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Chile regresa a la economía de mercado

Después de cuatro años en los que Chile abandonó las políticas públicas que lo hicieron distinguirse del resto de la región latinoamericana, el socialismo decimonónico del segundo gobierno de Bachelet hizo colapsar la inversión, el crecimiento y alentó las disputas “entre los buenos y los malos”.  

Chile había logrado un crecimiento acumulado que prácticamente eliminó la extrema pobreza y dotó a sus ciudadanos de servicios y condiciones de vida, que les permitían ambicionar, con sustento, el alcanzar el status de país desarrollado.

El afamado historiador británico, Niall Ferguson, lo puso muy claro en una de sus visitas al sur: “Chile ha sido el país más inteligente de la región, pero ahora está ejerciendo su derecho a ser estúpido”.

El bache de Chile es típico de gobiernos dirigidos por la ideología, antes que por el afán de desarrollo integral de sus pueblos.

En Perú nos pasó algo muy parecido, pues en uno de los mejores momentos de nuestra historia, el 2011, optamos por un gobierno del nacionalismo, altamente ideologizado y que no entendía que había que sumar y multiplicar, en vez de restar y dividir.

Pero a diferencia de Chile, en que cuatro años después, el gobierno de Piñera apunta a corregir los errores y dar un nuevo salto adelante; en el Perú, de la mano del ‘gobierno de lujo’ de PPK, no se cambió de discurso, no se corrigieron los errores, se confrontó al Congreso y, con una clamorosa falta de liderazgo, nos precipitamos en la crisis generalizada que hoy nos abruma.

Veamos que pasa en Chile, ya que nuestros medios son incapaces de rescatar las lecciones que necesitamos aquilatar.

Sebastián Piñera arrancó su segundo gobierno en minoría, sin control de las cámaras de diputados y senadores. Su enfoque, desde el primer día, evita toda confrontación y, más bien, lo sustenta en un llamado a ‘Cinco grandes acuerdos nacionales’.

Luego de jurar como presidente, Sebastián Piñera toma juramento colectivo a sus ministros.
Foto de: El Telegrafo

La ceremonia de cambio de mando en el Congreso no incluyó discursos del presidente saliente, ni del entrante. Horas después, desde la casa de gobierno, el flamante presidente propuso: Cinco grandes acuerdos nacionales:

“Convoco a todos mis compatriotas, y muy especialmente a los parlamentarios, a cinco grandes acuerdos nacionales: Por la infancia – Por la seguridad ciudadana – Por una salud oportuna y de calidad para todos – Por la paz en La Araucanía – Para alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza, durante los próximos ocho años.

Infancia: “No solo porque ellos son nuestro futuro, sino porque una Patria grande, justa y solidaria no puede fallarle a ninguno de sus hijos sin fallarse a sí misma”.

Seguridad ciudadana: “La seguridad ciudadana es una condición fundamental para poder desarrollar nuestros proyectos de vida.

Salud: “Nos haremos cargo de la grave crisis de nuestro sistema de salud, que sin duda requiere cirugía mayor”.

Paz en La Araucanía

Desarrollo y pobreza: “Un gran acuerdo nacional para alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza en los próximos ocho años”.

Glosado del Portal de El Mercurio de Chile

En su corto discurso, Piñera hizo especial énfasis en la clase media:

“En las últimas décadas, la clase media chilena ha progresado, y mucho, en base a su propio mérito, perseverancia y esfuerzo.

Nuestras familias de clase media tienen temores que un accidente en el ciclo de la vida, como pérdida de empleo, una enfermedad grave, el costo de la educación superior de sus hijos, el embate de la delincuencia o una tercera edad extendida, puedan retrotraerlos a una situación de vulnerabilidad, que superaron y a la cual no quieren volver.

Tenemos que recuperar los equilibrios económicos y fiscales. Tenemos que rejuvenecer la capacidad de crecer y mejorar los salarios.

No hay mejor política fiscal que el crecimiento económico.

No hay mejor política laboral que el pleno empleo”.

Fuente: Diario Financiero, Chile, (www.df.cl)

Así como los chilenos tienen que aprender de sus errores; nosotros, los peruanos, también podemos aprovechar las experiencias de nuestro vecino para formar los criterios y el sentido común que nos permitan juzgar las políticas públicas, más allá de las chácharas de la política y la banalidad de muchos medios de comunicación. Por ello, queremos reproducir la entrevista del Diario Financiero de Chile a Fernando Bustamante:

“El de Bachelet fue un mal gobierno”

Fernando Bustamante aborda cambio en La Moneda

El empresario –histórico de la Concertación, pero renunciado del PS– analiza la administración que termina y lo que viene: “Piñera no tiene a nadie al otro lado de la vereda, en la oposición”.

