1

La mayor crisis humanitaria desde 1945

El mundo enfrenta la mayor crisis humanitaria desde 1945 en que se fundó la ONU. Más de 20 millones de personas están en riesgo de hambruna en cuatro países, afirmaron las Naciones Unidas.

El coordinador de emergencias de la ONU, Stephen O’Brien, dio un informe el viernes al Consejo de Seguridad de la ONU detallando las condiciones en cuatro países (Yemen, Sudán del Sur, Somalia y el noreste de Nigeria), y la ONU publicó un informe donde afirma que están buscando recaudar 4,400 millones de dólares para el alivio de emergencia antes del final de marzo. Hasta ahora, según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, sólo se han recaudado 90 millones de dólares, apenas el 2% del total necesario.

Una interminable cola de personas en Sudán del Sur esperan ser registradas por la Organización Internacional para las Migraciones y el Programa Mundial de Alimentos. Fuente: ONU

Según lo señalado por los funcionarios de la ONU, las poblaciones que corren el mayor riesgo son 7.3 millones en Yemen, 2.9 millones en Somalia, 5 millones en Sudán del Sur y 5.1 millones en Nigeria, para un total de 20.3 millones. El número de niños que padecen síntomas de malnutrición aguda se estima en 462,000 en Yemen, 185,000 en Somalia, 270,000 en Sudán del Sur y 450,000 en Nigeria, por un total de casi 1.4 millones.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, hizo un llamado similar, advirtiendo que la crisis que enfrenta Somalia ha sido “descuidada” por el mundo. “No olvidemos que cada una de estas personas es un caso individual de sufrimiento extremo”, dijo. “Hay una obligación moral para todos nosotros de hacer todo lo posible para apoyar a estas personas”. Además de la sequía y el hambre, las enfermedades, como el cólera y el sarampión, están empezando a propagarse.

Lamentablemente, como afirma el artículo del Financial Times de líneas abajo, la hambruna es un término técnico que requiere ciertos umbrales que deben cumplirse antes de ser declarada. La última vez que la ONU declaró una crisis alimentaria tan grave fue en 2011 en Somalia. 

Esta es una situación que no puede ser ignorada. En Lampadia hacemos un llamado a todas las personas a difundir esta noticia y apoyar de todas las maneras posibles a estos millones de personas que están sufriendo una indescriptible situación. Lampadia

¿Por qué el mundo se enfrenta a la peor crisis humanitaria desde 1945?

Conflictos y sequías desde Nigeria hasta Yemen pondrían a 20 millones de personas en riesgo
Un niño de 11 meses con desnutrición grave en Sudán del Sur en octubre pasado © AFP, Fuente: Financial Times

Financial Times
David Pilling, Editor de África
15 de marzo del 2017
Traducido y glosado por Lampadia

La ONU advirtió que el mundo enfrenta su mayor crisis humanitaria desde que la organización fue fundada en 1945. Se dice que 20 millones de personas enfrentan “niveles devastadores de inseguridad alimentaria” en Yemen, Sudán del Sur, Somalia y el noreste de Nigeria.

“Sin esfuerzos globales colectivos y coordinados, la gente simplemente morirá de hambre”, dijo Stephen O’Brien, jefe humanitario de la ONU, al Consejo de Seguridad el viernes. “Muchos más sufrirán y morirán de enfermedades”.

Las agencias humanitarias han estado advirtiendo durante meses y, en el caso de Somalia, durante años, de una inminente catástrofe. Pero la situación se ha deteriorado rápidamente en los últimos 12 meses. El mes pasado, la ONU y el gobierno de Sudán del Sur declararon una hambruna en algunas partes del país. La ONU dice que necesita 5,400 millones de dólares para hacer frente a la crisis, pero sólo tiene una pequeña fracción de esa cantidad lista para ser utilizada.

Aquí está una mirada a las causas de la escasez de alimentos y lo que se está haciendo.

¿Son estas crisis ocasionadas por el hombre?
La respuesta corta es sí, aunque en diversos grados. Somalia es la excepción.

Desde que Sudán del Sur, la nación más joven del mundo, se independizó en 2011, ha estado plagada de luchas internas. El gobierno del presidente Salva Kiir y su principal rival y ex diputado, Riek Machar, no lograron resolver diferencias étnicas profundamente arraigadas y luchas de poder a medida que el país entró en un espiral de guerra civil. Las agencias de ayuda dicen que, en algunas de las regiones más afectadas, múltiples milicias armadas están luchando por territorios. Los civiles han huido de sus tierras, exacerbando una aguda crisis alimentaria. Unos 100,000 ciudadanos se enfrentan a la hambruna y la ONU ha advertido que 5.5 millones de personas, o el 40 % de la población, están en riesgo.

El noreste de Nigeria ha sido un centro de militancia de Boko Haram. En los últimos 12 meses el gobierno ha hecho incursiones militares, pero cientos de miles de personas han sido forzadas a salir de sus casas o atrapadas en áreas de Boko Haram. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU dice que las familias individuales se enfrentan a la inanición, pero la situación aún no es lo suficientemente amplia como para declarar oficialmente una hambruna.

