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Haciendo más consecuentes las inversiones éticas

Los estándares o criterios sociales, ambientales y de gobierno (por sus siglas en inglés ESG) han permitido articular a las empresas en torno a las tendencias y compromisos globales como el cuidado del medio ambiente o la promoción de la ética. Hoy en día, estos estándares están presentes en el ámbito de las inversiones a través de índices bursátiles como el índice universal MSCI de ESG o los índices de sostenibilidad del Dow Jones. Así, los rendimientos de estos índices son los principales referentes de la llamada “inversión ética”.

Al respecto, un reciente artículo de The Economist ha puesto en evidencia ciertas desventajas que estos índices otorgan a diversos países, en particular, a economías emergentes puesto que comprometen su atractivo de inversión y por ende, sus oportunidades de crecimiento. Peor aún, esto también genera que dichos países tampoco se desarrollen en los ámbitos ambiental, social y de gobierno, generándose un círculo vicioso.

Como bien señala el profesor Robertson, citado en el mencionado artículo, si bien la inversión ética permite prevenir que las inversiones se dirijan hacia países con tendencias autoritarias (como Arabia Saudita), genera “un sesgo de los flujos de capital hacia las partes más privilegiadas del mundo”. Ello porque los países emergentes tienen poco peso en los índices ESG, al ser relativamente menos éticos que países como Suecia o Finlandia. Esto finalmente compromete fuertemente el volumen de dinero involucrado en las inversiones hacia los países emergentes y por ende sus oportunidades de inversión y de crecimiento se ven perjudicadas.

Ante ello, el Prof. Robertson propone una medida más objetiva para la inversión ética, que permite otorgarle un mayor beneficio a los mercados emergentes más cercanos a niveles de institucionalidad adecuados u óptimos: el PBI per cápita.

En el caso del Perú por ejemplo, si solo usáramos una medida que resumiese los criterios ESG para evaluar su potencial de inversión, la precariedad institucional, que ha sido puesta en evidencia en los últimos años por los recientes escándalos de corrupción, sería suficiente para descalificarlo de las grandes ligas. Sin embargo, si complementáramos esta medida con el PBI per cápita probablemente tendría una calificación mucho más competitiva, dado el crecimiento sin precedentes que ha tenido en los últimos 25 años. Este mismo análisis podría aplicarse a muchos países en la misma situación, que por las faltas éticas de unos cuantos “inescrupulosos”, ven restringido el ingreso de flujos de capitales de largo plazo. Lampadia

Inversiones éticas
¿Las inversiones éticas alejan el capital de quienes más lo necesitan?

Los inversores éticos están empezando a tomar en cuenta el nivel de ingresos de un país

Edición impresa | Finanzas y economía
THE ECONOMIST, Oct 27 2018
Traducido y glosado por Lampadia

¿Qué quiere decir ESG? Para la mayoría de las personas se refiere a los estándares ambientales, sociales y de gobierno que guían a un número creciente de inversores éticos. Pero Charlie Robertson, de Renaissance Capital, un banco de inversión, indica que ESG corre el riesgo de convertirse en un código para otra cosa: una excusa para que los inversores depositen todo su dinero en Escandinavia.

Los paraísos prósperos tienen una alta calificación ESG, según los criterios que emplean los inversores. Por el contrario, las economías emergentes que le interesan al señor Robertson lo hacen mal. A menudo son sucias y corruptas, al menos en comparación con Suecia. Sus compañías más líquidas tienden a ser campeonas nacionales o conglomerados en expansión que descuidan a los accionistas minoritarios y se involucran de cualquier manera con sus gobiernos. A menudo, los mercados soberanos emergentes incumplen su deber de proteger los derechos humanos. Arabia Saudita, por ejemplo, ingresará en el índice MSCI de acciones de mercados emergentes en junio. Eso obligará a muchos inversionistas a invertir fondos en el reino, sin importar lo que piensen de sus gobernantes.

La inversión impulsada éticamente puede evitar tal desagrado. Pero una adhesión ciega a los criterios de ESG, argumenta Robertson, podría sesgar los flujos de capital hacia las partes más privilegiadas del mundo. Eso haría más difícil que las economías más pobres escapen de la pobreza, un fracaso que, a su vez, podría inhibir su progreso en asuntos verdes, de gobernanza y de justicia social.

¿Están justificados los temores del señor Robertson? Los mercados emergentes tienen menos peso en los índices bursátiles y de bonos que incorporan criterios éticos. El índice universal MSCI de ESG, por ejemplo, otorga a las acciones de los mercados emergentes solo un peso de 9%. Eso se compara con el 11% en el convencional índice global de capital. La brecha puede no sonar grande. Pero significa un 18% menos de dinero de cualquier inversor siguiendo el índice ético en lugar del amoral.

Robertson sostiene que, en cambio, los inversores éticos deberían adoptar un tipo de relativismo económico, juzgando a los países en relación a su PBI per cápita. Su equipo considera que Chile, Indonesia y Polonia son inusualmente virtuosos dada su etapa de desarrollo. (En contraste, Estados Unidos parece algo poco ético dada su riqueza). O los inversionistas podrían recompensar a las naciones más mejoradas en lugar de a las altamente calificadas. Eso favorecería a los mercados emergentes con espacio para mejorar sobre países más cercanos a la perfección moral.

El señor Robertson puede estar abriendo una puerta. Muchos inversores de ESG administran fondos que se dedican a mercados maduros o emergentes, en lugar de a ambos. Es decir, están juzgando implícitamente a los países y empresas en relación con sus pares. El índice MSCI también analiza la tendencia en los puntajes de ética, así como sus niveles.

El capital extranjero también puede ser sobrevalorado como fuente de crecimiento. Una investigación realizada por Ayhan Kose y Ashley Taylor del Banco Mundial y Eswar Prasad de la Universidad de Cornell sugiere que las economías emergentes se benefician de ello solo después de superar un cierto umbral de calidad institucional.

La mayoría de los grandes mercados emergentes, incluidos Brasil, Rusia, India y China, no alcanzan este umbral. Si los escrúpulos de los inversionistas privan a estas economías de dinero extranjero voluble, puede ser una bendición disfrazada. Lo único peor que una economía sucia, corrupta y mal administrada es una que también está profundamente endeudada con los extranjeros. Lampadia