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África: El león sigue en movimiento

África está sigue creciendo, más que el resto del mundo pero menos que en los años del boom de commodities. Buena parte del África sigue progresando y su crecimiento económico se debe en gran medida a su bono demográfico, al ritmo de urbanización y a la aplicación de tecnologías (de telecomunicaciones por ejemplo), así como al crecimiento de la inversión. Entre sus reformas se encuentra la creciente adopción del libre mercado, una mayor industrialización y a la mejora en infraestructuras.

 Según un informe de McKinsey Global Institute: ‘Leones en movimiento: el progreso y potencial de las economías africanas’ el PBI total de África será de US$ 2.6 millones de millones al 2020. El informe también dice que el “consumo se proyecta en alrededor de US$ 2 millones de millones al 2025”.

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De acuerdo con el McKinsey Global Institute, durante los últimos veinte años, el centro de la economía mundial se ha ido desplazando desde los países desarrollados a los países en desarrollo. África subsahariana, en particular, es un caso notable de ello. En el año 2015 el PBI del África subsahariana creció en 4.5%, lo que la vuelve la zona de mayor crecimiento económico en el mundo, superando el crecimiento anual promedio de la región de Asia de 4.3%.

África es la fuente más grande de materias primas del mundo. Eso por sí solo pone a África a la vanguardia en términos de perspectivas de crecimiento futuro. Sin embargo, también depende de varias variantes como el avance tecnológico, la burocracia, la corrupción, la falta de cualificación y la seguridad y el entorno normativo.

A pesar de los desafíos que enfrentan los países africanos (entre ellos la pobreza generalizada, las altas tasas de enfermedades infecciosas y la brecha de infraestructuras básicas  como carreteras, servicio eléctrico fiable y agua potable) las tendencias económicas y demográficas apuntan al continente como un mercado potencial lucrativo.

La tendencia de adopción de tecnología más importante en África actualmente (y la que está teniendo el mayor impacto en la vida cotidiana de las personas) es el aumento de los Smartphone. África ha tenido la acogida más rápida de móviles en el mundo. En los próximos 5 años, más de 900 millones de personas tendrán un teléfono móvil, y algunos estiman que la penetración podría alcanzar al 80% de la población, según la GSMA (La Asociación GSM es una organización de operadores móviles y compañías relacionadas, dedicada al apoyo de la normalización, la implementación y promoción del sistema de telefonía móvil GSM). Si consideramos que sólo el 1% poseía un móvil en el año 2000, la tasa de crecimiento es más que sorprendente.

En África, más que en ninguna otra parte del mundo, la tecnología está mejorando la vida de las personas, especialmente mediante los servicios y las aplicaciones móviles. Con infraestructuras de telefonía de línea fija mínimas (casi imposibles por sus costos de inversión), el continente le ha dado la bienvenida a la oportunidad de saltar de ‘cero comunicaciones’ a ser un líder mundial en el desarrollo y la prestación de servicios móviles. Ver en Lampadia: El desarrollo y la revolución tecnológica en África.

Sin embargo el África sigue concentrando la mayor parte de la pobreza, solo el 25% de la población tiene acceso a la electricidad, la tecnología que marca la frontera entre la Edad Media y la modernidad. Ver en Lampadia: La dignidad de la humanidad se juega en el África.

Para superar esta reducción de la pobreza y desarrollar el potencial de África, se necesitan mantener las políticas de libre comercio, los flujos de inversión internacionales, recuperar un mejor ritmo de crecimiento económico y seguir llevando las nuevas tecnologías a los países más pobres. 

Lampadia

3 razones por las que las cosas se ven mejor para las economías africanas

Dominic Barton

Global Managing Director, McKinsey

Acha Leke, Director, McKinsey

5 de mayo, 2016

Traducido y glosado por Lampadia

En 2010, el McKinsey Global Institute (MGI) describió el progreso y potencial de las economías africanas como ‘leones en movimiento’. Hoy en día, a pesar de la caída de los precios de las materias primas a nivel mundial y las crisis políticas que han frenado el crecimiento en el norte de África, los ‘leones económicos’ de África se siguen moviendo hacia adelante.