El conflicto de dos años en Yemen ha empujado al estado árabe más pobre a una crisis humanitaria y ha llevado a millones de personas al borde del hambre. La guerra ha sido exacerbada por una lucha entre Arabia Saudita e Irán, potencias regionales rivales. Riyadh lanzó hace dos años una coalición militar liderada por sunitas para luchar contra los rebeldes de Houthi respaldados por Irán, que habían derrocado al gobierno. Más de 10,000 civiles han muerto. Cerca de 7 millones de personas se enfrentan a graves escaseces alimentarias. Los saudíes están bloqueando los puertos, aparentemente para detener el flujo de armas, pero también afectan a las importaciones de alimentos.

¿Y Somalia?
Somalia es diferente porque la razón principal del hambre es una sequía, descrita por los pastores como la peor en la memoria viva. Las temperaturas han aumentado en el Cuerno de África y los patrones climáticos se han vuelto más impredecibles, un fenómeno que culpa al calentamiento global. La falta de un gobierno efectivo y la insurgencia de al-Shabaab, un grupo aliado de al-Qaeda, no han ayudado, pero no son la causa principal del aumento del hambre. Kevin Watkins, director ejecutivo de Save the Children, visitó recientemente Puntland, en el noreste de Somalia, donde describió la situación como “en el límite”. Los restos de ganado muerto llenaban el paisaje. En 2011, se estima que hasta 260,000 personas murieron a causa del hambre, según un informe de la ONU y Fews Net, un grupo de alerta temprana de hambruna, en el que se culpaba a la comunidad internacional por actuar demasiado tarde. Watkins dijo que 2017 no necesita ser una repetición de eso. Pero podría serlo.

Una mujer saca agua de un pozo en Eyl en la región de Puntland en Somalia © AP, Fuente: Dailymail

¿Cuál es la definición de hambruna?
Las agencias de la ONU y los grupos de ayuda se adhieren a una definición estricta de hambruna establecida en una escala internacionalmente reconocida que va de uno (normal) a cinco (hambruna). La hambruna se declara cuando al menos el 20% de los hogares se enfrentan a la falta total de alimentos, los niveles de desnutrición aguda superan el 30% y más de dos por cada 10,000 mueren cada día.

¿Han caído las donaciones?
La crisis de refugiados desencadenada por la guerra en Siria ha absorbido mucha atención internacional y fondos. En los países occidentales, el atractivo por la ayuda externa es menor entre algunas partes de la población. Pero Challiss McDonough, portavoz regional del Programa Mundial de Alimentos, dijo que “una caída no es la palabra correcta”. Hablando desde Juba, capital de Sudán del Sur, añadió: “Es más bien como una situación abrumadora para el sistema humanitario: 20 millones de personas se enfrentan a una potencial hambruna. Hace un año se habría dicho que era inimaginable.”

¿Están condenados los países a repetir estas catástrofes año tras año?
No. Etiopía suele estar asociada con la hambruna debido a la hambruna de 1983-85 en la que murieron al menos 400,000 personas, con algunas estimaciones que sugieren un millón. Desde entonces, sin embargo, un nuevo gobierno -autoritario y represivo, pero con un fuerte programa de desarrollo- ha dado grandes pasos para evitar que se repita. El año pasado, Etiopía sufrió la peor sequía en al menos tres décadas. La gente sin duda pasó hambre, pero Addis Abeba fue capaz de montar una respuesta concertada que se hizo más fácil por la mejor infraestructura, años de rápido crecimiento económico y una planificación prudente.

Un estudio realizado por la Fundación para la Paz Mundial muestra que 115 millones de personas murieron de hambre entre 1870 y 1980, 90 % como resultado de guerras, conquistas y represión. Desde entonces, los números han disminuido. Pero si los estados se derrumban y si los gobiernos o los militantes ponen sus propios objetivos por encima de la seguridad alimentaria de la gente, la hambruna todavía puede afectarles.

Grandes épocas de hambruna en la historia reciente
Somalia, 2010-2012
En 2011, Somalia sufrió una hambruna que habría matado a casi 260,000 personas, la mitad de ellas niños. La hambruna fue causada por una severa sequía en el Cuerno de África y empeorada por la inestabilidad y el conflicto. El número de muertos superó los 220,000 muertos en una hambruna similar durante una guerra civil en 1992.
Sudán, 2008
En 2008, la ONU declaró oficialmente una hambruna por primera vez en zonas del sur de Sudán, que obtuvo la independencia tres años después. Se estima que 3.7 millones de personas fueron afectadas por la crisis, como resultado de la guerra y la sequía.
Corea del Norte, 1995-1999
Hasta 3.5 millones de personas murieron en la hambruna de cuatro años en Corea del Norte, causada por numerosos factores, como inundaciones, sequías y mala gestión económica.
Etiopía, 1983-1985
Se cree que centenares de miles de personas murieron de hambre en Etiopia a mediados de los años ochenta, después de que la sequía arruinó los cultivos.

