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¿Cómo se encuentra el mundo tras la crisis financiera del 2008?

Ha pasado una década desde que la economía mundial experimentó la crisis de las hipotecas subprime, considerada la más grande crisis financiera acontecida en la historia desde el Crack del 29. El detonante, que tuvo lugar en septiembre del 2008, con la quiebra de Lehman Brothers – considerado hasta entonces el cuarto banco de inversión más importante de EEUU – sirvió como precedente para una caída sincronizada de gran parte de los índices bursátiles del mundo desarrollado, por la considerable pérdida del valor y consecuentes defaults de diversas instituciones financieras y empresas trasnacionales de renombre que listaban en tales mercados.

Esto último sumió en el desempleo y la pobreza a por lo menos 12 millones de personas sólo en México, según fuentes del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. En América Latina, el principal impacto se dio, como es costumbre en estas crisis originadas en el exterior,  a través del canal comercial; sin embargo, gracias a la política fiscal contracíclica en el 2009 que fue posible por la acumulación de reservas en más de una década previa (ver Lampadia: Los sólidos fundamentos macroeconómicos), nuestro país salió bien librado con un crecimiento del 1.1%, mientras que el promedio de la región caía en -1.5%, según cifras del Banco Mundial.

Es menester señalar que, contrariamente a lo que se piensa en diversos círculos académicos y políticos, las causales de esta crisis financiera internacional no tienen nada que ver con la desregulación financiera, siendo la industria bancaria altamente regulada por la tasa de interés de referencia, los encajes y demás instrumentos de política monetaria de la FED (ver Lampadia: El legado del liberalismo de Margaret Thatcher).

Hoy en 2019, aún con la pérdida de bienestar suscitada por estos hechos pasados, el mundo de los traders en Wall Street ve a la crisis financiera como un fenómeno algo lejano, ante el impredecible auge experimentado por el mercado de capitales desde entonces. Un reciente artículo escrito por Robert Shiller (ver artículo líneas abajo), Premio Nobel de Economía 2013, publicado en la Revista Project Syndicate, da cuenta de estos hechos así como sus posibles causales.

En sus palabras, “La cuadruplicación de los precios de las acciones estadounidenses desde 2009, así como la elección de Trump, parecen reflejar, al menos en parte, un proceso de reducción del temor y de un nuevo encantamiento con la cultura empresarial estadounidense”.

En efecto, como concluye el economista a partir de un análisis de la cultura de los inversionistas de la bolsa de Nueva York, el hecho de no obtener avistamientos de ninguna crisis financiera subsecuente ni depresión tras lo sucedido en 2008, revitalizó la fe en el espíritu empresarial estadounidense que otrora dominaría la década de 1990. Ello, aunado a los avances de la 4ta Revolución Industrial (4IR), contribuyó a la aparición de nuevos competidores en industrias nunca antes vista en el mundo corporativo global, así como a la proliferación de libros y publicaciones en pos del emprendedurismo que hoy dominan los círculos millennial y de las start-up. Así fue como EEUU volvió a cambiar las manecillas del reloj en el mundo empresarial.

Consideramos que la aparición de esta nueva ola de emprendedurismo es importante en tanto permite retomar la confianza en el sistema económico capitalista, que fue tan lapidado en su momento tras la crisis financiera del 2008 – inclusive por economistas de renombre como Paul Krugman y Joseph Stiglitz – y que hoy en día lo sigue siendo por parte de las nuevas comunidades mediáticas, políticas e ideológicas (ver Lampadia: Trampa ideológica, política y académica).

Como escribimos en Lampadia:  Recuperando lo mejor del capitalismo, no existe mejor época en el mundo, en donde se haya vivido mayor prosperidad – en términos de reducción de la pobreza, aumento de la esperanza de vida, alfabetización, aumento de los ingresos, entre otros- que la vivida en los últimos 50 años,  justamente gracias a la globalización, el libre comercio y el sistema capitalista. Difundir estas ideas tanto en nuestro país como en la región y el mundo es fundamental para lograr ser una sociedad libre, encaminada hacia el desarrollo. Lampadia

¿Fue predecible el auge del mercado de valores?

Robert J. Shiller
Project Syndicate
29 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Si bien la sabiduría convencional sostiene que nunca es posible “predecir el mercado”, podría parecer que los cambios importantes, como la cuadruplicación del mercado de valores estadounidense en la última década, deberían ser al menos en parte previsibles. ¿Por qué no lo son?

