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De pillos y semianalfabetos

David Belaunde Matossian
Para Lampadia

Nuestro ilustre premio Nobel de literatura hace poco volvió al podio que le otorga la fama para atacar a sus odiados enemigos fujimoristas, refiriéndose a los (ex)congresistas como a “pillos” y “semianalfabetos” – eco de sus “cacasenos y bribones” de 1990.

Hubiera sido más productivo un análisis de porqué tenemos el tipo de político que tanto aflige al novelista. Aunque influyen factores locales (como el bajo nivel educativo de la población), no perdamos de vista el panorama mundial. Aquí como en el resto de Occidente, hemos visto en los últimos 20 años el surgimiento del político no convencional, de figuras semicómicas y grotescas. El “nivel” en cada caso, es una preocupación. No estamos solos.

La razón detrás del auge de tales personajes es conocida: una parte importante de la población ya no se reconoce en el discurso y las acciones del Establishment. Esto sucede, generalmente, cuando partidos que se suponen opuestos convergen en puntos sobre los cuales no existe consenso entre los ciudadanos, provocando así una crisis de representatividad.

En semejante situación, el carácter poco “convencional” de ciertos novatos políticos ya no es una desventaja, sino lo contrario: aquel que está bien integrado en el sistema tiene miedo de romper con el consenso ideológico – mientras que el “outsider”, el “loco”, el “impresentable” si lo hará porque no tiene nada que perder (o así lo cree, aunque eso es cada vez menos cierto).

El atractivo de la figura heterodoxa y poco pulida tiene orígenes profundos. Es un tropo común a muchas civilizaciones. La “verdad” se encarna a través del hombre “simple”. El pescador se vuelve predicador – no importa el nivel de instrucción si ha sido tocado por la Gracia (cuyo equivalente moderno podría ser el sentido común perdido, aunque eso sea teológicamente un contrasentido).

En las últimas décadas, esta desconexión entre la clase política y la población se dio, primero, con el consenso neoliberal de los 90s y de buena parte de la década del 2000 – que hacía caso omiso, en los mercados desarrollados, del sentir de quienes se quedaron “atrás” en el juego del libre mercado.

Luego, en la última década, y más aun entre los años 2012 y 2016, el consenso en la clase política se desplazó hacia el izquierdismo cultural, que transpone esquemas mentales de enfrentamiento de “clases” al análisis de relaciones entre los sexos, los grupos étnicos, etc. La interseccionalidad (termino que la mayoría de sus fácticos adeptos probablemente desconocen) establece principios de compensación social en las cuales todos los supuestos opresores de otrora – sin importar sus cualidades propias o sus condiciones económicas actuales – tienen todas las de perder.

La suma de estos dos vectores de alejamiento entre gobernados y las élites políticas, mediáticas y culturales, en el plano de las ideas, y de diversos escándalos de corrupción, conllevó al surgimiento de políticos “no tradicionales” tanto en Estados Unidos como en Europa, y tanto a la derecha como a la izquierda.

El caso peruano es algo más complejo, puesto que el consenso neoliberal siempre fue bastante precario, sobre todo en el sur del país. Si, en cambio, se ha dado un consenso en torno al izquierdismo cultural en el seno sus élites, más atentas a las modas ideológicas en Nueva York o en París que a los sentires del común los peruanos. Así, para una parte importante de la población que considera que, por ejemplo, la seguridad es un tema más importante que la igualdad de género, o que la educación moral de sus hijos les compete a los padres y no al Estado, ¿quién puede representarlos, en el escenario actual de la política peruana sino el fujimorismo? No obstante sus defectos, este último es realmente el único vehículo de expresión para un grupo de ideas y sensibilidades que, le guste o no al Establishment, existen.

¿Cómo se está solucionando el problema de la (falta de) representatividad en Estados Unidos? Sencillamente, los dos partidos se han reposicionado para incorporar a sus vertientes “no convencionales”. Los Republicanos se han vuelto en conjunto más conservadores socialmente de lo que eran hace 5-6 años, mientras que el partido Demócrata por su lado se ha reorientado hacia mensajes cada vez más radicales. Aunque las excentricidades de Trump ponen en aprietos a más de un congresista republicano, el haber incorporado al “Trumpismo” en su kit ideológico deja vislumbrar el día en el que el partido podrá dispensar de los servicios de tan controvertido líder.

