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No necesitamos guasones

No necesitamos guasones

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para LAMPADIA

Desde el año 2012, en que un perturbado que se creía el Guasón ingresó al cine Century 16 en Colorado (USA), durante el estreno de la película El Caballero de la Noche Asciende y disparó matando a 12 personas e hiriendo a otras 58, se ha escrito mucho acerca de la influencia de este personaje en actos de violencia, caos y destrucción. El 30 de setiembre pasado que se estrenó la película El Guasón, donde el perturbado villano deja de tener un rol secundario y se convierte en el protagonista de la película, las alarmas se volvieron a encender en Los Ángeles, por el temor a nuevos actos de violencia. Sin embargo, la influencia de la película no se vio en Norteamérica (pese a la facilidad con la cual se puede apretar el gatillo en esa Nación) sino en otras partes del mundo, al punto que algunos consideran al Guasón como el símbolo global de las protestas, por razones muy distintas y en regiones tan distintas como Líbano, Hong Kong, Ecuador o Chile.

La taquilla de la película superó a mitad del mes de noviembre la barrera de los 1,000 millones de dólares en recaudación, de los cuales más del 65% se obtuvo fuera de los Estados Unidos. En Chile, por ejemplo, a la tercera semana del estreno según da cuenta el portal de Radio Cooperativa[i], un día antes que se inicien los actos vandálicos el 18 de octubre, más de un millón de personas ya habían visto el caos, la destrucción y la violencia generada por la psicosis antisocial del personaje que destruye ciudad gótica con la participación casi inconsciente de los ciudadanos. En Ecuador, los actos de violencia comenzaron días antes, el 02 de octubre y se mantuvieron hasta el 13 de octubre, sin embargo, a esa fecha las imágenes de violencia, caos y destrucción de la película también habían sido vistas por decenas de miles de ecuatorianos. Lo mismo se puede decir de Líbano, donde las protestas comenzaron el 17 de octubre y muchos de los jóvenes portaban máscaras del Guasón.

¿Estas cifras querrían decir que la explicación de las protestas es solamente psicológica? 

¿La pulsión psicológica impulsada por la película en muchos jóvenes explica la destrucción vista en estas regiones?

¿La violencia vista en las calles de Quito, Santiago de Chile o Líbano se deben a la ausencia de límites en la estupidez humana que los lleva a imitar la conducta tanática, destructiva y antisocial de un villano inventado por la ficción?

Una respuesta afirmativa cerrada a estas preguntas sería temeraria y dejaría de lado otros factores políticos, internacionales, sociales, antisociales y económicos que deben tomarse en cuenta para entender en serio estos hechos de violencia. Una respuesta de este tipo sería aún más temeraria para el caso de las protestas en Hong Kong que comenzaron a finales de marzo del 2019, mucho antes de que se estrene esta película o para el caso de las protestas en Bolivia contra el régimen de Evo Morales que no destruyeron instalaciones públicas ni generaron vandalismo, vandalismo que si desataron los narco seguidores del renunciante presidente, sin máscaras del Guasón y con wiphalas como símbolos cínicos del sitio a ciudades e instalaciones públicas.

Una respuesta afirmativa que solamente atribuya a lo psicológico la responsabilidad por la estupidez generalizada vista en Chile donde jóvenes se regocijan de la evasión de controles al metro y de la destrucción de la infraestructura pública que les sirve y los hacía sentirse superiores al resto de los latinoamericanos, dejaría de lado la responsabilidad criminal internacional que está quedando cada vez más en evidencia, con las pruebas de la injerencia cubana y venezolana en el encendido de estos actos de violencia y terrorismo.

Sin embargo, sería igualmente imprudente desconocer el poder que la literatura, la televisión y el cine pueden tener para convertir a un hombre que sufre de abusos y al que la sociedad le da la espalda en un líder y para mostrar que el caos, la muerte y la destrucción pueden ser formas para hacerse escuchar.

La variable psicológica resulta entonces necesaria, aunque no suficiente, para entender lo que ha sucedido en esos países y lo que puede suceder en nuestra Región. La agitación internacional, el narcotráfico, los guerreros digitales pagados, los remanentes subversivos, entre otros factores pueden encender el fuego, pero esto no causaría incendio si no hubiera un terreno propicio para las pulsiones violentas, terreno que se fertiliza con la trivialización de la conducta antisocial y la conversión del caos, la destrucción y la violencia en una “tendencia” o una forma de “fama”.