NEW HAVEN – ¿Deberíamos haber sabido en marzo de 2009 que el índice de acciones S&P 500 de los Estados Unidos se cuadruplicaría en valor en los próximos diez años, o que el Nikkei 225 de Japón se triplicaría, seguido de cerca por el índice Hang Seng de Hong Kong? La idea convencional es que nunca es posible “predecir el mercado”. Pero parece que los movimientos tan grandes como estos deben haber sido al menos en parte previsibles.

El problema es que nadie puede demostrar por qué se produjo un auge, incluso después del hecho, y mucho menos para mostrar cómo se podría haber predicho. El auge de Estados Unidos desde 2009 es un buen ejemplo.

Al observar el mercado de valores de EEUU, es importante tener en cuenta que sus participantes son abrumadoramente inversores de EEUU. Según un estudio del gobierno de EEUU publicado el año pasado, a pesar de un cierto crecimiento entre 2009 y 2017, la participación en el mercado de valores de los EEUU propiedad de extranjeros era de aproximadamente una séptima parte en 2017. Pero si todas las personas prestaban atención a los asesores financieros y eran completamente diversificados, las personas fuera de EEUU, que tenían más de dos tercios de la riqueza mundial a partir del año pasado, también serían dueños de más de dos tercios del mercado de valores de EEUU. El sesgo del país de origen, o el patriotismo, es un factor importante en el mercado de valores. Por lo tanto, para comprender la fortaleza del mercado de valores de EEUU, debemos considerar el pensamiento de sus participantes.

Parece que ha habido una reacción exagerada en EEUU respecto a una caída temporal de las ganancias. Las ganancias por acción de S&P 500 habían sido negativas (un evento muy raro) en el cuarto trimestre de 2008, tanto para las “ganancias reportadas” como para las “ganancias de operación”, y esas cifras apenas aparecían en marzo de 2009, cuando el índice alcanzó su nadir.

Podría pensar que un observador inteligente en EEUU en 2009 habría reconocido que la disminución fue temporal y habría esperado que las ganancias, que son relevantes para pronosticar el crecimiento a largo plazo de los precios de las acciones, se recuperen. Pero la pregunta real es si el observador podría haber basado un pronóstico muy optimista para el crecimiento de las ganancias a largo plazo en el rebote de ese momento de ganancias negativas. Ahora sabemos que las medidas a largo plazo del crecimiento de los beneficios no cambiaron mucho. Las ganancias promedio por acción de S&P 500 de diez años desde 2009 hasta 2019 aumentaron solo un 71% en comparación con la década anterior. Por lo tanto, la cuadruplicación en el índice de precios del S&P 500 fue impulsada no por mayores ganancias sino por valoraciones mucho más altas de las ganancias.

Es cierto que las tasas de interés reales han bajado desde 2009, dado que los Valores Protegidos contra la Inflación del Tesoro de EEUU a diez años rindieron 0.8% en febrero, en comparación con el 1.71% de marzo de 2009. Pero todo ese descenso se produjo en 2010 y no pudo justificar ninguna de las fuertes tendencias alcista en los precios de las acciones desde entonces.

En 2009, algunas personas en EEUU usaban un lenguaje muy fuerte para expresar su miedo. Uno escuchó que una “supernova financiera” venía. Una búsqueda en ProQuest News & Newspapers de “derivados” y “armas financieras de destrucción masiva” (una frase atribuida a Warren Buffett) muestra que estos dos términos aparecieron por primera vez juntos en 2003 y ganaron una gran popularidad en 2009, solo para desaparecer casi por completo en 2018.

Aquellos que eran lo suficientemente inteligentes como para saber que los mercados de derivados no iban a estallar la economía podrían haber sabido de cualquier obstáculo en el mercado, por el temor de no ser sostenidos durante diez años. Pero un pronóstico basado en tal presciencia es difícil de cuantificar o defender públicamente.

El hecho de que los economistas en general no habían predicho la crisis financiera de 2008 se enfatizó mucho en ese momento y llevó a un poco de fe perdida. A muchas personas les preocupaba en marzo de 2009 que las acciones tuvieran mucho más por caer.

Bajo mi dirección, la Escuela de Administración de Yale ha estado recolectando datos sobre las opiniones de inversionistas tanto institucionales como individuales en los Estados Unidos desde 1989. Una de las preguntas es: ¿Cuál cree que es la probabilidad de una catástrofe en el mercado de valores de los EEUU, como la del 28 de octubre de 1929 o el 19 de octubre de 1987, en los próximos seis meses, incluyendo un choque causado por el contagio financiero de otros países? A principios de 2009, el porcentaje de personas que dieron una probabilidad superior al 10% alcanzó un nivel récord (desde 1994).

