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La recesión y la elección presidencial

La Cuadratura del Círculo es un espacio producido por IIG – Infraestructura institucionalidad y Gestión, con la colaboración de Lampadia como media partner.

Presentamos nuestro video sobre la recesión económica y la elección presidencial.

Participa como invitado Carlos Adrianzén, decano de la Facultad de Economía de la UPC, junto a Fernando Cillóniz, Gonzalo Prialé y Jaime de Althaus, asociados de IIG.

Adrianzén: En perspectiva solo hemos tenido recesiones de esta magnitud de entre -15 y -20%, cuatro veces en los últimos 100 años, y esta podría ser una de las más espinosas y difíciles.

Lampadia

 




Se requiere un acuerdo sobre las reglas del juego político

Se requiere un acuerdo sobre las reglas del juego político

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Estamos a un año de las elecciones generales y todavía no tenemos ni idea de cuáles van a ser las reglas que regirán esa elección ni cuál es el diseño político que queremos para nuestra democracia. La disolución del Congreso anterior interrumpió un proceso de reformas y el nuevo Congreso no se ha mostrado entusiasmado por el tema institucional y más bien prefiere pescar a río revuelto de la terrible Pandemia para proponer leyes oportunistas que rompen una estrategia que debe ser coherente.

Pero ya es hora de tomar en serio la definición de las reglas del juego político. Se requiere un acuerdo en el Congreso para ello. La pandemia ha venido a alterar los plazos y la aplicabilidad de algunas reformas ya aprobadas. Pero entonces hay que definir qué cambios vamos a efectuar.

La fecha

Lo primero que ha saltado es la fecha de las elecciones. Omar Chehade (APP) y Ricardo Burga (AP) han considerado la posibilidad de alargar un año o más el periodo presidencial, alegando que no hay condiciones para desarrollar campañas electorales apropiadas y que resultaría mucho más barato juntar en una las elecciones presidenciales, regionales y municipales el 2022. Pero, así como no era procedente recortar el mandato presidencial, menos aún se lo puede alargar. Sin tanto mitin y caravana, quizá esas elecciones sean más programáticas y menos clientelistas, como ha señalado Carlos Meléndez. Justo lo que los tiempos demandan: propuestas de reformas de todo orden.  

Fernando Tuesta ha sugerido realizar la elección presidencial en una sola vuelta. Quizá podríamos regresar, por esta vez, al 35% del voto, vigente hasta la Constitución de 1979, para ganar en primera vuelta, lo que podría llevar desechar el voto perdido y concentrar la votación. Si no se alcanza, realizamos la segunda vuelta. Y ambas en junio y julio.

Inscripción

Otro tema indefinido es el de la inscripción y habilitación de los partidos. El JNE suspendió el plazo, que era el 16 de abril, para que los partidos se adecuaran a la ley de inscripción acreditando 24,800 afiliados, y para que los partidos aspirantes presentaran lo propio. Pero, que se sepa, no hay nuevo plazo. Mientras tanto hay un proyecto de ley en el Congreso para anular el requisito mismo de los 24,800 afiliados permitiendo que los partidos ya inscritos participen en las venideras elecciones tal como están ahora. ¿Y las agrupaciones nuevas que estaban completando su lista de afiliados y comités para inscribirse?

Elecciones internas

Martín Tanaka sugiere no eliminar el requisito sino bajar la valla: 12 mil afiliados, por ejemplo. Pero eso tiene que jugar con las elecciones internas en los partidos que, tal como está establecido hasta ahora, son elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). Estas contienen un filtro: sólo siguen en carrera los partidos que obtienen más del 1.5% del padrón, para evitar que haya multitud de candidatos presidenciales.