Diario Financiero, Chile
Por Rocío Montes
9 de marzo, 2018
Glosado por Lampadia

Militante socialista desde la adolescencia, Fernando Bustamante vivió la Unidad Popular desde la gerencia de ENAP. Con el golpe tuvo problemas, pero no se fue al exilio: se quedó en Chile aplicando su talento para los negocios y llegó a ser dueño de varias empresas, como Coppelia, que vendió recién hace algunos años. Pero en el régimen de Pinochet no abandonó la política: junto con la actividad privada, a fines de los setenta conoció a Ricardo Lagos en la comisión económica del PS.

Fue en esa época donde comenzó una amistad estrecha y una sociedad ideológica: Bustamante no solo es uno de los mejores amigos del ex- presidente, sino uno de sus cercanos colaboradores. Lo acompañó en el intento senatorial de 1989 y en el esfuerzo presidencial de 1993. En la campaña de 1999 contra Lavín fue uno de sus cercanos estrategas y durante su mandato, 2000-2006, fue presidente de Metro. En esos seis años, duplicó la red de 40 a 80 kilómetros.

Dedicado a los directorios, pero sin empresas productivas a su cargo, en marzo de 2016 renunció al PS. “Milité 59 años y no tomé la decisión por un hecho determinado, porque esto se produjo antes de que fracasara la candidatura de Lagos. Simplemente, no me sentía identificado con la línea del PS desde el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Fue grande el desencanto. No observaba que el partido estuviera haciendo las cosas como correspondían y me sentía poco motivado. Se acabó el amor”, señala en esta conversación que se produce en el escritorio de su casa, desde donde sigue al dedillo la contingencia y escribe sobre los temas que le interesan, como la revolución digital, internet de las cosas, la riqueza de los datos, globalización y la educación en esta nueva época.

– Se fue del PS y por primera vez no estuvo en el reciente intento de Lagos de regresar a La Moneda.

– Con Lagos, mi apoyo total. Si él tomaba una decisión, iba a estar con él. En lo que no estuve fue en el comando y lo conversamos: yo sentía que, para estar en política, para lo que hay que dejar mil cosas, se tiene que estar convencido realmente. En esta ocasión, no me sentía identificado con el proyecto que estaba en funcionamiento –el gobierno- y con lo que venía hacia delante. Finalmente, la Nueva Mayoría tomó la decisión presidencial no sobre la base de una discusión programática, de principios y objetivos, sino sobre la base de encuestas. Nunca se llegó a discutir el ideario que tenía Lagos.

– ¿Cómo observa al PS?

– El PS se inclinó por un candidato –Alejandro Guillier– porque en un momento puntual iba subiendo en las encuestas. Pero el poder por el poder produce distorsiones muy grandes, es una perversión. Quedamos con un partido absolutamente liquidado, sin un programa adecuado ni debate interno.

– Si de igual forma se hubiera perdido contra Sebastián Piñera, pero con Lagos, ¿habría cambiado la situación de la centroizquierda?

– De eso no tengo duda: si se hubiese perdido con Lagos, de partida tendríamos una cantidad importante de liderazgos, porque en su equipo había gente joven que habría asumido las banderas. Habría habido, además, un programa. Pero hoy está todo desaparecido. Y lo que ha pasado en el sector posteriormente me tiene muy sorprendido.

– ¿En qué sentido?

– El candidato de la Nueva Mayoría, por ejemplo, ya no pertenece a la Nueva Mayoría, porque en el Parlamento está con los independientes. Los partidos no asumen ningún liderazgo y, como dicen no tener urgencia por una coalición, intentan armar las comisiones en el Congreso. No existe un proyecto, análisis autocrítico ni reflexiones sobre la forma en que se necesita sintonizar con la clase media emergente chilena, con el mundo. Los partidos hicieron una lectura profundamente equivocada y cuando se comete un error de esa envergadura, se hace un mea culpa, se renuncia.

– ¿Por qué se sentía incómodo en la Nueva Mayoría?

