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Decisiones políticas con consecuencias sociales y morales

Un niño que muere por diarrea, un adulto mayor que sufre una intoxicación, un barrio inundado, cortes diarios de agua, sobrecostos por compra de baldes de agua, escasez permanente, pérdidas de flujos de agua, perdidas de facturación; una larga lista de impactos sociales que no vienen del aire; vienen de malas decisiones que se toman con alegría y sin sentido moral.

Aguas servidas en San Juan de Lurigancho

Después de la desgracia de San Juan de Lurigancho, muchos dicen que es culpa de SEDAPAL. Pero eso no es correcto. Sus gerentes y trabajadores pueden ser más o menos responsables de lenidad, desidia y falta de capacidades; pero no son los principales responsables de las desgracias que trasuntan las primeras líneas de esta nota.

Los verdaderos responsables son los políticos que diseñaron y mantienen la empresa pública llamada SEDAPAL. Ellos tomaron la decisión de crear y mantener SEDAPAL y las demás EPS que a lo largo y ancho del país siembran desastre tras desastre.

Ellos, los políticos, son los responsables de haber tomados decisiones que se acomodaban a intereses políticos de corto plazo, confundiendo la popularidad, el populismo y la ideología, con decisiones de gobierno. Ellos tienen que asumir las consecuencias sociales y morales de los males que terminan imponiendo a una población inerme ante su gran irresponsabilidad.

Pero los políticos no son los únicos responsables de esta situación. También llevamos culpa en la sociedad en su conjunto, especialmente en la clase dirigente no política, por no combatir el error.

Hoy por hoy, de poco sirve ya, señalar responsables de las decisiones del pasado. Hoy tenemos que hacer responsables a los políticos que no corrijan esta barbaridad, sobre todo, siendo conscientes de que hay estructuras de servicio alternativas.

Veamos:

Una empresa privada, en una o más concesiones bien diseñadas, pueden ofrecer cobertura universal de agua y desagüe, servicio de agua las 24 horas, agua de buena calidad, y menores costos de servicio a los más afectados que hoy tienen que comprar el agua en baldes, mejor disposición de aguas servidas, y menos desperdicio del recurso; que SEDAPAL y todas las EPSs.

Un buen contrato de concesión establece ‘KPIs’ detallados o indicadores clave de rendimiento o performance, con los que se miden los alcances de la concesión en aspectos de inversión, mantenimiento y servicio. Según ellos se puede remunerar y castigar al concesionario. Además, por supuesto, en los contratos se incluyen las responsabilidades sobre todo tipo de contingencias. (KPI = key performance indicator).

En resumen, así como la calidad de servicio eléctrico y de telecomunicaciones cambió en el Perú, luego de las respectivas privatizaciones y concesiones, una concesión moderna puede ser muy específica en la fijación y monitoreo de los respectivos estándares.

Como con todas las trampas políticas que llevan a situaciones como las del servicio de agua y desagüe en el país, para salir de ellas solo hace falta liderazgo político. Un liderazgo que debe basarse en una comunicación efectiva a los ciudadanos de los pro y contra de de las estructuras alternativas del servicio público, así como el combate de ideas a los trasnochados que hasta ahora pululan sin ser contrastados.

Pero además del requisito de liderazgo, desde hoy, luego de las reiteradas desgracias producidas por el servicio de agua y desagüe en el Perú, tenemos que hacer responsables de cualquier nuevo evento y de la pésima calidad de servicio, a los políticos, en cuyas manos está cambiar la organización actual.

No reaccionar ahora, e iniciar la ruta de corrección de los defectos que nos impactan todos los días es, sin dudas, inmoral.

Hay responsables, señalémoslos. No más decisiones políticas con consecuencias sociales y morales. Lampadia