Lampadia




ISIS, terrorismo y violencia, nos alejan de la paz

El régimen genocida de Bashar al-Assad en Siria y la emergencia de ISIS, el terrorismo asesino que se arroga la representación de un nuevo califato islámico de vocación imperial, han producido alteraciones profundas de la paz en el mundo y han creado procesos como la masiva migración hacia Europa de poblaciones desplazadas del propio Siria, Medio Oriente y el norte de África.

De alguna manera, este proceso se agrava ante el desencuentro estratégico de los líderes de EEUU y Rusia, Barak Obama y Vladimir Putin, ante el genocidio criminal de Assad en Siria. Recordemos que Obama amenazó con intervenir si se probaba el uso de gases en la matanza de sectores de la población siria, pero ante el paralé que le puso Putin defendiendo a  Assad, Obama terminó retrocediendo.

En algo más de 10 años, las víctimas mortales en Siria se estiman en 250,000 más unos 180,000 desaparecidos y la mitad de su población de 22 millones de personas se habría desplazado, generando una crisis humanitaria de proporciones trágicas.

Durante sus ocho años de gobierno, Obama ha ido replegando a los EEUU en varios eventos de crisis como la débil reacción contra Putin por la anexión de Crimea y la infiltración violenta en Ucrania, dejando que el autoritario y abusivo Putin, fuera tomando cada día más espacio en el liderazgo global.

En este contexto de debilidad política de EEUU, del nuevo imperialismo ruso y de la crisis financiera y existencial de Europa, ISIS, ha venido cobrando vigencia y enfrentando a todo el planeta.

ISIS, llamado indebidamente Estado Islámico por Estado Islámico de Irak y el Levante o EIIL, o EI, es un grupo terrorista vinculado a Al-Qaeda y Boko Haram en partes de África. Es un grupo fundamentalista y yihadista wahabita formado por fieles leales a Abu Bakr al-Baghdadi, que en el 2014 proclamó un nuevo califato y pidió a todos los musulmanes lealtad absoluta para una ‘nueva guerra santa contra los infieles’.

Además de la guerra civil que lidera en Siria contra Assad, el ISIS ha desatado una cadena de atentados terroristas que se han multiplicado en Europa, EEUU, Turquía, Afganistán, Irak y otros países de la región. En la mayoría de los casos, estos crímenes son cometidos por militantes directos y en otros por simpatizantes espontáneos que muchas veces son ciudadanos de occidente con ascendencia musulmana.

El terrorismo de ISIS, junto con se la imparable marea migratoria a Europa ha cambiado y alterado completamente las expectativas de vida y desarrollo del siglo XXI. Por ejemplo, en el caso de Europa, Arturo Pérez-Reverte nos dice, en su artículo: Los godos del emperador Valente: “A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar. Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Los ‘godos’ seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse. No hay forma de parar la Historia. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima estación”.

Hace pocos días hicimos en Lampadia un llamado a una gran conferencia global para coordinar los esfuerzos de la humanidad en la lucha contra este flagelo, ver: Acción global para enfrentar el terrorismo y el radicalismo nacionalista.

Lamentablemente, más allá del terrorismo que está destruyendo la paz global, la multiplicación de los actos de violencia están creando una nueva suerte de cultura de la violencia. Es como si la cotidianidad de la violencia estuviera haciendo viable que cualquier individuo, afectado en su naturaleza personal, e inspirado en temas políticos, religiosos, raciales, o étnicos, pueda desarrollar un acto de violencia contra ciudadanos inocentes sin que le importe su propia vida.

Ya hemos visto varios de estos casos. Lamentablemente, en 7,000 millones de habitantes en el mundo, tenemos varias personas con suficientes debilidades sicológicas como para desgraciarse en actos de lesa humanidad.

La convivencia con la violencia es muy perniciosa para la formación de nuestros jóvenes. No debemos permitir que esta forma de vida se empiece a ver como algo normal y cotidiano sin que mostremos indignación y rechazo. Este lamentable desarrollo global, coincide, en el caso del Perú, con un aumento notorio de la victimización criminal, con la multiplicación del sicariato y con actos que equiparan una vida con un celular. 

Esperamos que el tema de seguridad ciudadana sea tratado por el nuevo gobierno con la perspectiva y profundidad más amplia posibles, sin sensacionalismo y con muchísima seriedad. ‘Despacio, que estamos apurados’.

Por lo tanto, no solo es necesario desarrollar una urgente estrategia y campaña para eliminar el terrorismo de ISIS y de Boho Haram, también tenemos que contrarrestar la epidemia de violencia que empieza a hacerse posible en cualquier esquina de nuestro planeta. ¿Cómo podemos evitar que individuos enfermos a los que no les importa su propia vida, dejen de optar por actos meta-surrealistas? No lo sabemos, pero no podemos dejar que las cosas sigan empeorando. 

