1

Nuestra economía de mercado bajo ataque

La confusión del debate político y económico de nuestros días, nos llama a republicar un análisis sobre la penetración de las ideas de las izquierdas anti mercado en los distintos estamentos de la sociedad.

Para ilustrar el tema, en julio de 2018, publicamos nuestro análisis del Manifiesto de Powell, presentado originalmente en 1971 en EEUU. Veamos su incidencia en el Perú:

Hace varios años que nuestra economía de mercado, nuestro modelo de desarrollo, viene siendo atacado desde varios frentes. Sin unidad de mando, ni coordinación entre las fuerzas contrarias a la inversión privada, todas convergen en la misma dirección, sin que los llamados a defender el modelo registren el problema y tomen acción.

Nuestra defensa del modelo no significa que nuestro desarrollo sea suficiente y que hayamos superado nuestras graves deficiencias institucionales, ni nuestras brechas sociales en educación y salud. No por ello, debemos caer en la relativización de nuestros avances, como lo han hechos varios ‘tontos útiles’, que al final solo coadyuvan a facilitar el camino de los enemigos declarados de nuestros muy importantes avances, como son, principalmente, todos los suscriptores del pos-extractivismo, y los grupos políticos radicales como, el Frente Amplio y Nuevo Perú.

El problema es que los ataques a nuestro modelo vienen, además, de varios frentes, que no tenemos en la mira, pero que han ido socavando la imagen de la economía de mercado, de la globalización, de las empresas y de la inversión privada.

Para ilustrar esta debilidad, vamos a recurrir al ‘Manifiesto de Powell’ del año 1971 en EEUU, en la que Lewis Powell explica con maestría, como entonces, “el sistema económico estadounidense, se encontraba sometido a fuertes ataques que variaban en alcance, en intensidad, en las técnicas empleadas y en el nivel de visibilidad”.

El Manifiesto de Powell “influyó o inspiró la creación del Heritage Foundation, Manhattan Institute, Cato Institute, Citizens for a Sound Economy, Accuracy in Academe y otras organizaciones poderosas”, que ayudaron a mejorar los balances ideológicos y los paradigmas de desarrollo en la sociedad estadounidense. Una tarea pendiente en el Perú.

Líneas abajo compartimos el enlace a nuestra publicación del ‘Manifiesto de Powell’.

Ahora queremos destacar que las llamadas de atención de Powell de 1971, parecen hechas para el Perú de nuestros días. Veamos algunos elementos del manifiesto:

i. Orígenes de los ataques

  • Algo muy inquietante es que las críticas proceden también de ‘elementos muy respetables de la sociedad’, como:
    • Los campus universitarios. La fuente más dinámica de generación de ideas anti sistema de mercado. Por ejemplo, en el Perú, el activismo de los (mediáticos) profesores de economía de la PUCP, y la multiplicación de consultorías de la PUCP en el Ministerio de Educación, para instalar su ideología en los programas escolares, entre otras.
  • Los púlpitos. Más allá de los representantes de la Iglesia Católica y de otros credos, comprometidos en el activismo político, como el ex cura Arana, ahora congresista, y el párroco piurano Daniel Turley Murphy que luchó contra el proyecto minero de Manhattan en Tambogrande, entre otros; muchos representantes de las iglesias creen que cuidando un corazón se salvaguarda el bienestar de toda la humanidad, o que la muy importante caridad, se puede universalizar como estrategia de desarrollo humano. Por ejemplo, el propio Papa Francisco critica la economía de mercado como el vehículo de las malas ambiciones de los seres humanos, y no reconoce que en las últimas décadas se duplicó la población mundial, se redujo sustancialmente la pobreza y mejoró la esperanza de vida, un indicador clarísimo de avance social. Incluso el hecho de que la gente pueda entretenerse en los online casinos indica el hecho de que la sociedad ha alcanzado un nuevo nivel de comodidad económica.
  • Los medios. Ya hemos explicado anteriormente, cómo en muchos medios se produce una prédica anti inversión privada. Esto es especialmente notorio en los radios de provincias, pero también, cada vez más, en algunos importantes medios nacionales, que sesgan muchos de sus programas.
  • Los políticos. La acción política anti economía de mercado es el pan de cada día en la difusión y formación de normas y propuestas.
  • El movimiento contra el sistema está formado sólo por minorías. Pero son las mejor articuladas, las más ruidosas y las más prolíficas en su hablar y escribir.
  • Muchos medios de comunicación o bien otorgan publicidad por voluntad propia a estos “atacantes” o, como mínimo, permiten que éstos utilicen los medios para sus propósitos. Esto es especialmente cierto en la televisión, que juega ahora un papel preponderante en la conformación del pensamiento, las actitudes y las emociones de nuestra gente.
  • “Una de las desconcertantes paradojas de nuestro tiempo es la amplitud con que nuestro sistema tolera, o incluso participa, en su propia destrucción”. Cambiar de actitud, hacia un activismo pro economía de mercado, no implica pretender suprimir las opiniones ni de los críticos, ni de los proponentes de ideas contrarias al libre mercado, sino más bien, estar en el debate y no perder por walkover.

ii. Énfasis en la apatía y ausencia del empresariado​

  • “La dolorosa y triste verdad es que, en gran medida, las empresas han respondido a menudo contemporizando con ineptitud e ignorando el problema”.
  • Los hombres de empresa no han sido capacitados o equipados para conducir guerras de guerrillas contra quienes realizan propaganda contra el sistema y buscan insidiosa y constantemente sabotearlo.
  • Pero han tenido poca voluntad de enfrentarse con sus críticos, y pocas habilidades para el debate intelectual y filosófico eficaz.

​iii. Responsabilidad de los ejecutivos de empresa

  • Es de necesidad primordial que los hombres de empresa se den cuenta de que el problema último es la propia supervivencia; supervivencia de lo que denominamos sistema de libre empresa.
  • Para que el sistema sobreviva, la alta dirección debe preocuparse también de proteger la sobrevivencia del sistema mismo.

iv. El rol de los gremios empresariales

  • La actividad independiente de cada empresa no es suficiente.
  • La fuerza reside en la organización, en la planificación, en la consistencia de acción a lo largo plazo, en la escala de los recursos disponibles, y en el poder político disponible a través de la unidad de acción y de las organizaciones nacionales.
  • El papel de los gremios es vital.

¿Qué debemos hacer en el Perú?

Defender el sistema. Esto implica, tomar una serie de acciones, entre las que podemos mencionar las siguientes:

  • Formar ‘think tanks’ que desarrollen investigaciones y propuestas de políticas públicas para fortalecer la economía de mercado y la democracia.
  • Promover la presencia de investigadores y profesores universitarios que crean en el sistema y puedan hacer publicaciones de textos académicos y presentaciones públicas.
  • Promover la presencia de voceros de la economía de mercado en los medios, especialmente en la televisión y las radios.
  • Monitorear los contenidos anti mercado de los medios y promover debates.
  • Hacer campañas informativas en los medios de comunicación para sensibilizar a los ciudadanos sobre temas de desarrollo, crecimiento, inversiones, mejora del bienestar y reducción de la pobreza.
  • El sistema de economía de mercado no puede preservarse defensivamente, se requiere promover una presencia activa y transparente, en los debates sobre temas nacionales, en la opinión pública.
  • Los gremios empresariales deben tener equipos de profesionales altamente competentes para producir elementos de juicio que defiendan el sistema de mercado, que tengan presencia mediática y buenas capacidades de comunicación.

Debería estar muy claro que, en todas las sociedades, las clases dirigentes deben mantener un compromiso de acción cívica y presencia en el debate nacional, pues la ideas hay que exponerlas y debatirlas con buenas armas, para empoderar a los ciudadanos de modo que tengan las mejores oportunidades de tomar decisiones sobre el destino de sus naciones.

En los últimos tiempos hemos visto como los descuidos de las élites, han permitido puntos de inflexión dañinos a sus sociedades. Por ejemplo, en el Reino Unido con el Brexit, en EEUU con la elección de Trump, en Chile con el retorno de Michelle Bachelet, en el Perú con la elección de Ollanta Humala, y en los últimos días con la elección de Manuel López Obrador en México. Todos estos desarrollos políticos debilitan el libre mercado y contrariamente a su verbo, más allá del corto plazo, terminan afectando negativamente a sus poblaciones más pobres.

¡A ponerse las pilas, a debatir y a invertir para defender nuestro sistema de vida! Lampadia

Ver en Lampadia: El Manifiesto de Powel

 (Publicado en nuestro portal el 23 de agosto de 2018)




El derecho de propiedad en el Perú

El derecho de propiedad en el Perú

Gunther Hernán Gonzales Barrón
Doctor en Derecho Cum Laude. Universidad de Castilla-
La Mancha (Toledo, España). Ex Juez Superior Lima
Para Lampadia

REALIDAD SOCIAL

Las investigaciones jurídicas de la propiedad se realizan normalmente desde visiones puramente especulativas (“la justicia”, “la doctrina jurídica”, etc.), por lo que se hace necesario un cambio de enfoque, que tome en cuenta las cifras oficiales (censo general INEI 2017):

1. Número de viviendas: 10’000,000, de los cuales 7’300,000 son urbanas y 2’700,000 rurales, sin embargo, solo en la Provincia de Lima existen 2’600,000 (25% del total).

2. Ocupación de viviendas: 9’200,000 están ocupadas (91%), mientras 884,000 se encuentran desocupadas (9%), pero resulta que en el censo 1993 solo 3.8% tenía esa condición, y, el censo 2007 alcanzó el 5.9%.

3. Tipo de construcción: 820,000 departamentos en edificios (8%) frente a 8’700,000 casas individuales (87%), mientras un pequeño grupo se encuentra en quintas, casas de vecindad, chozas, etc.

4. Ocupación: La pregunta se formuló a 7’600,000 de viviendas con ocupantes presentes, lo que dio como resultado que 5’800,00 constituyen casa propia (76%), 1’256,000 alquiladas (16.3%) y 500,000, cedidas a distinto título (7.5%).

5. Titulación: La pregunta se formuló solo a los que respondieron ocupar una casa propia, de los cuales 2’900,000 señalaron contar con título (38.5%) y 2’800,00 no tenerlo (37.5%), pero mientras en el mundo urbano esa falta de título llega a 29%, en el rural se eleva a 66%.

6. Déficit habitacional: 1’100,000 viviendas, de las cuales 259,000 son por falta total de vivienda, mientras 858,000 lo son por uso de viviendas inadecuadas.

SISTEMA INSTITUCIONAL

El sistema institucional eficiente de la propiedad tiene que proporcionar un título seguro, susceptible de protegerse por la administración o por un juez, con valor negociable en la economía de mercado y que constituya la base de la inversión privada. Sin embargo, en nuestro país la situación es muy diferente.

En primer lugar, solo el 38% de los propietarios declara contar con título, pero dentro de ese universo se incluye hasta aquellos que solo tienen documento privado, por tanto, el porcentaje de personas con título registrado es más reducido, probablemente alrededor del 30%, como señala Hernando De Soto. Las causas son múltiples, tales como un sistema registral no amigable, invadido de normas, la última de las cuales constituye una Directiva publicada el 14.8.2020, que “compila los requisitos” ya previstos en otras normas anteriores; además se padece un sistema judicial que demora diez años en resolver una controversia sobre propiedad, aunque se documentan fácilmente retrasos de veinte, y, en algún caso hasta de treinta y cinco años. Por lo demás, la dilación judicial se complica con otro problema no resuelto: la falta de predictibilidad, pues resulta moneda corriente los criterios discordantes, por lo que, el Código Civil de 1984 resulta, a estas alturas, insuficiente. Súmele a ello los problemas de catastro, municipales, ordenamiento territorial inexistente, etc.

En segundo lugar, la desocupación de viviendas ha subido en forma sostenida, lo que resulta paradójico en un país no desarrollado. Sin embargo, la racionalidad económica de tal medida puede vincularse con los procesos de recuperación posesoria, pues los desalojos contra inquilinos pueden dilatarse por cuatro o cinco años, sin pago de la renta, por lo que muchos propietarios habrían optado por no arrendar. Solo un dato más: nuestro país tiene cuatro (¡sí cuatro!) distintos procesos de desalojo, y, todos se encuentran vigentes. ¿Cuál es la razón? El primero no funcionaba, así que se aprobó un segundo, luego uno tercero y el año pasado, un cuarto. En California, por el contrario, un desalojo, en el peor de los casos, tarda tres meses.

En tercer lugar, y contra lo que pudiera pensarse, las casas individuales (86% del total), superan en mucho a los departamentos en edificios (8%), que además se concentran en Lima; por ello, en algunos lugares, el 95% del universo es representado por casas (Piura, Tumbes, Ancash, Huánuco, La Libertad), pese a que la construcción de edificios abarata el costo de la vivienda, además, evita el crecimiento horizontal de las ciudades, con problemas de agua, servicios y transporte.

CONCLUSIÓN

El sistema legal de la propiedad, en nuestro país. resulta deficiente y obsoleto, por lo que se necesitan reformas en las normas civiles, registrales, urbanísticas, municipales, agrarias, y, en las de procesos judiciales, pero como un adecuado engranaje. No sirven parches, sino cambios de paradigma. Lampadia




Control de precios e intervencionismo

Control de precios e intervencionismo

En los últimos días, a raíz de la crisis sanitaria y socio económica producida por el coronavirus, se ha vuelto a especular sobre la posibilidad de controlar algunos precios.

Esto con el liderazgo del propio Indecopi, llamado a velar por el mantenimiento de una economía sana.

Pues, como puede leerse líneas abajo, en el artículo que publicamos hace un par de años, el intervencionismo de la economía y el control de precios producen efectos contrarios a lo buscado, solo se genera escasez y finalmente el aumento de los precios.

Es un error gravísimo, que es fácil de cometer, pero muy difícil de enmendar. No debemos ir nunca por ese camino.

Del ‘ogro filantrópico` o la ‘mano negra’
Cuando el Estado interviene en los mercados se cae en abismos

Publicado en Lampadia
07/05/2018

Ver artículo sin glosas: https://lampadia.com/analisis/economia/cuando-el-estado-interviene-en-los-mercados-se-cae-en-abismos/

De cómo una intervención en contra del mercado avanza hasta destruir la economía de mercado y desbaratar la producción de bienes y servicios.

Las políticas públicas y las decisiones económicas son el espacio de encuentro y desencuentro de la falta de miras, el cortoplacismo y las buenas intenciones, con la cruda realidad determinada por miles de agentes económicos, personas, empresas e instituciones, que responden a incentivos y oportunidades, y no a normas y regulaciones que interfieren en los mercados.

Líneas abajo compartimos una brillante presentación de Ludwig von Mises, de mayo de 1950, que explica con una gran sencillez, cómo las decisiones de gobierno sobre los mercados, así estén inspiradas en buenas intenciones, pueden desencadenar una serie creciente de regulaciones (cada una para remediar el problema ocasionado por la anterior) que terminan conduciendo al Estado a hacerse de capacidades que sustituyen las funciones del mercado y llevan a las economías a disminuir la inversión, la producción, y el bienestar general.

Este tipo de normas terminan produciendo efectos contrarios a sus enunciados y a sus propósitos. En Lampadia desarrollamos, hace algún tiempo, una sección llamada: ‘Normas-contra-propósito’. Lamentablemente, tal como explica von Mises, en el Perú, este tipo de decisiones de gobierno se siguen multiplicando todos los días, al punto de haber intervenido en nuestro novel mercado de principios de siglo y haber creado una costra de normas, instancias, y enfoques burocráticos que, en esencia, han lisiado a nuestra economía de mercado y hecho tortuosos los espacios de innovación, creatividad e inversión.