También hace daño en la comprensión de este problema el facilismo de quienes encuentran en las protestas la supuesta justificación para sus ideas de cambio político. Ese facilismo no ayuda.

En el Perú ya van por lo menos tres intentos de encender la llama del caos. Primero con el paro de autos colectivos, luego con las convocatorias a protestas contra el único sistema de transporte eficiente de la ciudad de Lima, el Metropolitano y más recientemente con el escrache a un canal de televisión. Las convocatorias a todo esto se hacen desde las redes sociales a estudiantes secundarios bajo el rótulo de un grupo denominado “secundaria combativa”, para que, provistos de máscaras del Guasón, griten, amedrenten y luego, como lógica consecuencia, destruyan infraestructura pública y privada.

En el Perú, no necesitamos Guasones, ni a quienes los alientan.

Necesitamos jóvenes que razonen, que entiendan la consecuencia de sus actos, que construyan su ciudadanía a partir de la dialéctica entre derechos y deberes, que aprendan la ecuación más importante de un país emergente y pobre como el nuestro al cual ellos pertenecen: el esfuerzo y el trabajo son los únicos antecedentes del éxito y el bienestar.

No necesitamos hordas de estupidez juvenil o de imitación irracional que se vanaglorien del caos destruyendo la poca infraestructura pública que tenemos como si luego de acabada la función todo volverá a la normalidad como sucede cuando acaba la función de una película. Frente a ellos necesitamos padres, madres, hermanos mayores, educadores, maestros y líderes de opinión que actúen, enseñen y encausen la energía juvenil por mejores caminos. Frente a quienes los incitan y manipulan, toda la sanción que corresponda. Lampadia




El Estado Islámico no sólo está matando gente. Está destruyendo una cultura

El Estado Islámico no sólo está matando gente. Está destruyendo una cultura

Publicado por The Washington Post, el 22 de agosto del 2014

Por Aki Peritz, ex analista de contraterrorismo de la CIA, y coautor de “Encuentra, Arregla, Termina: Dentro de las campañas antiterroristas que mataron a Bin Laden y devastaron Al-Qaeda.”

Traducido y compendiado por Lampadia

Antes de que el mundo sea testigo de la fuerza y brutalidad del [nuevo] Estado Islámico (ISIS) a través del video la semana pasada que muestra el asesinato del periodista estadounidense James Foley, un video adicional reveló otras formas de destrucción que el grupo terrorista está empeñado en infligir.

Este video anterior muestra un gran edificio de color canela con un minarete elevándose en la bruma del día. Después de diez segundos, hay un flash y una fuerte explosión. El minarete y el edificio desaparecen en una nube de humo. Y así, la supuesta última morada del profeta Jonás – el del gran pescado –fue reducida a escombros.

El Estado Islámico ha ido consolidando su control fanático en las tierras que ha conquistado. Además de las innumerables crueldades infligidas, como las expulsiones forzadas de los cristianos y otras minorías, ejecuciones en masa y el asesinato de líderes religiosos, también ha sido el causante de la destrucción del patrimonio cultural iraquí.

Desde que capturó parte del norte y oeste de Iraq en junio, ISIS ha volado sistemáticamente los sitios del patrimonio en los alrededores de Mosul, como el centenario altar a Seth (el tercer hijo de Adán y Eva), la Mezquita del profeta Jirjis y el Santuario Awn al-Din. A una hora al oeste de Mosul, en el pueblo de Tal Afar, ha demolido al menos tres santuarios chiíes y tres mezquitas.

Lugares bíblicos e históricos de Irak han sufrido enormes daños en la última década de la guerra. Por ejemplo, el Museo Nacional de Bagdad y Archivos Nacionales fueron saqueados después de la invasión de Estados Unidos, mientras que las tropas estadounidenses entre los años 2003 y 2004 utilizaron parte de la antigua Babilonia como helipuerto y reservorio de combustible. Pero la diferencia es que el ISIS hace un esfuerzo deliberado por destruir los espacios culturales de Irak. El grupo incluso se jacta de ello; una reciente edición de su revista en línea en idioma inglés, Dabiq, incluye una muestra fotográfica que da cuenta de los lugaresdestruidos por sus combatientes en los alrededores de Nínive. Y lo que no destruyen, lo saquean; el Sunday Times informó recientemente que el ISIS está saqueando los sitios arqueológicos y extrayendo un “impuesto” a los contrabandistas que mueven los artefactos robados.