En general, el continente alcanzó un crecimiento promedio anual del PBI real de 5.4% entre 2000 y 2010, aumentando US$ 78 mil millones anuales al PBI (en precios de 2015). Pero el crecimiento se redujo a 3.3%, o US$ 69 mil millones al año entre 2010 y 2015. ¿Se le ha acabado el brillo a la historia de crecimiento de África? Una nueva investigación de MGI (que será publicada en su totalidad en octubre) llega a la conclusión de que la respuesta es no, pero está claro que la historia del crecimiento del continente se ha convertido en una más matizada

Condiciones exigentes

Desde 2010, la desaceleración del crecimiento de África se ha concentrado en dos grupos de economías: exportadoras de petróleo y los países del norte, que continúan con la reconstrucción después de las convulsiones políticas de la Primavera Árabe. Las economías de Egipto, Libia y Túnez no crecieron en lo absoluto entre 2010 y 2015, un marcado contraste con su crecimiento anual promedio de 4.8% en la década anterior. La tasa de crecimiento entre los países exportadores de petróleo como Argelia, Angola, Nigeria y Sudán cayó bruscamente a 4% del 7.1%. El crecimiento de la productividad también se redujo en estos dos grupos de economías. La tasa anual de crecimiento de la productividad en los países de la primavera árabe se redujo de 1.7% a 0.6%; y en los países exportadores de petróleo de África de 2.6% a 0.4%.

A pesar de este deterioro en el desempeño de las principales economías, el resto de África fue capaz de mantener tasas estables de crecimiento del PBI y productividad en los últimos cinco años. El PBI real creció a una tasa anual del 4.4% al año, prácticamente el mismo que durante los años 2005 a 2010. La productividad creció a una tasa anual compuesta de 1.7% en el mismo período, parecido al 1.6% entre 2000 y 2010. 

La capacidad de recuperación de gran parte de África a pesar de las desafiantes condiciones refleja la continua diversificación en muchas de las economías del continente. Entre 2010 y 2014, los servicios generaron el 48% del crecimiento del PBI de África, por encima del 44% en la década anterior. El crecimiento en el sector manufacturero de África ha sido bajo en un 4.3% al año entre 2010 y 2014, pero los servicios públicos y la construcción han logrado una expansión significativa para asegurar que la industria genere alrededor del 23% del crecimiento de África, por encima del 17% en la década anterior. Los recursos, por su lado, hicieron una contribución negativa al crecimiento, de tan solo 4% entre 2010 y 2014, en comparación con una contribución directa positiva de 12% en la década anterior.

Tres tendencias para el futuro de África

A largo plazo, es probable que estas tres poderosas tendencias positivas sostengan el crecimiento de África.

En primer lugar, el continente tiene una población joven con una creciente fuerza de trabajo – un activo muy valioso en un mundo que envejece.

En segundo lugar, África se sigue urbanizando y gran parte del beneficio económico queda por delante. La productividad en las ciudades es tres veces más alta que en las zonas rurales y, durante la próxima década, un adicional de 187 millones de africanos vivirán en ciudades, según las Naciones Unidas.

En tercer lugar, las economías africanas también están bien posicionadas para beneficiarse de la rápida aceleración de los cambios tecnológicos que podrán desbloquear el crecimiento y dejar atrás las limitaciones y los costos de la infraestructura física en áreas importantes de la vida económica. África del Este ya es un líder mundial en pagos móviles.

Un continuo aumento de la inversión en infraestructura es reforzar las perspectivas positivas de crecimiento. El gasto en infraestructura se ha duplicado en los últimos diez años, y ahora se sitúa en el 3.5% del PBI.

No todo va ‘viento en popa’

Los inversores extranjeros se han percatado de estos fundamentos positivos. La inversión extranjera directa alcanzó los US$ 73,000 millones en 2014, frente a los US$ 14,000 millones en 2004. África es hoy el hogar de 700 grandes – y cada vez más panafricanas – empresas que obtienen unos ingresos de más de US$ 500 millones.