Pero ahora hay incertidumbre también respecto de las PASO. Parece haber consenso entre la mayor parte de bancadas para suspenderlas por esta vez. Son muy costosas en momentos de aguda carestía, y hay poco tiempo. Fernando Tuesta ha propuesto aplicarlas recién para la elección regional y municipal del 2022. Incluso hay partidos que no creen en las PASO y hay estudiosos (Ian Shapiro y Frances MacCall, por ejemplo)[1] que desconfían de estas reformas pretendidamente democratizadoras de los partidos porque resultan -sostienen- contraproducentes: debilitan la capacidad de los partidos y sus líderes de conducir campañas y proponer programas de gobiernos consistentes y abarcadores, pues los partidos necesitan tener un grado de verticalidad precisamente para servir mejor a los intereses de la sociedad. En fin, no vamos a entrar en esa discusión ahora, pero la suspensión de las PASO abre un espacio de tiempo para analizarlas y discutirlas mejor.   

El asunto inmediato es que si suspendemos las PASO –y, por lo tanto, el filtro- y al mismo tiempo hemos flexibilizado la inscripción de nuevos partidos, podemos terminar con decenas de candidatos presidenciales y listas el congreso en las elecciones del 2021, confundiendo al elector.

Entonces sería necesario que el régimen que sustituya a las PASO contenga también un filtro. La única forma de que ello ocurra es que la elección interna sea mediante el sistema un militante un voto, de modo tal, como sugiere Martín Tanaka, que pasen a la elección general solo los partidos en los que la concurrencia a votar superó un determinado porcentaje del número de afiliados o un determinado número de ellos. Habría que ver bien la fórmula porque hay partidos, como Acción Popular y el APRA, por ejemplo, que tienen más de 200 mil afiliados, pero solo concurren a votar no más de 20 o 30 mil. Quizá tendrían que sincerar su padrón interno o tendría que establecerse un número como alternativa a un porcentaje.

Y es una elección que se puede realizar a través de Internet. El JNE tiene experiencia en ello.

Pocos partidos serios: voto preferencial, distritos electorales pequeños y think tanks por impuestos.

Pero hay otros temas que requieren definición, de la que dependerá la calidad de la democracia que tengamos. Debemos hacer un esfuerzo por pensarlos bien. Tenemos que apuntar a un número pequeño de partidos serios, con capacidad propositiva.

Para eso hay que eliminar el voto preferencial -que fomenta la lucha fratricida, el individualismo programático y el clientelismo-, canjeándolo por distritos electorales más pequeños -uni o binominales- en los que yo elijo a mi representante -es el mejor voto preferencial posible- y me relaciono con él, dándole carne y hueso a la democracia representativa, única manera de competir con la democracia directa y empobrecedora de las redes y las encuestas, o de ponerla a su servicio.

De paso, este sistema ayuda a reducir el número de partidos porque incentiva a los partidos pequeños a juntarse con otros para aspirar a ganar en alguna circunscripción electoral.  

Establecer distritos electorales más pequeños sería más fácil aun si vamos a la bicameralidad, pues son ideales para elegir a los diputados.

Para que los partidos posean capacidad programática, debería facilitarse la fórmula que propuso Carlos Meléndez: think tanks o centros de estudios por impuestos. Es decir, que las empresas puedan destinar parte de los impuestos que pagan a financiar esos centros en los partidos. O puedan hacer donaciones transparentes a los partidos, lo que ahora ha sido absurdamente prohibido. Tendríamos partidos de otro nivel, capaces de formular planes de gobierno serios, para no improvisar cuando llegan al poder. 

Gobernabilidad para reconstruir el país

Por último, deberían los congresistas hacer un esfuerzo para pensar en las reformas de gobernabilidad. El próximo gobierno tendrá que reconstruir el país, y por lo tanto el Ejecutivo necesitará tener mayoría en el Congreso. Para ello, elegir al Congreso junto con la segunda vuelta o después de ella, como en Francia, es indispensable. Y si, pese a ello, no alcanza mayoría, debe tener capacidad de veto. Es decir, que la insistencia del Congreso en leyes observadas por el Ejecutivo tenga que aprobarse con los 2/3 de los votos -como es en todas partes- y no con la sola mitad como es ahora. De lo contrario, no podrá gobernar. Eso ya lo sabemos.

