1

Elecciones anticipadas agravarían Brexit

Nuevos acontecimientos en el Parlamento y al interior del Partido Conservador, que lidera el primer ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson, han agitado la crisis política producto del Brexit.

Un proyecto de ley, promovido por 21 parlamentarios conservadores, y destinado a extender el plazo de las negociaciones para una salida de la UE, motivó el desplante más imponente en la historia de dicho partido el pasado 3 de setiembre. No sólo fueron retirados como miembros del Partido Conservador, sino que además se censuró su participación en las próximas elecciones representando a dicha organización política. Ello ha puesto en evidencia una vez más la naturaleza autoritaria de Johnson, la misma que mostró cuando se dispuso a suspender el Parlamento el pasado 28 de agosto (ver Lampadia: Gran Bretaña a puertas del Brexit).

En las presentes circunstancias, y como han hecho eco diversos medios internacionales, el principal objetivo de Johnson sería forzar un adelanto de elecciones, ante la pérdida de su mayoría parlamentaria y los constantes obstáculos por parte de este mismo poder del estado para la concreción de un Brexit sin acuerdo.

Sin embargo, el verdadero problema no es tanto que dicho excéntrico personaje se asiente en el poder, sino el nefasto escenario político que sentarían tales elecciones. Como bien ha señalado The Economist en un reciente artículo que compartimos líneas abajo, “Los dos principales partidos [El Partido Conservador de extrema derecha y el Partido Laborista de extrema izquierda], en sus diferentes formas, se empeñarán en dañar la economía; y ambos representarán una amenaza para las instituciones británicas”.

En efecto, la escasa presencia de políticos moderados en dichos comicios electorales podría conllevar, sea el ganador que fuere, al colapso de la democracia británica. Ya hemos venido advirtiendo anteriormente de esta polarización reflejada en la preferencia del votante hacia los extremos de ambas alas políticas en Occidente (ver Lampadia: El cinismo del populismo). La trasgresión de las instituciones, característica del engaño populista en tales movimientos, es un riesgo del que hasta los países del primer mundo, como Gran Bretaña no han podido eximirse.

Así, la derecha británica ha degenerado también hacia el populismo. Reflejo de ello es que la práctica del policy del Partido Conservador en todos los sucesos que vienen ocurriendo en torno al Brexit (ver Lampadia: El nuevo conservadurismo) ya se encuentra muy lejos de los fundamentos liberales y pragmáticos que lo personificaban. Inclusive ha ofrecido, a través de su canciller y en contra de la austeridad fiscal que lo caracterizaba en antaño, aumentar el gasto público, dando donaciones por las elecciones por un monto de 13,800 millones de libras (o US$ 16,900 millones).

En ese sentido, consideramos que es imperativo que el Parlamento británico siga impidiendo las iniciativas formuladas por Johnson; esto es, el adelanto de elecciones y una salida sin un acuerdo. Esperemos que el proyecto de adelanto del plazo con la UE aún pueda salir a flote, ya no desde el Partido Conservador, sino desde aquellos parlamentarios independientes, más moderados y que sueñan con un mejor futuro económico y social para Gran Bretaña. Lampadia

Política británica
El Partido no-conservador de Boris Johnson

El apretado abrazo del populismo radical por parte de los conservadores prepara a Gran Bretaña para una elección peligrosamente polarizada

The Economist
7 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Boris Johnson ha sido líder del Partido Conservador por poco más de un mes, y hasta esta semana había aparecido en el Parlamento como primer ministro solo una vez. Pero eso no le impidió llevar a cabo la mayor purga en la historia del partido el 3 de septiembre. Después de que una rebelión del Parlamento condujera a una rotunda derrota de su política intransigente del Brexit, 21 diputados conservadores moderados, incluidos siete ex miembros del gabinete y un nieto de Winston Churchill, fueron retirados y se les dijo que no se les permitiría permanecer como tories en las próximas elecciones.

Fue el paso más dramático en un largo proceso: la transformación del partido gobernante de Gran Bretaña de conservadores a populistas radicales. La captura de los conservadores por fanáticos decididos a perseguir un Brexit sin acuerdo ha provocado que el partido abandone los principios por los que ha gobernado Gran Bretaña durante la mayor parte del siglo pasado. Con una elección inminente, y la oposición del Partido Laborista capturada por una extrema izquierda igualmente radical, la siniestra metamorfosis de los conservadores es una noticia terrible.

Desechar más de 40 años de prudente pro europeísmo después del referéndum de 2016 fue en sí mismo un gran cambio. Pero bajo el mando de Johnson y su asesor al estilo Svengali, Dominic Cummings, quien ideó la campaña de salida, el partido tory se ha convertido no solo a favor del Brexit sino a favor de no negociar. Johnson afirma que está trabajando a toda máquina para obtener un mejor acuerdo de retirada de la UE. Sin embargo, en su actuación agitada ante los miembros parlamentarios esta semana, como un estudiante universitario que se abría camino a través de una viva, fue descubierto. No tiene una propuesta real para reemplazar el respaldo irlandés en disputa. Informes de que Cummings admitió en privado que las negociaciones en Bruselas son un anillo de “farsa” son también demasiado ciertos. El plan poco conservador de Johnson parece ser ganar unas elecciones rápidas, ya sea después de cerrar sin un acuerdo o, como ha resultado, alegar que han sido frustrados por “enemigos del pueblo” en el Parlamento.

La religión del no-acuerdo ha destruido otros principios conservadores. Sajid Javid, el canciller fiscalmente prudente, esta semana repartió miles de millones de libras en productos preelectorales. Dio dinero a los servicios públicos sin exigir mucho en el camino de la reforma, y se centró en el gasto diario en lugar de invertir para el futuro. Se suponía que el poder del gasto se mantenía a un lado para hacer frente a un colapso sin acuerdo. Pero la fe dicta que el no acuerdo no hará un gran daño a la economía, por lo que no se requiere una red de seguridad. Mostrar tal precaución, como lo hizo el predecesor de Javid (ahora un ex-tory), es una forma de herejía.

El comportamiento más poco conservador del gobierno de Johnson ha sido su imprudencia constitucional. No solo ha suspendido al Parlamento (habiendo dicho que no lo haría), para limitar el tiempo de los miembros parlamentarios para legislar sobre el Brexit (que, una vez más, dijo que no estaba conectado). También jugó con el uso de tácticas aún más discrecionales, como recomendar que la reina que no promulgue la legislación aprobada por el Parlamento. ¿Cumpliría el gobierno la ley?, se le preguntó a un aliado del gabinete de Johnson. “Veremos lo que dice la legislación”, respondió. En un país cuya constitución depende de la voluntad de seguir la convención y la tradición, incluso hacer tal amenaza debilita las reglas y allana el camino para la próxima ronda de abusos, ya sea por parte de un gobierno laborista o conservador.

