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Otra campaña navideña

Por: Patricia Teullet
Perú21, 14 de Noviembre del 2022

“Si cada persona organiza un grupo para “adoptar” una olla común, una escuela, el ala de un hospital, para dar a esos niños un juguete, vestido, sonrisa, esta Navidad habrá ayudado a llevar el loable y necesario objetivo comercial a algo más trascendente”.

Dependiendo del lugar, luego de Halloween empieza con fuerza la campaña de Navidad, con anuncios que abarcan desde el panetón hasta juguetes o costosos perfumes.

Hace unas semanas, los niños de la olla común Dios es Amor se adelantaron, no con la lista a “Papá Noel”, sino con carteles pintados por ellos, para desear una feliz Navidad y pedir, desde una sonrisa, ropa “para ellos y sus amigos”, hasta una “table”. Soñar siempre es posible y para los niños puede ser difícil medir cuán lejos se puede estar de ese sueño.

Lenny nos cuenta que no tiene papás, pero quiere que esta Navidad sea motivo de alegría para él y su hermanito. En la tapa de una caja, una niña pequeña pide abrigos y frazadas. Ariana desea que los visitemos y Soledad pide solo una sonrisa. Wilma pide ropas y bendiciones, y Xiomara, Cristel, Juan, Alexsandra y Maycol solo piden regalos y una visita.

No tengo la lista de esta olla común ni de otras que intentan ayudarse en una época de crisis, desempleo e inflación. Los adultos apenas consiguen alimentos, pero los niños necesitan juguetes y regalos, no solo alimentos, salud y educación, pues están expuestos a la publicidad de lo que otros reciben, tienen y les sobra. Y, en su inocencia, lo piden también.

Si cada persona organiza un grupo para “adoptar” una olla común, una escuela, el ala de un hospital, para dar a esos niños un juguete, vestido, sonrisa, esta Navidad habrá ayudado a llevar el loable y necesario objetivo comercial a algo más trascendente. Solo se necesita un esfuerzo y mirar, no la Nochebuena repartiendo juguetes viejos en las esquinas, sino con un poco más de tiempo, intentando, en lo posible, llevar y obtener una sonrisa. Es un acto de caridad que otorgará mayor felicidad a quienes dan y a quienes reciben.




¿Peleamos o nos vamos?

¿Peleamos o nos vamos?

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Para Lampadia

Esas deben ser las preguntan que se hacen muchos peruanos, particularmente de las clases medias, al ver que la complicidad de la autoridad electoral, la del Ministerio Público y del gobierno tirarán al tacho de la basura nuestro derecho a la autenticidad electoral y nos impondrán de presidente al títere de un libreto autoritario neo senderista.

¿Peleamos o nos vamos?

Todos podemos pelear, entendiéndose este verbo en el sentido de defender nuestro país, nuestras libertades, nuestra democracia, nuestro futuro y nuestro destino. No todos se podrán ir del país en busca de otras opciones.

Sin embargo, pelear será difícil.

Vean a Richard Muro Macedo, un peruano que decidió salir a defender su voto y la democracia junto a su esposa y sus familiares, a quienes el neo senderismo los atacó con palos, piedras y látigos en pleno Jirón de la Unión, como ajusticiaba sendero en los andes en los 80s. Esos que ahora atacan con palos y piedras, en semanas controlarán la policía, el ejército, la SUNAT y todo el aparato estatal.

Miren a los periodistas de Willax, a quienes la osadía de denunciar la corrupción en vacunas, votos, cupcakes, planillas y a los Dinámicos del Fraude ya los puso en la picota, a pedido de los mismos investigados, a quienes el sistema de justicia hace caso de inmediato.

Vean a los empresarios WONG (cuyo coraje parece estar ausente en las cúpulas empresariales limeñas), que han sostenido una ventana libre en el país a costa de ponerse en vitrina para el apedreo de sus centros comerciales, terminales, empresas e inversiones y de la persecución política que se les viene.

Miren al Juez Electoral Arce, a quien salvar su voto y no avalar el fraude le cuesta la inmediata respuesta de los comedidos de la JNJ que al mismo tiempo que se apuran para desaforarlo, duermen sobre los expedientes de los jueces corruptos a los cuales no destituyen pese a los meses de sueldo que ya han cobrado.

Vean a Beto Ortiz, al periodista Carlos Paredes, a Manuel Merino, a Antero Flórez Araoz, a todo el que se atreve a disentir, discrepar u obrar en contra de la argolla caviar y del neo senderismo. El escarnio público, la destrucción mediática, el ataque físico y la amenaza de la cárcel es la respuesta a su pelea por la democracia.

Pelear será difícil. Estamos avisados. Sin embargo, para quienes no puedan tomar maletas y buscar otros aires, que son la mayoría de los peruanos, no habrá otro camino. Tendrán que hacerlo. Tendrán que aprender a defender la democracia, sin violencia, pero con firmeza, con energía.  De lo contrario, tendrán que esperar décadas en silencio, de rodillas, para que al igual que los cubanos, sólo el hambre les haga comerse el miedo a una dictadura y salir recién a pelear por su libertad. Lampadia




“BELLO DURMIENTE”

“BELLO DURMIENTE”

Rafael Venegas
Director Independiente de Empresas; Senior Advisor Spencer Stuart
Para Lampadia

Es un derroche de amor, el suelo mío y es que es el hijo del sol, el Perú mío. Es un gigante al que arrullan sus anhelos. Bello durmiente que sueña frente al cielo. Este, su sueño, comparten tres amadas. Desnuda costa, ilusionada. Exuberante, la selva apasionada y una tímida sierra enamorada.

¡Te amo, PERÚ!

Estos versos que son parte de la letra de la genial canción ¨Bello Durmiente¨ de Chabuca Granda, grafican poéticamente lo espectacular que es nuestro país. Rico en recursos y bellezas naturales. Mientras que su título nos recuerda que estamos adormilados y no aprovechamos las enormes riquezas que poseemos a lo largo y ancho de nuestras tres regiones, costa, sierra y selva, a las que le agregaría el extenso y acaudalado mar.

Chabuca nos evoca lo mismo que hace mas de siglo y medio expresó Antonio Raimondi en su famosa frase, ¨El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro¨. Ambos nos llaman la atención por no ser capaces de unirnos y aprovechar las extraordinarias riquezas que poseemos como país, en favor de todos los peruanos. Esta realidad es la lamentable historia de nuestra vida republicana, que en unos meses mas cumplirá dos siglos de existencia.

Pero Chabuca y Raimondi no descubrieron nada nuevo ya que todos los peruanos sabemos perfectamente que esto es cierto y que, en mayor o menor medida es culpa de nosotros mismos.

Somos nosotros los que elegimos a gobernantes de mediocres para abajo, éstos a su vez generan las absurdas e irresponsables normas y la burocracia que son causa directa de la nefasta corrupción y de todo tipo de delitos, que no son sancionados debidamente por una ¨flexible¨ justicia y una reinante impunidad al servicio de la corrupción. Si a estos males les sumamos el tremendo deterioro de la ética y la falta de valores a todo nivel, mas la cada vez peor educación de nuestra niñez y juventud, tenemos el círculo vicioso perfecto.

Dado este terrible y desolador escenario nos preguntamos: ¿Existe alguna forma de despertar al Bello Durmiente? La respuesta obvia sería no, pero si hacemos un tremendo esfuerzo de optimismo, podríamos al menos soñar que si la hay.

De hecho, siempre hay soluciones posibles para los problemas, así estos sean gigantes. En este caso también la hay, pero está claro que su implementación sería tremendamente complicada. Esto debido a que este enorme problema esta enquistado en nuestro país. Es nuestro modus vivendi. Sin embargo, siguiendo un terco y fantasioso optimismo, veamos que se podría hacer.

Toda solución a un problema grande comienza por un análisis y reconocimiento de las causas y de los que las generaron (los culpables). Luego del mea culpa se debe sancionar adecuadamente, hacer un franco propósito de enmienda y generar las medidas de control y los candados para que no vuelva a suceder. Luego se acuerda y firma un nuevo compromiso con todas las partes involucradas y finalmente se procede a la implementación del nuevo plan (Basado en un Análisis FORD del Perú, tal como lo comentamos en artículos pasados publicados en Lampadia).

Hago énfasis en el tema del reconocimiento (mea culpa) y de las sanciones (castigos), porque la ausencia de estos elementos es la causa principal del fracaso y el caos, mientras que su firme presencia es la principal causa del éxito.

En el caso que nos ocupa, las causas las conocemos perfectamente y fueron descritas en un párrafo anterior. En cuanto a los culpables, todos sabemos quienes son los ¨activos¨, pero nunca consideramos a los ¨pasivos¨.

