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La amenaza populista

La amenaza populista

Gonzalo Prialé
Presidente de IIG
Para Lampadia

El Congreso casi unánimemente, sin mayor análisis ni debate previo, acordó modificar cinco artículos de la Constitución, en primera legislatura. Se eliminaría así la inmunidad del presidente, los ministros, miembros del TC, jueces y fiscales supremos, y otros altos funcionarios. De ratificarse esto en la próxima legislatura, el país será una olla de grillos ingobernable.

Veamos cómo la sociedad civil ha reaccionado ante esto.

El Consejo de Estado invocó al Ejecutivo y Legislativo a una mayor reflexión y al diálogo constructivo. La invocación es muy oportuna. En dicho Consejo está el presidente del Congreso, pero él no puede decidir por el pleno. No obstante, ha ofrecido pedir al presidente de la Comisión de Constitución del Congreso que haga analizar y debatir ampliamente la propuesta, para mejorarla y fortalecerla. Suena razonable, si llega a darse y se corrige, no si se maquilla.

Hasta ahora, sin embargo, el Congreso lejos de retroceder varias propuestas económicas populistas bastante criticadas, viene aprobándolas velozmente, sin tomar en cuenta críticas ni sugerencias. Ojalá esta vez sea distinto, aunque los antecedentes recientes no generan optimismo al respecto.

Otros líderes de opinión dicen que es poco lo que se puede esperar de los congresistas en trance populista, y sugieren que mejor sería dialogar con los líderes de los partidos representados en el Congreso.

Habría escasas posibilidades de lograr algún efecto por esta vía. Acción Popular es un grupo político de raigambre populista en sus orígenes, con su liderazgo en disputa, donde los parlamentarios hacen lo que quieren. Otras agrupaciones son individuos nucleados por intereses personales, bajo un liderazgo con dinero para mantener la maquinaria partidaria. El Partido Morado generalmente vota dividido: una parte apoya las leyes populistas que le ponen por delante, y la otra usualmente se abstiene. Otros grupos en el Congreso son extremistas poco dialogantes.

Otra de las salidas que se acostumbra proponer, ante encrucijadas como la que atraviesa el país, es un Acuerdo Nacional. En abril, para encarar el drama de la pandemia, se propuso un acuerdo nacional entre los tres niveles de gobierno, los partidos, las organizaciones sociales, la empresa y la academia, para refundar al Perú del Bicentenario. Esto no progresó, que se sepa.

El problema actual es que el Ejecutivo está desbordado por la pandemia y su capacidad de gestión y de concertación es cercana a cero. Los partidos en el Congreso están dedicados a destruir las bases institucionales y el equilibrio fiscal y han abortado la reforma política. Cuando los gremios empresariales opinan, pasan desapercibidos. Y aunque la informalidad es la principal fuerza social en el país, no existen organizaciones sociales que las representen. En este contexto, pese a sus buenas intenciones, parecería improbable o inviable alcanzar algún acuerdo nacional significativo y trascendental.

El enfrentamiento ejecutivo-legislativo sirve de cortina de humo para que la gente se olvide por un momento de la crisis sanitaria y la parálisis económica. Ojalá que pase pronto su efecto distractor, porque la economía y la salud no perdonan el descuido.

La crisis política en curso se yuxtapone a la serie de leyes disruptivas aprobadas por el Congreso sobre no cobro de peajes, la asignación de 6 % del presupuesto a Educación, normas en ciernes como la congelación de obligaciones con las entidades financieras, la devolución de aportes a la ONP, la eliminación de la renta básica en telefonía y más proyectos por el estilo.  El Congreso está en modo de cambio de modelo, pero no necesariamente cambiando el capítulo económico, sino erosionando el equilibrio fiscal, y diezmando el equilibrio económico-financiero de bancos, empresas privadas y concesionarios de infraestructura.

El Congreso escudado en la pandemia, parece decidido a conducir al país a la ingobernabilidad y al caos económico, imponiendo la irresponsabilidad fiscal.  Imagínense si, más adelante, la economía comenzara a recuperarse y se estrellase con la debacle generada por el Congreso y sus leyes populistas y clientelistas. Leyes que usualmente son difíciles de corregir o retroceder, aunque la situación que las originó hubiese cambiado.

¿Se puede ser optimista?  Empecemos por reconocer la realidad. El optimismo no se infunde, tiene que surgir de las evidencias, de los hechos y de la corrección de los errores cometidos.

Empecemos por aceptar que con los mismos ingredientes -los mismos ministros, y el mismo manejo estatista de la salud y la economía en la pandemia- es iluso esperar resultados diferentes.  Tampoco se trata de reemplazar algunos ministros por otros parecidos y continuar con las políticas que no han dado resultado. Lampadia




Escenarios próximos del coronavirus

Escenarios próximos del coronavirus

Líneas abajo compartimos la presentación del Centro Wiñaq sobre un importante análisis de escenarios políticos, sociales y económicos, con respecto a la crisis del coronavirus.

Ellos han identificado tres escenarios en función de dos ejes, la profundización de la epidemia y la efectividad de las medidas del gobierno.

La siguiente lámina resume los cambios principales que se darían en los tres escenarios:

Consideramos que es muy importante reflexionar sobre este análisis, puesto que el devenir de los acontecimientos depende en buena medida de nuestras acciones.

Hasta el día de hoy todas las reacciones se han focalizado en el espacio de gobierno, pero creemos que la situación amerita un mayor involucramiento de la sociedad civil, y especialmente del estamento empresarial, que más allá de las importantes contribuciones monetarias que está haciendo, debe contribuir con un profundo análisis de propuestas de acción. No solo tenemos que salvar una profunda crisis sanitaria, también tenemos que evitar un colapso social producto de la parálisis económica que hemos debido crear.