Esta semana todavía había suficientes conservadores en el Partido Conservador para bloquear la parte más peligrosa de la política del Brexit de Johnson. Cuando fuimos a la prensa, un proyecto de ley diseñado para detener el no acuerdo se estaba abriendo camino a través de la Cámara de los Lores. Pero la derrota del gobierno, y su pérdida de cualquier tipo de mayoría, apuntan hacia una elección. Será un concurso en el que, por primera vez en la memoria viva, Gran Bretaña no tiene un partido de centroderecha. Tampoco, gracias al líder de extrema izquierda del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, tendrá una oposición dominante. En cambio, los dos principales partidos, en sus diferentes formas, se empeñarán en dañar la economía; y ambos representarán una amenaza para las instituciones británicas. Las terribles consecuencias del Brexit continúan. Lampadia




Gran Bretaña a puertas del Brexit

Gran Bretaña a puertas del Brexit

“Por sus frutos, los conoceréis” relata un famoso pasaje de la Biblia en el que Jesús advierte a sus discípulos sobre la futura llegada de los falsos profetas, cuya agradable apariencia podría desorientarlos del que debería ser su principal rasgo característico: sus malas acciones, a la luz de lo que mandan las escrituras. Una analogía similar aplica a los dictadores y políticos autoritarios, fácilmente identificables, porque a lo largo de la historia siempre han mostrado una serie de rasgos comunes: un desbordante populismo, la intromisión sobre la independencia de poderes y la consecuente disolución o suspensión de los parlamentos para llevar a cabo sus nefastas agendas.

El pasado 28 de agosto, Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido y líder del Partido Conservador, anunció la suspensión del Parlamento por 5 semanas, la cual se hará efectiva desde el 10 de septiembre hasta el 13 de octubre. Así, una vez que los diputados británicos retomen sus labores, solo quedarían 18 días, hasta el plazo límite de negociación del proceso de salida del Reino Unido de la UE.

Como advertimos en anteriores publicaciones (ver Lampadia: Crisis política se agrava en Gran Bretaña, ¿Qué futuro le depara a Gran Bretaña con Boris Johnson?), la posibilidad de que Johnson despeje el paso para llevar a cabo un Brexit sin acuerdo – con desastrosas consecuencias económicas, sociales y políticas tanto para Gran Bretaña como para toda la UE – siempre estuvo latente y como se ha podido constatar la semana pesada, esta finalmente se consumó. Lo realmente lamentable de este hecho es que el excéntrico personaje acudió a este mecanismo de suspensión, enmarcado en la constitución, con el pretexto de presentar sus planes de gobierno,  cuando es bien sabido, además de la fecha límite, del clima de malestar político en torno al status actual del Brexit no solo en los círculos del parlamento sino entre los mismos ciudadanos, quienes ni bien advirtieron la decisión de Johnson, salieron a las calles protestar.

Como han vaticinado una serie de medios internacionales, es casi imposible poder frenar el Brexit sin acuerdo en esos 18 días, sin embargo, The Economist, fiel a su persistencia y estilo, arremete con propuestas.

En un reciente artículo que compartimos líneas abajo, deja entrever que aún existen dos posibles salidas pero que ambas requerirán la articulación de todas las fuerzas políticas opositoras al Brexit sin acuerdo. La primera que consisten en la emisión de una ley para pedir la extensión de la fecha de salida a la UE es la opción más sensata pero audaz, por el corto tiempo con el que se cuenta para formularla. Y de no poder concretarse tal iniciativa, el otro camino sería revocar a Johnson del cargo a través de un voto de no confianza.

Gran Bretaña se acerca a la recta final y todo está en manos de la firmeza de su parlamento para acometer acciones en contra de un proceso que dañaría todo el progreso económico y desarrollo social generado en el territorio que es conocido como la cuna de la revolución industrial. No pueden permitir que el autoritarismo, disfrazado bajo el hado nacionalista, trabe su crecimiento. Porque como a todo líder autoritario, “Por sus frutos, los conoceréis”. Lampadia

¿A quién vas a llamar?
Cómo puede el Parlamento detener el Brexit sin acuerdo de Boris Johnson

El primer ministro ha despreciado al Parlamento y ha establecido el curso para no llegar a un acuerdo. Los parlamentarios deben actuar ahora para detenerlo

The Economist
29 de agosto, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Uno por uno, los principios sobre los cuales se libró la campaña del Brexit han sido vaciados. Antes del referéndum, los Leavers (que querían irse de la UE), argumentaron que la victoria les permitiría negociar un acuerdo inteligente con la UE. Ahora abogan por irse sin ningún acuerdo. Antes de la votación, dijeron que el Brexit permitiría a Gran Bretaña alcanzar más acuerdos de libre comercio. Ahora dicen que comerciar en los términos básicos de la Organización Mundial del Comercio estaría bien. Lo más escandaloso de todo fue que hablaron de recuperar el control y restablecer la soberanía al Parlamento. Sin embargo, el 28 de agosto, Boris Johnson, un importante líder que ahora es primer ministro, anunció que en el período previo al Parlamento del Brexit, se suspendería por completo.

Su táctica completamente cínica está diseñada para evitar que los parlamentarios desvíen al país del rumbo temerario que ha establecido para abandonar la UE con o sin un acuerdo el 31 de octubre. Sus acciones son técnicamente legales, pero extienden las convenciones de la constitución hasta sus límites. Debido a que es demasiado débil para llevar al Parlamento a votación, quiere silenciarlo. En la democracia representativa de Gran Bretaña, eso sienta un precedente peligroso.

Pero aún no es demasiado tarde para que los parlamentarios puedan frustrar sus planes, si se organizan. La sensación de inevitabilidad sobre el no acuerdo, cultivada por los intransigentes que asesoran a Johnson, es falsa. La UE está en contra de tal resultado; la mayoría de los británicos se oponen; el Parlamento ya votó en contra de la idea. Esos parlamentarios decididos a detener el no acuerdo han sido divididos y desenfocados. Cuando regresen a trabajar la próxima semana después de su incómodo receso de verano, tendrán una oportunidad fugaz de evitar esta calamidad nacional no deseada. Las acciones de Johnson esta semana han dejado en claro por qué deben aprovecharlo.