(…)

Nuestro Congreso genera normas de este tipo todos los días. Ojalá nuestros lectores nos traigan más ejemplos. Pero ahora, los invitamos a iluminarse con la sabiduría de Ludwig von Mises:

Las políticas públicas de la tercera vía conducen al socialismo

(Primera parte)
Ludwig von Mises
Traducido y Glosado por Lampadia

Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism

Esta disertación se presentó en el University Club de Nueva York, el 18 de abril de 1950.
Mises Daily Articles, Mises Institute, Austrian Economics, Freedom and Peace, 12 de febrero, 2006.

(…)

De cómo el control de precios conduce al socialismo

El gobierno cree que el precio de un bien definido, por ejemplo, la leche, es demasiado alto. Quiere hacer lo posible para que los pobres les den más leche a sus hijos. Por lo tanto, recurre a un precio tope y fija el precio de la leche en un nivel menor que el que prevalece en el mercado libre.

El resultado es que los productores marginales de leche, aquellos que producen al costo más alto, incurren en pérdidas. Como ningún agricultor o empresario individual puede seguir produciendo a pérdida, estos productores marginales dejan de producir y vender leche en el mercado. Utilizarán sus vacas y sus habilidades para otros fines más rentables. Por ejemplo, producirán mantequilla, queso o carne.

Por lo tanto, habrá menos leche disponible para los consumidores, no más. Esto, desde luego, es contrario a las intenciones del gobierno. Que quería que sea más fácil para algunas personas comprar más leche. Pero, como resultado de esta interferencia, la oferta disponible disminuye. La medida se prueba como abortiva desde el punto de vista preciso del gobierno y de los grupos que pretendía favorecer. Produce un estado de cosas que desde el punto de vista del gobierno, es aún menos deseable que el estado previo de cosas, que estaba destinado a mejorar.

Ahora, el gobierno enfrenta una alternativa. Puede derogar su decreto y abstenerse de cualquier esfuerzo adicional para controlar el precio de la leche. Pero si insiste en su intención de mantener el precio de la leche por debajo del que el mercado libre habría determinado, no obstante, evitar una caída en el suministro de leche, debe entonces, tratar de eliminar las causas que hacen que el negocio de los productores marginales no sea rentable. Debe añadir, al primer decreto relacionado solo al precio de la leche, un segundo decreto que fija los precios de los insumos necesarios para la producción de leche, en un nivel tan bajo que los productores marginales de leche no sufran más pérdidas y, por lo tanto, se abstengan de restringir su oferta.

Pero luego, la misma historia se repite en un plano más remoto. El suministro de los insumos requeridos para la producción de leche cae, y nuevamente el gobierno está de vuelta donde comenzó. Si no quiere admitir la derrota y abstenerse de cualquier intervención en los precios, debe ir más allá y fijar los precios de los insumos necesarios para la producción de los insumos necesarios para la producción de leche.

Por lo tanto, el gobierno se ve obligado a ir cada vez más lejos, fijando paso a paso los precios de todos los bienes de consumo y de todos los factores de producción, tanto laborales como materiales, y a ordenar, a cada empresario y a cada trabajador, que sigan trabajando con esos precios y salarios. Ninguna rama de la industria puede dejarse de lado, de esta fijación general de precios y salarios, y de la obligación de producir aquellas cantidades que el gobierno quiere ver producidas. Si algunas ramas industriales se dejan libres, por el hecho de que solo producen bienes calificados como no vitales o incluso como lujosos, el capital y el trabajo tenderían a fluir hacia ellos y el resultado sería una caída en el suministro de aquellos bienes, cuyos precios ha fijado el gobierno precisamente porque los considera indispensables para la satisfacción de las necesidades de las masas.

Pero cuando se alcanza este estado de control general de las empresas, ya no puede haber ningún tipo de economía de mercado. Los compradores, mediante su decisión de comprar o abstenerse comprar, ya no determinan qué se debe producir y cómo. La capacidad de decidir recae en el gobierno. Esto ya no es capitalismo: es una planificación integral por parte del gobierno, es el socialismo. Lampadia




Ni socialismo democrático, ni socialdemocracia

Ni socialismo democrático, ni socialdemocracia

Un reciente artículo del notable economista Daron Acemoglu publicado por la revista Project Syndicate desentraña todas las supuestas similitudes entre las ideas del denominado “socialismo democrático” del ahora candidato con mayor popularidad del Partido Demócrata estadounidense, Bernie Sanders, y la filosofía política de los partidos socialdemócratas que actualmente gobiernan los países escandinavos. Como dice Acemoglu: “En pocas palabras, la socialdemocracia europea es un sistema para regular la economía de mercado, no para suplantarla”.

Como dejan entrever sus reflexiones, si bien el modelo de desarrollo a imponerse por Sanders puede llegar a instaurarse mediante medios democráticos – como el voto popular- sus bases económicas fuertemente marxistas hacen que sea incomparable con los modelos de las socialdemocracias nórdicas. Aún cuando estas últimas concentran grandes estados de bienestar, no terminan por eliminar la propiedad privada y menos volverla colectiva, como sí lo propone el modelo de Sanders.

Cabe resaltar, además, que estas economías, como son el caso de Suecia o Dinamarca, llegaron a ser naciones ricas primero gracias a modelos liberales implantados en los 90 y no por sus grandes estados de bienestar que fueron progresivamente instaurados en los últimos años. Estos, por el contrario, constituyen grandes bolsas de endeudamiento público a mediano y largo plazo porque dependen de una población joven, que al día de hoy es minoritaria en estos países (ver Lampadia: Suecia, el otro modelo).

Acemoglu prosigue descartando el modelo de Sanders dadas las catástrofes causadas por el comunismo soviético, pero también hace una fuerte crítica hacia los modelos de desarrollo de corte liberal adoptados por varias economías occidentales en los años 80. Según su visión, este tipo de modelo contribuyó al estancamiento de los salarios reales, al incremento de la desigualdad y a un rendimiento de la productividad igualmente magro durante las últimas 4 décadas en EEUU, por lo que no constituyen una solución definitiva a los problemas económicos y sociales que aquejan a este país

Respecto a esta crítica, tenemos que agregar que el análisis hecho por el economista es incompleto, si es que se miden los ingresos correctamente de los hogares estadounidenses abarcando más allá de los salarios (ingresos por trabajo). Como nos hemos extendido en anteriores oportunidades (ver Lampadia: Cuidados en el manejo de cifras de pobreza, Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad), si uno realiza ciertos ajustes  a los ingresos familiares promedio en EEUU tomando en cuenta el tamaño de los hogares, las transferencias e impuestos, se tiene que dichos ingresos aumentaron en un 51% entre 1979 y 2014 (ver gráfico a continuación)

Fuentes: Oficina del Censo; CBO; BLS; BEA; NBER; The Economist

En conclusión, ni la socialdemocracia, sustentada en grandes estados de bienestar halagada por Acemoglu ni el socialismo democrático propuesto por Sanders son siquiera modelos a concebir como posibles buenas opciones. Por el contrario, profundizar en el modelo económico liberal que respeta la propiedad privada y promueve el libre emprendimiento debiera ser, a la luz de las cifras presentadas anteriormente, el camino a seguir para seguir proveyendo desarrollo a EEUU. Lampadia

La socialdemocracia vence al socialismo democrático

Daron Acemoglu
Project Syndicate
17 de febrero, 2020
Traducido y comentado por Lampadia

Ahora que el senador estadounidense Bernie Sanders se ha convertido en uno de los principales candidatos para la nominación presidencial del Partido Demócrata, su marca de socialismo democrático merece un escrutinio más cercano. En pocas palabras, no es una aproximación cercana del “modelo nórdico” que Sanders invoca a menudo ni una solución a lo que aqueja a la economía estadounidense.

Solía ser una regla no escrita de la política estadounidense que un socialista nunca podría calificar para un alto cargo nacional. Pero ahora un autoproclamado “socialista democrático”, el senador estadounidense Bernie Sanders, es el principal candidato para la nominación presidencial demócrata. ¿Debería EEUU aceptar el cambio?

Los demócratas han llegado a las primarias por mucho más que el presidente de los EEUU, Donald Trump. El impulso de Sanders refleja un anhelo de soluciones radicales a los graves problemas económicos estructurales. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la economía de EEUU se volvió cada vez más productiva y los salarios de todos los trabajadores, independientemente de la educación, crecieron en promedio más del 2% anual. Pero ese ya no es el caso hoy.

En las últimas cuatro décadas, el crecimiento de la productividad ha sido mediocre, el crecimiento económico se ha desacelerado y una parte cada vez mayor de las ganancias se ha dirigido a los propietarios de capital y a los altamente educados. Mientras tanto, los salarios medios se han estancado, y los salarios reales (ajustados a la inflación) de los trabajadores con educación secundaria o menos han caído. Solo unas pocas empresas (y sus propietarios) dominan gran parte de la economía. El 0.1% superior de la distribución del ingreso captura más del 11% del ingreso nacional, en comparación con solo el 2.5% en la década de 1970.

¿Pero el socialismo democrático ofrece una cura para estos males? Como una ideología que considera la economía de mercado como inherentemente injusta, no igualadora e incorregible, su solución es cortar la línea vital más importante de ese sistema: la propiedad privada de los medios de producción. En lugar de un sistema en el que las empresas y todos sus equipos y maquinaria descansen en manos de un pequeño grupo de propietarios, los socialistas democráticos preferirían la “democracia económica”, mediante la cual las empresas serían controladas por sus trabajadores o por una estructura administrativa operada por el estado.

Los socialistas democráticos contrastan su sistema imaginario con la marca de estilo soviético. La suya, argumentan, se puede lograr totalmente por medios democráticos. Pero los intentos más recientes de socializar la producción (en América Latina) se han basado en acuerdos antidemocráticos. Y eso apunta a otro problema con el debate actual en los EEUU: el socialismo democrático se ha combinado con la socialdemocracia. Y, desafortunadamente, Sanders ha contribuido a esta confusión.

La socialdemocracia se refiere al marco político que surgió y se afianzó en Europa, especialmente en los países nórdicos, a lo largo del siglo XX. También se centra en controlar los excesos de la economía de mercado, reducir la desigualdad y mejorar el nivel de vida de los menos afortunados. Pero si bien los socialistas democráticos estadounidenses como Sanders a menudo citan la socialdemocracia nórdica como su modelo, de hecho existen diferencias profundas y consecuentes entre los dos sistemas. En pocas palabras, la socialdemocracia europea es un sistema para regular la economía de mercado, no para suplantarla.

Para comprender cómo ha evolucionado la política socialdemócrata, considere el Partido de los Trabajadores Socialdemócratas de Suecia (SAP), que se distanció desde el principio de la ideología marxista y el Partido Comunista. Uno de los primeros y formativos líderes del SAP, Hjalmar Branting, ofreció una plataforma atractiva no solo para los trabajadores industriales sino también para la clase media.

Lo más importante es que el SAP compitió por el poder por medios democráticos, trabajando dentro del sistema para mejorar las condiciones para la mayoría de los suecos. En las primeras elecciones después del inicio de la Gran Depresión, el líder del SAP, Per Albin Hansson, presentó el partido como un “hogar de personas” y ofreció una agenda inclusiva. Los votantes premiaron al SAP con un notable 41.7% de los votos, lo que le permitió formar una coalición de gobierno con el Partido Agrario. Tras otra abrumadora victoria electoral, el SAP organizó una reunión en 1938 de representantes de empresas, sindicatos, agricultores y el gobierno. Esa reunión, en la ciudad turística de Saltsjöbaden, lanzó una era de relaciones laborales cooperativas que definirían la economía sueca durante décadas.

Un pilar clave del pacto socialdemócrata sueco fue la fijación centralizada de salarios. Bajo el modelo de Rehn-Meidner (llamado así por dos economistas suecos contemporáneos), los sindicatos y las asociaciones empresariales negociaron los salarios de toda la industria, y el estado mantuvo políticas activas de mercado laboral y bienestar social, al tiempo que invirtió en capacitación de los trabajadores y educación pública. El resultado fue una compresión salarial significativa: a todos los trabajadores que realizaban el mismo trabajo se les pagaba el mismo salario, independientemente de su nivel de habilidad o la rentabilidad de su empresa.

Lejos de socializar los medios de producción, este sistema apoyó la economía de mercado, ya que permitió a las empresas productivas prosperar, invertir y expandirse a expensas de sus rivales menos competitivos. Con los salarios establecidos a nivel de la industria, una empresa que incremente su productividad podría mantener las recompensas (ganancias) resultantes. No es sorprendente que la productividad sueca bajo este sistema creciera constantemente, y las empresas suecas se volvieron altamente competitivas en los mercados de exportación. Mientras tanto, se desarrollaron instituciones similares en otros países nórdicos, en algunos casos reveladores introducidos no por socialistas o socialdemócratas, sino por gobiernos de centroderecha.

La socialdemocracia, ampliamente interpretada, se convirtió en la base de la prosperidad de la posguerra en todo el mundo industrializado. Eso incluye a los EEUU, donde el New Deal y las reformas posteriores fortalecieron o introdujeron componentes importantes del pacto socialdemócrata, incluida la negociación colectiva, las políticas de bienestar social y la educación pública.

Cuando las corrientes intelectuales y políticas se desviaron del pacto socialdemócrata basado en el mercado, las cosas generalmente no funcionaron demasiado bien. A finales de la década de 1960, los sindicatos suecos y daneses, bajo la influencia de fuerzas de izquierda más radicales, adoptaron el socialismo democrático y comenzaron a exigir democracia económica y control directo de las ganancias. En Suecia, esto condujo a intensas negociaciones con las empresas y a la introducción de “fondos asalariados”, mediante los cuales porciones de las ganancias corporativas (generalmente en forma de nuevas emisiones de acciones) se colocarían en fondos a nivel de empresa para los trabajadores. Este cambio destruyó el acuerdo de cooperación entre empresas y sindicatos, y distorsionó los incentivos que anteriormente habían impulsado el crecimiento de la inversión y la productividad. A principios de la década de 1990, las fallas del sistema se habían vuelto evidentes y se abandonó debidamente.

Cuando las corrientes intelectuales del libre mercado condujeron a desviaciones hacia la derecha del pacto socialdemócrata, los resultados fueron igual de malos. La desigualdad se amplió en medio de un rendimiento de productividad igualmente tibio, mientras que las redes de seguridad social quedaron hechos jirones.

Lo que se necesita, entonces, no es el fundamentalismo de mercado o el socialismo democrático, sino la socialdemocracia. EEUU necesita una regulación efectiva para controlar el poder concentrado del mercado. Los trabajadores necesitan una mayor voz, y los servicios públicos y la red de seguridad deben fortalecerse. Por último, pero no menos importante, EEUU necesita una nueva política tecnológica para garantizar que la trayectoria del desarrollo económico sea del interés de todos.

Nada de esto se puede lograr socializando las empresas, especialmente en una era de globalización y empresas lideradas por la tecnología. El mercado debe ser regulado, no marginado. Lampadia

Daron Acemoglu, profesor de economía en el MIT, es coautor (con James A. Robinson) de Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty y The Narrow Corridor: States, Societies, and the Fate of Liberty.




El nuevo Congreso

El nuevo Congreso

Jaime de Althaus
Para Lampadia

Lo primero que cabe notar es la alta fragmentación del Congreso electo. Son 10 partidos los que pasarían la valla, algo que no tiene precedentes. Ello se debe a que, al no haber competencia presidencial, no se ha concentrado el voto. El problema va a ser la gestación de consensos para aprobar las reformas y leyes.

El Comercio

Lo segundo es que por primera vez se ha votado principalmente por partidos, no por líderes. El caso de Acción Popular es el más notorio. Pero hubo dos excepciones: PODEMOS, cuya locomotora fue Daniel Urresti -que obviamente se proyecta al 2021-, y que recoge la demanda por seguridad ciudadana en Lima; y UPP, cuya cabeza de lista en Lima -retirada por el JNE- era Antauro Humala.