A pesar del continuo potencial de las economías africanas, los responsables políticos, sin duda, tendrán que afrontar retos importantes. A medida que el precio del petróleo y otras materias primas continúan cayendo, las finanzas de África se deterioran: el continente tuvo un déficit presupuestario promedio de más de 6.9% del PBI en 2015, comparado con el 3.3% del PBI cinco años antes. La inestabilidad política también es más frecuente. El número de incidentes violentos contabilizados por el Programa de Datos sobre Conflictos de Uppsala ha pasado de 858 en 2010 a 2022 en 2014.

Los desafíos en algunas partes de la región se han hecho sentir. Hace cinco años, la mayor parte de África estaba en auge – 25 de las 30 principales economías habían acelerado su crecimiento en comparación a la década anterior. En 2016, sin embargo, el número de países cuyo crecimiento fue similar o acelerado se ha reducido a la mitad.

Un panorama mixto

Este panorama mixto significa que las empresas y los inversionistas están evaluando la potencial necesidad de que África sea mucho más específica sobre el crecimiento y estabilidad de los países individuales. Hemos medido tres aspectos de la estabilidad macroeconómica: la estabilidad, la diversificación económica y la estabilidad política y social. De este análisis surgen tres grupos distintos de países.

Alrededor de una quinta parte del PBI de África proviene de un conjunto de países que llamamos estrellas de crecimiento, con altas tasas de crecimiento y una alta puntuación en la estabilidad. Estos países, entre ellos Costa de Marfil, Etiopía, Kenia, Marruecos y Ruanda, no dependen de los recursos para el crecimiento, están reformando activamente sus economías, y están aumentando la competitividad. Un segundo grupo de países, los crecientes inestables, representan el 43% del PBI de África, han experimentado altas tasas de crecimiento en los últimos cinco años pero menores puntajes en la estabilidad. Este grupo incluye países como Angola, la República Democrática del Congo, Nigeria y Zambia, todos los cuales tienen un claro potencial, pero necesitan diversificar sus economías lejos de los recursos, para mejorar su seguridad, o estabilizar sus macroeconomías. Por último, están los lentos productores que representan el 38% del PBI en 2015; este grupo incluye a Sudáfrica, Madagascar y los tres principales países del norte de África que participan en la Primavera Árabe – Egipto, Libia y Túnez. 

El camino adelante

El imperativo actual es para los políticos y las empresas trabajar en conjunto para acelerar las reformas económicas y fortalecer los fundamentos que sostienen el crecimiento. Una de las prioridades será la de diversificar las exportaciones y fuentes de ingresos nacionales para eliminar la volatilidad que surge cuando los precios de los recursos cambian dramáticamente.

Esto requerirá que los países aumenten las provisiones para las pensiones, amplíen el acceso a los servicios bancarios y financieros, y profundicen sus mercados de capitales. Las otras tres áreas vitales para el crecimiento que también merecen atención son la mejora de los sistemas educativos para desarrollar las habilidades necesarias ahora y en el futuro, los esfuerzos de integración regional para desbloquear la fabricación y el comercio regionales, y la mejora de la infraestructura física y digital de África.

La turbulencia – tanto económica como política – en algunas partes del continente en los últimos años ha sido, sin duda, un shock, pero no ha descarrilado la historia de crecimiento de África. El FMI todavía prevé que África será la región de segundo mayor crecimiento en el mundo entre 2016 y 2020 con un crecimiento anual del 4.3%. Lo que los últimos cinco años han demostrado, sin embargo, es que los leones económicos de África necesitan mejorar su condición física con el fin de aprovechar al máximo su potencial y continuar su marcha hacia la prosperidad.

