1

Palabras demonizadas por la retórica estatista

Palabras demonizadas por la retórica estatista

Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 29 de enero de 2021
Para Lampadia

El estatismo está rondando nuevamente por el ambiente. La retórica de los estatistas es inconfundible. La demonización – o satanización – de ciertas palabras los delata. Esa es su función… de eso viven. Lo hacen en las escuelas y universidades. La prensa y las redes sociales – salvo escasas excepciones – son sus medios de difusión favoritos. Se expresan también a través del cine, el teatro, y la literatura. Algunos confunden el estatismo con el socialismo, o la izquierda política. Pero no… todos tenemos algo de izquierda o de socialismo.

El estatismo – en cambio – es dogmático, intolerante, cínico, indolente, abusivo, ineficiente, híper burocrático, y… 100% corrupto. No hay estatismo que no termine en tiranía elitista, empobrecimiento generalizado, y violencia. ¿Acaso no fue eso lo que vivimos en los años 70´s y 80´s en nuestro país? Por ello muchos peruanos tenemos razones – más que suficientes – para detestar el estatismo. Sobre todo, los mayores.

La principal función del Estado debe ser administrar justicia y mantener el orden público. A ese respecto, el Estado es fundamental para garantizar el acceso a la salud y educación de todos los peruanos. Sobre todo, de los más pobres. Eso es justicia. En ese sentido – que quede claro – el Estado es indispensable para la vida civilizada de todo país. El tema es su rol… y su tamaño.

El problema de los estatistas es que quieren un Estado que todo lo haga y que todo lo dirija. Para muestra un botón… el pésimo manejo de la pandemia – y la economía – de parte de nuestro Estado que se cree todopoderoso.

Los no-estatistas queremos un Estado que se limite a sus funciones básicas: justicia, seguridad, salud, educación, infraestructura… y paremos de contar. Y que sea eficiente y liberador del talento y la energía de la ciudadanía, en ambiente de libertad.

Bueno pues, volviendo al tema de la demonización – o satanización – de ciertas palabras por parte de los estatistas, aquí va una lista parcial de ellas. “Empresa” por ejemplo. “Empresa Privada” para ser preciso. Los estatistas se erizan con la palabra “Empresa Privada”. Para ellos, las empresas privadas son sólo los empresarios… y punto. Y olvidan que las empresas son también los trabajadores… y sus clientes… y sus proveedores… y los trabajadores de sus proveedores… y los tributos… y sus entornos sociales.

Los estatistas aborrecen también las palabras como “Intermediarios” y “Services”. – Hay que eliminar los intermediarios y los services – predican por todos lados los estatistas, cuando no se dan cuenta que sin ellos el mercado se tornaría inviable. Es decir, los infinitos bienes y servicios que proveen las empresas jamás llegarían a los consumidores, sin la intervención de los intermediarios y los services.

Por otro lado… ¡ni mencionar la palabra “Libre Mercado” o – peor aún – “Iniciativa Privada”! Se desquician. Los estatistas quieren que el Estado produzca todos los bienes y servicios que requiere la ciudadanía, y que todo lo dirija. Incluso, que fije los “precios justos” … ¡como si eso fuera posible!

Las palabras “Meritocracia” y “Flexibilidad Laboral” les produce sarpullido. Para los estatistas, los conceptos de productividad y eficiencia no cuentan para nada. Su slogan favorito es – a igual función, igual remuneración –. Incluso, han llegado al extremo de inventar el “Trabajo Hereditario”. Es decir, si el padre – o la madre – se jubila, enferma, o muere… el puesto lo hereda el hijo. Pues bien, esto – que parece una locura – ocurre en SEDAPAL… una empresa estatal. (Me salió un verso sin esfuerzo).

Y así por el estilo. Los estatistas han demonizado muchas palabras que no tienen – en sí mismas – nada de malo. Incluso, han llegado al extremo de demonizar actividades como la minería, la agroexportación, las AFP´s, y hasta las farmacias y clínicas privadas.

CONSEJO FINAL. ¡Tengamos mucho cuidado con los estatistas! Nos pueden llevar nuevamente a la ruina… como en los 70´s y 80´s. Entonces para detectar un estatista – que no es lo mismo que un estadista – basta ver su reacción al mencionar las palabras mencionadas anteriormente. Si se erizan, se desquician, o les sale sarpullido cuando se les mencionan las palabras en cuestión – incuestionablemente… valga la redundancia – son estatistas. Y con los estatistas… ¡a la distancia! Lampadia




“Agárrate catalina”

“Agárrate catalina”

Rafael Venegas, Director Independiente de Empresas
Para Lampadia

A estas alturas ya nadie tiene duda que después de veinte años de crecimiento ininterrumpido, reducción de la pobreza a un tercio, duplicación de la clase media y una envidiable solidez macroeconómica, estamos cambiando de rumbo y nos dirigimos nuevamente hacia el abismo. Como dirían nuestras abuelas, ¨agárrate Catalina¨.

Las razones y los culpables internos para este suicidio colectivo son bastante claras, pero también existen razones externas. Estas son generadas por grupos de ideologías izquierdistas que se aprovechan de las debilidades internas de los países para conseguir sus oscuros objetivos. Ellos se apoyan internamente en trasnochados políticos, en ¨intelectuales¨ y ¨periodistas¨ de izquierda¨ y en mercenarios del caos. Estos a su vez reclutan a jóvenes, que llevados por su entusiasmo e inexperiencia política son utilizados para las líneas de ¨combate¨. Hay un dicho de Winston Churchill que grafica satíricamente esto: ¨Si en tus veintes no eres socialista es porque no tienes corazón; pero si lo eres después de los treinta es porque no tienes cerebro¨.

La primera señal interna la tuvimos cuando Ollanta Humala derrotó en final de fotografía a Keiko Fujimori. Para muchos esto fue digitado por Hugo Chávez y se temía que lo que seguía era la instauración del modelo cubano / venezolano. Para suerte nuestra, Chávez se equivocó de hombre, ya que la total incapacidad para gobernar (y para muchas otras cosas) de Humala hizo que esto no se diera. Su gobierno fue inocuo, permitió la corrupción y sus indecisiones pusieron freno al crecimiento y desarrollo que se venía consiguiendo con mucho esfuerzo.

Dado esto, en las elecciones del 2016 la población envió un clarísimo mensaje: Queremos retomar la senda del crecimiento y desarrollo. La prueba fue que los dos candidatos finalistas tenían programas muy parecidos que defendían la economía de mercado. Sin embargo, sucedió lo que se conoce como el harakiri peruano. Esto fue el verdadero comienzo de todos nuestros males y por eso no debemos olvidarnos nunca de que la culpa de todo lo que estamos viviendo se lo debemos a la terca arrogancia de PPK y a la infantil ‘piconería’ de Keiko Fujimori. ¡Tremendos irresponsables!

La disputa egocéntrica de ambos infames personajes sin escrúpulos y sin respeto por los peruanos, produjeron un tremendo caos político engendrando a varios presidentes ineptos y a los dos peores congresos del siglo.

El congreso de Keiko, se enfocó en trabar cualquier iniciativa de avance del ejecutivo, vacar al presidente y blindar a la corrupción. Cumplieron con todo, pero no contaron con la resistencia de Vizcarra, quien tenía sus propios demonios y que, valiéndose de un artificio legal los disolvió.

El segundo, o sea el actual, es sin duda el peor y el mas irresponsable congreso de la historia. En él no hay ninguna mayoría y tampoco hay representación oficialista. Es un grupo variopinto conformado mayormente por irresponsables populistas, ignorantes sin experiencias relevantes y abusadores del poder para fines personales.

En retrospectiva, era lógico que sucediera esto como producto de una elección relámpago para elegir un congreso que solo estaría en funciones 18 meses y que sus integrantes no podrían ser reelegidos. La necesidad epidérmica de cerrar el congreso nos cegó y no nos dimos cuenta de que esta elección contrahecha generaría el desastre que ha creado.

Este nefasto congreso ha tomado varias medidas populistas en desmedro del tesoro público y del bienestar de la ciudadanía. Entre ellas regalar la plata de las pensiones de los peruanos (AFP y ONP), cancelar el cobro de peajes ignorando la constitucionalidad de los contratos privados, derogar la Ley de promoción agraria pudiendo haberla solo reformado, aprobar la formalización de los colectivos, nombrar y blindar a una persona con múltiples denuncias como presidente del comité de fiscalización, entre otras barbaridades. También en solo una semana vacaron al presidente de la república y nombraron a otros dos presidentes y a una presidenta del congreso que ahora promueve el cambio de la constitución.

La vacancia presidencial generó una gran protesta callejera que tuvo dos muertos y que dio inicio a innumerables levantamientos y cierres de carreteras, al mas puro estilo de las izquierdas antiguas. Después de la gran protesta varios congresistas se disculparon y prometieron rectificar. ¨Lágrimas de cocodrilo¨, porque a los pocos días volvieron a sus andanzas y con mayor fuerza.

Todavía les queda una legislatura y su lista de barbaridades pendientes es de terror. Incluye el referéndum para la asamblea constituyente para cambiar la constitución actual por una con sello socialista; la nueva normativa para el agro que será una nueva reforma agraria, que sin duda matará al sector agroindustrial; regulación de las universidades (con nombre propio) y una norma para limitar las tasas de interés que cobran las instituciones financieras, lo cual sin duda generará que los pequeños negocios y las pequeñas empresas se queden sin financiamiento y vuelvan a las garras de los usureros.

Este caos político interno le está dejando la ¨mesa servida¨ a las fuerzas ocultas de la izquierda local e internacional, que ya empezaron claramente a infiltrarse en todos los frentes. ¨Agárrate Catalina¨.

