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Estados Unidos modifica su PBI

Estados Unidos modifica su PBI

La economía es una disciplina engorrosa: demasiado flexible para ser una ciencia y demasiado rigurosa para ser un arte. Quizás es adecuado que la medición más utilizada por los economistas, el Producto Bruto Interno (PBI), sea igual de enmarañada. Este indicador mide el valor total del producto en un territorio y su aparente simplicidad explica por qué es examinado hasta los décimos de punto porcentual cada mes. No obstante, como fundamento para el análisis es altamente subjetivo: depende de difíciles decisiones sobre qué considerar como territorio, qué tomar en cuenta como producción y cómo valorizarla.

Y los economistas continúan haciéndole retoques. Por ejemplo, la semana pasada el PBI de Estados Unidos aumentó en US$ 560,000 millones (3.6%) debido principalmente a que se modificó el “límite” que define qué es un activo económico.

La historia moderna del PBI comenzó con la Gran Depresión. El conjunto de mediciones disponibles para quienes batallaban contra la crisis que estalló en 1929 era muy pequeño. Los encargados de la política económica usaban los precios de las acciones, la producción industrial, las estadísticas de transporte y casi nada más. El detalle que se necesitaba para diagnosticar apropiadamente los problemas económicos fue proporcionado por un informe elaborado por Simon Kuznets en 1934.

De ese modo, las nuevas cuentas resultantes medían el ingreso por industria y la producción por sector; y además introdujeron gran cantidad de indicadores, incluyendo el PBI. Richard Stone, de la Universidad de Cambridge, desarrolló un sistema similar para Reino Unido, que fue adoptado por las Naciones Unidas en 1947 como el primer “Sistema de Cuentas Nacionales” (SCN), un conjunto de estándares internacionales para calcular la actividad económica.

Desde entonces, las mejoras han sido más graduales. Los grandes problemas son qué medir y cómo hacerlo. Para responder la primera pregunta, hay que definir varios “límites”: las actividades que se desarrollan dentro de ellos están incluidas, las otras, no. Incluso el límite territorial —cómo definir un país— puede ser peliagudo, pues las flotas pesqueras extranjeras que faenan en aguas territoriales de otro país están contribuyendo a la producción del suyo. Los contrabandistas, cuya actividad cruza fronteras y es difícil de hacerle seguimiento, son un dolor de cabeza.

Definir otros límites es más complicado. Dado que la inversión —una actividad que crea activos— es parte del PBI, es fundamental definir qué es un activo. Y aquí es donde lo práctico puede vencer a los principios. Los economistas han considerado por mucho tiempo que la investigación y desarrollo (I+D) y la creación de arte son tipos de inversión pues crean cosas —por ejemplo, patentes— que son como activos fijos. Son durables y generan futuros flujos de ingresos y producción. El SCN de 1993 consideró que estos activos eran difíciles de medir y los excluyó del límite, de modo que el gasto destinado para producirlos no era contabilizado como inversión y, por tanto, no era parte del PBI.

El más reciente SCN, acordado en el 2008, amplió el límite para incluir estas actividades innovadoras y fue aplicado por Estados Unidos la semana pasada. El Buró de Análisis Económico de ese país creó una nueva categoría de inversión llamada “productos de propiedad intelectual”. La entidad optó por medir la inversión en I+D utilizando los costos de las empresas en innovación, dado que calcular el ingreso futuro que se generaría, descontado a su valor de hoy, es muy complejo. La I+D del Gobierno, principalmente el gasto en salud, defensa y tecnología aeroespacial, se mide de la misma manera.

Una tarea más engorrosa es la inversión artística, una categoría que incluye películas, libros, música y programas de TV —la entidad considera que los artículos periodísticos no tienen valor duradero, pero ¿qué sabrán sus analistas?—. El problema es que existe escasa información sobre los costos de inversión, además que el activo —el derecho de propiedad— es raramente vendido. Así, la inversión se calcula trasladando a valor actual los probables ingresos futuros por concepto de royalties.

En el corto plazo, la medición modificada del PBI estadounidense hará que las comparaciones internacionales sean más complicadas. Pero no se trata del primero en adoptar el nuevo SCN: Australia hizo el cambio en el 2009 y Canadá en el 2012. Estos tres países son los únicos miembros del G20 con el nuevo sistema, pero se espera que para el 2014 otros más lo hagan, incluyendo los de la Unión Europea.

Zanahorias y estadísticas

Sin embargo, el PBI continúa lejos de ser perfecto. Un problema es cómo tratar los bienes y servicios que son producidos y consumidos en casa. Para ello, el SCN define otro límite: esos bienes son parte del PBI, pues si más frutas y verduras son cultivadas en el jardín, la economía crece. La lógica es que esos productos podrían venderse en el mercado y esas transacciones pueden medirse. Pero los servicios —limpieza, cuidado de un familiar— están excluidos, ya que la lógica es que son producidos a medida que se consumen, y como no podrían venderse, están fuera del mercado.

Pero suponer que no existen precios de mercado para los servicios prestados en casa es pensar como en los años 40. Es fácil ponerle un precio a la limpieza y el cuidado de personas —mucho más simple que estimar royalties futuros—. Y excluir la prestación de salud y educación en el hogar crea una línea divisoria más amplia para medir el PBI. Los valores de mercado de estos servicios están creciendo más rápido que la tasa de inflación, lo cual significa que el valor de las actividades fuera de los límites está cambiando velozmente. Para mantenerse relevantes, las cuentas nacionales deberán modificarse de nuevo.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2013

Publicado en Gestión