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Se profundiza el populismo en América Latina

Se profundiza el populismo en América Latina

“Tal como están las cosas, parece que América Latina seguirá siendo la región del futuro por tiempo indefinido”. Esa es la frase con la que finaliza un reciente artículo escrito por el notable economista Kenneth Rogoff – publicado en la revista Project Syndicate y que compartimos líneas abajo – en el que analiza cómo el reciente ascenso de diversos líderes populistas en la región – entre los que destaca a AMLO, en México y a Bolsonaro en Brasil, así como al dictador Maduro en Venezuela – prolongaría su estancamiento económico y su crisis democrática (ver Lampadia:  Estancamiento de América Latina) a la luz de las políticas emprendidas por dichos gobiernos.

Esto no debería sorprendernos. En el caso de AMLO, como auguramos en Lampadia:  El populismo de AMLO en sus 100 primeros días, las políticas emprendidas por su gobierno en los primeros 3 meses – entre las que destacamos la cancelación de notables proyectos de infraestructura, como el aeropuerto internacional de México iniciado en el 2014, el bloqueo de ductos de combustible y el plantear la posibilidad de un control de precios en una serie de alimentos básicos –  constituían una oda al socialismo latinoamericano del siglo XXI que, como ha sido demostrado históricamente en nuestra región y del cual Venezuela sigue siendo el ejemplo emblemático, conduce a generar una desaceleración económica con alta inflación en el mediano-largo plazo, así como un endeudamiento del fisco a niveles insostenibles.

En el caso de Bolsonaro (ver Lampadia:  Los grandes retos de Bolsonaro, La democracia brasileña en riesgo, ¿Del populismo de izquierda al populismo de derecha?), si bien sostuvimos que en el ámbito económico se encontraba por el camino adecuado – al promover la privatización y el libre mercado en una economía que se encontraba entrampada durante dos décadas debido al proteccionismo, el asistencialismo y la corrupción heredados por Lula Da Silva – el populismo de derecha que ostentaba era sumamente peligroso para la democracia brasileña. Sus declaraciones homofóbicas y misóginas le han valido un rotundo rechazo de la población. Además, su falta de capacidad política y persistente confrontación con el Congreso no le ha permitido, a la fecha, avanzar con las reformas económicas que necesita Brasil. Nuestro país se encuentra en una situación similar, por ende, no debería sorprendernos la situación que aqueja a nuestro vecino oriental.

Sin embargo, los desastrosos resultados a los que llevarán dichos actos políticos en ambos países sí debieran llamar la atención a los votantes respecto de qué políticas son las adecuadas para alcanzar un eventual desarrollo económico y social, así como para consolidar los sistemas democráticos. Es fundamental que nuestra región sea consciente de la crisis democrática en la que se encuentra (ver Lampadia: Las democracias están en peligro en América Latinay se dé cuenta que los populismos tanto de derecha como de izquierda no representarán una solución a sus problemas. Lampadia

A medida que los populistas aumentan, las economías de América Latina caerán

Project Syndicate
5 de junio, 2019
Kenneth Rogoff
Traducido y glosado por Lampadia 

En el transcurso de un año, los populistas con tendencias autocráticas han asumido el poder en México y Brasil, y han sentado las bases para volver al poder en Argentina. Con las tres economías más grandes de América Latina destinadas a una mayor mala gestión, las perspectivas de crecimiento en la región son poco favorables.

Aunque el presidente de los EEUU, Donald Trump, tiende a apoderarse de la mayoría de los titulares, no es una excepción global. Los autócratas populistas han disfrutado de un impresionante ascenso al poder en países de todo el mundo, y en ninguna parte la tendencia es más pronunciada que en América Latina tras las elecciones del presidente de izquierda de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el presidente de derecha de Brasil, Jair Bolsonaro. Los estadounidenses tienen razón al quejarse de las tendencias autocráticas de Trump, pero, como les recordaría el ex ministro de Finanzas de Chile, Andrés Velasco, Trump es un mero aprendiz en comparación con los populistas de América Latina.

Sin duda, esto no significa que las economías de México y Brasil compartan la misma suerte que la de Venezuela bajo Hugo Chávez y su dictador actual, Nicolás Maduro. Chávez y Maduro lograron llevar al país más rico de América Latina, hogar de una cuarta parte de las reservas mundiales de petróleo probadas, y convertirlo en un caso perdido con una inflación de más de 1,000,000% y una tasa de pobreza de más del 90%. Al menos 4 millones de los 32 millones de habitantes de Venezuela han huido del país, y las proyecciones sugieren que este número podría duplicarse este año si Maduro sigue en el cargo. Venezuela debe su difícil situación no tanto a las sanciones económicas de la era Trump, sino a sus propios líderes populistas. El país ha estado deteriorándose durante años, y la mayor parte de la caída en sus indicadores sociales y económicos es muy anterior al gobierno de Trump.

AMLO, como el carismático Chávez hace dos décadas, asumió el cargo el año pasado con la promesa de que mejoraría las vidas de la gente común. Uno de sus primeros actos oficiales fue cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto que se necesitaba desesperadamente en la Ciudad de México, a pesar de que el proyecto ya estaba completo en un 30%, debido a que las aerolíneas son para los ricos. Luego lanzó un nuevo proyecto de aeropuerto en un lugar montañoso, poco práctico, más lejos, donde tiene menos posibilidades de terminar.

Aunque AMLO hizo campaña con la promesa de acabar con la corrupción, su gobierno ha rechazado la licitación competitiva por más del 70% de los contratos que ha adjudicado. Al igual que Trump, rechaza a los críticos de los medios como “noticias falsas” y advierte a los reporteros que “se comporten bien” o “sabes lo que te sucederá”. Sin embargo, los inversores globales se sienten alentados por el hecho de que AMLO ha dejado solo al banco central, al menos hasta ahora.

Pero incluso si el mercado no está evaluando un “riesgo de Venezuela” masivo para México, muchas de las celebridades, escritores, académicos y políticos de tendencia izquierdista que elogiaron a Chávez en los cielos se han mostrado notablemente reticentes a animar a AMLO. Después de haber visto a Trump convertir la tragedia venezolana en su ventaja política, los forasteros que pueden simpatizar con las ambiciones socialistas de AMLO son prudentes. La única excepción, por supuesto, es el líder de la extrema izquierda del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, un partidario del corrupto régimen chavista de Venezuela, quien asistió a la toma de posesión de AMLO en diciembre de 2018.

Mientras que AMLO representa una amenaza para la segunda economía más grande de América Latina, Bolsonaro está poniendo en peligro a la más grande. Como dice el viejo y triste refrán, Brasil, con sus abundantes recursos naturales y su gente talentosa, “es el país del futuro, y siempre lo será”. Su nuevo presidente, un ex capitán del ejército que quiere armar a los ciudadanos y arrasar grandes barrios de La Amazonía (que aceleraría significativamente el calentamiento global), se ha convertido en un pararrayo para protestas estudiantiles, ambientalistas y activistas de los derechos de los homosexuales. Anticipándose a las protestas masivas, recientemente canceló un viaje a Nueva York después de recibir críticas mordaces de su alcalde, Bill de Blasio.

Las cosas no están mucho mejor en casa. Los índices de aprobación de Bolsonaro se han reducido a la mitad desde que asumió el cargo a principios de año. Los primeros escándalos dejan en claro que está muy lejos de limpiar la corrupción endémica que paraliza la gobernanza de Brasil, y mucho menos demostrar las habilidades de formación de coaliciones necesarias para implementar la ambiciosa agenda de reformas económicas de su gobierno.

Para empeorar las cosas, la tercera economía más grande de América Latina, Argentina, se enfrenta ahora a la perspectiva de un retorno al gobierno socialista corrupto y autocrático después de una elección presidencial en octubre próximo. El actual presidente del país, Mauricio Macri, asumió el cargo en 2015, prometiendo un retorno a la salud económica después de que el ex presidente Nestor Kirchner y su sucesora / esposa, Cristina Fernández de Kirchner, despilfarraran los beneficios de un auge de las exportaciones agrícolas a principios de la década del 2000. Sin embargo, Macri, quien heredó una situación extremadamente difícil – no solo un gran déficit presupuestario y una capacidad de endeudamiento limitada – también ha cometido algunos errores críticos.

Para reducir la inflación, que probablemente había alcanzado alrededor del 30%, el gobierno de Macri trató de reducir la tasa de crecimiento del dinero y encontrar fuentes alternativas de financiamiento. Pero los funcionarios optaron por recurrir a préstamos a corto plazo en dólares extranjeros (un error clásico), y Argentina pronto se vio incapaz de pagar sus deudas. El tipo de cambio ahora se ha derrumbado, la inflación ha subido a más del 50% y el partido de los Kirchner está listo para recuperar el poder.

Si todos los líderes autocráticos fueran tan competentes como el fallecido Lee Kuan Yew, el padre fundador de Singapur, los recientes desarrollos políticos en las Américas podrían no ser tan preocupantes. Lamentablemente, este no es el caso, particularmente cuando se trata de los populistas en México, Brasil y Argentina. Tal como están las cosas, parece que América Latina seguirá siendo la región del futuro por tiempo indefinido. Lampadia

Kenneth Rogoff, profesor de economía y políticas públicas en la Universidad de Harvard y ganador del Premio Deutsche Bank 2011 en Economía Financiera.




El socialismo de los Millennials

El socialismo de los Millennials

Hemos escrito numerosas veces acerca del fenómeno millennials (Ver Lampadia: Incluyendo a los millennials en los gobiernos, Los Millennials: una generación que va a cambiar el mundo, entre otros) porque consideramos que es una generación que puede aportar muchísimo a la discusión de política pública dada su preocupación por problemáticas – el cambio climático, la desigualdad, la precarización del empleo, entre otras – que no eran abordadas por generaciones pasadas como los Baby Boomers o la Generación X.

Sin embargo, como deja entrever The Economist en un reciente artículo (ver líneas abajo), el hecho que muestren un creciente interés por estos problemas no quiere decir que sus propuestas de solución sean necesariamente las óptimas. Peor aún, si es que – como sugieren una serie de encuestas y resultados de los recientes comicios electorales en EEUU y Europa – presentan una afinidad con el socialismo decimonónico y con la izquierda política.

Veamos las propuestas provenientes de los principales partidos que han calado en las mentes de los millennials,  el Partido Demócrata en EEUU y el Partido Laborista en el Reino Unido:

  • En relación al problema de la desigualdad, al igual que la izquierda tradicional, abogan por una redistribución de los ingresos desde los más ricos a los más pobres, además de endeudar ilimitadamente al Estado a bajas tasas de interés, con el fin de financiar enormes déficits fiscales.
  • En relación al problema de la precarización del empleo, proponen una mayor participación de los trabajadores en el accionariado de las empresas y por ende en sus utilidades.
  • En lo concerniente al cambio climático, sus propuestas giran en torno a una mayor planificación central y a una expansión del gasto público en energía verde.

Si un liberal clásico analizara estas tres propuestas quedaría aterrado por los perversos efectos – por demás demostrados por la evidencia histórica – que generan en la economía. Pero la pregunta relevante es: ¿Cómo es posible que la generación de los millennials ha podido ser seducida por las propuestas de un sistema que demostró ser inviable económica y socialmente en aquel evento histórico de 1991, la caída del Muro de Berlín?

Como indica The Economist, “El socialismo de millennials tiene una refrescante disposición para desafiar el status quo. Pero al igual que el socialismo de antaño, adolece de una fe en la incorruptibilidad de la acción colectiva y de una sospecha injustificada en el empuje individual. Los liberales deberían oponerse”.

Pero a esta teoría nosotros queremos complementarla con otra, que está íntimamente ligada al trabajo de los think tanks liberales y que, consideramos, fue determinante de este giro político en los millennials: La falta de difusión de los beneficios que generan los instrumentos de mercado, frente a alternativas socialistas.

En efecto, si uno analiza diagnóstico por diagnóstico que llevan a la recomendación de las políticas anteriormente mencionadas se dará cuenta que no solo están errados, sino que además esconden una profunda ignorancia acerca de la existencia de instrumentos de mercado que generan mejores resultados que las propuestas mencionadas por estos partidos:

  • La desigualdad, lejos de seguir creciendo exorbitantemente, ha caído en EEUU en el período 1979-2014, no por redistribución de ingresos, sino por crecimiento económico (ver Lampadia: Cuidados en el manejo de cifras de pobreza).
  • La precarización del empleo no se combate con mayor protección, sino con un marco laboral flexible, que pueda ser abordado tanto por las grandes como por pequeñas empresas, incentivando la formalización.
  • Y en relación al cambio climático, este no se combate aumentando el tamaño del Estado, sino dando los incentivos a empresas y consumidores a expandir el uso de las energías renovables en su día a día.

Si los líderes políticos y empresarios difundieran estas ideas a través de las redes sociales, herramienta informativa por excelencia de los millennials, podrían generar un giro político en reverso en los jóvenes, desde el socialismo al capitalismo. Esta es una tarea que en Lampadia hemos asumido con compromiso e insistimos que es la solución para formar -en el mediano-largo plazo- una mejor clase política dirigente, tan venida a menos en los últimos años en el Perú.  Creemos firmemente que podemos lograrlo. Lampadia

La izquierda resurgente
Socialismo de millennials

Un nuevo tipo de doctrina de izquierda está emergiendo. No es la respuesta a los problemas del capitalismo.

The Economist
14 de febrero, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Después del colapso de la Unión Soviética en 1991, la competencia ideológica del siglo XX parecía haber terminado. El capitalismo había ganado y el socialismo se convirtió en sinónimo de fracaso económico y opresión política. Cojeaba en reuniones marginales, estados fallidos y la turgente liturgia del Partido Comunista de China. Hoy, 30 años después, el socialismo vuelve a estar de moda. En EEUU, Alexandria Ocasio-Cortez, una congresista recién elegida que se llama a sí misma una socialista democrática, se ha convertido en una sensación aun cuando el campo creciente de candidatos presidenciales demócratas para el 2020 gira a la izquierda. En Gran Bretaña, Jeremy Corbyn, el líder de línea dura del Partido Laborista, aún podía ganar las llaves de 10 Downing Street.

El socialismo vuelve a aparecer porque ha formado una crítica incisiva de lo que ha ido mal en las sociedades occidentales.

Mientras que los políticos de la derecha han abandonado con demasiada frecuencia la batalla de las ideas y se han retirado hacia el chovinismo y la nostalgia, la izquierda se ha centrado en la desigualdad, el medio ambiente y la forma de otorgar poder a los ciudadanos en lugar de a las élites.

Sin embargo, aunque la izquierda renacida hace algunas cosas bien, su pesimismo sobre el mundo moderno va demasiado lejos. Sus políticas adolecen de ingenuidad en cuanto a presupuestos, burocracias y empresas.

La renovada vitalidad del socialismo es notable. En la década de 1990, los partidos de izquierda se desplazaron hacia el centro. Como líderes de Gran Bretaña y Estados Unidos, Tony Blair y Bill Clinton afirmaron haber encontrado una “tercera vía”, una acomodación entre el estado y el mercado. “Este es mi socialismo”, declaró Blair en 1994 mientras abolía el compromiso del laborismo con la propiedad estatal de las empresas. Nadie fue engañado, especialmente los socialistas.