Las fuerzas externas son digitadas desde el Foro de Sao Paulo, quienes luego de su derrota que terminó con la caída del muro de Berlín en 1989, se agazaparon e iniciaron su lento y paciente proceso de retorno. Para esto, siguen utilizando los mismos métodos de intervención: propaganda apoyada en la pobreza y la desigualdad y aprovechamiento de las crisis de los países, para infiltrarse y generar caos, oclocracia y divisionismo. También buscan el debilitamiento de las fuerzas del orden, poniendo a la población en su contra y finalmente promover el cambio de constitución, para adecuarla a su ideología. ¿Les suena familiar?

Lo que si cambió es la sustitución de los métodos violentos por en el empleo del ¨lavado de cerebros¨, especialmente a los jóvenes y a través de infiltraciones en los sistemas de educación y de prensa.

Luego del triunfo del capitalismo y la derrota del socialismo, la izquierda se buscó dos nuevos caballitos de batalla: la defensa del medio ambiente y la ideología de género. A través de ellos comenzaron a penetrar los países nuevamente, ¨lavando cerebros¨ y organizando marchas y protestas callejeras. Sin embargo, siempre han estado esperando pacientemente el desgaste del sistema capitalista, para volver a la carga con su fracasado socialismo.

Lo lamentable es que el desgaste del capitalismo comenzó a darse hace algunos años por falta de actualización y mantenimiento. Esto debido a que los países desarrollados y las grandes corporaciones están muy cómodas y no se han preocupado. ¨If ain´t broke don´t fix it¨. Esfuerzos tipo Capitalismo Consciente, ESG, Empresas Sostenibles, etc. no han tenido la acogida necesaria.

Guardando distancias, localmente ha sucedido algo similar ya que las empresas privadas y sus respectivos gremios, han hecho poco o nada por actualizar y mantener el sistema, menos aún por complementarlo con algún componente social y de sostenibilidad (ESG). Esta ceguera internacional y local es otra causa mas para el avance de la izquierda.

Finalmente, el tema de la inesperada pandemia ha servido para acelerar el proceso de deterioro político mundial. Esto ha generado un escenario de crisis generalizada, que es el soñado por la izquierda.

En nuestra región, aparte de Cuba y Venezuela, ya tienen los gobiernos de Nicaragua, Bolivia, Argentina y México. Ahora vienen por Chile, Perú y Colombia, que son los que mejor aprovecharon el sistema de economía de mercado para crecer y desarrollarse. ¨Agárrate Catalina¨.

Para mi es frustrante escribir sobre temas negativos cuando no se tienen soluciones a la vista. Yo expongo problemas y hago críticas, pero siempre lo complemento con alternativas de solución. Lamentablemente esta vez no encuentro material para hacerlo.

Lo único que se me ocurre es solicitarles con mucho énfasis que difundan y comenten lo descrito en el artículo a la mayor cantidad de personas que puedan y sobre todo a los jóvenes. Las redes también pueden ayudar. Nuestra primera gran prueba será en las elecciones de abril, dónde es imprescindible que votemos muy bien informados.

Esta vez tenemos que pelearla y no dejar que una ideología trasnochada, fracasada y que no tiene un solo ejemplo de éxito en el mundo para mostrar, se aproveche de nuestras debilidades y de nuestros jóvenes, para volver a mandarnos al abismo. Lampadia




Tiempos de optimismo

Tiempos de optimismo

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Podrá sonar sarcástico insistir en que, aún a lo más trágico podemos encontrarle el lado positivo; así un diario de negocios editorializaba recientemente respecto a la caída del PBI peruano de 32.75% en el mes de mayo, presentándolo como un crecimiento del 8.51% respecto al mes de abril. Con el mismo sarcasmo podríamos decir que estamos en ascenso en la tabla mundial de contaminación por Covid-19, al haber alcanzado el quinto puesto a nivel mundial (en números absolutos, independientemente del tamaño de nuestra población) y que apuntamos a ser el país con mayor caída del PBI a nivel mundial.

Estas son pues muy malas noticias, pero para los que tenemos resiliencia y buscamos siempre las oportunidades; observamos, levantamos información, buscamos el lado positivo, analizamos, compartimos la idea y convocamos a los que quieran sumarse y aportar al proyecto. Siempre tengamos presente que: “el pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, pero el realista tiembla las velas”.

Eso es exactamente lo que el Perú debe hacer. Cuando nos planteamos la catástrofe económica que estamos viviendo, no podemos “tirarnos a muerto” y quedarnos en la lamentación. Ya es un hecho conocido, por ejemplo, que tras cada ciclo de crecimiento económico en el Perú (entre 25 a 27 años) debido a un manejo económico razonablemente serio, le sigue un ciclo negativo de desaceleración económica (si acaso no se transforma en recesión), de un periodo similar (un cuarto de siglo). Y coincidentemente, cuando traducimos esto a términos políticos, los periodos de crecimiento y acumulación de riqueza en el Perú, fueron conducidos por gobiernos pro-mercado y bastante liberales, mientras que los ciclos de desaceleración, fueron conducidos por gobiernos “socialistones”, que se caracterizaron por;  una búsqueda de la reducción de diferencias económicas, de un “Estado paternalista” y de distribución de la riqueza acumulada, pero sin promoción de la inversión, ni incentivo para mover nuestra economía. Todos estos denostan el crecimiento económico y se llenan la boca hablando de “desarrollo”, sin querer reconocer que gracias a cada vez que hemos tenido crecimiento económico, hemos mejorado ampliamente nuestros Índices de Desarrollo Humano (IDH).

Todos esos gobiernos “generosos” y “humanitarios”, han sido incapaces de generar confianza, de atraer inversión, de crear valor y de generar condiciones adecuadas para crear oportunidades, fuentes de trabajo formal y digno, a base de legislación laboral adecuada, con incentivos a la eficiencia y productividad. Por eso, y esto se repite como un karma, cada vez que se agotan las “arcas fiscales”, se les acaba la imaginación, concluye su ciclo y tienen que esperar al siguiente cuarto de siglo para, reiniciar el gasto público a partir de la riqueza acumulada por algunos gobiernos pro-mercado que condujeran ese período.

Como sus lideres jamás hicieron empresa, ni crearon valor económico en su vida, le rehúyen al empresariado, al ámbito de los negocios y a la posibilidad de captar la atención de las empresas y empresarios más grandes del mundo y atraer sus inversiones a nuestro país. ¡No pueden pensar en un Perú grande!

Empezamos esta nota resaltando la mala noticia de la catástrofe económica del año 2020, la que está generando un déficit fiscal nunca imaginado, ha provocado el inmediato consumo del Fondo de Estabilización Fiscal y un rápido endeudamiento que debemos tratar de controlar. Pero a contramano, creo que esto trae como consecuencia que, el sueño de los partidos de izquierda de distribuir riqueza y mostrar el lado generoso de su socialismo del siglo XXI, se esfume. Así que, observemos a los partidos de izquierda que, a menos que no les importe destruir al Perú “hasta las últimas consecuencias”, no tendrán mayor apetito electoral, pues no tendrán ofertas regalonas que puedan cumplir razonablemente y esta, es una gran noticia…

Es pues el momento de convocar a las mentes más lúcidas para alinear nuestros objetivos, analizar nuestras mejores opciones y trabajar en conjunto para reconstruir nuestra economía, pues no hay tiempo que perder y debemos imprimir sentido de urgencia.

Tengo aquí que saludar que, el nuevo Primer Ministro haya puesto el relanzamiento económico, como uno de los tres objetivos centrales de su gabinete. Lampadia




Socialistas y el IMC*

Socialistas y el IMC*

Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia

Acabo de tropezarme con un artículo que habla de la “esquizofrenia neoliberal”. Debo reconocer y compartir que la miopía es un serio problema, pero cuando esta es mental, es mucho más grave.

El autor indica que los “neoliberales” tienen como modelo un Estado débil, corrupto, clientelar e ineficiente y que no debiera sorprendernos el estilo de crecimiento con el 75% de informalidad. Y para redondear su mensaje, se queja de que se culpe de las ineficiencias y mal manejo de esta crisis del COVID-19 al presidente y su entorno.

Lo primero que debemos precisar es que, el neoliberalismo no busca un Estado débil, sino uno de tamaño adecuado, con músculo y consecuentemente eficiente. Este gracioso “sociólogo” me ha recordado a un amigo que, en el gimnasio, se preciaba de tener el mismo Índice de Masa Corporal (IMC) que un “muchachón” atlético, pero reconocía que, teniendo las mismas medidas que éste, las tenía en distinto lugar (la medida del pecho de ese muchacho, coincidía con la medida de cintura de mi amigo). Esa diferencia de Estado pequeño o grande, para los que no entiendan, es la diferencia de la que hablamos, un gordo mofletudo versus un atleta.

Cuenta el General Francisco Morales Bermúdez en su último libro, que en el primer gobierno de Belaunde, el Perú tenía 17 empresas públicas y cuando terminó el gobierno militar habían 170 y puntualiza que, la recaudación fiscal y el endeudamiento no era para solventar Educación, Salud y Justicia, sino el tremendo déficit y pérdidas de las 170 empresas del Estado. Está claro que él, en su condición de ministro de economía y finanzas durante casi siete años, lo sabía perfectamente. Entiendo que los socialistas añoran ser altos ejecutivos de esas empresas e instituciones que no les cuesta a ellos, ni les exige resultados, pero ¿a costa de los sufridos contribuyentes? ¿Quieren autos con chofer y viajes internacionales con pasajes en primera y hoteles cinco estrellas a costa del pueblo?

En lo que coincido con este “sociólogo” es que, tenemos una falla sistémica; pues en el primer gobierno de Belaunde teníamos 12 ministerios, durante el gobierno militar se incrementó a 17 y con la “ayuda” del gobierno nacionalista de OH, llegamos a 19 ministerios. A esto debemos agregar la carga de 25 gobiernos regionales burocráticos e ineficientes y 1870 (está leyendo bien) gobiernos municipales. Todos quieren decir algo respecto a una inversión, un proyecto, una operación, todos quieren “fiscalizar” y nadie crea valor en ninguna de sus actividades. Todo lo mencionado anteriormente, plagado de corrupción por donde se le mire. Esa fue la razón por la que se privatizó muchas de las empresas (lamentablemente faltaron Petroperú y SEDAPAL) a comienzos de los 90 y se dispuso la simplificación administrativa y de procesos en los ministerios, permitiendo el rápido y envidiado crecimiento económico de las últimas décadas.