El apetito de destrucción de ISIS estaría justificado por su adhesión a la cosmovisión salafista; sus miembros quieren volver Islam a lo que ellos perciben como la forma en la que los seguidores de las primeras generaciones de Mahoma actuaban y se comportaban. Los salafistas rechazan explícitamente “innovaciones” posteriores al séptimo siglo sobre el comportamiento y la interpretación del Corán – que, llevada al extremo, significa que todas las otras formas de la fe islámica son corruptas y deben ser borradas.

Esta no es la primera vez que grupos radicales se deleitan con la demolición sistemática del patrimonio de una nación. La destrucción de estatuas antiguas de Buda en Bamiyán, Afganistán, en 2001, por los talibanes es otro trágico ejemplo. Pero una mejor analogía de la destrucción cultural a escala industrial [y de impacto desconocido] es la de la Revolución Cultural (1966-76) de China. La juventud china, impulsada por la visión de Mao Zedong, formó unidades de la Guardia Roja en todo el país. Se les animó a acabar con los “cuatro antiguos” de la sociedad china: las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y el pensamiento antiguo.

[Además de los asesinatos masivos de intelectuales y profesores universitarios] los Guardias Rojos destruyeron templos, mezquitas, sitios de patrimonio, arte y bibliotecas, convirtiendo gran parte de su cultura de 5,000 años de edad en cenizas. Sólo la intercesión de los funcionarios de alto rango podían detener las demoliciones. Por ejemplo, la razón por la cual la Ciudad Prohibida de Beijing no fue muy dañada es porque el primer ministro Zhou Enlai desplegó tropas para protegerla.

A lo largo de la historia, vemos que pequeños gruposse organizanpara tratar de detener o mitigar la destrucción cultural. En el libro de Robert Edsel “The Monuments Men” (y en la película de George Clooney con el mismo título), un grupo de voluntarios trata de rescatar los bienes culturales de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Hay también, quienes tratan de preservar la civilización desde dentro. Cuando Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y sus aliados tomaron la mitad de Malí en el 2012, conquistaron Tombuctú, una ciudad de gran erudición islámica. Fanáticos del AQMI arrasaron varias capillas en la ciudad, y declararon que los textos centenarios eran malos y deberían ser incendiados. Pero unos pocos bibliotecarios y un guardia de seguridad decidieron arriesgar sus vidas para protegerunos 28,000 textos del peligro, hasta que el gobierno de Malí y los paracaidistas franceses volvieron a tomar la ciudad a principios de 2013.

El presidente Obama declaró el miércoles que Estados Unidos “seguirá haciendo lo que se deba para proteger a nuestro pueblo” del ISIS y que “vamos a estar vigilantes, y vamos a ser implacables.” Pero además de su campaña de ataques aéreos, los Estados Unidos deberían identificar y ayudar a aquellos lo suficientemente valientes para frenar las pérdidas culturales irredimibles que se están infligiendo. Por desgracia, es difícil proteger construcciones tales como mezquitas, monasterios, iglesias, tumbas, santuarios y sitios arqueológicos – aunque los residentes han hecho esfuerzos para proteger algunos lugares – pero hay que trabajar con quienes están dispuestos a lo que sea para protegerlos bienesque se puedan salvar en la zona de conflicto. La administración también debe trabajar con el Gobierno Regional de Kurdistán, Turquía y la Unión Europea para albergar las colecciones que puedan salvarse. Ellos están borrando rápidamente el patrimonio cultural de Iraq, sin mayor resistencia.

Sin duda, parece un poco cruel enfatizar el rescate de bienes y objetos en lugar de centrarse exclusivamente en los riesgos para la gente que tanto ha sufrido. Sin embargo, por una razón u otra, ningún actor político que pueda traer una fuerza abrumadora a la mesa está retando efectivamente al ISIS – ni las tribus sunitas (todavía), ni el gobierno en Bagdad, ni los iraníes y  los Estados Unidos, a pesar de la campaña aérea limitada, y el secretario de Defensa, Chuck Hagel que llama al grupo “una amenaza para todos los países estables en la Tierra.”

En el Libro de Jonás, Dios ordena al reacio profeta a viajar a la ciudad asiria de Nínive para informarle a su Rey ya sus habitantes de la destrucción que viene debido a su maldad. La Mosul moderna está construida sobre los restos de la antigua Nínive, y los malvados ahora gobiernan la ciudad de nuevo. Necesitamos valientes, modernos “Monument Men” (y mujeres) en Irak para detener el daño que el ISIS está infligiendo a diario en uno de los primeros borradores de la civilización humana.