Lampadia




El poder de la blasfemia

El poder de la blasfemia

Por Mario Vargas Llosa

(La República, 19 de Abril de 2015)

 

Es poco menos que un milagro que Ayaan Hirsi Ali, una de las heroínas de nuestro tiempo,  esté todavía viva. Los fanáticos islamistas han querido acabar con ella y no lo han conseguido, y no es imposible que lo sigan intentando, pues se trata de uno de los más articulados, influyentes y valerosos adversarios que tienen en el mundo. Acaso tanto como sus ideas y su coraje, sea su ejemplo lo que atiza el odio contra ella de los militantes de Al Qaeda, el Estado Islámico y demás sectas fundamentalistas del Medio Oriente y del África. Porque Ayaan Hirsi Ali es una demostración viviente de que, no importa cuán estrictos sean el adoctrinamiento y la opresión que se ejerza sobre un ser humano, el espíritu rebelde y libertario siempre es capaz de romper las barreras  que se empeñan en sojuzgarlo.

Hirsi Ali nació en Somalia, en una familia conservadora, padeció la mutilación genital en la pubertad, y fue educada en Arabia Saudí y en Kenia dentro de la más severa observancia musulmana: llevó el hiyab, celebró la fatua que condenaba a muerte a Salman Rushdie, pero, cuando sus padres quisieron casarla con un lejano pariente en contra de su voluntad, se atrevió a huir y pidió asilo en Holanda. Allí aprendió el holandés, llegó a ser diputada por el partido liberal, y desde entonces comenzó una campaña, en la que no ha cesado hasta ahora, contra todo lo que hay de violento, intolerante y discriminatorio hacia la mujer en el Islam. En sus tres primeros libros se servía mucho de su propia autobiografía para mostrar los extremos de crueldad y ceguera a que podía conducir el fanatismo musulmán y a explicar las razones de su apostasía y ruptura con la religión de su familia.

En el que acaba de publicar en Estados Unidos, “Heretic. Why Islam Needs a Reformation Now” (que será editado en España por Galaxia Gutenberg con el título de “Reformemos el Islam”) critica, con su franqueza habitual, a los gobiernos occidentales que, para no apartarse de la corrección política, se empeñan en afirmar que el terrorismo de organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico es ajeno a la religión musulmana, una deformación aberrante de sus enseñanzas y principios, algo que, afirma ella, es rigurosamente falso. Su libro sostiene, por el contrario, que  el origen de la violencia que aquellas organizaciones practican tiene su raíz en la propia religión y que, por ello, la única manera eficaz de combatirla, es mediante una reforma radical de todos aquellos aspectos de la fe musulmana incompatibles con la modernidad, la democracia y los derechos humanos.

Esta transformación, que Hirsi Ali compara con lo que significaron para el cristianismo las críticas de Voltaire y la reforma de Lutero, consistiría en modificar cinco conceptos que, a su juicio, mantienen al Islam detenido en el siglo séptimo: 1) la creencia de que el Corán expresa la inmutable palabra de Dios y la infalibilidad de Mahoma, su vocero; 2) la prelación que concede el Islam a la otra vida sobre la de aquí y ahora; 3) la convicción de que la sharia constituye un sistema legal que debe gobernar la vida espiritual y material de la sociedad; 4) la obligación del musulmán común y corriente de exigir lo justo y prohibir lo que considera errado, y 5) la idea de la yihad o guerra santa. A quienes se preguntan qué quedaría del Islam si éste renunciara a esos cinco pilares de su fe, Hirsi Ali responde que el cristianismo, antes de la reforma protestante, no era menos sectario, intolerante y brutal, y que sólo a partir de esta escisión la religión cristiana inició el proceso que la llevaría a separarse del Estado y a la coexistencia pacífica con otras creencias, gracias a lo cual prosperaron las libertades y los derechos civiles en el mundo occidental.

Más todavía, en los últimos capítulos de su libro, Hirsi Ali ofrece un detallado registro de reformadores –clérigos, profesores, intelectuales, políticos, periodistas– que, tanto dentro como fuera de los países musulmanes, según ella, han puesto ya en marcha esa reforma. Ella contaría con la callada solidaridad de gran número de creyentes –entre ellos, muchísimas mujeres– conscientes de que sólo gracias a esa puesta al día de su religión, podrían sus países abrazar la modernidad y salir del atraso medieval que significa, en pleno siglo XXI, seguir lapidando a las adúlteras, cortando las manos a los ladrones, decapitando a los impíos y apóstatas y considerando que, ante la ley, el testimonio de una mujer vale sólo la mitad que el de un hombre. Con mucha razón, Hirsi Ali exhorta a los gobiernos y a las dirigencias políticas de los países democráticos a dar su apoyo a quienes, arriesgando sus vidas, libran esa difícil batalla religiosa y cultural, en vez de, por razones de Estado, amparar a regímenes despóticos como el de Arabia Saudita donde perviven aquellos horrores, y otros no menos atroces, como los llamados crímenes de honor: el padre o los hermanos que asesinan a la mujer violada pues esta violación “deshonró” a la familia de la víctima.