Lamentablemente, la simplificación administrativa que redujo dramáticamente la corrupción pre-existente, en el tiempo, desde hace 20 años, se ha venido reconstruyendo. Debemos tener claro que la burocracia tiene “vida propia” y su propia dinámica, si no hay una autoridad política que se ocupe de que tal burocracia no crezca innecesariamente, esta se reproduce. Sí pues, es por eso que hemos llegado a esta maraña de instituciones y procesos burocráticos. No necesitas gobiernos de izquierda para generar un problema sistémico en el Estado, es suficiente que el gobierno “juegue al muertito”, para que los parásitos se reproduzcan y, como la hiedra, empiecen a trabar la máquina más eficiente, dilatando procesos, creando regulaciones, impuestos, tasas e innumerables cargas y multas que disparan en fuego cruzado, desde ministerios, organismos reguladores, supervisores, gobiernos regionales y municipales.

La burocracia y regulaciones han crecido de tal manera que está ahogando al aparato productivo y asfixiando a las empresas, impidiendo o postergando indefinidamente el desarrollo de proyectos y, por sí fuera poco, ahora esas entidades se enorgullecen de haber paralizado algunos proyectos.

Gracioso este “sociólogo” que se queja de las AFP con el argumento que más ganan ellas que los futuros pensionistas. No sabe este señor que, para quienes han sido constantes en sus aportaciones, el fondo acumulado al tiempo de jubilarse proviene; un tercio de sus aportes y dos tercios de las ganancias acumuladas por la administración del fondo previsional. Igualmente se queja de las medidas temporales en el agro que, se han convertido en eternas, sin reconocer que esa agricultura moderna ha florecido sin préstamos del banco agrario, ni de subsidios estatales. Quisiera que me muestren los casos del resto del agro peruano y demuestren si les ha sido posible, con estrictamente las mismas condiciones de las que goza el agro moderno, sustentarse y florecer.

Para completar la tarea, es necesario que un Estado pequeño, pero fuerte y eficiente, maneje adecuadamente el sistema de educación, debidamente regulado, potenciado académicamente y apoyado económicamente para manejar un nivel de excelencia, lejos de la influencia negativa del SUTEP y de otro lado, un transporte público manejado por privados, con metas de servicio y eficiencia, pero con el apoyo económico estatal para brindar servicio de excelencia con tarifas de alcance popular.

Lo antes descrito no es más que una Asociación Público Privada (APP), algo a lo que la izquierda le hace ascos, pero el problema no es la APP, el problema como todo en la vida es la calidad de gente que conduce y gestiona. Al igual que aquí, la condición básica o “eje central” para que un gobierno, burocracia o una empresa funcionen es tener gente capaz, con valores y vocación de servicio al país. ¡Debemos entenderlo!

Finalmente, debo compartir que, por observación de la realidad, cuando un socialista se queda sin argumentos, suelta que; “crecimiento no es lo mismo que desarrollo”. Suenan a chiste, pues cuando uno revisa la evolución de los índices de desarrollo humano (IDH), evaluados por organismos internacionales, aprecia un cambio muy positivo en el Perú y especialmente en zonas donde se ha desarrollado los proyectos que dieron lugar al criticado crecimiento.

Como dijimos, la gente es lo fundamental para que el país progrese, pero lamentablemente, en el Perú, hemos elegido mal todo el tiempo y hemos acumulado récord de autoridades y proyectos plagados de corrupción. A pesar de ellos y de los más de US$25,000’000,000 (lo escribo con todos sus números para que hagamos consciencia de su magnitud) gastados en proyectos innecesarios, pero promovidos por la izquierda, y que han postergado la inversión en infraestructura de salud y educación hoy reclamados, llegamos a acumular un Fondo de Estabilización Fiscal de más de US$9 mil millones y RIN de más de US$70 mil millones que ahora nos está permitiendo enfrentar esta crisis. Lampadia

*IMC (índice de masa corporal) = Peso en Kg/Estatura al cuadrado en mt.




Control de precios e intervencionismo

Control de precios e intervencionismo

En los últimos días, a raíz de la crisis sanitaria y socio económica producida por el coronavirus, se ha vuelto a especular sobre la posibilidad de controlar algunos precios.

Esto con el liderazgo del propio Indecopi, llamado a velar por el mantenimiento de una economía sana.

Pues, como puede leerse líneas abajo, en el artículo que publicamos hace un par de años, el intervencionismo de la economía y el control de precios producen efectos contrarios a lo buscado, solo se genera escasez y finalmente el aumento de los precios.

Es un error gravísimo, que es fácil de cometer, pero muy difícil de enmendar. No debemos ir nunca por ese camino.

Del ‘ogro filantrópico` o la ‘mano negra’
Cuando el Estado interviene en los mercados se cae en abismos

Publicado en Lampadia
07/05/2018

Ver artículo sin glosas: https://lampadia.com/analisis/economia/cuando-el-estado-interviene-en-los-mercados-se-cae-en-abismos/

De cómo una intervención en contra del mercado avanza hasta destruir la economía de mercado y desbaratar la producción de bienes y servicios.

Las políticas públicas y las decisiones económicas son el espacio de encuentro y desencuentro de la falta de miras, el cortoplacismo y las buenas intenciones, con la cruda realidad determinada por miles de agentes económicos, personas, empresas e instituciones, que responden a incentivos y oportunidades, y no a normas y regulaciones que interfieren en los mercados.

Líneas abajo compartimos una brillante presentación de Ludwig von Mises, de mayo de 1950, que explica con una gran sencillez, cómo las decisiones de gobierno sobre los mercados, así estén inspiradas en buenas intenciones, pueden desencadenar una serie creciente de regulaciones (cada una para remediar el problema ocasionado por la anterior) que terminan conduciendo al Estado a hacerse de capacidades que sustituyen las funciones del mercado y llevan a las economías a disminuir la inversión, la producción, y el bienestar general.

Este tipo de normas terminan produciendo efectos contrarios a sus enunciados y a sus propósitos. En Lampadia desarrollamos, hace algún tiempo, una sección llamada: ‘Normas-contra-propósito’. Lamentablemente, tal como explica von Mises, en el Perú, este tipo de decisiones de gobierno se siguen multiplicando todos los días, al punto de haber intervenido en nuestro novel mercado de principios de siglo y haber creado una costra de normas, instancias, y enfoques burocráticos que, en esencia, han lisiado a nuestra economía de mercado y hecho tortuosos los espacios de innovación, creatividad e inversión.

(…)

Nuestro Congreso genera normas de este tipo todos los días. Ojalá nuestros lectores nos traigan más ejemplos. Pero ahora, los invitamos a iluminarse con la sabiduría de Ludwig von Mises:

Las políticas públicas de la tercera vía conducen al socialismo

(Primera parte)
Ludwig von Mises
Traducido y Glosado por Lampadia

Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism

Esta disertación se presentó en el University Club de Nueva York, el 18 de abril de 1950.
Mises Daily Articles, Mises Institute, Austrian Economics, Freedom and Peace, 12 de febrero, 2006.

(…)

De cómo el control de precios conduce al socialismo

El gobierno cree que el precio de un bien definido, por ejemplo, la leche, es demasiado alto. Quiere hacer lo posible para que los pobres les den más leche a sus hijos. Por lo tanto, recurre a un precio tope y fija el precio de la leche en un nivel menor que el que prevalece en el mercado libre.

El resultado es que los productores marginales de leche, aquellos que producen al costo más alto, incurren en pérdidas. Como ningún agricultor o empresario individual puede seguir produciendo a pérdida, estos productores marginales dejan de producir y vender leche en el mercado. Utilizarán sus vacas y sus habilidades para otros fines más rentables. Por ejemplo, producirán mantequilla, queso o carne.

Por lo tanto, habrá menos leche disponible para los consumidores, no más. Esto, desde luego, es contrario a las intenciones del gobierno. Que quería que sea más fácil para algunas personas comprar más leche. Pero, como resultado de esta interferencia, la oferta disponible disminuye. La medida se prueba como abortiva desde el punto de vista preciso del gobierno y de los grupos que pretendía favorecer. Produce un estado de cosas que desde el punto de vista del gobierno, es aún menos deseable que el estado previo de cosas, que estaba destinado a mejorar.

Ahora, el gobierno enfrenta una alternativa. Puede derogar su decreto y abstenerse de cualquier esfuerzo adicional para controlar el precio de la leche. Pero si insiste en su intención de mantener el precio de la leche por debajo del que el mercado libre habría determinado, no obstante, evitar una caída en el suministro de leche, debe entonces, tratar de eliminar las causas que hacen que el negocio de los productores marginales no sea rentable. Debe añadir, al primer decreto relacionado solo al precio de la leche, un segundo decreto que fija los precios de los insumos necesarios para la producción de leche, en un nivel tan bajo que los productores marginales de leche no sufran más pérdidas y, por lo tanto, se abstengan de restringir su oferta.

Pero luego, la misma historia se repite en un plano más remoto. El suministro de los insumos requeridos para la producción de leche cae, y nuevamente el gobierno está de vuelta donde comenzó. Si no quiere admitir la derrota y abstenerse de cualquier intervención en los precios, debe ir más allá y fijar los precios de los insumos necesarios para la producción de los insumos necesarios para la producción de leche.