Pero la gran sorpresa ha sido el Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP), vinculado a un grupo religioso: la Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal. Habría quedado nada menos que en segundo lugar. Expresa la demanda religiosa conservadora e indigenista del pueblo peruano de origen andino. 

En realidad, tanto el FREPAP como la UPP de Antauro Humala expresan formas distintas de milenarismo andino. El FREPAP en una vertiente religiosa y respetuosa de la economía social de mercado, aunque con fuertes incrustaciones cooperativistas, y el Frente patriótico de Humala en una versión secular, nacionalista y más socialista. Sin duda ambas bancadas defenderán valores conservadores en lo moral en el Congreso, junto con Fuerza Popular y en alguna medida bancadas como Alianza para el Progreso y Somos Perú.
 
Es posible que la drástica declinación de Fuerza Popular haya incrementado el caudal de esas dos fuerzas.
 
Las izquierdas han obtenido más de lo que se preveía. Junto a UPP (17 escaños), han ingresado el Frente Amplio (12 escaños) y -tal vez- Juntos por el Perú (5 escaños). Entre los tres suman 34 congresistas, 14 más que los que obtuvieron en el congreso disuelto. Esa suma no es suficiente para poner en peligro el modelo económico, pero quizá podría sumar votos con el FREPAP (16 congresistas) para ciertas causas indigenistas y ecologistas, aunque tampoco alcanzarían mayoría. El bloque que defendería la economía de mercado (AP, APP, FP, Podemos, Partido Morado y Somos Perú), sumaría 80 congresistas.

No cabe duda que la gran perdedora, no solo en las elecciones congresales que se realizaron ayer sino de la gran batalla política de los últimos años, ha sido Fuerza Popular. Quizá haya llegado a su fin la polarización fujimorismo – anti-fujimorismo que dominó el escenario político en los últimos lustros. Que se trate o no una derrota terminal dependerá de la suerte judicial de Keiko Fujimori. De hecho, en la derrota estructural del fujimorismo ha jugado un papel importante la destrucción mediática y judicial de la imagen de la lideresa no solo por la prisión preventiva sino por el continuo flujo de revelaciones acerca de dineros recibidos y aportantes fantasma, que no eran delito pero que fueron y son presentados como si lo fueran. Por supuesto, habría que asignarle un peso similar a los graves errores por ella cometidos en la conducción de la bancada de fuerza popular desde el 2016, sobre todo durante la etapa del PPK, porque durante Vizcarra la beligerancia amainó apreciablemente, aunque fue reactivada hábilmente por el propio Vizcarra con el pedido de adelanto de elecciones, que derivó finalmente en el cierre del Congreso. Fue el puntillazo final.

En esa misma medida, el ganador ha sido el presidente Martín Vizcarra, que tendrá ahora un nuevo Congreso en el que Fuerza Popular tendría apenas 12 congresistas, que no contarán con la colaboración de una bancada aprista que no existirá. Pero no es tampoco que tendrá mayoría propia o afín. Los dos partidos que han expresado su apoyo a la gestión del Presidente, son el partido Morado (solo 9 congresistas) y Alianza para el Progreso (APP) (18 escaños). Recordemos que Acción Popular y APP estuvieron en contra del adelanto de elecciones y de la disolución del Congreso, aunque luego APP haya desautorizado a quienes adoptaron esa posición. En todo caso, el peligro de que se pudiera plantear una acusación constitucional contra Vizcarra por la disolución congresal ha quedado conjurado luego de la inefable sentencia del Tribunal Constitucional.

Han tendido a tener más votación los partidos no incluidos en el proceso Lavajato, y que al mismo tiempo tienen un nivel de organización nacional y presentan alguna clase de novedad:  Acción Popular, FREPAP, APP, Partido Morado, Somos Perú y el propio Frente Amplio. La propia Acción Popular apostó por figuras nuevas completamente desconocidas -es decir, por la Lampa-, y consiguió el primer puesto.

Eso habla de la potencia de la llamada “lucha anticorrupción” como factor decantador y letal en la política. Las estrategias mediático – fiscales han sido muy efectivas. Contundentes.  

Quizá en parte por eso existe consenso entre varios de esos partidos ganadores de que una de las tareas prioritarias del nuevo Congreso será revisar y culminar la reforma política, o la reforma institucional en general. Esos partidos suman 85 congresistas, aunque será difícil el consenso en torno a una reforma clave como la de elegir el Congreso junto con la segunda vuelta y muchos no conocen bien las reformas pendientes de aprobación, que son las referidas a la gobernabilidad. Es de suponer que el Ejecutivo enviará nuevamente al Congreso complementario los proyectos de ley correspondientes, para encaminar el proceso.

En conclusión, es posible que el nuevo Congreso, con dificultades por su alta fragmentación, se aboque principalmente a culminar la reforma política. El Presidente Vizcarra no tendrá enemigo contra el que luchar para construir su popularidad, de modo que deberá empezar a mostrar resultados en la gestión de gobierno. Si no lo hace, la propia dinámica del proceso electoral del 21 lleve a algunas bancadas a desarrollar una conducta cada vez más crítica al gobierno, pero no pasaría a mayores. Lampadia




El artículo sesenta y dos

El artículo sesenta y dos

Rafael Rey Rey
Ex congresista y ministro
Para Lampadia

Agosto de 1993. Habíamos terminado de aprobar el capítulo del régimen económico de la Constitución. Los debates habían sido especialmente intensos tanto en la Comisión Constitución como en el pleno.

Quienes defendían las ideas socialistas de las que estaba impregnada la Constitución del 79, sea por razones ideológicas sea por razones sentimentales, se habían opuesto a casi todos los artículos del capítulo.

Quienes queríamos, en cambio, que se le diera al país la oportunidad de experimentar los beneficios de una economía de mercado estábamos satisfechos. Habíamos conseguido introducir en el texto constitucional varios “candados” que impedirían que los futuros gobiernos cometieran los errores del pasado, que llevaron al Perú a la ruina económica y a la miseria social.

En el articulado aprobado estaban garantizadas expresamente, por ejemplo,

  • la libre competencia,
  • la libertad de empresa,
  • la libertad de precios,
  • la libertad de cambio,
  • tenencia y disposición de moneda extranjera
  • y la libertad de contratar.

Igualmente estaba garantizada la igualdad de tratamiento legal y tributario al capital nacional y extranjero, así como a la actividad empresarial privada y estatal. Esta última, además, solo posible de ejercerse de manera subsidiaria, autorizada por ley expresa y por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional.

Así mismo estaba garantizado el derecho inviolable de propiedad y ésta sujeta a expropiación sólo por causa de seguridad nacional o necesidad pública declarada por ley y previo pago en efectivo de indemnización justipreciada.

Finalmente, habíamos asegurado la independencia y autonomía del Banco Central de Reserva, responsable de la estabilidad monetaria.

A los constituyentes de Renovación Nacional, nos parecía particularmente importante el texto del artículo que consagraba no solo la libertad de contratación sino el carácter sagrado de los contratos cuyos términos podían ser modificados exclusivamente por acuerdo de las partes y en cuya redacción habíamos participado en forma muy activa. El artículo sexagésimo segundo del texto constitucional que a la letra dice:

“Artículo 62.- La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase. Los conflictos derivados de la relación contractual solo se solucionan en la vía arbitral o en la judicial, según los mecanismos previstos en el contrato o contemplados en la ley.

Mediante contratos-ley, el Estado puede establecer garantías y otorgar seguridades. No pueden ser modificados legislativamente, sin perjuicio de la protección a que se refiere el párrafo precedente.”

De pronto el doctor Manuel de la Puente y Lavalle, publicó un artículo en El Comercio en el que venía a insinuar o afirmar que se nos había pasado la mano. Que no podíamos negar la posibilidad de que, en circunstancias especiales, se pudieran expedir leyes u otras disposiciones que modificaran los contratos entre el Estado y privados y entre privados.

Pocos días después Carlos Torres y Torres Lara, presidente de la Comisión de Constitución y Reglamento, nos citó a Lourdes Flores Nano y al suscrito a la oficina del presidente del Congreso Jaime Yoshiyama. Nos explicó que, por las “razones” esgrimidas por el doctor de la Puente y compartidas por otros, querían modificar la redacción del mencionado artículo. Pero como éste ya había sido aprobado en el pleno del Congreso, en realidad se trataba de una reconsideración que para ser aprobada necesitaban los votos de dos tercios del número legal de congresistas. Es decir 54 votos. La mayoría Fujimorista requería pues del voto de las bancadas de Renovación Nacional (RN) y del Partido Popular Cristiano (PPC).

Discutimos unos minutos. Lourdes Flores terminó por ofrecerle los votos del PPC para la reconsideración. Yo me negué. Sostuve entonces lo mismo que luego sostuvimos en el pleno. Que, con esa modificación, eliminábamos la santidad de los contratos y afectábamos gravemente la seguridad jurídica que queríamos transmitir con la nueva Constitución. Que, tal como estaba aprobado, ese artículo era uno de los más importantes y probablemente uno de los que mejor hablaría de la seriedad que el Perú quería transmitir a los inversionistas. Y que para la modificación que pensaban proponer no contarían con los votos de RN.

Poco después, el fujimorismo presentó ante el pleno la nueva redacción que proponían. Se originó un nuevo debate. Los de RN nos opusimos. En resumen, dejamos constancia de que la redacción que se proponía no solo era una modificación del artículo originalmente aprobado, sino que era su contrario. La seguridad contractual afirmada en las primeras líneas quedaba eliminada por completo en las siguientes. Se pretendía establecer que ‘por razones comprobadas de utilidad moral, de calamidad pública, de seguridad y orden interno -es decir, por cualquier razón- se podían expedir leyes u otras disposiciones que modificaran los términos contractuales.’ Así había sucedido en el Perú, “por ejemplo, con la bautizada como ‘ley del inquilinato’. La ley congeló los alquileres y se paralizó la construcción de viviendas.” [1]

La reconsideración fracasó al faltarle a la mayoría los votos de la bancada de Renovación Nacional. Y el artículo quedó tal como estaba y como continúa estando en el texto constitucional. Lampadia

[1] Enrique Chirinos (Constituyente de Renovación Nacional) en el referido debate.




¿Por qué seguimos atrasados en educación?

En los últimos años hemos recaído, hemos vuelto a poner trabas a la producción, tenemos que restablecer la libertad económica para que nuestros maestros y servidores públicos tengan mejores sueldos, más capacitación, más tecnología y así más peruanos tengan acceso a un derecho fundamental: Educación de Calidad.

x




¿Qué tipo de capitalismo queremos?

¿Qué tipo de capitalismo queremos?

El capitalismo, históricamente el mejor sistema para crear empleos dignos y reducir la pobreza, está en búsqueda de un camino que permita corregir sus debilidades y hacerlo sostenible en el tiempo.

En el artículo que presentamos líneas abajo, Klaus Schwab, el creador del World Economic Forum, plantea la adopción del ‘capitalismo de stakeholders’ o capitalismo de las partes interesadas, que engloba la búsqueda del bienestar de todas las partes interesadas en el devenir de la vida de las empresas, incluyendo el de la sociedad en su conjunto. Veamos:

Project Syndicate
2 de diciembre, 2019
KLAUS SCHWAB
Glosado por Lampadia

¿Qué tipo de capitalismo queremos? Esta sea tal vez la pregunta que defina nuestra era. Una pregunta a la que hemos de responder correctamente si queremos que nuestro sistema económico sea sostenible para las generaciones futuras.

Existen tres modelos: el primero es el «capitalismo de accionistas», que considera que el principal objetivo de las empresas es la obtención de beneficios y ha sido el modelo predominante en innumerables sociedades occidentales.

El segundo es el «capitalismo de Estado», un modelo que confía en el Estado para que marque la dirección de la economía y ha adquirido gran importancia en los mercados emergentes.

Sin embargo, yo me inclinaría por el «stakeholder capitalism», el capitalismo de las partes interesadas, un modelo al que me referí por primera vez hace medio siglo. En este modelo las empresas son administradoras de la sociedad, y representa la respuesta más acertada a los desafíos sociales y ambientales de nuestros días.

El capitalismo de accionistas ha sido el modelo predominante durante una buena parte de nuestra historia económica más reciente. Se impuso por primera vez en los Estados Unidos en la década de 1970 y fue ampliando su influencia en otros lugares en las décadas posteriores. Su impulso también fue beneficioso. En su momento de máximo esplendor, centenares de millones de personas de todo el mundo prosperaban a medida que las empresas orientadas a la obtención de beneficios abrían nuevos mercados y creaban nuevos empleos. 

Pero esta situación se presta a una segunda lectura.  El capitalismo de accionistas descuidó el hecho de que una empresa es un organismo social, además de uno con fines de lucro. Esto, sumado a las presiones ejercidas por el sector financiero con respecto a la obtención de resultados a corto plazo, provocó que el capitalismo de accionistas cada vez estuviera más desconectado de la economía real. Somos muchos los que hemos visto que esta forma de capitalismo ya no es sostenible. ¿Por qué motivo?

Primero vino el efecto «Greta Thunberg». La joven activista sueca nos recordó que el sistema económico actual constituye una traición a las generaciones futuras por el daño ambiental que provoca. En segundo lugar, y en línea con lo anterior, los millennials y la «generación Z» ya no quieren trabajar para, invertir en, o comprar en empresas que no se rijan por unos valores más amplios. Y, por último, cada vez son más los ejecutivos y los inversores que empiezan a comprender que su éxito a largo plazo depende también del éxito de sus clientes, empleados y proveedores.

Como resultado de ello, el «stakeholder capitalism» empieza a imponerse a un ritmo acelerado. Es la culminación de un proceso largo. Yo describí este concepto por primera vez en 1971 y creé el Foro Económico Mundial con el fin de ayudar a las empresas y a los dirigentes políticos a aplicarlo. Llevó a la firma, dos años más tarde, del Manifiesto de Davos, un documento que describía las principales responsabilidades que tiene una empresa para con sus partes interesadas.

Ahora (por fin) está empezando a sumarse más gente a esta corriente «de las partes interesadas». La Business Roundtable de los Estados Unidos, el grupo de presión más influyente de América, se ha mostrado particularmente a favor del «capitalismo de las partes interesadas». Por otra parte, la denominada «inversión de impacto» también está adquiriendo importancia. Permite a los inversores buscar beneficios ambientales y sociales, además de financieros.

Deberíamos aprovechar el momento para consolidar la posición dominante del «stakeholder capitalism».  Para ello, podríamos presentar un nuevo Manifiesto de Davos que establezca que:

  • Es necesario que las empresas paguen un porcentaje equitativo de impuestos.
  • Deben mostrar tolerancia cero frente a la corrupción
  • Deben respetar los derechos humanos en sus cadenas de suministro mundiales.
  • Y deben respetar la competencia en igualdad de condiciones, también cuando operen en la «economía de plataformas». 

Pero las empresas van a necesitar además nuevos parámetros y un nuevo propósito. ¿Por ejemplo, cuáles?

Primero, debería establecerse un parámetro que mida la «creación de valor compartido» que complemente a los parámetros métricos y permita mejorar los objetivos «ambientales, sociales y de gobernanza». Ya hay en marcha una iniciativa encaminada a ello que goza del respaldo de «las cuatro grandes» consultoras, y del presidente del Consejo Empresarial Internacional y CEO del Banco de América, Brian Moynihan.

La segunda medida que hay que ajustar es la remuneración en los niveles ejecutivos. Desde la década de 1970, el salario de los ejecutivos se ha disparado, fundamentalmente para «alinear» a los directivos con los accionistas. En el nuevo modelo de las partes interesadas, el salario debería estar alineado con la creación de valor compartido a largo plazo. Y que no haya ninguna duda: el hecho de ser un buen líder ya resulta muy gratificante de por sí.