– En los ochenta, incluso antes de la caída del muro, con la renovación socialista se acabó la pugna entre una economía centralmente planificada y una capitalista. El PS aceptó el mercado como asignador de recursos, con determinadas supervisiones. El mercado no es capitalista, no es anti-socialista. Cuando llegamos al gobierno en 1990 pensamos que era una tensión que se había superado por completo, pero con la Nueva Mayoría nos encontramos con que de nuevo aparecen los buenos y los malos. Esa coalición –que ya no existe– cuestionó muy ácidamente lo que hizo la Concertación. Por lo tanto, cuando nosotros mismos hacemos pedazo todos los éxitos conseguidos –porque los últimos 20 años son los más virtuosos de los últimos 150-, es muy difícil estar en eso. Amén de la política adoptada por el PC, defendiendo cosas como Cuba, Venezuela o Corea del Norte.

– Finalmente se quebró la alianza entre el centro y la izquierda.

– El rompimiento con el centro comenzó hace muchos años. Con la Nueva Mayoría y este segundo gobierno de Bachelet finalmente se produjo el triunfo de los auto- flagelantes de los años ‘90, los que querían avanzar rápido. Pero buena parte de la DC y gente como yo –socialistas moderados– no estuvimos disponibles ni entonces ni ahora para una izquierdización.

– ¿Bachelet hizo un gobierno izquierdizado?

– A veces pienso que no es que este gobierno haya tenido una gran concepción de avanzar hacia la izquierda. Lo que hubo son reformas mal hechas y mal planteadas, una gestión deplorable. Cuatro años trabajando en una reforma educacional que no se entiende, lo mismo la tributaria y la laboral. Junto con la incorporación del PC, Bachelet planteó un programa que no se conoció. Yo mismo intenté conseguirlo y, por todos los medios, lo pude tener solo una semana antes de las elecciones. Era evidente que Chile no tenía la capacidad para administrar esa cantidad de proyectos, por lo que se iba a bajar el nivel de gestión y de eficiencia. Con la mayoría absoluta en las dos cámaras, además, se abrió espacio a la retroexcavadora.

– ¿Cuál es su diagnóstico del gobierno que termina?

– El de Bachelet fue un mal gobierno. En el plano político, por segunda vez en toda la historia de Chile la misma persona entrega el poder a la oposición. Eso es, al menos, delicado. Segundo, usted destruye dos coaliciones, la Concertación y la Nueva Mayoría. Obtiene una derrota parlamentaria fuerte y un candidato presidencial con apenas el 22% de votación en primera vuelta. Desde el punto de vista político, para la centroizquierda no ha quedado nada encima de la mesa. Todo lo que viene para adelante se tiene que reconstruir. Piñera no tiene a nadie al otro lado de la vereda, en la oposición. Y realmente me preocupa que luego de una derrota política de estas dimensiones nadie salga a dar la cara.

– ¿Qué esperaría?

– Por ejemplo, las directivas siguen sin que se toquen. En el pasado, por la décima parte de esto tenían que renunciar de inmediato y había toda una revisión interna. Un congreso programático, reflexionar: ¿Dónde nos equivocamos? Hoy día, cero.

– ¿Y cuál es su balance desde el punto de vista económico?

-Tenemos todas las variables bastante comprometidas. El crecimiento fue sin duda el más bajo de todos desde el retorno a la democracia: 1.9% de promedio. En los periodos de la Concertación crecíamos más que la economía mundial y más que América Latina, a diferencia de lo que ocurrió en estos últimos cuatro años. El precio del cobre no fue lo determinante: los gobiernos de Aylwin, Frei y Lagos tuvieron precios inmensamente menores que los de este periodo. La inversión: cuatro años consecutivos de caída y eso no había sucedido en Chile en las últimas seis décadas. Tampoco se ha generado la cantidad de empleo que se logró en los mandatos anteriores. Se dobló la deuda pública y las cuentas fiscales quedaron estrechas. Por primera vez en 20 años subió el riesgo país. Este gobierno deterioró la economía.

– ¿Reconoce avances?

– Los beneficios son discutibles considerando el deterioro que tenemos. Es verdad que por todo lo que se hizo antes y la inercia, Chile todavía en el concierto de América Latina tiene un lugar importante. En este país todavía funcionan las instituciones. Hubo avances como lo realizado en energía –sobre todo en las renovables no convencionales-, la votación en el extranjero, el cambio del binominal, las medidas anticorrupción. Pero si se analiza en una balanza de precisión las cosas buenas y malas, la inclinación a mi juicio es bastante grande en contra. Cuando miro los resultados no puedo llegar sino a una conclusión: lo hicieron mal.