Por lo tanto, el gobierno se ve obligado a ir cada vez más lejos, fijando paso a paso los precios de todos los bienes de consumo y de todos los factores de producción, tanto laborales como materiales, y a ordenar, a cada empresario y a cada trabajador, que sigan trabajando con esos precios y salarios. Ninguna rama de la industria puede dejarse de lado, de esta fijación general de precios y salarios, y de la obligación de producir aquellas cantidades que el gobierno quiere ver producidas. Si algunas ramas industriales se dejan libres, por el hecho de que solo producen bienes calificados como no vitales o incluso como lujosos, el capital y el trabajo tenderían a fluir hacia ellos y el resultado sería una caída en el suministro de aquellos bienes, cuyos precios ha fijado el gobierno precisamente porque los considera indispensables para la satisfacción de las necesidades de las masas.

Pero cuando se alcanza este estado de control general de las empresas, ya no puede haber ningún tipo de economía de mercado. Los compradores, mediante su decisión de comprar o abstenerse comprar, ya no determinan qué se debe producir y cómo. La capacidad de decidir recae en el gobierno. Esto ya no es capitalismo: es una planificación integral por parte del gobierno, es el socialismo. Lampadia




La hoz y el martillazo

La hoz y el martillazo

Mario Ghibellini
El Comercio, 25 de abril de 2020

Al amparo de la emergencia, los socialistas quieren imponer lo que nunca lograron ganar en las urnas o el debate académico.

“El capitalismo, desde luego, no ha acabado con los problemas en el mundo. Y probablemente nunca lo hará. Pero ha producido más bienestar y
mejora de la calidad de vida de los habitantes del planeta que el socialismo y todas sus versiones embozadas”. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)

“El mundo nunca volverá a ser lo que era”, repiten los partidarios del intervencionismo económico y la ingeniería social, y se frotan las manos. Creen o sienten que, con la epidemia del COVID-19, una especie de castigo divino se ha abatido sobre una humanidad en la que el impulso por procurarse bienestar sobre la base del esfuerzo individual y la competencia había ganado misteriosamente la batalla ideológica, y que ahora, en medio de la necesidad y el miedo, les ha llegado la hora de imponer sobre el resto un modelo de sociedad que han acariciado durante décadas, ocultos bajo los ladrillos que les cayeron encima cuando se derrumbó el Muro de Berlín.

Porque con el desmoronamiento de la Cortina de Hierro no solo se vino abajo un sistema político –el de las tiranías estalinistas y el Estado policíaco–, sino, sobre todo, una concepción de la economía. Aquella en la que los burócratas iluminados podían supuestamente asignar recursos mejor que el mercado, dictar precios y programar qué es lo que hacía falta producir y en qué cantidad para que todos fueran felices. La dictadura, en realidad, era el régimen indispensable para que esa concepción de la economía, empobrecedora y más favorecedora de la corrupción que cualquier otra, continuara dominando esos países. Y de hecho lo sigue siendo en los lugares donde ese delirio sigue impidiéndole a la gente buscar un camino para salir de la miseria: Cuba, Venezuela, Corea del Norte.

Los representantes de esa forma de pensamiento en el Perú tratan de marcar distancias frente a esos deplorables fenómenos políticos, pero son los mismos que –si tienen edad suficiente– actuaron en su momento como si la Primavera de Praga hubiese sido el nombre de unos juegos florales en la antigua Checoslovaquia o la Revolución Cultural, el de una campaña de alfabetización en la China de Mao. Y si son muy jóvenes para ello, se ponen a tartamudear cuando les preguntan si el gobierno de Nicolás Maduro es una dictadura.

“Nosotros creemos en el mercado pero…”, dicen. Y si uno analiza todo lo que colocan después de ese ‘pero’, descubre que es exactamente aquello que socava sus bases. Existen también, por supuesto, los que, víctimas de un aturdimiento cognitivo, creen que creen en el mercado. Pero en última instancia, acaban acompañando el esfuerzo de los primeros por deslizar una hoz sobre la libertad económica después de cada martillazo al que la lucha contra el coronavirus obliga al gobierno.

–Afán de locro–

¡Impuesto a la riqueza! ¡Control de precios contra la especulación! ¡Regulación de las pensiones en la educación privada! ¡Topes a las tasas de interés bancarias y a los alquileres que cobran los rentistas! ¡Abajo la suspensión perfecta de labores! Esos y otros semejantes son sus gritos de guerra. Gritos de guerra que, como todos, están provocados por alguna furia ancestral, y no por un razonamiento lógico.

Si hicieran el cálculo de lo que se ganaría y se perdería para la economía en general –y en esa medida, para la sociedad en su conjunto– con esas iniciativas, llegarían a conclusiones que les arruinarían el fuego revolucionario en el que hoy sienten que se doran. Y entonces no se los puede perturbar sugiriéndoles que lo hagan.

No les interesa saber qué es lo que realmente se podría hacer con un impuesto adicional a los ingresos (el presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, ha aclarado que esa sería la forma que adoptaría el presunto “impuesto a la riqueza”). Lo que en el fondo persiguen es ‘castigar’ la riqueza misma, que consideran pecaminosa porque siguen creyendo que se consigue a costa de la pobreza de otros.

Les parece que está bien juntar lo suficiente como para comer cada día, pero no acumular ganancias como para labrarse una situación de abundancia o lujo. Consienten, digamos, el afán de locro, pero no el de lucro. No han entendido todavía que en la búsqueda del propio bienestar se ocasiona –deliberadamente o no– el ajeno. “La riqueza de las naciones” 101.

Miran para otro lado cuando alguien les hace notar que el problema no está en el ‘modelo económico’ –un chiste que merecería una columna aparte– que le permitió al Estado Peruano desarrollar las espaldas fiscales que hoy le sirven para paliar los estragos de la emergencia en tantas familias pobres, sino en la incompetencia de los responsables de que se echaran por la borda más de 4.000 millones de dólares en el supuesto reacondicionamiento de la refinería de Talara en lugar de destinarlos al sector Salud. O cuando se les señala que ese mismísimo sector dejó de ejecutar el año pasado el 42% de su presupuesto (1.500 millones de soles) para “adquisición de activos no financieros”.

Son, como dijo recientemente un filósofo contemporáneo, “inmunes a la data”. Los desvela únicamente la posibilidad de imponer, al amparo de la emergencia, lo que nunca pudieron ganar en las urnas o en el debate académico.

¿Quiénes son específicamente? No importa. Todos los podemos reconocer cuando chapan micro en los medios o en el Congreso. Además, ¿para qué individualizarlos si lo que los atolondra es el colectivismo?

–Pregunta para chapulines–

El capitalismo, desde luego, no ha acabado con los problemas en el mundo. Y probablemente nunca lo hará. Pero ha producido más bienestar y mejora de la calidad de vida de los habitantes del planeta que el socialismo y todas sus versiones embozadas. No conviene olvidarlo.

Cuando toda esta pesadilla haya pasado –y lo hará–, la pregunta esencial seguirá siendo: si levantamos la alambrada entre Corea del Norte y Corea del Sur, ¿para qué lado creen que correrá la gente?




No necesitamos 861,500 resentidos más

No necesitamos 861,500 resentidos más

Fausto Salinas Lovón
Desde Cusco
Exclusivo para Lampadia

El Perú no es un país de violadores como infelizmente dijo una ministra de este precario gobierno. Sin embargo, hay violadores y muchos. El Perú tampoco es un país de resentidos, sin embargo, los hay y muchos. Se trata entonces de evitar que estos males del ser nacional de incrementen.

La llegada de 861,500 compatriotas venezolanos hasta enero de 2020, según datos disponibles a la fecha, huyendo de la miseria y desesperación generada por el socialismo real del Siglo XX ha puesto a prueba nuestra sociedad y esta última, lejos de convertir la necesidad, esperanza y empeño de estos hermanos en un motor adicional para nuestra sociedad, los está desperdiciando, los está marginalizando y va a generar en el futuro no muy lejano, un gran número de resentidos más.

En “Los Venezolanos necesitan una mano”, publicada en la Navidad del 2018 en Medium[i] y reproducida por Lampadia, detallé algunas de las razones humanitarias, históricas, morales y hasta políticas que nos impelían a extender nuestra mano a estos compatriotas, para incorporarlos a nuestra sociedad, aprovechar su fuerza laboral, utilizar su formación universitaria o técnica. Nada de eso hemos hecho.

Los venezolanos siguen tributando como extranjeros por lo cual su formalización es difícil o por lo menos lenta; pese a sus calificaciones, sus títulos no son admitidos y no podemos usar sus conocimientos en los puntos remotos del país donde no competirían con peruanos que no quieren trabajar lejos de sus familias o de los centros laborales importantes. Al desperdiciar sus capacidades, oficios y talentos, los hemos puesto a competir por los ingresos y actividades de sobrevivencia con nuestros sectores marginales carentes de formación profesional y capacitación, haciendo que nuestros nacionales se sientan desplazados y generando su resentimiento.

Ante la delincuencia cometida por venezolanos, que nos ofende a todos, lejos de incrementar la sanción y castigar con severidad a quienes traicionan al país que los acogió, el gobierno ha hecho shows mediáticos con las deportaciones, para que luego, muchos de esos delincuentes retornen al país de manera irregular y pagando coimas a miembros de la misma institución que los expulsó con pompa y circunstancia. A los venezolanos que delinquen pena agravada y cárcel, no show.

En perspectiva, hizo bien PPK en abrir la puerta a los venezolanos que huían de la calamidad socialista, era un deber histórico y moral. Sin embargo, hizo mal al abrirla de manera indiscriminada y sin preparar nada para aquellos que venían.

La consecuencia de todo lo anterior es que vamos a convertir a los venezolanos, que fueron nuestros hermanos ricos de Sudamérica antes de que el socialismo y sus ideas destruyeran ese país, en los gitanos de América Latina, hermanos de la misma especie, del mismo continente, de la misma raza, a quienes por nuestra falta de visión vamos a marcar con la discriminación, el rechazo social y la marginación.

