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El Perú de los peruanos

El Perú de los peruanos

Los peruanos todavía no nos reconocemos como una sociedad en la que todos estamos dispuestos a enfrentar juntos la aventura del desarrollo y la búsqueda de la prosperidad.

Nuestros líderes no han sabido transformar nuestras múltiples expresiones de diversidad en una fuente de riqueza. Aún no llegamos a entender que, al haber transitado de décadas de estancamiento a buenos años de crecimiento, podemos abandonar el modelo mental ‘ganar-perder’ y encarnarnos en el modelo ‘ganar-ganar’.

Son pocos los elementos, las actividades y las oportunidades, en las que nos reconocemos parte de una misma gesta. Un reciente ejemplo de identidad y convergencia, se dio con ocasión del esfuerzo del país para superar los embates del ‘niño costero’. Tal vez la expresión que mejor resume esa positiva experiencia, es la frase que el Vicealmirante Fernando Cerdán, Comandante General de Operaciones del Pacífico de la Marina de Guerra del Perú, usó para resaltarla: “Por un tiempo, fuimos una gran nación”.

Otro ejemplo de sensación de identidad, es la ya no tan reciente, gesta del desarrollo de la gastronomía peruana, que ha llevado nuestra cocina a todos los rincones del mundo; que atrae a miles de turistas a disfrutar de nuestros deliciosos platos e insumos, como son nuestras frutas, hortalizas, peces, granos, etc., etc.; y que ha multiplicado sin límites, la cantidad de peruanos que trabajan fortaleciendo esta gran revolución gastronómica.Por supuesto, el deporte siempre fue uno de los catalizadores deperuanidad. Principalmente el fútbol y el vóley.


Fuente: elcomercio.pe

Lo de estos días, con las rondas clasificatorias para el mundial del 2018, que nos acompañará varios días más, es una ocasión especialmente importante para reflexionar sobre las cosas que nos hacen vibrar con la misma música.

Aprovechemos estos días para hablar de lo que nos une y guardar nuestras diferencias, para alumbrar nuestros caminos al bienestar general, y para acallar a los eternos negativistas, sobre todo a aquellos que lo hacen como una forma de vida, más que como consecuencia ideológica.

Hace unos 25 años, el Perú emprendió un proceso de transformación que nos permitió, en muy poco tiempo, alejarnos de la maldición de quedar como un ‘Estado Fallido’ y catapultarnos en la visión del mundo hacia el espacio de ‘una Estrella Internacional’.

Últimamente, hemos perdido un poco el paso; pero nuestras capacidades para crecer, derrotar la pobreza, disminuir las desigualdades y crear oportunidades de vidas plenas para todos los peruanos, están intactas. Los fundamentos de nuestra prosperidad colectiva están al alcance de las manos. Manos que juntas, pueden llevarnos a ser, permanentemente, ‘Una Gran Nación’.

¡El Perú es Infinito! Hagámoslo grande para todos los peruanos.

 Lampadia




Savater: Sobre la formación de ciudadanos

Savater: Sobre la formación de ciudadanos

Ayer publicamos la presentación de Luis Bustamante Belaunde sobre la formación de ciudadanos plenos. Ver en Lampadia: Educación y formación de ciudadanos plenos. Charla que Bustamante dio en el foro organizado por la Asociación de Clubes Departamentales, Provinciales y Distritales de Lima junto con Lampadia.

La formación de los jóvenes tiene que comprender las capacidades cognitivas (cada día más cerca al toque de una tecla), las habilidades blandas, aquellas que les permiten desarrollar un pensamiento crítico, resolución de problemas y trabajo en equipo, entre otras y, además, de manera muy importante y muchas veces ignorada, la formación de ciudadanos con conciencia de pertenencia y compromiso cívico.

Si no nos preocupamos por esto último, pasará como dice Fernando Savater: “Aquel que no tiene la suerte de tener una familia y unos padres y maestros esforzados y cariñosos, será educado por la banda de gangsters de su barrio, los peores ejemplos que vea por TV o las formas más brutales de la política”.

Recomendamos leer la magnífica entrevista de Somos a Savater:

“El reto es crear ciudadanos”

La educación democrática debería ser el gran soporte de la escuela, nos dice el pensador español, autor del clásico ÉTICA PARA AMADOR. Es un defensor del aprendizaje creativo desde el ocio y de aleccionar la razón, no las emociones.

