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Un nuevo líder refresca la política del mundo global

Un nuevo líder refresca la política del mundo global

Una de las habilidades esenciales de la política en la democracia, es conocer la diferencia entre un enemigo y un adversario. Un adversario trata de ganarte, un enemigo trata de destruirte”. (Michael Ignatieff, escritor, antiguo líder del partido Liberal de Canadá y profesor de Harvard, Financial Times, 20 de octubre, 2015).

“Si tratas a un oponente como un enemigo, conduces la política como si fuera una guerra y todos los medios son adecuados. Si consideras a tu oponente como un adversario, no todos los medios son adecuados, estás esperando que tu adversario de hoy sea un amigo mañana”, continua Ignatieff en su artículo sobre la victoria de Justin Trudeau en Canadá.

Agrega Ignatieff: “El profundo significado del triunfo de Justin Trudeau en las elecciones generales de Canadá esta semana, y su potencial influencia en la política de las democracias más allá de su propio país, es que ha mostrado cómo la política de adversarios puede derrotar a la política de los enemigos”.

“Mi carrera como político comenzó en un estacionamiento. El estacionamiento de una tienda de comestibles,
 para ser precisos, directamente enfrente de un restaurante de shawarma y de una barbería.”

“El candidato liberal ganó, no solo porque los canadienses quieren un cambio de régimen, sino porque ellos quieren un cambio de artes en la política. ‘Los conservadores no son nuestros enemigos. Ellos son nuetros vecinos. (…) Puedes apelar a los mejores ángeles de la naturaleza, y puedes ganar’”. Cita Igantieff a Trudeau.

Agrega el autor de la nota: “Lo que le dice a Harper [el rival conservador] descubrió es que la política de las enemistades hace imposible el conseguir nuevos amigos y, también, envenena el legado del político. La política de las enemistades no la inventó Harper”, la importó de EEUU y Gran Bretaña”. 

Que oportuna y precisa lección para nosotros los peruanos que estamos embarcados en la destrucción mutua de nuestros líderes políticos, como si todos hubieran salido del infierno. Todavía faltan algo más de cinco meses para las elecciones generales de abril, que los ciudadanos esperamos con ansias, pero dadas estas circunstancias, también con mucha aprensión.

Pero lo que nos trae la elección de Trudeau es mucho más que su filosofía. Veamos algunas de sus ideas:

  • Una economía fuerte comienza con una clase media fuerte. Cuando nuestra clase media tiene más dinero en sus bolsillos para ahorrar, invertir y hacer crecer la economía, todos nos beneficiamos. Nuestro plan entregará los servicios que necesitamos, creará puestos de trabajo y restaurará la seguridad económica de la clase media.
  • Los canadienses quieren un gobierno en quien puedan confiar para proteger el medio ambiente y hacer crecer la economía.
  • Vamos a cancelar la división de los ingresos y otras exenciones de impuestos y beneficios para los ricos.
  • Vamos a invertir para crear más puestos de trabajo y mejores oportunidades para los jóvenes canadienses.
  • Vamos a invertir en los proyectos que nuestro país necesita y en la gente que puede construirlos.
  • Durante la próxima década, vamos a invertir más en infraestructura social.
  • Nos aseguraremos de que se utilice todo el dinero destinado a la inversión en las comunidades.
  • Vamos a ayudar a los canadienses a que reciban la capacitación que necesitan para encontrar y mantener buenos empleos.
  • Vamos a poner en marcha más inversión en innovación para hacer crecer nuestra economía y crear empleos buenos y de clase media.
  • Vamos a darle la bienvenida a la Open Data.
  • Vamos a ofrecer un liderazgo nacional y vamos a unirnos con las provincias y todos los territorios para tomar medidas sobre el cambio climático, poner un precio al carbono y reducir la contaminación de carbono.
  • Vamos a crear incentivos para las empresas canadienses a invertir en la creación de puestos de trabajo limpios.

Justin Trudeau, de 44 años, no ha salido de la nada. Es hijo de Pierre Trudeau, ex Primer Ministro de Canadá (1968 – 1979 y 1980 – 1984), considerado como el refundador del Canadá moderno que asumió el federalismo, el bilingüismo y el multiculturalismo como señas de identidad. A su muerte fue despedido en un multitudinario funeral en el que su hijo Justin, de 29 años, recitó unas muy sentidas ‘Coplas a la muerte de su padre’.