Por último, las empresas deben comprender que han alcanzado un tamaño tal que se han convertido en una parte interesada de nuestro futuro común. Obviamente, la empresa debe aprovechar sus competencias básicas, su espíritu empresarial y sus habilidades, pero también debe trabajar con otras partes interesadas para mejorar el estado del mundo. Ese debería ser su fin último.

¿Existe alguna otra vía? Claro que sí, el capitalismo de Estado también tiene una visión a largo plazo, y ha cosechado éxitos últimamente, sobre todo en Asia. Pero, si bien encaja en una fase del desarrollo, debería evolucionar a lo largo del tiempo hacia el capitalismo de las partes interesadas con el fin de garantizar que no se corrompa.

Los líderes empresariales tienen ante ellos una magnífica oportunidad. Si dan un significado concreto al «stakeholder capitalism» podrán ir más allá de sus obligaciones legales y responder a la llamada de la sociedad. Pueden ayudar al cumplimiento de objetivos sociales más amplios, como el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Si quieren dejar huella, deberían aprovecharla. 

Klaus Schwab is Founder and Executive Chairman of the World Economic Forum.




Persiste el calentamiento global

Persiste el calentamiento global

Como hemos señalado en anteriores oportunidades (ver Lampadia: ¿Es posible acabar con la contaminación del aire al 2050?), el problema del cambio climático global, producto del calentamiento de las paredes de la atmósfera, de ninguna manera se soluciona extirpando el sistema capitalista de la faz de la tierra, un argumento que ha sido esgrimido insistentemente por las izquierdas en Occidente, hasta de las más moderadas.

Por el contrario, es la misma economía de mercado y la libre competencia las que pueden proveer de soluciones ecoamigables a diversos problemas de índole ambiental, como de hecho ya lo ha estado haciendo (ver Lampadia: El futuro promisorio de las baterías, Las baterías del futuro de China y EEUU). Ejemplos hay varios, como el desarrollo de los autos eléctricos y la transformación de la industria alimentaria – una de las principales emisoras de gases de efecto invernadero – desde la ganadería hacia la producción de alimentos con alto contenido vegetal.

Sin embargo, es menester señalar que, aún con dichos esfuerzos del empresariado, la realidad es que nuestro mundo sigue sufriendo los embates de la contaminación, producto en gran medida de la aún vasta combustión de los combustibles fósiles. Y es que pareciera que los líderes políticos de las grandes potencias – ensimismados en guerras comerciales y tecnológicas por la geopolítica global – no han terminado de internalizar la gravedad de esta problemática en sus agendas. Inclusive en muchos casos, como es el caso del presidente Trump en EEUU, lo han terminado denigrando y hasta acusando de que es una invención proveniente de China. Nada más lejano de la realidad.

He aquí la autocrítica que realiza The Economist en un artículo reciente, que compartimos líneas abajo, en donde expresa su preocupación por la falta de interés de las clases políticas dominantes en los 12 países que son responsables de las tres cuartas partes de las emisiones a nivel mundial.

Es imperativo que tales actores tomen conciencia no solo de que el cambio climático ya es una realidad y que por ende se deben tomar medidas en conjunto para combatirlo a la brevedad. Más importante aún es que adviertan que el único sistema capaz de proveer de soluciones a la humanidad en este impasse es el sistema capitalista, a través de la inversión y del alineamiento de los incentivos. En ese sentido, las soluciones de política pública provistas para combatir el calentamiento global deben girar en torno a él, de manera que no termine torciéndose la aguja del desarrollo que ha experimentado y sigue experimentando nuestro mundo (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

Un mundo en calentamiento
El problema del clima

El cambio climático toca todo lo que informa este medio. Debe abordarse con urgencia y claridad

The Economist
19 de setiembre, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

De un año al siguiente, no puede sentir la diferencia. Sin embargo, a medida que se acumulan las décadas, la historia se vuelve clara. Las rayas en nuestra portada representan la temperatura promedio mundial en todos los años desde mediados del siglo XIX. Los años azul oscuro son más fríos y los rojos más cálidos que el promedio en 1971-2000. El cambio acumulativo salta. El mundo es aproximadamente 1ºC más caliente que cuando este medio era joven.

Representar este lapso de la historia humana como un conjunto de rayas simples puede parecer reduccionista. Estos son años que vieron guerras mundiales, innovación tecnológica, comercio a una escala sin precedentes y una creación asombrosa de riqueza. Pero esas historias complejas y las rayas simplificadoras comparten una causa común. El clima cambiante del planeta y el notable crecimiento en el número y la riqueza humana provienen de la combustión de miles de millones de toneladas de combustibles fósiles para producir energía industrial, electricidad, transporte, calefacción y, más recientemente, computación.

A nuestro alrededor

Que el clima cambiante afecta a todo y a todos debería ser obvio, como debería ser que los pobres y marginados tienen más que perder cuando el clima se vuelve contra ellos. Lo que es menos obvio, pero igual de importante, es que, dado que los procesos que fuerzan el cambio climático están integrados en los fundamentos de la economía mundial y de la geopolítica, las medidas para controlar el cambio climático deben ser igualmente amplias y abarcadoras. Descarbonizar una economía no es una simple resta; requiere una revisión casi completa.

Para algunos — incluidos muchos de los millones de jóvenes idealistas que, como The Economist fue a la prensa, se estaban preparando para un ataque climático global, y muchos de los que invadirán las calles de Nueva York durante la Asamblea General de la ONU de la próxima semana — esta revisión requiere nada menos que el castrado o el desarraigo del capitalismo. Después de todo, el sistema creció mediante el uso de combustibles fósiles en cantidades cada vez mayores. Y la economía de mercado hasta ahora ha hecho muy poco para ayudar. Casi la mitad del dióxido de carbono extra hecho por el hombre de la atmósfera se colocó allí después del cambio de la década de 1990, cuando los científicos dieron la voz de alarma y los gobiernos dijeron que actuarían.

De hecho, concluir que el cambio climático debería significar encadenar el capitalismo sería equivocado y perjudicial. Existe un inmenso valor en el vigor, la innovación y la adaptabilidad que los mercados libres aportan a las economías que tomaron forma durante ese siglo rayado. Las economías de mercado son los pozos que producen la respuesta que requiere el cambio climático. Los mercados competitivos debidamente incentivados, y los políticos que sirven a una verdadera sed popular de acción, pueden hacer más que cualquier otro sistema para limitar el calentamiento que se puede evitar y hacer frente a lo que no.

Para comprender ese contexto, es importante comprender todas las cosas que el cambio climático no es. No es el fin del mundo. La humanidad no está balanceándose al borde de la extinción. El planeta en sí no está en peligro. La Tierra es una cosa vieja y dura y sobrevivirá. Y aunque se puede perder mucho, la mayor parte de la vida maravillosa que hace a la Tierra única, por lo que los astrónomos aún pueden decir, persistirá.

Sin embargo, el cambio climático es una amenaza grave para innumerables personas, una que tiene un alcance planetario. Desplazará decenas de millones, como mínimo; interrumpirá las granjas de las que dependen miles de millones; secará pozos y tuberías de agua; inundará lugares bajos y, a medida que pase el tiempo, también los más altos. Es cierto que también proporcionará algunas oportunidades, al menos a corto plazo. Pero cuanto más tiempo demore la humanidad en reducir las emisiones, mayores serán los peligros y menos los beneficios, y mayor será el riesgo de sorpresas verdaderamente catastróficas.

La escala de las implicancias subraya otra cosa que el cambio climático no es. No es solo un problema ambiental junto con todos los demás, y absolutamente no uno que pueda resolverse mediante la abnegación autoflagelante. El cambio por parte de las personas que están más alarmadas no será suficiente. Lo que también se necesita es un cambio en la vida de aquellos a quienes aún no les importa mucho. El clima es un asunto de todo el gobierno. No se puede desviar al ministro del medio ambiente, a quien nadie puede nombrar.

Y eso lleva a una tercera cosa que el cambio climático no es. No es un problema que pueda posponerse durante algunas décadas. Es aquí y ahora. Ya está haciendo que eventos extremos como el huracán Dorian sean más probables. Sus pérdidas ya están allí y a menudo están de luto, en paisajes apagados donde los glaciares han muerto y en los arrecifes blanqueados de sus colores coralinos. El retraso significa que la humanidad sufrirá más daño y enfrentará una lucha mucho más costosa para recuperar el tiempo perdido.

Colgando juntos

Qué hacer ya está bien entendido. Y una tarea vital es la especialidad del capitalismo: mejorar la situación de las personas. La adaptación, incluidas las defensas marinas, las plantas de desalinización, los cultivos resistentes a la sequía, costará mucho dinero. Ese es un problema particular para los países pobres, que corren el riesgo de un círculo vicioso donde los impactos del cambio climático les roban continuamente la esperanza de desarrollo. Los acuerdos internacionales enfatizan la necesidad de apoyar a los países más pobres en sus esfuerzos por adaptarse al cambio climático y hacerse lo suficientemente ricos como para necesitar menos ayuda. Aquí el mundo rico está eludiendo sus deberes.

Sin embargo, incluso si tratara de cumplirlos, de ninguna manera todos los efectos del cambio climático se pueden adaptar. A medida que avanza el cambio, menos adaptación podrá compensarlo. Eso lleva a la otra necesidad del capital: la reducción de emisiones. Con mejoras tecnológicas plausibles y mucha inversión, es posible producir redes eléctricas que no necesitan centrales eléctricas que emitan dióxido de carbono. El transporte por carretera puede electrificarse, aunque los envíos de larga distancia y los viajes aéreos son más difíciles. Los procesos industriales pueden ser reestructurados; aquellos que deben emitir gases de efecto invernadero pueden capturarlos.

Es una tontería pensar que todo esto se puede hacer en diez años más o menos, como lo demandan muchos activistas y algunos aspirantes presidenciales estadounidenses. Pero los esfuerzos de hoy, que son demasiado laxos para mantener al mundo alejado de dos o incluso tres grados de calentamiento, pueden mejorarse enormemente. Obligar a las empresas a revelar sus vulnerabilidades climáticas ayudará a los inversores cada vez más preocupados a asignar capital de manera adecuada. Un precio sólido sobre el carbono podría estimular nuevas formas de innovaciones para reducir las emisiones que los planificadores aún no pueden imaginar. Sin embargo, por poderosa que sea esa herramienta, la descarbonización que conlleva deberá acelerarse a través de regulaciones bien orientadas. Los electores deben votar por ambos.

El problema con tales políticas es que el clima responde al nivel general de dióxido de carbono en la atmósfera, no a la contribución de un solo país. Si un gobierno reduce drásticamente sus propias emisiones pero otros no, el galante reductor generalmente no verá daños reducidos. Esto no siempre es del todo cierto: los excesivos subsidios de energía renovable de Alemania impulsaron un auge mundial en la producción de paneles solares que los hizo más baratos para todos, reduciendo así las emisiones al exterior; los prósperos parques eólicos marinos de Gran Bretaña pueden lograr algo similar. Pero es lo suficientemente cierto en la mayoría de los casos como para ser un gran obstáculo.

La solución obvia será desagradable para muchos. Las conversaciones sobre el clima de la ONU tratan a 193 países como iguales, proporcionando un foro en el que todos son escuchados. Pero las tres cuartas partes de las emisiones provienen de solo 12 economías. En algunas de ellas, incluida EEUU, es posible imaginar votantes más jóvenes en las democracias liberales que exigen un realineamiento político sobre cuestiones climáticas, y un nuevo interés en lograr que otros se unan. Para un club compuesto por una docena de grandes y medianos poderes extravagantes, resolver un acuerdo “minilateral” dejaría a miles de millones excluidos de las preguntas que podrían dar forma a su destino; los participantes necesitarían nuevos sistemas de preferencia comercial y otras amenazas y sobornos para mantenerse en línea. Pero podrían romper el estancamiento, empujando lo suficiente del mundo a una trayectoria de mitigación más pronunciada para beneficiar a todos, y ser ampliamente emulados.

El daño que terminará causando el cambio climático depende de la respuesta humana en las próximas décadas. Muchos activistas de la izquierda no pueden imaginar las democracias liberales de hoy respondiendo al desafío en una escala adecuada. Piden nuevos límites a la búsqueda de la prosperidad individual y el control general del gobierno sobre la inversión, restricciones que algunos de ellos aceptarían bajo cualquier circunstancia. Mientras tanto, a la derecha, algunos apartan la mirada del incipiente desastre como diciendo “estoy bien, Jack” e ignoran sus deberes para con el grueso de la humanidad.

Si el espíritu de empresa que primero aprovechó el poder de los combustibles fósiles en la Revolución Industrial es sobrevivir, los estados en los que más ha prosperado deben demostrar que esas actitudes son erróneas. Deben estar dispuestos a transformar la maquinaria de la economía mundial sin renunciar a los valores de los que nació esa economía. Algunos afirman que el amor del capitalismo al crecimiento lo enfrenta inevitablemente a un clima estable. Este periódico cree que están equivocados. Pero, sin embargo, el cambio climático podría ser la sentencia de muerte para la libertad económica, junto con mucho más. Si el capitalismo quiere mantener su lugar, debe mejorar su juego. Lampadia




Recuperando lo mejor del capitalismo

Recuperando lo mejor del capitalismo

Los últimos 200 años, desde la primera revolución industrial, han marcado un período extraordinario de prosperidad del conjunto de la humanidad. Hace 200 años el 85% de la población global vivía en la extrema pobreza, hoy solo el 10%.

La reducción de la pobreza, el aumento de la esperanza de vida, la alfabetización y el aumento de ingresos de los ciudadanos, se aceleraron notoriamente durante los últimos 50 años. La población mundial se duplicó, el ingreso per cápita se triplicó y la desnutrición pasó de 26% a 13% de la población.

Fuente: Capitalismo Consciente

Este proceso se debe en gran medida al desarrollo empresarial, a la economía de mercado, al comercio internacional y al capitalismo.

Sin embargo, en los últimos años, se ha producido en los países ricos un incremento de la desigualdad que ha traído consigo el desprestigio de la política y de los líderes políticos, así como la aparición del populismo y de propuestas políticas de corte radical.

A nivel internacional, la diferencia entre los países más bien se ha reducido dramáticamente, pero la corrupción se ha hecho más visible, y la clase política se ha desprestigiado de la misma manera, generando similar nivel de descontento con las instituciones.

En resumen, a nivel global se han desprestigiado la política, los liderazgos, las instituciones y la confianza en el sistema de mercado. La pobreza de liderazgo, el cortoplacismo de la política y el enfoque empresarial que muchas veces maximiza sus objetivos de corto plazo, como el afán por el valor de las acciones, nos han llevado a dudar de todo, incluso de aquello que produjo la ola de bienestar general.

Es por ello que hay que repensar las instituciones que nos hicieron prosperar y hacerlas responsivas al llamado de los tiempos.

En Lampadia siempre entendimos que la sentencia de Milton Friedman, de que el rol de las empresas era maximizar el valor de su accionariado, solo podía darse en el largo plazo, y por lo tanto, eso conllevaba a su sostenibilidad en el tiempo, algo consustancial a un impacto positivo en lo social, ambiental y mediático.

Pero como aparentemente esto no necesariamente se entendió así, se hace necesario reformular el rol de las empresas desde su compromiso con una misión y valores que expliciten el verdadero sentido de los negocios, como una fuerza creadora de bienestar.

Ejemplos de compromiso cívico por parte de los empresarios se observan en pocos países, en la región, Chile es un ejemplo a destacar (ver Lampadia: Compromiso Cívico). La difusión de los beneficios económicos y sociales obtenidos por el sistema de libre empresa en dicho país, han sostenido un modelo de desarrollo que permite que Chile apueste por salir de la trampa de ingresos medios.

