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La autocensura se impone en Europa, Cajamarca y Arequipa

La autocensura se impone en Europa, Cajamarca y Arequipa

“Yihadistas quieren asesinarme. Pero me niego a ser condenado a una tiranía del silencio sepulcral”, sostiene con serena valentía Flemming Rose, el editor danés que publicara el 2005 en la revista Jyllands-Posten unas caricaturas satíricas sobre el Islam, entre ellas, una en que se ve a Mahoma escondiendo una bomba en su turbante. Esta decisión le valió a Rose que fuera sentenciado a muerte por Al Qaeda y por grupos radicales islamistas.

Pero aparte de estar en esta lista negra y vivir temiendo ser asesinado, “Rose ha sido llamado un nazi, un odiador de musulmanes y un Satanás danés. Ha convivido de manera simultánea con las amenazas de muerte y cargado con las ‘culpas’ por la muerte de 200 o más personas en todo el mundo musulmán que protestaron por la publicación de las caricaturas. Desde entonces, el periodista danés ha estado en el centro de las discusiones entre el respeto a la diversidad cultural y la protección de las libertades democráticas, en especial las de la libertad de expresión”, señala en la introducción.

 

 

Rose nos visitó hace pocas semanas para participar en el evento de Mont Pelerin. En su reciente libro publicado por Cato Institute, (The Tyranny of Silence) La tiranía del silencio: Cómo una caricatura encendió un debate global sobre el futuro de la Libertad de Expresión, emprende una”búsqueda personal” para explicar como una decisión aparentemente trivial sobre la publicación de caricaturas encendió un debate de enorme trascendencia para el futuro de la democracia y en la que denuncia la distintas formas de la autocensura se han apoderado de las consciencias de los ciudadanos, políticos, periodistas e intelectuales occidentales.

El libro ha tomado enorme importancia luego del asesinato en París de 12 miembros de la revista Charlie Hebddo. Tras la matanza, quedó claro que los postulados de Rose eran correctos. La efímera reacción de occidente mostró que no se debe ceder ante la bárbara censura que nos quieren imponer los radicales. Aún así, las discusiones sobre si deben permitirse las sátiras contra el Islam y otras religiones sigue candente. Y lo que es peor, la autocensura crece. Muchos diarios norteamericanos y europeos, por ejemplo, se excusaron de reproducir las caricaturas de Charlie Hebddo arguyendo que estas herían la susceptibilidad de los musulmanes o que podían incitar al odio. 

Precisamente, es sobre esta postura que Rose levanta su voz. Como describe en su libro, galerías famosas, como la Tate de Londres retiró una instalación que contó con la Biblia, el Talmud y el Corán despedazados. Los administradores del Museo pensaron que la muestra ofendería a los musulmanes. Tras el asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh, algunos políticos de ese país pidieron que se dieran leyes que reprimieran la incitación. Estos políticos, incluso, afirmaron que de estar en vigencia esas normas Van Gogh no habría sido asesinado puesto que su película, en la que criticó el trato a las mujeres en el Islam, nunca se habría difundido.

Rose afirma que este camino es peligroso para la democracia y recuerda que “la República de Weimar tenía leyes que prohibían la incitación al odio para proteger a los judíos. Goebbels, fue condenado por sus comentarios antisemitas, y Julius Streicher, editor de la publicación nazi Der Stürmer, fue encarcelado dos veces”.

“Estas leyes fueron ineficaces, porque convirtieron en héroes a Goebbels y Streicher. Cada vez que la revista de Streicher fue llevada a la corte (36 veces en una década), atrajo la atención de los medios de comunicación. Las multitudes lo vitorearon (…). Pero las leyes también fracasaron porque las agresiones verbales contra Judíos fueron acompañados de agresiones físicas. En los primeros cuatro años de la República de Weimar, Rose observa, hubo 400 asesinatos políticos. Mientras que los casos de incitación al odio fueron procesados, la gran mayoría de los ataques a judíos no lo eran”.  