Culpables no son solo los que delinquen conscientemente como los corruptos, los traficantes de influencias, los funcionarios públicos irresponsables, los que negocian con su poder, los que roban o lucran con bienes públicos, los que toman decisiones públicas en provecho propio, etc. Estos son en su gran mayoría funcionarios o servidores públicos, pero también hay algunos empresarios. Ellos son los ¨culpables activos¨.

Pero también son culpables los que permiten que esto suceda y los que se dedican solo a criticar y siguen egoístamente con sus actividades lucrativas sin importarles el resto. Estos son los ¨culpables pasivos¨ y todos nosotros, en alguna medida lo somos por estar dormidos y no hacer nada al respecto.

Hace solo unos días Michael Porter, profesor emérito de la Universidad de Harvard y consultor experto en competitividad de los estados, dictó una conferencia virtual para ejecutivos y empresarios del foro Perú Sostenible 2020. Porter que conoce bien al Perú, sostuvo que la marcha de un gobierno, así como su éxito o fracaso, no es sólo tarea del Estado sino de una combinación Estado-Empresa. También afirmó que esto que él llama ¨Valor Compartido¨, es una clara característica de los países que vienen consiguiendo mayor bienestar y crecimiento en el mundo.

Porter argumentó que la Empresa puede satisfacer necesidades sociales muchísimo mejor que el gobierno, pues tiene mejores capacidades estratégicas y mayor talento. Aseveró que creer que la empresa se dedica solo a sus negocios y que el estado hace todo lo demás, es una visión muy simplista e ineficiente. Su consejo es que dado los problemas por los que atraviesa actualmente el país, es absolutamente necesario que el empresariado de una vez por todas se involucre y aporte sus competencias para complementar el trabajo del estado.

Esto, que mas que un consejo fue una llamada de atención, es una clara alusión a uno de los grupos mas relevantes de los ¨culpables pasivos¨: el empresariado. Pero el consejo no fue sólo para las empresas, lo fue también para el gobierno, para que sea este quien genere la nueva relación Estado-Empresa y también para la población en general, para que de una u otra forma participe en la solución.

Hay muchas cosas por hacer y el camino es muy largo y difícil, pero si no damos los primeros pasos cada uno desde sus respectivas trincheras, nuestro bello y rico país seguirá durmiendo y seguiremos siendo un mendigo sentado en un banco de oro. Podemos empezar eligiendo a mejores gobernantes en las próximas elecciones. Para esto debemos informarnos adecuadamente exigiendo a las autoridades electorales que sean muy estrictos en el filtro de candidatos y a estos demandarles que presenten detalladamente sus planes y los equipos técnicos que los acompañaran. Por su parte las empresas deben hacer propósito de enmienda e iniciar una participación mucho mas efectiva, a través de gremios profesionales y mucho mas activos en el desarrollo del valor compartido Estado-Empresa.

¡Propiciemos el despertar del Bello Durmiente, aunque sea pasito a paso!  Lampadia




La verdad sobre el Puerto de Pisco

La verdad sobre el Puerto de Pisco

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 19 de junio de 2020
Para Lampadia

El Puerto General San Martín de Pisco tiene detractores. ¡Qué duda cabe! Además, qué – o quién – no tiene detractores en esta vida. Sin embargo, lo que algunos no quieren reconocer es que hay gente que está a favor de la modernización y ampliación del puerto. En realidad, somos más los peruanos que respaldamos el Puerto de Pisco, que aquellos que se oponen a él.

La razón es muy sencilla. Desde el punto de vista logístico – aparte de ahorrar costos, tiempo, y riesgos de accidentes – el Puerto de Pisco descongestiona el Puerto del Callao. Descongestiona el tráfico infernal de Lima y El Callao. Y descongestiona la Carretera Panamericana… en el tramo Pisco – Lima. ¿Cuántos accidentes – y cuántas horas perdidas – se evitan? ¿Y la huella de carbono que ello conlleva? ¡Cómo que el Puerto de Pisco no tiene impacto vial y ambiental positivos!

Hace poco el tema en debate fue el dragado del puerto. Los mismos detractores de hoy, anunciaron – entonces – el apocalipsis de la Bahía de Paracas. Pues bien. El dragado se hizo correctamente. Y el tiempo le dio la razón al concesionario. Ahora el puerto es más profundo y puede atender a barcos de mayor calado que antes. Y – lo más importante – no ha habido ninguna afectación al ambiente, ni a la fauna y flora marina y costera.

Ahora, el tema en debate es el almacén de concentrados de minerales que el concesionario pretende construir para ampliar las operaciones del puerto. A ese respecto – al igual que en el tema del dragado – la prensa viene siendo utilizada para propalar un cúmulo de falsedades que – en aras de la verdad – merecen ser aclaradas.

Dicen – estos detractores del puerto – que los concentrados van a estar expuestos al viento de Paracas. Falso. El almacén será un recinto cerrado, con presión interior negativa. Es decir, las partículas de minerales no podrán salir del almacén a la intemperie. Más aún. Los camiones que transportarán los concentrados – aparte de estar dotados de tolvas herméticamente cerradas – serán aspirados y lavados dentro del almacén. El circuito del agua para el lavado de camiones será cerrado. O sea, cero vertimientos.

Para el embarque de concentrados se utilizarán contenedores – también cerrados – que descargarán el material dentro de las bodegas de los barcos, las cuales contarán con un sistema de nebulización para que ninguna partícula de mineral salga al medio ambiente.

Sigamos el ejemplo de muchos puertos impecables que hay en el mundo. Me vienen a la memoria dos que conozco personalmente: el de San Francisco en Estados Unidos, y el de Ciudad del Cabo en Sudáfrica. Puertos que además de terminales logísticos – limpios y seguros – son destinos turísticos y recreacionales. Puertos donde conviven en perfecta armonía barcos, astilleros, grúas y contenedores, restaurantes y hoteles, parques, teatros, campos deportivos, y tiendas de todo tipo.

Puertos donde la gente va a pasear y a recrearse… sobre todo niños. Puertos donde – por encima de todo – se respecta la naturaleza: aves, animales, peces, y plantas. ¡Impecables!

Vamos. El Puerto de Pisco va a generar mucho progreso y bienestar a la población de Paracas, San Andrés y Pisco. El fondo social comprometido redundará en la mejora significativa de la salud y educación de los pisqueños. Incluso, en la mejora de los servicios de limpieza pública y agua potable que hoy por hoy está en estado ruinoso. En realidad, medio Perú se beneficiará con el Puerto de Pisco. Lampadia




Donde no manda presidente… manda gobernador

Donde no manda presidente… manda gobernador

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 31 de enero de 2020
Para Lampadia

El refrán original es en sentido contrario: “Donde manda capitán, no manda marinero”. Y se refiere al – universalmente aceptado – principio de autoridad, el cual se aplica a todo tipo de instituciones: Organizaciones Públicas, Fuerzas Armadas, Empresas, Instituciones Educativas, y demás. Incluso, en las familias… donde manda capitán no manda marinero. Eso lo aprenden – a la fuerza – todos los niños del mundo. Y ¡qué decir del mundo animal! ¿Acaso la gallina no manda sobre sus pollitos?

Ahora bien. Del principio de autoridad se deriva el principio de subordinación. En el Estado peruano la autoridad máxima es – o debiera ser – el Presidente de la República. Sin embargo – por lo visto en el caso del proyecto minero Tía María – el principio de autoridad y subordinación no siempre se aplica. Efectivamente, todos los peruanos hemos sido testigos de que – en el caso en cuestión – la autoridad es el Gobernador Regional de Arequipa, y el subordinado es el Presidente de la República. O sea, al revés de la lógica jerárquica.

Lo cual no quiere decir que esté bien. Al contrario. Eso de tener un Presidente blandengue y pusilánime es un problema. ¡Haber cedido a las amenazas de Cáceres Llica, lo pinta de cuerpo entero! Incluso haber expuesto a jóvenes policías a recibir todo tipo de insultos – y pedradas – sin permitirles hacer uso de su legítima fuerza… ni siquiera para defenderse. ¡Qué quieren que les diga!

Pero peor aún resulta haber privado a miles de peruanos de trabajar y prosperar en un proyecto que – a todas luces – iba a generar riqueza y bienestar a Islay, a la región Arequipa, y al país entero. Además ¿cuántos otros proyectos – mineros y no mineros – dejarán de ejecutarse en nuestro país luego del fracaso de Tía María? ¿De qué valen los Estudios de Impacto Ambiental aprobados – con audiencias públicas de por medio – y las licencias y permisos legalmente otorgados, si el propio Presidente de la República puede arrugar a última hora, ante cualquier objeción o protesta?