En esa línea hemos encontrado los conceptos del ‘Capitalismo Consciente’, que sin más presentamos a continuación, a través de su prefacio:  

Capitalismo Consciente
Liberando el espíritu heroico de los negocios

John Mackey, Co-CEO, Whole Foods Market
Raj Sisodia
Harvard Business Review Press
2014
Traducido y glosado por Lampadia

Prefacio por Bill George

Regresando el capitalismo a su curso

Este es el libro que siempre quise escribir. Como capitalista comprometido, me preocupa mucho ver cómo el capitalismo se ha salido de los rieles durante el último cuarto de siglo y ha adquirido un nombre tan malo, merecido en gran parte.

En este libro, John Mackey y Raj Sisodia devuelven el capitalismo a sus raíces. Hacen un caso convincente sobre el capitalismo como el mayor creador de riqueza que el mundo haya conocido. En estas páginas, llaman a su versión capitalismo consciente. Considero que es solo el capitalismo, ya que es la única forma auténtica de capitalismo. Otras formas de hacer negocios, incluido el “capitalismo de amigos”, son simplemente versiones no auténticas de lo real. Como vimos durante el colapso económico mundial de 2008 y la Gran Recesión que siguió, estas versiones falsas del capitalismo no pueden sostenerse y están condenadas a fallar a largo plazo.

La primera vez que descubrí las filosofías de John Mackey fue cuando leí su debate en 2005 con el economista ganador del Premio Nobel Milton Friedman sobre la forma en que funciona el capitalismo. Poco antes de la muerte de Friedman, Mackey cuestionó su opinión de que la única responsabilidad de las empresas es con sus accionistas, que los mercados financieros han traducido en el precio de sus acciones a corto plazo. En su citado tratado de 1970 en el New York Times, “La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus beneficios”, Friedman criticó a los líderes empresariales que estaban preocupados por sus empleados, comunidades y el medio ambiente: “Empresarios que asumen seriamente sus responsabilidades por proporcionar empleo, eliminar la discriminación, evitar la contaminación … están predicando el socialismo puro y sin adulteración “.

Mackey desafió esa opinión, tal como lo he intentado durante muchos años. Compartimos una visión mucho más amplia del papel de la corporación en la sociedad. Fue la sociedad la que creó la ‘sociedad de responsabilidad limitada’ y otorgó a las empresas el derecho a operar. Violar esos derechos puede resultar en la pérdida de libertad, ya sea revocando los estatutos de una compañía o restringiéndolos con acciones reglamentarias y leyes que limiten su libertad de operar.

En su liderazgo en Whole Foods Market, John Mackey se convirtió en un modelo a seguir para el capitalismo consciente, al igual que mis colegas de Medtronic y yo hemos tratado de ser. De nuestras experiencias personales, de estar en las trincheras todos los días, Mackey en sus tiendas y mi tiempo en los hospitales con médicos y pacientes, ambos sabemos que el capitalismo auténtico es la única forma en que se puede construir una organización que beneficie a sus clientes, empleados e inversionistas, comunidades, proveedores, y el medio ambiente.

Mackey y Sisodia demuestran inequívocamente que el liderazgo importa. Nos muestran cómo llegar a ser líderes conscientes, una noción que es virtualmente sinónimo de mi concepto de liderazgo auténtico. Reconocen lo esencial que es para los líderes integrar sus corazones con sus cabezas mediante el desarrollo de la autoconciencia y la inteligencia emocional, y al mismo tiempo capacitar a otras personas para que hagan lo mismo. Como dice el dicho. “El viaje más largo que la gente debe tomar es el de dieciocho pulgadas entre sus cabezas y sus corazones”.

Con la enorme pérdida de confianza en nuestros líderes en la última década, el desarrollo de líderes conscientes es la mejor manera de reconstruir la confianza en nuestros líderes y en las instituciones capitalistas y asegurar que sigan por su ‘True North’ (verdadero Norte).

Permítanme compartir el viaje que me llevó a abrazar estas nociones. Cuando me gradué de Georgia Tech en 1964 en ingeniería industrial y de sistemas, tenía una pasión por convertirme en un líder centrado en los valores de una empresa importante que contribuyera al bienestar de la sociedad. Esta pasión comenzó a la edad de ocho años, escuchando a mi padre sobre cómo deberían operar las empresas. Continuó en mis años de adolescencia cuando escuché conversaciones con empresarios mientras hacía prácticas y más tarde en el trabajo de verano para compañías que incluían a Procter & Gamble e IBM.

Elegí estudiar negocios porque creo que los negocios bien dirigidos y centrados en los valores pueden contribuir a la humanidad de maneras más tangibles que cualquier otra organización en la sociedad. Mis estudios de MBA en Harvard Business School me expusieron a muchos grandes líderes de negocios, me abrieron los ojos a cómo operan los negocios globales y fortalecieron mi deseo de hacer una diferencia a través de la libre empresa. En mis veintitrés años en el Departamento de Defensa, Litton Industries y Honeywell, vi lo bueno, lo malo y lo feo de los negocios.

Me uní a Medtronic en 1989, reconocí la oportunidad de crear un valor duradero para todos los grupos de interés de la compañía mientras mantenía su éxito. Mis trece años en Medtronic proporcionaron la plataforma, una bien establecida por el fundador Earl Bakken, para convertir este concepto en realidad. Algunos citarían el aumento en el valor de los accionistas de Medtronic de $ 1.1 mil millones a $ 60 mil millones como prueba de su éxito, pero creo que un caso mucho más convincente se debe al aumento de pacientes nuevos que se recuperan cada año a una vida y salud más plenas, de 300,000 personas en 1989 a 10 millones hoy. Las historias curativas de estos pacientes son la verdadera recompensa para los empleados de Medtronic y los médicos, enfermeras, técnicos, proveedores, inversionistas y comunidades que conforman la familia Medtronic.

Desde que me retiré de Medtronic en 2002, he enseñado en grandes instituciones académicas, especialmente en los últimos nueve años en la facultad de la Escuela de Negocios de Harvard. Estos años me han permitido desarrollar y consolidar mis ideas con expertos en negocios y grandes líderes empresariales, discutirlas en el aula con estudiantes y ejecutivos notables y escribir sobre ellas en cinco libros y numerosos artículos.

Mientras tanto, la sociedad ha experimentado una pérdida histórica en la confianza de los líderes empresariales. Comprender lo que ha sucedido para socavar el capitalismo consciente en la última década requiere volver a las teorías de Friedman, que han tenido una influencia monumental en generaciones de economistas y presidentes ejecutivos que han seguido su filosofía, inconscientemente o no. La influencia ha crecido a medida que el mercado de valores se ha vuelto cada vez más a corto plazo y los periodos de tenencia promedio para las acciones han caído de ocho años a seis meses.

Lamentablemente, el impulso hacia las ganancias a corto plazo ha llevado a la quiebra de Enron, WorldCom, Kmart y Kodak, y a más de cien grandes empresas que se vieron obligadas a reescribir sus informes financieros anteriores en 2003-2004, debido a una cuestionable contabilidad. Estos problemas palidecen en comparación con el fracaso en 2008 de las principales firmas financieras, como Fannie Mae, Bear Stearns, Lehman Brothers, Countrywide, Citigroup y muchas otras, ya que las instituciones financieras con exceso de palanqueo financiero colapsaron mientras intentaban maximizar el valor de sus accionistas. En efecto, la presión de Wall Street sobre las corporaciones para aumentar los precios de las acciones a corto plazo se disparó, eliminando a muchas de esas mismas empresas financieras.

John Mackey, quien llama a Friedman “uno de sus héroes”, desafió la idea del economista en su debate de 2005, poco antes de la muerte de Friedman. Para su crédito, Friedman intentó incorporar muchas de las ideas de Mackey en su teoría de la creación de valor para el accionista, pero Mackey lo rechazó: “Aunque Friedman cree que cuidar de los clientes, los empleados y la filantropía empresarial es un medio para aumentar las ganancias de los inversores, tomé exactamente la opinión contraria: obtener altos beneficios es el medio para el fin de cumplir con la misión comercial principal de Whole Foods. Queremos mejorar la salud y el bienestar de todos en el planeta a través de alimentos de mejor calidad y una mejor nutrición, y no podemos cumplir esta misión a menos que seamos altamente rentables. Al igual que las personas no pueden vivir sin comer, un negocio no puede vivir sin ganancias. Pero la mayoría de las personas no viven para comer, y tampoco las empresas deben vivir solo para obtener ganancias”.

A menudo hice un argumento similar sobre la misión de Medtronic de “recuperar a las personas a una vida y una salud más plenas”. En mi primer libro, “Liderazgo auténtico”, presenté el caso de que las empresas deberían comenzar con su propósito y sus valores y usarlas para inspirar a los empleados, para innovar y proporcionar un servicio superior, al tiempo que crea incrementos sostenibles de los ingresos y ganancias. Este enfoque proporciona la base para una inversión continua en el negocio mientras crea un valor duradero para los accionistas y las demás partes interesadas (shareholders y stakeholders), lo que lleva a un circuito virtuoso. Esta filosofía no es única en modo alguno para Whole Foods y Medtronic. Se practica ampliamente en empresas tan diversas como IBM, Starbucks Apple, Novartis, Wells Fargo y General Mills, todas las cuales han tenido un gran éxito durante décadas.

En Capitalismo Consciente, Mackey y Sisodia guían al lector a través de todos los constituyentes a los que sirven las empresas, incluidos algunos como los sindicatos y activistas, que normalmente se consideran hostiles a los mejores intereses de la empresa. Los autores demuestran por qué y cómo estas organizaciones merecen atención y respeto, incluso cuando hay desacuerdos en curso.

Para los economistas, el cálculo mucho más simple de Friedman del valor para el accionista es más fácil de medir, pero no representa los elementos más importantes a largo plazo de la salud de la empresa, la validez de su estrategia, los méritos de sus inversiones, la satisfacción de sus clientes, y el compromiso de sus empleados. Estos factores tienen un impacto mucho mayor en el valor sostenible a largo plazo de una empresa que en el movimiento del precio de sus acciones a corto plazo. Otros académicos destacados, como mi colega de la Escuela de Negocios de Harvard, Robert Kaplan, han proporcionado una forma más resiliente y matizada de medir el desempeño de la empresa a largo plazo con el ‘balanced score card’.

Como una ilustración vívida de cómo funciona esto, considere a Hewlett-Packard e IBM y los diferentes enfoques de liderazgo adoptados por los CEOs Mark Hurd y Sam Palmisano en la última década.

  • Antes de ser forzado a renunciar por mala conducta, Hurd de HP, quien provenía de NCR Corporation, se hizo cargo del liderazgo fallido de Carly Fiorina y aparentemente puso a la compañía de nuevo en camino, impulsando los ingresos y las ganancias al alza y más que duplicando las acciones de HP. Sin embargo, estas ganancias se debieron en parte a un fuerte recorte en el gasto en I+D del 6 al 3% (en comparación con los niveles históricos del 10%) y un enfoque a corto plazo que impidió invertir en estrategias viables a largo plazo. Desde su partida en 2010, las acciones de HP han disminuido en $ 60 mil millones, o el 55%.
  • En cambio, bajo el firme liderazgo de Palmisano, IBM se enfocó en servir a sus clientes globales a través de una “empresa globalmente integrada” centrada en valores. El cambio de cultura a largo plazo tomó la mayor parte de los diez años de Palmisano como CEO, pero resultó en un aumento en el valor de los accionistas de IBM de más de $ 100 mil millones, o el 84 por ciento, en los últimos tres años. Virginia Rometty, la sucesora interna de Palmisano, está bien posicionada para sostener este éxito, mientras que los sucesores elegidos externamente de Hurd, Leo Apotheker y Meg Whitman, continúan buscando una estrategia viable.

Estoy profundamente agradecido a John Mackey y Raj Sisodia por brindar a las empresas y a la sociedad este valioso tratado sobre cómo integrar a todos los constituyentes de la compañía para el beneficio a largo plazo de crear organizaciones sostenibles que sirvan a los intereses de la sociedad simultáneamente con los suyos. Se refieren al capitalismo como una “fuerza heroica” que enfrenta los mayores desafíos de la sociedad. En ese sentido, sus ideas encajan perfectamente con las de mi colega de la Escuela de Negocios de Harvard, Michael Porter, el pionero de la estrategia corporativa moderna, que ha hecho un llamado a los líderes corporativos para que contribuyan a la sociedad “creando valor compartido”.

Es mi ferviente deseo de ver que estas ideas se conviertan en un modo ampliamente aceptado y practicado de dirigir las corporaciones en el futuro, permitiendo así que el capitalismo florezca en las próximas décadas como la fuerza dominante que contribuya a una sociedad global próspera.

Bill George es profesor de administración en Harvard Business School y ex presidente y director ejecutivo de Medtronic Inc. Es autor de cuatro libros de gran venta, entre ellos Authentic Leadership y True North, junto con su libro más reciente, True North Groups. Es miembro de la junta directiva de ExxonMobil, Goldman Sachs y la Clínica Mayo.

Lampadia




En América Latina estamos perdiendo la fe en la democracia

El panorama político en América Latina es muy preocupante, tanto en lo económico como en lo político, dejando vulnerables las democracias de la región. Un indicador claro del estado y la percepción de los ciudadanos con respecto a su gobierno es el Latinobarómetro. En 2018, la sensación de progreso en el país se ha reducido en 8 % a nivel Latinoamérica y, quizás más grave aún, menos de la mitad de los latinoamericanos apoya la democracia.

De acuerdo a este estudio, para el que se entrevistó a 20,000 latinoamericanos de 18 países, nunca se ha tenido esta percepción de retroceso tan grande en los 23 años que Latinobarómetro ha medido la región y el apoyo a la democracia en América Latina se encuentra en su nivel más bajo desde el año 2001. “Hay que parafrasear a la reina Isabel para describir lo que le ha pasado a América Latina, y decir que 2018 ha sido un annus horribilis para la región”, asegura la chilena Marta Lagos, directora de Latinobarómetro.

Los resultados de este año (cuadro superior) confirman que los latinoamericanos están como nunca antes insatisfechos con la salud de sus democracias, sin embargo no aumenta el apoyo a regímenes autoritarios. Según el informe, “los ciudadanos de la región que han abandonado el apoyo al régimen democrático prefieren ser indiferentes al tipo de régimen, alejándose de la política, la democracia y sus instituciones”.

Cabe recalcar que Perú y Honduras han tenido una variación porcentual tan pequeña (- 2% en ambos casos) que se considera que no hay cambio. Sin embargo, esto no quita que debería ser un motivo de preocupación la tendencia generalizada hacia un ambiente crítico o indiferente con el régimen democrático, que puede ser motivo para que surjan liderazgos autoritarios que, según la evidencia en varios países, luego de llegar al poder por la vía legal, utilizan las propias instituciones de un estado de Derecho para socavar a la democracia. 

Lo positivo es recatar que el 43% de la población todavía confía en una democracia total. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que al 27% de los peruanos les “da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático” y que el 18% considera que “un gobierno autoritario puede ser preferente”. Esta crisis de confianza se puede ver en los niveles de aprobación, donde el Congreso peruano tiene un 82% de desaprobación.

Percepción de situación económica

La buena situación económica es escasa, viene cayendo de manera sistemática desde 2013 donde alcanzó un 25% para disminuir de manera constante y continua a 12%, menos de la mitad, en 2018.

Es importante tomar en cuenta que, según el Latinobarómetro, el Perú se ubica en la séptima posición de esta clasificación con un 11% de personas calificándola de “buena o muy buena”. Por otro lado, Chile es el país que encabeza la lista de los países que más declaran “buena” situación económica con un 26%, le sigue Uruguay con 21%, Bolivia con 18% y Ecuador con 17%.

¿Y qué tan satisfechos estamos con el funcionamiento de la economía en nuestro país? Según el cuadro superior, solo el 9% se considera satisfecho. ¿Por qué? La corrupción y la falta de información sobre el manejo de las agendas hace que se creen mitos y falsedad que terminan perjudican a la democracia a los gobiernos. En su diagnóstico, el informe detecta un bajo estado de ánimo social “alimentado por una creciente discrepancia entre las mayores demandas de los ciudadanos y la falta (real o percibida) de capacidad para resolver los problemas por parte de las élites políticas, cuya reputación se ha visto mermada por escándalos de corrupción en los últimos años”.

