Iván Alonso
El Comercio, 17 de octubre del 2025
“No se puede entender la historia económica de Inglaterra, dice Mokyr, sin reparar en el desmantelamiento de un sistema de privilegios y regulaciones en beneficio de grupos con acceso al poder político”.
El Premio Nobel de Economía ha sido otorgado este año a Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt “por haber explicado el crecimiento económico impulsado por la innovación”. En el caso particular de Mokyr, un historiador económico de Northwestern University, en Illinois, agrega la Academia Sueca que ha “identificado los prerrequisitos para el crecimiento económico a través del progreso tecnológico”. ¿Cuáles fueron esos prerrequisitos?.
La Revolución Industrial que puso a Inglaterra primero y luego al resto de Europa occidental en la senda del crecimiento sostenido debe mucho, según Mokyr, a las creencias de la gente de la época. La principal, la más relevante de esas creencias fue la fe, nacida de la Ilustración, en la aplicación de la ciencia a la solución de los problemas prácticos de la vida. Hablar de Revolución Industrial eclipsa, en realidad, la gran transformación que estaba ocurriendo en otros sectores, como la agricultura, el comercio y los servicios financieros, donde el cálculo actuarial del matemático francés Abraham de Moivre, por poner un ejemplo, transformó los seguros de vida, que hasta entonces habían sido un juego de apuestas sobre la longevidad de personajes con cierta notoriedad, en un producto para ser ofrecido al público en general.
Sin embargo, para que esa nueva fe en la ciencia tuviera un efecto duradero y acumulativo se necesitaba algo más. Cada innovación genera ganadores y perdedores, y aunque sean generalmente más los primeros que los segundos –la masa de consumidores y los nuevos competidores frente a unas cuantas empresas establecidas–, estos últimos pueden tener la capacidad de bloquearla. El otro prerrequisito era, por lo tanto, la transición a una economía de mercado, que es para Mokyr “la madre de todos los cambios institucionales”.
No se puede entender la historia económica de Inglaterra, dice Mokyr, sin reparar en el desmantelamiento de un sistema de privilegios y regulaciones en beneficio de grupos con acceso al poder político, a costa del resto de la población, un fenómeno bautizado en la literatura económica como “rent-seeking”. En 1837, cuando la reina Victoria accedió al trono, el “rent-seeking” era prácticamente una especie en vías de extinción. Sin este cambio institucional, el crecimiento económico no habría podido convertirse en la norma; habría seguido siendo, más bien, una sucesión aleatoria de casos aislados de corta duración.
Nos hemos quedado sin espacio para hablar de las contribuciones de Aghion y Howitt. Trataremos de hacerlo la semana que viene.