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Pobreza multidimensional bajo la lupa

ComexPerú
Julio 19, 2019

En nuestro país, en el periodo 2004-2018, la pobreza se redujo sostenidamente (a excepción de 2017), al pasar del 58.7% al 20.5% en 2018, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Es decir, a 2018, solo un 20.5% de la población contaba con un nivel de gasto inferior al costo de la canasta básica de consumo (S/ 344), lo que comúnmente se conoce como pobreza monetaria. No obstante, existe un grupo de personas que pueden no ser consideradas como pobres, de acuerdo con la definición antes señalada, pero que no acceden a determinados servicios, como salud y educación, por ejemplo.

En su último informe Global Multidimensional Poverty Index 2019, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (OPHI) comparan la pobreza multidimensional en más de 100 países y 5,700 millones de personas, a través del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), el cual calcula cómo las personas experimentan la pobreza en su salud, educación y nivel de vida. Este índice identifica como pobres multidimensionales a personas con carencias no monetarias que tengan por los menos un tercio de los 10 indicadores que evalúa el IPM: nutrición, mortalidad infantil, años de escolarización, asistencia escolar, agua potable, saneamiento, combustible de cocina, electricidad, vivienda y bienes.

De acuerdo con los resultados de dicho informe, el Perú pasó de tener un 20% de pobres en 2006 a un 12.7% en 2019, convirtiéndose en uno de los países que más ha reducido la pobreza multidimensional en la última década, junto con Etiopía, que en el mismo periodo pasó de un 88% a un 83.5%, e India, de un 55% a un 27.9%. A su vez, destaca que el Perú desarrolló avances significativos en los indicadores de bienes, vivienda, combustible de cocina y electricidad; mas no así en el resto, dado que se encuentran por debajo de los 7 puntos porcentuales (pp). Sin embargo, esto no significa que no estemos avanzando. Por ejemplo, en mortalidad infantil se registró una disminución a la mitad.

SANEAMIENTO Y AGUA POTABLE

En cuanto al indicador de saneamiento, los peruanos que son multidimensionalmente pobres han pasado de un 17.2% en 2006 a un 11.2% en 2019; mientras que, en lo que respecta a agua potable, pasaron de un 11.9% a un 6%, lo que refleja en ambos una disminución de 6 pp. Por otro lado, de acuerdo con el INEI, durante el periodo febrero 2018-enero 2019, el 90.8% de la población nacional contó con acceso a agua por red pública y el 68.5% consume agua potable, lo que representa aproximadamente 21 millones de personas.

Ante las cifras mostradas, se esperaría que más de la mitad de los peruanos tenga acceso a este servicio y, con ello, una reducción del indicador de pobreza. Sin embargo, persiste la mala gestión de las entidades prestadoras de servicios de saneamiento, principalmente por problemas de solvencia y de gestión administrativa. Ante ello, nuevamente los más castigados son aquellos en situación de vulnerabilidad, que no pueden acceder a la red pública y que tienen que comprar el agua a camiones cisterna por S/ 15 el m3.

AÑOS DE ESCOLARIZACIÓN Y ASISTENCIA ESCOLAR

Si bien en el indicador de años de escolarización se registró un avance de 2.5 pp, esto no habría sucedido en todos los departamentos del país. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) 2018, elaborada por el INEI, en dicho año, el promedio de años de educación de la población entre 20 y 65 años, en los departamentos de Amazonas, Cajamarca, Huancavelica, Huánuco, Loreto y San Martín, fue 9.4 años, lo que significa que la mayoría de los habitantes de estos departamentos solo alcanzaron el nivel de secundaria incompleta.

Por otro lado, en el indicador de asistencia escolar, se tuvo un avance de 0.8 pp. A su vez, el Índice de Competitividad Regional 2019 señala que la asistencia escolar básica [1] se incrementó de un 82.6% en 2010 a un 90.9% en 2018, debido a que se mejoraron las condiciones de educación, pero, de nuevo, esto no sucede en todos los departamentos. Por ejemplo, en Lima, el 92.8% de los colegios públicos y privados cuenta con acceso a los tres servicios básicos[2], mientras que, en contraste, en Ucayali y Loreto tan solo un 9.9% y un 8.5%, respectivamente, los tienen.

