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No me importa estar mal, si los demás corren la misma suerte

No me importa estar mal, si los demás corren la misma suerte

La reciente propuesta (no propuesta) del gobierno para flexibilizar el empleo juvenil ha desatado una cantidad de reacciones que no pasan por los menores filtros de racionalidad. 

Análisis

  • El Perú mantiene una altísima tasa de informalidad del empleo.
  • Tenemos un de los sistemas laborales más rígidos del mundo.
  • La formalidad es una barrera infranqueable para la mayoría de los peruanos, por los costos y dificultades que conlleva.
  • Como consecuencia de lo anterior, muchos peruanos trabajan en condiciones de desprotección social.
  • El establishment político, gremial y mediático, hace muy difícil una solución efectiva e integral a este problema. Tan es así, que a pesar de todo tipo de indicadores, ningún gobierno se ha atrevido a flexibilizar el sistema y, más bien, desde el año 2000, se ha producido una regresión de los parciales avances que se lograron en los años 90.
  • Los más perjudicados con esta situación son los nuevos trabajadores, los que entran por primera vez al sistema laboral. Evidentemente, esta categoría abarca fundamentalmente a nuestros jóvenes.
  • Ellos, antes de la susodicha norma, tenían tres opciones, en distintas proporciones. Muy pocos de ellos, tal vez el diez por ciento, podían conseguir empleo de calidad en empresas formales. Otros, la gran mayoría, se veía impelido a trabajar en empresas informales, recibiendo, algunos de ellos,  ingresos aún menores que el salario mínimo vital y sin protección social alguna. El tercer grupo, minoritario, los jóvenes desempleados, que por lo menos duplican el desempleo global, son parte de los “NINIs”, ni trabajan, ni estudian. A todas luces, una situación insatisfactoria.
  • El gobierno, amarrado por sus propias camisas de fuerza, da un paso tímido, flexibilizando el espacio laboral juvenil y se desata la trocatinta.

Opciones

  • Seguir como antes. Pocos empleos formales, muchos informales y unos cuantos NINIs.
  • Aceptar, voluntariamente, trabajos formales bajo el nuevo régimen flexibilizado, con menos vacaciones y beneficios que tenían los pocos que con suerte entraban la formalidad.

La Grita Gremial y Mediática

  • O todos o nadie.
  • Más valen las plataformas políticas y los gestos de “indignación” del periodismo, que no pueden permitir que le quiten a los jóvenes, lo que en esencia no tienen.
  • Si con esta reacción se retrocede, que importa. “Somos fundamentalmente surrealistas”.

Cuando Menos es Más

  • Como dicen: si admiras una linda flor y te la llevas contigo, con mucho amor, su belleza se apagará pronto, un poquito menos de amor, le hará mejor.
  • Si no puedes darles todo a tus hijos o a tus ciudadanos porque es mejor que ellos encuentren su camino, sin querer queriendo, los haces más ricos.
  • Si no podemos dar trabajo formal con todo tipo de “derechos”, porque no podremos sustentarlo, no hacer nada es condenar a la mayoría a las peores condiciones de trabajo que hoy subsisten.
  • Si tenemos que mejorar a las condiciones de algunos, tenemos que empezar por los jóvenes.

En este, y en otros casos, ¡menos puede ser más!
Pensemos con realismo, como se puede mejorar el ambiente laboral en la práctica, no solo en el papel. Lampadia




Sin flexibilidad laboral perdemos empleo y productividad

Sin flexibilidad laboral perdemos empleo y productividad

Hace unos años atrás, las encuestas indicaban que uno de los principales reclamos ciudadanos era el empleo. La gente pedía trabajo. Hoy, esta exigencia no aparece en las encuestas. ¿Por qué? Porque con el crecimiento económico el empleo ha aumentado. Incluso, hay regiones como Ica, por ejemplo, con pleno empleo. Y no mal remunerado, los ingresos se han incrementado en las últimas décadas. Ahora la discusión gira entorno a la informalidad.