En nuestro país, eso no ha pasado. En vez de eso, se ha prácticamente eliminado a la principal fuerza política social-conservadora bajo cubierta de la lucha contra la corrupción. A corto plazo, es una movida ingeniosa y eficaz – mix de virtu maquiavélica y de picardía criolla. Se ha distraído a la población, haciendo que se olvide de los grandes debates ideológicos (el modelo económico, Estado de Derecho vs. “Justicia social”, etc.) y se concentre en uno de los deportes nacionales favoritos: el linchamiento, verdadero sacrificio humano en el altar de la autocomplacencia moral.

A mediano y largo plazo, sin embargo, eso no resuelve el problema, ya que existirá un corpus de ideas y de sensibilidades que no tendrán representación política. ¿Eso significa acaso que desaparecerán? No, simplemente se expresarán por otros canales. Tal vez incluso a través de grupos que son de “izquierda” económicamente, pero conservadores en lo social (Antauro, etc.), lo cual podría tener consecuencias catastróficas.

Seamos claros: no es sano para una democracia que la vida política esté dominada por personajes de “bajo nivel” (que, en verdad, encontramos a lo ancho del espectro partidario, no solo en el fujimorismo). Pero la manera de evitarlo es que los líderes con mejor preparación tomen en cuenta las preocupaciones que se expresan a través de los políticos no convencionales, y les den una respuesta creíble, mejor pensada, menos demagógica. Esto requiere de coraje para enfrentar el oprobio de sus pares y un esfuerzo de lectura – con el cual se descubre que no hace falta ser un fanático religioso para defender ciertas posturas conservadoras.

Esa es, en verdad, la única manera de “elevar el nivel” en la política nacional, sin sembrar las semillas de una futura guerra de Canudos a la peruana. Lampadia




Pésimo gobierno y renuncia con veneno

Ha terminado, de la peor forma, uno de los peores gobiernos de nuestra historia. En menos de dos años, el gobierno de PPK, nos dejó una economía coja, un tremendo desorden institucional y una crisis política de dimensiones. Pero el juicio es aún peor, si lo hacemos con los criterios de la Parábola de los Talentos, en función de las capacidades que dispuso.

Hace varios meses se hizo evidente que PPK no estaba capacitado para conducir el país. Y durante los últimos meses, su gobierno fue transitando hacia la parálisis y la pérdida de capacidad de convocatoria de nuevos colaboradores.

Acá no vamos a recorrer el largo proceso de errores que cometió PPK, desde los de frivolidad, pasando por los de gestión de gobierno, hasta los de falta de ética. Pero si vamos a destacar el divorcio entre la realidad que él ayudo a construir, y su percepción de ‘pobre víctima’, expresada en su último acto como gobernante, su falaz y venenosa carta de renuncia.

En el primer párrafo, PPK afirma: “(…) a pesar de la constante obstaculización y ataques de los cuales he sido objeto por parte de la mayoría legislativa desde el primer día de mi gobierno.”

Es cierto que hubo animadversión del Fuerza Popular hacia el gobierno, pero también es verdad que PPK y su gente más cercana confrontaron a Fuerza Popular (FP) desde el día siguiente a la primera vuelta electoral. Veamos:

  • El 11 de abril del 2016, al día siguiente de la primera vuelta, en la que resultó favorecido por una serie de votos cruzados, entre ellos, los de muchos fujimoristas, a las 8:30 de la mañana, PPK abrió la puerta de su casa a un periodista de Correo, a quién le dijo que se aprestaba a visitar en la cárcel, al anti-minero de la izquierda tradicional, Gregorio Santos. (Quién horas después lo desairó). Ver en Lampadia: El 67% de los peruanos votaron por construir sobre lo avanzado.
  • Durante la segunda vuelta, PPK optó por acercarse a Ollanta Humala y Nadine Heredia, y a todas las izquierdas, traicionando el voto popular, que hasta en un 80% mandó que se profundizara el modelo de economía de mercado, se avanzara en reformas institucionales, y se rechazaran los cantos de sirena de las izquierdas de una nueva constitución. Ver en Lampadia: Gobernabilidad con un gabinete multipartidario.
  • En los debates finales, previos a la segunda vuelta, PPK extremó su lenguaje descalificador hacia su oponente, con expresiones como: “Lo más probable es que hijo de ratero es ratero también. De tal palo, tal astilla” y además la acusó de estar vinculada con el narcotráfico. 
  • PPK polarizó la campaña electoral reactivando el anti-fujimorismo, y recibió algunas ayudas non-sanctas, como la denuncia de Cuarto Poder (o Poder de Cuarta) sobre una supuesta investigación de la DEA a Keiko Fujimori (KF) por el lavado de US$ 15 millones. Brulote desmentido luego por la agencia anti drogas, pero que desencadenó un rosario de errores, que FP no supo manejar.
  • En el muy importante proceso de transferencia de gobierno, PPK y su equipo pasaron por alto todos los errores del gobierno de Ollanta Humala, y taparon los graves problemas que dejaba. Además, conservó un 35% de los viceministros del nacionalismo. Con esto perdió la oportunidad de hacer un indispensable análisis causa-efecto que sentara las bases para que las reformas, correcciones y nuevos desarrollos de gobierno, fueran entendidos y apoyados por la ciudadanía.
  • Ad portas de la toma de mando, desde la Oroya, convocó a los ciudadanos para marchar contra el Congreso: “Hagamos marcha al Congreso para que no dejen morir a La Oroya”.
  • Una primicia (de buena fuente): Días antes de la investidura, Keiko Fujimori convocó a don Luis Bedoya Reyes (LBR), para encomendarle que le alcanzara a PPK, la propuesta de un nombre para posible primer ministro, un independiente de buen nivel, que podría haber provocado un acercamiento entre el ejecutivo y el legislativo. Lo increíble, es que a pesar de las tratativas del ínclito Bedoya Reyes para juntarse con PPK, previas explicaciones del tema a su personal de apoyo, el presidente electo no recibió a LBR y frustró la mejor oportunidad de convergencia de las fuerzas democráticas pro-mercado.
  • Ya en el gobierno, PPK y sus allegados plantean un gobierno basado en una alianza con los gobiernos regionales, para obligar al Congreso de la República, a apoyar la agenda de gobierno del ejecutivo.
  • Posteriormente, PPK vuelve a desairar a LBR como componedor de la relación con KF, pero se reúne con Keiko. Sin embargo, se presentó a la reunión sin llevar una agenda para un acuerdo sobre reformas que Keiko no hubiera podido rechazar.
  • Un par de días después, PPK hace unas declaraciones públicas que rompen cualquier posibilidad de acuerdos.

Nuevamente, sin desconocer los errores de la bancada mayoritaria del Congreso y la equivocada ausencia de Keiko Fujimori ante la opinión pública, no se puede desconocer que, en los temas de facultades legislativas, presupuestales y otros, el Congreso colaboró con el Ejecutivo.

En su carta de renuncia, PPK afirma: “(…) Inmediatamente después aparecen grabaciones editadas y selectivamente tendenciosas que daban la impresión de que el gobierno estaba ofreciendo obras a cambio de votos a favor de los congresistas que votaron en conciencia”. Desconociendo, una vez más, la realidad.

Lamentablemente, el gobierno de PPK no tenía ya ninguna proyección ejecutiva. Su salida es traumática, pero permite encontrar un gobierno con mayor viabilidad.

Por otro lado, tenemos que rechazar el que PPK haya hecho una carta de renuncia llena de veneno con el propósito de aceitar la continuidad de la conflictividad política y el caballo de troya que representa para los trabajadores más pobres el aumento del salario mínimo vital.

En estas circunstancias, no podemos dejar de rechazar expresiones de personajes que también son poseedores de importantes talentos, como el abogado José Ugaz y la periodista Cecilia Valenzuela, que proponen convocar a elecciones generales, en contra de lo estipulado por nuestra Constitución.

Hoy debemos ser escrupulosos en cuidar los procesos constitucionales y debemos superar la fallida campaña para desestabilizar al primer vicepresidente Martín Vizcarra, a quién le toca ahora asumir en plenitud, la primera magistratura del Estado con el apoyo patriótico de las bancadas democráticas del Congreso.

Esperamos que Vizcarra sepa formar un gobierno de recuperación del camino a la prosperidad, convocando a un primer ministro que permita la convergencia de los mejores peruanos, para retomar la inversión y el crecimiento de la economía, la agenda de reformas, y un ambiente de colaboración, que supere confrontaciones que nunca debieron darse.

El Perú es infinito, no nos olvidemos lo rápido que pasamos de ser un ‘Estado Fallido (1990)’, a ‘Estrella Internacional (2011)’, en una incipiente economía de mercado que permitió el crecimiento, la reducción de la pobreza y la desigualdad. Lampadia