La izquierda de hoy ve la tercera vía como un callejón sin salida. Muchos de los nuevos socialistas son millennials.

  • Un 51% de los estadounidenses de 18 a 29 años tienen una visión positiva del socialismo, dice Gallup.
  • En las primarias de 2016, más jóvenes votaron por Bernie Sanders que por Hillary Clinton y Donald Trump juntos.
  • Casi un tercio de los votantes franceses menores de 24 años en las elecciones presidenciales de 2017 votaron por el candidato de la izquierda dura.

Pero los millennials socialistas no tienen que ser jóvenes. Muchos de los fans más entusiastas de Corbyn son tan viejos como él.

No todos los objetivos socialistas de millennials son especialmente radicales. En Estados Unidos, una política es la atención médica universal, que es normal en otros lugares del mundo rico y deseable. Los radicales de la izquierda dicen que quieren preservar las ventajas de la economía de mercado. Y tanto en Europa como en EEUU, la izquierda es una coalición amplia y fluida, como suelen ser los movimientos con un fermento de ideas.

Sin embargo, hay temas comunes. Los socialistas de millennials piensan que la desigualdad se ha salido de control y que la economía está amañada en favor de intereses creados. Creen que el público anhela que el Estado redistribuya los ingresos y el poder para equilibrar las escalas. Piensan que la miopía y el cabildeo han llevado a los gobiernos a ignorar la creciente probabilidad de una catástrofe climática. Y creen que las jerarquías que gobiernan la sociedad y la economía (reguladores, burocracias y empresas) ya no sirven a los intereses de la gente común y deben ser “democratizadas”.

Algo de esto está fuera de discusión, incluida la maldición del cabildeo y el abandono del medio ambiente.

La desigualdad en Occidente se ha disparado en los últimos 40 años. En Estados Unidos, el ingreso promedio del 1% superior ha aumentado en un 242%, aproximadamente seis veces más que el aumento para los trabajadores medios. Pero la nueva izquierda también tiene errores importantes en su diagnóstico, y también la mayoría de sus recetas.

Comencemos con el diagnóstico. Es erróneo pensar que la desigualdad debe seguir aumentando de manera inexorable.

  • La desigualdad de ingresos en Estados Unidos cayó entre 2005 y 2015, después de ajustar los impuestos y las transferencias.
  • El ingreso mediano de los hogares aumentó un 10% en términos reales en los tres años hasta 2017.
  • Un factor común es que los empleos son precarios. Pero en 2017 había 97 empleados tradicionales a tiempo completo por cada 100 estadounidenses de 25 a 54 años, en comparación con solo 89 en 2005.
  • La mayor fuente de precariedad no es la falta de empleos fijos, sino el riesgo económico de otra recesión.

Los socialistas de millennials también diagnostican mal la opinión pública. Tienen razón en que las personas sienten que han perdido el control sobre sus vidas y que las oportunidades se han debilitado. El público también resiente la desigualdad. Los impuestos sobre los ricos son más populares que los impuestos sobre todos. No obstante, no existe un deseo generalizado de redistribución radical. El apoyo de los estadounidenses a la redistribución no es mayor que en 1990, y el país recientemente eligió un multimillonario y prometedor recorte de impuestos a las empresas. Según algunas medidas, los británicos están más tranquilos con los ricos que los estadounidenses.

Si el diagnóstico de la izquierda es demasiado pesimista, el verdadero problema radica en sus prescripciones, que son perversas y políticamente peligrosas.

  • Tomemos la política fiscal. Algunos en la izquierda venden el mito de que las grandes expansiones de los servicios gubernamentales pueden pagarse principalmente con impuestos más altos para los ricos.
  • En realidad, a medida que las poblaciones envejecen, será difícil mantener los servicios existentes sin aumentar los impuestos a las personas de ingresos medios.
  • Ocasio-Cortez ha flotado una tasa impositiva del 70% sobre los ingresos más altos, pero una estimación plausible coloca el ingreso adicional en solo $ 12 mil millones, o el 0.3% de la recaudación total de impuestos.
  • Algunos radicales van más allá y apoyan la “teoría monetaria moderna” que dice que los gobiernos pueden pedir prestado libremente para financiar nuevos gastos y mantener bajas las tasas de interés.
  • Incluso si los gobiernos recientemente han podido obtener préstamos más de lo que muchos formuladores de políticas esperaban, la noción de que los préstamos ilimitados finalmente no alcanzan a una economía es una forma de charlatanería.

La desconfianza de los mercados también lleva a los socialistas de millennials a sacar conclusiones erróneas sobre el medio ambiente. Rechazan los impuestos al carbono neutrales a los ingresos como la mejor manera de estimular la innovación del sector privado y combatir el cambio climático. Prefieren la planificación central y el gasto público masivo en energía verde.

La visión socialista de millennials de una economía “democratizada” difunde el poder regulatorio en lugar de concentrarlo. Eso tiene cierto atractivo para los localistas como este periódico, pero el localismo necesita transparencia y rendición de cuentas, no los comités fácilmente manipulados favorecidos por la izquierda británica. Si las empresas de servicios de agua de Inglaterra se renacionalizaran como pretende Corbyn, es poco probable que sean ejemplos brillantes de democracia local. En EEUU, también, el control local a menudo lleva a la captura. Sea testigo del poder de las juntas de concesión de licencias para bloquear a los forasteros de empleos o de Nimbys para detener los desarrollos de viviendas. La burocracia en cualquier nivel brinda oportunidades para que intereses especiales puedan capturar influencia. La delegación de poder más pura es a individuos en un mercado libre.

El impulso de democratizar se extiende a los negocios. La izquierda de millennials quiere más trabajadores en las juntas y, en el caso del laborismo, apoderarse de las acciones de las empresas y entregarlas a los trabajadores. Países como Alemania tienen una tradición de participación de los empleados. Pero el impulso de los socialistas por un mayor control de la empresa se basa en la sospecha de las fuerzas remotas desatadas por la globalización. Empoderar a los trabajadores para resistir el cambio osificaría la economía. Menos dinamismo es lo opuesto a lo que se necesita para la reactivación de la oportunidad económica.

En lugar de proteger a las empresas y los empleos del cambio, el estado debería garantizar que los mercados sean eficientes y que los trabajadores, y no los empleos, sean el foco de la política.

En lugar de obsesionarse con la redistribución, los gobiernos harían mejor en reducir la búsqueda de rentas, mejorar la educación e impulsar la competencia.

El cambio climático se puede combatir con una combinación de instrumentos de mercado e inversión pública.

El socialismo de millennials tiene una refrescante disposición para desafiar el status quo. Pero al igual que el socialismo de antaño, adolece de una fe en la incorruptibilidad de la acción colectiva y de una sospecha injustificada en el empuje individual. Los liberales deberían oponerse. Lampadia




Tropezando con la misma piedra

Tropezando con la misma piedra

AMLO, Manuel López Obrador, el nuevo presidente mexicano, confirmó en su discurso de investidura sus planteamientos pos-electorales que han alarmado a los inversionistas y han afectado los mercados internos.

En un artículo de hace un par de días, The Economist (ver traducción de Lampadia), habla de ‘errores de novato’, pero AMLO no es ningún novato, ha postulado a la presidencia por tercera vez, y previamente fue alcalde de la ciudad de México. Lo complicado son sus ideas de corte del socialismo del siglo XXI. Ideas que han sido contrastadas con la realidad en varios países y en varias ocasiones con tremendos fracasos.

AMLO plantea un gobierno fundacional, dirigido a luchar contra la corrupción, pero malogra su oferta optando por el borrón y cuenta nueva, cuidando el futuro, dejando intocados a los corruptos del pasado. Es cierto, que salva el tema sugiriendo que en un referéndum se podría cambiar el enfoque.

Por el lado de las medidas de impacto económico planteó, por ejemplo:

  • Reducir los ingresos de los funcionarios del Estado por debajo de su propia remuneración, que sería previamente recortada en un 40%. Un error gravísimo, el error del segundo gobierno de García en el Perú, una medida populista que solo trae consecuencias negativas. Los estados necesitan contar con sus ciudadanos más preparados y tener políticas meritocráticas del corte de las de Singapur, que tiene los mejores y mejor remunerados funcionarios públicos del planeta.
  • AMLO ha ofrecido incontables subsidios para los adultos mayores, los jóvenes (quiere eliminar la presencia de NINIS), y zonas geográficas.
  • Una zona franca a lo largo de toda la frontera con EEUU para evitar la migración de los mexicanos.
  • Ha sido muy crítico con la apertura del mercado energético y las privatizaciones de servicios públicos.
  • Ha decretado la reversión de la reforma educativa.
  • Creará 100 universidades públicas
  • Desarrollará obras de infraestructuras muy ambiciosas
  • Construirá una nueva refinería en Tabasco, su zona de origen

En general, su discurso de investidura fue una alegoría contra el ‘pérfido e inefectivo neoliberalismo’, ofreciendo una suerte de cuarta revolución política para la creación del nuevo México.

Una lástima, que el socio más grande de la Alianza del Pacífico, se dirija al socialismo que siempre tropieza con las mismas piedras. Lampadia

Errores de novato
AMLO, el presidente electo de México, está enviando señales preocupantes

Andrés Manuel López Obrador tiene malas ideas y peores planes para implementarlas

The Economist
29 de noviembre de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Desde que ganó las elecciones presidenciales de México en julio, Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda, ha estado en el poder, pero no en el gobierno. En octubre, AMLO, como se le conoce, convocó a los mexicanos a votar sobre si cancelar un gran aeropuerto en construcción para la Ciudad de México. Una pequeña muestra votó para desecharla; prometió hacerlo, evitando así la expansión de los vínculos entre México y el mundo exterior. Su partido Morena y sus aliados, que controlan el Congreso desde septiembre, aprobaron una ley que prohíbe que cualquier funcionario gane más que el presidente, que planea tomar un recorte salarial del 60%. AMLO será inaugurado el 1 de diciembre; los augurios de su mandato de seis años ya parecen preocupantes.

Los votantes eligieron a AMLO por desesperación, habiéndolo rechazado como presidente dos veces antes. Los chanchullos abundan, la tasa de homicidios es la más alta registrada, más del 40% de los mexicanos son pobres según la definición del gobierno y el crecimiento económico reciente ha sido decepcionante. En AMLO, un ex alcalde de la Ciudad de México, muchos mexicanos vieron un posible salvador. Él fulmina contra la clase gobernante tecnocrática. Vuela con ahínco en clase económica y ha puesto a la venta el avión presidencial. Él jura mejorar a los necesitados, frenar el crimen y aplastar la corrupción. Pero lo está haciendo al revés.

El fiasco del aeropuerto ilustra tanto su mentalidad como sus métodos. Durante mucho tiempo se ha opuesto al nuevo aeropuerto, prefiriendo una alternativa que es técnicamente inviable. Su consulta, administrada por su partido en lugar de la comisión electoral, fue una farsa. Solo el 1% del electorado participó. Después de una declaración, él honraría la votación cancelando un proyecto que ya está desarrollado en un 30% y en el que ya se han gastado US$ 5 mil millones, los bonos y la moneda de México se han desplomado. Eso llevó al Banco Central a elevar las tasas de interés el 15 de noviembre. Incluso antes de asumir el mandato presidencial, AMLO ha dañado la economía.

Algunos de sus planes para combatir la corrupción y el crimen son contraproducentes; otros son alarmantes. Su límite en los salarios públicos expulsará a las personas con talento del gobierno y aumentará la tentación de aceptar sobornos entre los que se queden. Peor aún, quiere crear una Guardia Nacional, supervisada por el ministerio de defensa, para combatir a los criminales. Los soldados son terribles en el trabajo policial. En México, hacer que lo hagan también es inconstitucional, como lo reafirmó recientemente la Corte Suprema. Sin aminalarse, AMLO propone cambiar la constitución para permitirlo.

Bien, mal o indiferente, sus ideas no obtendrán el escrutinio que merecen. Al proponer a muchos de ellos directamente en la gente, reduce la posibilidad de que el Congreso o cualquier otro organismo controle su poder. AMLO organizó una segunda votación de baja participación entre el 24 y el 25 de noviembre, que selló diez de sus proyectos favoritos, incluida una costosa refinería en su estado natal de Tabasco. Planea someter a votación lo de la Guardia Nacional, esta vez supervisada por la comisión electoral, junto con otras dos preguntas: si se creará un consejo de empresarios para asesorarlo y si se iniciarán acciones judiciales por corrupción contra presidentes recientes. El primero es demasiado trivial para votar; el último es el acto de un demagogo. Las sociedades que respetan el imperio de la ley no deciden por plebiscito si procesan o no.

No todas las ideas de AMLO son malas. Él legalizaría el cannabis recreativo y daría pasantías a jóvenes, lo que podría reducir el crimen. La contratación pública centralizada podría desalentar la corrupción. Su jefe de personal y los ministros de finanzas y asuntos exteriores entrantes son competentes. Sin embargo, un presidente serio en la lucha contra la villanía daría más prioridad al fortalecimiento de las instituciones, en particular asegurando la independencia de los fiscales de la influencia política y mejorando las fuerzas policiales estatales y locales. Por desgracia, AMLO parece desinteresado en la creación de instituciones. México siempre ha tenido muy pocos controles sobre el presidente, sin tratarse de un presidente con tendencias mesiánicas. Los mexicanos pueden terminar lamentando esto. Lampadia




Desmitificando el discurso de Stiglitz

A pesar de haber acumulado un historial marcado por pronósticos dudosos y análisis erróneos, Joseph Stiglitz sigue siendo muy considerado entre las élites de los medios de comunicación, incluido Paul Krugman del New York Times, quien lo llama “un economista increíblemente grande”. Y Stiglitz sigue siendo influyente en los círculos políticos.

Pero, ¿cómo podría un economista con su presunta sofisticación respaldar públicamente las políticas desastrosas de Hugo Chávez? Recordemos que, en 2006, el economista ganador del Premio Nobel Joseph Stiglitz elogió las políticas económicas de Hugo Chávez.

  • El presidente venezolano dirigió uno de los “gobiernos de izquierda” en América Latina que fueron injustamente “castigados por ser populistas”, escribió Stiglitz.
  • De hecho, también elogió que el gobierno de Chávez se proponga “brindar beneficios de educación y salud a los pobres y luchar por políticas económicas que no solo generen un mayor crecimiento, sino que también aseguren que los frutos del crecimiento se compartan más ampliamente”.
  • Continuó repitiendo sus elogios en el 2007, en un foro de mercados emergentes en Caracas, patrocinado por el Banco de Venezuela. La tasa de crecimiento económico de la nación fue “muy impresionante”, señaló y agregó que “el presidente Hugo Chávez parece haber tenido éxito en brindar salud y educación a las personas de los barrios pobres de Caracas”.

Desde la perspectiva de Stiglitz, los mercados están plagados de fallas en el procesamiento y la transmisión de información y los gobiernos debe estar listo para corregir estas fallas. No es raro escuchar que Stiglitz hable de haber “socavado” las teorías de libre mercado de Adam Smith, afirmando que la “mano invisible” de Smith no existía o se había “paralizado”. De hecho, su enfoque favorece al gobierno. Este contexto ayuda a explicar su respaldo a Chávez.