Distintas circunstancias han puesto a la informalidad laboral en el centro del debate. La polémica sobre la obligatoriedad de los aportes de los independientes a los sistemas de pensiones, la necesidad de hacer más competitiva la economía ante la evidente desaceleración que viene sufriendo y así como la publicación de estudios sobre el empleo formal (Ministerio de Trabajo – MINTRA).

De acuerdo a un informe del MINTRA solo el 29,5% de las casi 16 millones de personas que conforman la PEA ocupada tiene un empleo formal. Es decir un 70% se halla en la  informalidad. Según Jorge Toyama: “El empleo formal se concentra en el Estado, en las empresas de 10 a más trabajadores y en los independientes con educación superior. El Estado comprende a 1,4 millones de trabajadores, la mediana y gran empresa (con más de 100 trabajadores) a 1,5 millones, la pequeña empresa a 1,6 millones, y los independientes a solo 260 mil personas. En total, hay 4,8 millones de trabajadores formales. El sector informal, siguiendo el estudio del MNTRA, comprendería a 11 millones de trabajadores. Este sector percibe bajos ingresos [en promedio], no accede a la formalidad y especialmente tiene escasa cobertura en seguridad social: solo el28% de los trabajadores tiene un aseguramiento contributivo (Essalud y EPS)”.

Las cifras son elocuentes. Muchos sugieren o señalan abierta y erradamente que esta situación es causada por el modelo económico, al que acusan de descuidar el empleo. Nada más falso, son justamente las regulaciones y la escasa flexibilidad laboral lo que alienta este indeseable fenómeno. El Perú es uno de los países con mayor rigidez en el mundo en contratación y despido de acuerdo al  World Economic Forum. Ocupamos el puesto 14 de 144 (donde el primero es el más rígido)

Otros indican que es un sobrecosto. En Lampadia, no creemos que las vacaciones y gratificaciones deban considerarse sobrecostos. Cuando se emplea a una personal se lo hace por un paquete anual. Allí no está el problema. Como se ha señalado líneas arriba los inconvenientes radican en los costos de despido, en el regreso de la estabilidad laboral que incluye reposiciones destructivas de la productividad y hasta de instituciones como la policía, que tiene que reponer a delincuentes separados de sus filas, por órdenes judiciales. Toyama indica que “en otro países no se entrega al trabajador un seguro de desempleo e indemnización al mismo tiempo”.

Para colmo de males en los últimos años, tanto el Tribunal Constitucional como el Poder Judicial han reinstaurado con sus sentencias la más estricta estabilidad laboral, obligando a las empresas y al Estado a reponer a trabajadores despedidos. Y esto no es todo. El cese colectivo por razones económicas es imposible. En los últimos 13 años, el Mintra no ha autorizado ninguna solicitud de este tipo. Por tal motivo, como señala el citado especialista, es menos oneroso y fácil liquidar una compañía que reducir la planilla. Un contrasentido que atenta contra las principales generadoras de empleo: las empresas privadas. A diario, firmas cierran las puertas agobiadas por las regulaciones laborales que imponen multas, moras y obligaciones estratosféricas que las llevan a la quiebra.

Apenas una empresa se formaliza, los fiscalizadores laborales se acercan, piden libros y ordenan cómo deben ser las planillas (montos y formas de pago), imponen multas por omisiones de los años previos a la formalización (un contrasentido), asfixiando financieramente a las empresas que no consiguen superar lo que Pedro Olaechea ha llamado “el valle de la muerte” (el imposible paso de micro y pequeña empresa a categorías de mayor tamaño y formalización). Por eso en el país no tenemos muchas empresas medianas.

Esta trampa anti desarrollo es algo similar a lo que ocurre en Francia, en el que el número maldito es el 50. Las empresas no contratan al empleado número 50. Se quedan con 49, porque de lo contrario desencadenan casi tres decenas de regulaciones laborales que elevan sus costos al punto de representar inmensas pérdidas.

El sueldo mínimo vital, también se consideraun factor limitante para la formalización. De acuerdo a un estudio de Macroconsult, el actual nivel de la Remuneración Mínima Vital es demasiado alto para la realidad de las micro y pequeñas empresas. Según este informe: “el 39% de los trabajadores informales del sector formal y un 63% de los trabajadores informales perciben menos del salario mínimo (S/. 750)”.

