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La innovación tecnológica se dispara

La innovación tecnológica se dispara

La pandemia ha dejado terribles estragos a nivel global en el 2020 en los frentes económico y sanitario y amenaza con hacerlo también el presente año con el reciente afloramiento de diversas cepas más contagiosas, lo cual ha volcado de nuevo a varios países a cerrar parcialmente sus economías.  Por otra parte, aún con el descubrimiento de las vacunas, la distribución para su inoculación en la población se ha tornado lenta inclusive en los países desarrollados, y por ello no es de sorprender que pulule en las redes mucho pesimismo respecto a si el 2021 efectivamente marcará el fin de la pandemia.

Para esos pesimistas, compartimos un reciente artículo de The Economist en el que se muestra la otra cara de la moneda que está dejando la pandemia, que pocos están viendo pero que resulta fundamental pues guarda fuertes implicancias para el crecimiento y la mejora de la calidad de vida de las personas.

“La nueva era de la innovación” la ha denominado The Economist, una época en la que se están gestando las condiciones para un apuntalamiento de la productividad gracias a la aparición de tecnologías innovadoras en varios sectores, como el ARN mensajero en el plano de las vacunas – que de hecho Moderna ya está evaluando para una posible vacuna contra el sida. Un salto cualitativo para el desarrollo de nuevas medicinas, más allá de las vacunas. Además, están los avances en la digitalización de la economía, que ha potenciado la inversión en tecnologías como el teletrabajo, la automatización manufacturera, entre otros avances.

Sin duda un artículo de recomendable lectura para dar cuenta que no solo hay razones para esperar un rebote de la producción mundial apenas haya sido superada la crisis del covid 19, sino que lo más probable es que también se observe un importante incremento en el crecimiento potencial o de largo plazo, por las mejoras en la productividad experimentadas en esta era de la innovación. Esto sin duda puede contribuir también a mejorar los prospectos del crecimiento del Perú también, un país que está íntimamente ligado a la mejora de la demanda externa de países de ingreso alto como EEUU y Europa. El rol de los gobiernos también será importante en este contexto por lo que The Economist también da ciertas recomendaciones al respecto como puede notarse a continuación. Lampadia

La nueva era de la innovación
Por qué está rompiendo un amanecer de optimismo tecnológico

La década de 2010 estuvo marcada por el pesimismo sobre la innovación. Esto está dando paso a la esperanza

The Economist
16 de enero, 2021
Traducida y comentada por Lampadia

Durante gran parte de la última década, el ritmo de la innovación decepcionó a mucha gente, especialmente a esos miserables economistas. El crecimiento de la productividad fue mediocre y los nuevos inventos más populares, el teléfono inteligente y las redes sociales, no parecieron ayudar mucho. Sus efectos secundarios malignos, como la creación de poderosos monopolios y la contaminación de la plaza pública, se hicieron dolorosamente evidentes. Las tecnologías prometedoras se estancaron, incluidos los automóviles autónomos, lo que hizo que los evangelistas de Silicon Valley parecieran ingenuos. Los halcones de la seguridad advirtieron que la autoritaria China pasaba rápidamente por Occidente y algunas personas sombrías advirtieron que el mundo finalmente se estaba quedando sin ideas útiles.

Hoy comienza un amanecer de optimismo tecnológico. La velocidad a la que se han producido las vacunas covid-19 ha convertido a los científicos en nombres conocidos. Los avances destacados, un auge de la inversión en tecnología y la adopción de tecnologías digitales durante la pandemia se combinan para generar esperanzas de una nueva era de progreso: los optimistas predicen vertiginosamente unos “años locos”. Así como se exageró el pesimismo de la década de 2010 (la década vio muchos avances, como en el tratamiento del cáncer), las predicciones de la utopía tecnológica son exageradas. Pero existe una posibilidad realista de una nueva era de innovación que podría elevar el nivel de vida, especialmente si los gobiernos ayudan a que florezcan las nuevas tecnologías.