Como destacó Stiglitz en su conferencia Nobel, “se requiere una competencia perfecta para que los mercados sean eficientes”. Tenía razón en que, al desafiar la idea de mercados perfectamente competitivos, la economía de la información significaba un cambio de paradigma. Pero la teoría de la competencia perfecta es tan abstracta que solo los economistas cegados por sus propias pruebas matemáticas podrían suscribirse a ella. Cualquier institución creada y dirigida por seres humanos imperfectos está destinada a fallar.

Entonces, ¿cuál es la credibilidad de Stiglitz? Irse en contra del modelo capitalista no es la manera de generar riqueza en el mundo.

  • El capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios.
  • Ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Recordemos que, en los últimos 40 años:

  • Se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,600 millones de habitantes (el 50% de la humanidad) y,
  • Hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes
  • Mayor esperanza de vida
  • Mejor alimentación y
  • Mejor salud.

Se estima que en 20 años podamos superar del todo la pobreza. Como afirmó Xavier Sala-i-Martín, “El capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre”.

En Lampadia somos tercos defensores de la economía de mercado y el libre comercio. Hemos insistido innumerables veces que el capitalismo nos ha traído muchísimos beneficios, ha integrado efectivamente los mercados globales y han producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, como una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres.

Líneas abajo compartimos un artículo que explica a más detalle las fallas del pensamiento de Stiglitz y esperamos aclare que el capitalismo todavía es el modelo económico que mejor funciona en el mundo y en nuestra sociedad:

Lo siento, Stiglitz: lo que está mal es el socialismo, no el capitalismo

Mises Wire
Willian L. Anderson, profesor de Economía en la Universidad Estatal de Frostburg en Maryland
14 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Desde que ganó el Premio Nobel en “Ciencia Económica” en 2001, Joseph Stiglitz ha sido una banda de un solo hombre para la defensa del crecimiento del estado. Después del 11 de septiembre, por ejemplo, solicitó la formación de una agencia federal para brindar seguridad a los pasajeros de las aerolíneas, que según él enviaría una “señal” de calidad. (Stiglitz ganó su premio por “probar” que los mercados libres son “ineficientes” y siempre dan resultados menos que óptimos debido a información asimétrica. Solo el gobierno en manos de gente realmente inteligente como Stiglitz puede dirigir la producción y el intercambio de manera consistente hacia resultados eficientes y “justos”.

Hace más de una década, Stiglitz prodigó elogios al gobierno socialista del difunto Hugo Chávez en Venezuela, declarando:

El presidente venezolano, Hugo Chávez, parece haber tenido éxito en llevar la salud y la educación a la gente de los barrios pobres de Caracas, a aquellos que anteriormente vieron pocos beneficios de la riqueza petrolera del país.

Continuó afirmando que las políticas de Chávez de expropiar la estructura de capital de las compañías petroleras privadas en Venezuela daría lugar a una distribución más “igualitaria” de la riqueza, algo que él cree que es deseable en todas partes. Curiosamente, dado que el “experimento” socialista de Venezuela fue al sur, completo con hiperinflación y una de las peores crisis financieras y económicas jamás vista en el hemisferio occidental, Stiglitz ha permanecido en silencio, al menos cuando se trata de explicar por qué el llamado milagro económico en Venezuela era insostenible.

Aunque Stiglitz ya no elogia al prodigioso socialismo venezolano, apenas guarda silencio sobre su creencia de que solo el poder estatal ampliado puede “salvar” a la economía de los Estados Unidos de la autodestrucción. En un artículo reciente en Scientific American, declara que “La economía estadounidense está dañada”.

Aquellos que conocen las declaraciones públicas de Stiglitz, Paul Krugman y otros en el campo de “los mercados son internamente destructivos”, nada de lo que escribe Stiglitz en el artículo es sorprendente. En realidad, es puro Stiglitz tenerlo en Scientific American, ya que puede decir que está involucrado en el discurso científico, algo que puede probar con muchas ecuaciones matemáticas que “prueban” que los mercados libres son malos:

Desde la perspectiva de Stiglitz, los mercados están plagados de fallas en el procesamiento y la transmisión de información, y el gobierno debe estar listo para corregir estas fallas. En su conferencia Nobel, Stiglitz habló de haber “socavado” las teorías de libre mercado de Adam Smith, afirmando que la “mano invisible” de Smith no existía o se había vuelto “paralizada”. Señaló que los principales debates políticos de las dos últimas décadas han tendido a centrarse en la “eficiencia de la economía de mercado” y en la “relación apropiada entre el mercado y el gobierno”. Su enfoque favorecía al gobierno.

Además, declaró en su conferencia de Nobel que “se requiere una competencia perfecta para que los mercados sean eficientes” (cursiva suya). Para los economistas austriacos, su declaración plantea la pregunta de por qué debemos asumir que los gobiernos de alguna manera poseen la información necesaria para producir resultados “eficientes” en los intercambios económicos, pero Stiglitz nunca ha tratado de ir allí. Simplemente asume la superioridad gubernamental con respecto a la información y luego se ejecuta con esa suposición.

El último artículo de Stiglitz establece el tema según el cual los mercados producen desigualdad de manera sistemática, y que con el tiempo nos enfrentamos a la situación en la que solo unas pocas personas privilegiadas se benefician del sistema capitalista mientras que la gran mayoría se desliza hacia el abismo económico. El escribe:

En su célebre tratado del 2013 Capital en el siglo XXI, el economista francés Thomas Piketty cambia la mirada hacia los capitalistas. Sugiere que los pocos que poseen gran parte del capital de un país ahorran tanto que, dado el rendimiento estable y alto del capital (en relación con la tasa de crecimiento de la economía), su participación en el ingreso nacional ha aumentado. Su teoría, sin embargo, ha sido cuestionada en muchas bases. Por ejemplo, la tasa de ahorro de incluso los ricos en los Estados Unidos es tan baja, en comparación con los ricos en otros países, que el aumento de la desigualdad debería ser menor aquí, no mayor. 

Una teoría alternativa es mucho más acorde con los hechos. Desde mediados de la década de 1970, las reglas del juego económico han sido reescritas, tanto a nivel mundial como nacional, de manera que beneficien a los ricos y perjudiquen al resto. Y se han reescrito aún más en esta dirección perversa en los EEUU, a pesar de que, en otros países desarrollados, las reglas en los EEUU ya eran menos favorables para los trabajadores. Desde esta perspectiva, aumentar la desigualdad es una cuestión de elección: una consecuencia de nuestras políticas, leyes y regulaciones.

En EEUU, el poder de mercado de las grandes corporaciones, que en principio era mayor que en la mayoría de los otros países avanzados, ha aumentado incluso más que en otros lugares. Por otro lado, el poder de mercado de los trabajadores, que comenzó menor que en la mayoría de los otros países avanzados, ha caído más que en otros lugares. Esto no solo se debe al cambio a una economía del sector de servicios, se debe a las reglas de juego amañadas, reglas establecidas en un sistema político que está a su vez amañado por la burla electoral, la supresión de votantes y la influencia del dinero. Se ha formado un espiral vicioso: la desigualdad económica se traduce en desigualdad política, lo que conduce a reglas que favorecen a los ricos, lo que a su vez refuerza la desigualdad económica.

Todo esto se traduce en lo que él llama un “circuito de retroalimentación” que se traduce en una espiral descendente. Debemos asumir que el crecimiento en la desigualdad de ingresos crecerá hasta que estemos en el estado marxiano de “ejército de reserva de desempleados”, o al menos un ejército de reserva de personas que no pueden encontrar trabajo que les permita mantenerse a sí mismos.

Al igual que muchos otros que han afirmado que el capitalismo está destruyendo a la clase media, Stiglitz recurre a las políticas creadas durante la Gran Depresión y después de la Segunda Guerra Mundial para la salvación, considerando el período desde 1930 hasta finales de los 50 como una supuesta era dorada de prosperidad. El escribe:

Después del New Deal de la década de 1930, la desigualdad estadounidense entró en declive. En la década de 1950, la desigualdad había retrocedido hasta tal punto que otro premio Nobel de economía, Simon Kuznets, formuló lo que se conoció como la ley de Kuznets. En las primeras etapas de desarrollo, a medida que algunas partes de un país aprovechan nuevas oportunidades, las desigualdades crecen, postuló; en las etapas posteriores, se encogen. La teoría encaja con los datos, pero luego, a principios de la década de 1980, la tendencia se invirtió bruscamente.

Para revertir esta tendencia de aumento de la desigualdad y el aumento de la pobreza, Stiglitz exige un retorno a las políticas de la era de la Depresión con altos impuestos marginales y el uso de la estructura regulatoria para recrear los cárteles financieros y comerciales construidos por las regulaciones del New Deal que dominaron la producción y las finanzas estadounidenses, y el transporte en ese momento. De hecho, aparte de las leyes contra la discriminación que ahora forman parte del panorama legal moderno, Stiglitz cree que la única esperanza para nuestro futuro es regresar al pasado:

  • …necesitamos impuestos más progresivos y educación pública de alta calidad financiada por el gobierno federal, incluido el acceso asequible a las universidades para todos, sin requerir a préstamos ruinosos.
  • Necesitamos leyes modernas sobre la competencia para hacer frente a los problemas planteados por el poder del mercado del siglo XXI y una aplicación más estricta de las leyes que tenemos.
  • Necesitamos leyes laborales que protejan a los trabajadores y sus derechos a sindicalizarse.
  • Necesitamos leyes de gobierno corporativo que frenen los salarios exorbitantes otorgados a los jefes ejecutivos, y
  • Necesitamos regulaciones financieras más estrictas que impidan que los bancos se involucren en las prácticas de explotación que se han convertido en su sello distintivo.
  • Necesitamos una mejor aplicación de las leyes contra la discriminación: es inconcebible que las mujeres y las minorías reciban un pago de una mera fracción de lo que reciben sus homólogos de raza blanca.
  • También necesitamos leyes de herencia más sensatas que reduzcan la transmisión intergeneracional de ventajas y desventajas.

Desafiando la lógica de Stiglitz

Stiglitz casi no es el único economista moderno que quiere que la economía estadounidense se reestructure para parecerse a cómo se veía en 1939. Paul Krugman muchas veces pidió un “Nuevo New Deal” y en realidad afirma que la clase media de los Estados Unidos ni siquiera existió hasta que el presidente Franklin D. Roosevelt lo creó con sus políticas.

Al leer el discurso “necesitamos” de Stiglitz, está claro que él ve la economía como mecanicista y determinista. El capital tendrá rendimientos crecientes porque, bueno, el capital tiene rendimientos crecientes, lo que significa que, con el tiempo, el capital aumentará los ingresos de sus propietarios y todos los demás se volverán más pobres. De hecho, a medida que se revisa todo el artículo, se puede concluir que cree, como Marx, un sistema de mercado es inestable internamente y que siempre implosionará porque algunas personas verán aumentar sus ingresos, pero solo a expensas de las masas, que verán disminuir sus ingresos.

De hecho, si uno sigue a Stiglitz a sus conclusiones lógicas, debería asumir que la economía de los Estados Unidos es una trampa de explotación y miseria para los trabajadores estadounidenses, ya que trabajan más horas y observan cómo se escapa su nivel de vida. El escribe:

Al igual que Krugman, Stiglitz usa una serie de estadísticas y gráficos para “probar” que, antes de que Ronald Reagan y Margaret Thatcher tomaran el poder, las economías estadounidense y británica estaban integradas en la “igualdad” y la prosperidad. Sin embargo, por alguna razón desconocida, las ideas de mercado libre surgieron repentinamente de la nada para influir en los políticos para crear un nuevo sistema económico que deshiciera la cuidadosa economía estructurada posterior al New Deal que había creado a la clase media estadounidense y los había llevado a la pobreza.

Hay un problema con el análisis de Stiglitz: está equivocado teórica y empíricamente. Primero, la década de 1970 fue una década de inflación y declive económico tanto en los Estados Unidos como en Gran Bretaña. En los EEUU, la economía osciló entre el auge inflacionario (con una inflación que llegó a más del 10 por ciento) y los derrumbes devastadores, incluida la recesión de 1974-75, y en Gran Bretaña, la situación fue aún peor, como se demostró en un broadcast de “60 minutos” “¿Habrá siempre una Inglaterra?” [En Gran Bretaña, los añós 70 terminaron con el llamado ‘winter of discontent’ (invierno del descontento) y solicitudes de financiamiento al FMI].

Lo triste es que Stiglitz está tratando de afirmar que los estadounidenses estaban mejor económicamente en 1980 de lo que están ahora, lo que solo puede significar que cree que los estadounidenses tenían un mejor nivel de vida hace 40 años que hoy. Sin embargo, como señaló Philip Brewer, es fácil confundir algo como la igualdad de ingresos con niveles de vida más altos. La llamada Edad de Oro de la década de 1950 fue una época en que un tercio de los estadounidenses vivían en la pobreza. Escribe Brewer:

En las décadas de 1950 y 1960, un hombre trabajador podía mantener a una familia con un nivel de vida de clase media con un solo ingreso. Podría sorprenderle saber que una persona que trabaja a tiempo completo, incluso con un salario mínimo, aún puede apoyar a una familia de cuatro personas con ese nivel de vida. Hoy en día lo llamamos “vivir en la pobreza”. 

En teoría, Stiglitz sostiene que, con el tiempo, los propietarios del capital y recursos reciben rendimientos crecientes del capital, lo que tiene el efecto de aumentar el ingreso de los propietarios con el tiempo, pero solo a expensas de todos los demás. Por lo tanto, en su opinión, el capital es el culpable, y como una economía acumula cantidades crecientes de capital, la desigualdad de ingresos y la pobreza siguen lógicamente. Él cree que la única forma de revertir esta tendencia es que el estado confisque enormes cantidades de ingresos de los propietarios de capital y recursos y los transfiera a personas de bajos ingresos a través de pagos de asistencia social o la disponibilidad de servicios gubernamentales.

Si Stiglitz tiene razón, sería la primera vez en la historia registrada que la acumulación de capital obtenida a través de un sistema de pérdidas y ganancias sería responsable de disminuir el estándar general de vida en una economía. Además, Stiglitz parece ignorar el rol económico del capital: aumentar la oferta de bienes y servicios en una economía. Al observar solo los ingresos que ganan los propietarios de capital y al no entender la importancia económica real de la acumulación de capital, Stiglitz se queda con la aplicación de un análisis marxista en el que los “ricos” ganan una mayor proporción de ingresos, dejando a todos los demás con una menor participación en los ingresos: el resultado es un “exceso” general de bienes que no se pueden vender, lo que lleva a un número creciente de despidos, desempleo y un colapso económico final. Lo que los economistas de Jean Baptiste le dicen a Ludwig von Mises, y, debo agregar, el registro histórico, han desacreditado sus argumentos para evitar que Stiglitz los repita.

Al publicar su artículo en Scientific American y expresar su análisis en el lenguaje de la ciencia, Stiglitz quiere que creamos que sus puntos de vista son sistemáticos y tienen el aura de la inevitabilidad, como si estuviera describiendo los resultados de la Ley de Gravedad. En realidad, Stiglitz simplemente repite las falacias de Thomas Malthus, Karl Marx y John Maynard Keynes y presenta una visión rígida, mecanicista y absolutamente falsa de cómo funciona una economía.