De todos sus errores como primera ministra, quizás lo más grave de Theresa May fue plantar la idea de que Gran Bretaña podría hacer bien en abandonar la UE sin ningún acuerdo de salida. Se suponía que su eslogan de que “ningún trato es mejor que un mal acuerdo ” persuadía a los europeos a hacer concesiones. No lo hizo, pero persuadió a muchos votantes y parlamentarios británicos de que si la UE ofrecía términos menos que perfectos, Gran Bretaña debería retirarse.

De hecho, el propio análisis del gobierno sugiere que el no acuerdo haría que la economía fuera un 9% más pequeña después de 15 años que si Gran Bretaña se queda. Johnson dice que los preparativos para la interrupción inmediata son “colosales, extensos y fantásticos”. Sin embargo, los funcionarios públicos esperan escasez de alimentos, medicinas y gasolina, y una “crisis” en los puertos. Un número cada vez mayor de votantes parece pensar que unos pocos meses llenos de baches y un golpe duradero en los ingresos podrían valer la pena para eliminar todo el tedioso negocio. Este es el mayor mito de todos. Si Gran Bretaña se va sin un acuerdo, se enfrentará a una necesidad aún más urgente de llegar a un acuerdo con la UE, que exigirá las mismas concesiones que antes, y quizás mayores, dado que la mano de Gran Bretaña será más débil.

Johnson insiste en que su intención es lograr un nuevo y mejor acuerdo antes del 31 de octubre, y que para hacerlo necesita amenazar a la UE con la posibilidad creíble de no llegar a un acuerdo. A pesar de que May no llegó a ninguna parte con esta táctica, muchos parlamentarios tory todavía la ven como una buena táctica. La UE quiere un acuerdo, después de todo. Y aunque se hizo evidente que May estaba fingiendo acerca de salir, Johnson podría ser serio (los fanáticos que piensan ciertamente lo son). Angela Merkel, canciller de Alemania, dijo recientemente que Gran Bretaña debería idear un plan en los próximos 30 días si quiere reemplazar el respaldo irlandés, la parte más polémica del acuerdo de retirada. Muchos conservadores moderados, incluso aquellos que se oponen a la falta del acuerdo, quisieran darle a su nuevo primer ministro la oportunidad de demostrar su valía.

Están equivocados. Primero, el efecto de la amenaza sin acuerdo en Bruselas continúa siendo sobreestimado en Londres. La posición de la UE, que está abierta a sugerencias británicas plausibles, es la misma de siempre. La prioridad de la UE es mantener intactas las reglas de su bloque, para evitar que otros miembros busquen un trato especial. Con o sin la amenaza de no acuerdo, no hará más que cambios marginales en el acuerdo existente. En segundo lugar, incluso si la UE abandonara por completo el respaldo, el acuerdo resultante podría ser rechazado por los “espartanos” tory Brexiteers, tan intoxicados por la idea de irse sin un acuerdo que parecen estar listos para votar en contra de cualquier acuerdo. Y tercero, incluso si la UE ofreciera un acuerdo completamente nuevo y luego lo aprobara el Parlamento, ratificarlo en Europa y aprobar las leyes necesarias en Gran Bretaña requeriría una extensión mucho más allá del 31 de octubre. El voto de Johnson de irse en esa fecha, “hacer o morir”, hace que sea imposible irse con cualquier nuevo acuerdo. También revela que él es fundamentalmente poco serio sobre la negociación de uno.

Es por eso que el Parlamento debe actuar ahora para no llegar a un no acuerdo, aprobando una ley que exija que el primer ministro solicite una extensión a la UE. Incluso antes de que Johnson criticara al Parlamento, esto no iba a ser fácil. La agenda de la Cámara de los Comunes está controlada por Downing Street, que no dará tiempo para tal proyecto de ley. Los parlamentarios mostraron en la primavera que podían tomar el control temporal de la agenda, cuando aprobaron una ley que obligaba a May a solicitar una extensión más allá de la primera fecha límite del Brexit del 29 de marzo. Esta vez no existe una legislación actual para actuar como un “gancho” para una enmienda que exige una extensión, por lo que el Presidente de la Cámara tendría que ir en contra de los precedentes al permitir que los parlamentarios adjunten un voto vinculante a un debate de emergencia. Todo eso puede ser posible. Pero con el Parlamento suspendido por casi cinco semanas, habrá muy poco tiempo.

Entonces, si los miembros parlamentarios rebeldes no pueden aprobar una ley, deben estar listos para usar su arma de último recurso: echar a Johnson del cargo sin un voto de confianza. Tiene una mayoría de trabajo de solo uno. El problema es que los intentos de encontrar un primer ministro interino, para solicitar una extensión del Brexit antes de convocar elecciones, han fracasado en si debería ser Jeremy Corbyn, el líder laborista de extrema izquierda al que la mayoría de los tories desprecian, o una figura más neutral.

Si las diversas facciones que se oponen al no acuerdo no pueden ponerse de acuerdo, Johnson ganará. Pero si necesitaban una razón para dejar de lado sus diferencias, él acaba de darles una. El primer ministro ya estaba dirigiendo a Gran Bretaña hacia un Brexit sin acuerdo que golpearía la economía, afectaría a la unión y causaría una ruptura duradera con los aliados internacionales. Ahora se ha mostrado dispuesto a reprimir la democracia parlamentaria para lograr sus objetivos. Los parlamentarios vacilantes deben preguntarse: si no ahora, ¿cuándo? Lampadia




¿Un nuevo Boris Johnson?

¿Un nuevo Boris Johnson?

El ascenso de Boris Johnson como líder del Partido Conservador y primer ministro de Gran Bretaña parecería estar asegurado al haber logrado una victoria absoluta en las primeras fases de las recientes elecciones primarias conservadoras. Como escribimos en Lampadia: ¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?, su posición pro Brexit sin acuerdo, y su carácter populista, excéntrico e ignorante, auspiciarían un manejo político nefasto para el país británico, si dicho personaje asumiera las riendas del poder.

Sin embargo, como es característico en todo político, del discurso a la acción hay un largo trecho y por ende, siempre estará sentada la posibilidad de que Johnson eventualmente pueda cambiar de parecer, si toma cuenta del impacto económico y social desastroso que implicaría una salida de la UE sin acuerdo de Gran Bretaña (ver Lampadia: El Reino Unido tendiendo al suicidio económico y político). El hecho que haya evitado pronunciarse recientemente respecto de si está a favor o en contra de los planteamientos de las dos coaliciones políticas dominantes del debate en torno al Brexit, da ciertos visos de esperanza.

En un reciente artículo escrito por The Economist titulado “¿Qué Boris obtendría Gran Bretaña?” (ver artículo líneas abajo) se explora un escenario con este cambio de parecer del mencionado político. Al respecto señala “El mejor caso para Johnson es que podría usar su habilidad como vendedor y su manera de decir las palabras para pregonar un Brexit con acuerdo, o algo parecido, a un Parlamento que lo ha rechazado tres veces”.