Del mismo modo, ProQuest News & Newspapers cuenta que la frecuencia de la frase “Gran Depresión” se elevó a niveles sin precedentes. Hubo más menciones de “Gran Depresión” en 2009 que durante la Gran Depresión.

Pero entonces, sin un desplome del mercado de valores ni una depresión extrema a la vista, estos temores fueron reemplazados por su opuesto: una admiración más profunda del éxito empresarial. Surgió una nueva narrativa, con una nueva ola de genios multimillonarios cuya aparición en la década de 1990 fue interrumpida brevemente por la crisis financiera. La publicación en 2011 del éxito de ventas número uno Steve Jobs, la biografía de Walter Isaacson del fundador de Apple, es un ejemplo. Elon Musk ha despertado el entusiasmo con compañías futuristas como el fabricante aeroespacial SpaceX y Neuralink, que está desarrollando interfaces de cerebro-computadora implantables.

La adhesión de un empresario extravagante, Donald Trump, a la presidencia de EEUU es una prueba de la fortaleza de la identificación de muchos estadounidenses con los héroes de negocios. A partir de 2004, Trump pasó gran parte de su tiempo desarrollando su personaje de negocios como la estrella del reality show The Apprentice, y luego, desde 2008, en The Celebrity Apprentice. Su campaña combinó este entusiasmo, y su afirmación de que él podría “Hacer que EEUU sea grande otra vez” apeló al optimismo de los inversores estadounidenses.

La cuadruplicación de los precios de las acciones estadounidenses desde 2009, así como la elección de Trump, parecen reflejar, al menos en parte, un proceso de reducción del temor y de un nuevo encantamiento con la cultura empresarial estadounidense. Pero es difícil pronosticar tales tendencias, incluso las más grandes, en el mercado de valores, no solo porque la proyección es un negocio altamente competitivo, sino también porque la espontaneidad juega un papel tan importante en el comportamiento humano. Lampadia

Robert J. Shiller 
Robert J. Shiller, ganador del Premio Nobel de Economía en 2013, es profesor de economía en la Universidad de Yale.




Globalización 4.0

Es innegable que la economía de libre mercado, el libre comercio y, en particular, la globalización ha traído innumerables beneficios políticos, económicos, sociales y culturales a los países.

La globalización no solo ha permitido un mayor intercambio cultural entre las sociedades, sino que también ha dado lugar al intercambio de conocimientos en áreas como la ciencia y la tecnología y ha posibilitado la búsqueda de una mejor calidad de vida a partir de la libre movilidad de personas entre países.

Sin embargo, recientes movimientos políticos populistas de corte aislacionista y antiinmigración – como el Brexit y los movimientos euroescépticos de extrema derecha en la Unión Europea –, en un contexto de recuperación económica desigual, especialmente al interior de los países más ricos, tras la crisis financiera del 2008, han puesto en tela de juicio las bases que sostienen el sistema económico mundial y la globalización misma.

En esta línea, Klaus Schwab, Presidente Ejecutivo del World Economic Forum, presenta el tema de la próxima reunión anual del foro (ver artículo líneas abajo), planteando repensar la globalización a partir de una redefinición de la gobernanza en los Estados que pase por “forjar un nuevo pacto social entre los ciudadanos y sus líderes”, como se hizo tras la Segunda Guerra Mundial. Ello permitiría darle una mayor seguridad a la gente en una época en que se tiene la percepción que “las fuerzas globales lo dominan todo”.

Peor aún, esta percepción se ve reforzada, como señala Schwab, con la cada vez más notoria Cuarta Revolución Industrial (4IR), que, si bien puede generar enormes ganancias de eficiencia para las empresas, y por ende, ampliar las posibilidades de producción y de consumo de la gente; puede tener un efecto pernicioso sobre la desigualdad de las micro y pequeñas empresas, frente a las grandes, dado que no puedan optar por modelos de negocio “4.0”. Ello puede tener fuertes implicancias en la desigualdad al interior de cada país (“nacional”), aún cuando a nivel global se ha producido una gran reducción de la desigualdad.

Es por ello que Schwab propone que esta nueva gobernanza venga acompañada de arreglos institucionales –que en algunos casos implicarán el diseñar desde cero instituciones existentes- que permitan abordar el progreso tecnológico en todas las grandes áreas en las que se mueve el ser humano, llámese, salud, educación, transporte, comunicación, etc.