Las cosas claras y el chocolate expreso. El Presidente Vizcarra ha herido gravemente a la minería y a la economía peruana en su conjunto. Mucho más de lo que él mismo se imagina. Ha echado a perder 4,000 empleos directos y 30,000 empleos indirectos. Él – y no el mundo… como suele decir – es uno de los principales responsables de los magros resultados económicos y sociales de los últimos meses de nuestro país. ¡Qué nos importa que Venezuela esté peor! ¡Y que Chile esté como esté! A nosotros nos importa el Perú. Y muchos peruanos están sin trabajo. Y eso – ciertamente – impacta en la inseguridad ciudadana, que cada día está peor.

Y que no nos venga con críticas a Southern Perú… la empresa que iba a hacer el proyecto Tía María. Él fue contratista de la empresa, y luego exitoso Gobernador Regional de Moquegua – la Capital del Cobre Peruano – donde la minería, con Southern a la cabeza, coadyuvó a que su región ostente uno de los mayores Índices de Desarrollo Humano (IDH) del país.

Mal. Muy mal todo lo que ha sucedido con el proyecto minero Tía María. ¡Un fracaso! Faltó liderazgo. Faltó capitán que mande. El “donde no manda presidente… manda gobernador” nos salió caro. Recontra caro. Lampadia




El Estado en contra de las inversiones

El Estado en contra de las inversiones

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 13 de diciembre de 2019
Para Lampadia

Grandes, medianos y pequeños. Los empresarios privados son los mayores generadores de trabajo, riqueza y bienestar. Hablando de inversión a nivel nacional, se estima que los empresarios privados – sobre todo los pequeños y medianos – aportan alrededor del 80%. Y el Estado – o sea, la inversión pública – alcanza apenas al 20% de todo lo que se invierte en el país.

En otras palabras. Mucho más se invierte en empresas privadas que producen todo tipo de bienes y servicios, que en carreteras, redes de agua y alcantarillado, escuelas, hospitales, etc. ¡4 veces más!

También se sabe que el principal origen de los fondos que se invierten en el país, son locales. Es decir, los inversionistas son – en su gran mayoría – peruanos.

Dicho esto ¿cómo explicar que el Estado maltrate tanto a los inversionistas privados? ¿Acaso el Estado no está para facilitar la generación de trabajo, riqueza y bienestar para la población?

Obviamente, lo van a negar. Pero es así. Las burocracias municipales – sobre todo las distritales – constituyen los mayores obstáculos para los inversionistas privados. Incluso, para las inversiones públicas.

Las Licencias de Construcción han devenido en un escollo tremendo para las inversiones. A ese respecto, las municipalidades se han convertido en unas cajas negras donde si no hay marmaja bajo la mesa… piña. ¡No hay licencia! Y lo mismo ocurre con las Licencias de Funcionamiento de hoteles y restaurantes, tiendas, locales industriales, etc.

La pregunta es ¿y los órganos de control? ¿Y la Policía y el Poder Judicial? ¿Y la Defensoría del Pueblo? En general ¿qué hace el Estado para corregir tamaño maltrato? NADA. Peor aún. El Estado forma parte de las mafias que se oponen al desarrollo empresarial en nuestro país.

Y así por el estilo. Los municipios provinciales y los Gobiernos Regionales son parte de las redes que se oponen a las inversiones. Repito. Inversiones públicas e inversiones privadas. Y el Gobierno Central, igual.

Aunque parezca mentira, Proinversión es una gran traba para las inversiones en el país. Y los ministerios también. Entre ellos, se traban unos a otros. Ambiente y Cultura son claramente anti inversionistas. La pujante y sacrificada pequeña minería iqueña ha sido ilegalizada por el Ministerio de Cultura. Yo puedo dar fe de ello. El Ministerio del Ambiente – y su séquito de Organismos Públicos Descentralizados – se opone al desarrollo portuario de Ica. Su proceder los delata.

¿Qué espera el Gobierno para corregir tanta inoperancia? No se sabe. Pero lo cierto es que los rankings de competitividad denotan este deterioro de manera objetiva, sistemática, y crónica. Cada publicación resulta más de lo mismo. “El Perú cae “x” posiciones en el Ranking Mundial de Competitividad. Cada vez es más difícil y engorroso invertir en el país. La tendencia se mantiene desde hacen 10 años”.

Conclusión: el Gobierno está en otra cosa. No le interesa la competitividad del país. Y menos, las inversiones. El Gobierno está en lo que está. Lo único que le interesa es la confrontación política. La seudo lucha contra la corrupción. Y digo “seudo” porque es falsa. El Gobierno – en el fondo – no está luchando contra la corrupción. Me refiero a la corrupción menuda… por así decirlo. A la golpea directamente a la población. A la corrupción brava. Lampadia




Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Chile: la paradoja del bienestar y de la desigualdad

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Un foro organizado por el Instituto de Estudios Internacionales de la PUCP y por la Fundación Konrad Adenauer sobre la crisis chilena produjo explicaciones interesantes acerca de qué explica la explosión social que estamos viendo en el país más desarrollado de Sudamérica que no solo casi ha eliminado la pobreza, sino que ha reducido la desigualdad y ha masificado bienes de consumo de estatus.

Esa fue la pregunta que se formuló Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales de Chile. Y su respuesta se resume en cinco factores:

La paradoja del bienestar

En las últimas 3 décadas Chile ha experimentado un acelerado proceso de modernización capitalista. El PBI per cápita pasó de $3 mil en 1989 a $24 mil en la actualidad. El consumo de estatus (automóviles, viajes, etc.) se ha masificado. ¿Entonces, por qué quieren incendiarlo todo? Una parte de la respuesta es la siguiente: cuando las sociedades mejoran su bienestar cambian y aumentan sus expectativas. El logro de un deseo engendra otro deseo mayor, anulando la satisfacción que produjo el logro anterior. Se trata de “bienes posicionales”: proveen bienestar en tanto pocos los tengan. Desde el momento en que su disfrute se masifica, dejan de dar bienestar.

Por ejemplo, en Chile el 70% de los universitarios son hijos de padres que no fueron a la universidad. Al ingresar a la universidad y profesionalizarse, esperaban encontrar un estatus de prestigio, de alta renta, de privilegio. Pero en la medida en que la asistencia a la universidad es masiva, ese efecto se pierde.

Entonces se busca otros bienes, mayores. Se engendran nuevas expectativas. Si no se pueden alcanzar, hay problemas.

La Paradoja de la desigualdad

Todas las sociedades son desiguales. El problema no es la desigualdad, sino la falta de legitimación de la desigualdad. Las fuentes de legitimidad de la desigualdad son:

  • la promesa de la expansión del consumo y del bienestar, pues en la medida en que sigo mejorando no presto atención a los mayores bienes de otros
  • y la meritocracia, en el sentido de que, si me esfuerzo, obtengo lo que quiero.

Lo que ha ocurrido en Chile es que ambas fuentes de legitimación han sido afectadas. La expansión de consumo se ha vuelto más lenta debido a la desaceleración económica que ya tiene varios años. Y la crítica al sistema educativo, por ejemplo, base de la meritocracia, agudiza la percepción de una desigualdad inmerecida, producto del privilegio y la cuna. Deja al descubierto la herida de la desigualdad.

Peña citó a Alexis de Tocqueville, quien sostenía que en las sociedades democráticas hay dos pasiones: por la igualdad y por el consumo. Pero ambas son contradictorias, pues se consume para diferenciarse.

Falta de Modernización (¿y tamaño?) del Estado

La sociedad, según Peña, ha evolucionado más rápidamente que el Estado, que no se ha modernizado. Sigue siendo básicamente el mismo Estado del siglo pasado. El economista de Macroconsult, Elmer Cuba, en la discusión, aportó un cuadro que indicaba que Chile, teniendo el PBI per cápita más alto de Sudamérica tiene, sin embargo, el segundo gasto público como porcentaje del PBI más bajo.

En palabras de Cuba, lo que estamos viendo en Chile es un reclamo por más gasto público. Por un cierto Estado de bienestar. El propio Cuba advirtió, sin embargo, que el elevado gasto público de varios otros países de Sudamérica es claramente deficitario e inviable (Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia), y deberá ajustarse. De otro lado, el PBI per cápita chileno, si bien es el más alto de Sudamérica, es todavía la mitad del que gozan las economías avanzadas que tienen, en promedio, un PBI per cápita de US$ 50.4 mil y un tamaño de Estado de 40% del PBI.

