Fernando Rospigliosi
Expreso, 1 de diciembre del 2025
Dos individuos funestos para el Perú acaban de ser sentenciados. Ambos causaron males, en varios casos, irreparables.
Uno, Martín Vizcarra cuya labor de destrucción institucional difícilmente puede ser superada. Y que tuvo el peor desempeño en el mundo durante la pandemia del Covid, provocando, por corrupción e ineptitud, la muerte de más de doscientos mil peruanos y la ruina de la economía.
El asunto es que ese sujeto se mantuvo en el Gobierno encabezando la coalición vizcarrista, integrada por la mafia caviar, políticos, ONG, estudios de abogados y medios de comunicación.
Ese pérfido individuo provocó un enorme daño al sistema político, con una reforma que encargó a una comisión caviar que él designó. La no reelección de congresistas, el rechazo a bicameralidad, la enorme proliferación de partidos políticos, entre otras cosas, son sus engendros.
Cerró el Congreso ilegalmente para impedir elegir a un miembro del Tribunal Constitucional que no era del agrado de la mafia caviar y asaltó y politizó la fiscalía para destituir a Pedro Chávarry, fiscal de la Nación que lo iba a investigar.
Hoy día el Ministerio Público está en ruinas por su culpa y la de sus socios caviares, que se entronizaron en esa importante institución, usándola para sus protervos fines políticos.
Lo peor fue, probablemente su desempeño siniestro durante la pandemia, cuando no proporcionó a tiempo oxígeno para los enfermos, desechó la oportunidad de adquirir vacunas de calidad a tiempo, compró corruptamente las inservibles pruebas rápidas, encerró inútilmente a todo el Perú durante meses y, como cereza del pastel, se vacunó -junto con sus familiares y funcionarios cercanos- cuando los peruanos morían en masa.
Los pocos que criticamos en su momento sus tropelías. fuimos silenciados y vilipendiados por los sicarios de la mafia caviar, que endiosaban a ese malhadado sujeto.
El otro condenado, el golpista Pedro Castillo, fue el candidato que el Movadef -el nombre que adoptó Sendero Luminoso- puso al frente del sindicato magisterial y luego a la cabeza de su fórmula presidencial.
En el breve tiempo que habitó el Palacio de Gobierno -y la casa de Sarratea-, también atropelló la institucionalidad, sobre todo en las FFAA y la PNP. Nombró en el gabinete ministerial a terroristas reciclados o notorios simpatizantes del terrorismo y a una legión de incompetentes y corruptos.
Intentó instaurar en el Perú una dictadura chavista y fracasó, tanto por su torpeza como por la oportuna reacción del Congreso, las FFAA y la PNP, que frustraron su maligno propósito.
Y luego sus seguidores desataron una orgía de violencia, tratando de reponerlo en el Gobierno, designio monstruoso que fue impedido por las FFAA y la PNP.
Ambos delincuentes están recluidos ahora en el penal. No obstante, no hay que fiarse porque el sistema judicial no es confiable.
Solo queda esperar que el próximo año tengamos un gobierno que restaure la institucionalidad, limpie el sistema judicial, aplaste la violenta delincuencia que asola el país y encauce la economía para mejorar la vida de los peruanos.