Entrevista a Fernando Savater, Filósofo y escritor

Por Rafaella León

El Comercio – Somos, 05 de marzo de 2016

Glosado por Lampadia

 

¿Cómo debería ser la educación del siglo XXI? Buscando resolver esta interrogante, Fundación Telefónica organiza regularmente encuentros internacionales, en los cuales suelen destacar voces determinantes como la del filósofo Fernando Savater (San Sebastián, 1947). En este diálogo con Somos invita a reflexionar sobre el presente y el futuro de la escuela y sobre los dos objetivos clave de la pedagogía: enseñar a ser ciudadanos y a perseguir la felicidad.

¿Qué maestros necesitan los alumnos del siglo XXI?

Tienen que ser primero personas bien preparadas. Nadie puede dar lo que no tiene, transmitir conocimientos, pautas de vida que ignora. El maestro tiene que ser paciente, porque la educación es un trabajo de largo alcance, exige muchas veces tener condescendencia con los errores. Y luego tiene que tener coraje, valor. Muchas veces enseñar es ir a contracorriente, y hay que ser capaz de decir esto es lo que es, no importa que no esté de moda o esté menos valorado.

Los maestros pueden impartir buenas enseñanzas, pero el mundo trae otras, no siempre correctas. ¿Cómo preparar a los estudiantes para ello?

Todos somos de un modo o de otro educados, el problema es por quién. Aquel que no tiene la suerte de tener una familia y unos padres y maestros esforzados y cariñosos, será educado por la banda de gangsters de su barrio, los peores ejemplos que vea por TV o las formas más brutales de la política. Sin educar no se va a quedar, el problema es si lo buenos educadores lograremos llegar antes que los malos. Hay que prepararlos para enfrentarse a las dificultades del mundo.

Algunos maestros postulan que debe tenerse en cuenta también el lado emocional y no solo lo cognitivo en la enseñanza.

El lado emocional se cuida solo. La educación, sobre todo, es el desarrollo de condiciones racionales. Por supuesto, tienen vinculaciones con la vida afectiva, pero lo fundamental es lo racional y lo razonable. Lo primero es cómo utilizamos los instrumentos, y lo segundo, cómo nos relacionamos con las personas. El desarrollo de la razón en sus dos aspectos es el fundamento de la educación. Las emociones se educan en la familia, en nuestro mundo afectivo; las experiencias personales, amorosas, a todos poco a poco nos van educando en ese campo.

¿Cómo lograr captar la atención de los niños hoy en día, en que viven rodeados de estímulos, muchos de ellos electrónicos?

Mantener atento al niño de hoy es difícil, y sin atención no hay desarrollo intelectual. La educación no es educar a los niños para que aprendan a jugar, los niños juegan perfectamente sin ir a la escuela. La educación es para que aprendan a esforzarse y estar atentos.

¿Cómo entender la educación democrática en países donde la religión es una asignatura más en la currícula?

Uno de los elementos de ciudadanía que debe transmitir la escuela en su función pública es el laicismo, un factor esencial y no accesorio de la educación democrática. El laicismo quiere decir que los estudiantes podrán gozar de una cultura común, no viciada por grupos, por facciones, por separaciones que disgregan el meollo esencial de la cultura compartida.

¿Está de acuerdo con que hay que preparar a los chicos no para que tengan trabajos, sino para que ellos sean capaces de crear sus propias ocupaciones?

No hay que relacionar exclusivamente la educación con el trabajo. Naturalmente, una de las facetas para las que hay que preparar a las personas es para que puedan desarrollar labores, sea como empleados o como empresarios útiles en la sociedad. Pero la educación va mucho más allá, no es una fabricación de obreros. La educación tiene que crear ciudadanos, sin una directa relación con sus labores económicas. Ciudadanos capaces de utilizar la democracia, y luego, seres humanos completos, capaces de ser felices. Si la educación no pretende la felicidad, creo que se queda coja. El verdadero objetivo de la educación es preparar a las personas para ser humanamente felices. Porque ser ciudadano y ser humano es primero; luego es ser obrero. La formación de ciudadanos es la formación de los líderes políticos que tendrá el país. La formación de ciudadanos capaces de utilizar bien la democracia es básica.

¿El aprendizaje desde el ocio es importante?