El Perú no necesita 861,500 resentidos más. De ninguna manera. Necesitamos 861,500 mentes, esperanzas y esfuerzos que hagan suyo este país, que trabajen por él, que lo levanten junto con nosotros con la misma fuerza por la que lucharon por nuestra libertad hace dos siglos. Sin embargo, no basta que ellos lo quieran, es imperativo que nosotros también lo queramos y actuemos así.

Estamos a tiempo. Lampadia




Maduro se sostiene

Maduro se sostiene

Los esfuerzos de Guaido, EEUU y el Grupo de Lima, para sacar a Maduro y terminar con el chavismo en Venezuela, van perdiendo fuerza y el régimen de Maduro está en camino de consolidarse.

Así se lee en el artículo de The Economist que compartimos líneas abajo. Una tragedia para los pobres venezolanos, que cada día ven más lejos el fin del chavismo.

Desde el principio de la crisis, en Lampadia dijimos que Maduro no se iría por las buenas. Las fuerzas del narcotráfico, los cubanos y los militares corruptos eran muy sólidas para retirarse por acciones diplomáticas.

Ahora el régimen está haciendo ajustes económicos que bajan la presión de la población y dejan descolocado a Guaidó y sus soportes.

Maduro duradero
Más dólares y menos protestas en Venezuela

Las sanciones han llevado al régimen a retirarse del socialismo, pero de la dictadura.

The Economist
18 de diciembre de 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El Humboldt, un hotel de lujo en forma de lápiz con vista a Caracas, ha simbolizado durante mucho tiempo las promesas incumplidas de los gobiernos venezolanos. Construido en 1956, durante la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, ha estado vacío la mayor parte del tiempo. El teleférico a su ubicación en la cima de la montaña se descompone. El régimen actual, una dictadura socialista dirigida por Nicolás Maduro, promete que el Humboldt pronto se relanzará como el primer hotel “siete estrellas” de Venezuela.

El 14 de diciembre organizó una fiesta. Las luces de Navidad centellearon. Un DJ sacó éxitos de reggaeton. Modelos retozaron alrededor de la piscina vacía. Los enchufados (enchufados), enriquecidos por sus conexiones con el régimen, bebieron vodka importado en mesas con vistas panorámicas mientras dos luces láser verdes se proyectaban sobre la capital de un país que sufre la recesión más profunda del mundo. “Caracas se ha convertido en algo así como” El Gran Gatsby “, dijo Karina González, una joven secretaria, mientras miraba el espectáculo de luces. “La decadencia junto con la penuria”.

La fiesta de Humboldt es una señal de cambio. No es un retorno de la prosperidad, que no se extiende más allá de los asistentes a la fiesta y su especie. Tampoco es la democratización exigida por la oposición y por los 60 países que la respaldan. Más bien, apunta a la creciente confianza del régimen de que sobrevivirá a la presión internacional dirigida a derrocarlo, que ha sido liderado por Estados Unidos.

Su política de “máxima presión” sobre el régimen comenzó en enero pasado, después de que Juan Guaidó, el jefe de la legislatura controlada por la oposición, se proclamó presidente interino de Venezuela con el argumento de que Maduro había manipulado su reelección en 2018. Los países latinoamericanos reconocen el reclamo de Guaidó. La administración Trump prohibió las compras de petróleo venezolano por parte de los Estados Unidos, una vez el mayor cliente de Venezuela. Amplió las sanciones a las personas para incluir a casi todos en el círculo íntimo de Maduro.

Las sanciones petroleras han sido porosas. Venezuela ha encontrado clientes no estadounidenses, como Rosneft de Rusia. La producción de PDVSA, la compañía petrolera estatal de Venezuela, está mostrando signos de recuperación después de haber caído tres cuartos desde 2015. Ha firmado un acuerdo con una compañía india para ayudar a impulsarlo aún más y reparar las refinerías. Venezuela obtiene dinero extra de la venta de oro (tanto de minas ilegales como de sus reservas) y narcóticos.

Las sanciones han tenido consecuencias no deseadas. Los funcionarios cuyo viaje está restringido y cuyas cuentas bancarias en el extranjero están congeladas gastan más de su tiempo y dinero en casa, una explicación de la explosión de Humboldt. Más importante aún, las sanciones petroleras fueron un shock suficiente para obligar al gobierno a retirarse del socialismo. Maduro ha levantado casi todos los controles económicos impuestos por primera vez por Hugo Chávez, el líder carismático de la “revolución bolivariana”, quien murió en 2013. Las sanciones “han hecho al gobierno más flexible”, dice Luis Oliveros, economista.

Ha dejado de intentar dictar el tipo de cambio y controlar los precios. Las empresas privadas ahora pueden importar lo que elijan y establecer sus propios precios. Los supermercados en Caracas, casi vacíos durante gran parte de 2017 y 2018, están nuevamente abastecidos de alimentos. No solo los ricos pueden permitírselo. Quizás un tercio de los venezolanos tiene acceso directo a las remesas de familiares que viven en el extranjero. Desde que Maduro asumió el cargo en 2013, al menos 4 millones de personas, el 12% de la población, han abandonado el país. Los venezolanos en el extranjero envían $ 4 mil millones al año, aproximadamente el 3% del PBI, según Econoanalitica, una consultora. Esto complementa la distribución de alimentos del gobierno, desproporcionadamente a sus partidarios, y un programa de ayuda discreto administrado por ONG extranjeras.

Los dólares están dejando de lado el bolívar de Venezuela, la moneda más propensa a la inflación del mundo. Los taxistas y las señoras de la limpieza cotizan los precios en dólares, incluso si aceptan el pago en bolívares. McDonald’s paga a las hamburguesas en Caracas un bono de $ 20 al mes, que es más del triple del salario mínimo de 300,000 bolívares ($ 6). Los precios en los grandes almacenes Traki en el centro de Caracas están en dólares, aunque el signo del dólar en sí no aparece en las etiquetas. Spaghetti (de Egipto) cuesta 50 centavos por un paquete de 400 gramos (14 onzas). Las colas en las cajas sugieren que los compradores comunes pueden permitírselo. El valor de los billetes en dólares en circulación ahora supera el de los bolívares.

La moneda venezolana en sí misma, en la que a la mayoría de la gente todavía se le paga, no se está depreciando tan rápido como antes. El gobierno ha endurecido los requisitos de reserva de los bancos. Según la asamblea nacional, la tasa de inflación anual ha caído de casi un 3% a principios de 2019 a un 13,475% en noviembre, que sigue siendo el más alto del mundo con diferencia.

“Las cosas están un poco mejor que el año pasado”, dice Héctor Márquez, mecánico. Fuera de Caracas, pocos venezolanos estarían de acuerdo. Las personas continúan muriendo innecesariamente en hospitales que carecen de equipos y medicamentos. La ONU estima que 7 millones de venezolanos necesitan urgentemente ayuda humanitaria. Eso ha llevado a la migración interna. Muchas personas huyen de las ciudades provinciales hacia Caracas, donde los atascos regresaron después de desaparecer el año pasado. El Chigüire Bipolar (el Carpincho Bipolar), un sitio web satírico, tiene a Maduro declarando: “La República de Caracas no puede continuar recibiendo refugiados venezolanos”.

La quietud en Caracas es lo que más quiere Maduro. Un venezolano con acceso a dólares tiene menos probabilidades de protestar contra el gobierno, señala Oliveros. Eso complica la tarea de Guaidó, quien ha prometido repetidamente que el régimen de Maduro caerá “pronto”. Su principal esperanza había sido que las fuerzas armadas cambiaran de bando, pero hay pocas señales de eso. El nuevo enfoque de Guaidó es impulsar una reforma de la autoridad electoral, con la que el régimen cuenta para ayudar a manipular las elecciones a su favor.

Su próxima oportunidad será en la elección de la asamblea nacional, que se realizará en diciembre de 2020. El régimen puede celebrarla antes. Si la oposición pierde ese voto, Maduro controlará todas las ramas del gobierno. “Las condiciones para cualquier cambio político en 2020 son cada vez más remotas”, dice John Magdaleno, un consultor con sede en Caracas.

Públicamente, la administración Trump todavía respalda a Guaidó contra el “antiguo” régimen. “No estamos fuera de sanciones”, dijo Elliott Abrams, el hombre clave de Washington para Venezuela, en octubre.

Pero informes recientes de agencias de noticias sugieren que el presidente Donald Trump podría estar buscando nuevas ideas. Una es trabajar con Rusia para presionar a Maduro. Otra es hablar directamente con el régimen. En noviembre, Erik Prince, un ardiente partidario de Trump que fundó Blackwater Security Consulting (ahora llamado Academi), cenó en Caracas con Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Venezuela. Eso provocó especulaciones de que los dos gobiernos están estableciendo un canal posterior, que evitaría a Guaidó. Eso no sucedería si el régimen estuviera de salida. Lampadia




México paralizado

México paralizado

Como era de esperarse, el crecimiento económico del país azteca a duras penas bordeará el 0.5% este año como ya dejaban entrever las proyecciones de diversos organismos internacionales como el FMI, pero que las últimas cifras de la producción nacional han terminado por confirmar.

El populismo de izquierda de AMLO, implementado en la política económica a través de la animadversión hacia la inversión privada y extranjera, el desenfrenado gasto social y la promoción de proyectos de infraestructura que no contribuyen al interés nacional sino a exclusivos favoritismos, ya le ha empezado a pasar factura no solo en la degeneración de los incentivos de los inversionistas, sino en una escalada del déficit fiscal.

Y como señala un reciente artículo de The Economist, que compartimos líneas abajo, es altamente probable que esta tendencia se siga prolongando en los próximos años, si no se retrocede en dichos lineamientos y no se atacan los verdaderos problemas estructurales de la sociedad mexicana como son el mercantilismo aún reinante en varios sectores estratégicos, los altos niveles de delincuencia y los pésimos rendimientos educativos a nivel global que aún caracterizan México.