– El ministro Nicolás Eyzaguirre señaló que este gobierno acercó a Chile a ser un país desarrollado.

Le tengo cariño y aprecio al Nico. Durante la época de Lagos nos veíamos todas las semanas, pero no comparto nada de lo que dice, porque las cifras están a la vista. Más que una ley, más que lo que se declara, los gobiernos tienen que ser extremadamente cuidadosos en las señales e incentivos a la sociedad y a los agentes económicos. Y las señales e incentivos en estos cuatro años fueron contrarios al curso que deberían haber tenido. En este minuto, de hecho, hay un clima to- talmente distinto: todavía no asume el gobierno de Piñera y, sin embargo, han cambiado positivamente una cantidad importante de indicadores.

– ¿Bachelet no habrá tenido en contra al empresariado?

– Hay cosas que son consustanciales a la actividad que usted desarrolla. Si usted crea una empresa, su objetivo es que eso le rinda más que un de- pósito a plazo. Por lo tanto, se puede esperar que los empresarios tengan un sentido social, que cumplan con reglas del juego y que tengan una visión ética, pero no corresponde pedirles que tengan una actitud distinta a buscar maximizar sus utilidades. Cuando comenzaron a ver los incentivos y las señales que dio este gobierno, es evidente que se postergaron inversiones, porque nadie aseguraba que se podían recuperar.

– Mahmud Aleuy dice que la coalición tiene la responsabilidad de lo que ocurrió en la elección.

– Perdóneme, pero un Presidente en Chile todavía es jefe de gobierno y jefe de la coalición. ¿Existe hoy alguna duda de que Piñera es el jefe de Chile Vamos? Si el gobierno tiene todas estas fallas, hay una responsabilidad ineludible de la presidenta Bachelet y su gobierno. Y si la coalición está despedazada y hecha pebre, también hay una responsabilidad de Bachelet. Obvio. Es la principal responsable.

– Usted en primera vuelta estuvo por Carolina Goic, que obtuvo un 5%. ¿Qué queda de la centroizquierda moderada y del laguismo?

– La centroizquierda moderada está muy disminuida. Es mucha la gente que sigue creyendo en la moderación, pero no tiene ningún peso político. Este sector quedó huérfano. No por culpa de la candidata, pero el 5% de Goic agudizó el problema.

– ¿Qué piensa de las opciones de Bachelet para 2022?

– Después de todo lo dicho anteriormente, la opción de Bachelet 2022 suena a mis oídos como una broma.

“Piñera va a tener muchísimo que corregir”

Para Bustamante, “por cierto que en Chile existen grados de desigualdad que se deben corregir”. Pero apunta a una mala interpretación de los cambios sociales: “Durante décadas, el 65% de la población era parte de una masa de pobreza, un asalariado precario con inmensa conciencia política. Era la base de sustentación de los partidos de izquierda, por ejemplo. Pero en los gobiernos de la Concertación, aparece un 45% de clase media emergente que no existía, que no quiere volver al pasado y que tiene motivaciones completamente distintas. No tiene tiempo para la política y lo que busca es beneficiarse del inmenso esfuerzo que hace. Ir mejorando y no retroceder. Sin embargo, la izquierda extrema –el Frente Amplio, el PC y parte de los socialistas- sigue pegada en una sociedad donde el 65% estaba en la extrema pobreza”.

– ¿La derecha pudo interpretar mejor a esa ciudadanía?

– Mérito de la derecha o de Piñera es que ha logrado captar a gran parte de esa gente que se desplazó a una clase media emergente que tampoco se identifica con los intelectuales de centroizquierda. Piñera hizo una mejor lectura del nuevo Chile, que quiere soluciones ahora: tasas más bajas, que la educación sea más barata, tener acceso a salud de calidad, una buena jubilación. El gobierno de Bachelet partió con un error de diagnóstico y persistió durante los cuatro años.

– ¿Cuál cree usted que será el legado de Bachelet?

– Como dice Óscar Guillermo Garretón, el legado de Bachelet es Piñera. Y Piñera va a tener muchísimo que corregir. Lo que gastamos en educación superior –cantidades gigantescas–, va a repercutir en educación pre-básica, básica y media, en la técnico-profesional, en salud, pensiones y tercera edad, ignorada por completo. Las posibilidades que tenemos de superar esto es volver a una sociedad inclusiva, al diálogo.