Anomia generacional

Carlos Peña señaló como otro factor detrás de los sucesos de Chile la “anomia” de la generación nacida en los 90. Es decir, una generación que no se orienta por valores y normas dadas por la sociedad o la cultura o los padres, sino que riñe con la autoridad y las reglas. Lo que hay es un proceso de individuación en que cada uno se construye su propia visión, sus propias normas. Y esto, agrega Peña, es una gigantesca fuente de generación de nuevas expectativas sociales.

Desanclaje o ruptura con la política

Un quinto factor, vinculado al anterior, es, según Peña, la “pérdida de la política”. Explicó que en décadas pasadas las preferencias políticas eran influenciadas por la posición de las personas en la estructura social. Si se era pobre, era probable que votara por la izquierda, por ejemplo. Pero ese clivaje ya no existe. La clase social ya no es un predictor del voto. Grupos medios de pasado proletario, por ejemplo, votaron por Sebastián Piñera en la última elección. Las preferencias se han vuelto veleidosas, líquidas. La narrativa de la liberación de clase ha perdido vigencia.

Habría que ver, sin embargo, cómo juega esta constatación con el hecho del aparente triunfo de la narrativa “anti modelo neoliberal” en Chile. De hecho, el propio Peña reconoció que la izquierda chilena que ha estado en el gobierno varios lustros se avergüenza de su propia obra y deja el espacio a la izquierda pre moderna antimperialista de los 60 y 70s.

Carlos Meléndez, por su parte, reforzó en cierto sentido la tesis de Peña al presentar cuadros que mostraban un desapego y rechazo crecientes a las grandes opciones partidarias que hasta hace poco rigieron la política chilena.

En el siguiente cuadro se observa como los partidos vienen perdiendo enraizamiento en la sociedad chilena. Así, la identificación de la población con las dos grandes coaliciones en Chile fue disminuyendo hasta el 2015 e incrementándose hasta un 60% aquellos que no se identifican con ninguna de las dos opciones políticas.

Y en el siguiente cuadro se observa cómo las identidades negativas el 2015 eran bastante más numerosas que las identidades positivas. Es decir, el porcentaje de personas que rechazaban o detestaban a la “Alianza”, por ejemplo, era mucho mayor a los partidarios de esa coalición. Y lo mismo con la “Concertación” o “Nueva Mayoría”. Y los que se encuentran en la intersección, que rechazan a ambas coaliciones, serían personas antisistema, explica Meléndez.

Carlos Peña termina diciendo que es un error moralizar el problema. Se moraliza cuando no sabes cómo explicarlo. Lo de Chile no es un asunto de justicia o injusticia. Tampoco constituye un rechazo a modelo neoliberal o a modernización capitalista. No. Es la expresión de las contradicciones inherentes a los procesos modernizadores. Citó a Raymond Aron que sostenía que la modernización es una dialéctica de progreso y desilusión, es un proceso ciclotímico. El Perú todavía está aún en fase de progreso.

Carlos Peña concluyó advirtiendo que en América Latina en general el eje izquierda – derecha tiende a ser sustituido por la oposición populismo – anti populismo (populismo como la oposición entre una pequeña elite corrupta y abusiva y el pueblo virtuoso y estafado). Esta es hoy la mayor amenaza a la democracia en América Latina. Lampadia




El Mercado como bien público

Muchas veces se entiende al concepto de bien público como un ofrecimiento de algún bien, valga la redundancia, o servicio que se ha obtenido gracias a las arcas del Estado, que a su vez viene de los impuestos de la población. En este artículo se discutirá si el mercado, tal y como lo conocemos hoy en día, se podría tomar no solo como un bien público más, sino como uno que brinda no solo un alto grado de satisfacción a las necesidades humanas y sirve a la vez como un soporte vital de la sociedad en la que vivimos. Nuestro análisis es un resumen del ensayo de la Fundación para el Progreso de Chile: El Mercado como bien público, de julio pasado.

El primer punto es comprender cómo la ausencia de intercambios se relaciona con la desolación humana. Es importante, en este sentido, un principio moral que el mercado promueve, cual es la cooperación entre personas de toda índole y de diferentes contextos. Estas interacciones, más que por un accionar del Estado o algún ente privado, se da por el incentivo personal a intercambiar, por la búsqueda común de un escenario más beneficioso para todos los actores. Adicionalmente, la historia nos reafirma que la cooperación humana es una de las claves del progreso de la humanidad, desde sus comienzos hasta ahora. Esto nos daría a entender que la ausencia hipotética de un mercado en el cual la gente coopera y se conoce nos habría limitado sustancialmente, al punto de restringirnos conocimientos sumamente importantes como el lenguaje y las tradiciones.

El segundo punto tiene que ver con el relevante papel del mercado en la cooperación social a lo largo de la historia. Esto se ve reflejado en la historia de la supervivencia en la antigüedad, desde que comenzamos a cazar para cubrir una necesidad, hasta que este proceso se fue refinando, al punto de realizar esta clase de intercambios no solo porque lo necesitábamos, sino por los beneficios que dicho intercambio traería a los participantes del mismo. Con este creciente deseo de intercambiar bienes y servicios con un valor determinado, vinieron otros avances de la sociedad que desencadenaron lo que es hoy en día la civilización como la conocemos. Entre estos están la división del trabajo, la estabilidad de la posesión de ciertos bienes y la noción del derecho de propiedad; todas estas constituyen principios básicos de la cooperación dentro de una sociedad y, desde esta perspectiva, tuvieron la oportunidad de ser exploradas gracias a rol que cumple el mercado como facilitador de las mismas.

En tercer lugar, se puede hacer una interesante analogía entre la historia del lenguaje y la de los intercambios económicos. En palabras de Hayek, “el lenguaje no sería de ninguna utilidad para su único poseedor” esto dado que su único valor se encuentra cuando se interactúa con otra persona. De la misma forma, las experiencias mutuas dentro del mercado hacen que los bienes hacen que el valor de los bienes, transados en este sistema, tengan un componente subjetivo sumamente importante. En base a esto, la humanidad ha encontrado las maneras de desarrollar nuevos y mejores modelos para crear sus propios bienes simbólicos, los cuales están basados, a su vez, en simbolismos ideales para nuestra sociedad. Para cerrar el argumento, se puede argüir que la confianza dentro de un mercado aumenta en cuanto sus derechos de propiedad estén garantizados dentro de su contrato social, lo cual solo se refuerza mediante el intercambio dentro de un espacio orgánico, como el de un mercado.

En cuarto lugar, se puede ver que en varios episodios de la historia, distintos Gobiernos y otras figuras de poder han entrado al ecosistema del mercado y a otros ámbitos de la vida social. Estas intrusiones han tenido sus lados positivos y negativos. Entre lo positivo, se tiene a la garantía de los derechos de propiedad privada, la solución de las irregularidades del mercado y la protección del consumidor o de algunos de los productores dentro del mercado. Entre lo negativo, tenemos a las irregularidades que genera la misma intervención en el mercado, como las preferencias de un sector sobre otro o la sobre-regulación que le resta dinamismo a las interacciones. Resulta, últimamente, irónico que la mayor intervención dentro de un mercado con el fin de hacer que este opere de manera más justa y resuelta, devengue en un escenario, muchas veces, poco justo para los involucrados en el mismo, al proponer un exceso de regulaciones y restringir la cooperación espontánea entre los actores del mercado.

En quinto lugar, se presenta la idea del Mercado como uno de los bienes públicos más importantes de cualquier sociedad. Es decir, se puede apreciar que el mercado funciona como un ecosistema cooperativo en el cual todos somos bienvenidos siempre y cuando podamos aportar al mismo; de esta forma, todo el que se lo proponga podría mejorar sus condiciones. Sin embargo, existen otros fundamentos cuasi-simbólicos que sirven como base para llevar a cabo cualquier cooperación; un ejemplo de ello es la legalidad de los contratos que dentro del mercado se engendren y esto solo se puede conseguir siempre y cuando no haya un afán intervencionista consistente que juegue en contra del dinamismo dentro del mercado. Siendo ello así, el Mercado entra a la palestra como un bien público que asegura las libertades que dan paso a estas interacciones y, por ende, a los beneficios y avances que brindan dichas interacciones para la sociedad.