A lo largo de la historia, hemos visto cómo el socialismo hace retroceder una economía, ya se trate de las prácticas de la antigua USSR, la China de Mao, Cuba y ahora Venezuela. No pudo comprender cómo se derrumbaría el “milagro socialista” de Venezuela, y ahora intelectualmente no puede y no está dispuesto a comprometerse con la verdad de por qué el deterioro de una economía socialista se traduce en riqueza para unos pocos y pobreza real para las masas. En otras palabras, no puede comprender por qué la economía socialista está amañada. Lampadia




¿Del populismo de izquierda al populismo de derecha?

Es difícil que una nación grande y dominante, no desarrolle una vocación imperial. Algo que lamentablemente, parece darse con Brasil, nuestro gran vecino oriental. Pasó con la dictadura militar brasileña derechista del siglo pasado, y más recientemente, con más fuerza, con la izquierda del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y Dilma, que recurrió a la más ominosa corrupción, para socavar la vida económica y política de sus vecinos, y favorecer a sus socios locales.

Ahora, parece empoderado para jugar un rol importante en la política brasileña, un extremista de derecha, que añora la dictadura militar brasileña, Jair Bolsonaro, que se perfila para pasar a la eventual segunda vuelta electoral, en la próximas elecciones generales.

Brasil, con sus 200 millones de habitantes, a diferencia del Perú, tiene una cierta capacidad de jugar a políticas internas para manejar, o más bien, pretender manejar, su desarrollo. Así lo hizo Lula, que desestabilizó la Iniciativa de las Américas, de mediados de los años 90, optando por una economía cerrada; igual que con la creación del Foro de Sao Paulo, junto con Fidel Castro, optando por un socialismo decimonónico.

Líneas abajo, compartimos un último artículo de The Economist sobre las elecciones brasileñas, que al igual del resto de sus reportes sobre Latinoamérica, está teñido de una visión socialista que The Economist no luce cuando reporta sobre Europa, EEUU o China; pero que de todas maneras, ante la ausencia de interés de los medios locales, sobre la política brasileña, nos permite, con pensamiento crítico, ponernos al día.

No podemos ignorar la política brasileña y sus impactos en la región. Tampoco podemos dejar que pasen los impactos de sus afrentas, como si nada. Hasta ahora, el gobierno peruano, no ha exigido disculpas al Brasil, por los daños que nos perpetraron Lula y sus socios empresariales corruptos.

Que sepa el siguiente gobernante de Brasil, que tienen una gran deuda con el Perú. Lampadia    

Brasília, temenos un problema
El peligro que trae Jair Bolsonaro

Segundo en las encuestas, el candidato presidencial populista es una amenaza a la democracia

The Economist
11 de agosto, 2018
Traducido y Glosado por Lampadia

A dos meses de la primera vuelta de las elecciones en Brasil, nadie tiene idea de lo que sucederá. El que lidera las encuestas es Luiz Inácio Lula da Silva, el ex presidente de izquierda, que está en la cárcel; quién seguramente será impedido de postular oficialmente, por la corte judicial. El resto de la competencia presidencial está fragmentado: ningún candidato marca más del 20%. Si ninguno obtiene la mayoría, la votación pasará a una segunda ronda el 28 de octubre. Por el momento, cualquiera de cuatro o cinco podría ganarlo.

La posible descalificación de Lula es solo una de las muchas razones por las cuales esta elección es especialmente preocupante. Sus partidarios están convencidos de que ha sido injustamente acusado, que los cargos de corrupción en su contra están falsificados y que su sentencia de 12 años es excesiva. Su eliminación de la carrera socavará su confianza en ella. Pero bajo una ley que el mismo Lula firmó cuando era presidente, los convictos no pueden postularse para un cargo. Y. los tribunales deberían cumplirlo así.

Su salida aumentaría un segundo peligro: que Jair Bolsonaro (en la foto), un tira-fuego del ala derecha, que está segundo en las encuestas, se convertiría en el favorito. Un ex capitán del ejército que se ha metido en las primeras filas de los candidatos a través de una combinación de provocaciones escandalosas y el manejo de las redes sociales. Incluso si no gana, el hecho de que haya llegado tan lejos muestra que el centro de la política se está desmoronando. Rechazar a Bolsonaro por completo sería la mejor manera de apuntalarlo.

Hasta hace poco, era un oscuro congresista cuyo mayor talento era ofender.

  • En 2011, dijo que preferiría un hijo muerto a uno gay.
  • En 2014, dijo de una congresista que no la violaría porque era “muy fea”.
  • El año pasado, un tribunal lo multó por insultar a las personas que viven en quilombos, los asentamientos humanos fundados por esclavos fugitivos.

Bolsonaro habría seguido siendo una figura marginal, salvo por los traumas que Brasil ha sufrido en los últimos cuatro años.

  • La economía sufrió su peor recesión en 2014-16 y solo se está recuperando levemente.
  • En 2016, un récord de 62,517 brasileños fue asesinado.
  • Los casos de corrupción Lava Jato (“lavado de autos”) han dado lugar a investigaciones y acusaciones contra figuras destacadas de todos los grandes partidos políticos y han desacreditado a toda la clase política.

Bolsonaro propone soluciones brutales a los problemas de su país. Él piensa que “un policía que no mata no es un policía” y quiere reducir la edad de responsabilidad penal a 14. Este puño de hierro pertenece a una cosmovisión autoritaria. En 2016, dedicó su voto a enjuiciar a la entonces presidente, Dilma Rousseff, y a apoyar a Carlos Alberto Brilhante Ustra, comandante de una unidad de policía responsable de 500 casos de tortura y 40 asesinatos durante la dictadura de Brasil. El cargo contra Dilma Rousseff, que pertenece al Partido de los Trabajadores de Lula, no tuvo nada que ver directamente con Lava Jato. Pero al rendir homenaje a Ustra, Bolsonaro afirmaba que los valores de la dictadura, que gobernó en 1964-85, son el antídoto contra la corrupción actual.

Bolsonaro ha reforzado ese mensaje al nombrar a Hamilton Mourão, un general retirado, como su compañero de fórmula. El año pasado, mientras aún vestía uniforme, Mourão sugirió que, si otras instituciones no lograban resolver los problemas de Brasil, el ejército sí podría. La izquierda es la principal culpable de los males del país, desde el punto de vista de Bolsonaro, teñido de una visión de la guerra fría.

Para los brasileños hartos de los políticos, Bolsonaro suena como un anti-político. Algunos hombres de negocios están coqueteando con él. Les gusta la retórica de su pistola contra el crimen y están intrigados por su reciente conversión al liberalismo económico (favorece la privatización de algunas empresas estatales).

Genuflexión ante los generales

Sin embargo, Bolsonaro sería un presidente desastroso. Su retórica muestra que no tiene suficiente respeto por una buena parte de los brasileños, incluidos los homosexuales y los negros. Hay pocas pruebas de que comprenda suficientemente los problemas económicos de Brasil, como para resolverlos. Sus genuflexiones hacia la dictadura lo convierten en una amenaza para la democracia en un país donde la fe en ella ha sido sacudida por la exposición de la miseria en la recesión económica.

Más del 60% de los brasileños dicen que nunca votarán por él, más del triple que los que dicen que tiene su respaldo. Carece de apoyo de cualquier partido político fuerte. Si llega a la segunda ronda, es probable que los votantes elijan a regañadientes la alternativa, tal vez Geraldo Alckmin, un candidato centrista. Bolsonaro no merece llegar tan lejos.

No hay sitio para la complacencia. Otros países con la mezcla de Brasil de crimen, de fracaso de la élite, y la agonía económica, han elegido a líderes radicales a quienes los expertos rechazaron como no esperanzadores. Podría pasar de nuevo. Lampadia




¿Una Cuba reformada o reempaquetada?

La Cuba socialista está planeando una serie de cambios que ellos afirman son “potencialmente trascendentales”, con una nueva constitución establecida para reconocer el libre mercado y la propiedad privada, mientras divide los poderes políticos entre un presidente y un primer ministro. Pero, cabe la duda de si es verdad todos estos cambios y cuáles serán sus límites.

En una reforma de la constitución de 1976, se afirma que los medios fundamentales de producción seguirán bajo control central, pero la inversión extranjera será reconocida como un estímulo importante para el desarrollo, según un informe del periódico Granma. Sin embargo, se aclara que el Partido Comunista seguirá siendo “la fuerza líder superior de la sociedad y del estado” y no dice nada sobre cómo funcionará el cargo de primer ministro o quién lo ocupará.

El ex gobernante cubano Raúl Castro, el gobernante Miguel Díaz-Canel y el segundo secretario del gobernante Partido
Comunista de Cuba, José Ramón Machado Ventura, en la plenaria del primer período ordinario de sesiones de la IX
Legislatura de la Asamblea Nacional el sábado 21 de julio de 2018, en La Habana (Cuba).

Fuente: EFE

La verdad es la nueva Constitución no es más que un engaño, pues reafirma “el papel rector del Partido Comunista de Cuba como fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado”. Como afirma Ian Vásquez en Reforma constitucional cubana, ja, ja, ja, “De ninguna manera se abandona el modelo. Lo que importa es la política del régimen y eso no ha cambiado. Siempre ha hecho lo menos posible en términos de reforma para poder mantener el control. Mientras que dice asegurar un papel al mercado, por ejemplo, el régimen ha restringido todavía más al ya pequeño sector privado. Recientemente, anunció más impuestos y regulaciones, la reducción de actividades en las que puede participar el sector privado y la limitación a solo un negocio por empresario.”

El sector privado

El proyecto de Constitución “añade el reconocimiento del papel del mercado y de nuevas formas de propiedad, entre ellas la privada”, señaló un resumen del texto publicado en el diario oficial Granma. Ello permitirá la legalización de la pequeña y mediana empresa. Asimismo, agregó, admite “la importancia de la inversión extranjera para el desarrollo económico del país”.

La autorización para que las personas trabajen en el sector privado fue una medida que casi fue suspendida. Ahora se va a reanudar, pero bajo estrictas regulaciones que parecen enfocarse más en controlar y restringir el sector privado emergente que en estimular la inversión y la creación de empleos, más preocupados por limitar la acumulación de riqueza que por aliviar la pobreza.

El pequeño sector privado de la isla ahora emplea a aproximadamente el 13 % de la fuerza laboral cubana. El sector privado creció dramáticamente en los últimos años, para incluir a casi 600,000 propietarios y empleados por cifras oficiales, con muchos cubanos más emprendedores trabajando informalmente.

Los nuevos controles requerirán que los dueños de negocios utilicen una cuenta bancaria para registrar todas las operaciones, pagar impuestos y demostrar que sus suministros se obtienen legalmente. Además, las licencias comerciales están limitadas a una por persona, para evitar la acumulación de riqueza personal, todo parte de planes para “actualizar” el modelo económico de la isla.

En contraste, el sector estatal se estancó y se descapitalizó aún más. De hecho, muchas empresas privadas comenzaron a competir con éxito contra entidades estatales, especialmente en restaurantes, bares y discotecas, hoteles, construcción y transporte. Los salarios pagados por las empresas privadas rentables a menudo superaban los salarios pagados a funcionarios del gobierno.

Las extensas regulaciones que entran en vigencia en diciembre son excesivamente burocráticas. Aprovechando una multitud de ministerios, los comités interinstitucionales nacionales, provinciales y municipales ahora estarán facultados para autorizar, inspeccionar e informar periódicamente a las empresas privadas bajo sus jurisdicciones. Las regulaciones están repletas de requisitos de rendimiento asombrosamente específicos e innumerables infracciones legales que parecen diseñadas para permitir a los funcionarios del gobierno una amplia discriminación para imponer fuertes multas (o extorsionar sobornos), suspender licencias e incluso apoderarse de propiedades.

Según unos informes de McKinsey, algunas de estas regulaciones son:

  • Las guarderías deben asignar al menos dos metros cuadrados por niño, no tener más de seis niños por asistente
  • Los taxistas privados deben documentar que están comprando combustible en las gasolineras del gobierno, en lugar de comprar en el mercado negro.
  • Los funcionarios locales pueden denegar nuevas licencias basadas en “análisis previos”, incluso si el plan de negocios propuesto cumple con todas las especificaciones y pueden fijar los precios “cuando las condiciones lo justifiquen”.

Las regulaciones podrían ayudar a proteger a las empresas estatales de la competencia privada no deseada. Las autoridades cubanas han manifestado reiteradamente su interés en atraer inversión extranjera para compensar los cada vez menores ahorros internos. Sin embargo, es probable que los inversionistas extranjeros consideren que estas nuevas reglamentaciones son indicativas de una hostilidad hacia la empresa privada en general. Los inversionistas extranjeros también notarán que el gobierno cubano es bastante capaz de alterar precipitadamente las reglas del juego.

Las nuevas regulaciones dejan una cosa muy clara: el gobierno cubano, las empresas estatales y el gobernante Partido Comunista de Cuba no quieren arriesgarse a una competencia mayor para sus propios intereses. Lampadia




El Estado del Bienestar necesita modernizarse

El mundo ha evolucionado de manera drástica en las últimas décadas. Los cambios económicos y sociales impulsados por las nuevas tecnologías, el comercio, la demografía o la migración influyen en los resultados de las políticas públicas, incluidas las que afectan a la relación de los estados con sus poblaciones y los servicios públicos, que deben adaptarse a esas evoluciones ajustando sus políticas e innovando nuevas formas de lograr los objetivos.

La economía de bienestar es conocida como un enfoque de izquierda, pero, en realidad, nació gracias al liberalismo clásico en el Reino Unido. El objetivo era brindar seguridad a las personas para que puedan seguir la vida que eligieron. Como afirma The Economist, “Los reformadores liberales creían que, al asegurar a las personas contra algunos riesgos de ‘destrucción creativa’ o externalidades, los estados de bienestar reforzarían el apoyo democrático al libre mercado”.

Hoy hay muchas variedades de estados de bienestar. Líneas abajo presentamos el artículo líder de The Economist al respecto, y en el siguiente enlace, el análisis en profundidad de la revista: “El ‘estado de bienestar’ necesita una actualización”. Ambos  nos explican las connotaciones actuales en las sociedades modernas. Un tema clave es la relación o balance entre el gasto en bienestar y con la reducción de la pobreza y los incentivos para el trabajo, ‘el trilema’. A medida que los países se vuelven más ricos, el gasto público aumenta como porcentaje del PBI, pero no necesariamente la perc epción de sus beneficios, como se puede ver líneas abajo:

La verdad es que el gasto en “protección social” (pensiones, prestaciones y similares) en el club de países de la OCDE ha aumentado del 5% en la década de 1960 al 15% en 1980 al 21% en 2016.

En definitiva, en relación al Estado del Bienestar se necesita una modernización y adaptación de las ideas socialdemócratas, que vaya más allá del mantenimiento del nivel de gasto público, y se enfoque mucho más en la calidad, progresividad e impacto del mismo. En este sentido, las reformas adoptadas por los países escandinavos pueden servir de guía para marcar el camino.