Nada me gustaría más que creer, como dice Hirsi Ali, que esta reforma ya ha comenzado y que, en todos los países musulmanes, esa espesa tiniebla religiosa que envuelve en ellos la vida ha empezado a disiparse. Lo que me hace dudar son los ejemplos contrarios –la agravación del fanatismo y el atractivo irresistible que para tantos adolescentes y hasta niños ejercen las organizaciones terroristas– de los que da cuenta su libro. Son tan numerosos y están descritos con tanta precisión que la impresión que uno saca de esas páginas es más bien la opuesta. Es decir, que en vez de un proceso de liberación muchos de esos países, como demuestra el fracaso de la llamada primavera árabe, en vez de acercarse a la modernidad sacudiéndose de anacrónicas y sangrientas creencias, son éstas más bien las que parecen renacer, robustecerse e infectar a buena parte de la sociedad. Ella misma cuenta cómo, con la excepción de Túnez –donde el proceso de laicización parece haber prendido de veras– en ciudades como Bagdad, donde hace veinte y treinta años retrocedía el velo y muchas mujeres mostraban los cabellos y se vestían a la manera occidental, ahora es muy raro ver a alguna que no lleve el hiyab.

El caso de la propia Hirsi Ali es también muy elocuente. Cuando en Amsterdam el cineasta Theo van Gogh fue asesinado en 2004, el asesino, Mohammed Bouyeri, clavó en el pecho de su víctima una carta a Hirsi Ali advirtiéndole que ella sería la próxima asesinada por traicionar al Islam. En vez de solidaridad, ella se vio amenazada por la ministra de Inmigración de Holanda, una señora de mandíbula cuadrada llamada Rita Verdonk, de perder la nacionalidad holandesa y sus vecinos le pidieron que abandonara el piso donde vivía, pues los ponía en peligro de padecer un atentado. Ahora mismo, en Estados Unidos, donde vive, es objeto de críticas muy duras de supuestos “liberales” que la acusan de “islamófoba” y,  en el seminario que dicta en la Universidad de Harvard, no es raro que se inscriban alumnos y alumnas que lo hacen sólo para poder insultarla. Debe, por eso, vivir permanentemente protegida.

Lo extraordinario es que nada de eso parece hacerle mella. Ayaan Hirsi Ali, a juzgar por este cuarto libro, prosigue, vacunada contra el desaliento, ejerciendo lo que llama “el poder de la blasfemia”, su campaña contra el fanatismo y la estupidez que envilecen nuestro tiempo y lo llenan de  cadáveres, convencida de que la sensatez y la razón terminarán por imponerse a la irracionalidad y el espíritu de la tribu. Dos veces en mi vida he tenido ocasión de oírla hablar. La primera en Holanda y, la segunda, varios años después, en Washington. En ambos casos la oí exponer sus tesis con una solvencia intelectual de gran empaque y, a la vez, con una suavidad y una elegancia que daban todavía más fuerza persuasiva a aquello que decía. Y, en ambos, pensé lo mismo: qué extraordinario que sea una somalí, educada en Arabia Saudita y en Kenia, capaz de romper con el oscurantismo y la barbarie que quisieron imponerle, quien defienda con tanta convicción y tanto fuego la cultura de la libertad, la mejor contribución del Occidente al mundo, ante unos auditorios de occidentales apáticos y escépticos, que ignoran lo privilegiados que son y el tesoro que poseen, y que tenga que ser Ayaan Hirsi Ali, después de pasar por el infierno, quien venga a recordárselo.




“Cada vez más gente cree que tiene derecho a no ser ofendida”

“Cada vez más gente cree que tiene derecho a no ser ofendida”

Entrevista a Flemming Rose

Por Sebastián Salazar Núñez

(El Comercio, 04 de Abril de 2015)

Por los shorts cargo y medias alzadas podría confundírsele con un turista cualquiera. Sin embargo, el séquito de seguridad que lo acompañó en Lima despejó esa imagen inmediatamente.

¿Qué lo llevó a publicar esas caricaturas?

Creo que es bastante importante decir que estas caricaturas no aparecieron de la nada. No se trataba de ofender a musulmanes y ver cómo reaccionarían. No. Fue en respuesta periodística a un fenómeno que vimos que sucedía.

¿Cuál era el contexto?

En aquel entonces hubo un debate en Dinamarca sobre autocensura relativa al islam. Hubo varios casos de autocensura y para averiguar si existía en realidad este fenómeno, comisionamos las caricaturas. Solo cuatro de las 12 mostraban al profeta.

¿Publicaron inmediatamente las caricaturas?

Luego de comisionar las caricaturas, las recibimos y tuvimos una discusión sobre si había suficiente evidencia periodística para escribir una historia en torno a ella. Encontramos varios casos similares respecto del islam: uno en Dinamarca, uno en Suecia y dos en Londres. En todos ellos, el miedo a las consecuencias generaba una autocensura. Todo esto en el lapso de 10 días.

¿Cómo ve la tendencia ahora?

Creo que hoy la gente se inclina más hacia la autocensura por el miedo. Hay ejemplos en Francia. Museos que cancelan exhibiciones, obras en teatros que salen de cartelera. Y esa sensación de intimidación creció después de lo que pasó en “Charlie Hebdo” y en Copenhague.

¿Se arrepiente de su decisión?