– ¿Una nueva etapa de acuerdos?

– Hacer reformas razonadas, conversar las cosas, avanzar de las maneras óptimas para las mayorías. Tenemos que ir avanzando paulatinamente, para evitar la confrontación social, que lo único que hace es retroceder.

– ¿Piensa en que la derecha tiene opciones importantes de gobernar al menos ocho años? – Hay una cantidad de demandas que son extraordinariamente grandes y los recursos -debido a que hay cantidad de compromisos- van a ser limitados. Va a haber que racionalizar y necesariamente se va a comprar conflictos al abordar la reforma del Estado, tocar en serio el tema de seguridad ciudadana, La Araucanía, etcétera. No me atrevería a decir que la derecha se va a quedar ocho, 12 o 16 años, pero lo concreto es que hay un sector que hizo las cosas mejor que otro. Y los que hoy no tienen ninguna posibilidad es porque lo hicieron muy mal. Lampadia




Chile abjura del bipartidismo

Chile abjura del bipartidismo

En febrero pasado publicamos en Lampadia ‘Fundamentos de una democracia efectiva’, comentando la republicación de The Economist de un ensayo de Karl Popper de 1988: ‘Karl Popper sobre la democracia’, en el que entre otras cosas abogaba por el bipartidismo.

Los peruanos deberemos abordar un profundo debate sobre cómo reformar nuestra institucionalidad política que evidentemente ha hecho agua durante el último proceso electoral. Las reformas planteadas por la sociedad con anticipación a las elecciones, no se vieron o se normaron tarde y mal en el Congreso.

Tal como comenta Jaime de Althaus en el siguiente artículo sobre las reformas chilenas, nuestros vecinos estarían regresionando a instituciones que Popper considera inadecuadas para el desarrollo de una democracia sana. 

Con el apoyo de Jaime de Althaus, luego de instalado el nuevo gobierno, insistiremos en fomentar la discusión de los aportes más valiosos para las reformas que deberemos afrontar y seguiremos alimentando nuestra biblioteca virtual:  Estado del Siglo XXI. Adelantándonos a esa línea de acción, queremos recordar algunos de los consejos de Popper para juzgar la reforma chilena en un contexto adecuado.

Las ideas fuerza más importantes de Popper son:

  • Gobiernan los gobernantes y desafortunadamente los burócratas, nuestros servidores civiles o nuestros ‘amos inciviles’, como los llamaba Winston Churchill, a quienes es difícil, si no imposible, hacer responsables de sus actos.
  • La representación proporcional abre una brecha entre los intereses de los ciudadanos y los de los parlamentarios que responden a los partidos que representan, antes que a la gente.
  • Cada distrito electoral debe tener su representante directo y ser responsable de sus actos ante su base electoral.
  • La representación proporcional lleva a la multiplicación del número de partidos y, así, los gobiernos de coaliciones se hacen inevitables.
  • Un gobierno de coalición implica que los partidos pequeños ejerzan una influencia  desproporcionadamente grande y con frecuencia decisiva. Significa la dilución de las responsabilidades.
  • Por lo tanto, se pierde la fuerza redentora del “día de elecciones como el Día del Juicio [político]”.
  • Popper defiende el bipartidismo como un sistema que impulsa, de mejor manera, un proceso continuo de autocrítica. Dice que hay que luchar por el bipartidismo. “En la práctica, el bipartidismo promueve partidos más sensitivos, constantemente alertas y flexibles que el multipartidismo”.  

¿La política chilena se peruaniza?

Jaime de Althaus, para Lampadia

 

Como sabemos, una de las fortalezas de la democracia chilena ha sido un sistema de partidos basado en dos grandes alianzas estables, una de centroizquierda integrada por los partidos que se enfrentaron a Pinochet en el referéndum constitucional de 1988, y que luego gobernó Chile durante 20 años, hasta el 2010, donde destacaban principalmente la Democracia Cristiana y el partido Socialista; y la otra conformada por los dos partidos de derecha o centro derecha: Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente (UDI), heredera esta última de Pinochet, y que gobernó entre 2010 y 2014. En suma, una suerte de bipartidismo, la envidia de muchos países latinoamericanos.

