1

El friaje, el Estado indolente y la cuota anual de muerte de inocentes

El friaje, el Estado indolente y la cuota anual de muerte de inocentes

Todos los años es lo mismo. Las muertes y devastación que produce el friaje en las regiones andinas del Sur se suceden sin que nada, ni nadie pareciera prever o evitar esta catástrofe. En pleno siglo XXI, es indignante que un Estado como el peruano sea incapaz de tomar las medidas necesarias para paliar una situación que año a año se repite golpeando a uno de los sectores más frágiles de nuestra población, los niños de la población rural andina. Hasta el 23 de julio, se habían registrado la muerte de 129 niños en Puno, Ayacucho y Huancavelica, sin que en el Gobierno nadie siquiera se sonroje por este escándalo.

La economía de estos ciudadanos también ha sido duramente golpeada por el intenso frío que ha llegado a los 22 grados bajo cero. Solo en Ayacucho, según la Dirección de Información Agraria y Estudios Económicos (DIAEE) de la Dirección Regional Agraria de Ayacucho (DRAA) habrían muerto 11,643 cabezas de ganado (ovino, vacuno y camélido). En Puno otras 2,500 fallecieron por las bajas temperaturas.

En las zonas alto-andinas, la ganadería es el único sustento de los campesino que la habitan. ¿Cómo repondrán semejantes pérdidas? No se sabe. El gobierno reaccionó publicando el Decreto Supremo 050-2015-PCM, que declara en estado de emergencia a los distritos afectados por las heladas durante 45 días, para que las instituciones puedan ejecutar las acciones necesarias, de respuesta y rehabilitación de las zonas afectadas. ¿Será suficiente? Claro que no.

Si algo ha demostrado el Estado peruano, incluido el ‘Gobierno de la Inclusión’ de Ollanta Humala es su incapacidad, falta de reacción e indolencia ante los peruanos más pobres.

A pesar de que se cuenta con un el Plan Multisectorial ante Heladas y Friaje 2015 que debiera poner en ejecución el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), este año, cuando la emergencia afectaba a los ciudadanos que debiera cuidar, solo se había gastado el 25.9% del presupuesto asignado.

De los 228 mil kits previstos para entregarse en prevención las inclemencias del tiempo, solo se repartieron 33 mil (14%), debido a que las licitaciones para contar con ellos recién se efectuó en marzo. Una negligencia que linda con el crimen. Que existiendo los recursos, no se hayan tomado las acciones necesarias para tener el material a tiempo, es más que indignante, es delictivo. Hay niños muertos.

Un Estado con semejantes deficiencias y tal displicencia es absolutamente pernicioso. Si antes el problema es que no se contaba con los recursos para resolver los problemas y las emergencias, ahora lo que ocurre es que no existe la capacidad para operar con  eficiencia y celeridad. Este proceder lleva a un permanente desprestigio de la democracia, pues a los ciudadanos les frustra enormemente, con mucha razón, la indolencia de las burocracias y la lejanía de los políticos y del Estado.

Algo muy significativo de esta situación es lo que sucede con los programas asistencialistas que maneja el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, donde la Ministra Paola Bustamante a debido confesar que a pesar de la envergadura de los programas sociales, aún no tienen mediciones de los resultados. Ver en Lampadia: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo. La creadora de la mayoría de estos programas, la ex Ministra Carolina Trivelli defiende con ardor sus desarrollos, pero es inaceptable que el Estado diseñe e implante programas de la naturaleza que hoy tenemos, sin haber incluido las capacidades de medición y monitoreo correspondientes.                                          

Es por ello, que como hemos venido exigiendo en Lampadia, es imprescindible contar con un Estado meritocrático. (Ver en Lampadia: Instalemos un Estado Meritocrático en el Perú).

Nos referimos a contar con funcionarios públicos de primer nivel, bien educados, empoderados, respetados y muy bien remunerados, capaces de aplicar una buena gobernanza “(Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”, según el Diccionario de la Real Academia Española).

Ya es hora que el Perú tenga funcionarios que estén orientados al manejo racional de las políticas públicas. Como hemos señalado repetidamente, no es necesario reinventar la pólvora. Basta con seguir experiencias exitosas de otras países como la de  Singapur, por ejemplo, que acaba de celebrar grandiosa y justificadamente los 50 años de su independencia.

El exitoso país que formó Lee Kuan Yew, tiene uno de los mayores estándares de vida del planeta, entre otras razones porque buscan a sus futuros funcionarios públicos en los colegios. Allí identifican a los mejores alumnos, les otorgan becas para que se formen adecuadamente, los entrenan en las mejores prácticas de gestión (privadas y públicas) y luego los integran al escalafón de la burocracia estatal en la cual van ascendiendo según sus méritos y logros. Poco a poco van ascendiendo hasta que llegan a los cargos altos en los que pueden recibir remuneraciones que pueden llegar a US$ 2´000,000 anuales.

Sorprende por eso, que en el Perú muchos políticos e incluso ex Presidentes, promuevan que los funcionarios públicos sean mal remunerados. ¿Cómo se va a conseguir la alta eficiencia y calidad con bajos sueldos? Ese tipo de políticas solo fomenta la corrupción.

Volviendo al tema del friaje. Es claro que se necesita un organismo eficiente que evite que todos los años las bajas temperaturas afecten a entre veinte mil y treinta mil peruanos que viven en las condiciones más inclementes del país.

La información climatológica existe, por tanto es fácil prever las condiciones que se enfrentarán cada año. Se debiera tener un equipo de reacción rápida y se debiera evaluar como proteger al ganado. Quizá como en tiempos ancestrales se debiera trasladar a los animales hacia zonas más bajas.

Como ha señalado Abraham Levy: “el problema es que los ganaderos viven lejos y en zonas difíciles. Que quede claro que la sierra es un mal lugar para practicar la ganadería. En vez de criar animales bajo los 2,900 metros sobre el nivel del mar, lo hacemos sobre los 4 mil metros. Eso no tendría problema, pero no tenemos recursos para protegerlos y ahí están las consecuencias. Es curioso, pero antiguamente, los ganaderos se concentraban en los alrededores del lago Titicaca porque actuaba como un termorregulador natural. En cambio hoy, preferimos complicarnos yendo a zonas muy duras”.

Allí existe una posibilidad para Puno, habría que buscar otras zonas para los ganaderos alto-andinos de Apurímac, Arequipa y Ayacucho. Lugares de refugio a los que puedan trasladarse con sus ganados para afrontar la época de heladas y luego, en el verano volver a sus tierras de origenLampadia