Tendencia global

Es lamentable que el racional sobre el debilitamiento de la democracia liberal y la economía de mercado (que viene de EEUU y Europa) se haya generalizado hasta América Latina. Esto ha permitido que se vayan construyendo mitos que son aprovechados por los políticos populistas, que están desestabilizando el mundo de nuestros días, cuando la realidad, como lo demuestran Hans Rosling y Stephen Pinker, entre otros pocos investigadores serios, es todo lo contrario.

La verdad, como hemos explicado anteriormente es que, durante las últimas décadas, en los países emergentes, se ha producido un aumento sustancial del bienestar y la desigualdad se ha reducido dramáticamente. Ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad, Las dos caras de la desigualdad en el mundo y Contundente reducción de la desigualdad.

Como hemos afirmado en Lampadia, hay una realidad política que tiene que ser enfrentada, con una propuesta de cambio que necesariamente tiene que abarcar:

  • El refrescamiento de la democracia
  • La limpieza del manejo de la cosa pública
  • La participación de los jóvenes en el diseño del mundo de la Cuarta Revolución Industrial.

En esencia, en lugar de cementar apuradamente una nueva realidad política, hay que invitar a las juventudes, empresarios, académicos y políticos a participar en la búsqueda de un camino positivo que nos permita crecer y nos brinde el bienestar general que todos añoramos. Lampadia

La encuesta del latinobarómetro
Los latinoamericanos están desalentados por la democracia

Los votantes de la región están cada vez más insatisfechos con la política en sus países. Eso es preocupante

The Economist
8 de noviembre, 2018
Traducido y glosado por Lampadia

La democracia en América Latina está en problemas. Ese es el mensaje de la encuesta de opinión de este año en 18 países realizada por Latinobarómetro, un encuestador con sede en Santiago, Chile. La proporción de personas que no están satisfechas con el funcionamiento de la democracia ha aumentado del 51% en 2009 al 71%. La participación de los que están contentos ha bajado del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que comenzó la encuesta hace más de dos décadas (ver cuadro 1 y cuadro 2).

Eso no significa que la mayoría de los latinoamericanos estén listos para deshacerse de la democracia, que se ha convertido en la norma en toda la región desde los años ochenta. Más de la mitad dice que es mejor que cualquier otro sistema, aunque se ha reducido en 13 puntos porcentuales en los últimos ocho años. Demócratas desilusionados se inclinan hacia la indiferencia. La proporción de personas neutrales ha aumentado del 16% en 2010 al 28%, mientras que el apoyo al gobierno autoritario es constante, alrededor del 15%. “A la gente no le gusta la democracia que están experimentando”, dice Marta Lagos, la jefa de Latinobarómetro.

En los dos países más grandes de América Latina, Brasil y México, ese sentimiento ha resultado en la elección de presidentes este año, quienes hasta hace poco habrían sido considerados demasiado radicales para dirigir a sus países. Si la desilusión se profundiza, las elecciones futuras podrían traer presidentes que prueben las normas democráticas de la región.

La mayoría de los latinoamericanos viven en países donde sus votos se cuentan con precisión. Eso no significa que estén contentos, como lo demuestran las 20,000 entrevistas de Latinobarómetro, realizadas desde mediados de junio hasta principios de agosto de este año.

Los votantes tienen muchas razones para quejarse. El crecimiento en el PBI por persona ha disminuido considerablemente desde la crisis financiera mundial de 2009. La economía de Venezuela se ha desplomado y Brasil ha sufrido la peor recesión de 2014 a 2016. La percepción de que los ingresos se distribuyen de manera justa se ha desplomado del 25% en 2013 al 16%. Esa creencia puede estar equivocada. El coeficiente de Gini, una medida de la desigualdad, ha estado cayendo en los países más grandes. Pero, a nivel individual, la percepción de la desigualdad de una persona se encuentra entre los factores más fuertes para predecir su descontento con la democracia.

Las preocupaciones económicas son de las principales de los ciudadanos en la mayoría de los países. Solo en Venezuela, más de la mitad de la gente dice que no tiene suficiente para comer. El promedio regional, sin embargo, es todavía un sorprendente 27%. La delincuencia es la segunda queja principal, liderando la lista de preocupaciones incluso en algunos países relativamente seguros, como Chile y Uruguay. La corrupción es otra gran queja. Dieciocho ex presidentes y vicepresidentes han sido implicados en escándalos de corrupción, incluso en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. La proporción de latinoamericanos que piensan que sus países van en la dirección equivocada excede la proporción de quienes piensan que están progresando en ocho puntos, la brecha negativa más grande desde 1995.

Esto ha golpeado la credibilidad de las instituciones. Solo las fuerzas armadas y la iglesia, instituciones poderosas antes del advenimiento de la democracia de masas, conservan mucho respeto (ver gráfico 3). La mitad de los latinoamericanos cree que todos o casi todos los presidentes y legisladores están involucrados en la corrupción. La proporción de personas que piensan que las élites gobiernan para su propio beneficio ha aumentado constantemente durante la última década; en ninguna parte cae por debajo del 60%. Cada vez más, los votantes se desvinculan de la política. Por tercer año consecutivo, el número que dice que no votará por ningún partido político es mayor que el número que dice que votará por uno.

Los pobres están más alienados que los ricos y la clase media. Las personas que están muy atrás se quedan rezagadas con respecto a las personas prósperas en más de diez puntos porcentuales en su nivel de apoyo a la democracia. Los jóvenes son más escépticos que los viejos, lo que es un mal presagio para el futuro de la democracia. Cerca de 200 millones de latinoamericanos con bajos niveles de educación, alrededor del 30% del total, son los votantes más propensos a arremeter contra políticos y partidos establecidos, y elegir líderes que prometen resolver problemas con una “varita mágica”, escribe Latinobarómetro en una nota analítica que acompaña los resultados. La encuesta, que tiene un margen de error del 3% por país, es publicada exclusivamente por The Economist.

En Brasil, donde la satisfacción con la democracia es la más baja entre los 18 países, la desilusión abrió el camino para que Jair Bolsonaro, un antiguo paracaidista que exalta la dictadura de 1964-85, gane la presidencia el mes pasado. Tenía un fuerte apoyo de brasileños bien educados.

En julio, México eligió a Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda cuyo partido Morena tuvo su primera elección en 2015. No es partidario de la dictadura, propone cambiar la forma en que funciona la democracia al entregar más decisiones a los votantes a través de referendos. A Lagos le preocupa que la democracia en Argentina sea vulnerable. Su economía está entrando en recesión y la proporción de personas que se llaman clase media se redujo en 14 puntos desde 2013 hasta 2018, la mayor caída de este tipo en la región.

En los países cuyos líderes están desmantelando la democracia, los ciudadanos la aprecian más. Aunque solo el 12% de los venezolanos están contentos con la forma en que funciona su “democracia”, el 75% prefiere la democracia a cualquier otro sistema. En Nicaragua, donde el régimen cada vez más dictatorial de Daniel Ortega ha estado reprimiendo las protestas desde abril, la satisfacción con la democracia cayó del 52% el año pasado al 20%, pero más de la mitad de las personas aún apoyan el sistema. Alentadoramente, el buen gobierno también refuerza el apoyo a la democracia. Los prósperos Uruguay, Costa Rica y Chile, donde el estado de derecho está relativamente bien establecido, son los países más satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Lampadia




De cómo EEUU defendió su sistema económico

El 9 de julio pasado, publicamos en LampadiaNuestra economía de mercado bajo ataque – A ponerse las pilas.

Hoy día, republicamos líneas abajo, solo el ‘Manifiesto de Powell’, sin nuestro análisis de su similitud con el Perú, para facilitar su lectura, que consideramos muy oportuna para los peruanos preocupados con el futuro de nuestro país.

El Manifiesto de Powel
(También conocido como el memorando Powell)

Publicado por primera vez el 23 de agosto de 1971
Presentado por: Reclaim Democracy
Traducido y glosado por Lampadia

En 1971, Lewis Powell, [cercano al partido demócrata], entonces abogado corporativo y miembro de las juntas directivas de 11 corporaciones, escribió un memorándum a su amigo Eugene Sydnor Jr., el Director de la Cámara de Comercio de EEUU. El memorando fue fechado el 23 de agosto de 1971, dos meses antes de la nominación de Powell por el presidente Nixon ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Aunque el memorando de Powell no fue la única influencia, la Cámara y los activistas corporativos tomaron en serio su consejo y comenzaron a construir una poderosa serie de instituciones diseñadas para cambiar las actitudes y creencias públicas a lo largo de los años y décadas.

El memo influyó o inspiró la creación del Heritage Foundation, Manhattan Institute, Cato Institute, Citizens for a Sound Economy, Accuracy in Academe y otras organizaciones poderosas. Su enfoque a largo plazo comenzó a dar frutos en la década de 1980, en coordinación con la filosofía del “negocio de manos libres” de la Administración Reagan.

Memorando confidencial: ataque al sistema americano de libre empresa

23 de agosto, 1971
Para: Eugene Sydnor, Jr., director de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos.
De: Lewis Powell 23/8/1971

Este memorando es presentado a su petición como base de discusión. Su propósito es identificar el problema y sugerir caminos de actuación para consideración futura.

Dimensión del ataque

Ninguna persona con capacidad de reflexión de los Estados Unidos puede cuestionar que el sistema económico de los Estados Unidos se encuentra sometido a fuertes ataques que varían en alcance, en intensidad, en las técnicas empleadas y en el nivel de visibilidad.

Siempre ha habido personas que se han opuesto al sistema americano, prefiriendo el socialismo u otras formas de estatismo (comunismo o socialismo). De la misma forma, ha habido críticos del sistema cuyo criticismo ha sido sano y constructivo en la medida en que su objetivo era mejorar el sistema en lugar de subvertirlo o destruirlo.

Pero lo que ahora nos preocupa es una novedad en la historia de los Estados Unidos. No estamos tratando con ataques esporádicos o aislados de unos pocos extremistas o incluso de la minoría socialista. Por el contrario, el ataque al sistema de empresa se produce de forma amplia y consistente. Está adquiriendo fuerza y conversos.

Orígenes del ataque

Los orígenes son variados y difusos. Incluyen, por supuesto, a los comunistas, la Nueva Izquierda y otros revolucionarios que querrían destruir el sistema entero, tanto político como económico. Estos extremistas de la izquierda son mucho más numerosos, mejor financiados y son cada vez más bienvenidos y alentados por otros elementos de la sociedad como nunca antes en la historia. Pero siguen siendo una pequeña minoría, y no son ahora la causa principal de preocupación.

Las voces más inquietantes que forman parte del coro de críticas proceden de elementos muy respetables de la sociedad.

  • De los campus universitarios,
  • Los púlpitos,
  • Los medios,
  • Las revistas intelectuales y literarias,
  • Las artes y las ciencias,
  • Los políticos

En la mayoría de estos grupos el movimiento contra el sistema está formado sólo por minorías. Sin embargo, muy a menudo son las mejor articuladas, las más ruidosas y las más prolíficas en su hablar y escribir.

Además, muchos medios de comunicación (por varios motivos y en distintos grados) o bien otorgan publicidad por voluntad propia a estos “atacantes” o, como mínimo, permiten que éstos utilicen los medios para sus propósitos. Esto es especialmente cierto en la televisión, que juega ahora un papel preponderante en la conformación del pensamiento, las actitudes y las emociones de nuestra gente.

Una de las desconcertantes paradojas de nuestro tiempo es la amplitud con que nuestro sistema tolera, o incluso participa, en su propia destrucción.

Los campus universitarios de donde emana la mayor parte de la crítica son soportados por i) impuestos ampliamente generados por las empresas estadounidenses y ii) contribuciones de fondos de capital controlados o generados por empresas estadounidenses. Los claustros de las universidades están compuestos abrumadoramente por hombres y mujeres que son líderes en el sistema.

La mayor parte de los medios, incluyendo la red de televisión, pertenece y es teóricamente controlada por empresas que dependen de los beneficios y del sistema de empresa para su supervivencia.

Tono del ataque

Las citas que siguen son suficientes para proporcionar una idea general:

William Kunstler, calurosamente acogido en los campus y mencionado en una reciente encuesta entre estudiantes como “el abogado estadounidense más admirado” incita a su audiencia de la siguiente forma:

“Tienen que aprender a luchar en las calles, a rebelaros, a disparar con pistolas. Aprenderemos a hacer todo aquello que temen los detentadores de la propiedad”. Los nuevos izquierdistas que atendieron los consejos de Kunstler están comenzando a actuar no solo contra oficinas de reclutamiento militar o fabricantes de munición, sino contra una diversidad de empresas: “Desde febrero de 1970, sucursales del Bank of America han sido atacadas 39 veces, 22 veces con artefactos explosivos y 17 con bombas incendiarias”. Aunque los portavoces de la Nueva Izquierda están consiguiendo radicalizar a miles de jóvenes, la preocupación principal es la hostilidad de liberales y reformadores sociales respetables. Es la suma total de su visión e influencia lo que de verdad puede debilitar o destruir el sistema.

Steward Alsop escribe una descripción aterradora de lo que se está enseñando en muchas de nuestras universidades:

“Yale, como todas las universidades más importantes, está graduando a numerosos jóvenes que practican la ‘política de la desesperación’. Estos chicos desprecian profundamente nuestro sistema político y económico… [sus] mentes parecen ser totalmente cerradas. No viven mediante el debate racional sino a través de eslóganes sin sentido”. Una encuesta reciente entre estudiantes de doce universidades representativas señaló que “casi la mitad de los estudiantes estaban a favor de la socialización de las industrias básicas”.

Un catedrático inglés, visitante en el Rockford College, impartió una serie de conferencias tituladas “La guerra ideológica contra la sociedad occidental”, en la que documentó la amplitud con la que los miembros de la comunidad intelectual están prosiguiendo la guerra ideológica contra el sistema de empresa y los valores de la sociedad occidental.

En un prolegómeno de estas conferencias, el famoso doctor Milton Friedman de Chicago advirtió: “Está meridianamente claro que los fundamentos de nuestra sociedad están siendo sujetos a un amplio y poderoso ataque no por comunistas ni ninguna otra conspiración, sino por individuos descarriados repitiéndose las mismas cosas como loros sin ser conscientes de que están favoreciendo objetivos que nunca promoverían intencionadamente”.

Tal vez el principal antagonista del sistema estadounidense sea Ralf Neider, quien, gracias en gran parte a los medios de comunicación, se ha convertido en una leyenda de su propio tiempo y en un ídolo de millones de americanos. Un artículo reciente en la revista Fortune describe a Naider en los siguientes términos:

“La pasión que lo posee —y él es un hombre apasionado— se orienta a destruir el objetivo de su odio, que es el poder empresarial. Piensa, y dice sin rodeos, que muchos ejecutivos de empresa deberían ser encarcelados por defraudar a los consumidores con mercancías mezquinas, por envenenar los productos alimenticios con aditivos químicos y fabricar a sabiendas productos inseguros que mutilarán o matarán al comprador. Insiste en que no se refiere a ‘charlatanes de feria’, sino a los primeros ejecutivos de las grandes empresas”.

Los objetivos favoritos son actualmente propuestas sobre incentivos fiscales mediante cambios en las tasas de depreciación y los créditos a la inversión. Los medios se refieren a estas propuestas como ‘tax breaks’, lagunas o ‘beneficios fiscales’ para beneficio de las empresas. Como se pudo leer de un columnista del Washington Post, estas medidas fiscales beneficiarían “sólo a los ricos”, sin beneficiar a “los pobres”.