La bicameralidad también es fundamental para la gobernabilidad y para mejorar la calidad de las leyes. Existía un cierto consenso entre varias bancadas, pero ahora hay dudas respecto de la pertinencia de dar ese debate en las circunstancias actuales. Omar Chehade ha sugerido elegir el Senado junto con las elecciones del 2022, de modo que luego de ello el Congreso electo el 2021 se convertiría en Cámara de Diputados. Pero entonces tendría que ir desde ya con los distritos electorales rediseñados. 

Conclusión   

Discrepo del argumento de que estos no son tiempos para debatir las reformas institucionales. Por el contrario, ante una situación de cuasi guerra como en la que estamos, el Congreso debería dejar en manos de Ejecutivo la dación de medidas legales que deben tomarse dentro de una estrategia que tiene que ser coherente, para lo que se requiere de mando único, concentrándose -el Congreso- en el tema que solo le compete al órgano propiamente legislativo, que es la reforma institucional. Eso solo lo puede hacer el Parlamento. Tiene que asumir su responsabilidad. Lampadia

[1] Frances McCall Rosenbluth & Ian Shapiro: Responsible Parties. Saving Democracy Fron Itself, Yale University Press, 2018




El arma secreta de los Estados Unidos según Bill Gates

El arma secreta de los Estados Unidos según Bill Gates

Por BILL GATES

GatesNotes

Publicación original de Reuters News Agency

18 de abril de 2016

Traducido y glosado por Lampadia

Esta elección presidencial ha cautivado al país. Como muchos comentaristas han señalado, las elecciones primarias están más centradas en las personalidades que en la política. Si bien los partidos se centran en quién va a representarlos en el otoño, quiero explicar algo que espero que todos los candidatos estén de acuerdo en noviembre: la capacidad sin precedentes de Estados Unidos para la innovación. Cuando EEUU invierte en innovación, crea empresas y puestos de trabajo en casa, hace que los estadounidenses sean más saludables y seguros, salven vidas y luchen contra la pobreza en los países más pobres del mundo. Esto le ofrece al próximo presidente una gran oportunidad para ayudar a personas en EEUU y en todo el mundo.

Por supuesto, la capacidad de innovación de EEUU no es nada nuevo. Hemos estado inventando desde hace más de dos siglos: pensemos en Benjamin Franklin, Margaret Knight y  Thomas Edison. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los EEUU lideró el mundo en las industrias de automóviles, aeroespacial, electrónica, medicina y otras áreas. Tampoco es complicada la fórmula para el éxito: La financiación gubernamental para nuestras instituciones de investigación produce las nuevas tecnologías que los empresarios estadounidenses llevan al mercado.

Lo que es nuevo es que cada vez más países están compitiendo por el liderazgo global y conocen el valor de la innovación. Desde el año 2000, el gasto en investigación y desarrollo de Corea del Sur (medido como porcentaje del PBI) ha subido un 90 por ciento. El de China se ha duplicado. Esencialmente, EEUU se ha mantenido igual. Es muy bueno que el resto del mundo esté invirtiendo más en innovación, pero si EEUU quiere mantener su rol de líder, es necesario que se esfuerce más.

He visto de primera mano el impacto que este tipo de investigación puede tener. Tuve la suerte de ser un estudiante cuando llegaron las computadoras a lo largo de la década de 1960. Al principio eran muy caras, así que era difícil obtener acceso a ellas. Pero la revolución del microchip, hecha posible por la investigación del gobierno de EEUU, cambió eso completamente. Entre otras cosas, permitió a Microsoft, la empresa que cofundé, escribir software que hizo de las computadoras una herramienta invaluable para la productividad. Más tarde, la Internet – otro producto de la investigación federal – de nuevo cambió el juego. No es casualidad que hoy en día la mayoría de las mejores empresas de tecnología todavía se basen en los EEUU y sus avances tendrán un enorme impacto en todas las áreas de la actividad humana. 