En conclusión, el Mercado, tomado como un ecosistema de intercambios que provoca cambios beneficiosos en la sociedad puede ser tomado como uno de los bienes públicos más provechosos para la sociedad como un todo. También se puede alegar que la ausencia de un Mercado dentro de una sociedad limitaría mucho el progreso de esta y el bienestar de los que podrían participar en el intercambio. Además, se puede tomar a este ecosistema como el lugar en el cual creamos la idea de valor aplicada a los bienes que podamos apreciar, puesto que dicha idea solo puede ser concebida tras una serie de interacciones entre los agentes del mismo ecosistema (en este caso, el mercado). Sin embargo, distintos fenómenos han mermado su utilidad en los últimos años; de entre ellos, resalta un alto grado de intervencionismo por parte de los bloques que ostentan el poder y otras intromisiones en el dinamismo de la cooperación proveniente del intercambio. Es decir, toman una serie de relaciones orgánicas, creadas entre uno o más agentes con el fin de obtener un beneficio y las hacen dificultosas. Todo esto culmina en cuanto apreciamos la capacidad del Mercado como punto de interacción para agentes de toda índole dentro de un mercado, que crea bienestar conforme funciona correctamente y sienta las interacciones que generan el concepto del valor como lo conocemos. Siendo, de esta forma, un bien público que vale la pena analizar y proteger. Lampadia




El empleo ya no es suficiente

Como presentamos en Lampadia: Auge de empleos en países ricos, el desempleo – principal problema económico que aquejaba a los países en el  período de la pos-guerra – se ha extinguido en buena parte de los países desarrollados gracias a los beneficios provistos por la globalización, el libre comercio y el mismo sistema capitalista, durante finales del siglo XX y todo el siglo XXI (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

En este espectro de países, EEUU constituye uno de los casos más emblemáticos dado que en los últimos meses no solo se han observado mínimos históricos en sus tasas de desempleo (ver Lampadia: Economista predice el crecimiento de EEUU) , sino que también se han reflejado notables mejoras en la calidad de sus empleos – en su mayoría, formales – y también en el crecimiento de los ingresos de los menos remunerados (ver Lampadia: EEUU: Crecen salarios de los menos remunerados).

Esta discusión del tema laboral como un problema multidimensional que va más allá de la misma empleabilidad y que integra cuestiones que tienen que ver con la calidad de los empleos, la seguridad social y la movilidad de los ingresos se encuentra muy presente entre los hacedores de política en las economías modernas. En un reciente artículo escrito por Michael Spence, Premio Nobel de Economía 2001, que compartimos líneas abajo, se ahonda en la problemática actual que lidian estos países.

Lo que refleja este nuevo enfoque de ver el empleo, claramente expone como la misma mejora de la calidad de vida ha volcado a los economistas a volverse más sofisticados en su tratamiento de los problemas sociales, buscando siempre constantes progresos en el bienestar.

Y curiosamente este es un enfoque que hace mucha falta en nuestro país, dada la precariedad del empleo existente en nuestros trabajadores – el 73% de la PEA es informal, según el INEI, y el 49% de la PEA con educación superior son subempleados, según el Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico.

El desempleo coyuntural – producto de la desaceleración del crecimiento – por el que puede estar pasando actualmente la economía peruana no debe desenfocarnos de los problemas estructurales que experimenta su mercado laboral por más de una década, como son la informalidad y la baja productividad. Solo a través de una verdadera reforma laboral, que flexibilice los marcos de contratación y despido (ver Lampadia: La reforma laboral que los peruanos necesitan) se podrá generar un quiebre en pos de la mejora de los trabajadores peruanos. Lampadia

Más allá del desempleo

Project Syndicate
28 de mayo, 2019 
Michael Spence
Glosado por Lampadia

Durante buena parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la política económica se concentró en el desempleo. Las masivas pérdidas de empleo de la Gran Depresión (que sólo se revirtieron cuando esa guerra, y la deuda inmensa que se acumuló para financiarla, reactivaron el crecimiento económico) tuvieron un impacto duradero en al menos dos generaciones. Pero el empleo es sólo un aspecto del bienestar, y en el mundo actual, no es suficiente.

Las pautas de crecimiento que se dieron entre la Segunda Guerra Mundial y más o menos 1980 fueron mayoritariamente benignas. Aunque hubo recesiones, el desempleo se mantuvo reducido. La participación de los trabajadores en el ingreso fue subiendo gradualmente, y los grupos de ingresos medios, en particular, alcanzaron una mayor prosperidad y movilidad ascendente. En EEUU y en otros países, el mandato del banco central era sencillo: mantener el pleno empleo y tener a raya la inflación.

Este énfasis en el desempleo subsiste, y se refleja, por ejemplo, en la discusión en torno de la inteligencia artificial y la automatización, que está cada vez más centrada en el temor al desempleo tecnológico. A la economía estadounidense, en tanto, se la considera relativamente sana, porque el desempleo está en mínimos históricos, hay crecimiento moderado y la inflación está contenida.

Pero las pautas de crecimiento benignas de hace unas décadas ya no existen. Es verdad que hay economías cuyos problemas principales tienen que ver con el crecimiento y el empleo. En Italia, por ejemplo, el crecimiento del PBI durante las últimas dos décadas ha sido insignificante, y el desempleo se mantiene alto, por encima del 10% (llegando casi al 30% para los jóvenes). Asimismo, en economías en las primeras etapas de desarrollo, el objetivo dominante de la formulación de políticas es incrementar la cantidad de empleos, para ofrecer oportunidades a los jóvenes que entran al mercado laboral y a los pobres y subempleados en los sectores tradicionales.

Pero el empleo es sólo el primer paso. En las economías modernas, los problemas de empleo son multidimensionales, y las personas empleadas tienen grandes inquietudes en una variedad de áreas que incluyen la seguridad, la salud, el equilibrio trabajo‑vida personal, el ingreso y la distribución, la capacitación, la movilidad y las oportunidades. De modo que las autoridades deben mirar más allá de las mediciones simples de desempleo y considerar las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar.

Tomemos por ejemplo la seguridad laboral. En períodos de cambio estructural acelerado, hay creación, destrucción y transformación de empleos, y cambian las habilidades que se les piden a los trabajadores. Esto genera inseguridad, incluso habiendo programas y políticas de apoyo, y la situación se pone mucho peor cuando el Estado hace mutis por el foro.

Incluso aquellos trabajadores que no han perdido el empleo pueden ver su bienestar disminuido por el temor a perderlo. Al fin y al cabo, en un tiempo de niveles extremos de desigualdad de riqueza, relativamente pocos tienen capacidad para protegerse por sí mismos contra variaciones bruscas de la situación de empleo y de los ingresos o para invertir grandes sumas en recapacitación. Según una encuesta reciente de la Reserva Federal de los EEUU, cuatro de cada diez adultos estadounidenses serían incapaces de cubrir con efectivo un gasto inesperado de 400 dólares.

En este contexto, se vuelven todavía más importantes el diseño y la cobertura de los sistemas de seguridad social y de los servicios sociales. Pero en vez de reforzar las redes de seguridad social, algunos gobiernos y empresas están tratando de ahorrar dinero mediante la subcontratación de funciones relacionadas con beneficios como la atención de la salud, las pensiones y el seguro de desempleo.

Otra dimensión del problema del empleo es el ingreso. En casi todas las economías desarrolladas, o tal vez todas, hay un incremento comprobado de la polarización laboral y de ingresos, que obedece en parte a la creciente divergencia entre la productividad (en aumento) y la remuneración (estancada) de muchos empleos de bajos y medianos ingresos.

La extranjerización o automatización de muchos empleos poco cualificados amplió la oferta de mano de obra para trabajos no automatizables en los sectores económicos no transables. El hecho de que el producto marginal del trabajo poco cualificado es menor, combinado con el deterioro de mecanismos de negociación colectiva eficaces, contribuyó a la desigualdad de ingresos. Si bien en algunos países medidas como la política tributaria redistributiva han contrarrestado en parte estas tendencias, no la han revertido.

Una tercera dimensión del problema del empleo es la equidad. Casi todos comprenden que, por diferencias de capacidades y preferencias, las economías de mercado no producen resultados enteramente igualitarios. Pero una aceptación amplia de la desigualdad sólo es posible en la medida en que esta sea moderada y esté fundada en el mérito. Una desigualdad extrema basada en un acceso privilegiado y no meritocrático a oportunidades y remuneraciones (algo que puede verse hoy en muchos países) es socialmente corrosiva.

Esto está muy relacionado con una cuarta cuestión: las perspectivas de movilidad ascendente. Es posible que hasta cierto punto se le esté dando una importancia exagerada a la desigualdad de oportunidades, al menos en EEUU. Se da por sentado que en cuanto una persona consigue conectarse con una red en particular (por ejemplo, asistiendo a una de las grandes universidades de la “Ivy League”), su acceso a oportunidades de empleo mejora considerablemente, y con él, sus perspectivas de progreso socioeconómico.

No hay duda de que algo de verdad hay en esto. Existen en los mercados, estructuras de red reales, con importancia en casi todas las esferas (aunque no aparezcan en la mayoría de los modelos). Algunas de estas estructuras (por ejemplo, mecanismos para la transmisión de información confiable) son benignas. Otras (como las que se racionan según la clase social o, en la actualidad, según la riqueza) son más problemáticas.