Es desalentador que muchos políticos presenten el mismo argumento de que las medidas impositivas de este tipo benefician solo a los “negocios”, sin beneficio para “los pobres”. El hecho de que esto sea una demagogia política o un analfabetismo económico es de poco consuelo. Esta configuración de los “ricos” contra los “pobres”, de los negocios contra la gente, es el tipo de política más barata y más peligrosa.

La apatía y ausencia del empresariado

¿Cuál ha sido la respuesta de la empresa a este masivo asalto contra los fundamentos de su economía, contra su filosofía, contra su derecho a gestionar sus propios asuntos y, en definitiva, contra su integridad?

La dolorosa y triste verdad es que, en gran medida, las empresas, incluyendo a sus directorios y los ejecutivos principales, de grandes y pequeñas empresas, a todos los niveles han respondido a menudo —cuando lo han hecho— contemporizando, con ineptitud e ignorando el problema.

Hay que reconocer honestamente que los hombres de empresa no han sido capacitados o equipados para conducir guerras de guerrillas contra quienes realizan propaganda contra el sistema y buscan insidiosa y constantemente sabotearlo. El papel tradicional de los ejecutivos de negocios ha sido gestionar, producir, vender, crear puestos de trabajo, hacer utilidades, aumentar el nivel de vida, ser líderes en sus comunidades, servir en consejos caritativos y educativos y, en general, ser buenos ciudadanos. Por cierto, han realizado esta tarea muy bien.

Pero han tenido poca voluntad de enfrentarse con sus críticos, y pocas habilidades para el debate intelectual y filosófico eficaz.

En una columna reciente del Wall Street Journal puede leerse: “Nota a General Motors: ¿por qué no defenderse?”. Aunque se dirigía a GM por su nombre, el aviso era una advertencia a todas las empresas. El columnista St. John decía:

“General Motors, como todas las empresas estadounidenses en general, tiene verdaderos problemas, porque las obviedades intelectuales han sido sustituidas por una sólida exposición intelectual de su punto de vista”. St. John se refería a la tendencia de los líderes empresariales al compromiso y al aplacamiento de los críticos. Citaba las concesiones con las que Nader vence a los gestores y hablaba de la visión falaz que muchos hombres de empresa tienen de sus críticos. Dibujaba un paralelismo con la equivocada táctica de muchos administradores universitarios: “Los gestores universitarios aprenden demasiado tarde que este tipo de contemporización sólo sirve para destruir la libertad de expresión, la libertad académica y la libertad de cátedra. Los rectores concedieron una demanda radical que fue seguida por un nuevo cultivo que pronto escaló hasta una demanda de declaración de rendición”.

No es preciso estar completamente de acuerdo con el análisis de St. John. Pero muchos observadores de la escena política estadounidense coinciden en que la esencia de su mensaje es sólida. Estando la empresa americana con verdaderos problemas, la respuesta al amplio abanico de críticos no ha sido eficaz, y ha incluido negociaciones; ha llegado el momento —de hecho, hace ya tiempo— de reunir la sabiduría, la creatividad y los recursos de las empresas en contra de quienes quieren destruirla.

La responsabilidad de los ejecutivos de empresas

¿Qué es lo que hay que hacer exactamente? Lo primero, lo más esencial —y un prerrequisito para una acción efectiva— es que los hombres de negocios confronten esta cuestión como una responsabilidad primaria de la gestión corporativa.

La necesidad primordial de darse cuenta de que el problema último es la propia supervivencia; supervivencia de lo que denominamos sistema de libre empresa, con todo lo que significa para el progreso de los Estados Unidos y la libertad de nuestra gente.

Ha pasado ya el momento en que el presidente de una gran empresa descarga su responsabilidad manteniendo simplemente un crecimiento satisfactorio de los beneficios, con la observancia de las responsabilidades empresariales y sociales. Para que nuestro sistema sobreviva, la alta dirección debe preocuparse también de proteger la sobrevivencia del sistema mismo. Esto implica mucho más que un mayor énfasis en “relaciones públicas” o “asuntos gubernamentales”, dos áreas en las que las empresas han invertido hasta ahora sumas sustanciales.

Un primer paso significativo para cada empresa podría ser la designación de un vicepresidente ejecutivo cuya responsabilidad fuera la de contrarrestar los ataques al sistema empresarial. El departamento de relaciones públicas podría ser uno de los fundamentos asignados a este ejecutivo, pero su responsabilidad debería abarcar algunas de las actividades a las que nos referiremos en este memorando. Su presupuesto y personal debe ser el adecuado para la tarea.

Posible rol de la Cámara de Comercio [de los gremios empresariales]

Pero la actividad independiente y la coordinación realizada por cada empresa, por importante que sea, no será suficiente. La fuerza reside en la organización, en la planificación cuidadosa e implementación a largo plazo, en la consistencia de la acción a lo largo de un número indefinido de años, en la escala de los recursos disponibles sólo mediante el esfuerzo conjunto y en el poder político disponible sólo a través de la unidad de acción y de las organizaciones nacionales.

Además, existe una comprensible renuencia por parte de cualquier corporación de exponerse demasiado y de hacerse excesivamente visible.

El papel de la Cámara de Comercio es pues vital. Otras organizaciones nacionales (especialmente los distintos grupos industriales y comerciales) deben unirse en el esfuerzo, pero ninguna organización parece estar tan bien situada como la Cámara. Disfruta de una posición estratégica, con buena reputación y un amplio soporte de las bases. También —y esto es de un mérito inconmensurable— existen centenares de Cámaras de Comercio locales que pueden jugar un papel de soporte vital.

Es apenas necesario señalar que antes de embarcarse en este tipo de programas, la Cámara debe estudiar y analizar posibles caminos de acción y actividades, sopesando los riesgos frente a la posible eficacia y viabilidad de cada una.

Los Campus Universitarios

El asalto al sistema de empresa no se montó en poco tiempo. Ha evolucionado gradualmente a lo largo de las pasadas dos décadas, apenas perceptible en sus orígenes y beneficiándose de un gradualismo que provocaba poca conciencia de la acción y mucho menos alguna reacción real.

Aunque los orígenes, las fuentes y las causas son complejas y están interrelacionadas, y obviamente es difícil identificarlas, hay razones para creer que las universidades son la fuente más dinámica. Las facultades de ciencias sociales suelen incluir miembros que no simpatizan con el sistema empresarial. Desde Herbert Marcuse, un marxista de la Universidad de California en San Diego, y socialistas convencidos, al liberal crítico ambivalente que encuentra más elementos de condena que de acuerdo. No hace falta que estos universitarios supongan una mayoría. Suelen ser personalmente atractivos y carismáticos, influyen en los profesores y su controversia atrae a los estudiantes. Son prolíficos escritores y conferenciantes, autores de muchos de los libros de texto y ejercen una enorme influencia —mucho más allá de su proporción numérica— sobre sus colegas y el conjunto del mundo académico.

Las facultades de ciencias sociales (ciencias políticas, económicas, sociólogos y muchos historiadores) tienden a ser liberales [*] incluso sin la presencia de izquierdistas. No se trata de criticismo per se, pues la necesidad del pensamiento liberal es esencial para un punto de vista equilibrado. El problema es que el equilibrio es conspicuo por su ausencia en muchas universidades, con relativamente pocos miembros de convicción conservadora o incluso moderada e, incluso, esos pocos, a menudo menos articulados y agresivos que sus colegas en campaña.

[*] Liberales: en su concepción estadounidense se refiere a quienes creen en la intervención del Estado para la creación de oportunidades e igualdad, contrariamente a los llamados conservadores, que abogan por la libertad individual y el libre mercado.

Esta situación se remonta a muchos años atrás y, con el desequilibrio que empeora gradualmente, se ha producido un enorme impacto en millones de estudiantes. En un artículo en Barron’s Weekly, buscando una respuesta a la desafección de tantos jóvenes hasta el punto de convertirse en revolucionarios, se dijo: “Porque fueron educados así”. O bien, como escribió el columnista Steward Alsop en referencia a su alma Mater: “Yale, como todas las universidades más importantes, está licenciando a muchos jóvenes brillantes… que desprecian el sistema político y económico estadounidense”.

A medida que estos “jóvenes brillantes” de las universidades de todo el país buscan oportunidades para cambiar el sistema al que les han enseñado a desconfiar —si no a despreciar— encuentran empleo en los centros de poder e influencia real de nuestro país, a saber: i) los medios de comunicación, especialmente la televisión; ii) el gobierno, como consultores a varios niveles; iii) en la política; iv) como conferenciantes y escritores; y v) en las facultades, a distintos niveles.

Muchos entran en el sistema de empresa —en negocios o en profesiones— y en la mayor parte de los casos descubren enseguida las falacias que les han enseñado. Pero aquellos que esquivan el centro del sistema permanecen a menudo en posiciones claves de influencia desde donde moldean la opinión pública y conforman, frecuentemente, la acción gubernamental. En muchas ocasiones, estos intelectuales acaban en agencias legislativas o departamentos gubernamentales con gran autoridad sobre el sistema en el que no creen.

Si el análisis anterior fuera aproximadamente cierto, una tarea prioritaria para las empresas —y organizaciones como la Cámara— es confrontar el origen de la hostilidad universitaria. Pocas cosas están más santificadas en la vida de los Estados Unidos que la libertad académica. Sería fatal atacar esto como principio. Pero si la libertad académica supone retener las cualidades de “apertura”, “honestidad” y “equilibrio” —que son esenciales por su significación intelectual— existe una gran oportunidad para la acción constructiva. La motivación de esta acción debe ser el restablecimiento de las mencionadas cualidades de la comunidad académica.

¿Qué se puede hacer con los campus?

La responsabilidad última sobre la integridad intelectual en el campus descansa en la administración y el cuerpo docente de las universidades. Per, organizaciones como la Cámara de Comercio puede ayudar y activar un cambio constructivo de muchas maneras, incluyendo lo siguientes:

Plantilla de académicos

La Cámara debe considerar el establecimiento de un equipo de académicos altamente calificados en las ciencias sociales que sí crean en el sistema. Debería incluir varios académicos de reputación nacional cuya firma fuera muy respetada, incluso cuando se está en desacuerdo con ella.

Plantilla de oradores

También debe promover un equipo de oradores de la más alta competencia. Estos pueden incluir a los académicos, y sin duda los que hablan para la Cámara tendrían que articular el producto de los académicos.

Oficina del Orador

Además del personal dedicado a tiempo completo, la Cámara debería tener una Oficina del Orador, que debería incluir a los defensores más capaces y eficaces procedentes de los niveles más altos del mundo empresarial estadounidense.

Evaluación de libros de texto

La plantilla de académicos (o, preferiblemente, un panel de académicos independientes) debería evaluar los libros de texto de ciencias sociales, especialmente en economía, ciencia política y sociología. Éste debería ser un programa permanente.

El objetivo de esta evaluación debería estar orientado a restaurar el equilibrio esencial para la libertad académica genuina. Esto incluiría la garantía de un trato justo y empírico de nuestro sistema de gobierno y de nuestro sistema empresarial, sus logros, su relación fundamental con los derechos y las libertades individuales, así como comparaciones con los sistemas socialista, fascista y comunista. La mayoría de los libros de texto existentes tienen algún tipo de comparaciones, pero muchas son superficiales, sesgadas e injustas.

Hemos visto como el movimiento de derechos civiles insiste en volver a escribir muchos de los libros de texto en nuestras universidades y escuelas. Los sindicatos también insisten en que los libros de texto sean justos con los puntos de vista del movimiento obrero. Otros grupos de presión ciudadana ​​no han dudado en revisar, analizar y criticar los libros de texto y los materiales didácticos. En una sociedad democrática, esto puede ser un proceso constructivo y debe considerarse como una ayuda para una auténtica libertad académica y no como una intromisión en ella.

Si los autores, editores y usuarios de libros de texto saben que van a ser sometidos —con honestidad, imparcialidad y rigor— a revisión y crítica por parte de eminentes académicos que creen en el sistema estadounidense, se puede confiar en un retorno a un equilibrio más racional.

Igualdad de tiempo en el campus

La Cámara debe insistir en la igualdad de oportunidades en el circuito de conferencias universitarias. El FBI publica cada año una lista de los discursos pronunciados en las universidades por comunistas declarados. En el año 1970, el número superaba los 100. Hubo, por supuesto, varios cientos de intervenciones de progresistas e izquierdistas que impulsan los tipos de puntos de vista indicados anteriormente en este memorándum. No hubo representación del mundo empresarial estadounidenses, o incluso de personas u organizaciones que defendieran públicamente el sistema estadounidense de gobierno y de empresa.

Cada campus tiene sus propios grupos formales e informales que invitan a oradores. Cada facultad de derecho hace lo mismo. Muchas universidades patrocinan oficialmente programas de conferencias y charlas. Todos conocemos la insuficiencia de la representación empresarial en estos programas.

Alguien dirá que se extenderán pocas invitaciones para los oradores de la Cámara. Sin duda, esto será cierto a menos que la Cámara insista agresivamente en el derecho a ser escuchada; a menos que insista, a todos los efectos, en la “igualdad de tiempo”. Las autoridades universitarias y la gran mayoría de los comités y de los grupos estudiantiles no vería con agrado que se les colocara en la posición de rechazar públicamente un foro con puntos de vista diversos, de hecho, esta es la excusa clásica para permitir que los comunistas hablen.

Los dos ingredientes esenciales son: (i) tener oradores atractivos, elocuentes y bien informados, y (ii) ejercer el grado de presión —pública y privada— que sea necesario para asegurar las oportunidades de hablar. El objetivo debe ser siempre informar y educar, y no sólo hacer propaganda.

Equilibrio entre el profesorado

Tal vez el problema más importante es el desequilibrio en el profesorado de muchas universidades. Su corrección es, en efecto, un proyecto difícil y a largo plazo. Sin embargo, debe llevarse a cabo como parte de un programa global. Esto significaría insistir a los gestores y los consejos de administración de las universidades en la necesidad del equilibrio del profesorado.

Los métodos a emplear requieren una profunda reflexión, y hay que evitar las trampas evidentes. La presión indebida sería contraproducente. Pero los conceptos básicos de equilibrio, justicia y verdad son difíciles de resistir, si se presentan adecuadamente a los consejos de administración, por escrito y oralmente, así como a través de llamamientos a las asociaciones y grupos de ex alumnos.

Este es un camino largo y no es para pusilánimes. Pero si se persigue con integridad y convicción podría conducir a un fortalecimiento tanto de la libertad académica en el campus como de los valores que han hecho de Estados Unidos la más productiva de todas las sociedades.

Escuelas de graduados de negocios

Los gremios empresariales deberían disfrutar de un especial entendimiento con las cada vez más influyentes escuelas de negocios. Mucho de lo que se ha propuesto más arriba también vale para dichas escuelas. ¿No debería solicitarse también cursos específicos en dichas escuelas que se ocupen de la cuestión abordada en este memorándum? Esto es ahora formación esencial para los ejecutivos del futuro.

Educación secundaria

Aunque la primera prioridad debería ser a nivel universitario, las tendencias mencionadas anteriormente son cada vez más evidentes en las escuelas secundarias. Deberían tenerse en cuenta programas de acción, adaptados para las escuelas secundarias y similares a los mencionados. Su puesta en práctica podría convertirse en un importante programa para las cámaras de comercio locales, aunque el control y la dirección —especialmente, el control de calidad— debería conservarlos la Cámara nacional.

¿Qué puede hacerse con la ciudadanía?

Alcanzar el campus y las escuelas secundarias es vital para el largo plazo. Llegar a la ciudadanía en general, puede ser más importante en el corto plazo. El primer elemento esencial es establecer equipos de académicos, escritores y oradores eminentes, que piensen, analicen, escriban y hablen en público. También será esencial contar con personal que se haya familiarizado con los medios y con el modo más eficaz de comunicarse con la ciudadanía. Entre los medios más obvios hay los siguientes:

Televisión

Las cadenas de televisión nacionales deberían ser observadas minuciosamente de la misma manera que los libros de texto deberían mantenerse bajo vigilancia constante. Esto vale no sólo para a los llamados programas educativos, sino también para los “análisis de actualidad” diarios, que tan a menudo incluyen la clase más insidiosa de críticas al sistema empresarial. Tanto si esa crítica proviene de la hostilidad como si es resultado de la ignorancia económica, el resultado es la erosión gradual de la confianza en el “mundo de los negocios” y la libre empresa.