Cuando parecía que comenzaba a instalarse un juego de alternancias entre estas dos agrupaciones, he aquí que la presidenta Bachelet plantea y logra aprobar una modificación constitucional para cambiar el sistema electoral binominal por uno plurinominal. Al parecer, las movilizaciones estudiantiles de los últimos años contra el sistema educativo, que remecieron a la clase política chilena, le hizo pensar que el sistema bipartidista era demasiado rígido y se requería abrirlo para que pudieran participaran otras agrupaciones (esto pese a que el Partido Comunista, que estaba fuera de la Concertación y que por eso no alcanzaba participación, se incorporó a ésta –que pasó a llamarse “Nueva Mayoría”- en la última elección, en la que ganó Bachelet).

En ese sentido, en la medida en que el sistema binominal –donde se elegía a dos diputados por circunscripción- tendía a excluir a terceras agrupaciones pequeñas pues era muy difícil que un partido chico lograra ganar en distritos electorales en los que solo se elige a dos representantes, no se les ocurrió mejor idea a los reformadores chilenos que reducir el número de circunscripciones de 60 a 28 y crear así distritos electorales más grandes en los que se elige de 3 hasta 8 diputados. Y elegir, a su vez, entre 2 y 5 senadores en cada una de las 15 regiones del país. Es decir, un sistema parecido al peruano, con la diferencia de que en Chile hay Senado y Santiago está dividido en distritos que tienen entre 7 y 8 representantes.

Inconcebiblemente, los chilenos están cansados del bipartidismo y quieren ir al multipartidismo. Les aburre la gobernabilidad. Quieren un poco mas de sorpresa y emoción, a la peruana.

En esa misma línea acaban de aprobar una nueva ley de partidos que facilita la inscripción de nuevas organizaciones partidarias, pues reduce el porcentaje de electores para formar una colectividad de un 0,5% al 0,25% del total (comparémoslo con el 5% peruano), pero establece al mismo tiempo una valla del 5% -como en el Perú- para acceder al congreso y mantener la inscripción partidaria. También se establece que el órgano electoral participa como “ministro de fe” en las elecciones internas de los partidos, con el fin de garantizar procesos que den cuenta de la voluntad real de sus afiliados.

De modo que es más fácil formar partidos pero hay que demostrar funcionamiento, democracia interna y votación congresal de 5% para que subsistan. Esto es algo que se ha propuesto también para el Perú: facilidad de entrada pero dificultad de permanencia. Así debería ser. Nuestros legisladores, en cambio, han hecho lo contrario: subieron el porcentaje de firmas para inscribir un partido del 4% al 5% de los electores. Y permitieron que el candidato presidencial pueda renunciar hasta un día antes de la elección para no perder la inscripción de su partido. Todo al revés.

La otra novedad de la nueva ley chilena es que incrementa el financiamiento público a los partidos de manera apreciable y disminuye el límite para los aportes privados, que ahora solo pueden ser de personas naturales y ya no jurídicas. Y la publicidad solo se puede poner en determinados lugares señalados. La idea es que el poder económico influya lo menos posible en las elecciones y que todos los partidos tengan un piso financiero similar. Esto, por supuesto, también será un incentivo para formar partidos.

Lo más probable es que en unos diez o veinte años el bipartidismo en el país austral habrá sido cosa del pasado, y si la política chilena no se llega a peruanizar del todo, ello se habrá debido a las otras normas recientemente aprobadas que parecen asegurar un mínimo de funcionamiento partidario real. Veremos. 

Lampadia

 

 

 

 

 




América Latina: La carrera para ver quién pierde más

América Latina: La carrera para ver quién pierde más

Muchos calificaron al decenio pasado como la década de América Latina. Efectivamente, en los 90 la región ajustó sus economías para pagar los errores de las décadas pasadas que generaron: parálisis económica, alta inflación, déficits fiscales, populismos desbocados, grandes deudas públicas, etc. En el nuevo siglo, en que tuvimos muy buenos precios de los commodities, abundante inversión, financiamiento internacional y bajas tasas de interés, la región estaba preparada para cosechar.

Sin dudas, el país que mejor aprovechó las oportunidades de la primera década del presente siglo fue el Perú al consolidar su exitoso modelo de libre mercado. Gracias a él tuvimos el mayor crecimiento económico de la región, una acelerada reducción de la pobreza y la disminución de la desigualdad, entre otros muchos desarrollos sociales y económicos (ver en Lampadia (L): Las Cifras de la Prosperidad.