Por ejemplo, el reciente escándalo de las admisiones que involucró a ocho prestigiosas universidades estadounidenses demostró de qué manera padres ricos pudieron comprarles a sus hijos un lugar en la élite educativa. Pero, aunque un título de una universidad importante puede abrir puertas (sea porque transmite señales de capacidad extraordinaria o porque confiere pertenencia a influyentes redes de egresados), dista de ser el único modo de obtener acceso a oportunidades valiosas.

En EEUU, en particular, hay una gran cantidad de establecimientos de educación superior de calidad, públicos y privados, con graduados distinguidos, en áreas tan diversas como la administración de empresas, las humanidades y la educación. De modo que el camino a las oportunidades no es tan estrecho como muchos creen.

Esto no quiere decir que no haya un problema de deterioro de la movilidad ascendente, tanto en relación con el pasado cuanto en comparación con otros países occidentales. Por el contrario, las causas de esta tendencia han sido objeto de una valiosa investigación que debería inspirar la formulación de políticas.

Y esa es precisamente la cuestión: no hay soluciones simples. Ya no es posible medir la salud de una economía, y mucho menos el bienestar de sus trabajadores, con una sola cifra (la proporción de personas con empleo). Por eso se necesita un abordaje más elaborado que tenga en cuenta las muchas dimensiones del empleo con incidencia sobre el bienestar de las personas. Lampadia

Traducción: Esteban Flamini

Michael Spence, premio Nobel de economía, es profesor de economía en la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y miembro principal de la Hoover Institution. Fue el presidente de la Comisión independiente sobre Crecimiento y Desarrollo, un organismo internacional que, desde 2006-2010, analizó las oportunidades para el crecimiento económico mundial, y es el autor de The Next Convergence – The Future of Economic Growth in a Multispeed World.




Hacia una teoría económica ajustada

La ciencia económica, cuyo origen histórico se remonta a la publicación de aquella famosísima obra del filósofo y economista escocés Adam Smith publicada en 1776, “La riqueza de las naciones”,  se ha caracterizado por ser objeto de una constante lucha de diversas escuelas de pensamiento que buscaban su predominio en su enseñanza tanto en el método como en la teoría.

En lo concerniente a la teoría, tras la publicación del libro de Smith a finales del siglo XVIII, el pensamiento de la escuela clásica predominó durante todo el siglo XIX y una pequeña parte del siglo XX, hasta la llegada de la crisis del crack del 29 en EEUU, la cual puso en tela de juicio uno de los principales supuestos de la teoría clásica: los mercados son eficientes.

A partir de ahí, el keynesianismo empezó a ser la regla de política económica en prácticamente todo el mundo desarrollado, hasta la llegada de la estanflación en la década de los 70 – inflación con estancamiento del PBI- un fenómeno que esta escuela no podía explicar con su instrumental teórico vigente, y que, la teoría de expectativas racionales, liderada por el Nobel de Economía Robert Lucas Jr. pudo explicar.

Es a partir del éxito de Lucas que, aunque implícito en la escuela clásica, se introduce fuertemente el supuesto de racionalidad de los individuos, sobre el cual descansa toda la teoría económica “mainstream” que, hasta el día de hoy, domina la enseñanza de la gran mayoría de facultades de economía en las universidades.

Sin embargo, este supuesto, aunque predominante en la academia, ha sido objeto de duras críticas recientemente por parte de economistas que argumentan que fue el principal causante de que la teoría económica no pudiera predecir la crisis financiera mundial del 2008, debido al comportamiento errático observado en los agentes económicos.

Ante ello, hay quienes proponen que se empiece a reformular la teoría relajando este supuesto y las alternativas no se han hecho esperar. La más famosa es la revolución generada por la economía del comportamiento, liderada por los economistas Daniel Kahneman, Richard Thaler y Robert Shiller.

Como indica un reciente artículo de Fareed Zakaria, titulado “¿Es el fin de la teoría económica? (ver artículo líneas abajo) en la revista Foreign Policy, “Lo que mostraron los economistas del comportamiento es que el supuesto de racionalidad en realidad produce malentendidos y malas predicciones”.

Como Zakaria indica, asumir que los individuos maximizan su utilidad y/o beneficios durante todo momento en el tiempo, no parece ser una forma útil de comprender por qué las sociedades actúan de la manera en que lo hacen.

De hecho los individuos no solo pensamos, también sentimos y parecería razonable que la teoría económica pudiese modelar estos comportamientos emocionales, de manera que mejore sus dotes predictivos y sea de mayor utilidad para los tomadores de política.

La discusión, sin embargo, sigue siendo cuál es la manera adecuada de hacerlo. El supuesto de racionalidad, con todas las limitaciones que ostenta, ha sido muy útil, en particular, para formular política macroeconómica tanto monetaria como fiscal, dada la simplicidad matemática que provee a los modelos. Por ello, consideramos que no debería ser descartado en el ámbito de la macroeconomía, por lo menos.

Por otra parte, en el ámbito de la microeconomía, en los hogares, la economía del comportamiento puede brindarnos nuevas reflexiones y de hecho, podría revolucionar esta rama desde sus cimientos, si es que ya no lo está haciendo.

Otra discusión que Zakaria también pone en la mesa es que se debe recurrir a las otras ciencias como la sociología o la ciencia política, además de la economía, que fue la panacea para comprender los fenómenos sociales.

En este respecto, no podemos estar más de acuerdo. Siempre el ámbito multidisciplinario permite acércanos más a la realidad, y más aún si estudiamos la realidad humana. Por ello, bien haría la ciencia económica en incorporar conceptos de estas otras ciencias sociales, como lo viene haciendo con la sicología, a través de la economía del comportamiento.

Todo sea para que la teoría económica pueda ser una verdadera expresión del mundo y se conduzca hacia el que debería ser su principal objetivo: generar bienestar y mejorar la calidad de vida. Lampadia

¿El Fin de la Teoría Económica?

Los seres humanos rara vez son racionales, así que es hora de que todos dejemos de fingir que lo son

El 29 de marzo de 2018, la estatua de Fearless Girl mira la escultura de Wall Street Charging Bull en Nueva York. (Volkan Furuncu/Anadolu Agency/Getty Images) 

Fareed Zakaria
Foreign Policy
22 de enero, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

En 1998, cuando la crisis financiera asiática estaba causando estragos en lo que habían sido algunas de las economías de más rápido crecimiento en el mundo, el New Yorker publicó un artículo que describía los esfuerzos de rescate internacional. Presentó el perfil del super diplomático de la época, un hombre de gran idea que The Economist había comparado recientemente con Henry Kissinger. El neoyorquino fue más allá y observó que cuando llegó a Japón en junio, este oficial estadounidense fue tratado “como si fuera el general [Douglas] MacArthur”. En retrospectiva, tal reverencia parece sorprendente, dado que el hombre en cuestión, Larry Summers, era un nerd desaliñado y algo incómodo que servía como secretario adjunto del Tesoro de los EEUU. Su extraordinario estatus se debe, en parte, al hecho de que Estados Unidos era entonces (y sigue siendo) la única superpotencia del mundo y el hecho de que Summers era (y sigue siendo) extremadamente inteligente. Pero la razón principal de la bienvenida de Summers fue la percepción generalizada de que poseía un conocimiento especial que evitaría el colapso de Asia. Summers era un economista.

Durante la Guerra Fría, las tensiones que definían el mundo eran ideológicas y geopolíticas. Como resultado, los expertos superestrellas de esa época fueron aquellos con experiencia especial en esas áreas. Y los formuladores de políticas que podrían combinar un entendimiento de ambos, como Kissinger, George Kennan y Zbigniew Brzezinski, ascendieron a la cima del montón, ganándose la admiración de los políticos y el público. Sin embargo, una vez que terminó la Guerra Fría, los problemas geopolíticos e ideológicos se desvanecieron en importancia, eclipsados ​​por el mercado global en rápida expansión a medida que los países anteriormente socialistas se unieron al sistema de libre comercio occidental. De repente, el entrenamiento intelectual más valioso y la experiencia práctica se convirtieron en la teoría económica, que se vio como la salsa secreta que podía hacer y deshacer a las naciones. En 1999, después de que la crisis asiática disminuyera, la revista Time publicó un artículo de portada con una fotografía de Summers, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Robert Rubin, y el Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, y el titular “El Comité para Salvar el Mundo”.