Tiene sentido, recientemente los suizos votaron en contra de que se fijara un salario mínimo en su país (su actual tasa de desempleo es de 3.3%). Prefirieron la libre negociación como es hoy. El estado del bienestar europeo con sus rigideces laborales explica en buena medida que en España el desempleo juvenil supere el 55% de los jóvenes en edad de trabajo. Alemania se salvó de esto, porque antes de la crisis  reformó su sistema flexibilizándolo.

En nuestro país, la formalidad es como un gueto inverso, hecho para que nadie entre. Además, la institucionalidad creada alrededor de nuestras regulaciones hace que, por ejemplo, los gremios sindicales terminen defendiendo el privilegio de minorías y evitando la protección del gran conjunto de trabajadores.

Está comprobado que la sobreregulación afecta el normal desenvolviendo de los mercados y el laboral no es una excepción. Por tanto es urgente realizar cambios que no sólo nos hagan más competitivos. Para ello, el gobierno debe crear una formalidad más accesible, explicar a empleadores y a la población los beneficios de un sistema más flexible y establecer procesos de transición no punitivos. Ojalá no tengamos que afrontar una crisis económica con rigidez laboral, como en España. Lampadia




La Realidad del Perú Informal y el retorno a la miopía

La Realidad del Perú Informal y el retorno a la miopía

Recientemente el INEI publicó el estudio “Producción y Empleo Informal en el Perú” El documento destaca que entre 2007 y 2012 la informalidad en su conjunto bajó en 5.5 puntos porcentuales (de 79.8% a 74.3%).  Esta conclusión fue el pretexto para el reinició un viejo debate en el Perú: la naturaleza del sector informal. En dicho contexto es que el Ministro de Producción, Piero Ghezzi, declaró que la informalidad era “el gran elefante en el closet que no hemos tocado como país”. ¿Es esto cierto? ¿La informalidad es un lastre o, por el contrario, es una de nuestras potencialidades? 

Video: “Transformación de las ciudades”

Parafraseando a Jorge Basadre, la migración y la informalidad, dos procesos estrechamente ligados (como han demostrado José Matos Mar y Hernando de Soto, entre otros), son dos de las grandes transformaciones que ha tenido el Perú.

A comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, señala Matos Mar, los provincianos “dijeron ‘vamos a vivir en ciudades, cambiemos el estilo de vida, dejemos los movimientos contestatarios porque con ellos no logramos nada’. [Posteriormente, la falta de inversión privada (inhibida por 30 años), la irrupción de Sendero Luminoso y el retiro del Estado], así, calladita la boca, comenzaron a migrar 8 millones de peruanos en 70 años.  Migraron e Inventaron sus fuentes de ingreso e impusieron el poder de su cultura, con los ingredientes de una cultura milenaria, que había domesticado este país durante más de 115 siglos.  Llegaron a la costa y dominaron Lima. Finalmente y a su estilo, construyeron barriadas, asentamientos humanos, pueblos jóvenes. Resistieron el cambio de Juan Velasco, aguantaron al terrorismo, lo soportaron y sufrieron, pero al final lograron conquistar Lima. Todos son emprendedores, informales, cambiaron la economía y crearon algo nuevo…  El Perú tiene ahora 30 millones de habitantes que son ciudadanos peruanos. Ahora hay un Perú que por primera vez está integrado…”. Pasaron de las invasiones a la construcción de los “conos”, para terminar en lo que ahora llamamos “las Limas” Norte, Sur, Este y Oeste.

Cuando llegaron a la costa, no encontraron nada. Ni el Estado, ni el sector formal podían absorber su fuerza laboral, sus capacidades y su inventiva. Tenían tres opciones: la mendicidad, la delincuencia y el terrorismo. Escogieron una cuarta: el emprendimiento, hacerse empresarios. Sin otra herramienta que su fuerza de voluntad, sus largas horas de trabajo, sus mecanismos de ahorro (fierro y cemento), su tenacidad y su capacidad para hallar oportunidades en lugares en las que otros solo veían carestías, los migrantes crearon, de la nada, un pujante sector productivo al que se le llamó informal. Fue el Instituto Libertad y Democracia (ILD), el que lo calificó de esa manera.