Para entender más el tema, compartimos líneas abajo otro artículo de The Economist:

Regresando a lo básico
El capitalismo necesita un ‘estado de bienestar’ para sobrevivir

Pero el ‘bienestar’ debe reformarse para enfrentar el envejecimiento y la inmigración

The Economist
12 de julio, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

En las mitologías de izquierda y derecha, el ‘estado de bienestar’ es creado por el socialismo. Sin embargo, la tradición intelectual que más lo ha alimentado es el liberalismo. El arquitecto de su versión británica, William Beveridge, no quería usar el poder del estado por sí mismo. El objetivo era brindar seguridad a las personas para que puedan seguir la vida que eligieron.

Los reformadores liberales creían que, al asegurar a las personas contra algunos riesgos de ‘destrucción creativa’, los estados de bienestar reforzarían el apoyo democrático al libre mercado.

Desde que Beveridge publicó su informe seminal en 1942, los ‘estados de bienestar’ se han extendido, se han hecho más grandes, más complejos y, a menudo, menos populares. Este cambio tiene muchas causas. Pero una es que muchas veces se han alejado de los principios liberales que los sostenían. Son estos principios los que deben reafirmarse.

A medida que los países se vuelven más ricos, tienden a gastar una mayor proporción del ingreso nacional en servicios públicos y beneficios. El gasto en “protección social”, como las pensiones, el seguro de desempleo y la asistencia para los desempleados ha aumentado de un promedio de alrededor del 5% del PBI en los países ricos en 1960 al 20% en la actualidad. Si se incluye el gasto en salud y educación, la cifra casi se duplica. Para algunos, el nivel tan alto de estos estados de bienestar es razón suficiente para una reforma.

Pero lo que hace el ‘estado de bienestar’ es quizás más importante que su tamaño. Debe permitir que las personas tomen sus propias decisiones, ya sea mediante el apoyo a los padres de familia para reinsertarse al trabajo como en Escandinavia, ayudas presupuestales para personas con discapacidades como en Inglaterra, o ‘cuentas de aprendizaje’ al estilo de Singapur para que los desempleados puedan adquirir nuevas habilidades.

Todos necesitan lo suficiente para continuar sus vidas. Muchos de los que abandonan el mercado de trabajo o que trabajan en la ‘economía gig’ (en trabajos temporales de corto plazo) luchan por salir adelante. Y muy a menudo, la ayuda para los pobres se presenta de manera cruel, ineficiente, paternalista o compleja. En algunos países ricos, los desempleados enfrentan tasas impositivas marginales superiores al 80% cuando comienzan un trabajo, debido a la pérdida de beneficios.

Cualquier reforma del ‘bienestar’ implica la búsqueda de balances entre el costo del plan y sus efectos sobre la pobreza y los incentivos para trabajar. Ningún esquema es perfecto. Pero una buena base es el impuesto negativo sobre la renta, que subsidia a los trabajadores por debajo de un cierto umbral de ingresos, mientras grava a los que ganan por encima. El impuesto a la renta negativo se puede combinar con un ingreso mínimo para todos. Es una forma relativamente simple y eficiente de enfocarse en la pobreza mientras se mantienen los incentivos para trabajar, siempre y cuando la tasa de impuestos no sea demasiado alta.

La reforma, sin embargo, también requiere asumir dos desafíos que no le causaron mucha preocupación a Beveridge:

  • El primero es el envejecimiento.

Se prevé que, en los países ricos, la proporción de personas en edad laboral, en relación a los jubilados, disminuya de cuatro a uno en 2015, a dos a uno en 2050. Y a medida que los países se vuelven más longevos, el gasto social se concentrará hacia los ancianos. Para mitigar la creciente desigualdad intergeneracional, tendría sentido recortar los beneficios más cómodos para los ancianos y elevar constantemente las edades de jubilación.

  • El segundo desafío es la inmigración.

En toda Europa, el “chauvinismo del bienestar” está en aumento. Se respalda un estado de bienestar generoso para las personas más pobres, pero no para los inmigrantes. Los populistas argumentan que, si los inmigrantes de países pobres inmigran libremente a los ricos, arruinarán el estado de bienestar. Otros argumentan que las políticas liberales de migración dependen de frenar el acceso a la misma: construir un muro alrededor del estado de bienestar, no el país. Las encuestas sugieren que pocos europeos nativos quieren privar a los recién llegados del acceso inmediato a la atención médica y las escuelas para sus hijos. Pero algunas restricciones en los beneficios monetarios, como las que ya existen en Estados Unidos y Dinamarca, pueden ser necesarias.

Los liberales como Beveridge se dieron cuenta, de que la mejor manera de asegurar el apoyo al libre mercado, es incorporar más personas en el. El ‘estado de bienestar’ debe verse como algo más que proporcionar zapatos y sopa para los pobres y seguridad en la vejez. En una sociedad democrática, también es crucial para soporte del capitalismo. Lampadia




Cuando el Estado interviene en los mercados se cae en abismos

De cómo una intervención en contra del mercado avanza hasta destruir la economía de mercado y desbaratar la producción de bienes y servicios.

Las políticas públicas y las decisiones económicas son el espacio de encuentro y desencuentro de la falta de miras, el cortoplacismo y las buenas intenciones, con la cruda realidad determinada por miles de agentes económicos, personas, empresas e instituciones, que responden a incentivos y oportunidades, y no a normas y regulaciones que interfieren en los mercados.

Líneas abajo compartimos una brillante presentación de Ludwig von Mises, de mayo de 1950, que explica con una gran sencillez, cómo las decisiones de gobierno sobre los mercados, así estén inspiradas en buenas intenciones, pueden desencadenar una serie creciente de regulaciones (cada una para remediar el problema ocasionado por la anterior) que terminan conduciendo al Estado a hacerse de capacidades que sustituyen las funciones del mercado y llevan a las economías a disminuir la inversión, la producción, y el bienestar general.

Este tipo de normas terminan produciendo efectos contrarios a sus enunciados y a sus propósitos. En Lampadia desarrollamos, hace algún tiempo, una sección llamada: ‘Normas-contra-propósito’. Lamentablemente, tal como explica von Mises, en el Perú, este tipo de decisiones de gobierno se siguen multiplicando todos los días, al punto de haber intervenido en nuestro novel mercado de principios de siglo y haber creado una costra de normas, instancias, y enfoques burocráticos que, en esencia, han lisiado a nuestra economía de mercado y hecho tortuosos los espacios de innovación, creatividad e inversión.

Un par de ejemplos recientes de intervencionismo, son los casos de la leche (el ejemplo de von Mises), y los cines:

La leche marca ‘Pura Vida’

A mediados del año pasado,  se acusó a [Gloria] de engaño. El Ministerio de Salud,  seguido con gran intensidad por los medios, prohibió el uso de la palabra leche en las etiquetas del  producto.

A un año del escándalo, el consumo de leche bajó 9% en el 2017 y 5% en lo que va del 2018. El precio promedio que están pagando quienes han migrado a otros productos es hasta 25% más alto.

Algo muy grave, porque el Perú tiene un consumo per cápita de leche muy bajo, de 87 litros por habitante/año, cuando la FAO recomienda que sea de al menos 180 litros. 

Efecto colateral: más gasto y menos consumo.

Glosado de: Alimentación saludable: buenas intenciones, pésimos resultados.
Por Julio Luque, Gestión.

El caso de los cines y la canchita

Más recientemente, Indecopi ha invadido el ámbito de la gestión de los cines, con lo cual ya se pararon inversiones en ampliación de cobertura y mejoramiento del servicio, generando una tendencia de aumento de precios y un menor espacio para el desarrollo del cine nacional, que estuvo creciendo de la mano del crecimiento de la industria atacada en la esencia de su cadena de valor.

Ver en Lampadia: A las empresas se les trata con prejuicio e ignorancia – La convergencia anti-empresa apunta contra los cines.

Nuestro Congreso genera normas de este tipo todos los días. Ojalá nuestros lectores nos traigan más ejemplos. Pero ahora, los invitamos a iluminarse con la sabiduría de Ludwig von Mises:

Las políticas públicas de la tercera vía conducen al socialismo

(Primera parte)

Ludwig von Mises
Traducido y Glosado por Lampadia

Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism
Esta disertación se presentó en el University Club de Nueva York, el 18 de abril de 1950.
Mises Daily Articles, Mises Institute, Austrian Economics, Freedom and Peace, 12 de febrero, 2006.

El dogma fundamental de todas las formas de socialismo y comunismo es que la economía de mercado o el capitalismo, es un sistema que perjudica los intereses vitales de la inmensa mayoría de personas, con el único beneficio de una pequeña minoría de individualistas insensibles. Condena a las masas a un empobrecimiento progresivo. Trae miseria, esclavitud, opresión, degradación y la explotación de los trabajadores, a la vez que enriquece una clase de parásitos inactivos e inútiles.

Esta doctrina se desarrolló mucho antes de que Marx entrara en escena. Sus propagadores más exitosos no fueron los marxistas, sino personas como Carlyle y Ruskin, los fabianos británicos, los profesores alemanes y los institucionalistas estadounidenses.

Y es muy significativo que este dogma solo fuera cuestionado por unos pocos economistas, que fueron silenciados muy pronto, e impedidos de acceder a las universidades, a la prensa, a la dirección de los partidos políticos y, sobre todo, a los cargos públicos. La opinión pública, en su gran mayoría, aceptó la condena del capitalismo sin ninguna reserva.

Socialismo

Pero, por supuesto, las conclusiones políticas prácticas que las personas extrajeron de este dogma no fueron uniformes.

Un grupo declaró que solo hay una forma de acabar con estos males, a saber, abolir el capitalismo por completo. Abogan por tomar en el Estado, el control de los medios de producción privados. Apuntan al establecimiento de lo que se llama socialismo, comunismo, planificación o capitalismo de estado. Todos estos términos significan lo mismo. Los consumidores ya no deben determinar, mediante su compra y abstención de comprar, qué debe producirse, en qué cantidad y de qué calidad. De ahora en adelante, una autoridad central sola debería dirigir todas las actividades de producción.

Intervencionismo, supuestamente una política para la ‘tercera vía’

Un segundo grupo parece ser menos radical. Rechazan el socialismo al igual que el capitalismo. Recomiendan un tercer sistema que, como dicen, está tan alejado del capitalismo como del socialismo, que se encuentra a mitad de camino entre los otros dos sistemas, conservando las ventajas de ambos. Este tercer sistema se conoce como el sistema de intervencionismo. En la terminología de la política estadounidense a menudo se la conoce como la política de la mitad del camino, o la tercera vía.

Lo que hace que este tercer sistema sea popular entre muchas personas es la forma particular en que ellos eligen ver los problemas en cuestión. Según lo ven, por un lado los capitalistas y empresarios, y por otro los asalariados, discuten sobre la distribución del rendimiento del capital y las actividades empresariales. Ambas partes reclaman todo el pastel por sí mismos. Ahora, sugiérales a estos mediadores, hagamos las paces dividiendo equitativamente el valor en disputa entre las dos clases. El Estado como árbitro imparcial debería intervenir, y debería frenar la avaricia de los capitalistas y asignar una parte de los beneficios a las clases trabajadoras. Por lo tanto, será posible destronar al capitalismo moloch [del Culto a Moloch, el Dios de fenicios, canaanitas y cartagineses, que exigía sacrificios humanos], sin entronizar el moloch del socialismo totalitario.

Sin embargo, este modo de juzgar el problema es completamente falaz. El antagonismo entre el capitalismo y el socialismo no es una disputa sobre la distribución del botín. Es una controversia sobre cuál de los dos esquemas de organización económica de la sociedad, el capitalismo o el socialismo, conducen a un mejor logro de los fines que todas las personas consideran el objetivo final de las actividades comúnmente llamadas económicas, a saber, la mejor oferta posible de productos y servicios útiles.

El capitalismo quiere alcanzar estos fines mediante las empresas e iniciativas privadas, sujetas a la decisión suprema de comprar y abstenerse de comprar del mercado.

Los socialistas quieren sustituir los planes de las distintas personas, por el plan único de una autoridad central. Quieren poner en el lugar de lo que Marx llamaba la “anarquía de la producción”, el monopolio exclusivo del gobierno. El antagonismo no se refiere al modo de distribución de una cantidad fija de comodidades. Se refiere al modo de producir todos aquellos bienes que la gente quiere disfrutar.

El conflicto de los dos principios es irreconciliable y no permite ningún compromiso. El control es indivisible. O bien la demanda de los consumidores manifestada en el mercado decide con qué fines y cómo se deben emplear los factores de producción, o el gobierno se ocupa de estos asuntos. No hay nada que pueda mitigar la oposición entre estos dos principios contradictorios. Se excluyen el uno al otro.

El intervencionismo no es un camino dorado entre el capitalismo y el socialismo. Es el diseño de un tercer sistema de organización económica de la sociedad y debe ser apreciado como tal.

Cómo funciona el intervencionismo

No es tarea de la discusión de hoy plantear preguntas sobre los méritos del capitalismo o del socialismo. Hoy estoy tratando solo sobre el intervencionismo. Y no pretendo entrar en una evaluación arbitraria del intervencionismo desde ningún punto de vista preconcebido. Mi única preocupación es mostrar cómo funciona el intervencionismo y si puede o no considerarse como el patrón de un sistema permanente para la organización económica de la sociedad.

Los intervencionistas enfatizan que planean retener la propiedad privada de los medios de producción, el emprendimiento y el intercambio de mercado. Pero, continúan diciendo, es perentorio evitar que estas instituciones capitalistas propaguen estragos y exploten injustamente a la mayoría de las personas. Es deber del gobierno restringir, mediante órdenes y prohibiciones, la avaricia de las clases propietarias, no sea que su codicia perjudique a las clases más pobres. El capitalismo sin ataduras o laissez-faire es un mal. Pero para eliminar sus males, no hay necesidad de abolir el capitalismo por completo. Es posible mejorar el sistema capitalista mediante la intervención del gobierno en las acciones de los capitalistas y empresarios. Dicha regulación gubernamental y la reglamentación de los negocios es el único método para evitar el socialismo totalitario y rescatar esas características del capitalismo que vale la pena preservar.

Sobre la base de esta filosofía, los intervencionistas abogan por una galaxia de diversas medidas. Permítanos elegir uno de ellos, el muy popular esquema de control de precios.

De cómo el control de precios conduce al socialismo

El gobierno cree que el precio de un bien definido, por ejemplo, la leche, es demasiado alto. Quiere hacer lo posible para que los pobres les den más leche a sus hijos. Por lo tanto, recurre a un precio tope y fija el precio de la leche en un nivel menor que el que prevalece en el mercado libre.

El resultado es que los productores marginales de leche, aquellos que producen al costo más alto, incurren en pérdidas. Como ningún agricultor o empresario individual puede seguir produciendo a pérdida, estos productores marginales dejan de producir y vender leche en el mercado. Utilizarán sus vacas y sus habilidades para otros fines más rentables. Por ejemplo, producirán mantequilla, queso o carne.

Por lo tanto, habrá menos leche disponible para los consumidores, no más. Esto, desde luego, es contrario a las intenciones del gobierno. Que quería que sea más fácil para algunas personas comprar más leche. Pero, como resultado de esta interferencia, la oferta disponible disminuye. La medida se prueba como abortiva desde el punto de vista preciso del gobierno y de los grupos que pretendía favorecer. Produce un estado de cosas que desde el punto de vista del gobierno, es aún menos deseable que el estado previo de cosas, que estaba destinado a mejorar.