En las tres décadas transcurridas desde el final de la Guerra Fría, la economía ha disfrutado de una especie de hegemonía intelectual. Se ha convertido en el primero entre iguales en las ciencias sociales y también ha dominado la mayoría de las agendas políticas. Los economistas han sido muy buscados por las empresas, los gobiernos y la sociedad en general, y sus perspectivas se consideran útiles en todos los ámbitos de la vida. La economía popularizada y el pensamiento de tipo económico han producido un género completo de libros más vendidos. La raíz de toda esta influencia es la noción de que la economía proporciona el lente más poderoso a través del cual entender el mundo moderno.

Esa hegemonía ya ha terminado. Las cosas comenzaron a cambiar durante la crisis financiera mundial de 2008, que tuvo un impacto mucho mayor en la disciplina de la economía de lo que se entiende comúnmente. Como señaló Paul Krugman en un ensayo de septiembre de 2009 en el New York Times Magazine, “pocos economistas vieron venir nuestra crisis actual, pero este fallo predictivo fue el menor de los problemas del campo. Más importante fue la ceguera de la profesión ante la posibilidad misma de fallas catastróficas en una economía de mercado”. El izquierdista Krugman no fue el único en hacer esta observación. En octubre de 2008, Greenspan, un libertario de toda la vida, admitió que “todo el edificio intelectual… se derrumbó en el verano del año pasado”.

Para Krugman, la razón era clara: los economistas habían confundido “la belleza, vestida con matemáticas de aspecto impresionante, con la verdad”. En otras palabras, se habían enamorado del supuesto rigor que se deriva de la suposición de que los mercados funcionan perfectamente. Pero el mundo había resultado ser más complejo e impredecible que las ecuaciones.

La crisis de 2008 puede haber sido la llamada de atención, pero fue solo la última señal de advertencia. La economía moderna se había basado en ciertas suposiciones: que los países, las empresas y las personas buscan maximizar sus ingresos por encima de todo lo demás, que los seres humanos son actores racionales y que el sistema funciona de manera eficiente.

Pero en las últimas décadas, un nuevo y convincente trabajo de estudiosos como Daniel Kahneman, Richard Thaler y Robert Shiller ha comenzado a mostrar que los seres humanos no son predeciblemente racionales; de hecho, son predeciblemente irracionales. Esta “revolución del comportamiento” dio un golpe debilitante a la economía dominante al argumentar que lo que quizás fue el supuesto central de la teoría económica moderna no solo era incorrecto sino, aún peor, inútil.

En las ciencias sociales, generalmente se entiende que las suposiciones teóricas nunca reflejan la realidad, son abstracciones diseñadas para simplificar, pero proporcionan una forma poderosa de entender y predecir. Lo que mostraron los economistas del comportamiento es que el supuesto de racionalidad en realidad produce malentendidos y malas predicciones. Vale la pena señalar que uno de los pocos economistas que predijeron tanto la burbuja punto-com que causó el colapso del 2000 como la burbuja de la vivienda que causó el colapso del 2008 fue Shiller, quien ganó el Premio Nobel en 2013 por su trabajo en economía del comportamiento.

Los eventos recientes han clavado aún más clavos en el ataúd de la economía tradicional. Si la gran división de la política del siglo XX fue sobre los mercados libres, las divisiones clave que surgieron en los últimos años incluyen inmigración, raza, religión, género y todo un conjunto de temas relacionados con la identidad y la cultura. En el pasado uno podía predecir la elección de un votante en función de su posición económica, hoy en día los votantes están más motivados por las preocupaciones sobre el estatus social o la coherencia cultural que por el interés propio económico.

Si la economía no ha logrado captar con precisión los motivos del individuo moderno, ¿qué pasa con los países modernos? En estos días, la búsqueda de maximizar las ganancias no parece ser una forma útil de comprender por qué los estados actúan de la manera en que lo hacen. Muchos países europeos, por ejemplo, tienen una mayor productividad laboral que los Estados Unidos. Sin embargo, los ciudadanos deciden trabajar menos horas y tomar vacaciones más largas, disminuyendo su producción, porque, podrían argumentar, priorizan la satisfacción o la felicidad sobre la producción económica. Bután ha decidido explícitamente buscar la “felicidad nacional bruta” en lugar del producto interno bruto. Muchos países han reemplazado los objetivos orientados exclusivamente al PBI con estrategias que también hacen hincapié en la sostenibilidad ambiental. China aún coloca al crecimiento económico en el centro de su planificación, pero incluso tiene otras prioridades iguales, como preservar el monopolio del poder del Partido Comunista, y utiliza mecanismos de libre mercado para hacerlo. Mientras tanto, los populistas de todo el mundo ahora otorgan mayor valor a la conservación de empleos que a la creciente eficiencia.

Permítanme ser claro: la economía sigue siendo una disciplina vital, una de las formas más poderosas que tenemos para entender el mundo. Pero en los precipitados días de la globalización posterior a la Guerra Fría, cuando el mundo parecía estar dominado por los mercados y el comercio y la creación de riqueza, se convirtió en el dominio dominante. La disciplina, la clave para entender la vida moderna. El hecho de que la economía se haya deslizado de ese pedestal es simplemente un testimonio del hecho de que el mundo está desordenado. Las ciencias sociales difieren de las ciencias duras porque “los temas de nuestro estudio piensan”, dijo Herbert Simon, uno de los pocos académicos que sobresalieron en ambos. A medida que intentemos comprender el mundo de las próximas tres décadas, necesitaremos desesperadamente la economía, pero también la ciencia política, la sociología, la psicología, y quizás incluso la literatura y la filosofía. Los alumnos de cada una deben retener algún elemento de humildad. Como dijo Immanuel Kant, “De la madera torcida de la humanidad, nunca se hizo nada recto”. Lampadia




Más de la mitad de los peruanos quieren irse del país

Más de la mitad de los peruanos quieren irse del país

EDITORIAL DE LAMPADIA

Es terrible realizar que, si tuviesen la oportunidad, la mayoría de peruanos se iría del país. Peor aún, que el 71% de los jóvenes entre 18 y 24 años piensan igual. Es muy triste pensar que la única razón por la que muchos peruanos, especialmente jóvenes, emigrarían es por el mal manejo político de nuestros gobiernos. No hay peor indicador que el de tus jóvenes pensando en emigrar. Tenemos que interpretarlo como un país donde parte de su población está dispuesta a rendirse y mudarse a algún otro lugar del mundo.

Pero es muy importante destacar que el destino de ese deseo de emigrar está en economías de mercado más sólidas y estables que el Perú. Estados Unidos, España, Brasil, Chile e Italia concentran el 70% de los destinos principales, y en el caso de los jóvenes maduros, entre 25 y 39 años, quienes ya tienen familias que cuidar, ese indicador llega al 76%.

En una reciente encuesta realizada por Ipsos para El Comercio (desarrollada entre el 12 y 14 de setiembre del 2018, con una muestra de 1,266 entrevistados), el 58% de peruanos están dispuestos a salir del país si tuvieran la oportunidad, y 33% tiene planes concretos para hacerlo.

El Perú pasó por una crisis similar hace años, sin embargo, desde el regreso de la inversión privada, los peruanos dejaron paulatinamente de proyectar sus vidas fuera del Perú. Esto se debió principalmente a las mejores condiciones que veían en nuestro país, con una mejora de los indicadores de pobreza, desigualdad, empleo, ingresos e inclusión, los cuales hacían del Perú un país muy atractivo para desarrollarse y vivir.

Lamentablemente, los actuales escándalos de corrupción y la crisis política, más la frenada de la economía, han revertido esta tendencia y se ha incrementado nuevamente el deseo de emigrar. Esta tendencia a la baja, este grave problema ya lo veníamos anunciando en Lampadia (ver: En el 2011 se dio el Punto de Inflexión de nuestro Desarrollo), donde afirmamos que en el Perú el 2011 marcó dos puntos de inflexión, uno social y otro económico, que fueron causados por el ‘gobierno de la inclusión’. En el aspecto social, se produjo un punto de quiebre en la reducción del nivel de anemia en niños menores de tres años, luego de una sostenida reducción entre el 2007 y el 2011. Y en lo económico se paró la inversión minera y toda la cola de inversión en el resto de la economía.

Todo esto ha acelerado la tendencia del deseo de emigrar. No solo el 58% tiene el interés de emigrar, sino que la cifra aumenta a 71% entre los jóvenes de 18 a 24 años. Lo mismo sucede con las cifras de si ya tienen planes concretos para hacerlo, donde el total poblacional es de 33%, pero entre los jóvenes la cifra aumenta a 44%.

A nivel global, según Gallup, el deseo de migrar es de solo 14%. Una prueba irrefutable de que nuestra población ha perdido buena parte de su confianza en el futuro del país.

Lo más dramático aún es el caso de nuestros jóvenes:

  • El deseo de emigrar de los jóvenes es de 71% a nivel nacional
  • El deseo de emigrar en Lima es de 59%.
  • El deseo de emigrar en Lima se ha vuelto a disparar.