En este marco, el caso de la educación es particularmente importante ya que implica preparar a las nuevas generaciones de jóvenes para un mercado laboral en el que la automatización de tareas implicará el desarrollo de ciertas habilidades como la creatividad y la innovación.

Todo ello es posible, pero es vital reconocer la importancia no solo de la cooperación público-privado sino también de la cooperación internacional ya que los cambios que ocurren en un país no están aislados al mundo y, por ende, se justifica la colaboración y el constante diálogo con la comunidad internacional para dar una respuesta adecuada.

Esta es una razón más para desechar las opciones nacionalistas y proteccionistas que hoy en día pululan en el mundo político.

En ese sentido, creemos al igual que Schwab, que para lograr reformar la globalización se requerirán dos cosas por parte de la comunidad internacional:

  • Un compromiso más amplio, en el sentido, de promover una participación masiva de los países en esta discusión.
  • Una mayor imaginación, en el sentido, de pensar sistémica y estructural, más allá de las propias consideraciones institucionales y nacionales a corto plazo. Lampadia

Globalización 4.0: qué significa y cómo podría beneficiarnos a todos

Imagen: REUTERS/Carlo Allegri

Klaus Schwab
Fundador y Presidente Ejecutivo del World Economic Forum
World Economic Forum Annual Meeting 2019
5 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Después de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se unió para construir un futuro compartido. Ahora, debe hacerlo de nuevo. Debido a la lenta y desigual recuperación en la década transcurrida desde la crisis financiera mundial, una parte sustancial de la sociedad se ha visto afectada y enfurecida, no solo con la política y los políticos, sino también con la globalización y todo el sistema económico que la sustenta. En una era de inseguridad y frustración generalizadas, el populismo se ha vuelto cada vez más atractivo como alternativa al status quo.

Pero el discurso populista elude -y a menudo confunde- las distinciones sustantivas entre dos conceptos: globalización y globalismo.

  • La globalización es un fenómeno impulsado por la tecnología y el movimiento de ideas, personas y bienes.
  • El globalismo es una ideología que prioriza el orden global neoliberal sobre los intereses nacionales.

Nadie puede negar que estamos viviendo en un mundo globalizado. Pero el que todas nuestras políticas deben ser “globalistas” es altamente discutible.

Después de todo, este momento de crisis ha planteado preguntas importantes sobre nuestra arquitectura de gobernanza global. Con más y más votantes que exigen “recuperar el control” de las “fuerzas globales”, el desafío es restaurar la soberanía en un mundo que requiere cooperación. En lugar de cerrar las economías a través del proteccionismo y la política nacionalista, debemos forjar un nuevo pacto social entre los ciudadanos y sus líderes, para que todos se sientan lo suficientemente seguros en casa como para permanecer abiertos al mundo en general. Si esto falla, la continua desintegración de nuestro tejido social podría, en última instancia, conducir al colapso de la democracia.

Además, los desafíos asociados con la Cuarta Revolución Industrial (4IR) coinciden con el rápido surgimiento de restricciones ecológicas, el advenimiento de un orden internacional cada vez más multipolar y la creciente desigualdad [al interior de los países más ricos]. Estos desarrollos integrados están marcando el comienzo de una nueva era de globalización. Si mejorará la condición humana dependerá de si la gobernabilidad corporativa, local, nacional e internacional se puede adaptar a tiempo.

Mientras tanto, un nuevo marco para la cooperación público-privada global ha ido tomando forma. La cooperación público-privada consiste en aprovechar el sector privado y los mercados abiertos para impulsar el crecimiento económico para el bien público, teniendo siempre en cuenta la sostenibilidad ambiental y la inclusión social. Pero para determinar el bien público, primero debemos identificar las causas de la desigualdad.

Por ejemplo, aunque los mercados abiertos y la mayor competencia sin duda producen ganadores y perdedores en el ámbito internacional, estos pueden tener un efecto aún más pronunciado sobre la desigualdad a nivel nacional. Además, la creciente división entre los que tienen vidas precarias y los privilegiados se está reforzando con los modelos de negocios de a 4IR, que a menudo derivan rentas de la propiedad de capital y/o de la propiedad intelectual.