Curiosamente, es esa misma popularidad – fundamentada en un populismo recalcitrante – que ostenta Johnson la que podría utilizar como herramienta para convencer al ala partidista conservadora de perseguir un camino que no sea autodestructivo para su país, algo que May nunca pudo lograr. Y de hecho los incentivos deberían estar alienados a ello, ya que, si Gran Bretaña pierde con el Brexit duro, el partido que lo impulsó a capa y espada, el Partido Conservador, también perdería legitimidad.

Esperamos que este sea el camino tomado por Johnson. La esperanza es lo último que se pierde. Lampadia

El liderazgo Conservador
¿Qué Boris obtendría Gran Bretaña?

El probable primer ministro de Gran Bretaña no puede resistirse a jugar hacia la multitud. En la política desagradable de hoy eso es ominoso

The Economist
20 de junio, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El monstruo del Brexit desatado hace tres años ya ha devorado a dos primeros ministros británicos. David Cameron se rindió horas después de que se anunciara el resultado del referéndum el 24 de junio de 2016. Theresa May comenzó con confianza, pero pronto se vio acorralada. Los conservadores han preparado una lista de candidatos para reemplazarla como su líder y, por lo tanto, como primer ministro; los miembros del partido tomarán una decisión a fines de julio. El gran favorito entre los miembros parlamentarios y activistas es Boris Johnson.

Pero, ¿qué Boris Johnson? El ex secretario de asuntos exteriores, que se ve como una mezcla de diversión y desprecio en las capitales europeas, ha asumido diferentes formas en diferentes momentos.

  • Como alcalde de Londres, cosmopolita y liberal en 2008-16, predicó las virtudes de la inmigración y el mercado único.
  • Como protagonista de la campaña Leave, cambió sin esfuerzo a criticar la migración y advertir sobre los peligros de la membresía turca de la Unión Europea, que había defendido anteriormente.
  • Ahora, en su apuesta por los votos de los miembros del partido conservador de derecha tory, habla de la posibilidad de dejar a la UE sin ningún acuerdo -“al diablo” si se le interponen en el camino- y bromeando con que las mujeres en burkas “parecen buzones”.

Depresivamente, el truco está funcionando. A pesar de las valientes campañas de los candidatos más moderados, Johnson es la persona a vencer en el voto de los miembros. Mucho menos claro es cómo se comportaría en el cargo. A medida que la saga Brexit se prolonga, Gran Bretaña está cada vez más polarizada. En un país muy dividido, ¿a qué tribuna elegiría jugar Johnson?

La forma en que se selecciona al próximo primer ministro no hace que sea más fácil adivinar qué hay en la tienda. En lugar de enfrentar una elección general, el líder es elegido por 160,000 activistas tory remunerados, que anhelan el Brexit más que casi cualquier otra cosa. Una encuesta realizada esta semana encontró que las grandes mayorías dejarían a la UE incluso si causara un “daño significativo” a la economía, rompiera la unión con Escocia e Irlanda del Norte o “destruyera” al propio Partido Conservador. Los candidatos no han elaborado manifiestos detallados; Johnson, en particular, ha sido inusualmente tímido, evitando la mayoría de las oportunidades para debatir con otros candidatos o ser interrogado por periodistas.

Su falta de una filosofía guía debería ser una debilidad. Pero en estos tiempos difíciles se ha convertido en algo fundamental para su éxito. Debido a que él está casi vacío de convicciones políticas, las personas lo usan como un depósito para las suyas. Los ´Brexiteers Harcore´ han aprovechado la idea de que se irá sin acuerdo si la UE se niega a ofrecer mejores condiciones antes del 31 de octubre. Los ´Remainers´ se susurran a sí mismos que seguramente él es un liberal de corazón, que no haría nada verdaderamente peligroso, y que incluso podría convocar un segundo referéndum en uno de los actos de espectáculo que desafían a la gravedad. El hecho de que sus palabras signifiquen casi nada es tomado por ambos lados como una señal de que eventualmente podría hacer lo que ellos esperan, independientemente de lo que prometió en el pasado.

Esto es una tontería, y recuerda a la coalición que respaldó a Donald Trump como presidente. Algunos creyeron en las extravagantes promesas de Trump (un muro fronterizo con México, una guerra comercial con Canadá), mientras que otros pensaron que eran parte de un acto que no debía tomarse literalmente, y siguieron recibiendo un impacto desagradable. Esta no es la única similitud entre las dos bombas rubias. Además del narcisismo, la ociosidad y la voluntad de aprovecharse de los demás, comparten el talento de argumentar que el negro es blanco y viceversa. Gran Bretaña aún no sufre el malestar de EEUU, en el que los simpatizantes de diferentes partidos ni siquiera pueden ponerse de acuerdo sobre los hechos básicos. Pero un gobierno liderado por Johnson, que se contradice libremente y se ve atrapado en una gran broma, llevaría a Gran Bretaña a seguir ese camino.

El mejor caso para Johnson es que podría usar su habilidad como vendedor y su manera de decir las palabras para pregonar un Brexit con acuerdo, o algo parecido, a un Parlamento que lo ha rechazado tres veces. May se quedó por 58 votos por debajo de su último intento. Tanto los laboristas como los conservadores se han asustado mucho más por lo que el Brexit les está haciendo a sus partidarios, que están acudiendo en masa a los demócratas liberales y al Brexit Party, respectivamente. Es concebible que Johnson, recién elegido, popular en su partido y tan magnético como May lo es de madera, pueda persuadir a suficientes miembros parlamentarios para que cambien de opinión. La idea de que él elija un referéndum sobre el acuerdo para romper el atasco en el Parlamento – como le gustaría a este medio – es descabellada. Pero entonces, mucho de él lo es.

Por desgracia, el caso contra Johnson es más plausible. No es un letrero, sino una veleta y, en este momento, los vientos en Gran Bretaña están soplando en una dirección peligrosa. El repentino ascenso del populista Partido Brexit, que llegó primero en las elecciones europeas del mes pasado y ahora encabeza las encuestas con su promesa de una salida sin acuerdo, aterroriza a los conservadores, muchos de los cuales creen que la única forma de neutralizar su insurgencia es simularlo. Desde mucho antes del referéndum, el Partido Conservador ha evolucionado lentamente hacia un partido cuyos miembros están más vinculados por los valores culturales que por los económicos. Brexit ha puesto cohetes en esa tendencia. El próximo líder tory estará bajo presión para continuar la metamorfosis de su partido de una fuerza de mercados libres a un equipo populista de derecha en el molde (irónicamente) europeo. Johnson sería capaz de diseñar esa transformación.

