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Izquierda peruana pierde autoridad moral

Izquierda peruana pierde autoridad moral

A estas alturas, ha quedado demostrado que la corrupción de los gobiernos de Venezuela y Brasil es la mas grande en la historia de Latinoamérica. Esta situación está dirigida al enriquecimiento ilícito de los políticos del ‘socialismo del siglo XXI’, sus compinches en el mundo empresarial y a mantener en el poder a los íconos dela nueva izquierda de la región.

En Venezuela, los gobiernos del chavismo se han apropiado de empresas públicas y privadas, han destrozado la economía y han roto todas las formas democráticas y de convivencia en la región. Han interferido en asuntos internos de los países vecinos cooptando a varios de sus gobiernos y han financiado a los partidos afines al albismo, a cuyos representantes parecen tener amenazados. Además, ejercen un poder absoluto en todas las instancias de gobierno y persiguen con el mayor descaro a todos sus opositores democráticos.

En Brasil, el semi-Dios Lula da Silva aparece cada día más involucrado en negociados vergonzosos y la presidenta Dilma Rousseff y los más importantes jerarcas del ‘Partido de los Trabajadores’ están con la soga al cuello por el terrible destape del ‘Lava-Jato’. Rousseff ha sido acusada de fraude en su última elección, la economía de la ‘fiesta del asistencialismo’ (ver en Lampadia: Luces y sombras de la visita de Lula al Perú) está en recesión sin visos de recuperación. La popularidad de la presidenta está en 8% (según la encuestadora Datafolha) y todos los días se multiplican los pedidos de su destitución.

Además, ambos gobiernos han urdido una red de ‘instituciones’ regionales, como Unasur y Cela para manipular a los gobiernos de la región yque ahora los protege de sus tropelías. El albismo con el que controlan muchos votos en la OEA, aún después de la cobarde gestión del chileno Insulsa, cubre los delitos políticos de Venezuela, como en el reciente caso de la inaceptable expulsión de ciudadanos colombianos de  Venezuela.

Lo sorprendente es que en el Perú, ni siquiera las revelaciones más escandalosas de corrupción, ni los actos abusivos y antidemocráticos de los gobernantes de Venezuela y Brasil, merecen que nuestra izquierda tradicional critique y se aparte de estos regímenes.

Así tenemos, por ejemplo, las siguientes declaraciones de algunos personajes vinculados con la izquierda peruana:

“Hay una democracia elegida en los últimos 14 años a través de procesos. Chávez ganó las elecciones en casi 12 años y hace dos Maduro lo hizo.

Como peruano, no puedo incursionar en la política venezolana. Sí creo que hay quizá falta de tolerancia en el manejo de un gobierno frente a la oposición, eso sí lo puedo aceptar.”

Salomón Lerner Ghitis, directivo del movimiento político Ciudadanos por el Cambio

            “Venezuela es un modelo de democracia”,

            Carlos Ferreyra (CF), Director General del Proyecto ‘Cruce de los Andes y la Unasur 2013-2017

             “Acá tenemos algunas críticas,…pero en el Perú pasan cosas peores”

             Sigrid Bazán (SB), entrevistadora de Radio Exitosa

 “[Venezuela]… es un régimen que tiene rasgos autoritarios claros en temas de derechos humanos…”

 Marco Arana, Tierra y Libertad

“Lo que te puedo decir es que se han dado procesos electorales democráticos, avalados por entidades internacionales. Me preocupa más que aquí en mi país pretendan robarnos la memoria y hacernos creer que la década de los 90 fue una democracia, cuando claramente hubo una dictadura. Esa dictadura es la que más me preocupa”. 

  Verónika Mendoza, pre candidtata presidencial

Estos políticos inconsecuentes pretenden envolverse en la bandera de la anti-corrupción, pero están comprometidos hasta el cuello con la peor corrupción de la historia de la región. Siguen defendiendo las políticas de gobierno que han destrozadola vida de millones de latinoamericanos y  son cómplices de las directivas de la nueva estructura institucional de la región, creada a pulso  por el albismo venezolano y el madrinazgo brasileño.

El Perú se merece otra izquierda. No solo por las ‘ideas muertas’ que aún profesan, también por la falsa moral de doble estándar que practican en sus relaciones continentales. Una nueva izquierda significa no solo caras nuevas, implica nuevas ideas y nuevas actitudes, significa más independencia y menos ataduras con el ‘lado oscuro de la fuerza’. Lampadia