En la historia del capitalismo, el rápido avance tecnológico ha sido la norma. El siglo XVIII trajo la Revolución Industrial y las fábricas mecanizadas; los ferrocarriles y la electricidad del siglo XIX; los coches del siglo XX, los aviones, la medicina moderna y la liberación doméstica gracias a las lavadoras. En la década de 1970, sin embargo, el progreso, medido por el crecimiento general de la productividad, se desaceleró. El impacto económico estuvo enmascarado durante un tiempo por la acumulación de mujeres en la fuerza laboral, y una explosión de ganancias en eficiencia siguió a la adopción de computadoras personales en la década de 1990. Sin embargo, después de 2000, el crecimiento volvió a decaer.

Hay tres razones para pensar que este “gran estancamiento” podría estar terminando. Primero está la avalancha de descubrimientos recientes con potencial transformador.

  • El éxito de la técnica del “ARN mensajero” detrás de las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna, y de los tratamientos con anticuerpos a medida, muestra cómo la ciencia continúa potenciando la medicina. Los seres humanos son cada vez más capaces de adaptar la biología a su voluntad, ya sea para tratar enfermedades, editar genes o cultivar carne en un laboratorio. La inteligencia artificial por fin está mostrando un progreso impresionante en una variedad de contextos. Un programa creado por DeepMind, parte de Alphabet, ha demostrado una notable capacidad para predecir las formas de las proteínas; el verano pasado Openai presentó GPT-3, el mejor algoritmo de lenguaje natural hasta la fecha; y desde octubre, los taxis sin conductor han transportado al público por Phoenix, Arizona. Las espectaculares caídas en el precio de la energía renovable están dando a los gobiernos la confianza de que sus inversiones verdes darán sus frutos. Incluso China ahora promete neutralidad de carbono para 2060.
  • La segunda razón para el optimismo es el auge de la inversión en tecnología. En el segundo y tercer trimestre de 2020, el sector privado no residencial de EEUU gastó más en computadoras, software e investigación y desarrollo (I+D) que en edificios y equipos industriales por primera vez en más de una década. Los gobiernos están dispuestos a dar más dinero en efectivo a los científicos. Tras reducirse durante años, el gasto público en I+D en 24 países de la OCDE comenzó a crecer nuevamente en términos reales en 2017. El entusiasmo de los inversores por la tecnología se extiende ahora a los diagnósticos médicos, la logística, la biotecnología y los semiconductores. El optimismo del mercado sobre los vehículos eléctricos es tal que el director ejecutivo de Tesla, Elon Musk, que también dirige una empresa de cohetes, es el hombre más rico del mundo.
  • La tercera fuente de alegría es la rápida adopción de nuevas tecnologías. No se trata solo de que los trabajadores se hayan aficionado a las videoconferencias y los consumidores al comercio electrónico, por importantes que sean esos avances, por ejemplo, para aliviar las limitaciones a la búsqueda de empleo que plantea la escasez de viviendas. La pandemia también ha acelerado la adopción de pagos digitales, telemedicina y automatización industrial. Ha sido un recordatorio de que la adversidad a menudo obliga a las sociedades a avanzar. La lucha contra el cambio climático y la competencia de grandes potencias entre EEUU y China podrían impulsar más pasos audaces.

Por desgracia, la innovación no permitirá que las economías ignoren los obstáculos estructurales al crecimiento. A medida que las sociedades se enriquecen, gastan una mayor parte de sus ingresos en servicios intensivos en mano de obra, como comidas en restaurantes, en los que el crecimiento de la productividad es escaso porque la automatización es difícil. El envejecimiento de la población continuará arrastrando a los trabajadores hacia la atención domiciliaria de baja productividad. Las economías descarbonizantes no impulsarán el crecimiento a largo plazo a menos que la energía verde se dé cuenta de su potencial para volverse más barata que los combustibles fósiles.

Sin embargo, es razonable esperar que una nueva ola de innovación pueda revertir pronto la caída del dinamismo económico que es responsable de quizás una quinta parte de la desaceleración del crecimiento del siglo XXI. Con el tiempo, eso se convertiría en un gran aumento del nivel de vida. Quizás aún se pueda lograr más porque muchas industrias de servicios, incluidas la atención médica y la educación, se beneficiarían enormemente de una mayor innovación. Eventualmente, la biología sintética, la inteligencia artificial y la robótica podrían mejorar cómo se hace casi todo.