Lo que es peor, las recientes declaraciones de AMLO respecto a darle asilo al ahora ex presidente y renunciante Evo Morales, un dictador de izquierda en Bolivia, reconfirman su adherencia ideológica al socialismo del siglo XXI, que como hemos escrito extensamente en Lampadia: Estancamiento en América Latina, ha sido el principal causante del estancamiento de nuestra región en el presente siglo. A la luz de estos hechos no se puede augurar nada bueno para el futuro económico inmediato de México, si es que no se cambia el enfoque de ataque persistente a las inversiones, trabándolas en pleno proceso de implementación como ocurrió con el cierre de la construcción del aeropuerto internacional de México o la cancelación de las inversiones en el sector hidrocarburos y la consecuente interrupción de los ductos de petróleo.

Esperamos que el líder tome conciencia de las recomendaciones de The Economist si es que no quiere que su pueblo sufra los embates de un estancamiento persistente, como parece será el fin del presente año. Lampadia

La vida después del neoliberalismo
El presidente radical de México sirve a la mediocridad económica

El primer año de AMLO en el cargo no ha tenido el crecimiento que necesita

The Economist
9 de noviembre, 2019
Traducida y comentada por Lampadia

Los presidentes mexicanos tienden a no hacer que la economía comience a tomar vuelo cuando asumen el cargo. Los últimos seis líderes vieron cómo la economía se contraía en un promedio de 0.4% durante su primer año, pero luego disfrutaron de un crecimiento de 3.5% en su sexto y último año (ver gráfico líneas abajo). Es tan probable que los gobiernos enriquezcan a sus aliados a expensas de todos los demás, que cada transferencia de poder hace que los inversores retrocedan hasta que sepan cuál es su posición. Por lo tanto, puede no ser una sorpresa que México apenas crezca en 2019, el primer año de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador. Pero a los economistas les preocupa que el malestar pueda persistir esta vez.

López Obrador llegó al poder a lomos de la indignación popular contra el statu quo. El populista de izquierda quiere centralizar el poder, aumentar el alcance del Estado y equilibrar los libros, todo mientras alcanza un crecimiento anual del PBI del 4%, “el doble del crecimiento logrado en el período neoliberal”.

La lista de dolores de cabeza es larga. La confianza del consumidor, que se disparó después de la toma de posesión de López Obrador, se ha desplomado. Los fabricantes están luchando: en el último año, las importaciones de bienes de capital disminuyeron un 16% en términos de dólares, la mayor caída desde la crisis financiera mundial. El ritmo de creación de empleo formal se ha desacelerado durante el año pasado. Los economistas han recortado repetidamente las previsiones de crecimiento.

No toda la oscuridad es casera. Las exportaciones, que alguna vez fueron un punto brillante, están creciendo más lentamente, afectadas por la lenta demanda en EEUU. Las amenazas del presidente Donald Trump, primero de romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y luego de imponer aranceles a México para disuadir la migración centroamericana, han aumentado la incertidumbre.

Pero las empresas también se quejan de mensajes mixtos del presidente de México. Golpea al sector privado mientras sus asesores insinúan que las políticas favorables a los negocios están a la vuelta de la esquina. Desechó un aeropuerto de US$ 13,000 millones que ya estaba en construcción porque lo consideraba demasiado caro; ordenó la renegociación de un contrato de gasoducto que él consideraba demasiado generoso. En julio, Carlos Urzúa, secretario de finanzas tecnocrático, renunció y acusó al gobierno de caer en el extremismo sobre la evidencia al tomar decisiones.

Los compromisos fiscales del gobierno lo han atrapado en un ciclo de retroalimentación negativa, dice Gabriel Lozano de JPMorgan Chase, un banco. Un objetivo de superávit presupuestario del 1% para 2019 se apoyó recortando la remuneración de los trabajadores del sector público, comenzando por el presidente. Pero los recortes de gastos han frenado la economía. Los ingresos fiscales han superado las expectativas, en parte porque el pronóstico del presupuesto de crecimiento del PBI del 2% era optimista, y también debido a un éxodo de burócratas experimentados de la agencia de recaudación de impuestos.

El gobierno ha allanado la mitad de los 300,000 millones de pesos (US$ 15,000 millones) en su fondo de estabilización fiscal para compensar el déficit. El presupuesto del próximo año también es más optimista sobre el crecimiento económico que la mayoría de los economistas. El compromiso del gobierno con la prudencia presupuestaria también podría tambalearse antes de las elecciones de mitad de período en 2021. Parece probable que haya otro año de decepción fiscal, y podría limpiar por completo el fondo del día lluvioso del gobierno.

Por su parte, López Obrador quiere derrochar en proyectos favoritos, incluida una refinería de petróleo en su estado natal de Tabasco y un “tren Maya” a través de la selva mexicana. Con la economía parada, esos planes no son sostenibles. Los leales reconocen que su índice de aprobación es extremadamente alto. Ya ha tenido que retrasar las pensiones de vejez más generosas.

Las fuerzas externas pueden ofrecer una salida del desastre. La guerra comercial de EEUU con China significa que México debería estar atrayendo a los inversores que buscan protegerse contra el riesgo de China, dice Luis de la Calle, economista. La brecha entre las tasas de interés del Banco de México y las de la Reserva Federal de EEUU es de 6.25 puntos porcentuales, mayor que en otros países con una calificación crediticia de grado de inversión. El gobierno quiere financiar de forma privada hasta 1,600 proyectos de infraestructura, que el presidente espera que “reactiven” la economía.

Un impulso económico a corto plazo también debería provenir de un gran aumento en la producción de petróleo el próximo año, cuando las empresas privadas comiencen a bombear petróleo en virtud de contratos firmados como parte de las reformas energéticas del gobierno anterior. (López Obrador no ha permitido nuevas rondas de licitación, aunque sus asesores insinúan una apertura el próximo año).

Los pesimistas se preocupan porque no hay oportunidad que este gobierno no pueda desperdiciar. Al asumir el cargo, podría haber abordado un problema fundamental: un sistema económico que permite a los capitalistas compinches y evita que las pequeñas empresas se expandan. Podría haber tratado con un empeoramiento de la violencia, o haber elevado los pobres niveles de educación. Superar todo esto podría haber valido un golpe temporal para el PBI. El riesgo es que, incluso si este gobierno pasa indemne por su caída del primer año, no espera ningún pago. Lampadia




EEUU: El plan disruptivo de Warren

EEUU: El plan disruptivo de Warren

Recientemente The Economist publicó un interesante artículo que resume de manera simple y muy ilustrativa el plan de gobierno de la que sería la presidenta de EEUU si se dieran las elecciones generales en el plazo inmediato, según anuncian las últimas encuestas disponibles: Elizabeth Warren del Partido Demócrata. A continuación, lo compartimos líneas abajo.

Como se puede constatar del análisis de The Economist, dicho plan está cargado de la generación de un sinfín de regulaciones en sectores que son el sostén de la economía estadounidense como el financiero y el tecnológico. En ese sentido, resulta sumamente peligroso su implementación porque implicaría que la primera gran potencia económica, considerada el bastión más representativo del capitalismo mundial, se torne en una economía con una intervención cada vez más creciente del tamaño del Estado.

Warren propone cosas como que las empresas operen bajo licencias revocables y que los inversionistas no tengan ‘responsabilidad limitada’. Dos bombas de impacto nuclear.

Por otra parte, el hecho de que Warren esté acaparando adeptos en el electorado estadounidense es prueba de algo que ya venimos advirtiendo desde hace algún tiempo: La creciente preferencia que está teniendo el intervencionismo y en particular, el socialismo, en los jóvenes en EEUU (ver Lampadia: El socialismo de los Millenials).

Lamentablemente, el populismo nacionalista que ha desquiciado Trump desde que llegó al poder con el Partido Republicano tiene gran parte de la culpa. Si bien el mérito de Trump descansa en un EEUU aún pujante en el tema económico pero con claras señales de desaceleración (ver Lampadia: El error teórico de Trump en el conflicto EEUU-China), su constante desprecio a problemáticas tan importantes a nivel global como el cambio climático, así como el fuerte sentimiento antinmigratorio que expele, ha contribuido a que grandes segmentos de la población jóven, que no se sienten representados por él, volteen a opciones más moderadas en dichos temas sin advertir las aventuradas agendas económicas que tales propuestas sostienen. Parte de estas peligrosas agendas del Partido Demócrata, también ha sido la Teoría Monetaria Moderna, de la cual hemos tratado extensamente (ver Lampadia: MMT: Insisten con desastres monetarios, Se proponen nuevos disparates monetarios) y que como explicamos, constituye un camaleón de desenfrenadas emisiones monetarias provenientes de la FED para financiar déficits fiscales insostenibles que generan hiperinflación en el mediano plazo.

Felizmente, una larga tradición de think tanks liberales en EEUU – entre los que destacan Cato Institute, Heritage Foundation, Mises Institute, entre otros – siempre ha estado vigilante de las propuestas de política pública de los partidos y sus advertencias han contribuido a impedir la implementación de planteamientos tan nefastos para la economía estadounidense. Esperamos que en esta ocasión también cumplan con su cometido y persuadan a los líderes políticos del Partido Demócrata de no cometer suicidio económico y político, si es que llegasen al poder. Lampadia

Una mujer con un plan
Elizabeth Warren quiere rehacer el capitalismo estadounidense

Tal como están las cosas, el programa de los principales candidatos demócratas tiene muy poco tiempo para mercados o negocios

The Economist
24 de octubre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Elizabeth Warren es notable. Nacida en una familia en dificultades en Oklahoma, se abrió camino para convertirse en profesora de leyes estrella en Harvard. Como madre soltera en la década de 1970, rompió con la convención al seguir una carrera de tiempo completo. En una era de regla por tweet, ella es una política desvergonzada que ahora es una de las principales exponentes para ser la candidata demócrata a la presidencia en 2020. Las encuestas sugieren que, en una competencia cara a cara, más estadounidenses votarían por ella que por Donald Trump.