No me arrepiento de haber comisionado esas caricaturas. El periodismo trata de poner el foco en temas importantes. Y la publicación de esas caricaturas inició un debate muy importante: el papel de la libertad de expresión en una sociedad multicultural y multiétnica. Por supuesto que me arrepiento de la violencia, las matanzas y no creo que una caricatura valga una vida humana, pero la cuestión es qué hacer cuando muchas otras personas creen que está bien matar por una caricatura.

¿Cómo ha cambiado su vida?

Ahora tengo que vivir con seguridad y entiendo que probablemente tendré que vivir con eso el resto de mi vida. Estoy en el top 10 de personas que deben asesinarse de Al Qaeda. Es indignante, es … increíble.

¿Cuáles son entonces, a su juicio, los límites de la libertad de expresión?

Creo que hay tres tipos de limitaciones. El más importante es incitación a la violencia. La gente no debería estar permitida de incitar a la violencia. En segundo lugar, la difamación. No se debería ser libre de deliberadamente mentir para arruinar la reputación de otras personas. Y finalmente, creo que las personas en una democracia tienen derecho a su privacidad. Que la prensa no debe tener el derecho de escribir lo que quiera sobre las vidas privadas de los ciudadanos. Esos son los tres tipos de limitaciones que defendería.

¿Cómo ha afectado a las personas que le son cercanas?

Por suerte, mi esposa es rusa [ríe], así que es dura. Mis hijos son mayores y no viven en casa y doy gracias por eso. Claro que están preocupados, pero nunca me han dicho que deje de hacer lo que hago, a pesar de las consecuencias. Habría sido muy difícil para mí si lo hubieran hecho.

¿A qué cree que se debe este fenómeno de autocensura?

Bueno yo lo llamo “fundamentalismo de agravio”. Cada vez más gente sinceramente cree que tiene derecho a no ser ofendida. En una democracia se tiene varios derechos: votar, libertad de religión, de movimiento etc., pero el único derecho que no se debería tener es el de no ser ofendido. Pero más gente cree que tiene ese derecho y ‘juega’ la carta de la ofensa cada vez más. En todo el mundo. Pero no es solo con el islam. En Europa es el islam, pero en la India son nacionalistas hindúes, en Rusia, por ejemplo, Pussy Riot. Es un fenómeno mundial creciente.

¿Por qué cree que esto ocurre?

Creo que se basa en políticas de identidad, ya que a las personas en un mundo globalizado les resulta muy difícil responder a la pregunta: “¿Quién soy?”. Todos buscamos identidades para protegernos y tener un sentido propio. Cuando encontramos una identidad, la queremos proteger contra cualquier ofensa. El resultado es que al final se vuelve más importante qué nos distingue de los demás que aquello que compartimos con otros seres humanos. En mi libro exploro mi experiencia con este fenómeno, pero no me limito a Dinamarca o Europa. Se trata de lo que pasa en otras partes del mundo con distintas religiones e ideologías y sobre distintos períodos de la historia. Sobre las guerras de la religión en Europa, sobre el comunismo en Rusia soviética, la Alemania de Weimar y diferentes episodios históricos en los que se revisa la libertad de expresión, las limitaciones de esta y, más ampliamente, de la libertad.

¿Cómo se debería dar pelea en ese campo?

Es un desafío para la sociedad completa. No es una batalla que los periodistas puedan ganar o perder solos. Esa es una de las cosas que aprendí con mi experiencia. Yo me sentía seguro en un periódico grande y con reputación y pensé que podíamos ganar la batalla. Pero tengo que reconocer que no podemos ganar la batalla sin amplio soporte. Se necesita el apoyo de la mayoría de la sociedad para ganar esta batalla que concierne a la libertad de expresión. No es solo para la prensa o para los políticos, sino también para la sociedad civil.




¿En qué siglo estamos?

¿En qué siglo estamos?

Por: Juan Goytisolo. Columnista Del Diario “El País”

(El Comercio, 31 de Agosto del 2014)

¿Hasta dónde llegará la barbarie del cinismo político y el fanatismo religioso que provocan la huida de centenares de miles de personas para poner sus vidas a salvo de los bombardeos y amenazas de exterminio?

La victoria estratégica de El Asad al renunciar a sus innecesarios arsenales de armas químicas y proseguir el implacable machaqueo de su artillería y barriles cargados de explosivos en las zonas aún controladas por quienes se rebelaron en 2011 contra los abusos de su dictadura muestra que su objetivo de eliminar a estos, divididos en pequeños grupos reñidos entre sí e incapaces de ofrecer una alternativa política creíble, se ha llevado a cabo conforme a sus planes: reducir el conflicto a un enfrentamiento entre los suyos y los terroristas ayer de Al Qaeda y hoy del Estado Islámico (EI). En otras palabras, dar a escoger a Estados Unidos y sus aliados entre lo malo y lo peor.

Me había propuesto no escribir más sobre el fracaso de las oprimidas sociedades árabes en canalizar sus ansias de mayor libertad y justicia hacia una hoja de ruta democrática que distinga la esfera religiosa de la política, pero la emergencia del califato islámico proclamado en Mosul introduce un elemento nuevo y mortífero en las guerras sectarias que ensangrientan hoy los estados creados al fin de la Primera Guerra Mundial sobre las ruinas del Imperio Otomano por los acuerdos Sykes-Picot.