No es una ciencia exacta

Aunque el sector privado determinará en última instancia qué innovaciones tienen éxito o fracasan, los gobiernos también tienen un papel importante que desempeñar. Deben asumir los riesgos en proyectos más “moonshot”. El estado puede ofrecer más y mejores subvenciones a I+D+i (Investigación, Desarrollo e Innovación), como premios por resolver problemas claramente definidos. El estado también tiene una gran influencia sobre la rapidez con la que se difunden las innovaciones en la economía. Los gobiernos deben asegurarse de que la regulación y el cabildeo no frenen la interrupción, en parte proporcionando una red de seguridad adecuada para aquellos cuyos medios de vida se ven afectados por ella. La innovación se concentra en muy pocas empresas. Asegurar que toda la economía aproveche las nuevas tecnologías requerirá una aplicación de la legislación antimonopolio sólida y regímenes de propiedad intelectual más flexibles. Si los gobiernos están a la altura del desafío, entonces estarán a su alcance un crecimiento más rápido y mejores niveles de vida, lo que les permitirá desafiar a los pesimistas. La década de 2020 comenzó con un grito de dolor pero, con las políticas adecuadas, la década aún podría rugir. Lampadia




Panorama del crecimiento global al 2030

Muchos economistas cometen el error de centrar sus predicciones de crecimiento únicamente en el muy corto plazo ante las desesperadas demandas de información por parte de los políticos y empresarios, cuyos ecosistemas los obligan a tomar decisiones en el día a día.

Este fenómeno es muy común no solo en los think tanks o centros de estudios económicos peruanos, sino inclusive en prestigiosos organismos internacionales como el FMI, el Banco Mundial, el BID, solo por destacar los más importantes.

En contraste, la importancia de analizar las tendencias de largo plazo del comportamiento de las economías recae en que permite encontrar los problemas estructurales que a veces pasan desapercibidos por los hacedores de política, pero que es fundamental tratarlos para lograr altos estándares de desarrollo.

Ante la escasa presencia o hasta ausencia de predicciones de crecimiento de largo plazo de grandes regiones y países importantes en el mundo económico, compartimos un reciente artículo escrito por Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y ex ministro de Hacienda del Reino Unido, y publicado en la revista Project Syndicate, en el que presenta sus visiones de crecimiento potencial global hacia el 2030.

Como se dejará entrever en su análisis, inclusive los errores cometidos en las predicciones pueden resultar muy esclarecedores respecto a las reformas que necesitan o dejan de hacer los países, sean de la región que sean. Lampadia

El Futuro del Crecimiento Económico

Jim O’Neill
Project Syndicate
11 de abril, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Dados los fracasos para prever la crisis financiera de 2008 y la posterior recuperación débil, es fácil pensar que los economistas tienen poco que ofrecer en cuanto a las predicciones. Pero cuando se trata del crecimiento del PBI a nivel nacional, las proyecciones anteriores se han confirmado en gran medida; incluso cuando están equivocadas, pueden usarse para diagnosticar problemas estructurales.

El mes pasado, escribí sobre la creciente división entre la teoría económica y las condiciones económicas del mundo real, y recordé a los lectores que la economía sigue siendo una ciencia social, a pesar de las ambiciones más elevadas que puedan tener sus profesionales. No obstante, cuando se trata de la cuestión específica de qué es lo que impulsa el crecimiento económico a largo plazo, todavía se pueden ofrecer predicciones rigurosas centrándose en solo dos fuerzas.

Específicamente, si uno sabe cuánto crecerá (o reducirá) la población en edad de trabajar de un país, y cuánto aumentará su productividad, uno puede predecir su crecimiento futuro con una confianza considerable. La primera variable es razonablemente predecible a partir de las tasas de jubilación y muerte de un país; la segunda es más incierta. De hecho, la desaceleración informada en la productividad en las economías avanzadas desde 2008 es ampliamente considerada como un misterio económico.

¿Sin embargo, es realmente un misterio? Considere la siguiente tabla, que muestra el crecimiento del PBI desde la década de 1980 para las economías más grandes, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y los “Next Eleven” (N-11), los países en desarrollo más poblados.