También, se manejaron adecuadamente Chile y Colombia con economías de mercado, así como México y Brasil. Estos últimos apuntalaron sus inmensas economías congrandes programas sociales de reparto. Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, los países del Alba, también pudieron beneficiarse inicialmente, del aumento del precio de los commodities, pero sus políticas híper populistas, especialmente las de Argentina y Venezuela, a pesar de los precios de sus exportaciones  terminaron por hundirlos en la miseria.

Hacia la segunda década del siglo, pareciera que la región pierde la fe en sus propias capacidades y la línea de la prosperidad. Esta situación estaría gatillada por una serie de eventos internos, los cuáles se amparan  en la disculpa del cambio de condiciones de la economía internacional, como la baja del precio de los commodities, la crisis europea, la ralentización del crecimiento chino y la disminución y encarecimiento de los flujos financieros internacionales.

Brasil se desploma víctima de una visión pro Estado que les hizo creer que la plata iba a seguir cayendo del cielo (boom de commodities) y que no necesitaban promover una economía dinámica y competitiva basada en el mercado. Esto acompañado por una feria de corrupción generada por el exceso de poder político del partido de Lula y Rousseff (irónicamente llamado ¡de los trabajadores!). México, con Peña Nieto, inaugura un ambicioso programa de reformas que permitían esperar grandes resultados. Lamentablemente, el asesinato de 43 estudiantes, el pobre manejo del tema por parte del Presidente y las acusaciones de corrupción, han puesto a las reformas en segunda fila.

A Colombia la fue muy bien con Uribe y Santos, especialmente los últimos años, pero el precio del petróleo desacelerará su crecimiento. Lo mismo le pasará a Ecuador, pero agravado por el abusivo ejercicio del poder de su Presidente, Rafael Correa.

Chile, el país más inteligente de la región, según el historiador británico, Niall Ferguson, “está ejerciendo su derecho a ser estúpido”. Efectivamente, después de dos décadas de exitosos gobiernos de la Concertación izquierdista y del interregno de la derecha con Piñera, elige un segundo gobierno de la Presidenta  Bachelet quien parece empeñada en seguirla ruta inversa de Alan García en el Perú. Ella tuvo un primer gobierno, que si bien debilitó la economía del país, no la sacó del carril de la economía de mercado. Ahora, en cambio, aprovechando las protestas estudiantiles (que empezaron en su primer gobierno, y que con Piñera dejaron un tufo de desencanto que no supo contrarrestar), se alía con el partido comunista donde milita la carismática líder estudiantil, Camila Vallejo, ha decidido “refundar el país” sacándolo de la economía de mercado para llevarlo a un socialismo trasnochado. Ver comentarios al respecto en Lampadia: Des (Grecia) y reflexiones para el Perú y Dos nuevas repúblicas, del chileno Gonzalo Rojas.

En cuanto a Venezuela y Argentina, ya casi no hay nada que agregar, sus regímenes están “in artículo mortis” después de colapsar a sus países económica, social y políticamente. Por si fuera poco, ambos tienen niveles de corrupción insostenibles.

El caso del Perú es parecido al de Chile. Nunca habíamos tenido un ciclo virtuoso como el de la primera década del siglo, pero elegimos un gobierno que negaba todos los avances y proponía un programa chavista. Sin embargo, para acceder al poder tuvo que entrar, sin convicción, por el aro de la “hoja de ruta”. Lamentablemente, así como se dice que la comunicación del ser humano es en un 80% corporal y gestual, así también, el gobierno del Presidente Ollanta Humala comunicó con gestos y actitudes a inversionistas y funcionarios públicos sus sentimientos anti inversión privada y sus anhelos pro Estado populachero y nacionalista (en el mal sentido de la palabra), con su mirada más provinciana que global.

Ya hemos comentado como se detuvo nuestro más espectacular ciclo virtuoso. Desgraciadamente, la cosa no termina con la frenada de la economía y su negativo impacto social, a esto hay que sumarle el desbarajuste político que está terminando de destruir la confianza de peruanos y extranjeros en la recuperación de nuestra economía. Ver al respecto en (L): Cese del fuego de Jaime de Althaus y El político sin convicción del Perú, de The Economist.

Por más agua que haya pasado debajo del puente, todavía estamos a tiempo de “enmendar entuertos”. Señor Presidente de la República, líderes políticos de los partidos más representativos: ¡Prométannos que después del Carnaval, tendremos Pascua de Resurrección! Lampadia