Las palabras de este jóven fueron tan significativas entonces como ahora, como Primer Ministro, y queremos compartir con ustedes el video de su elogía y glosar algunas de sus palabras:

Verlo también en: Justin Trudeau’s eulogy

 

Amigos, romanos, compatriotas…

Yo tenía unos seis años cuando me fui en mi primer viaje oficial. Yo iba con mi padre y mi abuelo hasta el Polo Norte.

(…) No tenía hermanos con quien jugar y me estaba aburriendo un poco porque mi papá todavía tenía mucho trabajo que hacer.

Recuerdo que una tarde ventosa en Arctic me llevaron rápidamente en un Jeep en una misión secreta especial. Pensé que por fin me iban a explicar la razón de esta base ártica de alta seguridad.

Estaba en lo cierto. Nos condujeron lentamente a través de los edificios, todos ellos muy grises. Doblamos una esquina y nos encontramos con uno rojo. Paramos. Me bajé del Jeep y comencé a dirigirme hacia la puerta principal. Me dijeron, no, a la ventana.

Así que cruzamos sobre un banco de nieve, me levantaron para alcanzar la ventana, froté mi manga contra el cristal escarchado para ver dentro y, apenas mis ojos se acostumbraron a la penumbra, vi una figura, encorvada sobre una de las muchas mesas de trabajo que parecían muy desordenadas. Llevaba un traje rojo con ese borde blanco lanudo.

Fue entonces cuando comprendí lo poderoso y maravilloso que era mi padre.

Pierre Elliott Trudeau. Esas mismas palabras transmiten tantas cosas a tanta gente. Estadista, intelectual, profesor, adversario, amante de la naturaleza, abogado, periodista, escritor, primer ministro.

Pero más que nada, para mí, era papá. Y qué papá. Él nos amó con una pasión y una devoción que acompasaba toda su vida. Nos enseñó a creer en nosotros mismos, a luchar por nosotros mismos, conocernos a nosotros mismos y aceptar nuestras responsabilidades.

Sabíamos que éramos los niños más afortunados del mundo. Y no habíamos hecho nada para merecerlo.

En su lugar, era algo que tendríamos que pasar el resto de nuestras vidas trabajando para estar a su altura.

Nos dio una gran cantidad de herramientas. Nos enseñó a no dar nada por sentado. Nos adoraba, pero no nos complacía en todo.

Mucha gente dice que no soportaba a los tontos, pero tengo que decirles que tenía una paciencia infinita con nosotros.

Nos animó a estimularnos, a poner a prueba los límites, a desafiar a cualquier persona o cosa.

Había ciertos principios básicos que nunca podrían verse comprometidos.

(…) [otra ocasión] incluyó un almuerzo en el restaurante parlamentario que siempre parecía ser terriblemente importante y lleno de gente seria que no reconocía. Pero al cumplir ocho, ya comenzaba a tener una conciencia política. Y reconocí a uno quien yo sabía que era uno de los principales rivales de mi padre.

Pensando en complacer a mi padre, le dije una broma sobre él – una pequeña cosa tonta y genérica de escuela primaria. Mi padre me miró con severidad, con esa mirada que más adelante aprendería a conocer tan bien, y dijo: “Justin, nunca ataques a la persona. Podemos estar en total desacuerdo con alguien sin denigrarlo como consecuencia.”

(…) fue en ese momento que comprendí que tener opiniones que son diferentes a las de otro no se opone a ser merecedor del respeto como individuo.

Esta simple tolerancia y (el reconocimiento de) las dimensiones reales y profundas de cada ser humano, independientemente de sus creencias, orígenes, o valores – eso es lo que él esperaba de sus hijos y eso es lo que esperaba de nuestro país.

La creencia fundamental de mi padre nunca vino de un libro. Deriva de su profundo amor y fe en todos los canadienses y, en los últimos días, con cada tarjeta, cada rosa, cada lágrima, cada ola y cada pirueta, ustedes le entregaron de vuelta su amor.

(…) ya no volverá nunca más. Ahora todo depende de nosotros, de todos nosotros.

Más allá de que estemos de acuerdo o no con todas sus ideas, saludamos la calidad del liderazgo de Trudeau. En esta época de liderazgos tan débiles y de la devaluación de la política en el mundo y, dramáticamente en el Perú, la humanidad espera mucho de Justin Trudeau. ¡Que los ángeles te protejan! Lampadia