“La historia de la República de Weimar”, argumenta Rose, “es en realidad una historia acerca de un Estado muy débil que no fue capaz de proteger los derechos de sus ciudadanos”. La solución, según Rose, es permitir las críticas verbales y visuales, pero  impedir cualquier uso de violencia física

Lamentablemente, los políticos europeos, no han aprendido de esta experiencia y por eso Rose sostiene que la autocensura ha empeorado en Occidente. Para el periodista danés este es “el espectro del ‘thought-crime’ (crimen de pensamiento) orwelliano. Pero en Europa, sostiene, “La libertad no es probable que sea liquidadade repente… Más bien, se producirá de forma gradual y sin que se exacerbe” si es que las cosas siguen discurriendo de esta manera.

Este debate, aunque parezca lejano es bastante actual en Latinoamérica. Una región que sufre ataques permanentes a la libertad de expresión desde el Estado. Así sucede en Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia.

E increíblemente, también en el Perú, en especial en las regiones. Lo padecimos sin darnos cuenta en Cajamarca y ahora lo vivimos en Arequipa. Por ejemplo, cuando los radicales cortaron el agua a Celendín, durante los sucesos de Conga, ningún medio nacional quiso publicarlo y hacerlo de conocimiento del país, a pesar de nuestros avisos, pues sus corresponsales en la zona no les confirmaron la noticia. Estaban amenazados. Se les dijo a los medios que tuvieran corresponsales incógnitos cuando se produjeran convulsiones políticas, pero obviamente no lo han hecho.

El último caso es el de los violentos ataques al proyecto de Tía María. Los medios nacionales, desconectados de la realidad, por la debilidad de sus corresponsales, siguen refiriéndose a las trifulcas como protestas de los ciudadanos. No quieren registrar que en gran medida son movimientos políticos promovidos por líderes ajenos a la zona y producto de todo tipo de amenazas y ataques abiertos a mucha gente. Por ejemplo, ¿cuántos medios nacionales han dado cuenta en Lima de la marcha violentista que amenazaba con violaciones y canibalismo en Cocachacra? ¿Cuántos han reproducido el informe de Lampadia al respecto? Ver nuestro informe: Criminales anti Tía María amenazan con violaciones y canibalismo. La Gobernadora Regional de Arequipa, Yamila Osorio, ha declarado antes de ayer que los radicales han preparado una relación de  viviendas de las personas que no acataron el paro en los pueblos de la zona del proyecto y que serían atacadas en las próximas horas. Hoy, 29 de abril, la Gobernadora ha publicado en Twitter las fotos y nombres de las familias que ya fueron atacadas ayer. En cuanto a la autocensura o distorsión de los eventos violentistas, esta mañana en RPP, Patricia del Río, cuando le comentaron los mensajes de la Gobernadora dijo: “Hay violencia en ambas partes ¿no?”. Eso es distorsión o autocensura.

Esto no es broma, en Europa y EEUU, el mal islamismo genera la autocensura. En el Perú, los radicales de izquierda, promovidos con el tono eclesiástico del ex cura Arana y las poses académicas de Pedro Francke, hacen lo mismo, impiden el trabajo libre de los medios e imponen el miedo en la población. Lampadia




“Cada vez más gente cree que tiene derecho a no ser ofendida”

“Cada vez más gente cree que tiene derecho a no ser ofendida”

Entrevista a Flemming Rose

Por Sebastián Salazar Núñez

(El Comercio, 04 de Abril de 2015)

Por los shorts cargo y medias alzadas podría confundírsele con un turista cualquiera. Sin embargo, el séquito de seguridad que lo acompañó en Lima despejó esa imagen inmediatamente.

¿Qué lo llevó a publicar esas caricaturas?

Creo que es bastante importante decir que estas caricaturas no aparecieron de la nada. No se trataba de ofender a musulmanes y ver cómo reaccionarían. No. Fue en respuesta periodística a un fenómeno que vimos que sucedía.

¿Cuál era el contexto?

En aquel entonces hubo un debate en Dinamarca sobre autocensura relativa al islam. Hubo varios casos de autocensura y para averiguar si existía en realidad este fenómeno, comisionamos las caricaturas. Solo cuatro de las 12 mostraban al profeta.

¿Publicaron inmediatamente las caricaturas?

Luego de comisionar las caricaturas, las recibimos y tuvimos una discusión sobre si había suficiente evidencia periodística para escribir una historia en torno a ella. Encontramos varios casos similares respecto del islam: uno en Dinamarca, uno en Suecia y dos en Londres. En todos ellos, el miedo a las consecuencias generaba una autocensura. Todo esto en el lapso de 10 días.

