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El fin de Dilma Rousseff y ojalá de la corrupción política en Brasil

El fin de Dilma Rousseff y ojalá de la corrupción política en Brasil

El día de ayer, la Cámara de Diputados de Brasil votó para iniciar el proceso de destitución de la actual presidenta, Dilma Rousseff, por acusaciones de manipulación de las cuentas del gobierno, en un clima de rechazo popular masivo contra el gobierno, cuyos máximos líderes están implicados en niveles de corrupción de escándalo.

El proceso ahora pasará al Senado, que deberá primero aceptarlo por mayoría simple para dar paso al eventual juicio de destitución bajo la conducción del Presidente del Tribunal Supremo Federal. El voto final tendrá que contar con dos tercios de los senadores.

Este proceso tiene el respaldo del pedido de justicia de los millones de brasileños por las acusaciones de corrupción y sobre todo por el gran descontento y decepción con la peor crisis económicas desde 1930. Como hemos comentado anteriormente, los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), del endiosado Lula, han echado por la borda la mejor oportunidad histórica de Brasil para consolidarse como un país desarrollado. Hoy, está profundamente enfrentado y dividido, y podría terminar con el gobierno de izquierda que se veía dominando por mucho tiempo.

Decenas de miles de manifestantes a favor y en contra de la acusación se reunieron en la capital Brasilia y otras ciudades importantes para ver la transmisión en vivo por la televisión nacional de la dramática votación que hicieron, a viva voz, los más de 500 diputados de la cámara baja.

Fuente: BBC

Los 513 legisladores votaron uno por uno, todos ellos tuvieron 30 segundos para hablar antes de emitir su voto. Al final, 367 diputados votaron a favor del impeachment, superando el mínimo legal de 342.

Líneas abajo mostramos un gráfico que explica el largo y tedioso proceso de juicio político:

El caso del juicio político contra la presidenta Dilma se centra alrededor de la contabilidad creativa, en la que el gobierno federal ha retrasado los pagos a los bancos estatales con el fin de hacer que el déficit presupuestario se viera más pequeño de lo que realmente era. Las  revelaciones de corrupción generalizada bajo el gobierno del PT, como las acusaciones de haber usado dineros negros para su campaña de reelección, debilitan su posición en los procesos políticos.

Desde su reelección, la presidenta Dilma Rousseff no ha tenido muchos motivos para sonreír. Todo lo contrario. Y no nos referimos solo al pésimo rumbo de la economía brasileña (con una inflación por encima de lo previsto y en recesión por segundo año seguido), ni porque la caída del precio del petróleo amenaza con golpear aún más al país. Sus preocupaciones se centran en el llamado caso del “Lava Jato” (algo así como lavado de auto, o lavado a chorro) o “Petrolao”. El inmenso escándalo de corrupción destapado en Petrobras, considerado el mayor en la historia de Brasil, por la cantidad y calidad de los funcionarios públicos y privados comprometidos, así como los montos en cuestión. (Ver en Lampadia: El escándalo en Petrobras pone contra las cuerdas a Rousseff).

Estos escándalos implican a políticos, empresarios, senadores, diputados, gobernadores y altos funcionarios. De acuerdo a la revista Veja (la más seria del país), tanto Dilma Rousseff como Lula Da Silva estaban al tanto de los hechos. Una situación complicada, pues Rousseff ha sido presidenta de Petrobras antes de llegar al gobierno.

Lula viene del noreste brasileño, donde la política ha estado siempre dominada por caciques regionales que adoptaron una serie de acciones de corrupción para controlar y mantener el poder. De alguna manera se puede decir que Lula llevó las prácticas corruptas de sus socios políticos del noreste brasileño al gobierno central, donde entronizó la cooptación de críticos y opositores, y habría participado en el montaje de los circuitos de corrupción de Petrobras y los más grandes grupos empresariales brasileños del sector de la construcción.  

La reelegida presidenta de Brasil (por un pequeñísimo margen), ha negado constantemente haber tenido conocimiento del esquema de corrupción, pero su imagen ya ha sido fuertemente deteriorada. De acuerdo con un sondeo de Datafolha (en portugués), publicado el 11 de abril, el 63% de los encuestados en todo el país afirman que su gobierno era “malo o terrible”, con sólo el 13% diciendo que era “bueno o excelente”. Los expertos dicen que esto refleja la profunda recesión y la de corrupción en la petrolera estatal Petrobras. Además, la breve detención por la policía de su mentor y predecesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva, y su nombramiento como ministro para brindarle cierta protección legal (bajo la ley brasileña, los miembros del gabinete sólo pueden ser juzgados por el Tribunal Supremo, no por un juez federal), habría herido aún más la imagen de la presidenta.