Es el clásico aprendizaje. La palabra ‘escuela’ viene del griego ‘escolé’, que significaba ocio, estar al margen del trabajo. Irse a la escuela era salir del mundo laboral. Hoy desgraciadamente sabemos que muchos niños y adolescentes del mundo no tienen ese ocio imprescindible para su formación. Es importante que el niño, durante un periodo hasta los 16 años, esté fuera del mundo laboral y dedicado a su formación, a su ‘escolé’, a ese ocio no de aburrimiento, sino un ocio creador.

Lampadia

 




Lección de socialismo en la escuela

Lección de socialismo en la escuela

Ingenioso análisis descriptivo de las debilidades sociales que encierra el socialismo para la producción de riqueza y bienestar.

Un profesor de economía dijo que nunca había reprobado a un solo estudiante, hasta que una vez debió reprobar a una clase entera.

Esta clase particular había insistido en que el socialismo realmente funciona con un gobierno asistencialista que intermedie sobre la riqueza, entonces nadie sería rico, todo sería igual y justo. El profesor entonces dijo: “Está bien, vamos a hacer un experimento socialista en esta clase. En lugar de dinero, usaré las notas de sus pruebas. “Todas las calificaciones se otorgan en base al promedio de la clase, y por lo tanto sería” justo”. Todos reciben las mismas notas, lo que significa que, en teoría, nadie va a fallar, así una “A”. Después de calculada la media de la primera prueba, todos recibieron una “B”. Quién había estudiado con dedicación se indignó, pero los estudiantes que no se habían esforzado estaban muy contentos con el resultado. Cuando se tomó la segunda prueba, los perezosos estudiaron aún menos, ya que esperaban obtener buenas calificaciones de todos modos. Aquellos que habían estudiado bastante anteriormente, decidieron que ellos también se aprovecharían de las notas de otros. Como resultado, el promedio de la segunda prueba fue una “D”. A nadie le gustaba ella. Después de la tercera prueba, el promedio general fue una “F”. Las notas no han vuelto a los niveles más altos, pero los desacuerdos entre los estudiantes, la búsqueda de culpables y malas palabras se han convertido en parte de la atmósfera de esa clase. La búsqueda de la “justicia” de los estudiantes había sido la causa principal de las quejas, el odio y el sentimiento de injusticia que han pasado a formar parte de esa clase. Al final, nadie quería estudiar para beneficiar al resto.

Por lo tanto, todos los estudiantes repiten el curso… Para su sorpresa total. El profesor explicó: “el experimento socialista fracasó porque cuando la recompensa es grande el esfuerzo por el éxito individual es grande. Pero cuando el gobierno quita todos los premios a la hora de tomar las cosas de los demás para dar a los que no lucharon por ellos, entonces nadie va a tratar o querer hacer lo mejor posible. Tan simple como eso”.

1. No se puede llevar a la prosperidad a los más pobres, sólo sacando la prosperidad de los más ricos para que algunos reciban algo sin tener que trabajar.

2. El gobierno no puede dar nada a nadie que no lo haya tomado de otra persona.

3. Al contrario de lo que se cree, es imposible multiplicar la riqueza, tratando de dividirla

4. Cuando la mitad de la población cree la idea de que no tienen que trabajar porque la otra mitad  va a apoyarla, y cuando la otra mitad cree que no vale la pena trabajar para mantener a la primera mitad, entonces llegamos al principio del fin de una nación.

Fuente: Facebook, post no precisado

Lampadia




Aristóteles, robot esclavos, y un nuevo sistema económico

Aristóteles, robot esclavos, y un nuevo sistema económico

Por John G. Messerly, publicado en “Reason and Meaning” el 27 de mayo 2015

Traducido y comentado por Lampadia

John G. Messerly es un Académico Afiliado del ‘Institute for Ethics and Emerging Technologies’ (IEET). Recibió su doctorado en filosofía en la Universidad de St. Louis en 1992.

Comentario de Lampadia:

Recientemente, estamos siguiendo de cerca la llamada ‘tercera revolución industrial’ que está basada en un salto tecnológico exponencial. Esta tendrá muchísimos impactos en la vida de los seres humanos. Uno de los más angustiantes es el del empleo y otro, poco analizado aún, es el de los aspectos éticos.

En este artículo de Messerly, encontramos una excelente contribución a estos temas, que mientras más pronto podamos conocer, más pronto podremos prepararnos, y ojalá, ser parte del diseño del futuro que empieza a desenvolverse.

En Lampadia vamos a crear pronto un nuevo repositorio sobre la revolución tecnológica, sus impactos y nuestras capacidades para superarlos.