Pero tan notable como la historia de Warren es el alcance de su ambición de rehacer el capitalismo estadounidense. Ella tiene un plan admirablemente detallado para transformar un sistema que cree que es corrupto y le falla a la gente común. Muchas de sus ideas son buenas. Tiene razón al tratar de limitar los esfuerzos de las empresas gigantes para influir en la política y engullir a sus rivales. Pero en el fondo, su plan revela una dependencia sistemática de la regulación y el proteccionismo. Tal como está, no es la respuesta a los problemas de EEUU.

Warren está respondiendo a un conjunto permanente de preocupaciones. EEUU tiene una mayor desigualdad que cualquier otro país rico grande. Si bien los empleos son abundantes, el crecimiento salarial es extrañamente moderado. En dos tercios de las industrias, las grandes empresas se han vuelto más grandes, lo que les permite obtener ganancias anormalmente altas y compartir menos del pastel con los trabajadores. Para Warren esto es personal. Sus padres soportaron el Dust Bowl y la Gran Depresión en la década de 1930 y luego la carrera de su padre se derrumbó debido a una enfermedad. Como académica, se especializó en examinar cómo la bancarrota castiga a quienes caen en tiempos difíciles. La idea que anima su pensamiento es la de una clase media precaria, aprovechada por las grandes empresas y traicionada por políticos que festejan con el dólar corporativo en Washington, DC.

Algunos críticos republicanos y de Wall Street afirman que Warren es socialista. Ella no lo es. Ella no apoya la propiedad pública de las empresas ni el control político del flujo de crédito. En cambio, favorece las regulaciones que obligan al sector privado a pasar su prueba de lo que es ser justo.

El alcance de estas regulaciones es asombroso:

  • Los bancos se dividirían, divididos entre banca comercial y de inversión.
  • Gigantes tecnológicos como Facebook serían desmembrados y convertidos en servicios públicos.
  • En energía, habría una prohibición del fracking de esquisto bituminoso (que, para los mercados petroleros, sería un poco como cerrar Arabia Saudita), una eliminación de la energía nuclear y objetivos para las energías renovables.
  • El seguro de salud privado estaría mayormente prohibido y reemplazado por un sistema estatal.
  • Los barones de capital privado ya no estarían protegidos por una responsabilidad limitada: en su lugar, tendrían que pagar las deudas de las empresas en las que invierten.

Esta nueva regulación sectorial complementaría las amplias medidas de toda la economía:

  • Un gravamen de seguridad social del 15% para aquellos que ganan más de US$ 250,000
  • Un impuesto sobre el patrimonio anual del 2% para aquellos con activos superiores a US$ 50 millones
  • Un impuesto del 3% para aquellos con un valor superior a US$ 1,000 millones y un impuesto adicional del 7% sobre las ganancias corporativas.
  • Mientras tanto, el estado relajaría el control de las compañías por parte de los propietarios.
  • Todas las grandes empresas tendrían que solicitar una licencia del gobierno federal, que podría ser revocada si reiteradamente no tienen en cuenta los intereses de los empleados, clientes y comunidades.
  • Los trabajadores elegirían dos quintos de los asientos de la junta.

Warren no es xenófoba, pero es proteccionista. Los nuevos requisitos para los acuerdos comerciales los harían menos probables. Su gobierno “administraría activamente” el valor del dólar.

Warren defiende algunas ideas que apoya este medio. Una razón para la desigualdad es que los rincones lucrativos de la economía están cerrados por privilegiados. Tiene razón al pedir una política antimonopolio vigorosa, incluso para las empresas tecnológicas, tolerancia cero al amiguismo y el fin de los acuerdos de no competencia que limitan la capacidad de los trabajadores de ganar salarios más altos y cambiar de trabajo. Dada la inflación, su plan de aumentar el salario mínimo federal a US$ 15 durante cinco años puede ser una forma razonable de ayudar a los trabajadores más pobres. De hecho, los ricos deberían pagar más impuestos, aunque creemos que el camino práctico es cerrar las lagunas, como un beneficio por las ganancias de capital conocidas como interés acumulado, y aumentar los impuestos a la herencia, no un impuesto a la riqueza. Y aunque un impuesto sobre el carbono es nuestra forma preferida de combatir el cambio climático, su plan para objetivos de energía limpia marcaría una gran diferencia.

Sin embargo, si se promulgara todo el plan Warren, el sistema de libre mercado de EEUU sufriría un fuerte shock. Aproximadamente la mitad del mercado de valores y las empresas de capital privado se disolverían, se someterían a una fuerte regulación o verían abolidas las actividades. Y con el tiempo, la agenda de Warren afianzaría dos filosofías dudosas sobre la economía que minarían su vitalidad.

La primera es su fe en el gobierno como benigno y efectivo. El gobierno es capaz de hacer un gran bien, pero, como cualquier gran organización, es propenso a la incompetencia, a la captura por parte de poderosos de la información privilegiada y a la indiferencia kafkaesquiana ante la difícil situación de los hombres y mujeres comunes que más le importan a Warren. Cuando las empresas de telecomunicaciones y las compañías aéreas estaban muy reguladas en la década de 1970, eran famosas por su pesadez e ineficiencia. El logro distintivo de Warren es la creación en 2011 de un organismo para proteger a los consumidores de los servicios financieros. Ha hecho un buen trabajo, pero tiene poderes inusuales, a veces ha sido duro y se ha convertido en un fútbol político.

La otra filosofía dudosa es un vilipendio de los negocios. Ella subestima el poder dinámico de los mercados para ayudar a los estadounidenses de clase media, guiando invisiblemente las acciones diversas y espontáneas de las personas y las empresas, trasladando el capital y la mano de obra de las industrias moribundas a las que están en crecimiento e innovando a expensas de los titulares perezosos. Sin esa destrucción creativa, ninguna cantidad de acción gubernamental puede elevar el nivel de vida a largo plazo.

Colores primarios

Muchos presidentes han tomado posiciones en las primarias de las que se apartaron como nominados de su partido. Si Warren llegara a la Oficina Oval dentro de 15 meses, los tribunales, los estados y probablemente el Senado la obligarían. El inmenso tamaño y la profundidad de la economía de EEUU significa que ningún individuo, ni siquiera el que está sentado en la Casa Blanca, puede cambiar fácilmente su naturaleza. Sin embargo, el plan maestro pesado de Warren tiene mucho de lo qué preocuparse. Ella necesita encontrar más espacio para el sector privado innovador y dinámico que siempre ha estado en el corazón de la prosperidad estadounidense. Lampadia




La primavera chilena

CEP Chile
Leonidas Montes
Director del CEP

Foto: Internet

Fue un fin de semana triste y también deprimente. Un alza de pasajes gatilló situaciones que nadie hubiera imaginado. La efervescencia social nos recordó una vez más ese estado de naturaleza hobbesiano, donde la vida fuera de la sociedad sería ‘solitaria, pobre, repugnante, brutal y corta’. Por eso, según Hobbes, debemos ceder parte de nuestra libertad para establecer un contrato social que nos garantiza vivir en paz. En estos días de rabia y bronca –ya hablaremos de la ira- hemos olvidado lo que significa ese principio hobbesiano que nos limita e impone deberes, pero también esa vieja idea aristotélica del zoon politikón, ese animal social que somos nosotros. En efecto, somos seres humanos que vivimos en sociedad, con otros. Esta idea fundamental sienta los cimientos del Estado moderno. Y del liberalismo que inspira nuestra sociedad moderna. No en vano John Locke establecía los principios de “la vida, la libertad y la propiedad” como los cimientos la sociedad.

Partamos por lo principal. La tolerancia, ese gran valor liberal, nos exige un esfuerzo para tolerar aquello con lo cual no concordamos o que nos produce rechazo. La tolerancia es un ejercicio social que nada tiene que ver con la simple indiferencia. Ésta es solo el acto de ignorar. No nos exige nada, solo centrarse en uno mismo. La tolerancia, en cambio, nos exige ponernos en la situación del otro, tratar de entenderlo y eventualmente esforzarnos por tolerar aquello con lo que no estamos de acuerdo. Pero lo que no se puede tolerar es la violencia y los atentados contra “la vida, la libertad y la propiedad”. Esto atenta contra el tejido que mantiene unida a la sociedad. Destruir los cimientos de nuestra sociedad es atentar contra lo más sagrado de nuestra convivencia: nuestro estado de derecho. Son inquietantes las imágenes de los robos y saqueos, y de la ira destruyendo aquello que nos enorgullece y nos une: el Metro de Chile. Es un ataque cobarde y egoísta a un símbolo de integración y unión. El Metro es una empresa estatal que es de todos y para todos. Destruirlo es intolerable e inaceptable y nos distancia del sentido humano del zoon politikón.

Ahora vamos a la ira. Sloterdijk, en su libro Ira y Tiempo, cuyo título evoca a Heidegger con su Ser y Tiempo, nos recuerda que desde la Ilíada la ira ha acompañado la historia de Occidente. Y su tesis más provocativa es que durante el siglo XX la izquierda fue la banca de la ira ciudadana, una ira que, por supuesto, también era esperanza. Los ciudadanos depositaban su ira a la espera de los intereses que se prometían y esperaban. Con el fracaso del socialismo y la crisis de corrupción que ha azotado a la política, los ciudadanos ahora no tienen una banca para depositar la ira. Como no hay banco, los intereses y las esperanzas han desaparecido. Y lo que es peor, los ciudadanos depositan la ira en sí mismos. Una ira que explota y se define en la subjetividad. Existe un individualismo que es preocupante. Y aquí hay un gran desafío para nuestra clase política que no canaliza la ira, ni refleja las esperanzas.