Lampadia




El desarrollo institucional de las empresas extractivas

El desarrollo institucional de las empresas extractivas

Como todos sabemos la actividad minera y las empresas extractivas vienen siendo sujeto de un proceso de cuestionamiento que ha descarrilado las políticas públicas que permitieron su desarrollo y su consiguiente aporte (múltiple) a la mejora de nuestros indicadores económicos y sociales durante los últimos 25 años. Por ejemplo, las regulaciones con las que se impulsó el crecimiento del sector minero en los años 90 han sido multiplicadas, literalmente, por 100. Otro ejemplo, ningún gobierno estableció, en la conciencia de la opinión pública, las relaciones causa-efecto entre las operaciones extractivas y el canon con que se multiplicaron los recursos de las regiones. Tan es así, que en algún momento, poblaciones vinculadas al sector minero marcharon coreando: “Canon sí, minería no”.

Las empresas extractivas, en todo el mundo y en el Perú, se han caracterizado por enfoques de gestión de un corte ingenieril. Esto no ha impedido que hagan los mayores esfuerzos por desarrollar operaciones que respeten el ambiente y las relaciones con los pueblos y comunidades de sus áreas de influencia. Estas empresas gastan cientos de millones de dólares durante décadas para evaluar y entender los aspectos geológicos y técnicos del desarrollo de sus proyectos y también en temas ambientales y sociales, pero no han sido capaces de desarrollar una visión igualmente sofisticada sobre los factores políticos, sociales y económicos que dan forma a los países en los que operan.

Esto tiene que cambiar. Obtener y conservar el acceso a los recursos naturales a largo plazo es uno de los aspectos más críticos para las empresas extractivas. Por esta razón, en Lampadia recogemos en este análisis las medidas más importantes sugeridas en el informe de McKinsey Global Institute (MGI) titulado “Invirtiendo la maldición: Maximizando el potencial de las economías impulsadas por los recursos“. Medidas que debieran tomar las empresas extractivas para lograr una mejor inserción en el imaginario social de los países donde operan. (La semana pasada hicimos un primer análisis más general de dicho informe, ver: Aprovechando la bendición de los recursos naturales).

Desarrollar un entendimiento detallado del contexto del país

Según McKinsey, los ejecutivos de las empresas extractivas necesitan entender completamente las diez dimensiones más importantes que determinan la naturaleza de los países en que operan. Éstas varían de país en país y el entendimiento de cada caso es esencial para que adapten sus enfoques empresariales. Ver el detalle en el siguiente cuadro:

Una dimensión importante es el tamaño del país. En los países con poblaciones relativamente pequeñas, la industria extractiva puede ser mucho más importante para el desarrollo económico que en los países más grandes que son propensos a tener una economía más diversa y mercados internos más grandes. Como resultado, es probable que en los gobiernos de los países más pequeños, la industria extractiva sea objeto de un escrutinio mucho más detallado.

Otro aspecto importante es el grado de desarrollo económico de un país. Los gobiernos de los países con economías menos desarrolladas tienen más probabilidades de depender de los ingresos procedentes de la extracción de recursos. Probablemente también dependan de las empresas privadas desempeñen funciones más amplias dentro de la economía, como prestar servicios sociales a la comunidad o desarrollar las infraestructuras. Las empresas también pueden enfrentarse a un imperativo más fuerte para contribuir a un mayor desarrollo económico.

Evaluar rigurosamente las contribuciones actuales de la empresa y compararlas con las expectativas

Las empresas necesitan mejorar su comprensión del impacto de sus actividades y cómo podrían responder más eficazmente a las expectativas de los países anfitriones. La mayoría de las empresas extractivas hacen contribuciones sustanciales a los países en los que operan, ya sea una importante contribución fiscal, dividendos y obligaciones patrimoniales.

Pero no solo contribuyen de esta manera. También lo hacen mediante la creación de empleo y el desarrollo de habilidades de los empleados a través del desarrollo de sus propias fuerzas de trabajo y las cadenas de suministro, así como a través del desarrollo industrial, producto de encadenamientos sectoriales muy importantes, como ha sido en el Perú. Invierten en infraestructuras y en la creación de beneficios sociales más amplios. Sus actividades pueden beneficiar a las comunidades locales a través de contribuciones en las áreas de salud, educación, seguridad, rehabilitación ambiental y la sostenibilidad económica. Y, por último, pueden desempeñar un papel importante para minimizar la contaminación del aire, la tierra y el agua, así como en la conservación de la biodiversidad.