Veamos la presentación del Centro Wiñaq:

https://bit.ly/2UO8j5H

Lampadia




América Latina: La carrera para ver quién pierde más

América Latina: La carrera para ver quién pierde más

Muchos calificaron al decenio pasado como la década de América Latina. Efectivamente, en los 90 la región ajustó sus economías para pagar los errores de las décadas pasadas que generaron: parálisis económica, alta inflación, déficits fiscales, populismos desbocados, grandes deudas públicas, etc. En el nuevo siglo, en que tuvimos muy buenos precios de los commodities, abundante inversión, financiamiento internacional y bajas tasas de interés, la región estaba preparada para cosechar.

Sin dudas, el país que mejor aprovechó las oportunidades de la primera década del presente siglo fue el Perú al consolidar su exitoso modelo de libre mercado. Gracias a él tuvimos el mayor crecimiento económico de la región, una acelerada reducción de la pobreza y la disminución de la desigualdad, entre otros muchos desarrollos sociales y económicos (ver en Lampadia (L): Las Cifras de la Prosperidad.

También, se manejaron adecuadamente Chile y Colombia con economías de mercado, así como México y Brasil. Estos últimos apuntalaron sus inmensas economías congrandes programas sociales de reparto. Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, los países del Alba, también pudieron beneficiarse inicialmente, del aumento del precio de los commodities, pero sus políticas híper populistas, especialmente las de Argentina y Venezuela, a pesar de los precios de sus exportaciones  terminaron por hundirlos en la miseria.

Hacia la segunda década del siglo, pareciera que la región pierde la fe en sus propias capacidades y la línea de la prosperidad. Esta situación estaría gatillada por una serie de eventos internos, los cuáles se amparan  en la disculpa del cambio de condiciones de la economía internacional, como la baja del precio de los commodities, la crisis europea, la ralentización del crecimiento chino y la disminución y encarecimiento de los flujos financieros internacionales.

Brasil se desploma víctima de una visión pro Estado que les hizo creer que la plata iba a seguir cayendo del cielo (boom de commodities) y que no necesitaban promover una economía dinámica y competitiva basada en el mercado. Esto acompañado por una feria de corrupción generada por el exceso de poder político del partido de Lula y Rousseff (irónicamente llamado ¡de los trabajadores!). México, con Peña Nieto, inaugura un ambicioso programa de reformas que permitían esperar grandes resultados. Lamentablemente, el asesinato de 43 estudiantes, el pobre manejo del tema por parte del Presidente y las acusaciones de corrupción, han puesto a las reformas en segunda fila.

A Colombia la fue muy bien con Uribe y Santos, especialmente los últimos años, pero el precio del petróleo desacelerará su crecimiento. Lo mismo le pasará a Ecuador, pero agravado por el abusivo ejercicio del poder de su Presidente, Rafael Correa.

Chile, el país más inteligente de la región, según el historiador británico, Niall Ferguson, “está ejerciendo su derecho a ser estúpido”. Efectivamente, después de dos décadas de exitosos gobiernos de la Concertación izquierdista y del interregno de la derecha con Piñera, elige un segundo gobierno de la Presidenta  Bachelet quien parece empeñada en seguirla ruta inversa de Alan García en el Perú. Ella tuvo un primer gobierno, que si bien debilitó la economía del país, no la sacó del carril de la economía de mercado. Ahora, en cambio, aprovechando las protestas estudiantiles (que empezaron en su primer gobierno, y que con Piñera dejaron un tufo de desencanto que no supo contrarrestar), se alía con el partido comunista donde milita la carismática líder estudiantil, Camila Vallejo, ha decidido “refundar el país” sacándolo de la economía de mercado para llevarlo a un socialismo trasnochado. Ver comentarios al respecto en Lampadia: Des (Grecia) y reflexiones para el Perú y Dos nuevas repúblicas, del chileno Gonzalo Rojas.

En cuanto a Venezuela y Argentina, ya casi no hay nada que agregar, sus regímenes están “in artículo mortis” después de colapsar a sus países económica, social y políticamente. Por si fuera poco, ambos tienen niveles de corrupción insostenibles.

El caso del Perú es parecido al de Chile. Nunca habíamos tenido un ciclo virtuoso como el de la primera década del siglo, pero elegimos un gobierno que negaba todos los avances y proponía un programa chavista. Sin embargo, para acceder al poder tuvo que entrar, sin convicción, por el aro de la “hoja de ruta”. Lamentablemente, así como se dice que la comunicación del ser humano es en un 80% corporal y gestual, así también, el gobierno del Presidente Ollanta Humala comunicó con gestos y actitudes a inversionistas y funcionarios públicos sus sentimientos anti inversión privada y sus anhelos pro Estado populachero y nacionalista (en el mal sentido de la palabra), con su mirada más provinciana que global.

Ya hemos comentado como se detuvo nuestro más espectacular ciclo virtuoso. Desgraciadamente, la cosa no termina con la frenada de la economía y su negativo impacto social, a esto hay que sumarle el desbarajuste político que está terminando de destruir la confianza de peruanos y extranjeros en la recuperación de nuestra economía. Ver al respecto en (L): Cese del fuego de Jaime de Althaus y El político sin convicción del Perú, de The Economist.

Por más agua que haya pasado debajo del puente, todavía estamos a tiempo de “enmendar entuertos”. Señor Presidente de la República, líderes políticos de los partidos más representativos: ¡Prométannos que después del Carnaval, tendremos Pascua de Resurrección! Lampadia