NUTRICIÓN Y MORTALIDAD INFANTIL

En cuanto a los indicadores de nutrición y mortalidad infantil, se tuvo un avance de 3.3 pp y 0.5 pp, respectivamente. Al respecto, la mayoría de los Gobiernos en los últimos años han desarrollado programas para combatirlos; sin embargo, no se obtiene el efecto esperado por una mala focalización y un gasto público ineficiente. Un ejemplo de ello es el Programa Vaso de Leche (PVL), donde el 60.2% de los hogares beneficiados no califica dentro de la categoría de pobreza. Ahora bien, esto también sucede en otros programas sociales. Así, un 35% de los hogares infiltrados recibió ayuda de un programa adicional al PVL y un 19.5% se benefició de más de dos. ¡Incluso un 0,9% de los hogares infiltrados participó de 4 programas adicionales!

En conclusión, tal como señala el Banco Mundial, un elemento fundamental para la reducción de la pobreza multidimensional es el crecimiento económico, que impulsa la mejora en las condiciones de vida de los habitantes de un país. El Gobierno actual se ha trazado la meta de reducir la pobreza monetaria a un 18% en 2021. Si se sigue teniendo como objetivo una reducción tomando en cuenta el nivel de gasto (pobreza monetaria) y no el nivel de vida (pobreza multidimensional), ¿mejorará nuestro bienestar? ¡Tracémonos metas más ambiciosas en beneficio de todos los peruanos!

[1] Porcentaje de la población entre 3 y 16 años que asiste a inicial, primaria y secundaria en la edad correspondiente.
[2] Electricidad, agua y desagüe.




Desarrollo humano es más igualitario

La prosperidad económica provista por la globalización y el libre comercio sigue expresándose en mejoras sustanciales de diversos indicadores de bienestar mundiales, que incluyen el PBI per cápita, los ingresos reales de los hogares, el empleo e inclusive la calidad de este (Ver en Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo, Auge de empleo en países ricos, EEUU: Crecen salarios de los menos remunerados, Retomemos el libre comercioOtra mirada al mito de la desigualdad). Hasta en aquellos indicadores, que podrían considerarse de corte más social, como el Índice de Desarrollo Humano (en adelante, IDH) – compuesto por no solo el PBI per cápita, sino también por los años de escolarización y la esperanza de vida – se ve reflejada una notable mejora, prácticamente en todas las regiones del globo. Ello ha permitido que, en este indicador, los países de menores ingresos se nivelen con aquellos más desarrollados, un hecho que se ve reflejado en el siguiente gráfico que muestra cómo ha caído notablemente la desigualdad del IDH en los últimos 100 años.

Fuente: Juan Ramón Rallo – El Confidencial (2018)

Esta es el principal mensaje que deja un artículo escrito en el 2018 – con mucha vigencia aún – por Juan Ramón Rallo – profesor de Economía de la Universidad Francisco Marroquín y uno de los principales exponentes del liberalismo en España – y publicado en el blog de opinión El Confidencial (ver artículo líneas abajo). Ello en contra de todos los críticos y académicos que actualmente pululan en diversos medios especializados (ver Lampadia: Trampa ideológica, política y académica) que – haciéndose los ciegos y despistados – desacreditan estos avances de los procesos arraigados a la globalización y ponen en tela de juicio al mismo sistema capitalista.

Confiamos en que difundir este tipo de evidencias reconfirman nuestro compromiso de hacer frente a estos embates ideológicos, que, lamentablemente, aprovechan la coyuntura política internacional – Guerra Comercial EEUU-China, Brexit, Socialismo del Siglo XXI, por destacar los más importantes – para asentarse en la agenda de los gobiernos y de la academia. Lampadia

Desigualdad de desarrollo humano: un siglo reduciéndose

En contra del manido discurso de los agoreros catastrofistas, el mundo no va a peor. Va a mejor cada vez para un mayor número de sociedades.

Juan Ramón Rallo
El Confidencial
11 de mayo, 2018
Glosado por
Lampadia

La renta per cápita de Singapur es de 85,500 dólares internacionales: muy superior a la de Suecia (46,800 dólares internacionales) o a la de Finlandia (40,400 dólares internacionales). Pero “alto ahí” —se suele objetar— “lo realmente relevante para aproximar el bienestar de una sociedad no es su renta per cápita, sino su índice de desarrollo humano (IDH)”. Dejando de lado que el IDH de Singapur (0,925) también sea superior al de Suecia (0,913) y al de Finlandia (0,895), la réplica contiene una objeción potencialmente relevante: los ingresos que recibe un ciudadano no miden todos los aspectos que influyen en su calidad de vida (aunque sí correlaciona muy bien con casi todos ellos); en consecuencia, puede ser conveniente utilizar otros parámetros complementarios —como el IDH— para conocer el grado de desarrollo de esa sociedad.