 

Aristóteles, robot esclavos, y un nuevo sistema económico – Messerly

El libro de Jaron Lanier “¿Quién posee el futuro?”, trata sobre el papel que juega la tecnología tanto en la eliminación de puestos de trabajo y el aumento de desigualdad de ingresos. Al inicio del libro, Lanier cita el libro ‘Política’ de Aristóteles:

“Si cada instrumento pudiera realizar su propio trabajo, obedeciendo o anticipándose a la voluntad de otros, como las estatuas de Dédalo, o los trípodes de Hefesto, que, dice el poeta, por su propio acuerdo entraron en la asamblea de los dioses; Si, de igual manera, el aparato tejiera y el plectro tocara la lira sin una mano que los guíe, los jefes de los obreros no querrían siervos, ni los amos esclavos.”

 

 

Aristóteles vio que la condición humana depende en gran medida de lo que las máquinas pueden y no pueden hacer; por otra parte, podemos imaginar que las máquinas van a hacer mucho más.

Si las máquinas hicieran más de nuestro trabajo, todo el mundo, incluso los esclavos, serían más libres. Entonces, ¿cómo respondería Aristóteles a la tecnología actual? ¿Abogaría por un nuevo sistema económico que responda a las necesidades básicas de todos, incluidos los que ya no tienen que trabajar; o trataría de eliminar a aquellos que no poseen las máquinas que dirigen la sociedad?

Seguramente esta pregunta es relevante en el mundo moderno. Si, como sugiere Lanier, sólo aquellos cerca de los equipos que ejecutan la sociedad tienen buenos ingresos, entonces que ocurre con el resto de nosotros? ¿Qué pasa con los trabajadores de la fábrica de acero y las fábricas de automóviles, los carniceros y cajeros de los bancos, y cada vez más, los contadores, profesores, abogados, ingenieros y médicos cuando la inteligencia artificial mejora? (Lanier analiza cómo va a suceder en su libro.)

A Lanier le preocupa que los autómatas, especialmente la Inteligencia Artificial (IA) y la robótica, crearan una situación en la que no tenemos que pagarles a otros. ¿Por qué pagar por un servicio de limpieza si se tiene una sirvienta robótica, o a los ingenieros de software si los equipos son auto-programables? Aristóteles utiliza la música para ilustrar su punto. Dijo que fue terrible esclavizar a la gente para que hagan música (tocar instrumentos en su tiempo era indeseable e involucraba mucha mano de obra), pero necesitamos la música, así que alguien debe ser esclavizado. Si tuviéramos máquinas para hacer música o pudiéramos vivir sin ella, eso sería mejor. La música es una opción interesante, porque en la actualidad muchos quieren utilizarla para ganarse la vida, pero casi nadie hace dinero por su música a través de la publicidad de Internet. Las personas pueden ser seguidas en línea por su música o su blog, pero rara vez se les paga por ello.

Así que, ¿qué hacemos? ¿Tenemos que eliminar a las personas aparentemente innecesarias, para ya no tener que lidiar con ellas? (Recuerde que casi todos nosotros serremos innecesarios en un futuro cercano) ¿Tendrán que retirarse del país o de la comunidad cerrada donde nuestra aparente seguridad es comprada por puestos militares del imperio y sus mercenarios pagados de todo el mundo? ¿Cuando las primeras víctimas de la sociedad duermen en las calles, pueblan nuestras prisiones, sufren desempleo, o involuntariamente se ven forzadas a unirse a nuestros ejércitos voluntarios? (Recuerde esto ustedes contadores, abogados, profesores e ingenieros de software, ¡que este mundo está viniendo para ustedes también!) ¿O deberíamos reconocer cómo nos beneficiamos de los demás, de nuestros diversos temperamentos y talentos, desde la seguridad y el sustento que logramos en números?

 

 

Así que la pregunta a la que nos enfrentamos ahora es la siguiente: ¿qué sucede con las personas ‘extra’, casi todos nosotros, cuando la tecnología hace todo el trabajo o uno es remunerado solo por el trabajo que las máquinas no pueden hacer? ¿Al resto de nosotros nos eliminan o morimos de hambre lentamente? Sorprendentemente Lanier piensa que estas preguntas están fuera de lugar. Después de todo, la inteligencia humana y los datos humanos son los que impulsan las máquinas. Más bien, la cuestión es cómo pensamos sobre la labor que las máquinas no pueden hacer.