Con la cuarta columna (2011-2020) que muestra lo que mis colegas y yo habíamos proyectado en 2001 cuando acuñamos el acrónimo BRIC, se pueden observar diferencias entre lo que se pronosticó y lo que sucedió en esta década (2011-2017*). Para el mundo en su conjunto, predecimos un crecimiento de poco más del 4% en la década actual, debido al aumento de China y de los otros BRIC principales. Y es precisamente por esa razón que el crecimiento en el período 2001-2010 fue más fuerte que en las décadas anteriores, cuando la persistencia de un crecimiento anual del 3.3% llevó a algunos economistas a concluir que la economía mundial había alcanzado su pleno potencial.

Ahora considere lo que realmente ha sucedido. El crecimiento en los EEUU, el Reino Unido, Japón, China y (posiblemente) la India se ha acercado a lo que predijimos. Pero no se puede decir lo mismo de la eurozona, Brasil y Rusia, cuyo bajos rendimiento deben reflejar una productividad débil, dado que nuestras predicciones ya habían tenido en cuenta las tendencias demográficas.

Vale la pena señalar que ningún país o región importante ha tenido un mejor desempeño del que pronosticamos en 2001. La tabla muestra que puede haber cierta asimetría entre el crecimiento real y el potencial, y que tales divergencias no son aleatorias. Por el contrario, la zona euro, Brasil y Rusia claramente tienen problemas subyacentes que deben abordarse.

Por supuesto, en primer lugar, también podemos haber sido demasiado optimistas sobre el potencial a largo plazo de estas economías. Tal es la naturaleza de una ciencia social. Si cualquiera de ellos puede lograr un fuerte crecimiento de la productividad dependerá de una variedad de factores, entre los que se incluyen las políticas que tienen vigentes. En este punto, sería una agradable sorpresa si alguno de ellos alcanzara el nivel de crecimiento que predecimos para el 2021-30.

También vale la pena señalar que los EEUU y el Reino Unido registraron un crecimiento cercano al nivel que predecimos a pesar de sus débiles aumentos de productividad, pero rápido aumento del empleo en ambos países. Pero con la tasa de desempleo alcanzando mínimos históricos y con una política pública en contra de la inmigración, será matemáticamente imposible alcanzar el mismo nivel de crecimiento del empleo en la próxima década. Para que el crecimiento general continúe, la productividad debe mejorar.

Cuando se trata de la próxima década, gran parte del enfoque últimamente ha estado en China, cuya actual desaceleración parece haber tomado a los mercados por sorpresa. No debería haberlo hecho. Como predijimos hace casi 20 años, China luchará por alcanzar un crecimiento superior al 5% en el período 2021-2030, por la sencilla razón de que el crecimiento de su fuerza laboral habrá alcanzado su punto máximo. Si bien los pesimistas sin duda encontrarán una validación en las futuras decepciones del crecimiento chino que están por venir, los optimistas pueden señalar el hecho de que un 5% de crecimiento anual en China es nominalmente equivalente a un 15-20% de crecimiento en Alemania. En esta etapa del desarrollo de China, un crecimiento más rápido sería realmente extraordinario.

Es igualmente predecible que India comience a crecer a un ritmo mucho más rápido que China, simplemente porque a su fuerza laboral le queda mucho por hacer. La verdadera pregunta es si la India puede implementar fuertes reformas para mejorar la productividad. Si puede, podría ser la única economía importante que supere las expectativas en la próxima década. Pero incluso en su defecto, la India pronto superará al Reino Unido y Francia para convertirse en la quinta economía más grande del mundo; superará a Alemania en algún momento de la próxima década, posiblemente en 2025.

Mientras tanto, a menos que Brasil y Rusia reduzcan su dependencia del ciclo de precios de los productos básicos, solo experimentarán un fuerte crecimiento durante los picos de precios. Con o sin reforma, Rusia ya se dirige a otra década decepcionante como resultado de su demografía. Brasil, por otro lado, podría registrar un crecimiento cercano al que originalmente predijimos si pudiera implementar reformas sociales y de salud difíciles. Pero eso es un gran “Y si”.