En contra de lo afirmado por los grupos anti extractivistas, la mayoría de las empresas consideran todas estas áreas. Sin embargo, una encuesta que realizó McKinsey a 22 líderes de algunas de las compañías mineras más grandes del mundo muestra algo interesante: “Cuando se le preguntó cómo pensaban que los representantes del gobierno enumerarían en orden de importancia las diferentes áreas de desarrollo social y económico, la inversión en infraestructuras fue vista como una de las áreas más importantes. Sin embargo, las infraestructuras también fueron consideradas por estos mismos ejecutivos como una de sus áreas de peor desempeño. Por el contrario, el impacto ambiental se considera un área en la que sus empresas se desempeñaron relativamente bien, pero fue visto por los ejecutivos mineros como una prioridad muy baja para los gobiernos.”

Para entender mejor este tema, McKinsey desarrolló una herramienta que le permite a las empresas evaluar su performance en las distintas áreas de interés y comparar sus expectativas con las de los otros interesados (gobiernos, países, instituciones, etc.). Ver diagrama inferior:

Contribuciones en desarrollo local

En el diagrama, se evalúa el potencial de las actividades de desarrollo económico a nivel de activos y proyectos. McKinsey identificó 90 medidas en cinco dimensiones: (1) contribución fiscal; (2) creación de empleo y desarrollo de habilidades; (3) inversión en infraestructuras; (4) beneficios sociales y comunitarios; y (5) preservación del medio ambiente. A estas se les suma un conjunto de medidas de rendimiento de la empresa en la gestión de accionistas/inversionistas y los esfuerzos de comunicación interna, lo cual es importante si las contribuciones de la empresa han de tener el impacto deseado.

Esta herramienta clarifica la contribución de una empresa al desarrollo económico mediante la evaluación de qué tan bien coinciden las prioridades de la empresa con las de las ‘partes interesadas’; compara el rendimiento de las mejores prácticas con las expectativas de los interesados e identifica las áreas en las que se puede mejorar, ya sea mediante el fortalecimiento del desempeño en áreas específicas o reasignación de gastos.

Las principales conclusiones de McKinsey después de utilizar esta herramienta fueron:

  • Las prioridades de las empresas extractivas normalmente no coinciden con las de los stakeholders locales.
  • Las prioridades y sus performances pueden variar significativamente dentro de la misma empresa.
  • La performance no es valorada adecuadamente por los stakeholders locales.

A medida que el mundo en desarrollo capta una participación cada vez mayor de la exploración y producción de recursos naturales, es cada vez más importante para las empresas adoptar un enfoque más cuantitativo y basado en el rol que desempeñan en el desarrollo económico de los países receptores.

En países como el Perú, en donde el aventurerismo político asume, en muchas ocasiones, la forma de movimientos anti-mineros, estos temas no pueden dejarse a la improvisación o al ensayo y error. Mientras las empresas no tomen los cuidados necesarios, los anti-mineros tendrán amplias facilidades para desarrollar sus acciones hostiles. La responsabilidad sobre la recuperación de la legitimidad y buena imagen del sector, está en manos de los gobiernos (nacionales y regionales), de las mismas empresas extractivas, de los gremios empresariales y el periodismo.

Para lograr este cometido es imperioso organizar una gesta nacional para asociar, en la mente de nuestros ciudadanos, las relaciones causa-efecto entre la operaciones extractivas y el crecimiento, empleo, ingresos fiscales, infraestructuras, encadenamientos sectoriales, mejoras sociales, valor agregado y mejoras del medio ambiente. Algo muy difícil, pero no por el esfuerzo requerido, sino por la esquiva decisión política por parte de los actores vinculados al sector, para emprender la gesta por transformar los recursos naturales en una bendición para sus pueblos.  