Sin embargo, semejante objeción no suele plantearse contra muchos de los indicadores habituales de desigualdad, los cuales tratan de medir el grado de dispersión de los ingresos dentro de un país. ¿Por qué la renta no nos sirve para conocer el grado de desarrollo de una sociedad pero sí como base para cuantificar su desigualdad? Un más que probable motivo es la carga ideológica que incorporan muchas de esas críticas: si quieres empeñarte en demostrar que el mundo va a peor, entonces deberás desdeñar aquellos marcadores que evolucionan en una buena dirección (como el crecimiento sostenido de la renta per cápita a escala global) y, al tiempo, abrazar aquellos que evolucionan aparentemente mal (como el aumento de la desigualdad de ingresos dentro de muchos países).

Un mínimo ejercicio de coherencia, empero, debería llevarnos o bien a aceptar la información que nos proporciona el sostenido incremento de la renta per cápita en prácticamente todo el mundo durante el último medio siglo o bien a elaborar indicadores alternativos de desigualdad que no contemplen solo la desigualdad de renta sino, por ejemplo, la desigualdad en el índice de desarrollo humano.

El economista Leandro Prados de la Escosura acaba de publicar un ensayo en el que trata de medir la desigualdad mundial del índice de desarrollo humano entre 1870 y 2015. El resultado es evidentemente llamativo: mientras que la desigualdad de la renta per cápita entre países aumentó cuasi ininterrumpidamente desde 1870 a 1990, la desigualdad del IDH comenzó a descender sostenidamente desde comienzos del siglo XX. Las diferencias no son menores: si tomamos como punto de partida la renta per cápita, deberíamos sostener que el siglo XX fue un siglo de desarrollo polarizado por el aumento permanente de la desigualdad; tomando el IDH, en cambio, deberíamos afirmar que el siglo XX fue un siglo de desarrollo convergente debido a unas diferencias cada vez más estrechas en el bienestar de las distintas sociedades.

Como es sabido, el índice de desarrollo humano se compone de tres indicadores: la renta per cápita, los años de escolarización y la esperanza de vida. Por tanto, si hasta finales del siglo XX la desigualdad de la renta per cápita entre países no se estrechó (sino que mantuvo una trayectoria ascendente) y, en cambio, el IDH se redujo de manera ininterrumpida, por necesidad habrá de ser porque la desigualdad en la esperanza de vida y en los años de escolarización se hundió a lo largo del siglo XX. Y, en efecto, así fue.

Por un lado, la desigualdad entre países en años de esperanza de vida se redujo desde la década de los treinta hasta finales del siglo XX (momento en el que ha experimentado un muy leve repunte).

Por otro, la desigualdad en los años de escolarización también ha ido reduciéndose sin pausa desde el inicio de la Primera Guerra Mundial y hasta la actualidad.

Por supuesto, caben interpretaciones muy diversas sobre las causas de esta reducción global de la desigualdad en el desarrollo humano. Los socialdemócratas tenderán a pensar que se debe a la progresiva extensión del Estado de bienestar: la gradual implantación de la educación y de la sanidad públicas habrían logrado mejorar la esperanza de vida y el acceso a la enseñanza. En cambio, los liberales tenderán a asociarlo al proceso de globalización: la expansión mundial de la división del trabajo y la internacionalización de la tecnología han contribuido a elevar los ingresos de cada vez más ciudadanos en todos los puntos del orbe (cosa que, en efecto, ha sucedido), lo que les ha permitido costearse (ya sea directamente o indirectamente a través del Estado de bienestar) el acceso a una mejor sanidad y una mejor educación.

Sea como fuere, lo cierto es que en contra del manido discurso de los agoreros catastrofistas, el mundo no va a peor. Va a mejor cada vez para un mayor número de sociedades. Y, por eso, la desigualdad internacional del desarrollo humano lleva más de un siglo disminuyendo. Lampadia




Más sobre los paradigmas educativos

Más sobre los paradigmas educativos

La publicación que reproducimos líneas abajo, producida por Isabelle Schaefer del Banco Mundial, recoge el logro de haberse aumentado la matrícula escolar en la región y destaca la mala performance en las evaluaciones internacionales mediante las pruebas PISA.

Sin embargo, falla en no destacar la necesidad de cambiar de paradigmas y de metodologías de aprendizaje para formar a los niños y niñas que puedan ser parte del nuevo mundo que se está formando en el siglo XXI.