En cuanto a la zona euro, parece que hemos sido demasiado optimistas, a pesar de que previmos una disminución en el crecimiento potencial al 1.5%. Hoy en día, la mayoría de los pronosticadores sitúan el potencial de crecimiento de la región en alrededor del 1%. Si Alemania no puede cambiar a un modelo de crecimiento más orientado a la demanda doméstica, esa proyección probablemente resultará correcta. Sin embargo, aunque la mayor parte de la cobertura de la prensa se ha centrado en la caída de las exportaciones y la producción manufacturera de Alemania, el sector de servicios del país sigue siendo fuerte. Por su propio bien y por el de Europa, Alemania debería abrazar esa fuerza permanentemente.

Entre la gran variedad de países N-11, la mayoría de ellos en Asia y África, hay algunos productores de rápido crecimiento como Vietnam. Otros, especialmente Nigeria, tienen un potencial notable debido a sus características demográficas, pero nunca lo alcanzarán a menos que realicen reformas significativas. En eso, tienen algo en común con muchas de las economías avanzadas. Lampadia

Jim O’Neill, ex presidente de Goldman Sachs Asset Management y ex ministro de Hacienda del Reino Unido, es presidente de Chatham House.




¡No nos confundamos sobre el crecimiento!

¡No nos confundamos sobre el crecimiento!
  • Se acabó el crecimiento
  • Se basó en los precios de los commodities
  • Hubo crecimiento pero no desarrollo
  • Ahora necesitamos inversión pública
  • El crecimiento potencial está entre 3 y 4%
  • Crecimos pero no le llegó a todos

Últimamente, muchos se dejan llevar por los que anuncian el fin de nuestro ciclo de crecimiento y esto lo relacionan y sustentan en los ajustes de la economía china y la reducción de los precios de los commodities. Pero pocos hacen un análisis de algunas líneas estratégicas o por lo menos unas cuantas relaciones causa-efecto de los acontecimientos de los últimos años.

En Lampadia queremos revisar este importante tema y plantear tres reflexiones al respecto:

  • Cuándo empezó nuestro ciclo de crecimiento
  • Por qué se paró el crecimiento
  • Cómo podemos crecer alto y sostenido

El gran ciclo de crecimiento empezó con la Constitución de 1993

Desde principios de los años 60, el Perú perdió el rumbo de desarrollo; terminó empobrecido, sin inversión privada, alejado del resto del mundo y con crecimiento negativo. Todo se inició con las perniciosas ideas de Prebish, la CEPAL y la sustitución de las importaciones. Políticamente empezó con el primer gobierno de Belaunde, siguió con la dictadura militar, el segundo gobierno de Belaunde y terminó en la euforia tercermundista del primer gobierno de García.

En ese lapso se terminó prohibiendo la inversión privada en el campo, la minería, la pesca y hasta en el turismo. Se hizo lo mismo que en la Venezuela chavista de hoy y, por supuesto, los resultados, como todos reconocen, fueron nefastos.

Esto se corrigió recién con la captura del genocida Abimael Guzmán y con la promulgación de la Constitución de 1993 que trajo el regreso de la inversión privada. Así fue que entre 1993 y 1997 el PBI del Perú creció en un promedio de 6.8% anual. Ver gráfico:

Este período de crecimiento se suspendió por gracia del corte de la cadena de pagos y la larga recesión en la que el país se sumergió por miedo a la pasajera crisis asiática de 1998, bajo la errada conducción del ministro de Economía y Finanzas de entonces, Jorge Baca Campodónico.

Una vez superada la recesión, retomamos el crecimiento de la mano de la inversión privada que además recibió el impulso de los positivos factores externos de los precios de commodities, las tasas de interés y la abundante liquidez internacional. Lo que debe quedarnos claro es que el crecimiento alto y sostenido duró 20 años, incluyendo la caída del 98 y la del 2009 fue un solo proceso: la exuberancia económica de un país que estuvo sediento de inversión por treinta años (60 – 90).

El ciclo de crecimiento se interrumpió a partir del 2011

Como hemos explicado anteriormente, el ciclo virtuoso que tuvimos fue interrumpido en el 2011 con lo que hemos llamado ‘Punto de Inflexión’, gracias a la nueva administración de Ollanta Humala, el Partido Nacionalista y su gabinete de izquierda presidido por Salomón Lerner.