Una pirámide invertida de disparates

Como la veleta que es, Johnson dependería inusualmente de las personas que lo rodean en 10 Downing Street y del gabinete para obtener ideas, guía y orientación. En contraste con Trump, quien se resiente de los consejos y los expertos, Johnson se complace en delegar y dejar que otros hagan el trabajo, siempre que obtenga la gloria. Y mientras que la mayoría de los republicanos de la corriente principal en un principio rechazaron a Trump, descartando así el hecho de no trabajar para él, los conservadores moderados acuden en tropel a la bandera de Johnson, con la esperanza de conseguir un buen trabajo en su gabinete. Muchos de ellos reconocen que un Brexit sin acuerdo sería malo para Gran Bretaña y, por lo tanto, un desastre para el Partido Conservador. Si Johnson termina en el poder, les corresponderá controlar sus peores instintos.

Si fallan, puede que no pase mucho tiempo antes de que el monstruo Brexit esté masticando y escupiendo a su tercer primer ministro. Lampadia




¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

¿Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido?

La derecha política en el Reino Unido se encuentra totalmente desarticulada ante las disputas internas generadas en el Partido Conservador por el aplazamiento del Brexit y por la nefasta posibilidad de producir una salida de la UE sin acuerdo. Al respecto, la primera ministra May ha fallado en su cometido de lograr un acuerdo que satisfaga los requerimientos del Parlamento. El día de hoy, May anunció su renuncia al cargo de primera ministra, la cual se hará efectiva a partir del 7 de junio del presente año.

En plenas elecciones del parlamento europeo, este escenario genera suficiente caldo de cultivo para el ascenso al poder de la izquierda neomarxista liderada por Jeremy Corbyn y su Partido Laborista, cuya agenda podría desestabilizar los notables avances económicos y sociales del Reino Unido logrados en décadas. Por su parte, el Partido Conservador se disputa la elección del nuevo primer ministro que sucederá a May, teniendo como candidato favorito, lamentablemente, a Boris Johnson, ex ministro de relaciones exteriores, político excéntrico desbordante de ignorancia y que además estuvo abiertamente a favor de un Brexit duro.

A continuación, compartimos un reciente artículo de The Economist (ver artículo líneas abajo), que analiza las interrogantes que deben tomar en cuenta los conservadores del Reino Unido para evaluar la capacidad política de Boris Johnson. Como se podrá entrever en dicho análisis, los malos antecedentes de Johnson no augurarían su correcta gobernanza a la luz de la crisis política que actualmente asola al país británico con el Brexit. Lampadia

Elegir a Boris Johnson como primer ministro sería una apuesta peligrosa

Antes de hacer su apuesta, los conservadores deberían hacerse tres grandes preguntas

The Economist
22 de mayo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

EL PARTIDO CONSERVADOR tiene una larga historia de hacer grandes apuestas por los disidentes cuando piensa que su espalda está contra la pared. Antes de ganar el liderazgo del partido, tres de los mejores primeros ministros tory fueron cordialmente odiados por su partido. Margaret Thatcher fue considerada como una ideóloga polarizadora que carecía de la capacidad de conectarse con los votantes o comandar el Parlamento. Winston Churchill era un borracho y un charanguero en serie, lanzando la campaña de Dardanelles y aferrándose al patrón oro. Benjamin Disraeli era un extravagante forastero que no tenía ningún logro a su nombre, aparte de socavar a Robert Peel respecto a las Leyes del Maíz. Los conservadores castigaron a los tres y ganaron en grande.

Parece que el partido está a punto de jugársela de nuevo con Boris Johnson. El ex secretario de asuntos exteriores es el gran favorito de los miembros del partido, quienes eligen al líder. Su único obstáculo es persuadir lo suficiente a sus compañeros parlamentarios conservadores para ponerlo en la lista de los dos. Hasta ahora han sido escépticos. La hoja de cargos contra Johnson es larga: una vida privada caótica, un hábito de torcer realidades, una falta de enfoque y disciplina y ser lo que Sir Max Hastings, ex editor del diario de la casa conservadora, el Daily Telegraph, llama un “ególatra dorado”.

Pero el partido está en un pánico en toda regla. Es probable que llegue a un pobre cuarto lugar en las elecciones europeas de esta semana, gracias al auge del Partido Brexit de Nigel Farage y la implosión de la presidencia de Theresa May. Si la división a la derecha continúa, colocará a la extrema izquierda del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, en Downing Street. Lo que es más, con todas las faltas de Johnson, es una verdadera estrella política, uno de los pocos políticos conocidos internacionalmente por su nombre (aunque no siempre por las razones correctas). Debido a su papel principal en el Brexit, ya no tiene la capacidad de comunicarse con los liberales cosmopolitas que le dieron dos mandatos como alcalde de Londres. Pero, sin embargo, tiene una rara habilidad para iluminar una habitación. May fue una gran denigradora que hizo que todos a su alrededor se sintieran pésimo. Johnson es un animador en auge que hace que las personas se sientan bien con ellas mismas. ¿Quién mejor para reclamar a los tories vacilantes del ejército Brexit de Farage? ¿Y quién mejor para dirigir la carga contra las tropas leninistas-lennonistas de Corbyn?

Los conservadores más reflexivos se preguntan si Johnson podría ser el vehículo ideal para absorber y civilizar las furias populistas que amenazan con llevar al país a un lugar oscuro. Los conservadores tienen un historial admirable de movimientos sociales cooptadores que destruyeron partidos similares en otros países, como el clamor por la democracia a fines del siglo XIX y la creación de un estado de bienestar después de la Segunda Guerra Mundial. Johnson puede representar una oportunidad para hacer lo mismo con el populismo. Insiste en que el Brexit es, en su esencia, un proyecto liberal, no populista, que abrirá Gran Bretaña al mundo en lugar de mantenerlo encarcelado en la fortaleza de Europa. Apoya con entusiasmo un credo emitido por el recién formado One Nation Group de 60 parlamentarios tory moderados. Así que es fácil ver por qué los tories están considerando dar una patada de despeje. ¿Un destello de genios es mejor que la mediocridad, incluso si es parte de una mezcla combustible? ¿Y seguramente el hecho de que tres grandes apuestas en el pasado hayan dado buenos resultados sugiere que vale la pena hacer otra?

El problema con esto es que las rachas ganadoras finalmente fracasan, y los inconformistas carismáticos pueden producir tanto desastres como triunfos. Antes de hacer su apuesta, los conservadores deben pensar detenidamente en tres grandes preguntas.