Estas cifras se han mantenido (o reducido ligeramente) con respecto a la información que publicamos el año pasado en Lampadia: Recrudece el deseo de emigrar. Sin embargo, la tendencia general sigue siendo muy adversa.

Según este gráfico, el porcentaje de aquellos que quieren emigrar este año es similar al inicio de la gran emigración que se vivió en la década pasada. Para que se tenga una idea, el promedio de peruanos que en la década de los noventa se fueron del país, según datos oficiales del INEI fue de casi 50 mil personas cada año. Esa cifra, en el 2002 subió a 79 mil, en el 2006 llegaría a 214 mil, en el 2009 a 247 mil, cifra más alta desde 1990.

¿A dónde se quieren ir los peruanos?

El país más popular para emigrar es EEUU, con 28%, a pesar de la actitud xenófoba del presidente Trump y las trabas a la inmigración. El segundo país es España (13%), seguido por Brasil (11%), Chile (11%) e Italia (7%), sumando entre ellos un 70% del total.

Quizás esto va relacionado con los países a los que admiran, en combinación con las facilidades de acceso a dicho país, o más bien por que saben que su futuro depende de su esfuerzo personal y de hacerlo en un lugar que puedas progresar, y no como se pinta el Perú de siempre, en que remas, pero al final estás en la misma orilla.

Entre los países más admirados tenemos a EEUU (13%), Japón (8%) y España (5%).

Como mencionamos anteriormente, es interesante notar que los peruanos proyectan sus vidas fundamentalmente a economías de mercado. Donde están dispuestos, tal como los 3’000,000 de peruanos que ya están en el exterior, a cumplir las leyes, a trabajar largas horas, a educar a sus hijos, a participar en la vida cívica de sus países de residencia, y a enviar dinero a sus familiares en el Perú.

Los peruanos fuera del Perú expresan nuestra verdadera naturaleza, somos gente de bien, pero en la patria, en el sistema en que vivimos, actuamos como si estuviéramos en una selva. Lo que está mal no es el hombre, es el sistema.

Queda claro que el peor indicador de la salud del país es el que hoy expresan sus ciudadanos y, especialmente sus jóvenes, con su deseo de emigrar. Ese indicador nos dice que la salud de nuestro Perú no está bien. Y si no actuamos desde la realidad, solo se seguirán empeorando las cosas.

Por lo tanto, la clave para crear mayor bienestar y volver al Perú un país atractivo para nuestros jóvenes es crear riqueza y oportunidades para que ellos puedan desarrollarse acá, con sus familias, sus amigos y su comida.

Hasta el inicio de la segunda década del siglo, el crecimiento económico ha sido la mejor política de bienestar y desarrollo. Pero los enemigos de la modernidad se han ocupado de desdibujar nuestros logros y llevarnos a una mezcla de confusión y pérdida de fe en el futuro.   

En Lampadia hemos llegado a afirmar que ‘El Perú es Infinito’, dado su inmenso potencial de desarrollo. Lamentablemente, ese potencial no estará siempre con nosotros. El mundo está cambiando a toda velocidad y nuestras capacidades pueden desaparecer en los próximos 20 años. Ver: Estrategia para la generación de empleo y creación de riqueza en los próximos 20 años en el Perú.

Hoy día se están multiplicando las voces que quieren llevarnos de regreso al oscurantismo de la constitución del 79, y están socavando la confianza de los peruanos en todo aquello que nos permitió pasar de ser un ‘Estado Fallido a ‘Estrella Internacional. Todavía podemos hacerla, pero es urgente actuar de inmediato.

Los datos duros que muestran nuestra realidad actual, deberían ser suficientes para que aparezca una propuesta política disruptiva que recoja los valores de la modernidad y rechace palmariamente la pre-historia, que hoy se señorea ante la pasividad de la clase dirigente no política. Solo imaginemos lo que podemos hacer en el curso correcto, buena voluntad y unión de los peruanos. Lampadia

Abajo compartimos unos cuadros adicionales con mayor detalle (fuente: El Comercio):




Del caos en los hospitales… al bienestar de los pacientes

Fernando Cillóniz B.
Gobernador Regional de Ica
Ica, 17 de agosto de 2018
Para Correo Ica y Lampadia

Nunca jamás imaginé encontrar tanto maltrato, tanta indolencia, y tanta corrupción como la que había en los hospitales Ica. Yo sabía de la crueldad de las colas de amanecida. Pero tal nivel de maltrato a los pacientes… jamás. Por ello – aún sin tener experiencia en la materia – me propuse solucionar el problema.

Inmediatamente, ciertos médicos corruptos – léase… las vacas sagradas del Hospital Regional – pretendieron hacerme creer que se trataba de un problema presupuestal. Falta plata… decían. Para esa gente, la culpa la tenía el Gobernador Regional. Ellos se juraban inmaculados.

No pasó ni un mes para darme cuenta de que el problema no era presupuestal. Eran ellos mismos – los médicos indolentes que abandonaban su trabajo – los que generaban las colas interminables.

Aunque la situación era parecida en los demás hospitales, veamos el caso puntual del Hospital Regional. ¡Lo que es tener liderazgo e idoneidad profesional y moral! Desde que la Dra. Diana Bolívar – Gerente Público de SERVIR – asumió la dirección del hospital, las cosas cambiaron radicalmente. Había que golpear a la mafia… y les dimos de alma. Una pandilla de médicos, enfermeras y técnicos – de mal vivir – eran el problema. Salimos de ellos – con todas las de la ley – y las mejoras vinieron una tras otra… a ritmo vertiginoso.

El Hospital Regional de Ica no es el John Hopkins de los EEUU… considerado – por muchos – el mejor hospital del mundo. Pero… comparado con el caos que heredamos cuando asumimos el Gobierno Regional, la mejora es abismal.

Ahora ¡no hay colas en ningún hospital de Ica! Incluso en el Regional… donde – sin aumentar el presupuesto – hemos triplicado la atención. De 200 paciente por día, ahora estamos atendiendo a 600. Y algunos días pasamos los 1,000.

El Hospital Regional de Ica es – ahora – un hospital de alta complejidad. Antes referíamos a Lima al 10% de pacientes… ahora sólo el 0.3%. Prácticamente todos los casos complejos están siendo atendidos en Ica.

Ahora hacemos:

  • Diagnósticos de cáncer
  • Tratamientos de quimioterapia
  • Cirugía oncológica general y ginecológica.
  • ¡Se acabó el martirio de tener que ir a Neoplásicas en Lima!
  • En cardiología – además de pruebas de esfuerzo, ecografías Doppler, e implantes de Marcapasos
  • Este fin de mes haremos la primera cirugía cardiovascular en la historia del hospital.
  • Gracias al Recuperador Sanguíneo – que estaba tirado por ahí – estamos haciendo cirugías a corazón abierto.
  • Así mismo, al poner en operación al equipo de Urodinamia – que estaba refundido… adrede – estamos a la vanguardia en diagnósticos y curaciones urológicas complejas.

Nuestros especialistas – altamente calificados… jóvenes y no jóvenes – están haciendo intervencionismo en gastroenterología, neurología y neurocirugía. Brindan atención psicológica y psiquiátrica especializada. Nuestros servicios de dermatología, oftalmología y hemodiálisis son de primera. Tenemos un estupendo sistema de telemedicina con el Instituto Nacional del Niño de San Borja… y con otros hospitales del país y del exterior.

Contra lo que dicen algunos amargados, el hospital está bien equipado y bien abastecido de insumos, materiales y medicamentos.

Yo no soy ningún experto en salud pública. Pero – como cualquier ciudadano de a pie – sí sé de pesares, gratitudes, maltratos… y otros sentimientos humanos. Pues bien… al Hospital Regional acuden cada vez más pacientes, asegurados y no asegurados. Incluso pacientes asegurados de EsSalud, y pacientes de otras regiones. Y todos coinciden en señalar que el Hospital Regional – y la salud pública en general – ha mejorado mucho en Ica.

Los únicos criticones son los funcionarios sancionados… y sus defensores:

  • El Colegio Médico de Ica
  • Los Congresistas
  • Los Consejeros Regionales que los apañan
  • Los periodistas chantajistas que forman parte de la mafia

En fin…  ni caso. Más bien, reconozcamos a la buena gente.

  • Gracias Doctor Constantino Vila… Director Regional de Salud.
  • Gracias Doctora Diana Bolívar… Directora del Hospital Regional.
  • Gracias directores de los demás hospitales de la región.
  • Gracias a todos los médicos, enfermeras, técnicos, y servidores de la salud de Ica.

¡Salud por la salud de los iqueños! Lampadia