Como ha señalado recientemente Richard Webb, “a diferencia de otros estudios de la informalidad, ´El otro sendero´ elaboró una ambiciosa tesis explicativa, centrada en el exceso de legalismo y el déficit de la democracia. Además, su interpretación aterrizaba en el terreno del quehacer del gobernante mediante un estudio de los costos de las barreras burocráticas, dándole así un sentido práctico poco usual en el mundo de la academia”.

Desde mediados de los 80, los estudios sobre la informalidad han apuntado a reconocer el potencial económico de este sector y a criticar al Estado por no proporcionarle las condiciones para formalizarlo. Por ello, sorprende que hoy se le critique con un discurso largamente superado y se le quiera perseguir, ¿acaso vamos a nombrar otro general Patton para perseguirlos? (Ver: Sobre el combate de la minería ilegal).

La vilificación del informal tiene eco en algunos medios locales, que llegan a afirmar que dado que “la informalidad laboral, muestra un bajísimo porcentaje de caída en el país, esto significa que más de la mitad de los empleados trabajan de manera negligente”. Nano Guerra García critica fuertemente comentarios similares de Gonzalo Portocarrero, para quien también el individualismo del emprendedor es un defecto, y el emprendedor “(…) está vinculado con el agravamiento de la crisis moral”. Los informales son autosuficientes, emprendedores, arrojados y entusiastas. Se las han ingeniado para conseguir financiamiento de las formas más creativas, logran una alta rotación del dinero y una “productividad marginal del capital” de niveles inimaginables.  Estos no son defectos; son cualidades, que resaltan las virtudes liberales occidentales, y han sido compartidas por los  fundadores del capitalismo real e incluso por los grandes capitanes empresariales que formaron grandes fortunas en el mundo.

El trabajador informal no es negligente, sencillamente, se encuentra fuera del sistema formal que siempre lo dejó fuera. No es un criminal que busca ganar a costa de otros. No solo es una parte constructiva de la sociedad, es el gran impulsor de la nueva sociedad peruana, base y principal constituyente de lo que Rolando Arellano denomina “La Nueva Clase Media”.

Pareciera que hoy no se entiende el problema de la informalidad. Estas personas que han transformado el país gracias a su impulso, sufren por la maraña de regulaciones que inhiben la formalidad.   

Siguiendo a Matos Mar, el Gobierno “tiene que seguir el camino que han señalado los migrantes, tiene que completar la integración física, que significa hacer vías de comunicación, integrar a todos los pueblos, provincias y distritos con carreteras modernas, ferrocarriles, aeropuertos, puertos. Para integrar el país hay que dar trabajo, los gobiernos locales, regionales y el gobierno central deben contratar por lo menos un millón de personas rápidamente para que construyan la infraestructura”. Como también señala Richard Web en su libro “Conexión y despegue rural”.

Matos Mar agrega que “necesitamos de los empresarios nacionales, necesitamos a la familia Romero, Brescia, (al grupo) Gloria, y no solo a los diez o quince, sino a mil o cinco mil, y que no sean ‘pichiruchis’, nuestros grupos no llegan ni a los diez mil millones de dólares, mientras que los latinoamericanos están por cien mil millones, todavía somos peseteros, precarios. Entonces, hay que contribuir a enriquecerlos sí, pero hay que enseñarles a distribuir en beneficio de sus trabajadores, con un salario nuevo y formal”. De este proceso han surgido grupos como el de los Añaños, Topitop, el emporio de Gamarra, el clúster de ATEM y otros muchos.

Actualmente el paquete de reformas propuestas por el Gobierno nos da la esperanza que se haya cobrado conciencia del rol que tiene que cumplir el Estado. Este paquete de reformas promete recuperar el ritmo de inversión, desenredar la maraña regulatoria, e   invitar  a este pujante sector a la mesa del desarrollo duradero en formalidad.  

Antes que combatir la informalidad, hay que combatir la formalidad. Lampadia