Proponer como ideal político un retorno al siglo VII en todos los ámbitos de la sociedad es pura insania pero esta, como sabemos, se contagia fácilmente y buena prueba de ello son los tres millares de yihadistas europeos agrupados tras la bandera negra del EI. Las prédicas inflamadas del autoproclamado califa no pueden ser tomadas a risa. La ocupación de vastas regiones de Siria e Iraq, tras poner en fuga al desmoralizado Ejército de Bagdad y atenazar los bastiones del Ejército Libre de Siria, muestra que la amenaza es real. La descomposición de las sociedades de Sham y Mesopotamia por las luchas sectarias de esa nueva Guerra de los 30 –¿o 100?– años propicia los peores extremismos. La utopía regresiva se sirve del valor de los símbolos y el alcance de las nuevas tecnologías. La decapitación ante una cámara del periodista norteamericano James Foley, que reproduce la de Daniel Pearl por Al Qaeda en Pakistán, contiene deliberadamente todos los elementos de un filme de horror: capucha, navaja, confesiones de la víctima antes de su bien escenificada ejecución.

El fusilamiento de centenares de cristianos y la condena a la esclavitud de sus mujeres actualiza de forma siniestra las viejas leyes de guerra de los beduinos de antes del Profeta.

Tras la conquista de Mosul sin combate, el Estado Islámico dispone de armas eficaces y dinero procedente del saqueo del Banco Central de Iraq y aplica al pie de la letra su medieval programa ecuménico. Los cristianos son forzados a escoger entre la conversión o la confiscación de sus bienes y a veces la pena capital. El fusilamiento de centenares de ellos y la condena a la esclavitud de sus mujeres actualiza de forma siniestra las viejas leyes de guerra de los beduinos de antes de la venida del Profeta. Los crímenes contra la humanidad de El Asad y la represión violenta de los sunitas por los funestos Al Maliki son su mejor coartada. La antigua convivencia de religiones en un marco político común cede el paso al odio, la destrucción y la muerte. Tal vez el ejemplo más cruel de ellos sea el de los yazidíes. Yo conocí hace años a un miembro de ese credo y los avatares de los suyos a lo largo de los siglos llamaron poderosamente mi atención. Su mitología, sus ritos, sus tabúes son distintos de los musulmanes y cristianos y entroncan con la antigua religión zoroastriana.

Ahora huyen desperdigados por el noreste de Siria y el Kurdistán en medio de la indiferencia general. Una página de la historia humana (o inhumana) corre el riesgo de desaparecer con ellos: con esos refugiados varados en el monte rocoso de Sinjar sobre los que los helicópteros estadounidenses dejan caer misericordiosamente sus paquetes de alimentos y garrafas de agua.

Vivir para creerlo: ¿en qué siglo estamos?




El Estado Islámico no sólo está matando gente. Está destruyendo una cultura

El Estado Islámico no sólo está matando gente. Está destruyendo una cultura

Publicado por The Washington Post, el 22 de agosto del 2014

Por Aki Peritz, ex analista de contraterrorismo de la CIA, y coautor de “Encuentra, Arregla, Termina: Dentro de las campañas antiterroristas que mataron a Bin Laden y devastaron Al-Qaeda.”

Traducido y compendiado por Lampadia

Antes de que el mundo sea testigo de la fuerza y brutalidad del [nuevo] Estado Islámico (ISIS) a través del video la semana pasada que muestra el asesinato del periodista estadounidense James Foley, un video adicional reveló otras formas de destrucción que el grupo terrorista está empeñado en infligir.

Este video anterior muestra un gran edificio de color canela con un minarete elevándose en la bruma del día. Después de diez segundos, hay un flash y una fuerte explosión. El minarete y el edificio desaparecen en una nube de humo. Y así, la supuesta última morada del profeta Jonás – el del gran pescado –fue reducida a escombros.

El Estado Islámico ha ido consolidando su control fanático en las tierras que ha conquistado. Además de las innumerables crueldades infligidas, como las expulsiones forzadas de los cristianos y otras minorías, ejecuciones en masa y el asesinato de líderes religiosos, también ha sido el causante de la destrucción del patrimonio cultural iraquí.

Desde que capturó parte del norte y oeste de Iraq en junio, ISIS ha volado sistemáticamente los sitios del patrimonio en los alrededores de Mosul, como el centenario altar a Seth (el tercer hijo de Adán y Eva), la Mezquita del profeta Jirjis y el Santuario Awn al-Din. A una hora al oeste de Mosul, en el pueblo de Tal Afar, ha demolido al menos tres santuarios chiíes y tres mezquitas.