Ahora, el gobierno enfrenta una alternativa. Puede derogar su decreto y abstenerse de cualquier esfuerzo adicional para controlar el precio de la leche. Pero si insiste en su intención de mantener el precio de la leche por debajo del que el mercado libre habría determinado, no obstante, evitar una caída en el suministro de leche, debe entonces, tratar de eliminar las causas que hacen que el negocio de los productores marginales no sea rentable. Debe añadir, al primer decreto relacionado solo al precio de la leche, un segundo decreto que fija los precios de los insumos necesarios para la producción de leche, en un nivel tan bajo que los productores marginales de leche no sufran más pérdidas y, por lo tanto, se abstengan de restringir su oferta.

Pero luego, la misma historia se repite en un plano más remoto. El suministro de los insumos requeridos para la producción de leche cae, y nuevamente el gobierno está de vuelta donde comenzó. Si no quiere admitir la derrota y abstenerse de cualquier intervención en los precios, debe ir más allá y fijar los precios de los insumos necesarios para la producción de los insumos necesarios para la producción de leche.

Por lo tanto, el gobierno se ve obligado a ir cada vez más lejos, fijando paso a paso los precios de todos los bienes de consumo y de todos los factores de producción, tanto laborales como materiales, y a ordenar, a cada empresario y a cada trabajador, que sigan trabajando con esos precios y salarios. Ninguna rama de la industria puede dejarse de lado, de esta fijación general de precios y salarios, y de la obligación de producir aquellas cantidades que el gobierno quiere ver producidas. Si algunas ramas industriales se dejan libres, por el hecho de que solo producen bienes calificados como no vitales o incluso como lujosos, el capital y el trabajo tenderían a fluir hacia ellos y el resultado sería una caída en el suministro de aquellos bienes, cuyos precios ha fijado el gobierno precisamente porque los considera indispensables para la satisfacción de las necesidades de las masas.

Pero cuando se alcanza este estado de control general de las empresas, ya no puede haber ningún tipo de economía de mercado. Los compradores, mediante su decisión de comprar o abstenerse comprar, ya no determinan qué se debe producir y cómo. La capacidad de decidir recae en el gobierno. Esto ya no es capitalismo: es una planificación integral por parte del gobierno, es el socialismo. Lampadia




La herencia empresarial del comunismo moscovita

Más allá del Campeonato Mundial de Futbol de junio próximo, Rusia y Putin toman cada vez más relevancia en los acontecimientos globales, que también influyen en los espacios de vida de los peruanos.

Hace pocos días, el Financial Times publicó una entrevista a Vladimir Potanin, uno de los pocos sobrevivientes de la casta de oligarcas que se formo durante la implosión del imperio soviético, a principios de los años 90.

La interesante entrevista nos permite conocer varios temas interesantes:

  • El nuevo Estado ruso dirigido por Yeltsin, quebrado y endeudado, desarrolló un proceso de privatización llamado ‘préstamos por acciones’, que permitió que unos cuantos rusos se hicieran de la propiedad de inmensos activos. Un proceso a todas luces corrupto; a diferencia del proceso de privatización peruano, que fue impecable.
  • Los nuevos multimillonarios rusos, la primera ola de oligarcas, se hizo con la propiedad de los recursos naturales y financieros del desfalleciente Estado-Soviético. Siete fueron los más notorios, de los que hoy solo quedan dos, Vladimir Potanin y Mikhail Khodorkovsky que purgó 10 años de cárcel y está en el exilio.
  • Los demás murieron o desaparecieron por enfrentarse al poder de Putin o pretender transitar de la empresa a la política.
  • Hoy Rusia tiene otro grupo de súper millonarios, la segunda ola de oligarcas, los amigos de Putin.
  • A Putin le gusta controlar las cosas. No le gusta no estar en el circuito. Le gustan los detalles, le gusta saber cómo funcionan las cosas. Pero eso no significa que tengas pedir su aprobación antes de tomar decisiones”.
  • A los rusos no se les puede juzgar como a alguien nacido en Londres. “Nosotros nacimos en un campo de concentración. Vivimos durante muchos siglos sin propiedad privada en un estado paternalista”.
  • “Entonces, aunque ahora todo el mundo quiere un automóvil, una casa, joyas, también piensan que no deben ser dueños de una fábrica. Y esto está mal. La opinión pública es como un desastre natural. No puedes manejarlo. Empieza a llover, y bueno, te mojas”. – Qué curiosa valoración de  uso personal versus la de actividades empresariales.
  • “Soy un ser humano normal; todos se sienten atraídos por el poder… Pero nunca se puede convertir el poder empresarial en poder político. Si lo intentas, morirás”.

Hoy, Potanin se debate entre el remordimiento y el orgullo. Trata de redimirse desarrollando acciones altruistas, incluso más allá de Rusia. Pero en esencia está escondido del mundo, por haber sido un puente entre la corrupción del comunismo soviético y la corrupción de la nueva Rusia. Lampadia

El oligarca Vladimir Potanin habla sobre dinero, poder y Putin

Almuerzo con Vladimir Potanin

Uno de los primeros magnates pos-soviéticos rusos en el arte de sobrevivir en Moscú

Henry Foy, corresponsal de FT en Moscú
Financial Times
14 de abril, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Cualquier mente maestra malvada respetable necesita una guarida. Un castillo para disfrutar de victorias, una fortaleza para planear de nuevo. O, en el caso de Vladimir Potanin, un lugar para esquiar y jugar al hockey sobre hielo, y soñar con la redención y un mundo en el que ya no sea señalado como el villano original de Rusia.

En la saga de la metamorfosis de Rusia desde el socialismo controlado por el estado hasta el capitalismo, muchos consideran que el magnate es el sumo sacerdote de la oligarquía, que allanó el camino para la sociedad actual de unos cientos de ricos y decenas de millones de personas: una democracia solo de nombre, con los ricos tirando de las cuerdas y el resto imaginando que pudo ser.

A una hora en auto al oeste de Moscú, en un club de campo privado que construyó en un valle boscoso, encontré a un hombre resignado a esta sombría caricatura pero tratando de reescribir su propia historia. “Me escondo aquí”, dice mientras paseamos por un camino bordeado de árboles hasta el restaurante. “De todos”.

La imponente humanidad de Potanin se ve atenuada por su relajada actitud. Está vestido con pantalones y un blazer informal con una camisa y corbata azul marino. Nuestra conversación se mantiene bastante alegre. Pero las sonrisas enmascaran una de las mentes corporativas más inteligentes de Rusia. En 1995, cuatro años después del colapso de la Unión Soviética, el funcionario convertido en empresario instigó el controvertido esquema de “préstamos por acciones” con el que el presidente Boris Yeltsin entregó participaciones en los activos de recursos naturales más valiosos de Rusia por préstamos bancarios para cubrir las deudas del país y conseguir apoyo financiero para su fallida campaña de reelección.

Yeltsin se aferró al Kremlin, el estado endeudado obtuvo dinero en efectivo y un año más tarde, un grupo de siete empresarios como Potanin que habían emitido los préstamos, revendió para ellos mismos las acciones a precios muy bajos en subastas manipuladas. El premio de Potanin fue una participación del 38% en el coloso de metales y minería Norilsk Nickel por solo US$ 170.1 millones. Cuando nos reunimos, esa apuesta valía US$ 11,200 millones, aunque desde la imposición de nuevas sanciones estadounidenses contra Rusia y la agitación del mercado de esta semana, se ha reducido a US$ 9,400 millones.

En el complicado viaje que condujo a la actual Rusia de los oligarcas, la desigualdad y el soborno, muchos ciudadanos perciben los “préstamos por acciones” como el pecado original: el saqueo del estado que contaminó para siempre su futuro. Potanin ha construido una fortuna de US$ 15.6 mil millones, la sexta más grande en Rusia y la 83 en el mundo, pero tiene una mancha. Muchos rusos nunca lo perdonarán. Y sin embargo, también es uno de los grandes supervivientes corporativos de Rusia. De los siete oligarcas originales, él es uno de los dos únicos que aún son bienvenidos en Moscú. Son muy pocos los que acumularon riqueza e influencia antes de que Vladimir Putin ascendiera al poder y aún mantengan ambos.

“He estado involucrado desde el principio. Ha sido una vida muy interesante”, dice. “Sí, soy un sobreviviente, como pueden ver. Y quieres preguntarme por qué”.

Primero debemos pedir la comida. Estamos sentados junto a la ventana en un restaurante completamente vacío con un maître anciano en la esquina. Potanin recomienda la ‘dorada’, que yo elijo, con un trío de tartares de pescado para comenzar. Él hace lo mismo, y el francófono que vacaciona en Antibes toma una botella de Borgoña blanca.

Nacido en 1961 en la nomenklatura [una élite de la sociedad de la extinta Unión Soviética ], Potanin estudió para seguir los pasos de su padre en el ministerio de comercio de la URSS, con la perspectiva de conseguir puestos glamorosos en el extranjero. Pero después de siete años en la agencia de comercio estatal, renunció en 1990 para aprovechar la flexibilidad de las normas de Mihail Gorbachov sobre las empresas privadas. Fundó Interros ese año, con US$ 10,000 de capital prestado, y comenzó a competir con su ex empleador.

“El problema con los soviéticos es que nuestro país era como una célula. Nos aislaron.”, explica. “Y luego nos volvimos súbitamente abiertos… Aquellos que tenían apetito por los riesgos, la astucia y las habilidades, por supuesto, tenían una ventaja”.

Cinco años después, en un movimiento que modelaría el futuro de Rusia, convenció al Kremlin de respaldar su esquema de “préstamos por acciones”, seleccionando algunos de los activos de recursos naturales más valiosos del país como garantía para préstamos que tanto los banqueros como los políticos sabían que jamás serían pagados. Cuando llegan los tartares, le pregunto cómo se siente al ser inmortalizado como la mente maestra del esquema.

“Es la mayor tragedia de relaciones públicas de mi carrera”, dice. “Por supuesto, el proceso de privatización debe ser transparente. Y en nuestro caso no fue así. Mi plan era diferente. Quería privatizar las empresas con bancos y personas calificadas, aumentar su valor y luego venderlas.”

“La elección no fue entre ser justo y abierto o crear oligarcas. Era dejar estas compañías en manos de directores rojos soviéticos y olvidar la eficiencia para siempre, o venderlas de cualquier manera posible”.

Potanin está animado, gesticulando con las manos mientras defiende su esquema como un paso necesario para evitar el estancamiento económico. Cuando interrumpo para preguntar cuándo se dio cuenta de que podía hacer una fortuna manipulando las subastas y alejándose con las acciones por una fracción de su valor, hay una larga pausa.

“Sí, me hizo increíblemente rico”, dice, mirando hacia un lago. “Todo el mundo sabe que obtuve muy barato el control del 38 % de Norilsk en préstamos por acciones.” La última palabra gotea con condescendencia. “Hay cierta injusticia en tratar esos tratos como malvados. Fue más complicado que eso. No puedo reescribir la historia. Quizás,”- se corrige a sí mismo- “Está bien, ciertamente, fue mi error, mi desastre de relaciones públicas. No logré explicar todas esas cosas en aquel entonces.”

“Cuando las personas vienen de un sistema totalmente cerrado y de una economía planificada, a la apertura y a una economía de mercado; de un estado poderoso a un estado en dificultades, no hay lugar para la equidad”.

En cierto sentido, tiene razón. La economía de Rusia en la década de 1990 era ‘cuasi-sin ley’ y desesperada por tener empresas privadas. Independientemente de cómo adquirió el control, su gestión ha convertido a Norilsk en una de las empresas mineras más rentables del mundo. Pero es difícil sentir lástima por un multimillonario, sentado en los terrenos de su club de campo privado, mirando por encima de su pista de esquí, que ganó su riqueza en una privatización defectuosa diseñada y dirigida por aquellos que se beneficiaron.

“No me importa cuando la gente me llama oligarca”, dice, mirándome directamente. “Tengo suficiente autoestima para saber que hago bien las cosas.

Restaurante Luzhki Club Luzhki de Moscú, Trío de tartare de pescado x 2, Rublos 2,200 (US$ 38); Dorada en puerro x 2 Rublos 2,600 (US$ 45); Agua mineral Rublos 400 (US$ 7); Agua mineral Rublos 700 (US$ 11); Botella Corton-Charlemagne Grand Cru 2013, de cortesía. Gran Total: Rublos 5,800 (US$ 101).

“Vivimos durante muchos siglos sin propiedad privada en un estado paternalista. Entonces, aunque ahora todo el mundo quiere un automóvil, una casa, joyas, también piensan que no deben ser dueños de una fábrica. Y esto está mal. La opinión pública es como un desastre natural. No puedes manejarlo. Empieza a llover, y bueno, te mojas”.

Nos acabamos los tartares (un poco secos y sin sabor) y desafío a Potanin con una segunda crítica a los oligarcas: que su riqueza los hizo dueños de los políticos rusos. Boris Berezovsky, quien también participó en ‘préstamos por acciones’, alguna vez se jactó ante el FT de que él, Potanin y los otros cinco oligarcas controlaban el 50 % de la economía.

“A algunas personas les gusta llamar la atención y parecer más grandes de lo que son”, responde Potanin, tomando un poco de vino.

“Mira”, dice, hablando con mucho cuidado. “Siempre me sentí lo suficientemente inteligente y tengo buenas conexiones para llevar mis ideas a los responsables de la toma de decisiones. Pero nunca sentí que pudiera presionarlos”.

La jactancia de Berezovsky regresó para atormentar al septeto, luego de que Putin reemplazara a Yeltsin y tomara represalias contra los oligarcas. El magnate del petróleo y los medios huyó a Londres en 2000 y murió en circunstancias sospechosas en 2013. Mikhail Khodorkovsky fue encarcelado en 2003 durante 10 años y ahora vive en el exilio. Otros tres fueron investigados por crímenes financieros y abandonaron Rusia. Solo Mikhail Fridman, un magnate bancario, del retail y telecomunicaciones valorizado en 14,500 millones de dólares, ha prosperado junto con él.

“¿Por qué sobrevivimos, Fridman y yo? Tal vez porque nunca tratamos de dictarle al gobierno, al Kremlin “, dice. Recuerda una reunión en la que él y Fridman le dijeron a Khodorkovski: “Mikhail, el problema es que estás tratando de jugar juegos políticos. La percepción es que estás tratando de comprar el poder. Es inaceptable, no solo para ti sino para todos nosotros, todos nos veremos peligrosos”.

En 1996, Potanin se desempeñó como viceprimer ministro durante siete meses, una experiencia fallida que lo hizo temer de la política. “Soy un ser humano normal; todos se sienten atraídos por el poder. Pero esta vez como viceprimer ministro, aunque lo disfruté, me vacuné contra el poder. . . Entendí que nunca puedes convertir tu poder de negocios en poder político. Si lo intentas, morirás”.

Somos interrumpidos por la llegada de la dorada. El filete, escalfado dentro de las capas de puerro, es delicioso. El hombre ciertamente conoce su propio menú.

Antes del almuerzo, Potanin me había mostrado su pista de hockey sobre hielo, donde jugaba al menos dos veces a la semana. En docenas de gabinetes llenos de fotografías enmarcadas del oligarca que jugaba con ex profesionales y compañeros poderosos, vi una foto en la que aparecía con Putin, otro aficionado al hockey sobre hielo. Cuando le pregunté quién era el mejor jugador, sonrió: “Soy más joven”.