El ex presidente Lula, que gobernó el país durante ocho años y lo llevó hacia el proteccionismo y el asistencialismo, cooptando a sus opositores y promoviendo altísimos niveles de corrupción gubernamental, fue detenido brevemente el 4 de marzo, como parte de la operación de Lava Jato. Fue interrogado por acusaciones de haber recibido “beneficios ilícitos” del esquema de sobornos de Petrobras. Los fiscales presentaron cargos de lavado de dinero en contra suya. Ver en Lampadia: La caída de un gigante crea incertidumbre en la región.

Fuente: La Vanguardia

Con estos escándalos políticos, no es sorprendente que la economía de Brasil esté pasando por su peor recesión en décadas después de una caída de los precios de las materias primas, como el petróleo, hierro y la soja. En 2015, la economía se contrajo un 3.8%, la inflación alcanzó el 10.7% a finales del año pasado y el desempleo aumentó a 9% , que podría aumentar a dos dígitos en los próximos meses.

Pero en dónde se manifiesta el fracaso del modelo implantado por Lula y seguido por Rousseff es en el precio del dólar. La moneda de Brasil, que perdió un tercio de su valor frente al dólar en 2015 ha recuperado algo de terreno por la inminente retirada de Rousseff.

Cabe recordar que en una visita de Lula al Perú, durante el segundo gobierno de García, el entonces presidente brasileño retó al peruano, declarando que era mejor distribuir que crecer. Lula presentó cifras para alardear de su supuesto éxito. En Lampadia no nos convencieron ni nos dejamos ilusionar por el asistencialismo y voluntarismo de Lula. Entonces comparamos sus cifras con las peruanas en Luces y sombras de la visita de Lula al Perú y mostramos que la performance del Perú era muy superior. Posteriormente, Brasil empezó a deteriorarse, y hoy tiene aún mucho peores indicadores. No cabe duda que el Perú también ha tenido un “traspié” al ningunear la importancia de la minería, pero Brasil ha llevado su modelo asistencialista y el crecimiento del Estado a límites insostenibles.

¿Cómo queda Brasil en todo esto? El juicio político en el Senado probablemente cause un gran caos institucional. Para la presidenta Dilma, la destitución sería el final de su carrera política. Para el vicepresidente Michel Temer, y la economía del país, podría dar lugar a un gobierno con un alto grado de incertidumbre y dificultad.

Por desgracia, esta incertidumbre política está dividiendo a Brasil. Parte del país (probablemente una minoría) continúa apoyando Rousseff (y a su predecesor, el ex presidente Lula) y gritan que el juicio político es un golpe de Estado. La mayoría de la población, sin embargo, está absolutamente cansada de vivir durante casi 15 años bajo el liderazgo del Partido de los Trabajadores y están desesperados por un cambio.

Se viene una gran lucha contra la corrupción, la cual no se acabará con la destitución de Rousseff, y la movilización popular será fundamental para que no pierda impulso. Ver en Lampadia: ¡Fora Dilma!

Esperamos que Brasil pueda acortar el tiempo de la eventual transición a un nuevo gobierno elegido por el pueblo que pueda recuperar la confianza de los brasileños en el futuro. Lampadia




Argentina: La dura y larga salida del abismo populista

Argentina: La dura y larga salida del abismo populista

El nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, se ha movido a un ritmo acelerado para recuperar al país de los doce años de políticas económicas y sociales equivocadas que implantaron los gobiernos de los Kirchner, los acólitos del socialismo del siglo XXI y amigos del ALBA, del nefasto Hugo Chávez. Argentina, fiel a su larga maldición del populismo ‘institucionalizado’ hace 64 años por Perón (su primer gobierno fue del 1952 al 1955), volvió a caer en manos de irresponsables que continuaron llevando al país desde una situación expectante, con un PBI pc equivalente al 71.6% del de EEUU en 1913, a uno que solo equivaldría al 19.3% en el 2010.