Las razones detrás del individualismo, eso que algunos pretenden reducir solo al neoliberalismo, es más profunda. Tiene que ver con esa pérdida del sentido social, con esa orfandad que genera el olvidar que somos seres sociales que vivimos con otros. Chile ha vivido un rápido y sostenido crecimiento muy centrado en el individualismo metodológico que es propio de la economía neoclásica. Hablamos mucho de la planilla Excel, como dijo alguna vez Lucía Santa Cruz, pero soslayamos que vivimos en sociedad. El progreso, bien lo sabemos, es más complejo que el PIB per cápita. En cierto sentido nos quedamos solo con el Adam Smith de la Riqueza de las Naciones, y todavía no hemos visto la importancia de su Teoría de los Sentimientos Morales. Hay una preocupante carencia de empatía a todo nivel.

En esta crisis social y política, todos somos responsables. Pero los más irresponsables son los que ignoran lo que está en juego: los principios que sostienen nuestra vida en común.




Una ciudad liberal en Bolivia

El presidente de Bolivia, Evo Morales, se dirige decidido hacia una reelección en los próximos comicios del 20 de octubre del presente año. De obtener la victoria, se consagraría en lo que sería su cuarto mandato en el poder, tras haber asumido el cargo allá por el año 2006.

Considerando que el gobierno boliviano, bajo el liderazgo de Morales, ha transgredido repetidas veces los mandatos constitucionales para perpetrarse en el poder, y que actualmente se encuentra impulsando peligrosas leyes que van inclusive en contra de la libertad de expresión (ver Lampadia: Bolivia, tras los pasos de Venezuela), su ascenso al poder podría significar un duro golpe a la democracia del país andino, si es que no lo ha sido ya.

Según diversos analistas políticos, con un cuarto mandato de Morales, el camino estaría allanado para convertir a Bolivia en Venezuela, lo cual terminaría de configurar aquella alianza tripartita del socialismo latinoamericano entre Maduro (Venezuela), Fernández (Argentina) y Morales (Bolivia), que caracterizó la década pasada y que contribuyó al estancamiento económico que experimentó nuestra región (ver Lampadia: Estancamiento en América Latina).

Aun poseyendo importantes recursos estratégicos como el gas que actualmente se encuentran en manos estatales, si se ve en reprospectiva, los logros de los 13 años del gobierno de Morales en el ámbito económico y social – que algunos se jactan de elogiar – son miserables al lado del experimentado por nuestro país gracias al modelo de desarrollo y de Estado subsidiario que adoptamos con la Constitución de 1993 (ver Lampadia: ¿Evolovers desinformados?).

Pero, ¿qué tan probable es que obtenga la presidencia Evo Morales, a la luz de la inclinación política que predomina en las principales ciudades bolivianas?

Un reciente artículo escrito por The Economist, analiza una de las ciudades que otrora le dieran mayor apoyo electoral a Morales en sus anteriores postulaciones presidenciales, El Alto. Curiosamente, es de las ciudades bolivianas más liberales en materia económica, en contra del socialismo que expectora Morales en todos sus discursos políticos. Bajos niveles de impuestos y casi inexistente carga regulatoria son características de tan carismática ciudad basada en el comercio ambulatorio y que es además considerada la segunda ciudad más grande de Bolivia.

Como deja entrever The Economist, más le valdra a Evo Morales moderar su discurso intervencionista, si quiere capitalizar el voto político de dicha ciudad, porque de lo contrario, los alteños lo consideraran demasiado pro Estado y probablemente le salga el tiro por la culata a quienes tanto le ofrecieron su apoyo en el pasado. Lampadia

Grande y poderoso
El Alto comparte la identidad indígena de Evo Morales, no su socialismo

El sorprendente liberalismo de la “capital aymara” de Bolivia

The Economist
19 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El Alto se cierne sobre La Paz, la capital administrativa de Bolivia, como el filo de una guillotina. En 1781 Tupac Katari, un líder indígena, asedió La Española La Paz a 500 metros debajo. A principios de la década de 2000, las protestas de los alteños obligaron a dejar fuera de su cargo a dos presidentes bolivianos: Gonzalo Sánchez de Lozada, que buscaba exportar el gas de Bolivia a través de Chile, un rival, y Carlos Mesa, su sucesor, que resistió sus demandas de nacionalizar las reservas de gas. Eso allanó el camino para la elección en 2005 de Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, y miembro del pueblo aymara, que considera a El Alto como su capital.

Morales cuenta con su apoyo mientras trata de persuadir a los bolivianos de extender sus 13 años en el cargo en una elección prevista para octubre. Pero los alteños son de mentalidad independiente. Algunos resienten su decisión de presentarse desafiando un referéndum en 2016. Pero sus reservas son más profundas. Morales es izquierdista y El Alto es un lugar empresarial al que le gustan los bajos impuestos y la regulación laxa. Su apoyo a su socialismo es selectivo. La ciudad más revolucionaria de Bolivia es de alguna manera la más liberal.

El Alto, a 4,150 metros de la ciudad más alta del mundo, ha prosperado durante la presidencia de Morales. Con una población de 900,000 habitantes, es la segunda ciudad más grande de Bolivia, después de Santa Cruz, y con más rápido crecimiento. La ciudad comenzó a principios del siglo XX cuando los migrantes comenzaron a llegar desde el altiplano, las tierras altas andinas del oeste de Bolivia. Establecieron vecindarios regidos por prácticas traídas de sus pueblos, como el liderazgo rotativo. En 1957, estos se unieron para formar el consejo vecinal, que asumió el papel del Estado. Junto a las organizaciones de trabajadores, cavó los primeros pozos y construyó caminos. También proporcionó ley y orden, lo que a veces ha significado ejecutar presuntos delincuentes. El consejo, ahora llamado Fejuve, todavía ayuda con la provisión de infraestructura en las franjas crecientes de la ciudad. El Alto se incorporó como una ciudad separada de La Paz en 1985.

En la “guerra del gas” de 2003, los rebeldes en el acantilado bloquearon las carreteras que conectan La Paz con gran parte del resto de Bolivia. Sánchez de Lozada envió al ejército. Después de que murieron casi 60 personas, huyó del país. La insurrección ayuda a definir la ciudad hoy. Roger Chambi, un activista aymara, señala a un visitante, el edificio que alberga Radio San Gabriel, donde los líderes insurgentes realizaron una huelga de hambre. El eslogan desafiante de El Alto, “De pie, nunca de rodillas”, aparece en todas partes.

La política ahora parece menos urgente. “En este momento, se trata de la economía”, dice Chambi. El Alto es el centro de una red internacional que comercializa bienes de todo tipo, muchos de ellos de contrabando. Estos vinculan a los ricos comerciantes de la ciudad, llamados qamiris, con fabricantes en China. A menudo se extienden a otras ciudades bolivianas y a Brasil y Argentina. Quizás cuatro quintos de los alteños trabajan en la economía informal. La “economía sumergida” de Bolivia es la más grande del mundo como parte del PBI, según el FMI.

El corazón comercial de El Alto es el vasto mercado al aire libre “16 de Julio”, abierto los jueves y domingos. Casi exentos de impuestos y no regulados, los comerciantes pagan a su sindicato por permisos para abrir puestos que venden de todo, desde curas a base de hierbas hasta piezas de automóviles. Las mujeres aymaras custodian las mercancías, los bombines inclinados hacia adelante. Muchos qamiris poseen puestos de mercado. Más allá del mercado, las pequeñas empresas están desparramadas en las calles. Están surgiendo viviendas de varios pisos. Los propietarios dejan el ladrillo expuesto en la creencia (errónea) de que esto los exime del impuesto. Las parcelas de tierra aparecen en los registros de la ciudad como vacías, otra artimaña para evitar impuestos. La esquiva ingeniosa se gana el respeto. Cuando trabajó brevemente como cantinero, “Hice todo lo posible para no vender cerveza con recibos”, dice Chambi.

Las fachadas chillonas de los “chalets” alivian el paisaje de ladrillo marrón. Los qamiris que los poseen pueden no pagar impuestos, pero a diferencia de la élite establecida de Bolivia, no compran propiedades en Miami, dice Chambi. Financian fiestas que tienen lugar todos los fines de semana. Una vez al año, un qamiri recibe el costoso honor de pagar más que nadie por el Gran Poder, un carnaval en La Paz.

Los forasteros a menudo ven a El Alto como un reflejo de sus prejuicios. Los izquierdistas celebran las características comunales de su economía. Incluyen el aini, una ayuda de los vecinos para la construcción o el negocio, que se espera que el beneficiario corresponda. Las fiestas son una forma de dar comida y bebida a los pobres. Los anarquistas admiran la autorregulación de El Alto, liberan su vigoroso capitalismo. La ciudad parece combinar todos estos. Pablo Mamani, un sociólogo, describe a El Alto como una ciudad “con amplia solidaridad”, pero “absolutamente liberal” en materia económica.

El Alto tiende a votar por Morales y aplaudió su nacionalización de las reservas de gas en 2006. Le gustan los subsidios y las obras públicas, pero exige que el Estado mantenga su distancia. “El Alto espera mucho del Estado”, dice Mamani. Eso va junto con una ética de autosuficiencia. En la cultura aymara, “uno tiene que trabajar para uno mismo”.

Los alteños le dan poco crédito a Morales por su prosperidad. Muchos son escépticos sobre su candidatura a la reelección (en la que Mesa será su principal oponente). Recuerdan la práctica aymara de liderazgo rotativo, incluso si no siempre la practican. “La gente ve [la campaña de Morales] sospechosamente”, dice Chambi.

No obstante, El Alto lo ha apoyado, excepto en dos ocasiones. En 2010, cuando intentó reducir los subsidios a la gasolina, los alteños bloquearon nuevamente las carreteras. Él retrocedió. Cinco años más tarde rechazaron al candidato a alcalde de su partido a favor de Soledad Chapetón, una mujer aymara de centro-izquierda. Esos son recordatorios agudos para Morales: no dé por sentado a El Alto. Lampadia