Primero: ¿puede Johnson realmente negociar un mejor trato con la Unión Europea que May? Johnson argumenta alegremente que la UE, en una alianza siniestra con los ‘Remainers’ en del establishment británico, ha inflado problemas como la frontera irlandesa fuera de toda proporción. Sugiere que será capaz de renegociar el acuerdo de salida de Gran Bretaña con una combinación de amenaza (no mantener el trato en la mesa) y encanto. Esto es poco probable, no solo porque a la UE no le gusta mucho un hombre que hizo su carrera periodística burlándose de su precioso proyecto, sino también porque reconoce que no puede ceder demasiado a Gran Bretaña sin amenazar la integridad de la alianza. Hacer primer ministro a Johnson aumentaría significativamente las posibilidades de un Brexit sin acuerdo y afectaría gravemente la economía y alienaría a los votantes.

Segundo: ¿puede Johnson dirigir un gobierno? Los conservadores elegirán no solo a un líder de partido sino a un primer ministro en funciones. El destino de un país con 66 millones de habitantes, en medio de uno de sus pasajes más difíciles desde la Segunda Guerra Mundial, estará determinado por 124,000 miembros del partido. El historial de Johnson no es alentador. Era un alcalde bastante popular, pero un terrible secretario de relaciones exteriores. Aunque se le da al caos torpe, tiene un talento para la delegación. Una nueva novia ha ayudado a limpiar su acto: se ha cortado el cabello, ha perdido peso y ha practicado yoga. Pero Johnson nunca ha mostrado ningún indicio de que sea capaz de lidiar con las dos cosas que definen a un gobierno moderno: un torrente de trabajo implacable y una demanda para hacer concesiones complicadas.

Tercero: ¿puede mantener unido al Reino Unido? El vínculo con Escocia ya está más suelto que durante décadas. Hay muy pocos escoceses en los rangos superiores de los dos partidos principales de Gran Bretaña. Inglaterra y Escocia apoyaron los lados opuestos en el referéndum Brexit. Un Primer Ministro Johnson podría romper el vínculo por completo, con su aire de derecho Eton-Balliol-Telegraph y sus gestos Bertie Woosterish. Entre los votantes escoceses, es incluso menos popular que la desafortunada señora May.

Una tirada de dados

Tal vez Johnson sea exactamente el rayo en una botella que el Partido Conservador necesita para restaurar su fortuna como una máquina de campaña y una fuerza de gobierno. Pero el precio de hacer las cosas mal sería extraordinariamente alto. Un Brexit no negociable, la ruptura del Reino Unido, un marxista en Downing Street, ha pasado mucho tiempo desde que las apuestas han sido tan grandes y las posibilidades de hacerlo bien son tan bajas. Lampadia




La crisis del Brexit continúa

La crisis del Brexit continúa

El acuerdo de retiro del Brexit, propuesto por la primera ministra del Reino Unido Theresa May, sufrió una fulminante derrota el pasado 15 de enero, fecha en la que el Parlamento inglés le otorgó 202 votos a favor frente a 432 votos en contra.

En esta ocasión, además de la oposición, los parlamentarios de su propio partido, el Partido Conservador, que otrora le dieran su entera confianza y sobretodo, legitimidad a su liderazgo, votaron en contra de su propuesta en razón de 3 a 1.

Al respecto surgen 2 preguntas inquietantes:

  • ¿Cuáles son los factores que habrían determinado la derrota de May en el Parlamento, si para el 2016, más de la mitad  de los británicos (52%) votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE?
  • Pero más importante aún, ¿Qué debería hacer el Reino Unido, de cara al 29 de marzo, fecha límite para el establecimiento de los términos de negociación del Brexit?

Respondiendo a la primera pregunta, se debe entender, en primer término, el contexto político en el que se venía enfrentando el acuerdo de salida en el 2018, previo a la votación del Parlamento, el pasado 15 de Enero. Como hemos escrito previamente en Lampadia: El debate sobre el acuerdo de salida del Brexit continúa, el Reino Unido tardó un año y medio desde el referéndum en el 2016 en lograr un acuerdo con la UE. El borrador culminó a finales de noviembre del 2018 e iba a ser sometido a votación el 10 diciembre de ese mismo año. Sin embargo, la primera ministra pospuso la votación, con lo cual ya existía un precedente por parte de ella para dilatar la fecha de la votación dado que los términos del acuerdo, aparentemente no habrían agradado ni siquiera a los mismos miembros de su partido y por ende, no habría conseguido los votos necesarios para su victoria.

Pero, ¿Por qué dichos acuerdos han generado tanto disgusto entre los parlamentarios conservadores, quienes en su momento, se encontraban deseosos por cumplir el clamor popular de la mayoría de británicos? Como indicó recientemente The Economist,  “El acuerdo de May no es tan malo como lo dicen algunos de sus críticos, pero está lejos de lo que se prometió en el 2016.” Este acuerdo no solo implica la expulsión del Reino Unido de un mercado único (UE), con todos los beneficios comerciales y de inversión extranjera que ello conlleva, sino que además implica una desestabilización política en la frontera con Irlanda del Norte –que aún desea permanecer en el proyecto europeo- y el pago de unos 50 mil millones de dólares para hacer efectiva su salida en el 2022.

Ahora que ya no hay vuelta atrás lo mejor que puede hacer la Primera Ministra es pensar en una solución sensata y eficiente de cara al 29 de marzo, fecha límite para la ejecución del Brexit.

En este sentido, estamos de acuerdo con la propuesta de The Economist de aumentar el plazo de esta fecha límite e involucrar a los votantes en el diseño de un nuevo acuerdo de salida. Ello implica convocar un Segundo Referéndum, en el que los ciudadanos decidan si aún desean la salida, ahora que saben lo que realmente implica. En este contexto, es cuando los recursos democráticos prueban su verdadera razón de ser y constituyen ser soluciones óptimas ante eventuales crisis políticas o sociales. Lampadia

La crisis británica
Brexit, madre de todos los desórdenes

Resolver la crisis requerirá tiempo y un segundo referéndum

The Economist
17 de enero de 2019
Traducido y glosado por Lampadia

Ningún plan por parte de un gobierno británico moderno ha sido tan bien golpeado como el acuerdo Brexit rechazado por el Parlamento el 15 de enero. El acuerdo de retiro, la pieza central de la primera ministra Theresa May, que ha pasado casi dos años batallando con la Unión Europea, fue rechazado después de cinco días de debate por 432 votos a 202. Sus propios partidarios conservadores votaron en contra de ella por tres a uno.