¿Cómo ve la tendencia ahora?

Creo que hoy la gente se inclina más hacia la autocensura por el miedo. Hay ejemplos en Francia. Museos que cancelan exhibiciones, obras en teatros que salen de cartelera. Y esa sensación de intimidación creció después de lo que pasó en “Charlie Hebdo” y en Copenhague.

¿Se arrepiente de su decisión?

No me arrepiento de haber comisionado esas caricaturas. El periodismo trata de poner el foco en temas importantes. Y la publicación de esas caricaturas inició un debate muy importante: el papel de la libertad de expresión en una sociedad multicultural y multiétnica. Por supuesto que me arrepiento de la violencia, las matanzas y no creo que una caricatura valga una vida humana, pero la cuestión es qué hacer cuando muchas otras personas creen que está bien matar por una caricatura.

¿Cómo ha cambiado su vida?

Ahora tengo que vivir con seguridad y entiendo que probablemente tendré que vivir con eso el resto de mi vida. Estoy en el top 10 de personas que deben asesinarse de Al Qaeda. Es indignante, es … increíble.

¿Cuáles son entonces, a su juicio, los límites de la libertad de expresión?

Creo que hay tres tipos de limitaciones. El más importante es incitación a la violencia. La gente no debería estar permitida de incitar a la violencia. En segundo lugar, la difamación. No se debería ser libre de deliberadamente mentir para arruinar la reputación de otras personas. Y finalmente, creo que las personas en una democracia tienen derecho a su privacidad. Que la prensa no debe tener el derecho de escribir lo que quiera sobre las vidas privadas de los ciudadanos. Esos son los tres tipos de limitaciones que defendería.

¿Cómo ha afectado a las personas que le son cercanas?

Por suerte, mi esposa es rusa [ríe], así que es dura. Mis hijos son mayores y no viven en casa y doy gracias por eso. Claro que están preocupados, pero nunca me han dicho que deje de hacer lo que hago, a pesar de las consecuencias. Habría sido muy difícil para mí si lo hubieran hecho.

¿A qué cree que se debe este fenómeno de autocensura?

Bueno yo lo llamo “fundamentalismo de agravio”. Cada vez más gente sinceramente cree que tiene derecho a no ser ofendida. En una democracia se tiene varios derechos: votar, libertad de religión, de movimiento etc., pero el único derecho que no se debería tener es el de no ser ofendido. Pero más gente cree que tiene ese derecho y ‘juega’ la carta de la ofensa cada vez más. En todo el mundo. Pero no es solo con el islam. En Europa es el islam, pero en la India son nacionalistas hindúes, en Rusia, por ejemplo, Pussy Riot. Es un fenómeno mundial creciente.

¿Por qué cree que esto ocurre?

Creo que se basa en políticas de identidad, ya que a las personas en un mundo globalizado les resulta muy difícil responder a la pregunta: “¿Quién soy?”. Todos buscamos identidades para protegernos y tener un sentido propio. Cuando encontramos una identidad, la queremos proteger contra cualquier ofensa. El resultado es que al final se vuelve más importante qué nos distingue de los demás que aquello que compartimos con otros seres humanos. En mi libro exploro mi experiencia con este fenómeno, pero no me limito a Dinamarca o Europa. Se trata de lo que pasa en otras partes del mundo con distintas religiones e ideologías y sobre distintos períodos de la historia. Sobre las guerras de la religión en Europa, sobre el comunismo en Rusia soviética, la Alemania de Weimar y diferentes episodios históricos en los que se revisa la libertad de expresión, las limitaciones de esta y, más ampliamente, de la libertad.

¿Cómo se debería dar pelea en ese campo?

Es un desafío para la sociedad completa. No es una batalla que los periodistas puedan ganar o perder solos. Esa es una de las cosas que aprendí con mi experiencia. Yo me sentía seguro en un periódico grande y con reputación y pensé que podíamos ganar la batalla. Pero tengo que reconocer que no podemos ganar la batalla sin amplio soporte. Se necesita el apoyo de la mayoría de la sociedad para ganar esta batalla que concierne a la libertad de expresión. No es solo para la prensa o para los políticos, sino también para la sociedad civil.