Cerrar esa brecha requiere que reconozcamos que vivimos en un nuevo tipo de economía impulsada por la innovación, y que se necesitan nuevas normas, estándares, políticas y convenios globales para salvaguardar la confianza del público. La nueva economía ya ha interrumpido y rediseñado innumerables industrias, y ha dislocado a millones de trabajadores. Está desmaterializando la producción, al aumentar la intensidad del conocimiento en la creación de valor. Está aumentando la competencia dentro de los mercados nacionales de productos, capitales y trabajo, así como entre los países que adoptan diferentes estrategias de comercio e inversión. Y está alimentando la desconfianza, particularmente en las compañías de tecnología y su administración de nuestros datos.

“La Globalización 4.0 recién empieza, pero nosotros estamos muy
poco preparados para ella”. Klaus Schwab (WEF)

El ritmo sin precedentes del cambio tecnológico significa que nuestros sistemas de salud, transporte, comunicación, producción, distribución y energía, por nombrar algunos, se transformarán por completo. Gestionar ese cambio requerirá no solo nuevos marcos para la cooperación nacional y multinacional, sino también un nuevo modelo de educación, completo con programas específicos para enseñar nuevas habilidades a los trabajadores. Con los avances en robótica e inteligencia artificial en el contexto del envejecimiento de las sociedades, tendremos que pasar de una narrativa de producción y consumo a una de compartir y cuidar.

La globalización 4.0 acaba de comenzar, pero nosotros estamos muy poco preparados para ella. Aferrarse a una mentalidad obsoleta y jugar con nuestros procesos e instituciones existentes no funcionará. Más bien, necesitamos rediseñarlos desde cero, para poder aprovechar las nuevas oportunidades que nos esperan, mientras evitamos el tipo de interrupciones que estamos presenciando hoy.

A medida que desarrollamos un nuevo enfoque hacia la nueva economía, debemos recordar que no estamos jugando un juego de suma cero. Esto no es una cuestión de:

  • libre comercio o proteccionismo,
  • tecnología o empleos,
  • inmigración o protección de los ciudadanos, y
  • crecimiento o igualdad.

Esas son todas falsas dicotomías, que podemos evitar al desarrollar políticas que favorezcan “y” sobre “o”, permitiendo que todos los conjuntos de intereses se persigan en paralelo.

Sin duda, los pesimistas argumentarán que las condiciones políticas se interponen en el camino de un diálogo global productivo sobre la Globalización 4.0 y la nueva economía. Pero los realistas utilizarán el momento actual para explorar las brechas en el sistema actual e identificar los requisitos para un enfoque futuro. Y los optimistas mantendrán la esperanza de que las partes interesadas orientadas hacia el futuro crearán una comunidad de interés compartido y, en última instancia, un propósito compartido.

Los cambios que están en curso hoy no están aislados en un país, una industria o un problema en particular. Son universales, y por lo tanto requieren una respuesta global. No adoptar un nuevo enfoque cooperativo sería una tragedia para la humanidad. Para redactar un plan para una arquitectura de gobernanza global compartida, debemos evitar estar atascados en el momento actual de gestión de crisis.

Específicamente, esta tarea requerirá dos cosas de la comunidad internacional: un compromiso más amplio y una mayor imaginación. La participación de todas las partes interesadas en un diálogo sostenido será crucial, al igual que la imaginación para pensar de manera sistémica, y más allá de las propias consideraciones institucionales y nacionales a corto plazo.

Estos serán los dos principios organizadores de la próxima Reunión Anual del Foro Económico Mundial en Davos-Klosters, que se reunirá entre el 22 y 25 de enero, bajo el tema “Globalización 4.0: Formando una nueva arquitectura en la era de la Cuarta Revolución Industrial”. Listos o no, un nuevo mundo está sobre nosotros. Lampadia




El libre comercio y la globalización

El comercio mundial lleva varios años a la baja y continúa cayendo. Esto se debe, parcialmente al proteccionismo y a la ola anti-globalización que ha venido surgiendo en el mundo. Esto se ve claramente en los fenómenos políticos como el Brexit y los discursos aislacionistas del presidente electo de EEUU, Donald Trump. Tanto el FMI como el G-20 temen guerras comerciales, con medidas proteccionistas que reduzcan aún más los volúmenes de comercio.

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Fuente:  nl.dreamstime.com

En realidad, la elección presidencial en Estados Unidos se ha convertido en el epicentro de esa creciente oposición al libre comercio y la globalización. Donald Trump ha acusado a China de querer “matar de hambre” a los estadounidenses manipulando su moneda y “haciendo trampa” en el comercio internacional y, también a acusado a Mexico de robar los trabajos de los estadounidences.  Trump ha dicho que impondrá aranceles sobre todo a los bienes producidos en China y México, porque están está “asesinando” económicamente a Norteamérica.