La madre de los parlamentos está sufriendo la madre de todas las crisis constitucionales. Hace tres años, en la encuesta más grande en la historia del país, los británicos votaron en un referéndum para dejar la UE. Sin embargo, el Parlamento, recién elegido un año más tarde por esos mismos votantes, ha juzgado inaceptables los términos de la salida. La UE muestra poca voluntad de renegociar. La primera ministra sigue obstinadamente. Y si este enigma no puede resolverse antes del 29 de marzo, Gran Bretaña se quedará sin ningún acuerdo.

Para evitar esa catástrofe, la prioridad debe ser pedirle a la UE más tiempo. Pero incluso con el reloj de su lado, parece improbable que los parlamentarios estén de acuerdo con una solución para el gran acertijo de Brexit: ¿qué términos de salida, si los hay, satisfacen realmente la voluntad de la gente? Con cada semana en que los parlamentarios no responden a esta pregunta, se hace más claro que las personas deben decidir, en un segundo referéndum.

La derrota de esta semana fue el resultado de dos años de mal juicio político. El referéndum de 2016 fue ganado por solo 52% a 48%. Sin embargo, en lugar de consultar al lado derrotado, May siguió un Brexit de línea dura, redactado apresuradamente con un puñado de asesores y calibrada para complacer a su Partido Conservador. Después de que perdió su mayoría en 2017, la necesidad de construir un consenso se hizo aún más clara, pero se dobló. Incluso después de que el Parlamento estableció su derecho a votar sobre el acuerdo final, ella no cedió, en su lugar intentó (y fracasó) frustrar la votación del Parlamento al retrasar el reloj. La tenacidad que le ha ganado a muchos admiradores ahora parece una cabeza de cerdo. La promesa de la primera ministra después de la aplastante derrota de esta semana para trabajar con los parlamentarios de la oposición llega dos años tarde.

Pero la crisis no se trata solo de un liderazgo pobre. El Brexit ha expuesto dos problemas más profundos.

  • Uno tiene que ver con las dificultades que enfrentará cualquier país que intente “recuperar el control”, como lo expresó la campaña para salir de la UE, en un mundo globalizado e interconectado. Si retira el derecho de establecer sus propias reglas y estándares, por definición será más difícil hacer negocios con países que utilizan diferentes reglas. Si quiere comerciar, probablemente terminará siguiendo las reglas de un socio más poderoso, que para Gran Bretaña significa la UE o Estados Unidos, solo que sin una palabra para establecerlos. Por lo tanto, el Brexit equivale a recuperar el control en un sentido literal, pero perder el control en un sentido significativo. Los partidarios tienen razón al decir que la UE es un lugar cada vez menos atractivo, con sus populistas italianos, gilets jaunes franceses, el tartamudeo de la economía alemana y los súper burócratas de Claret en Bruselas. Pero no podían estar más equivocados al juzgar que la ominosa dirección de viaje de la UE hace que sea inteligente que Gran Bretaña abandone su asiento allí.
  • El segundo problema esencial que ha expuesto Brexit se refiere a la democracia. Gran Bretaña tiene una larga historia de democracia representativa, en la que los votantes eligen a los parlamentarios para que tomen decisiones en su nombre. El referéndum de 2016 fue un caso raro de la democracia directa, cuando el público decidió sobre una cuestión de política. La crisis de hoy ha sido causada por los dos enfrentamientos entre sí. El referéndum dio una orden clara y legítima de abandonar la UE. Ignorarlo sería subvertir la voluntad del pueblo. Sin embargo, los representantes del pueblo en el Parlamento han emitido un juicio igualmente claro y legítimo de que el trato de Brexit de May no está en los intereses de sus electores. Al margen de los parlamentarios, como ha intentado hacer May, no sería menos una perversión de la democracia.

La primera ministra ha ejercido presión moral sobre los parlamentarios para respaldar el acuerdo de todos modos, argumentando que incluso si no les gusta mucho, es por lo que votaron sus electores. No es tan simple. El acuerdo de May no es tan malo como lo dicen algunos de sus críticos, pero está lejos de lo que se prometió en 2016. La expulsión del mercado único, el declive de industrias que van desde las finanzas hasta la fabricación de automóviles, la desestabilización de Irlanda del Norte y una salida de una factura de unos $ 50 mil millones: nada de esto fue anunciado en la campaña. Los votantes pueden estar completamente contentos con este resultado (las encuestas de opinión sugieren lo contrario). Pero no hay nada que diga que la votación para irse deba implicar el apoyo a la versión particular de la salida de May. Es por eso que todas las partes pueden afirmar que representan la voluntad “real” de la gente. Si los parlamentarios respaldan un acuerdo que juzguen perjudicial por respeto a un referéndum anterior que emitió una instrucción vaga no sería una democracia representativa ni una democracia directa, sino una que causaría una mala impresión de la otra.

El primer paso para salir de este lío es detener el reloj. Debido a que el acuerdo de May está muerto y no se puede arreglar uno nuevo en las diez semanas restantes, la prioridad debe ser evitar el 29 de marzo sin un acuerdo, lo que sería malo para toda Europa y potencialmente desastroso para Gran Bretaña. Si May no solicita una extensión, el Parlamento debería votar para otorgarse a si mismo el poder para hacerlo. Esta medida desesperada pondría fin a una larga convención en la que los negocios del gobierno tienen prioridad sobre los parlamentarios. Pero si la primera ministra se queda en el camino sin acuerdo, los parlamentarios tienen el deber de apoderarse del timón.

Con más tiempo, quizás se pueda encontrar un acuerdo en el que tanto el Parlamento como la UE puedan ponerse de acuerdo. Ya sea una unión aduanera permanente o un modelo de estilo noruego (que este periódico aprobó hace un año como la versión menos mala de Brexit) podría lograrse. Pero ambos exigirían compromisos, como el hecho de que Gran Bretaña renuncie al derecho de firmar sus propios acuerdos comerciales o mantener la libre circulación, que contradigan algunas promesas de la campaña de salir de la UE.

Es por eso que el camino hacia cualquier acuerdo, ya sea de May o uno renovado, debe involucrar a los votantes. El hecho de que Brexit requiere dar y recibir significa que ninguna forma de salida se parecerá al prospecto que el público fue vendido imprudentemente en 2016. Puede ser que los votantes acepten una de estas compensaciones. Pero la voluntad de la gente es demasiado importante para ser simplemente adivinada por los peleadores parlamentarios. La incapacidad del Parlamento para definir y ponerse de acuerdo sobre lo que realmente quiere el resto del país hace que sea más claro que nunca que la única forma práctica y basada en los principios es volver al pueblo y preguntar.