Lampadia




Aprovechando la bendición de los recursos naturales

Aprovechando la bendición de los recursos naturales

Según el McKinsey Global Institute, casi el 70 % de las personas que viven en situación de pobreza son de países cuyas economías están impulsadas por recursos naturales como el petróleo, gas y minerales. Si estas economías manejan su riqueza en recursos naturales sabiamente, podían sacar a 540 millones de ciudadanos de la pobreza al 2030.

La tasa histórica de inversión en petróleo, gas y minerales deberá ser más del doble en 2030 para reemplazar las fuentes existentes de suministro (que están llegando al final de su vida útil) y para satisfacer la fuerte demanda de un gran número de nuevos consumidores de todo el mundo, particularmente en las economías emergentes. Si los países ricos en recursos naturales utilizan el impulso de los sectores extractivos como una plataforma para un mayor desarrollo económico, podrían transformar sus perspectivas a futuro.

Sin embargo, muchos países basados en los recursos naturales no han logrado convertir su ‘bendición’ de recursos en una prosperidad a largo plazo. Sólo un tercio de ellos han sido capaces de mantener su alto crecimiento más allá del ‘boom’ inicial.

El informe de McKinsey Global Institute (MGI) titulado “Invirtiendo la maldición: Maximizando el potencial de las economías impulsadas por los recursos” detalla los cambios en las industrias de los recursos naturales y sus consecuencias para los países basados en ellos. La investigación detalla las principales tendencias, especialmente para las empresas extractivas, el gobierno y la sociedad civil.

Primero, el informe define a los “países basados en los recursos naturales” como aquellas economías en las que el petróleo, gas y sectores minerales tienen un rol ‘dominante’, utilizando tres criterios: los recursos representan más del 20 % de las exportaciones; los recursos generan más del 20 % de los ingresos fiscales; o las rentas de recursos son más del 10 % de la producción económica.

Al año 2014, había 81 países en los que sus economías se basaban en los recursos naturales, que representaban el 26 % de la producción económica mundial. Sin embargo, sólo alrededor de un tercio de ellos han sostenido el crecimiento económico más allá de su auge inicial. Muchos de ellos todavía se encuentran entre los más pobres del mundo. Casi la mitad de las reservas de recursos de minerales, petróleo y gas se encuentran fuera de los países de la  OCDE y no pertenecen a la OPEP. Esta proporción podría ser aún mayor, ya que la exploración en países de ingresos bajos y medianos ha sido limitada.

Según el informe, es vital que estos países aprovechen al máximo la demanda futura de recursos. El reporte estima que se necesitará entre US$ 11,000 millones de millones y US$ 17,000 millones de millones en nuevas inversiones en petróleo, gas y minerales para satisfacer la demanda futura y sustituir las fuentes existentes de suministro para el año 2030.

En el pasado, casi el 90 % de la inversión en recursos naturales sucedía en los países de ingresos altos y medio-altos. Pero la proporción de inversiones en países de ingresos bajos y medianos, podría casi duplicarse a US$ 3 millones de millones (US$ 3 trillones). 

El modelo de desarrollo industrial del siglo XX no sirve para aprovechar esta oportunidad para transformar la riqueza del subsuelo en prosperidad a largo plazo. Algunos países están tratando de emular el enfoque de los tigres asiáticos mediante el desarrollo de un sector manufacturero fuerte y así ascender en la cadena de valor. Pero McKinsey propone algo diferente: Un modelo “Tigre de Recursos” (“Resource Tiger Model”, en inglés), adaptado a cada país, pero siempre en torno a tres imperativos: desarrollar eficazmente el sector de los recursos, capturar su valor y transformar ese valor en desarrollo a largo plazo. El informe de MGI mira seis aspectos dentro de estos imperativos: instituciones y gobernabilidad; infraestructuras; competitividad y política fiscal; contenido local; bonanza de recursos naturales; y desarrollo económico.

