. No estaríamos, en ese caso, ante un juego de suma cero. Por otra parte, ésta habría sido una gran oportunidad para que la Unión Europea pudiera estar representada directamente, como Unión, en el AIIB; tal y como sucede ya en el G20 o la Organización Mundial de Comercio.

Occidente debe mantener una actitud abierta hacia estas nuevas propuestas chinas, aunque combinada con una actitud exigente a la hora de asegurar la multilateralidad, transparencia y rendición de cuentas de los nuevos instrumentos. De esta manera se aseguraría la orientación de las inversiones hacia criterios de mercado, protección medioambiental y unos mínimos estándares laborales.

Es una buena noticia que China adopte un enfoque más multilateral y un mayor compromiso con el proceso de globalización. Sería conveniente que, durante los próximos meses, se consiguiera alinear los intereses de la UE, EEUU y China de cara a la presidencia del G20 que ostentará China en 2016. Parece el momento adecuado para que EEUU y China generen confianza estratégica mutua para desbloquear la asunción de responsabilidades a nivel global. En un mundo tan interdependiente como el actual ésta es una oportunidad que no debemos desaprovechar.

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Cumbre del G-20 en perspectiva

Cumbre del G-20 en perspectiva

A mediados de noviembre, en la cumbre del G-20 en Brisbane, Australia, los líderes de los países miembros se reunieron para buscar avances significativos en temas claves para la recuperación de la economía mundial. Ellos se han comprometido principalmente a estimular el crecimiento del empleo, reforzar las instituciones financieras mundiales y hacer frente al cambio climático. Posteriormente, la OECD ha calificado la situación de la Eurozona como muy delicada.

Veamos los principales temas tratados en la cumbre:

1. El crecimiento económico mundial

La desaceleración económica llevará el crecimiento mundial a apenas 3% este año, el peligro de la deflación de la eurozona (con una inflación de solo 0.2%) y la recesión del Japón, son muestras claras de la debilidad actualde la economía. Como afirma El País, “una caída persistente y prolongada de los precios [deflación] haría más difícil aún pagar la deuda, desincentivaría el consumo y la inversión empresarial.  El resultado: otra recesión y más desempleo”. En octubre,el Fondo Monetario Internacional redujo su proyección para el crecimiento económico mundial del 2015 a 3.8%.

Los miembros del G-20 se han comprometido a incrementar su producción en  un 2.1 % adicional hacia el 2018. Su estrategia para lograr este objetivo es a través de reformas de política interna llamadas “Plan de Acción de Brisbane”. Se basa en iniciativas para impulsar la inversión, el empleo, la competencia y el comercio. Esto también sería beneficioso para las economías que no pertenecen al G-20,ya que, de lograrse la meta, crecerían un 0.5 % extra.

Las medidas para impulsar el crecimiento difieren caso a caso. Estados Unidos, el más fuerte entre los países avanzados, está volviendo más laxa su política monetaria. Además, Europa y Japón están agregando más estímulo para evitar la deflación, pero largamente por debajo de lo necesario, según Martin Wolf.

Christine Lagarde, directora del FMI, afirmó que, a fin de evitar la “mediocridad” de bajo crecimiento, baja inflación, altas tasas de desempleo y alta deuda, deben usarsetodas las herramientas. “Eso incluye no sólo la política monetaria, que se está utilizando de manera significativa, particularmente en la zona del euro, sino también la política fiscal, las reformas estructurales y, en determinadas condiciones, la infraestructura.”

2. Inversión en Infraestructuras

El medio para relanzar la economía mundial y para impulsar el PBI del G20 por encima de las pesimistas previsiones de todos los organismos multilaterales es mediante inversión pública y privada en grandes proyectos de infraestructuras. Se acordó poner en marcha una iniciativa para desbloquear la financiación privada de la inversión en infraestructuras en el mundo, incluyendo la creación de un Hub Global de Infraestructura (un centro que facilitará el mejor intercambio de información y la colaboración entre el sector privado, los gobiernos, los bancos de desarrollo y organizaciones internacionales en la inversión en infraestructura) para enfrentaruna brecha de US $ 70,000 mil millones, que debe cubrirse hacia el 2030.

Como afirmó el Primer Ministro de Singapur, Lee Hsien Loong:”Cuando se combina con nuevas tecnologías, podemos utilizar una infraestructura inteligente que le permita a las ciudades emergentes superar a las más desarrolladas y elevar la calidad de vida de nuestros ciudadanos”. También destacó la importancia de las recientes iniciativas multilaterales, diciendo que nuevos jugadores, como el flamante Banco de Inversión en Infraestructura de Asia, deben trabajar con el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo para asegurar estándares altos y cumplir con las inmensas necesidades de infraestructuras.

3. La liberalización del comercio

El comercio se ha vuelto cada vez más restrictivo y se viene desacelerando significativamente en los últimos años, afectando el ritmo de crecimiento económico. En los dos últimos, el comercio mundial creció un promedio de 2.2%, mientras que la economía lo hizo en 3.4%, según la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el FMI.

Para estimular el crecimiento, se debe luchar contra el proteccionismo y facilitar el comercio. El G-20, que representa alrededor del  85% de la economía y el 80% del comercio mundial, se ha comprometido a poner fin a las medidas que obstaculizan el comercio, pero hasta ahora los resultados muestran permanentemente lo contrario.

Según esta última cumbre, el aumento del comercio mundial será un requisito importante para lograr un crecimiento sostenido. Este tema fue uno de los principales objetivos del G-20 desde la crisis del 2008, pero siempre se quedaron en el papel.