Lampadia




Cuando la clase dirigente defrauda en su hora más fina

El Reino Unido ha tenido siempre una clase dirigente presente en la conducción de sus gobiernos, y nos ha dado ejemplos de liderazgo extraordinarios, empezando por el portentoso liderazgo de Winston Churchill, que supo resistir la soledad de sus propósitos (los ataques más severos) para terminar imponiendo su criterio sobre la necesidad de enfrentar a Hitler. A ese extraordinario momento de su vida, en el que supo estar a la altura de las circunstancias y más allá, a esa ‘hora más oscura’ que supo tornar en su ‘hora más fina’ le debemos, todos los ciudadanos de occidente, el haber podido vivir en libertad durante los últimos 70 años.

Pero hoy, el Reino Unido, está en otra. Está en el medio de una crisis auto-infligida, justamente, por la debilidad de sus líderes actuales.

Crisis en la política de Gran Bretaña

Faltan tan solo ocho meses para que el Reino Unido abandone oficialmente la UE, tras la elección del Brexit en el 2016, y la incertidumbre es increíblemente alta. Los británicos están en un escenario de altísima incertidumbre.

Las posibilidades de que las conversaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea lleguen a un acuerdo son cada vez menores. A pesar de que el tiempo se está agotando, sus argumentos continúan siendo muy distantes. Theresa May ha publicado su último plan de compromiso y ve poco espacio para nuevas concesiones. Michel Barnier, el principal negociador de la UE, también tiene poco espacio para maniobrar. Quizás algún acuerdo de última hora sea acordado por el Consejo de Ministros a finales de este año; pero aumentan los riesgos de que no lo haga.

Se ha desatado una gran lucha política en el gobierno del Reino Unido sobre Brexit y podría ser el fin de la primera ministra Theresa May. Tres miembros del gabinete de May, el canciller Boris Johnson, el ministro del Brexit David Davis y el ministro del Departamento para la salida de la UE, Steve Baker, renunciaron al gobierno en protesta por el manejo de las negociaciones con la Unión Europea por parte de May.

¿Qué paso? May llegó al poder poco después del voto en pro del Brexit, prometiendo ser una mano firme en las negociaciones. Ofreció un ‘Brexit duro’ e incluso trajo a los políticos pro-Brexit a su gobierno, incluidos Johnson, Baker y Davis.

Desde el principio May ha destacado por su debilidad y falta de instinto político. Por ejemplo, cuando los conservadores gozaban de una cómoda mayoría, decidió llamar a elecciones, perdiendo la mayoría y teniendo que organizar alianzas inestables que solo le permiten sobrevivir, una y otra vez, a las sucesivas crisis que tiene que enfrentar.

Todos los análisis serios sobre las consecuencias del Brexit, muestran que Gran Bretaña tendrá que asumir tremendos costos económicos y sociales. A pesar de la inclinación de May y su equipo-Brexit, con el tiempo, May fue dando muestras de aceptar un “Brexit suave”. Ese es el apodo de un modelo que afirma que no pertenece a la UE, pero aún tiene acceso al mercado único europeo. Para seguir ese modelo, el Reino Unido debe permitir principalmente el libre flujo de bienes, servicios, dinero y personas. O sea, ser, pero no ser parte de la unión. Todo con tal de no reconocer el error.

Esto no es una opción para los activistas pro-Brexit, que prefiere un “Brexit duro”, en el que supuestamente GB se ahorraría los aportes a la unión y podría restringir la inmigración.

El gabinete de May está profundamente dividido entre esos dos bandos, y se le está acabando el tiempo para presentar sus términos a la UE. En junio, después de una reunión de 12 horas, May surgió con un plan acordado por el grupo: el Reino Unido buscaría un “área de libre comercio” con la UE para bienes industriales y agrícolas, preservando su acceso a los mercados de la UE y gobernado por un “Libro de reglas común”.

Pero no hubo consenso: para Johnson y otros pro Brexit duro, el plan era demasiado suave. Entonces renunciaron en protesta. Ahora, todo el partido de May está en crisis, y algunos miembros amenazan con desafiar su liderazgo si ella no cambia de rumbo.

¿Qué sucederá?

No queda claro qué sucederá, sin embargo, existen varias opciones. Una opción es que el Reino Unido decida que no pagará la “tarifa de divorcio” de alrededor de € 50 mil millones que acordó en diciembre pasado como parte de un acuerdo de retiro. Sin dicho acuerdo, la UE afirma que no habrá una “fase de implementación”. Como resultado, el próximo año, el comercio del RU con la UE estaría sujeto a aranceles y controles fronterizos. Sin duda, se harán tratos a lo largo del tiempo para solucionar el desorden y se encontrarán formas de reactivar el comercio, pero la disrupción sería enorme y es poco probable que la economía se recupere por completo durante muchos años.

Otra opción es que el Reino Unido abandone la UE con un acuerdo de mantener, por el momento, el status quo en términos de intercambio y todos los demás arreglos diarios. En otras palabras, la “fase de implementación” seguiría adelante incluso en ausencia de un acuerdo de retirada total, y el Reino Unido cumpliría con su acuerdo de pagar a la UE mientras se realizan nuevos intentos para negociar una relación a largo plazo.

Esto parece políticamente tentador, pero no es tan fácil como parece. ¿Qué pasa si no se llega a un acuerdo el próximo año o el año siguiente? ¿Se volverá permanente este arreglo a corto plazo, al igual que la relación de Noruega con la UE, diseñada para durar unos pocos meses en 1994, pero que todavía está en vigor?

Otra alternativa es que el Reino Unido decida permanecer en la UE después de todo. El gobierno retira su carta notificando a la UE su decisión de abandonar la UE, pero se necesitaría un nuevo referéndum en el Reino Unido y el gobierno de Theresa May se opone. Las encuestas recientes indican que un nuevo referéndum, diseñado para poner fin a una profunda crisis política interna, daría como resultado una votación para permanecer en la UE, después de todo.

¿Cuál de estos cuatro escenarios es más probable?

Nadie puede estar seguro. Hay problemas con cada uno de ellos: financieros, legales y políticos. Cada uno tendrá sus seguidores y sus críticos. Solo una cosa es segura: si no hay un acuerdo entre el Reino Unido y la UE, Gran Bretaña tendrá que sufrir grave problema.

Lo único seguro es que GB ha olvidado los ejemplos de liderazgo de Churchill, Thatcher y Blair, tiene a la persona menos indicada en el gobierno: un partido conservador sin una clara identidad, un partido laborista regresivo a las políticas que los llevaron a sufrir el ‘winter of discontent’ (la crisis que llevó a Thatcher y el liberalismo británico al poder en 1979) y, por lo tanto, un liderazgo débil que no permite ver el camino por delante. Lampadia