De entrada, Macri eliminó los impuestos a la exportación (que llevaron a que Uruguay exportara más carne que Argentina) y devaluó el peso en un 30% con respecto al dólar (el nivel del mercado negro). El objetivo es claro: devolverle la confianza a los inversores extranjeros y promover que los argentinos traigan de vuelta los fondos que mantienen fuera del país.

Si bien se espera que las reformas fiscales y una moneda más débil beneficien las exportaciones del país, también traerá ciertos problemas, consecuencia inevitable de los indispensables ajustes. La depreciación de la moneda está aumentando la inflación, la cual cerró el año pasado en 27% según el FMI. Standard & Poor’s estima una inflación de 35% para fines de este año

Si los salarios reales no se mantienen al día con el aumento de los precios al consumidor, un peso más débil dañará el consumo privado, el cual, a su vez, afectará negativamente el crecimiento. Bajo la administración de Kirchner, el crecimiento fue impulsado artificialmente por el gasto público y políticas populistas, tales como subsidios generalizados al consumo de  energía. Macri está intentando cambiar los motores del crecimiento económico mediante la atracción de más inversión. También está avanzando con la revisión de los subsidios a los servicios públicos, tratando de mantenerlos para los más pobres, con el fin de reducir el déficit presupuestario. Los analistas de JP Morgan comentan que:

“Para reequilibrar el equilibrio monetario y fiscal y apoyar el crecimiento en el mediano plazo, será necesario que la economía sufra una severa devaluación que empujará a la economía de vuelta a la recesión en el corto plazo. La resolución de estos problemas se destaca como fundamental para aumentar la inversión y poner en marcha el crecimiento”. 

Por otra parte, el gobierno espera llegar a un acuerdo con los fondos especulativos por la restructuración (quita) de la deuda pública. Macri envió a sus negociadores a EEUU para proponer un pago de US$ 6,500 millones de los US$ 9,000 que reclaman. Dos de los seis acreedores principales han aceptado. Ese dinero saldrá de la emisión de nuevos bonos.

La lógica de la propuesta es contundente: Actualmente Argentina no tiene acceso a los mercados de deuda tradicionales y debe financiarse a tasas muy costosas. Una vez hecho el arreglo con los acreedores belicosos, podrán bajar el costo del financiamiento a tal punto que el menor pago de intereses compense el costo del arreglo. Los anuncios de Macri en el Foro Económico Mundial en Davos (evento al que nunca asistieron los Kirchner), ofreciendo volver a auditar las cuentas públicas, ha permitido que EEUU de su consentimiento para que Argentina reciba créditos multilaterales de instituciones como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Además, Macri ha disminuido o eliminado la mayoría de las barreras a la agroexportación, recurso clave de la economía del país. Este fue el caso de los cereales como el trigo o carne de res. Los productores de soja, los principales exportadores del país, han visto una reducción de las tarifas fiscales de 30 a 35% en dos semanas: una gran ayuda para una economía en desaceleración.

Luego de más de una década de dominio de los Kirchner, la agenda de reforma de Macri es una gran ayuda para la economía argentina que, como Venezuela, desperdició los mejores años del súper ciclo de precios de los commodities, al punto que en vez de haberse enriquecido, terminó empobrecido, endeudado y con la imperiosa necesidad de llevar a cabo dolorosos ajustes.

Además, Argentina ha estado sumida en un clima de corrupción generalizada y represión económica. Esto produjo disminuciones muy pronunciadas de los 10 indicadores de libertad económica del país, incluyendo el control del gasto público, la libertad laboral y la libertad de empresa. Gravemente obstaculizada por la interferencia del Estado, la economía formal se estancó, mientras crecía la actividad de la economía negra. 

A finales de 2015, las políticas imprudentes de los Kirchner ya habían afectado gravemente el crecimiento económico del país. Las cifras oficiales del PBI no se publican, pero el FMI indica que su economía se está contrayendo.

Si Mauricio Macri promueve el crecimiento económico a largo plazo, desmantela las políticas populistas de los Kirchner, fomenta la estabilidad, la inversión extranjera y la competencia, podrá aspirar a cambiar la suerte de Argentina y corregir un descalabro de más de cien años que ha hecho que los argentinos pierdan la disciplina y estamina necesarias para tomar el espacio del país exitoso que les robó el populismo. Esperemos que siga así y que logre corregir el curso de una de las economías más grandes de Latinoamérica. Lampadia