Alfredo Torres
Perú21, 8 de junio del 2025
«Los partidos deberían tomarse en serio la posibilidad de formar alianzas, incluso los tres punteros: Fujimori y López Aliaga, para salir de su enclaustramiento electoral; y Álvarez, para conseguir una bancada que genere confianza’’.
A ocho semanas del cierre del plazo para formar alianzas, continúan las conversaciones entre muchos de los 43 partidos, aunque todavía ningún acuerdo se oficializa. Entre tanto, las encuestas muestran a solo tres candidatos con cierto respaldo, algunos partidos más con expectativas parlamentarias y una gran mayoría que, por la indiferencia o el rechazo ciudadano, perderá la inscripción.
Entre los partidos conocidos solo dos podrían sentirse seguros hoy de que seguirán vigentes en 2026: Fuerza Popular y Renovación Popular. El problema que enfrentan ambos es cómo crecer más allá de su nicho electoral. El desafío para Keiko Fujimori es cómo conseguir votos no fujimoristas y, sobre todo, cómo ganar en la segunda vuelta, que ya ha perdido tres veces.
El nicho de Renovación Popular no es tanto ideológico, sino geográfico. Ningún alcalde de Lima ha llegado a la Presidencia de la República, y vaya que varios lo han intentado: Bedoya, Barrantes, Belmont, Andrade, Castañeda. El desafío para Rafael López Aliaga es conseguir votos fuera de Lima. Hasta ahora la mayor parte de su respaldo está en la capital.
Los demás partidos conocidos tienen pocas posibilidades de llegar muy lejos. APP, Somos Perú, Podemos Perú y otros carecen de líderes atractivos y comparten el desgaste de haber estado en el Congreso actual, un organismo casi tan desprestigiado como la actual Presidencia de la República. Dicho sea de paso, FP y RP también cargan con ese lastre, lo cual limita su crecimiento.
Dos partidos antiguos que tienen la posibilidad de salir del montón si en verdad conservan algo de la mística y la presencia nacional que tuvieron en el pasado son el APRA y Acción Popular. El desafío para ellos es demostrar que son organizaciones democráticas y que están embarcadas en un proceso de renovación. Para lo primero, la clave es llevar a cabo elecciones internas bajo el esquema de un militante, un voto. Lo segundo supone pasarle el mando a una nueva generación; a líderes de menos de 50 años, mejor aún si son de origen provinciano y si no han pasado por el desgastante Parlamento.
Cuando el sistema está quebrado, como reveló un estudio reciente de Ipsos, es natural que la demanda por el cambio sea mayoritaria. Esto no es nuevo en el Perú. Ocurrió en 1990, en que Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori representaban dos alternativas de cambio. Se repitió sucesivamente con Alejandro Toledo y Ollanta Humala. Incluso Pedro Pablo Kuczynski, con su partido Peruanos por el Kambio, representaba un contraste respecto de su predecesor Humala. Y, por supuesto, el triunfo de Pedro Castillo fue una expresión extrema de esa voluntad.
Entonces, si el electorado va en busca de un cambio, mirará con más interés a las nuevas opciones. De hecho, una de ellas, la de Carlos Álvarez, empieza con buen pie. El problema de Álvarez es País para Todos, un partido “vientre de alquiler” al que no se le conoce ningún dirigente de prestigio. Por el contrario, ya Álvarez ha dejado entrever su distanciamiento de Vladimir Meza, el controvertido fundador del partido, y el riesgo de que siga los pasos de Hernando de Soto. Evidentemente, si Álvarez renuncia, como lo hizo De Soto, País para Todos seguirá el camino de Progresemos a una extinción inmisericorde.
De los demás nuevos partidos hay dos que parecen más organizados y con algún potencial: Libertad Popular de Rafael Belaunde y Ahora Nación de Alfonso López Chau, ambos economistas de profesión. Los dos parten con cierta ventaja: Rafael Belaunde Llosa es nieto de Fernando Belaunde y logró que Mario Vargas Llosa se inscriba en su partido al poco tiempo de haberlo creado. López Chau ha sido rector de la UNI y director del BCR, dos instituciones de prestigio. Belaunde podría atraer votos en la centroderecha y López Chau en la centroizquierda. Hasta el momento, sin embargo, ninguno de los dos ha despegado.
La mayor incógnita es hacia dónde irá el voto que acompañó a Pedro Castillo en la primera vuelta de 2021. Hasta el momento, ni Vladimir Cerrón ni Guillermo Bermejo ni Napoleón Becerra ni Vicente Alanoca han demostrado ser atractivos electoralmente. Alguno de ellos podría atropellar al final. Entre tanto, Roberto Sánchez, de Juntos por el Perú, ha anunciado que habría “fichado” a Antauro Humala como candidato al Senado. Si no es excluido por la misma razón que lo fue su partido, Humala podría arrastrar un buen número de votos para el Senado, pero no necesariamente ese electorado apoyaría a Sánchez para la Presidencia.
Si Pedro Castillo o Aníbal Torres no son sentenciados antes por el intento de golpe de Estado, podrían también ser elegidos senadores con una votación elevada, invitados por algún partido, pero no necesariamente endosar votos para su candidato presidencial. Algo así pasó en 2021, en que Martín Vizcarra consiguió la mayor votación para el Congreso —antes de ser inhabilitado—, pero ese apoyo no se reflejó en la votación para el candidato presidencial de Somos Perú.
Lo cual nos regresa al principio. Los partidos deberían tomarse en serio la posibilidad de formar alianzas, incluso los tres punteros: Fujimori y López Aliaga, para salir de su enclaustramiento electoral; y Álvarez, para conseguir una bancada que genere confianza. En realidad, visto el fraccionamiento, deberían buscarlas todos los que aspiran a que el Perú salga de este largo ciclo de inestabilidad hacia una gobernabilidad que permita que el desarrollo sea posible.