Para ser eficaz, este seguimiento requeriría una constante inspección de textos de muestras adecuadas de programas televisivos. Las quejas a los medios de comunicación deben hacerse inmediata y enérgicamente cuando los programas sean injustos o inexactos.

Se debe exigir igualdad de tiempo cuando sea oportuno. Debería hacerse el esfuerzo de conseguir que los programas tipo foro ofrezcan al menos tantas oportunidades de participación a los partidarios del sistema americano como a sus detractores.

Otros medios de comunicación

La radio y la prensa escrita también son importantes, y todos los medios disponibles deberían ser utilizados para desafiar y refutar los ataques injustos, así como para presentar la argumentación afirmativa a través de estos medios de comunicación.

Las revistas científicas

Es especialmente importante que el “profesorado erudito” de los gremios empresariales publique. Una de las claves del éxito de los profesores progresistas y de izquierda ha sido su pasión por la “publicación” y las “conferencias”. Entre los académicos de los gremios debe existir una pasión similar.

Se pueden diseñar incentivos para inducir más “publicaciones” entre los académicos independientes que sí creen en el sistema.

Debería haber un flujo bastante constante de artículos académicos presentados a un amplio espectro de revistas y publicaciones periódicas, que van desde las revistas populares hasta las más intelectuales, así como las diversas revistas profesionales.

Libros, libros de bolsillo y folletos

Los quioscos —en los aeropuertos, farmacias y otros lugares— están llenos de libros de bolsillo y panfletos que defienden de todo, desde la revolución hasta el amor libre y erótico. Uno casi no encuentra ningún panfleto atractivo y bien escrito que esté “de nuestro lado”. Será difícil competir con un Eldridge Cleaver o incluso un Charles Reich por la atención del lector, pero a menos que se haga el esfuerzo —en una escala lo suficientemente grande y con la imaginación apropiada para asegurar cierto éxito— esta oportunidad para educar a la ciudadanía estará irremediablemente perdida.

Anuncios pagados

El mundo de los negocios paga a los medios de comunicación cientos de millones de dólares en publicidad. La mayor parte de este gasto apoya a productos específicos, buena parte apoya la creación de imagen institucional, y una fracción de la misma apoya al sistema. Pero esto último ha sido más o menos tangencial, y rara vez ha formado parte de un gran y sostenido esfuerzo para informar y educar al pueblo estadounidense. Si las empresas estadounidenses dedicaran el 10% de su presupuesto anual de publicidad a este objetivo general, sería un gasto propio de estadistas.

El descuidado terreno político

En el análisis final, la recompensa es lo que hace el gobierno. El mundo empresarial ha sido el chivo expiatorio favorito de muchos políticos durante muchos años. Pero quizás la mejor medida de lo lejos que se ha llegado se encuentra en los puntos de vista anti-empresariales que están expresando en estos momentos varios de los principales candidatos a la Presidencia de los Estados Unidos.

La doctrina marxista sigue afirmando que los países “capitalistas” están controlados por las grandes empresas. Esta doctrina, que es una parte consistente de la propaganda izquierdista en todo el mundo, cuenta con una amplia audiencia entre los estadounidenses.

Sin embargo, como todos los ejecutivos de negocios saben, hay pocos elementos de la sociedad estadounidense de hoy en día que tengan tan poca influencia en el gobierno norteamericano como el hombre de negocios estadounidense, las sociedades anónimas, o incluso los millones de accionistas de las sociedades anónimas. Si alguien lo duda, permítanle asumir el papel de ‘lobista’ del punto de vista empresarial ante los comités del Congreso. Lo mismo ocurre en las cámaras legislativas de la mayoría de los estados y ciudades importantes. No es exagerado afirmar que, en términos de influencia política con respecto al curso de la legislación y la acción del gobierno, el ejecutivo de negocios norteamericano es un auténtico “hombre olvidado”.

Ejemplos actuales de la impotencia de los negocios y del casi desprecio con el que se consideran las opiniones de hombres de negocios, son las estampidas de los políticos para apoyar casi toda legislación relacionada con el “consumismo” o el “medio ambiente”.

Los políticos reflejan lo que ellos creen que es la opinión de la mayoría de sus electores. Por lo tanto, es evidente que la mayoría de los políticos están calculando que la ciudadanía tiene poca simpatía por el empresario o su punto de vista.

Los programas educativos propuestos anteriormente estarían diseñados para educar al pensamiento público; no tanto sobre el empresario y su papel individual como sobre el sistema que administra, y que suministra los bienes, servicios y puestos de trabajo de los que nuestro país depende.

Pero no se debe posponer la acción política más directa, esperando que el cambio gradual de la opinión pública se efectúe a través de la educación y la información. El mundo empresarial debe aprender una lección aprendida hace mucho tiempo por los trabajadores y otros grupos de presión. La lección es que el poder político es necesario; que ese poder debe ser cultivado con perseverancia, y que, cuando sea necesario, se debe usar con agresividad y determinación –sin vergüenza y sin la renuencia que ha sido tan característica del mundo empresarial estadounidense.

Por desagradable que le pueda resultar a los gremios empresariales, deberían considerar asumir un papel en el terreno político más amplio y vigoroso.

Oportunidades desaprovechadas en los tribunales

Los negocios estadounidenses y el sistema de empresa se ​​han visto tan afectados por los tribunales como por el ejecutivo y el legislativo. En nuestro sistema constitucional, especialmente con un Tribunal Supremo de mentalidad activista, la judicatura puede ser el instrumento más importante para el cambio social, económico y político.

Habiendo reconocido esto, otras organizaciones y grupos han sido mucho más astutos que los negocios estadounidenses en la explotación de la acción judicial. Tal vez los explotadores más activos del sistema judicial han sido los grupos que, en orientación política, van desde “liberal” hasta la extrema izquierda.

La American Civil Liberties Union es un ejemplo. Inicia o interviene en decenas de casos cada año, y presenta numerosos amicus curiae ante el Tribunal Supremo de Justicia. Los sindicatos, grupos de derechos civiles y ahora los bufetes de abogados de interés público son sumamente activos en el ámbito judicial. Su éxito, a menudo a expensas de la empresa privada, no ha sido intrascendente.

Se trata de una vasta área de oportunidad si los gremios están dispuestos a asumir el papel de portavoz de las empresas estadounidenses y si, a su vez, las empresas están dispuestas a proporcionar los fondos.

Al igual que con respecto a los académicos y los oradores, los gremios necesitarían una planta de abogados sumamente competentes. En situaciones especiales debería estar autorizada para contratar a abogados de reconocido prestigio y reputación nacional que comparecieran como amicus curiae ante el Tribunal Supremo. En la selección de los casos en los que participar o en los pleitos a iniciar, se debería ejercer el mayor cuidado posible. Pero la oportunidad bien merece el esfuerzo necesario.

El descuidado poder de los accionistas

El ciudadano promedio piensa en “los negocios” como una entidad corporativa e impersonal, propiedad de los muy ricos y gestionada por ejecutivos excesivamente remunerados. Hay un fracaso casi absoluto para apreciar que “los negocios” en realidad abarca —en una forma u otra— a la mayoría de los estadounidenses. Aquellos que trabajan en empresas privadas constituyen un sector bastante obvio. Pero los 20 millones de accionistas —que en su mayoría son de escasos recursos— son los verdaderos dueños, los auténticos empresarios, los verdaderos capitalistas en nuestro sistema. Ellos suministran el capital que alimenta el sistema económico que ha producido el mayor nivel de vida en toda la historia. Sin embargo, los accionistas han sido tan ineficaces como los ejecutivos de empresas en la promoción de una verdadera comprensión de nuestro sistema o en el ejercicio de la influencia política.

La cuestión que merece un examen más completo es cómo se puede movilizar el peso y la influencia de los accionistas —20 millones de votantes— para apoyar (i) un programa educativo y (ii) un programa de acción política.

Las sociedades anónimas están ahora obligadas a elaborar numerosos informes para los accionistas. Muchas sociedades anónimas también tienen revistas caras de “noticias” destinadas a empleados y accionistas. Estas oportunidades de comunicación se pueden utilizar con mucha más eficacia como medios educativos.

La sociedad anónima como tal debe actuar con moderación en la realización de la acción política y debe, por supuesto, cumplir con las leyes pertinentes. ¿Pero acaso no es factible —a través de una filial de los gremios o de otra manera— establecer una organización nacional de los accionistas norteamericanos y darle suficiente fuerza como para ser influyente?

Una actitud más agresiva

Los intereses empresariales —especialmente los de las grandes empresas y sus gremios nacionales— han tratado de mantener un perfil bajo, especialmente con respecto a la acción política.

Como sugiere el artículo de The Wall Street Journal, ha sido bastante característico del hombre de negocios promedio el ser tolerante —por lo menos, en público— con los que atacan a su empresa y al sistema. Muy pocos empresarios u organizaciones empresariales responden con la misma moneda. Ha habido una disposición a la contemporización, a considerar que la oposición estaba dispuesta a hacer concesiones, o que, de forma igualmente probable, esta oposición se desvanecería en su debido tiempo.

El mundo de los negocios ha esquivado la política de la confrontación. Comprensiblemente, ha sido ahuyentado de esta política por la multiplicidad de “exigencias” innegociables formuladas constantemente por grupos de interés de todo tipo.

Si bien ni los intereses de empresas responsables, ni los de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, se involucrarían en las tácticas irresponsables de algunos grupos de presión, es esencial que los portavoces del sistema de libre empresa —a todos los niveles y a cada oportunidad— sean mucho más agresivos que en el pasado.

No debería haber ninguna vacilación en atacar a los Naders, los Marcuses y otros que persiguen abiertamente la destrucción del sistema. No debería haber el menor titubeo para presionar con fuerza en todos los ámbitos políticos para que se apoye al sistema empresarial. Tampoco debería haber renuencia en sancionar políticamente a quienes se le oponen.

En este sentido se pueden aprender lecciones de los sindicatos. Puede que, a los empresarios, el jefe de la AFL-CIO [la principal organización sindical estadounidense] no les resulte el ciudadano más modélico y más preocupado por el interés general del país. Sin embargo, durante muchos años, los jefes de las organizaciones sindicales nacionales han hecho el trabajo por el que se les paga de manera muy eficaz. Quizás no hayan sido muy queridos, pero han sido respetados —donde más cuenta— por los políticos, en los campus y en los medios de comunicación.

Es hora de que el sector empresarial estadounidense —que ha demostrado la mayor capacidad de toda la historia para producir y para influir en las decisiones del consumidor— aplique enérgicamente sus grandes talentos en la preservación del sistema mismo.

El costo

Si se realiza a largo plazo y con el personal adecuado, el tipo de programa descrito más arriba (que incluye una amplia combinación basada en la educación y la acción política) requeriría un apoyo financiero de las grandes empresas estadounidenses mucho más generoso que el que la Cámara haya recibido jamás. También requeriría la participación de una gestión de alto nivel en los asuntos de la Cámara.

La planilla de la Cámara tendría que aumentarse significativamente, estableciendo y manteniendo la más alta calidad. Los salarios tendrían que estar en niveles totalmente comparables a los que se pagan a ejecutivos de negocios clave y a los académicos más prestigiosos. Habría que reclutar a profesionales de gran talento en la publicidad y en el trabajo con los medios de comunicación, oradores, abogados y otros especialistas.

Es posible que la organización de la propia Cámara se beneficiaría de la reestructuración. Por ejemplo, tal como sugiere la experiencia sindical, el cargo de presidente de la Cámara podría ser un puesto de carrera profesional a tiempo completo. Para asegurar la máxima eficacia y continuidad, el director ejecutivo de la Cámara no se debería cambiar cada año. Las funciones que ahora desempeña en gran parte el presidente de la Cámara podrían ser transferidas a un presidente de la Junta directiva, elegido anualmente por los miembros. La Junta, por supuesto, seguiría ejerciendo el control político.

El control de calidad es esencial

Los ingredientes esenciales de todo el programa deben ser la responsabilidad y el “control de calidad”. Las publicaciones, los artículos, los discursos, los programas de los medios de comunicación, la publicidad, los informes presentados ante los tribunales, y las intervenciones ante los comités legislativos —todos deben cumplir con los estándares más exigentes de precisión y excelencia profesional—. Deben merecer el respeto por su nivel de erudición y responsabilidad pública, esté uno de acuerdo con los puntos de vista expresados o no.

Relación con la libertad

La amenaza para el sistema empresarial no es simplemente una cuestión de economía. También es una amenaza a la libertad individual. Esta es la gran verdad —ahora tan sumergida por la retórica de la Nueva Izquierda y de muchos liberales— que debe ser reafirmada si este programa quiere ser relevante.

Parece que hay poca conciencia de que las únicas alternativas a la libre empresa son diversos grados de regulación burocrática de la libertad individual —desde el socialismo moderado hasta el talón de hierro de la dictadura de izquierda o de derecha—. Nosotros, en Estados Unidos, en realidad ya nos hemos acercado mucho hacia algunos aspectos del socialismo de Estado, ya que las necesidades y complejidades de una vasta sociedad urbana exigen tipos de regulación y control, que eran bastante innecesarios en tiempos anteriores. En algunos ámbitos, dicha regulación y control ya ha perjudicado gravemente la libertad de las empresas y de la mano de obra, y, de hecho, de la ciudadanía en general. Pero la mayoría de las libertades esenciales se mantienen: la propiedad privada, el beneficio privado, los sindicatos, la negociación colectiva, la elección del consumidor y una economía de mercado en la que la competencia determina en gran medida el precio, la calidad y la variedad de los bienes y servicios prestados a los consumidores.

Además del ataque ideológico contra el propio sistema (examinado en el presente memorándum), sus esencias también se ven amenazadas por una tributación injusta, y —más recientemente— por una inflación que ha parecido incontrolable. Pero cualesquiera que sean las causas de la disminución de la libertad económica, la verdad es que la libertad como concepto es indivisible. Como demuestra la experiencia de los países socialistas y totali tarios, a la contracción y la negación de la libertad económica les siguen inevitablemente las restricciones gubernamentales sobre otros derechos preciados. Éste es el mensaje, por encima de todos los demás, que debe llevarse de vuelta a casa para el pueblo estadounidense.

Conclusión

Casi no es necesario decir que las opiniones expresadas anteriormente son provisionales y provocativas. El primer paso debe ser un estudio exhaustivo. Pero esto sería un ejercicio ocioso a menos que el Consejo de Administración de la Cámara acepte la premisa fundamental de este trabajo, es decir, que el mundo de los negocios y el sistema empresarial están en serios problemas, y que el tiempo apremia.

Notas a pie de página (de Powell)

  1. Llamado de varias maneras: el “sistema de libre empresa”, “capitalismo” y el “sistema de ganancias”. El sistema político estadounidense de democracia bajo el imperio de la ley también está siendo atacado, a menudo por los mismos individuos y organizaciones que buscan socavar el sistema empresarial.
  2. Richmond News Leader, 8 de junio de 1970. Columna de William F. Buckley, Jr.
  3. Artículo N.Y. Times Service, reimpreso del Richmond Times-Dispatch, 17 de mayo de 1971.
  4. Stewart Alsop, Yale y el peligro mortal, Newsweek, 18 de mayo de 1970.
  5. Editorial, Richmond Times-Dispatch, 7 de julio de 1971.
  6. Dr. Milton Friedman, Prof. of Economics, U. de Chicago, escribiendo&
Lampadia