4. Regulación financiera

Se aprobó la necesidad de incrementar el capital de los bancos globales de importancia sistémica, con el objetivo de poner fin a la amenaza de “demasiado grande para quebrar”, para evitar el riesgo de provocar reacciones en cadena. Esta mejora regulatoria deja la responsabilidad en manos de los inversionistas y reduce la de los Estados.

5. Cambio Climático          

El cambio climático no estuvo oficialmente en la agenda, pero por su importancia se destacó la necesidad de financiar US$ 3 mil millones al Fondo Verde del Clima (Green Climate Fund), un fondo en el marco de la ONU que tiene como objetivo redistribuir el dinero de los países desarrollados a los países en desarrollo, con el fin de ayudar a los países en desarrollo de prácticas de adaptación y mitigación para contrarrestar el cambio climático.

6. Energía

La cumbre tuvo, por primera vez, una sesión dedicada a las cuestiones energéticas. Se acordó que la energía sería uno de los temas principales de la agenda del G-20, a revisarse el 2015.

7. Igualdad de  Género

La cumbre logró un compromiso para cerrar la brecha de participación laboral femenina en un 25 %al 2025. Esto traería unas 100 millones de mujeres adicionales a la fuerza laboral.

Estas medidas tomadas por el G-20 tienen como objetivo solucionar la desaceleración de la economía global que, a su vez, brindarían un clima de inversión y crecimiento, que esperemos cree un mejor ambiente externo para el crecimiento del Perú. Lampadia




La OCDE ve riesgo de “crecimiento cero” si el BCE no actúa

La OCDE ve riesgo de “crecimiento cero” si el BCE no actúa

Pide ampliar ya la compra de activos a bonos públicos y empresariales

Por Alejandro Bolaños

(El País, 07 de Noviembre del 2014)

El frenazo de la zona euro llevó este jueves a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que aglutina a 34 países industrializados, a rebajar su pronóstico sobre la evolución de la economía de los Dieciocho, como ya hicieron el FMI o la Comisión Europea. Pero, además, advierte que el escuálido 1,1% de avance en 2015 que predice ahora solo será posible si “se ralentiza el ajuste fiscal”, hay “mejores condiciones financieras tras el inicio de la unión bancaria” y, sobre todo, si cristaliza “un mayor estímulo monetario”.

“Déjenme subrayar esto: nuestra previsión depende de un ‘si’ y es un gran ‘si’. Solo si estos apoyos macroeconómicos tienen lugar, la economía de la zona euro crecerá como hemos previsto. En caso contrario, el crecimiento será más débil”, explicó el secretario general de la OCDE, José Ángel Gurria, en la presentación en París de un análisis sobre los países que forman parte del G20, cuya cumbre anual se celebrará los días 14 y 15 de noviembre en Brisbane (Australia).

La nueva economista jefa de la institución, Catherine L. Mann, estableció los límites del dilema europeo: “En nuestro rango de probabilidades, la zona euro se arriesga a entrar en un periodo de crecimiento cero e inflación cero”. La economista estadounidense destacó luego que, pese a cierto recorte de la tasa de paro en EE UU y Japón, había aún 12 millones de desempleados más que en el inicio de la crisis financiera en los países industrializados. Y que la mitad de ese aumento del desempleo corresponde a la zona euro. “Son cifras que deberían servir de catalizador para que los responsables políticos den un paso al frente y actúen”.

En la conferencia de prensa, celebrada tres horas antes de la que dio cuenta del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, Mann expresó su deseo de que se lanzara “un mensaje de unidad” en torno a la necesidad de una nueva inyección monetaria. Deseo que acompañó de una gráfica en la que se ilustraba como el balance de activos del supervisor del euro había descendido del 30% al 20% del PIB en los dos últimos años, nivel que se sitúa por debajo del de la Reserva Federal y el Banco de Japón.

Si hay que atenerse a lo que el presidente del BCE, Mario Draghi, expuso después, se podría concluir que el deseo de Mann, en buena parte, se cumplió. Aunque queda por comprobar cómo se concreta el “unánime” compromiso de hacer lo que haga falta si la debilidad se prolonga en precios y actividad económica.

En su informe, la OCDE sí es precisa: “El Banco Central Europeo debe comprometerse a ampliar su programa de compra de activos más allá de lo anunciado”. Y para ello, además de reducir las exigencias en las titulaciones de deuda y bonos garantizados que ya adquiere, debería adentrarse en “la adquisición de bonos empresariales y públicos”.

Para la OCDE, el estancamiento de la zona euro es ahora “el mayor riesgo” para el crecimiento mundial, que seguiría por debajo del 4% en 2015 y 2016, aunque acelera algo desde el 3,3% previsto para este año.

En el caso de España, la OCDE sigue la estela del FMI o la Comisión Europea, y anticipa un avance del 1,7% en 2015, tras una ligera revisión al alza. Es un crecimiento mayor al del conjunto de la zona euro, pero la predicción es menos optimista que la del Gobierno o que la de la mayoría de analistas privados españoles, que anticipan un avance cercano al 2%.

Además, la OCDE insistió en su mensaje tradicional de la necesidad de desarrollar reformas estructurales para elevar el potencial del crecimiento en países desarrollados y emergentes. Y se congratuló de que el millar de propuestas ya formuladas por los países del G20 cumplan el objetivo marcado para la inminente cumbre de Brisbane: plantear reformas que permitan a la economía mundial crecer un 2% más en cinco años. “Ahora solo falta que estas medidas se lleven a cabo. Estaremos vigilantes, como indica el mandato que nos hizo el G20”, añadió Gurría.