“Ser cercanos o apoyarnos, son cosas diferentes”, dice. “Nunca he sido tan cercano a Putin, pero eso no significa que lo apoye menos que sus amigos personales”, dice. “No necesitas estar cerca del presidente para ser un patriota”.

Sin embargo, durante el gobierno de 18 años de Putin, surgió una nueva clase de oligarcas cuya riqueza depende de su lealtad.

“A Putin le gusta controlar las cosas. No le gusta no estar en el circuito”, dice. “Le gustan los detalles, le gusta saber cómo funcionan las cosas”. Pero eso no significa que tengas pedir su aprobación antes de tomar decisiones”.

Según la constitución de Rusia, el nuevo mandato de Putin de seis años será el último. Le pregunto a Potanin si le preocupa que una reciente serie de enfrentamientos entre multimillonarios anuncie un período de lucha por el control.

“La estabilidad es realmente importante para Rusia”, dice. “Lo que es importante para Putin es cómo crea un programa para los próximos años”.

¿Sucesión? Le pregunto, pero el astuto veterano elude mi pregunta. “Putin es lo suficientemente inteligente como para entender cómo funcionan las cosas y cómo hacer que continúen funcionando. No sé cómo va a resolver esto, y no estoy lo suficientemente cerca como para discutirlo. . . Pero él conoce cómo funciona todo y sabe que su mayor legado sería garantizar la estabilidad y la continuidad.”

“Es importante para los negocios, también. . . Espero y creo que no permitirá este tipo de turbulencia entre los diferentes grupos. Creo que sabe cómo manejar esto”.

Cuando menciono su inclusión en la “lista del Kremlin” de los Estados Unidos (una lista de rusos conectados políticamente que podrían enfrentar sanciones), su rostro se pone más serio. “La lista del Kremlin es solo una hoja de papel”, dice. “Soy ruso. Estoy con mi país, pase lo que pase. Así que las listas, las sanciones, lo que sea que ustedes crean que es necesario, háganlo. Apoyo a mi país [Pero] es una lástima que este sentimiento de cooperación entre la nueva Rusia y el resto del mundo se haya perdido.”

“Mira, la tolerancia es algo por lo que los europeos son famosos”, dice. “Pero la velocidad y la nitidez con que desapareció esta tolerancia es un poco extraña… El mundo no es perfecto y si crees que eres el único que es perfecto, entonces estás equivocado”.

Este sentido de discriminación injusta aparece a lo largo de nuestro almuerzo. Potanin está resignado a su imagen de oligarca, pero se siente frustrado por no haber tenido la oportunidad de redefinir su narrativa.

“Cuando haces algo en tu vida, mientras más haces, más rumores, más información creas sobre tu actividad. Y en mi caso, no siempre es positiva, especialmente cuando hablamos de la década de 1990”, suspira. “Puedo dejarlo atrás. No puedo hacer nada, decir, mira, bien, vivo la vida que vivo, no hago caso a la opinión pública y me escondo en este club de campo”.

En este contexto, veo el entorno, no como la guarida de una mente corporativa maestra que fue astuta, sino más como el escondite de un hombre que teme que será castigado eternamente.

Aun así, Potanin está tratando de cambiar su imagen. Dio US$ 2,500 millones de su propio dinero para construir una estación de esquí en Sochi para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, y es el único signatario de Rusia en Giving Pledge [el pool de altruistas formado por Bill Gates y Warren Buffett], prometiendo donar al menos la mitad de su riqueza a la caridad. Su fundación apoya enormes programas educativos y culturales en Rusia, y fue galardonado con la Legión de Honor de Francia el año pasado después de donar una colección de arte soviético y ruso al Centro Pompidou. Pero el principal intento de Potanin de forjar un legado es su trabajo en la limpieza de Norilsk, la ciudad que da nombre a su empresa minera.

Soy un ser humano normal; todos se sienten atraídos por el poder… Pero nunca se puede convertir el poder empresarial en poder político. Si lo intentas, morirás.

En lo profundo del Círculo Polar Ártico y accesible únicamente por avión o barco, Norilsk se formó como parte de la red de campos de prisioneros de Stalin. Decenas de miles de prisioneros murieron construyendo las minas y fábricas que todavía se usan hoy en día. Construida sin tener en cuenta el medio ambiente, hace una década fue nombrada como la ciudad más contaminada del mundo. Potanin está gastando US$ 2,500 millones para arreglar eso.

“Estoy afirmándole públicamente al mundo entero que, para 2023, esto se resolverá y Norilsk se convertirá en un lugar normal para vivir. Si no puedes cambiar la historia escrita, debes escribir nuevas historias para reequilibrar la situación. Y como tengo suficiente dinero, energía y habilidades, puedo crear nuevas historias. La sociedad rusa tiene una fe muy limitada en los hombres de negocios para servir a su país”, dice. “Quiero que vean que estoy pagando”. Pero no puedo culparlos por tener resentimientos sobre las personas que son ricas y no sufren dificultades… He elegido un destino específico. Y soy un hombre feliz”.

El sol se pone en el horizonte congelado, la botella de vino está vacía. Potanin revisa su reloj Ulysse Nardin: hemos hablado durante tres horas. Cuando le hago un gesto al camarero, Potanin vuelve al perdón.

“Rusia no tiene suerte con el timing. Todo lo que sucedió hace 150, 200 años en otros países está sucediendo aquí mientras hablamos. Ustedes tuvieron sus guerras civiles hace siglos. El último asesinato de tu rey fue en 1649. Matamos a nuestro Nicolás II hace 100 años.”

“Quizás es por eso que es tan difícil para el mundo occidental entender a Rusia. Vuelvo a esta palabra: tolerancia. Ustedes terminaron con ciertos temas hace muchos siglos. Nosotros los estamos viviendo. La mía es una generación nacida en la Unión Soviética, y no entiendes lo que eso significa. Ustedes nos están pidiendo cierto comportamiento. Pero nacimos en un campo de concentración. ¿De verdad esperan de nosotros el comportamiento de los niños nacidos en Londres? Cuando ustedes nos enseñen, tengan cuidado, sean amables”.

Pido la factura por mi comida y pido pagar toda la cuenta. El incrédulo camarero mira aterrorizado a Potanin, que estalla en carcajadas. Finalmente, puedo pagar el almuerzo del multimillonario en su propio restaurante.

Sólo en el camino de regreso a Moscú me doy cuenta de que no habían considerado la botella de US$ 150 en la factura. Un obsequio caritativo del oligarca arrepentido. Lampadia




Lula da Silva tras las rejas

Lula da Silva tras las rejas

La Corte Suprema de Brasil dictaminó el jueves por la mañana que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva deberá ser encarcelado y cumplir una pena de 12 años y un mes por delitos de corrupción y blanqueo de dinero, extinguiendo efectivamente su carrera de 40 años en la política brasileña.

La decisión final la dio la presidenta del Tribunal Supremo Federal, Carmen Lúcia Antunes, quien rechazó el recurso de ‘habeas corpus’ preventivo (una petición para evaluar la legalidad de un arresto) presentado por los abogados de Lula después de 11 horas de deliberaciones. La conclusión: Lula fue condenado a la cárcel con el ajustado resultado de seis votos a cinco.

Días antes, un pronunciamiento preliminar del TSF en el sentido de que se podría favorecer a Lula, generó reacciones muy fuertes en el sistema judicial, donde más de 5,000 jueces (un 30% del total), hizo un pronunciamiento absolutamente inusual, criticando al tribunal supremo, pues semejante decisión hubiera generado un grave precedente para la administración de justicia al debilitar la prisión preventiva.  Además, también hubo fuertes reacciones de las fuerzas armadas brasileñas.

Posteriormente, el juez Sergio Moro, líder del proceso del Lava Jato, quien condenó a Lula en primera instancia a nueve años, ordenó su ingreso a prisión para el día de hoy a las 5pm, hora en la que Lula deberá ponerse a disposición de la justicia.

El país está aún más profundamente dividido, después de la acusación contra la sucesora elegida de Lula, Dilma Rousseff, quien fue destituida de su cargo en 2016 bajo la acusación de manipular el presupuesto federal para ocultar los crecientes problemas económicos del país. Su derrocamiento puso fin a 13 años de gobiernos liderados por el Partido de los Trabajadores.

Pero los enormes escándalos de corrupción y la peor crisis económica en décadas dejaron a Rousseff y su partido mal parados. Desde entonces da Silva, conocido comúnmente como Lula, ha estado tratando de reclamar la presidencia. Pero en julio pasado fue declarado culpable de corrupción y lavado de dinero y sentenciado a casi 9 años de prisión. En enero, un tribunal de apelaciones confirmó unánimemente la condena y aumentó la sentencia a 12 años.

Recordemos que Lula viene del noreste brasileño, donde la política ha estado siempre dominada por caciques regionales que adoptaron una serie de acciones de corrupción para controlar y mantener el poder. De alguna manera se puede decir que Lula llevó las prácticas corruptas de sus socios políticos del noreste brasileño al gobierno central, donde entronizó la cooptación de críticos y opositores, y habría participado en el montaje de los circuitos de corrupción de Petrobras y los más grandes grupos empresariales brasileños del sector de la construcción.  Ver en Lampadia: La caída de un gigante crea incertidumbre en la región.

Lula, que gobernó el país durante ocho años y lo llevó hacia el proteccionismo y el asistencialismo, cooptando a sus opositores y promoviendo altísimos niveles de corrupción gubernamental, fue detenido brevemente el 4 de marzo, como parte de la operación de Lava Jato. Fue interrogado por acusaciones de haber recibido “beneficios ilícitos” del esquema de sobornos de Petrobras. Los fiscales presentaron cargos de lavado de dinero en contra suya.

Todavía hay quienes apoyan a Lula porque, durante sus años como jefe del Ejecutivo, Lula estableció el Programa de Subsidio Familiar (Bolsa Família, en portugués), un programa de transferencia monetaria condicional que beneficia a familias de bajos ingresos.

Sin embargo, fue también durante la presidencia de Lula que estalló un importante escándalo de corrupción, conocido como “Mensalão”. Los fiscales dijeron que la administración del ex presidente sobornó a los legisladores para que aprueben proyectos de ley propuestos por el gobierno. José Dirceu, jefe de gabinete de Lula, fue sentenciado a la cárcel, así como algunos legisladores.

Después del final de su mandato, Lula fue acusado de encabezar un esquema de corrupción aún mayor, donde las constructoras brasileñas -incluida la más grande del país, Odebrecht- se organizaron en cárteles y pagaron sobornos a altos ejecutivos de Petrobras y otros funcionarios del gobierno. Lula terminó controlando una gran maquinaria que debemos llamar ‘Corrupción de Estado e Imperialismo’. Esto fue la hipocresía política llevada a su máxima expresión, un movimiento de izquierda que capturó grandes empresas para corromper y reinar. Adiós las ideas del socialismo, adiós los pobres de la región, adiós los valores de la democracia. Era un inmenso juego político para apoderarse del subcontinente. Ver en Lampadia: La peor Red de corrupción latinoamericana.

Ahora, el líder de la izquierda brasileña ha sido acusado de recibir de manos de la empresa OAS (una de las implicadas en la gigantesca trama corrupta destapada por la Operación Lava Jato) un apartamento de lujo en la ciudad de Guarujá, en el estado de São Paulo. Según las investigaciones este inmueble sería una especie de agradecimiento por los favores prestados dentro de la petrolera Petrobras.

El juez federal Sergio Moro ya decretó la prisión del expresidente brasileño y le ha concedido un margen de un día para entregarse. “Al condenado, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, le concedo, en atención a la dignidad del cargo que ocupó, la oportunidad de presentarse voluntariamente a la Policía Federal en Curitiba hasta las 17:00 (hora local), del día 06/04/2018, cuando deberá ser cumplido el mandato de prisión”, señaló Moro en su decisión.

Lula ha sido el padrino de las izquierdas latinoamericanas, fundador del Foro de Sao Paulo con Fidel Castro, y auspiciador y financista de los partidos de izquierda en varios países, incluyendo el Perú; donde, con sus brazos empresariales corruptos montó una estrategia de penetración imperialista absolutamente repudiable.

Esperamos que esta sea la oportunidad para limpiar a Brasil de la corrupción en el mayor escándalo de la historia de Latinoamérica y para quitarle a esas malas izquierdas, las banderas hipócritas de la moralidad, que solo eran señuelos para la toma de poder. ¡Viva la Justicia! Lampadia




El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

El socialismo del siglo XXI tornó riqueza en miseria

“Según el Índice Anual de Miseria, Siria, desgarrada por una guerra civil genocida, es el segundo lugar más infeliz del mundo. ¿El primero? Venezuela. Así es, el socialismo y la corrupción crearon una situación más miserable que la de Siria donde se han asesinado a más de 500,000 personas.”

Steve Hanke

Por tercer año consecutivo, Venezuela es la nación más miserable del mundo, según el análisis publicado por el Índice anual de Miseria del think tank Cato Institute, que clasifica a las naciones según los datos del Economist Intelligence Unit (EIU). Los rankings, compilados por el profesor Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins, siguen una fórmula simple: La “miseria” de una nación se puede calcular sumando la tasa de desempleo, la tasa de interés y la tasa de inflación, menos la variación porcentual anual del PBI real per cápita.

De esta manera, se puede determinar cómo le está yendo a un ciudadano promedio de un país. Bloomberg lleva años retomando esta fórmula y aplicándola a las principales economías del mundo, con la premisa de que cuando más alta es la inflación y mayor desempleo, más miserable es un país. “La mejor manera de garantizar la felicidad es crecer económicamente, pero eso no es fácil con una alta inflación y desempleo”, afirma Steve Hanke.

La globalización y la economía de mercado han traído muchísimos beneficios. Han integrado efectivamente los mercados globales y ha producido inmensos beneficios para la humanidad en su conjunto, con una gran disminución de la pobreza global y de la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En los últimos 40 años se ha duplicado la población mundial y se ha formado una clase media global de 3,000 millones de personas y, hoy los más pobres tienen mejores condiciones de vida que nunca antes, con mayor esperanza de vida, mejor alimentación y mejor salud. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad

Sin embargo, esta historia no representa la realidad de todos los países del mundo. Muchos de ellos, teniendo la capacidad de ser parte de del avance de la prosperidad, tomaron otro camino e hicieron miserables a sus pueblos.

El ejemplo más clamoroso de esta suerte de ‘crimen de lesa política’ es el de Venezuela, que ha destruido su capacidad de crear riqueza y hoy se arrastra en una inicua crisis humanitaria, creada a pulso por las políticas socialistas, acompañadas por procesos de corrupción extremos, incluyendo el narcotráfico.

Otro ejemplo de lo que no hay que hacer, lo atestiguan, desde América Latina, Brasil y Argentina (tercero y cuarto en el índice de miseria, respectivamente). Ambos países cayeron en manos de políticos soberbios, equivocados y corruptos, que gobernaron con la misma ideología del socialismo venezolano. Además, teniendo ambos condiciones naturales para ser ricos.

En verdad es increíble que los tres países más ricos de América Latina (excluyendo a México), ocupen los peores lugares de miseria en el mundo, junto con Siria, afectada por una violencia genocida.

