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Incrustaciones liberales en las conversaciones cotidianas

A propósito del libro BICENTENARIO ¿Nada que celebrar? De Pedro Morillas

Fausto Salinas Lovón
Cusco
Para Lampadia

Esta semana se presentó en el Cusco, al igual que en Lima dos semanas atrás, el libro BICENTENARIO ¿Nada que celebrar? de Pedro Morillas. Un texto ligero de 253 páginas, editado por Saxo, que contiene las conversaciones de tres personajes alternadas con una historia novelada de los antepasados de estos tres protagonistas: un caballero trujillano centenario, su hijo septuagenario y un sobrino. A través de este libro Pedro Morillas, un empresario reconocido antes que un literato, ha dado lo que Vargas Llosa llama el “viaje a la ficción”.  Desde la ficción y con la libertad que esta otorga, nos lleva por un conjunto de relatos, en distintos tiempos y circunstancias, que muestran la realidad cotidiana de nuestro país, su historia y sus orígenes. Como en todas las conversaciones cotidianas de los peruanos, el autor a través del libro pasa revista de la actualidad política, el pasado violento, las utopías revolucionarias, las crisis económicas, el mercantilismo empresarial, el racismo, la brujería, el carácter aventurero de nuestros conquistadores, entre muchos otros temas, para mostrar las luces y sombras de la identidad peruana. El libro no tiene la pretensión de decirnos si debemos celebrar o no el Bicentenario. Tiene el mérito de darnos razones para pensar de una u otra manera. Sin embargo, tal vez el mayor mérito del autor este inclusive más allá de eso, esté en haber recreado las conversaciones cotidianas de los peruanos, esas a través de las cuales, en cafés, reuniones familiares, bares, clubes, universidades, sindicatos o panderos se imagina y se resuelven los problemas del país, todos los días.

Pero el autor, a través de sus relatos y probablemente sin quererlo, ya que no es un activista político, ni siquiera un liberal confeso, ha incrustado el libro de muchas ideas. Hay en este texto entonces, incrustaciones de todo tipo. Incrustaciones empresariales (provenientes de su trayectoria), cosmopolitas, históricas, políticas, sociales. Sin embargo, las que me interesa destacar, advirtiendo de que quizás el propio autor no se haya percatado del sentido de sus propios relatos, son aquellas que yo llamo las incrustaciones liberales en el pensamiento de Pedro Morillas. Que, al igual que sus relatos, están en todas las conversaciones cotidianas, sin que las personas siquiera se den cuenta.

Las incrustaciones liberales que encuentro en esta obra y que están también en las conversaciones cotidianas de los peruanos son, entre otras, las siguientes:

  • En primer lugar, su “viaje a la ficción”. Mario Vargas Llosa cree que “no es impropio decir que sin la ficción la libertad no existiría y que, sin ella, la aventura humana hubiera sido rutinaria e idéntica”. Morillas al saltar a la ficción contribuye de un modo concreto en la causa de la libertad, de la libertad de creación intelectual y de pensamiento.
  • El alegato en pro de la libertad de información y en contra la manipulación mediática, el adoctrinamiento y el adormecimiento religioso, que se ve en las páginas de este libro, no solamente es liberal, sino actual en tiempos de monotonía informativa patrocinada por el gobierno y de interesada tergiversación hacia lo “políticamente correcto”. No hay nada que destruya más la libertad que la oscuridad o la tergiversación.
  • La preocupación por la corrupción, la idoneidad pública y el cumplimiento de la ley, puntos de partida de todas las conversaciones peruanas, también son una preocupación liberal, aunque algunos personajes de la obra exageran la nota y pretenden dejar entre paréntesis los derechos humanos o pasar a juicios y ejecuciones sumarias, lo cual ciertamente sale del molde liberal.
  • La preocupación por la educación básica de los personajes del libro y de todos los peruanos tiene que ver con una preocupación profundamente liberal: la “igualdad de oportunidades”.
  • El alegato en favor del férreo cumplimiento de la Ley, que cruza el libro en diversos momentos y que reclaman los ciudadanos en toda conversación, son también una piedra angular de este tipo de ideas.
  • Las reflexiones sobre el crecimiento chino actual y las libertades económicas en ese país, van en la misma dirección, así como el alegato en favor del desarme y la ausencia de ejércitos, que ya estuvieron presentes en las disquisiciones de Adam Smith acerca del costo y riesgo para la libertad que pueden implicar los ejércitos.
  • Finalmente, en los relatos de Pedro Morillas hay una declarada preocupación por la pobreza y el atraso. Esta preocupación es la principal de la agenda nacional junto con la inseguridad. “Ninguna sociedad puede ser próspera y feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y miserables”. Pero, esto último, no lo dice el autor, lo dijo Adam Smith en la Riqueza de las Naciones, pero parece calcado en varios de los relatos del libro que comentamos.

No es posible saber si el autor decidió incrustar su texto de estas ideas o si estas fueron fluyendo, como pensamos, del simple sentido común que todos tenemos y cuya raíz, proviene de la libertad del espíritu. Lo cierto es que estas ideas se hallan presentes, incrustadas como diamantes, en las conversaciones cotidianas de los peruanos, aunque estos no sepan su verdadera raíz liberal. Lampadia