La propuesta no es radical. El imperativo es desarrollar las mejores prácticas en todas estas dimensiones. Por ejemplo, en el contenido local: Entre el 40 % y el 80 % de los ingresos creados por petróleo, gas y en la minería es destinado a la adquisición de bienes y servicios. Esto supera el valor de los impuestos y las regalías en algunos casos. El 90 % de los países basados en recursos naturales tienen algún mecanismo de regulación local, pero la mayoría están mal diseñados. El informe cita a La República Democrática del Congo como un ejemplo de ello. El gobierno requiere que el 96 % de los empleos en la minería y el 98 % de los puestos ejecutivos sean otorgados a locales, pero simplemente el país no cuenta con suficientes personas con las habilidades y experiencia para cumplir con estos objetivos.

Otro ejemplo es que las empresas y los gobiernos deben ser capaces de llegar a un acuerdo, cooperando para asegurarse que las preocupaciones legítimas de políticas del país local sean tomadas en cuenta y se establezca un marco legal fuerte y estable. Cuando los gobiernos hacen cambios repentinos en los términos de la inversión, actuando bajo presión para compensar el malestar social o para conseguir apoyo político, no se llegará a un acuerdo mutuamente aceptable. En tales circunstancias, las empresas pueden verse obligadas a adoptar una posición más dura y estar dispuestas a recurrir al arbitraje en contra de un gobierno para cambiar sus disposiciones. El informe MGI cita el ejemplo de ExxonMobil, que fue capaz de recuperar más o menos US$ 300 millones en 2007 después de que sus activos fueron expropiados en Venezuela.

Otro ejemplo es infraestructuras compartidas. Los países basados en los recursos naturales requerirán más de US$ 1.3 millones de millones de inversión en infraestructuras durante los próximos 17 años para sostener el crecimiento proyectado de la economía. Esto es casi el cuádruple de la inversión que estos países realizaron durante el período de 17 años entre 1995 y 2012. Las empresas extractivas son los principales inversores y desarrolladores de infraestructuras. Teniendo en cuenta la enorme necesidad, el informe considera importante que los países tomen en cuenta la manera de compartir las infraestructuras. Estiman que casi el 70 % de la inversión en infraestructuras podría ser compartida entre los diferentes operadores y las mayores oportunidades se observan en las zonas mineras y tuberías en regiones petroleras.

Por supuesto, los gobiernos deben evaluar cuidadosamente los costos y beneficios de compartir infraestructuras caso por caso. En general, parece que los proyectos de energía son buenos candidatos para compartir ya que los beneficios son altos y la coordinación tiene bajos costos.

El Perú es un país muy rico en recursos naturales, pero no hemos logrado traducir eso en el bienestar general de la población. Este no es el espacio para analizar porqué no lo hicimos, más bien queremos enfatizar, como muestra el estudio, que no existe una ‘maldición de los recursos naturales’, lo que existe es la ‘torpeza’  de los gobernantes de un país rico en recursos, que se las ingenian para impedir su desarrollo.

Por ejemplo, en los últimos 25 años, como hemos explicado tantas veces (ver: Las Cifras de la Prosperidad y ¡Qué “calato”… ni qué ocho cuartos!), el país ha tenido el proceso de desarrollo más importante de su historia con un alto crecimiento de la inversión y la economía, una importantísima reducción de la pobreza y la desigualdad, creación de una nueva clase media y mayores incrementos de los ingresos para los más pobres. Estos resultados se han debido en una parte significativa, justamente al desarrollo de algunos de nuestros recursos naturales.

Sin embargo, buena parte de nuestra clase política, académica y mediática, pretende desconocer los logros, asignarlos a condiciones externas y combatir las inversiones vinculadas a los recursos naturales. Acá hay que sumar a la torpeza indicada líneas arriba, la mala voluntad de algunos peruanos que solo buscan lucimiento personal o espacios de poder para implantar sus ‘ideas muertas’.

Felizmente, el Perú es más grande que sus malos hijos y, nuestra población a rechazado mayoritariamente a los representantes de aquellas ideas. Ilustremos ahora a nuestros ciudadanos sobre nuestro potencial de prosperidad y busquemos una mayor convergencia política y social para convertir nuestro potencial en una realización de mayor riqueza para todos.

Lampadia