Los tres países fueron destrozados por gobiernos orientados a implantar una ideología, en vez de desarrollar sus pueblos. La dictadura chavista en Venezuela, la soberbia aislacionista del izquierdismo de Lula en Brasil, y el izquierdismo corrupto de los Kirchner en Argentina, han hecho más daño que el peor cataclismo que podría imaginarse. En nombre de los pobres, han hecho miserables a sus pueblos.

Ahora bien, ¿cómo podemos evaluar a nuestros políticos de las izquierdas, que siguen pensando implantar en el Perú, las políticas que hicieron miserables a Venezuela, Brasil y Argentina, y que siguen apapachando a esos líderes equivocados y corruptos que destrozaron sus países?

¿Cómo puede ser, que, en días tan aciagos para nuestra patria, los medios televisivos, fundamentalmente RPP y Canal N, nos endilguen todos los días a los representantes de esas izquierdas, como si fueran los referentes que marcan el camino hacia una luz al final del túnel?

Manejar un medio de comunicación es un privilegio que conlleva grandes responsabilidades.

¿Qué esperan los directivos de estos medios para asumir su rol social?

¿O lo único que importa es la caja registradora? 

A continuación, compartimos la publicación de Hanke sobre los países más miserables del 2017:

Índice Anual de Miseria de Hanke: Los países más miserables (y más felices) del mundo

Por Steve Hanke
Forbes
28 de febrero de 2018
Traducido y glosado por Lampadia

Foto de VCG / VCG.
Fuente: Getty Images

La condición humana habita un vasto continuo entre “miserable” y “feliz”. En la esfera de la economía, la miseria tiende a fluir desde alta inflación, elevados costos de los préstamos y el desempleo. La forma más segura de mitigar esa miseria: el crecimiento económico. En igualdad de condiciones, la felicidad tiende a florecer cuando el crecimiento es fuerte, la inflación y las tasas de interés son bajas y los empleos son abundantes.

Muchos países miden e informan estas métricas económicas regularmente. Al compararlos, nación por nación, podemos analizar mucho sobre en qué parte del mundo la gente está triste o feliz.

¿Consideraríamos que Estados Unidos es más o menos miserable que otros países? Para responder a esta pregunta, actualizo las mediciones anuales del Índice de miseria.

El primer índice de miseria fue construido por el economista Art Okun en la década de 1960 como una forma de proporcionar al presidente Lyndon Johnson una imagen sencilla de la economía. Ese índice de miseria original era solo una suma simple de la tasa de inflación anual de una nación y su tasa de desempleo. El índice ha sido modificado varias veces, primero por Robert Barro de Harvard y luego por mí mismo.

Mi índice de miseria modificado es la suma de las tasas de desempleo, inflación y el costo de los préstamos bancarios, menos el cambio porcentual en el PBI real per cápita. Las lecturas más altas en los primeros tres elementos son “malas” y hacen que la gente se sienta más miserable. Estos se compensan con “lo feliz/bueno” (crecimiento del PBI per cápita), que se resta de la suma de los “males”. Un puntaje más alto del Índice de Miseria refleja un nivel más alto de “miseria”, y es una medida suficientemente simple que hasta un presidente sin tiempo para extensas sesiones informativas económicas, puede entenderlo de un vistazo.

En la tabla adjunta, se pueden encontrar las clasificaciones del Índice de Miseria para las 98 naciones que informan datos relevantes de manera oportuna. Para coherencia y comparabilidad, todos los datos provienen de la Unidad de Inteligencia de The Economist.

Comencemos con el país más miserable y subamos hacia los más felices. Si le damos la vuelta, obtenemos un índice de felicidad.

Venezuela tiene el glorioso título del país más miserable en 2017, como lo hizo en 2016 y 2015. Los fracasos del estado petrolero corrupto y socialista del presidente Nicolás Maduro han sido bien documentados el año pasado, incluso por mis mediciones de la hiperinflación venezolana. Venezuela no solo es el país más miserable del mundo, sino que su puntaje en el índice ha aumentado dramáticamente desde 2016.

Siria mantiene el rango de la segunda nación más miserable, y la razón no es difícil de descubrir. De hecho, Siria ha estado en medio de una brutal guerra civil durante casi siete años. ¿Necesito decir más?

Brasil se mantiene en el tercer lugar por segundo año consecutivo. Como me explicó una vez mi amigo Roberto Campos, el difunto economista, diplomático y político brasileño, durante una visita a Brasilia: la Constitución brasileña es tan gruesa como la guía telefónica de la ciudad de Nueva York. El presidente Michel Temer ha intentado reducir la ola de obligaciones del gobierno. Pero hasta la fecha, sus intentos de frenar el mayor pasivo no financiado del país, el sistema de pensiones, han quedado en nada. El sistema de pensiones en bancarrota no es, por supuesto, el único problema que enfrenta Brasil. La corrupción, por ejemplo, sigue siendo un problema endémico.

Argentina ha mejorado su clasificación (y puntaje de índice) en 2017, pasando del segundo al cuarto país más miserable del mundo. Pero hasta que baje la inflación, el presidente Mauricio Macri tendrá dificultades, como lo hizo el presidente Carlos Menem hasta el 1 de abril de 1991, cuando presentó el Sistema de Convertibilidad de Argentina, que vinculaba el peso con el dólar.

Egipto ocupó el quinto lugar más miserable, una muesca menor que en 2016. Pero, el puntaje del Índice de Miseria de Egipto en realidad aumentó, una mala señal. El gobierno militar-socialista del presidente Abdel Fattah el-Sisi continúa causando miseria. Además de los problemas que acompañan a cualquier sistema de tipo socialista en el que el ejército desempeña un papel decisivo, la libra egipcia sigue siendo el talón de Aquiles del país. La única solución a este problema es la adopción de una caja de conversión, en la que la libra se convertiría en un clon de una moneda de anclaje, como el euro o el dólar de EEUU.

Los países menos miserables

Pasemos al otro extremo de la tabla, donde residen los países menos miserables. Allí encontramos a China gobernando como el país “más feliz” del mundo. En esto el presidente Xi Jinping tiene algunos derechos de fanfarronear.

Para los Estados Unidos: su puntaje ha mejorado un poco, pasando de 9.4 en 2016 a 8.2 en 2017. Sin embargo, en lo que respecta a la felicidad, Estados Unidos no es el primero sino el número 30, detrás de otros 29 países en la lista de la felicidad.

Escrito por Steve H. Hanke de la Universidad Johns Hopkins. Su cuenta en Twitter: @Steve_Hanke.

Lampadia




Venezuela Hora Cero

La crisis económica y política de Venezuela no ha disminuido, más bien empeora día a día. Es una crisis humanitaria que está condenando a muerte a muchísimos venezolanos, especialmente infantes y adultos mayores. La escasez de lo más elemental es generalizada, empezando por alimentos y medicinas. La hiperinflación agrava la miseria aceleradamente y ya se ha desatado una migración imparable, que está dejando sin servicios a los que no pueden migrar, creando además, una serie de problemas en los países vecinos, que se ven forzados a abrir los brazos a gente que ya no tiene más opciones de vida.

Según la Superintendencia Nacional de Migraciones, a diciembre del 2017, en el Perú ya habíamos recibido unos 115,000 venezolanos. Sin embargo, muchos de ellos solo están aquí ‘de paso’, pues según sus declaraciones, tienen como último destino a Chile y Argentina. “Así como el Perú es un país de acogida, también es un país de tránsito”, explicó Eduardo Sevilla Echevarría, Superintendente Nacional de Migraciones. Estos 115 mil venezolanos están en calidad migratoria de turista y, de esa cifra, 31,300 se han acogido a un Permiso Temporal de Permanencia (PTP).

La siguiente inconografía publicada por La Nación de Argentina, muestra el destino de la diáspora venezolana:

Fuente: La Nación de Argentina

Nosotros tenemos que darles la mano a nuestros vecinos que están sufriendo una crisis humanitaria que ya está siendo comparada por la CNN como equivalente a la crisis migratoria de Siria. Felizmente, nuestra política ha sido particularmente atractiva para los migrantes que buscan oportunidades económicas, pero también para el estatus legal que es difícil de adquirir en otros lugares, ya que (a diferencia del Perú), otros países de la región están poniendo cada vez más las restricciones a los venezolanos, especialmente Colombia, el más cercano, que ya alberga más de medio millón de refugiados.

En general, los peruanos tendemos a darles la bienvenida a los inmigrantes, una actitud probablemente adquirida por nuestros recuerdos de haber vivido un período de conflicto interno e hiperinflación, y una emigración que se llevó el 10% de nuestra población. Hay 3  millones de peruanos en el exterior, y durante el auge petrolero de Venezuela, miles de técnicos y profesionales peruanos se mudaron a Caracas y se establecieron allí, formando familias de doble ciudadanía. Estos hombres y mujeres fueron ahora los primeros en regresar al Perú.

El País: Miles de venezolanos cruzaban la frontera hacia Colombia, en julio del año pasado. 
Fuente: GEORGE CASTELLANO AFP

Como dice Sevilla, “El Perú ha sido, es y será siempre un pueblo hospitalario. Tenemos 3 millones de peruanos en el exterior. ¿Se imaginan ustedes alguna señal, alguna muestra (de rechazo) a alguno de esos 3 millones en los distintos países del mundo? Que los afecte, que trascienda por los medios y las noticias… La tolerancia, el pluralismo y el diálogo va al compás de los tiempos modernos”. Y tal solidaridad y tolerancia les brinda a los venezolanos un sentido de pertenencia, estén donde estén, y las fuerzas para seguir adelante a pesar de haber abandonado su hogar.

La situación de desabastecimiento que vive el país vecino llevó a que más de 200.000 personas cruzaran la frontera el fin de semana pasado en busca de víveres y medicinas. Foto: Juan Pablo Bayona

Lamentablemente, hay casos de discursos xenofóbicos, como el de Fernando Vivas en su columna de El Comercio, en la que propone restringir el ingreso de venezolanos porque son “más blancos y atractivos que el peruano promedio”, lo que generaría discriminación en contra de los peruanos. Un argumento ridículo. Más bien, al día siguiente Mariátegui respondió diciendo que “Tu postura ayer en tu columna de EC de restringir el ingreso de venezolanos porque son “blancos” es digna de Antauro Humala o su excéntrico viejo. (…) Venezuela SÍ nos abrió las puertas en los horripilantes 70 y 80. Es más, yo viví un tiempito allá en 1998 y era uno de los poquísimos países del mundo que nos recibían a los apestados peruanos con las puertas abiertas en aquel entonces”.

Más allá de las columnas de opinión, desde el lado de nuestra política interna, también se aprecian comentarios negativos hacia la aceptación de más venezolanos, marcadamente así, por parte de las izquierdas, con mucho énfasis en el sur del país. Por ejemplo, el congresista Apaza tuvo el muy desatinado comentario de que se debe restringir el ingreso de los venezolanos porque les estarían quitando empleos a los peruanos.

Curioso fenómeno, las izquierdas, que defendieron ciegamente a Chávez y ahora a Maduro, prefieren que los venezolanos vivan su suplicio allende nuestras fronteras, y que no los tengamos en el Perú, como testimonios vivientes del clamoroso fracaso del socialismo y el estatismo que siguen persiguiendo imponernos.

Los testigos del fracaso del socialismo y el estatismo

Los venezolanos que están en el Perú, ya sea que trabajen de vendedores ambulantes, en los micros, en restaurantes o en cualquier otra posición, están dando sus testimonios sobre las empobrecedoras políticas del régimen cubano chavista en Venezuela. Muestran con escándalo los billetes de alta denominación de Bolívares, que valen menos que el papel en que están impresos (cómo nuestros antiguos Intis de García I), y transmiten el rechazo absoluto a las políticas que nuestros izquierdistas planean imponernos a los peruanos, si les damos la oportunidad de gobernar.

Como hemos publicado en varias ocasiones, la crisis humanitaria y política a la que se enfrenta Venezuela, ha sido labrada a pulso por los crímenes de ‘leso gobierno’ del chavismo. Además, de destrozar el país, Venezuela se dio el lujo de usar parte importante de sus recursos para mantener la caduca dictadura cubana, varios pequeños países de Centro América y el Caribe y, de financiar a partidos izquierdistas de la región con sus ínfulas del ‘socialismo del siglo xxi y el albismo.

Esta lastimosa experiencia, de un querido país sudamericano, es una dura lección sobre las consecuencias de sus políticas dirigidas a capturar todo el poder dizque ‘en pro de los pobres’ y, según los resultados, a entronizar un odioso nivel de corrupción. No podemos dejar de preguntarnos cómo es posible que la izquierda peruana, cegada por su obsoleta ideología, tenga cara para seguir apoyando uno de los peores, o el peor, gobierno de la historia latinoamericana.

Recordemos que economía de Venezuela continúa colapsando. Se espera que la inflación alcance 13,000% este año. La escasez absoluta deja las tiendas vacías, y muchos hospitales están mal equipados para tratar incluso los problemas básicos. La malnutrición está aumentando y algunos padres que no pueden alimentar a sus hijos los han entregado a orfanatos. La violencia es generalizada y las fuerzas de seguridad han sido acusadas de ejecuciones extrajudiciales y otros abusos. Se dice que el venezolano promedio ha bajado un promedio de 9 kilos de peso en los últimos tiempos.

Hasta hace pocos meses, la población venezolana estaba en las calles dando la batalla para sacar a Maduro. Como dijimos en Lampadia, es poco probable que el pueblo venezolano gane esta batalla sin apoyo externo. Lamentablemente, si no se cambia el régimen pronto, se consolidará en el poder, el ‘Eje Cuba-Venezuela’, controlado por tres mafias (como dice Moisés Naim), el narcotráfico, los cubanos, y los corruptos militares venezolanos. Ese nefasto ‘eje’ hará todo lo posible por extender su influencia a todo Sudamérica, y representa una amenaza que debe ser eliminada cuanto antes.

A pesar del inmenso rechazo popular al régimen, se espera que Maduro retenga el poder en las elecciones del 22 de abril, que, desde ya, están plagadas de irregularidades y fraude. Y es que, como dijo Roger Santodomingo, ex chavista y autor de ‘De verde a Maduro’, en una entrevista en El Comercio: “Maduro no va a dejar el poder por las buenas (…) Maduro se ha convertido en el dictador más cruel de la historia venezolana y ha durado más de lo que cualquiera podía haber esperado.”

A pesar de la desastrosa crisis humanitaria, y la exacerbación de la violencia del gobierno, es bastante claro que el ‘Eje-Cuba-Venezuela’ se está consolidando. Más vale que vayamos pensando en nuevas formas de combatir y derrocar al detestable régimen que ha hecho casa en el país de nuestros hermanos venezolanos. Ver en Lampadia: No permitamos la consolidación del ‘Eje Cuba-Venezuela’.

Acá no queda otra cosa que superar la actual política internacional hacia Venezuela, basada en el ‘appeasement’ (el síndrome de Chamberlain en el Reino Unido en los albores de la Segunda Guerra Mundial), y recordar la visión de Churchill, que logró, en soledad, enfrentar a Hitler y reconquistar la libertad. Hay momentos en que la vida nos pone ante disyuntivas muy difíciles, pero nunca se debe salir de ellas, por el engañoso camino del apaciguamiento de los monstruos.  Lampadia