Creo que Lanier está en lo cierto. Podemos pensar en el trabajo no automatizado desde algo escencial hasta algo frívolo. Si pensamos en ello como frívolo, entonces también lo son las personas que lo producen. Si no nos preocupamos por la expresión humana en el arte, la literatura, la música, el deporte o la filosofía, entonces ¿por qué preocuparnos por las personas que lo producen?

Pero incluso si las máquinas escriben mejor música o poesía o blogs sobre el significado de la vida, aún podríamos valorar el esfuerzo humano. Incluso si las máquinas hicieran todo el trabajo de la sociedad aún podríamos compartir la riqueza con la gente que quiere pensar y escribir y tocar música. Tal vez la gente simplemente quiere disfrutar de estas actividades. Ningún ser humano juega al ajedrez tan bien como las mejores supercomputadoras, pero la gente todavía disfruta jugando al ajedrez; yo no juego al golf tan bien como Tiger Woods, pero igual lo disfruto.

Voy a ir más lejos. Supongamos que alguien quiere sentarse en la playa, surfear, esquiar, jugar golf, fumar marihuana, ver la televisión, o coleccionar monedas. ¿Y a mí que me importa? Tal vez una sociedad compuesta por personas satisfechas haciendo lo que quieren es mejor que una informada por la ética protestante del trabajo. Una sociedad de fumones, que miran televisión, esquían, juegan golf y surfean, probablemente sería más feliz que en la que vivimos ahora. (La evidencia muestra que los países más felices son los que tienen las redes más fuertes de protección social, los que tienen las vacaciones pagadas y más generosas licencia políticas; los países europeos y escandinavos occidentales.) La gente todavía escribe música y libros, levantar pesas, hace voluntariado, y visita a sus nietos. ¡No necesariamente se convertirán en adictos a las drogas!

Esto es lo que yo imagino. Una sociedad donde las máquinas hacen todo el trabajo que los humanos no quieren hacer; y los seres humanos se expresarán de la manera que quieran, sin perjudicar a los demás. Una sociedad mucho más como Dinamarca y Noruega, y mucho menos como Alabama y Mississippi. Sí creo que todas las personas tienen el derecho, sí derecho, de vivir con la cantidad mínima que se necesita para vivir una vida humana decente. Todos nosotros nos beneficiaríamos de esta disposición, ya que todos tenemos mucho que aportarnos el uno al otro. Les dejo con algunas palabras inspiradoras del joven californiano auto-didáctico, Eliezer Yudkowsky:

No existe ningún mal que tenga que aceptar porque “no hay nada que pueda hacer al respecto”. No hay niño maltratado, ningún campesino oprimido, ningún mendigo hambriento, ningún joven adicto al crack, ningún paciente de cáncer, literalmente, no hay uno al que no pueda mirar a los ojos. Estoy trabajando para salvar a todo el mundo, sanar el planeta, resolver todos los problemas del mundo.

 




P21: La proteína perfecta

P21: La proteína perfecta

Por Gastón Acurio

(Perú 21 – Cheka, 16 de Abril de 2015)

 

La vida del cocinero no es fácil. Se levanta muy temprano, casi al alba, para conseguir los mejores ingredientes. Cocina el almuerzo, administra su negocio durante la tarde, vuelve a la cocina para la cena, se acuesta pasada la medianoche y luego vuelve a empezar la misma rutina al día siguiente, solo que con un detalle: el fin de semana no es su tiempo de descanso, sino, más bien, el de mayor trabajo. El destino del cocinero es trabajar cuando la mayoría se divierte.

Sin embargo, todo este esfuerzo, que puede parecer titánico, tiene una enorme recompensa. Cada día y en tres ocasiones, el cocinero tiene la oportunidad de hacer felices a los demás con aquello que él sabe hacer: cocinar. La mesa, compartir, revivir recuerdos de infancia y de amor materno, todo, confabula para que la cocina saque a relucir lo mejor del ser humano y, por ende, para que el cocinero, al final del día, pueda agradecer y decirse a sí mismo que, en realidad, a pesar del esfuerzo, su profesión es una de las más hermosas.