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Fuente:  money.cnn.com

La elección de Trump consolida la tendencia anti-comercio internacional y anti-globalización, que de llegar a expresarse en un retroceso adicional del comercio global, serían fatales para el crecimiento de los países emergentes.

En Lampadia queremos compartir con nuestros lectores un didáctico video de dibujos del  ilustrador de The Economist, KAL, que muestra realmente qué es el libre comercio y cómo este diálogo anti-globalización lo está afectado.

Como afirmó Martin Wolf hace algunas semanas (Ver: ¿El fin de la globalización?), el impulso hacia una mayor integración económica se ha estancado y en algunos aspectos se ha revertido. La globalización ya no está impulsando el crecimiento mundial. Si se llega a producir un retroceso de la apertura comercial por parte de los países más ricos, sus efectos en los países emergentes serían dramáticos. Esta situación es casi el peor evento económico posible que se puede imaginar y golpearía muy duramente a los países y poblaciones más pobres del mundo.

Así lo hemos explicado en Lampadia en nuestro artículo: The wind beneath our wings, en el que explicamos que los países emergentes como el Perú, necesitan el libre comercio para su desarrollo.

Debemos prepararnos para defender el libre comercio y la globalización para proteger el crecimiento económico y la superación de la pobreza de los países emergentes como el Perú. Lampadia

El libre comercio y la política dibujado por nuestro caricaturista KAL

Publicado en The Economist
31 de octubre de 2016
Transcripción y traducción por Lampadia

 

El libre comercio -un principio sobre el cual The Economist fue fundado hace 173 años- está siendo severamente amenazado. Nuestro caricaturista, KAL, ilustra el estado del comercio en nuestra última publicación de “Daily Watch”.

Transcripción (este texto también se puede ver líneas abajo intercalado con imágenes del video):

Desde que éramos niños, intercambiamos cosas con otros. Damos y tomamos para beneficio mutuo.

Este mismo principio de intercambio y enriquecimiento es lo que motiva el comercio entre países.

El comercio es considerado ampliamente como un estímulo para los flujos económicos.

Alienta a los países a especializarse en ciertas áreas de fortaleza.

Esto permite que el mundo produzca más bienes y más tipos de bienes, que de otra manera no podría lograr.

Desde la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional se ha multiplicado por quince, ayudando a desarrollar el crecimiento económico en todo el mundo.

A pesar de los obvios beneficios del libre comercio, hay muchos que tienen motivos para limitarlo.

Los aranceles comerciales y las restricciones de cuotas pueden utilizarse como armas para castigar a las naciones competidoras.

Esto podría llevar a represalias y a una devastadora guerra comercial. Algunos críticos argumentan que no todo el comercio es un buen comercio.

El trato con los países más pobres que están en desarrollo, donde los salarios suelen ser más bajos y las horas de trabajo más largas que en los países desarrollados, puede crear un desequilibrio. El resultado puede ser la pérdida de empleos en economías de altos salarios.

A pesar de estas preocupaciones, debe impulsarse el comercio libre y abierto.

Impulsar la alternativa es un juego de niños.

Lampadia

 

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Este mismo principio de intercambio y enriquecimiento es lo que motiva el comercio entre países.

 

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El comercio es considerado ampliamente como un estímulo para los flujos económicos.

Alienta a los países a especializarse en ciertas áreas de fortaleza.
Esto permite que el mundo produzca más bienes y más tipos de bienes, que de otra manera no podría lograr.

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Desde la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional se ha multiplicado por diecisiete, 
ayudando a desarrollar el crecimiento económico en todo el mundo.

 

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A pesar de los obvios beneficios del libre comercio, hay muchos que tienen motivos para limitarlo.

 

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Los aranceles comerciales y las restricciones de cuotas pueden utilizarse como armas para castigar a las naciones competidoras.

 

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Esto podría llevar a represalias y a una devastadora guerra comercial. 
Algunos críticos argumentan que no todo el comercio es un buen comercio.

 

El trato con los países más pobres que están en desarrollo, donde los salarios suelen ser más bajos y las horas de trabajo más largas que 
en los países desarrollados, puede crear un desequilibrio. 

El resultado puede ser la pérdida de empleos en economías de altos salarios.

 

A pesar de estas preocupaciones, debe impulsarse el comercio libre y abierto.

Impulsar la alternativa es un juego de niños.