En Lampadia hemos publicado una serie de artículos donde destacamos la necesidad de emprender una revolución educativa si queremos nivelarnos con los estándares educativos de los países más avanzados y enfrentar los retos que traerá la cuarta revolución industrial a nuestros pobres. Para lograrlo, hemos una propuesta del “Pacto Social por la Educación”  y formular las “Líneas de acción para la educación del siglo XXI”. Ver además: La educación está en crisis y nosotros estamos de fiestaEducación para los nuevos tiempos.

Vale la matrícula, valen las evaluaciones, pero no bastan.

América Latina, escuela para todos, pero hay que mejorar la calidad

La región ha dado un salto impresionante en matrícula, pero sigue rezagada en las evaluaciones internacionales

TERMÓMETRO ECONÓMICO Y SOCIAL DE AMÉRICA LATINA

ISABELLE SCHAEFER

México 20 JUL 2016

Niño estudia en una escuela del norte argentino. C. CRERAR BANCO MUNDIAL

La cifra es difícil de concebir en la América Latina de hoy, pero hace apenas un par de generaciones (en los años 60) menos del 10% de los niños lograba completar la escuela secundaria, según el estudio “Profesores excelentes” del Banco Mundial.

En poco más de medio siglo, el avance ha sido asombroso. Hoy el 92% de los niños y niñas latinoamericanos de entre 6 y 12 años están en primaria. La cifra es aún mayor si se incluye a los niños fuera de ese rango (más grandes o más pequeños) que cursan la primaria. En el caso de la escuela secundaria la matrícula es del 93%, independientemente de la edad.

“Durante los últimos 50 años, los países de América Latina y el Caribe han logrado una ampliación masiva de la cobertura de educación, algo que demoró más de dos siglos en muchos países de la OCDE”, se puede leer en el reporte del Banco Mundial.

El mismo reporte muestra que mientras en 1960 la población de América Latina y el Caribe completaba en promedio 4,3 años de escolarización, en 2010 ya eran más de 10 años.

Se han hecho avances hacia la educación universal en todo el mundo, según un reporte del Banco Mundial sobre los indicadores mundiales del desarrollo, con 92% de los niños a nivel global que completan la primaria.

Sin embargo, la inscripción a nivel terciario, la educación después de la secundaria, aún es alrededor del 30%. “Más acceso a la educación superior es necesario para lograr una fuerza laboral productiva, talentosa y diversificada, así como una ciudadanía empoderada”, se afirma en el documento. En América Latina, un 44% de los jóvenes están inscritos en instituciones de educación superior, según los Indicadores de Desarrollo Mundial.

Educación para todos

La cuarta meta de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas es precisamente “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.

Es una meta necesaria, ya que 57 millones de niños y niñas a nivel global no van a la escuela, según las Naciones Unidas.

En América Latina el acceso a la escuela ha hecho grandes avances. Pero no significa que no haya retos.

En el 2012, la prueba del programa para la evaluación internacional de alumnos (PISA por sus siglas en inglés) de la OCDE mostró que había una diferencia de casi 100 puntos entre el promedio en matemáticas de los países de la OCDE y el promedio de los ocho países latinoamericanos que habían participado. Esto representa, según el reporte del Banco Mundial “Profesores Excelentes”, una diferencia de habilidades que equivale a más de dos años de enseñanza en matemáticas.

Por ejemplo, el promedio en Shanghái, China, mostraba una diferencia de habilidades equivalentes a más de cinco años de enseñanza de las matemáticas, comparado con el promedio de los alumnos latinoamericanos de los países que habían participado.

También hay diferencias entre los países de la región. En la misma prueba, Chile tuvo una diferencia de 72 puntos en ciencias comparado con el Perú, lo cual equivale a casi dos años de enseñanza.

Pero incluso en este ámbito, la situación está mejorando en la región. Siempre según la prueba PISA, Brasil, por ejemplo, aumentó 57 puntos en matemáticas entre 2000 y 2012; y Perú 76 puntos.

“Cuando se analiza la tendencia de las tasas de progreso, las mejoras anuales en matemáticas y en lectura de los tres países de América Latina y el Caribe que más avanzaron entre 2000 y 2012 – Chile, Brasil y Perú – están muy por encima de las tasas anuales de mejoras registradas en Estados Unidos, Corea y la mayoría de los demás países de la OCDE”, se puede leer en el reporte.

Lampadia