Por ello, consciente de que la cocina es un espacio de fraternidad, de goce y de alegrías, el cocinero suele ser casi siempre una persona positiva que va buscando siempre oportunidades, incluso en las situaciones más adversas. Sus batallas, que no son pocas, las libra como él sabe hacerlo, a través de su cocina. Evita la confrontación y el choque porque sabe que su arma de convencimiento no es otra que la seducción, consciente de que con ello no renuncia a su lucha, sino, más bien, ocupa el lugar que le corresponde en ella, el de proponer caminos, liberar emociones, curar heridas, tender puentes, contagiar sueños e ilusiones. Ese es el rol del cocinero activista de estos tiempos, el rol de buscar siempre, en cada escenario, la ventana, el camino, la oportunidad.

Hace unas semanas, tuve la suerte de asistir en la hermosa ciudad vasca de San Sebastián a un encuentro en el cual debíamos discutir cómo lograr que esos millones de toneladas de proteína animal renovable que representa la anchoveta puedan, en un día cercano, alimentar a millones de personas y con ello contribuir a la sostenibilidad de nuestro planeta. ¿Extraer millones de toneladas de un recurso marino para sostener nuestro planeta? ¿No parece una contradicción? Pues no.

Uno de los grandes desafíos del futuro cercano es el de generar la suficiente cantidad de proteínas para una población cada vez más creciente sin que esta producción presione más a nuestro planeta. A los seres humanos nos encanta la proteína animal y, por ello, se producen inmensas cantidades de esta en todo el mundo. Sin embargo, para producirlas se requiere de energía, territorios, enormes campos de cultivos y, en algunos casos, como el que nos convoca, especies renovables como la anchoveta, a tal punto que se requieren cuatro kilos de anchoveta para producir un kilo de pescado de granja en el mar.

Toda esta actividad suma a la alarmante presión al medio ambiente, que podría ser mitigada si encontráramos una proteína animal que se reproduzca y se renueve por sí sola año a año y que, además, lo haga en abundancia, de manera que pueda proveer proteínas para cientos de millones de personas. Pero, claro, hay un pequeño detalle. De momento, salvo en los países mediterráneos, donde la anchoa es considerada un auténtico manjar, el resto del mundo todavía se resiste a comer anchoveta. Esa es la realidad.

Por ello, nuestro encuentro allí tenía como principal objetivo discutir cómo los cocineros del mundo podíamos utilizar todo nuestro ingenio para crear, con este recurso, productos y conceptos que animen a las personas a consumirlo, de manera que parte de esa enorme cantidad de anchoveta que hoy se usa para hacer harina poco a poco vaya usándose para el consumo humano. No estábamos allí para pedir a los gobiernos que prohibieran la fabricación de harina y que obliguen a destinar la anchoveta a consumo humano. ¿Qué sentido tendría una medida de esa naturaleza teniendo en cuenta que hoy todavía son muy pocos los que la quieren comer? Se perdería un recurso que, por ejemplo, en el Perú, si todos lo amaran como aman el pollo, podría dar de comer a cada peruano 200 kilos de anchoveta cada año. Pero la realidad es que este recurso se perdería porque, si bien los peruanos vamos aprendiendo a comer anchoveta poco a poco, a recuperar la memoria de nuestros antepasados que hicieron de ella la gran proteína que forjó sus civilizaciones, lo cierto es que aún distamos muchísimo de lograr que la anchoveta sea nuestra proteína favorita. El lado bueno de esta historia es que, si logramos modificar los gustos del mercado, todos nos beneficiaríamos. Los peruanos, con una proteína animal excelente y económica; el medio ambiente, al ser una proteína renovable; y, por supuesto, la industria pesquera industrial, dado que la pesca para consumo humano tanto en fresco, congelado, enlatados y derivados tiene una mayor rentabilidad que la destinada a harina.

Pero, claro, para que eso suceda, tenemos que reinventar el mercado. Y para hacerlo tenemos que inventar productos, historias y campañas mágicas que encandilen al consumidor peruano de manera que poco a poco incorpore más y más a la anchoveta en su mesa.

De eso trataba nuestro encuentro, de cómo hacer una hamburguesa de anchoveta que, en una cata ciega, logre que todo el mundo coincida en que es más rica que la de una carne angus; de cómo hacer que la pizza de anchoa deje de ser la pizza solo para los conocedores para convertirse en la favorita de los niños; de cómo inventar commodities culinarios deliciosos hechos con anchoveta que nos ayuden a popularizar su consumo, y así poco a poco ir modificando el escenario y el mercado para beneficio de todos: consumidores, pescadores, medio ambiente e industria.

Inventar un mundo mágico de la anchoveta. Esa es la misión del cocinero. Como dijimos al comienzo, abrir caminos, buscar la oportunidad, ese es su rol.