Mi ejemplo favorito es la salud. La inversión de EEUU en esta área crea puestos de trabajo bien remunerados en las universidades, las empresas de biotecnología y laboratorios del gobierno. Conduce a nuevos tratamientos para enfermedades, tales como terapias contra el cáncer. Se ayuda a contener las epidemias mortales como el Ébola y Zika. Y salva vidas en los países pobres. Desde 1990, la fracción de los niños que mueren antes de los 5 años se ha reducido en más de la mitad. Creo que esa es la mejor estadística de todos los tiempos y EEUU merece mucho crédito por hacerlo posible.

Los próximos años podrían traer aún más progreso. Con un poco de suerte, podríamos erradicar la polio, una meta que está a nuestro alcance gracias a las vacunas desarrolladas por científicos estadounidenses. (Polio sería la segunda enfermedad erradicada, después de la viruela en 1979, en el que EEUU también jugó un papel insustituible). También hay un emocionante progreso en la malaria: El número de muertes se redujo más del 40 por ciento del 2000 a 2012, como resultado del apoyo de EEUU, que brindó herramientas innovadoras como medicinas y mosquiteros. Sin embargo, para aprovechar al máximo estas oportunidades, necesitamos invertir más en investigación básica de salud y en áreas específicas como las vacunas. 

La energía es otro gran ejemplo. La investigación financiada por EEUU define el gran nivel de desarrollo de la producción de energía. Los primeros avances en la tecnología eólica y solar fueron desarrollados con fondos federales. Y esta investigación ofrece un buen retorno de la inversión. Entre 1978 y 2000, el Departamento de Energía gastó US$ 17.5 mil millones (en dólares de hoy) en la investigación de los combustibles fósiles y de eficiencia, produciendo US$ 41 mil millones en beneficios económicos. Sin embargo, hasta este año, el presupuesto de investigación del DOE no ha visto un incremento real desde la administración de Reagan.

Si aumentamos estas inversiones, podemos crear nuevos puestos de trabajo en el sector de la energía y el desarrollo de las tecnologías que le brindarán energía al mundo – y al mismo tiempo luchar contra el cambio climático, la promoción de la independencia energética y el suministro de energía asequible para los 1.3 millones de personas pobres que no lo tienen hoy en día. Algunas de las áreas más prometedoras incluyen la fabricación de combustible a partir de la energía solar, de la misma forma en que lo hacen las plantas; hacer que la energía nuclear sea más segura y asequible; capturar y almacenar carbono y la creación de nuevas formas de almacenar la energía que nos permitirá aprovechar la producción de energías  renovables.

En este momento hay un gran impulso de la investigación de energías limpias. El año pasado, los líderes de 20 países, incluyendo EEUU, se comprometieron a duplicar las inversiones federales en esta área. Como complemento a este importante esfuerzo, ayudé a lanzar la Breakthrough Energy Coalition, un grupo de inversores privados que apoyarán a prometedoras empresas de energía limpia. (Ver: Inversiones de alto riesgo en energías limpias). El próximo presidente tendrá la oportunidad de acelerar este impulso.

La inversión en I + D no significa que el gobierno seleccione ganadores y perdedores. Los mercados van a hacer eso. Se trata de hacer lo que sabemos que funciona: realizar inversiones limitadas y dirigidas a sentar las bases para los empresarios de EEUU. Este enfoque ha sido fundamental para el liderazgo de décadas de EEUU y se volverá más importante en los próximos años.

A finales de este verano, los partidos políticos habrán elegido a sus líderes y comenzarán a mirar hacia las elecciones de noviembre. Los candidatos expondrán su visión para EEUU y su agenda para lograrlo. Estas visiones probablemente tendrán más diferencias que similitudes. Pero espero que todos estemos de acuerdo que, sin importar cómo veamos el futuro de EEUU, siempre habrá un rol esencial para la innovación. Lampadia