En el 2011 se produjeron dos puntos de inflexión muy graves en el proceso virtuoso que estábamos viviendo, tanto en aspectos sociales como económicos. En el aspecto social, se produjo un punto de quiebre en la reducción del nivel de anemia en niños menores de tres años, luego de una sostenida reducción entre el 2007 y el 2011. En lo económico, el cuadro inferior muestra claramente la caída de la inversión privada, principalmente en la minería moderna que detuvo el crecimiento pro-pobre y pro-clase media, que trajo consigo una importantísima disminución de la pobreza, desnutrición, mortalidad infantil y desigualdad en la última década. 

Cuanto podemos y debemos crecer los próximos 35 años

Según el Banco HSBC en su reporte ‘The World in 2050’, el Perú debe crecer en promedio 5.5% anual ayudado por su ‘bono demográfico’ que representará un crecimiento de 40% de la PEA hasta el 2050. De crecer a ese ritmo la economía peruana será la número 26 del mundo en el mismo año y la distribución de ingresos de su población evolucionará según lo mostrado en el siguiente gráfico:

Ese crecimiento de 5.5% de promedio anual, produciría excelentes resultados para el bienestar de nuestra población, o sea que lo primero que tenemos que hacer el declarar la obligación de mantener un:

Crecimiento anual mínimo de 5.5%

Lo siguiente es preguntarnos cómo hacer para lograrlo. Si queremos reactivar la economía, debiéramos entender que tenemos que recuperar un mayor ritmo de inversión. Y sólo lo lograremos promoviendo en primera instancia la inversión minera y en infraestructuras cuyos proyectos están a ‘punto de caramelo’. (Ver en Lampadia: Volvamos a prender el motor de la economía).

Contar con infraestructuras adecuadas tiene un impacto muy  positivo en aspectos sociales al dar acceso a los pobres al mundo moderno y mejorando la  competitividad del país, los llamados costos de transacción y, en general, potenciando el desarrollo de nuestros sectores productivos. En Lampadia, hemos propuesto un plan de 7 años: Sobre cómo financiar e invertir US$ 80,000 millones.

Además el Perú tiene un gran potencial productivo. Cuenta con claras ventajas para generar industrias sostenibles en torno al sector forestal, la transformación petroquímica, la pesca, las agroindustrias, la energía y el turismo. Es un país muy rico en recursos naturales, con una gran diversidad agrícola, buenas zonas de pesca, grandes y variados yacimientos de minerales y metales, entre otros. Está clasificado internacionalmente como un país megadiverso. (Ver en Lampadia: El enorme Potencial Productivo del Perú).

Nosotros tenemos reservas productivas acumuladas y no explotadas en una serie de sectores, producto del “apagón productivo y de inversión” que nos “regalaron” nuestros gobiernos durante los años 60, 70 y 80. En esos años, mientras todos los demás seguían desarrollando sus capacidades, nosotros hicimos un receso. Es así, que hoy tenemos un potencial minero para multiplicarnos por 5; igual o más en energía; en forestería podemos multiplicarnos por 30; podemos desarrollar acuicultura en nuestros ríos, cochas y mares; etc. El Perú es infinito en comparación al tamaño de nuestra población. Solo necesitamos un gobierno que entienda esa realidad y permita que nuestra capacidad creativa se encargue del resto. (Ver en Lampadia: Nuestro potencial productivo supera las limitaciones coyunturales)

En cuanto al impacto de los ajustes de China y la caída de los precios de los commodities, el Perú, a diferencia de Australia, Canadá y Chile, tiene la capacidad de compensar con mayores volúmenes de producción el efecto de los menores precios. Ningún país tiene la competitividad del Perú en minería, ni el stock de proyectos embalsados. Confirmando esto, el IPE mostró hace unos meses que nuestro crecimiento, de no haberse parado los proyectos mineros, no debió colapsar. Ver gráfico:

Es bastante claro que el Perú puede mantener un ritmo alto de crecimiento. Como mínimo de 5.5% anual. No promover esa meta es renunciar a nuestra obligación más elemental: buscar el bien común a la mayor velocidad posible. Lampadia