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Más Estado y más libertad económica

Más Estado y más libertad económica

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Hugo Neira ha hecho notar que la lucha contra el coronavirus ha restablecido el Estado, la autoridad. Los gobiernos -algunos- han vuelto a gobernar, con toda la dificultad que ello entraña en país de alta informalidad como el nuestro. Las medidas que se adoptan para paliar la crisis suponen mayor intervención estatal.

Pero a esa lúcida observación hay que agregar otra: que la recuperación de la economía luego de que quede devastada por la reclusión generalizada, exigirá restablecer mayores grados de libertad económica de los que teníamos hasta la declaratoria de inmovilidad.

Más Estado y más libertad económica a la vez.

No son contradictorios. El Estado ha reaparecido precisamente para defender la vida de los ciudadanos frente a un enemigo común. El Estado existe para garantizar la vida, la seguridad y la libertad de los ciudadanos. Un acuerdo de mutua protección. Si suprime temporalmente algunas libertades, es para asegurar la vida. El problema ocurre cuando suprime o interfiere ciertas libertades -la económica entre ellas- de manera permanente. Allí contradice su razón de ser. Se vuelve enemigo.

Desde el punto económico, la cuarentena no es otra cosa que la supresión temporal absoluta de la libertad económica. Simplemente se ordena la parálisis de la actividad, salvo en sectores esenciales. Se detiene la producción, se interrumpe el intercambio. Lo mismo ocurre a nivel internacional.

Terminada la cuarentena, o los periodos de cuarentena que haya, se restablece el normal funcionamiento de la actividad económica. Los bienes y servicios vuelven a producirse y circular. Pero si queremos que la economía se recupere más rápidamente y se mantenga creciendo luego a tasas altas, se tendría que restablecer no el status anterior, sino un grado de libertad económica mucho más avanzado.

Fibrosis económica

Porque, sin necesidad de virus, gobiernos y congresos sucesivos han ido recortando la libertad económica en nuestro país. Nuestra economía ha estado infestada por otra clase de virus, el de la sobreregulación, que terminó produciendo algo muy cercano a la fibrosis económica, en algunos sectores más que en otros. Y la altísima informalidad no ha sido sino la reacción inmunológica ante ese virus: los anticuerpos que nuestra sociedad desarrolla ante la inundación asfixiante de normas y regulaciones.

Restablecer la libertad económica permitirá crecer y permitirá reducir la informalidad.

La sobreregulación es la razón por la que tenemos una miríada de micro y pequeñas empresas mayormente informales, impotentes frente a las exigencias de la formalidad, aplastadas por regulaciones que no las dejan crecer, y por eso es que tenemos relativamente muy pocas empresas medianas. Tenemos casi tres veces mas trabajadores en las empresas grandes que en las medianas. Lo que debería ser una pirámide, como en cualquier país del mundo, es un reloj de arena. Y eso se debe a que las empresas pequeñas mueren cuando llegan a un tamaño mediano, porque no pueden cargar con el peso de las regulaciones laborales, de salud y seguridad, ambientales, sectoriales, municipales y tributarias que las asfixian. Necesitan dedicar una proporción muy grande de empleados a lidiar con su cumplimiento, algo que no pueden pagar. Nadie puede cumplir con 1,400 páginas de normas laborales, por ejemplo.

Se nota en este momento, cuando se requiere precisamente celeridad en las adquisiciones esenciales para combatir la epidemia. El IPE reporta que la producción de alcohol y las importaciones de algunos productos relacionados están trabadas en el registro sanitario que emite Digemid, prototipo de sobre regulación (INFORME IPE, Impacto del coronavirus en la economía peruana MARZO 2020).

Es un milagro como las empresas industriales pueden competir con los pies amarrados contra importaciones de productos asiáticos. En algunos casos no pueden y deben cerrar. La producción industrial está en crisis desde hace algunos años, y no por la apertura económica que, al contrario, la reestructuró y la relanzó, la hizo crecer a tasas altas durante muchos años, y la volvió parcialmente exportadora, sino por la maraña regulatoria que le consume crecientemente demasiados recursos.

Si queremos desarrollar y devolverle dinamismo a nuestra industria, debemos comenzar por liberarla de ataduras y permitirle operar con niveles de libertad económica mucho mayores, para bien del país, de la generación de empleo formal y bien remunerado para los peruanos, y para incrementar los ingresos fiscales.

El caso de la minería es pasmoso. En los últimos 15 años ha visto aumentar el número de normas en nada menos que 22 veces según información del BCRP, y debe tramitar permisos y licencias ya no solo ante el ministerio de Energía y Minas como era antes, sino en el MINAM, el MINAGRI, PRODUCE, MINCUL, ANA, SERFOR, SERNAMP y otras dependencias. Cualquier proyecto debe pasar cuatro consultas previas, la primera de ellas para explorar, antes de saber siquiera si hay mineral y por algo que no causa impacto alguno. El resultado es la caída en las exploraciones y en la inversión futura y una pérdida de 10 puestos en el ranking del Instituto Fraser.

La minería puede ser la gran palanca del desarrollo nacional y regional e incluso de la diversificación productiva, sobre todo si se impulsara el cluster minero-industrial apoyado por la CAF en el sur del país. Sería clave para la una recuperación acelerada luego de la emergencia. Pero eso requiere aliviar la carga regulatoria en ese sector, más aún cuando los precios de los minerales vienen cayendo como consecuencia de la pandemia y de la crisis china. El precio del cobre se ha desplomado un 21% en apenas dos meses y medio, desde comienzos de año.

Para no hablar de los hidrocarburos, un sector con mucho potencial, frenado por contribuciones y regulaciones absurdas.

No es casualidad el exitoso crecimiento acelerado y sostenido del sector agroexportador. Goza de regulaciones laborales y tributarias mucho mas flexibles y menos onerosas, sin dejar de reconocer derechos laborales a los trabajadores. Es el único sector donde la economía nacional ha logrado formalizar a un contingente muy numeroso de trabajadores. Ese es un ejemplo para el resto de la economía.

La recuperación nacional luego del pozo económico en el que vamos a caer luego de las cuarentenas que tengamos que sufrir, requerirá tomar decisiones que permitan salir de la pobreza en la que habremos recaído lo más rápidamente posible, para inaugurar una nueva era de crecimiento. Pero para ello la palabra mágica es libertad económica. Lampadia