Lugares bíblicos e históricos de Irak han sufrido enormes daños en la última década de la guerra. Por ejemplo, el Museo Nacional de Bagdad y Archivos Nacionales fueron saqueados después de la invasión de Estados Unidos, mientras que las tropas estadounidenses entre los años 2003 y 2004 utilizaron parte de la antigua Babilonia como helipuerto y reservorio de combustible. Pero la diferencia es que el ISIS hace un esfuerzo deliberado por destruir los espacios culturales de Irak. El grupo incluso se jacta de ello; una reciente edición de su revista en línea en idioma inglés, Dabiq, incluye una muestra fotográfica que da cuenta de los lugaresdestruidos por sus combatientes en los alrededores de Nínive. Y lo que no destruyen, lo saquean; el Sunday Times informó recientemente que el ISIS está saqueando los sitios arqueológicos y extrayendo un “impuesto” a los contrabandistas que mueven los artefactos robados.

El apetito de destrucción de ISIS estaría justificado por su adhesión a la cosmovisión salafista; sus miembros quieren volver Islam a lo que ellos perciben como la forma en la que los seguidores de las primeras generaciones de Mahoma actuaban y se comportaban. Los salafistas rechazan explícitamente “innovaciones” posteriores al séptimo siglo sobre el comportamiento y la interpretación del Corán – que, llevada al extremo, significa que todas las otras formas de la fe islámica son corruptas y deben ser borradas.

Esta no es la primera vez que grupos radicales se deleitan con la demolición sistemática del patrimonio de una nación. La destrucción de estatuas antiguas de Buda en Bamiyán, Afganistán, en 2001, por los talibanes es otro trágico ejemplo. Pero una mejor analogía de la destrucción cultural a escala industrial [y de impacto desconocido] es la de la Revolución Cultural (1966-76) de China. La juventud china, impulsada por la visión de Mao Zedong, formó unidades de la Guardia Roja en todo el país. Se les animó a acabar con los “cuatro antiguos” de la sociedad china: las viejas costumbres, los viejos hábitos, la vieja cultura y el pensamiento antiguo.

[Además de los asesinatos masivos de intelectuales y profesores universitarios] los Guardias Rojos destruyeron templos, mezquitas, sitios de patrimonio, arte y bibliotecas, convirtiendo gran parte de su cultura de 5,000 años de edad en cenizas. Sólo la intercesión de los funcionarios de alto rango podían detener las demoliciones. Por ejemplo, la razón por la cual la Ciudad Prohibida de Beijing no fue muy dañada es porque el primer ministro Zhou Enlai desplegó tropas para protegerla.

A lo largo de la historia, vemos que pequeños gruposse organizanpara tratar de detener o mitigar la destrucción cultural. En el libro de Robert Edsel “The Monuments Men” (y en la película de George Clooney con el mismo título), un grupo de voluntarios trata de rescatar los bienes culturales de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Hay también, quienes tratan de preservar la civilización desde dentro. Cuando Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y sus aliados tomaron la mitad de Malí en el 2012, conquistaron Tombuctú, una ciudad de gran erudición islámica. Fanáticos del AQMI arrasaron varias capillas en la ciudad, y declararon que los textos centenarios eran malos y deberían ser incendiados. Pero unos pocos bibliotecarios y un guardia de seguridad decidieron arriesgar sus vidas para protegerunos 28,000 textos del peligro, hasta que el gobierno de Malí y los paracaidistas franceses volvieron a tomar la ciudad a principios de 2013.

El presidente Obama declaró el miércoles que Estados Unidos “seguirá haciendo lo que se deba para proteger a nuestro pueblo” del ISIS y que “vamos a estar vigilantes, y vamos a ser implacables.” Pero además de su campaña de ataques aéreos, los Estados Unidos deberían identificar y ayudar a aquellos lo suficientemente valientes para frenar las pérdidas culturales irredimibles que se están infligiendo. Por desgracia, es difícil proteger construcciones tales como mezquitas, monasterios, iglesias, tumbas, santuarios y sitios arqueológicos – aunque los residentes han hecho esfuerzos para proteger algunos lugares – pero hay que trabajar con quienes están dispuestos a lo que sea para protegerlos bienesque se puedan salvar en la zona de conflicto. La administración también debe trabajar con el Gobierno Regional de Kurdistán, Turquía y la Unión Europea para albergar las colecciones que puedan salvarse. Ellos están borrando rápidamente el patrimonio cultural de Iraq, sin mayor resistencia.

Sin duda, parece un poco cruel enfatizar el rescate de bienes y objetos en lugar de centrarse exclusivamente en los riesgos para la gente que tanto ha sufrido. Sin embargo, por una razón u otra, ningún actor político que pueda traer una fuerza abrumadora a la mesa está retando efectivamente al ISIS – ni las tribus sunitas (todavía), ni el gobierno en Bagdad, ni los iraníes y  los Estados Unidos, a pesar de la campaña aérea limitada, y el secretario de Defensa, Chuck Hagel que llama al grupo “una amenaza para todos los países estables en la Tierra.”

En el Libro de Jonás, Dios ordena al reacio profeta a viajar a la ciudad asiria de Nínive para informarle a su Rey ya sus habitantes de la destrucción que viene debido a su maldad. La Mosul moderna está construida sobre los restos de la antigua Nínive, y los malvados ahora gobiernan la ciudad de nuevo. Necesitamos valientes, modernos “Monument Men” (y mujeres) en Irak para detener el daño que el ISIS está infligiendo a diario en uno de los primeros borradores de la civilización humana.